ID de la obra: 1260

Jaekyung y Dan: ¡Hazme algo! (Jinx)

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planificada Midi, escritos 164 páginas, 57.286 palabras, 17 capítulos
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XI

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CAPÍTULO 11: UN PASADO DOLOROSO, UN FUTURO INCIERTO «Aunque pudiera desprenderme de lo que estoy sintiendo, no puedo hacer otra cosa más que aferrarme a este sentimiento. Supongo que eso es el amor, ¿cierto? Pero si es así, ¿por qué no puede ofrecernos algo más que sufrimiento?». Durante el transcurso de la noche, mis intenciones de dormirme temprano se quedaron en el pasado al escuchar el constante sonido de mi celular vibrando sobre el velador. Siendo honesto, la cantidad de veces que pude percibir cómo la pantalla se prendía y apagaba, anunciando una llamada o un mensaje entrante, era impresionante. Nunca había visto a Heesung tan desesperado por contactarse conmigo, ni siquiera cuando nuestros auspiciadores nos obligaban a hacer cosas juntos insistía tanto. Suspiré, frustrado. Ni en un millón de años habría esperado una reacción tan patética de su parte. El teléfono se iluminó otra vez. Heesung ya había colmado mi paciencia, pero, aun así, no le respondí. No, ese idiota merecía sufrir un poco más. Después de todo, él siempre había conseguido todo lo que quería; era justo que probara el sabor de la derrota, aunque fuera una vez en su vida. Ya era hora de que ese actor de segunda comprendiera que su forma de ser no siempre iba a funcionar. En efecto, no todas las personas serían tan ingenuas como para caer ante su falsa sonrisa y su fingida amabilidad. No todas estarían dispuestas a convertirse en sus juguetes y cumplir sus caprichos, tampoco a estar siempre a merced de su voluntad... De hecho, yo fui la primera persona que conoció que no cumplió con sus expectativas. A pesar de que él siempre me estaba empujando a hacer cosas que yo no quería y a actuar de una manera muy distinta a la mía, nunca cedí ante su personalidad tan manipuladora y retorcida. Incluso si por contrato me obligaban a mostrarme amistoso con él frente a las cámaras, nunca le di espacio suficiente para que pudiera establecer conmigo una amistad real. Es más, la única razón por la que soportaba que me tratara con tanta familiaridad era porque él mantenía en secreto todo lo que sabía sobre mi sexualidad. Siendo sincero, me gustaría decir que ese era un secreto que nos unía a ambos, pero ese tipo nunca ha sido muy cuidadoso a la hora de salir con alguien, que digamos. Hasta donde sé, ya se han filtrado varias fotos de ese sujeto con sus amantes... Si no fuera porque su representante y su equipo legal mantenían a los paparazzi comprados, ya toda Corea sabría que a su actor favorito le gustaba más la compañía masculina que la femenina. En una sociedad tan conservadora como la nuestra, eso representaría el fin de su carrera. La segunda persona fue Kim Dan, quien no cayó en sus juegos de seducción, y la tercera... Yoongu. No sé cuánto tiempo llevaban juntos, pero creo que ponerle fin a esa relación sería bueno para el muchacho. Es muy probable que Heesung haya sido su primera experiencia explorando su sexualidad, por lo que sería muy triste terminar con el corazón roto por un bastardo como él. Además, no es como si ese idiota se hubiera enamorado realmente de Yoongu. Claro, ahora estaba haciendo un escándalo y siendo más insufrible que de costumbre, pero estoy seguro de que en poco tiempo lo olvidará por completo. De hecho, pensé que me dejaría de molestar después de decirle que Yoongu ya sabía lo que había ocurrido ese fatídico día. Sin embargo, él siguió insistiendo, muy a mi pesar. Miré la hora con preocupación: eran las cinco. Mañana debíamos levantarnos temprano para ir a las distintas citas médicas de Dan, y ahí estaba yo, siendo incapaz de dormir por culpa de un imbécil que en un par de días estaría yéndose de fiesta para buscar a alguien más. Conociendo a Heesung, no tardaría mucho en encontrar una excusa para reemplazar a Yoongu. Por esa razón, creía que era mejor para el muchacho ser quien le pusiera fin a lo que se estaba formando entre los dos. Así es, ese niño es muy joven para tener que lidiar con alguien tan problemático y cambiante como Choi Heesung. Pero los mensajes siguieron llegando. En total, tenía 53 llamadas perdidas y 98 mensajes de texto. Vaya, incluso ese idiota intentó contactarme con un número diferente. Quizás... No, Heesung solo estaba molesto porque arruiné su oportunidad de aprovecharse de un chico tan lindo e inocente como Papita. Lo admito, a Yoongu nunca lo pude ver con otros ojos, pero eso no significaba que no pudiera comprender lo que los demás veían en él. Es más, no dudo que varios tipos en el gimnasio se vieron tentados por él de alguna manera... Por supuesto, eso debe ser lo que le gustaba a Heesung. Es algo que habíamos hablado con el entrenador Park en múltiples ocasiones: Yoongu siempre ha buscado validación en los demás. Pensamos que era algo que se le quitaría con el tiempo, pero no fue así. De hecho, esos tipos desagradables siempre se aprovecharon de ese aspecto. Menos mal que ninguno de ellos intentó propasarse con él antes de abandonar mi gimnasio. Por suerte, solo disfrutaban haciendo que el niño hiciera todo por ellos como si fuera su empleado. Por eso me molestaba tanto cuando él quería llamar mi atención; parecía un cachorrito necesitado de afecto. En fin, siempre que la situación se salía de control, se lo mencionaba al entrenador. No obstante, él insistía en que no podíamos hacer nada al respecto. Esa también era una lección que debía aprender Yoongu por sí mismo, al igual que tuve que aprenderla yo cuando era más pequeño. Ni siquiera recuerdo la última vez que sucedió; sin embargo, ¿quién era yo (entonces y ahora) para pretender que lo quería cuidar, cuando llegué a ser tan cruel con Kim Dan? Además, los golpes que me propinó ayer demostraron que él no necesitaba a nadie para poder defenderse. Sí, él era, de algún modo, como... yo. Comencé a leer todos los mensajes, consciente de que ya no sacaba nada con seguir intentando dormir. Debíamos levantarnos en dos horas, por lo que era preferible pasar de largo. Abrí el primer mensaje, después de decirle que Yoongu sabía todo sobre ese día: —"Estarás feliz, ¿no? Yoongu acaba de irse. Rompió todo lo que encontró y me abandonó". Continué leyendo el décimo cuarto mensaje, luego de nueve llamadas perdidas: —"¿Puedes contestar el maldito teléfono? ¡Esto es tu culpa!". Seguí y llegué al cuadragésimo mensaje, después de veintiocho llamadas perdidas: —"Espero que no contestes porque Dan te está haciendo sentir tan miserable como me siento yo". Eran demasiados, pero ya iba por el sexagésimo tercer mensaje, luego de treinta y cinco llamadas perdidas: —"Debiste advertirme que le dirías, quizás... No, él tiene razón, debí decirle. Tengo que decirle...". Heesung debía estar bebiendo. Eso se podía deducir a partir del octogésimo quinto mensaje, después de cuarenta y siete llamadas perdidas: —"Comenzamos a salir ese día, ¿sabes? Estábamos ebrios, ¿y qué? Ese niño resultó ser todo lo que quería... Y lo perdí". Al fin terminé de leer el nonagésimo octavo mensaje, luego de cincuenta y tres llamadas perdidas: —"¿Y ahora qué hago con todo este amor que siento? Él ya no volverá, maldita sea... Yoongu también me quería y tú... Espero que nunca seas feliz". Tardé más de media hora en leer todos los mensajes que ese tonto enamoradizo escribió. Por más que intenté ponerme en su lugar, no fui capaz. Después de todo, seguía sin confiar en que sus sentimientos por Yoongu fueran reales. Solo estaba dolido; ya se le pasaría. Pronto encontraría a alguien más y se olvidaría de que alguna vez estuvo con él. Escuché movimiento en la cocina, por lo que me levanté de inmediato para comprobar que Kim Dan ya se había despertado. Como ayer había sido golpeado, prefirió dormir en su habitación para que pudiera descansar como era apropiado. —¿Cómo estás? —Bien, ¿y usted? —Dan... —¿Cómo están tus heridas? —Estoy acostumbrado a recibir golpes, no te preocupes. —Aun así, ayer no te defendiste... —¿Debía hacerlo? —dudó un momento—. ¿Crees que me lo merecía? —No, por supuesto que no, señor... —Yoongu hizo lo correcto. —No creo que... —Solo defendió a su amigo, Dan. Lo puedo entender. —¿Sabes si llegó bien a su casa? Un nuevo mensaje iluminó mi teléfono. Eran dos: uno de Heesung y otro de Yoongu. —Puedes preguntarle después del médico, me acaba de escribir para pedirme la dirección. —Cierto. Dijo que me llevaría a comer algo dulce después de... Observé un momento su rostro; lucía pálido y se veía algo enfermo. —¿Estás nervioso? —Un poco. —¿Tienes miedo? —Me asusta que digan que me tienen que internar. —¿Por qué lo harían? —Sabes bien que es una posibilidad... ya sea por mi salud física... o mental. —Lo sé —dije cabizbajo—. Pero no te preocupes, haré todo lo posible para que puedas recuperarte en casa. —De ser así, tendrías que dejar de ponerle llave a todo. —¿Disculpa? —Es que hace media hora desperté y me muero de hambre. Había olvidado ese pequeño detalle: Kim Dan no podía ni prepararse un desayuno contundente a menos que yo le abriera todos los cajones de la cocina. Él sabía que era una medida extrema que me recomendó Lee mientras esperábamos por las citas médicas, pero eso no me hacía sentir menos culpable. Incluso si mantenía todo cerrado, Dan podría encontrar la forma de lastimarse, como sucedió con el vaso el otro día. En efecto, nunca podría evitar completamente que saliera herido, ya fuera por sus propias manos o ante sus propios recuerdos... Con tal de aliviar un poco la tensión del ambiente, decidí proponerle hacer el desayuno para ambos. Casi nunca cocinaba, pero no era malo haciéndolo. Por supuesto, prefería la mano de Kim Dan; no obstante, él no estaba en condiciones de hacer muchas cosas todavía. Aun así, rechazó mi oferta, apelando a que quería aprovechar esa oportunidad para distraerse con algo. El pobre debía de estar muy asustado ante los posibles diagnósticos y tratamientos que nos darían los médicos ese día, por lo que le sugerí que hoy hiciéramos todo lo que él quisiera. De esa forma, terminó eligiendo la ropa que usaría, el auto que conduciría y la ruta que tomaríamos. Incluso decidió a qué lugar iríamos con Yoongu después de las citas, ya que quería que los tres habláramos sobre las sesiones de entrenamiento y las de fisioterapia. A todo lo que pidió le dije que sí, sin poner ni un pero de por medio. Aunque claro, todos nuestros planes podrían cambiar dependiendo de lo que nos dijeran los médicos. Debía hacer lo mejor para Kim Dan, incluso si eso significaba cambiar todos mis planes. Incluso si eso significaba que tendría que renunciar... a él. Llegar a la clínica de Lee no fue un problema. Después de todo, estaba ubicada en el centro de un barrio residencial de clase alta, por lo que había un exceso de seguridad y control de los visitantes. Los paparazis nunca pudieron acercarse a mí cuando estaba en ese lugar, así que estaba tranquilo al mostrar mi rostro ante los demás mientras acompañaba a Kim Dan. Ya que tenía todas las citas seguidas, no podríamos vernos hasta que Lee lo atendiera. Esa era la única consulta en la que se me permitiría ingresar; todas las demás debía hacerlas solo para poder hablar con honestidad. Revisé el horario una vez más: primero lo atenderían un nutricionista y un nutriólogo. Luego, un neurólogo y un especialista del sueño. Después, el psiquiatra amigo de Lee y el propio Lee. No me equivoqué al escribirle a Yoongu que nos viéramos después de las tres. No había pensado en lo difícil que le sería llegar hasta aquí, así que le programé un viaje en un auto arrendado para que no tuviera problemas para encontrarse con nosotros. Solo espero que no venga con la ropa del gimnasio, porque lo mirarán de pies a cabeza y se sentirá incómodo. Las horas comenzaron a pasar mientras me ocupaba de responder los correos que me quedaban pendientes. Ya tenía casi todo listo para dedicarme completamente al cuidado de Kim Dan. De repente, el sonido de un montón de cosas cayendo capturó mi atención. Dan estaba siendo atendido por el psiquiatra, así que corrí a la consulta y abrí la puerta sin pensar. —¿Qué sucede? —Señor, debe salir, no puede interrumpir... —¡Dan! ¿Estás bien? —¡Señor, salga! —Pero... —Es una reacción normal. —Acaba de tirar un montón de cosas. Tal vez quería lastimarse, ¿cómo quiere que me vaya...? —¡Yo soy el psiquiatra! ¡Y le digo que está bien! —Dan, mírame... ¿Estás bien? Desde que había entrado a la consulta, él nunca se volteó hacia la puerta. Seguía de pie, aferrándose a la mesa del psiquiatra, intentando comprender el desastre que acababa de hacer. —Señor, por favor, déjeme continuar con... —¡Kim Dan! —La pregunta... —respondió sin voltear. —¿Qué? —Fue la pregunta que hizo... Me alteró. —¿Qué le preguntó? —No le puedo decir, señor. Y tampoco debe preguntarle sobre lo que hablamos aquí. —¿Pero cómo quiere que lo ayude si no sé lo que está pasando...? —En el caso de la salud mental, solo el paciente puede hacer algo para mejorar... —¿Está diciendo que no puedo ayudarlo? —Apoyarlo, sí; ayudarlo, no. Comprenda que hay cosas de las que no es sencillo hablar, cosas que nos dan miedo, vergüenza o angustia... —Él ya lo sabe —lo interrumpió Kim Dan—. No tengo nada que ocultar. —¿Le preguntó sobre lo que pasó en el mar? —No, no fue sobre ese día. —Entonces... —El informe que hicieron en urgencias daba sugerencias claras sobre los orígenes de sus traumas; necesitaba ver su reacción si mencionaba ese tema... —¿Por qué está intentando justificarse? —Porque me preguntó si alguna vez me intentaron violar... Ante la palabra violación, mi impulso de golpear al psiquiatra se acrecentó. Pero en lugar de golpearlo en la cara, estrellé mi puño contra la pared más cercana. El estruendo hizo que Kim Dan por fin se volteara, dándose cuenta de la sangre que brotaba de mis nudillos. Se acercó sin siquiera mirarme, sosteniendo mi mano entre las suyas. —¿Acaso con lo de ayer no fue suficiente? —Dan... —No debes enojarte con el psiquiatra. Él solo está haciendo su trabajo. —Pero podría hacerlo con más cuidado. No había necesidad de... —Tú estuviste allí, ¿recuerdas?... Si no hubieras ido por mí ese día, los prestamistas... —Sí, lo recuerdo. Te traté horrible a pesar de todo eso... —Y en urgencias, ellos te dijeron lo que intentó hacer ese médico conmigo, ¿no es así? —Así es, pero... ¿a qué quieres llegar? —Solo fueron intentos, Jaekyung. Intentos. No hay necesidad de ponerse violento. —Acabas de tirar todo al suelo... Y me dices que no hay necesidad de serlo. —Sé lo que piensas que hiciste, la razón detrás de ese repentino cambio... Reaccionaste así por eso, ¿no? —¿De qué estás hablando? —No lo hiciste. No me forzaste a nada. —¿Dan? —Yo acepté la oferta, yo estuve de acuerdo con el trato. Quizás estaba atado de manos, pero hubo un punto en que incluso fui capaz de disfrutarlo... —No sigas. —Así que no te sigas culpando. Tú no eres como ellos. Tú no eres parte del trauma. —Eso no es cierto. —Jaekyung, lo digo en serio. ¿De verdad crees que habría vuelto contigo si pensara lo contrario? —Pero Dan, la primera vez... y las siguientes... tú no querías, tú nunca quisiste... era yo, siempre fui yo... Te deseaba tanto que nunca me detuve a pensar que quizás... ¡Lo siento! —¿Jaekyung...? Su mano en mi mejilla me hizo levantar la vista del suelo. Las lágrimas caían sin cesar. La preocupación que se reflejaba en su rostro me lastimaba en demasía. —¿Por qué lloras? —Señor Kim, debemos darle su espacio al señor Joo. Nosotros debemos terminar con nuestra sesión. —Comprendo. Sin embargo, ¿no sería mejor que se quedara aquí? —Puedo hablar con él después de atenderlo, si él también está de acuerdo. ¿Está bien? —Jaekyung, ¿qué piensas al respecto? —asentí—. Entonces, espera un momento. —Antes de marcharse, creo pertinente mencionar que no puede volver a entrar. Su conversación me ha sido de utilidad, pero me gustaría hablar sobre su perspectiva de las cosas en completa confidencialidad. Luego, será su turno de confirmar o negar. Una enfermera me ayudó a curar mi mano mientras esperaba. La sesión se había alargado más de lo necesario... Cuando Kim Dan por fin salió, él lucía algo perdido y agotado. El momento de ver a Lee había llegado, pero el psiquiatra me recordó que había acordado hablar con él, por lo que no tuve más remedio que dejarlo solo a su cuidado. Por lo menos, Lee era alguien conocido por ambos, y podría darle una orientación más cercana después de ver a tantos especialistas en un mismo día. —Quisiera partir diciéndole que nada de lo que dijo me ha hecho tener una idea o impresión previa sobre usted. —Me sorprende que no lo hiciera. Técnicamente admití que lo violé frente a usted. —Bueno, según la perspectiva del señor Kim, no fue así. —Él solo lo dice porque compré su consentimiento, no porque me lo hubiera ganado de manera legítima. Kim Dan no quería ni deseaba estar conmigo. —Puede que en un principio... su pasado haya sido más fuerte. Luego de ese tipo de experiencias, es inevitable sentir rechazo hacia el contacto físico o cualquier clase de intimidad... —¿Está intentando calmar mi conciencia? —No estoy diciendo que esté equivocado ni tampoco que tenga razón. Quiero que mire más allá de la culpa que está sintiendo en este momento... —¿Qué quiere que vea? —De todas las veces que estuvieron juntos, ¿él nunca demostró disfrutarlo?, ¿nunca le pidió hacer algo?, ¿o mostró cierta iniciativa? —Bueno, hubo momentos en que... Me gustas... Esas palabras resonaron en mi cabeza. Las había dicho Kim Dan en pleno acto sexual, por lo que no las tomé en cuenta realmente. —Él me dijo que lo consideraba atractivo desde que lo vio. —¿Y eso qué? Eso no quita que... —También dijo que habría estado con usted incluso sin ese trato. —Eso no es verdad. Él no puede... —¿Estar enamorado de usted? —asentí—. ¿Qué hay de usted?, ¿puede estar enamorado de él? —Yo... Bueno... ¿Por qué le tengo que responder? —Nuestras acciones no siempre van acorde a nuestros sentimientos, por eso nos equivocamos y lastimamos a los otros... En el caso de las personas con traumas, ellos no saben siquiera por qué y ante qué están reaccionando... Tampoco saben cómo interactuar con los demás, porque no pueden ni entenderse a sí mismos. —¿A qué quiere llegar con eso? —Usted estuvo en terapia cuando era joven, ¿no es así? —¿Cómo lo sabe? —Lee me lo comentó. Mencionó que usted y el señor Kim tenían una relación algo compleja, por lo que creyó pertinente ayudarme a recabar algunos antecedentes. —¡Voy a matarlo! —exclamé, molesto—. Estuve en terapia porque sufría de crisis de pánico y ataques de ira... Solo fui porque quería evitar que me enviaran a un hogar temporal o a la correccional. —Suena a que tendremos que hablar de ello en otra cita. Sin embargo, ¿es consciente de lo que hizo que fuera así? —Sí, la muerte de mis padres... y... las veces que me secuestraron. —Agradezco que decidiera compartir esa información conmigo. Y respecto a Kim Dan, creo que la mejor forma de apoyarlo es también tomando terapia. No digo que la necesite, pero sería bueno para ambos, al menos tener algunas sesiones en conjunto. —Bien, lo pensaré. —Entonces, nos vemos. Y no mate a Lee cuando lo vea, por favor. Salí de su consulta para dirigirme a la de Lee. Él todavía seguía ocupado con Kim Dan, por lo que decidí salir un momento para poder respirar. Mis manos comenzaron a temblar en señal de que el pánico me estaba invadiendo poco a poco. Quizás el psiquiatra tenga razón, y ya es momento de que vuelva a terapia. Después de todo, no puedo cuidar de Kim Dan si ni siquiera puedo tocarlo sin ponerme nervioso. Así es, debo hacer el esfuerzo de recuperar el control de mi cuerpo y mi mente antes de que todos estos pensamientos y sentimientos se apoderen de mí por completo. Antes de que el anhelo y el deseo que todavía siento me hagan perderlo.
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