XIV
13 de octubre de 2025, 19:01
CAPÍTULO 14: UN NIÑO PERDIDO
«En mi corazón habita un niño perdido, un niño que sigue su camino sin tener un destino. Cómo quisiera que ese pequeño tuviera un lugar al que llamar hogar, que tuviera una mano a la cual aferrarse para ya nunca más mirar atrás».
¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Un día? ¿Cuatro? ¿Una semana y media? ¿Cinco meses? ¿Catorce años, tal vez? Ya no lo sé. Por más que lo intente, no puedo distinguir si es de día o de noche, solo soy capaz de percibir esa tiniebla aterradora que me envuelve hasta consumirme. ¿Por qué sigo aquí? ¿Hay alguien allá afuera esperando por mí? No, no es así, no hay nadie. Mis padres ya no están, y su amigo... Ah, por supuesto, no existen los amigos. No hay tal cosa como el cariño sincero, solo se trata de darle migajas de afecto a alguien que carece de ello por completo... y quitarle todo para que pague por ello.
¿Por qué salí del auto ese día? Podría haberme quedado con mis padres hasta que la eternidad nos alcanzara a los tres. Así no habría renunciado a dar ni a recibir amor a tan temprana edad... Y, aun así, yo quería ser amado, necesitaba que alguien sostuviera mi mano... Maldición, solo tenía ocho años cuando las personas más importantes para mí murieron frente a mis ojos... Yo solo esperaba que alguien más pudiera amarme de esa manera tan incondicional. Pero cuando encontré a una persona que parecía capaz, comprendí —de una forma demasiado cruel— que mi dinero era lo único que los demás querrían de mí.
¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Por qué a veces esa tiniebla aterradora desaparece y una claridad desgarradora me devuelve a la realidad? Por favor, ya no quiero seguir mirando mi reflejo en mi prisión de cristal. Prefiero el refugio de la oscuridad... Sí, ya no quiero saber dónde estoy, mucho menos saber quién soy... Sin embargo, mi reflejo sigue mostrándome el rastro de violencia que he dejado tras de mí... ¿Cómo pude teñir un lugar tan puro con un rojo carmesí? ¿Por qué seguí caminando por ese callejón sin salida? Supongo que mi vida hubiera sido más sencilla si no hubiera decidido escapar ese día.
No puedo creer que todavía lo piense. A pesar del engaño y las heridas, a veces creo que habría sido mejor haber pagado el precio de esa mentira. Así, habría pagado por tener el amor de una sola persona, no por todas... Cierto, el entrenador Park estaba en algún lugar, fuera de mi prisión, intentando romper el cristal... Él siempre me ha tratado como a un hijo, tanto que sus verdaderas hijas me tratan como un hermano... Pero yo no las puedo querer, ni a ellas, ni a él, ni a nadie... No puedo aferrarme a esa pequeña fisura que logró abrir, porque tengo miedo de encontrarme después con un cristal más grueso que el anterior.
¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Por qué escucho olas rompiendo en la orilla del mar? Ah, si el mar se filtrara por esa pequeña fisura, tardaría demasiado en ahogarme en mi prisión de cristal. Pero, de alguna manera, eso me hacía ilusión. Sí... Solo debo esperar un poco más... Así es... Un poco más y volvería a estar en los brazos de mi mamá. Un poco más y volvería a ver el rostro sonriente de papá. Un poco más y volvería a... ¡Kim Dan! ¿Por qué su figura, brillante como el sol, venía a despedirme al final?
—Jaekyung... ¿Me puedes escuchar?
Su voz sonaba débil y cansada, como un susurro lleno de tristeza.
—Sí.
—¿Cómo pudiste...? —sollozó—. ¿Cómo te atreviste a hacerme esto?
—Lo siento... Tenía miedo de que te fueras con él... y te lastimé.
—¿Qué voy a hacer ahora?
—Odiarme. Debes odiarme.
A pesar de no saber de dónde provenía su voz, la calidez que sentía a mi alrededor me hacía pensar que se encontraba cerca. Después de todo, esta conversación no era más que una invención de mi mente que buscaba angustiosamente un poco de consuelo.
Soltó un suspiro. —¿Qué puedo hacer con mis sentimientos?
—¿Sentimientos?
—Te odio por todo lo que me has hecho. Sería un estúpido si te siguiera queriendo...
—Entiendo... —respondí resignado—. ¡Espera! ¿Qué estás diciendo?
—Pero aquí estoy... esperando a que me escuches.
—¡Te estoy escuchando!
—Me has lastimado mucho, Jaekyung. Pero esto... esto es lo más doloroso que me has hecho.
—En serio... me arrepiento.
—No tenías motivos para intentar huir... Yo no valgo lo suficiente como para que renuncies así...
—No comprendo lo que quieres decir.
—Por supuesto, es presuntuoso de mi parte pensar que lo hiciste por mí.
—Todo lo que hago es por ti.
—¿Cómo alguien tan fuerte como tú podría querer morir?
Su voz se desvaneció por completo. La tiniebla me envolvió de nuevo al recordar lo que había hecho. Mi garganta se sentía seca y mi cuerpo dolía como si hubiera vuelto a recibir todos los golpes que me han dado en la vida. Supongo que merezco morir de esta manera: con dolor y remordimiento. Enfrentándome a mi debilidad, comprendiendo que ese niño que fui seguía estando atrapado... solo que esta vez, en una prisión que yo mismo construí. Es cierto, lo encerré hace años con la intención de protegerlo. Pero el miedo a la fragilidad no hizo más que convertirme en un adulto lleno de arrepentimientos.
—Si tú también me dejas... ya no tengo más razones para seguir aquí.
—Pero tú me dijiste que te irías primero.
—Perdón —su voz se quebró—. No quería sonar así, no quería que creyeras que había perdido las esperanzas en ti...
—¿Dan?
—Por supuesto que me dolió saber lo que hiciste, por eso quise ser cruel... Sin embargo, yo...
—¿Tú...?
—Quería que me demostraras que esto que sentía no era solo una ilusión, que todo lo que experimenté estando contigo no era producto de mi imaginación...
—No, no lo fue...
—Hubo tantos malentendidos entre tú y yo... Y, aun así, me enamoré de ti.
—¿De verdad?
—Supongo que debo estar muy mal de la cabeza —se rió por lo bajo—. ¿Pero qué se le puede hacer? Dicen que el amor nos vuelve tontos.
—Yo también me enamoré, Dan —confesé, temeroso—. Lamento haber tardado tanto en darme cuenta... Y ahora es demasiado tarde para nosotros.
—Si no despiertas, Jaekyung... tendré que ser yo quien vaya a buscarte esta vez...
—¿Qué estás diciendo? —tomó mi mano con fuerza—. ¿Dan?
—Espero que en otra vida podamos ser felices los dos.
El miedo que sentí ante sus palabras fue suficiente como para que me aferrara a su mano. No podía verlo, pero sí podía sentir que él también me sujetaba con fuerza. No quería morir, no cuando cabía la mínima posibilidad de ser feliz junto a Kim Dan. Mucho menos si mi muerte significaba llevarlo de vuelta a esa noche en el mar... Cierto, las olas comenzaron a golpear la prisión con más fuerza, entrando un gran torrente a través de la fisura... No obstante, en lugar de ahogarme, el agua hizo que las paredes estallaran, liberándome de mis aprehensiones y temores. Ese niño merecía ser amado, y yo quería ser amado por Kim Dan.
Un grito desgarrador provino de algún lugar; las lágrimas no paraban de bloquear mi visión.
—¿Jaekyung? ¡Jaekyung! ¡Por amor de Dios, despertaste!
—¿Dan?
Sus manos acariciaron mi rostro, intentando comprobar mi estado.
—¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? Tengo que ir por un médico de inmediato...
—¡Kim Dan!
—¿Sí?
—Recién... Me estabas hablando, ¿no es así? —asintió—. Lo que dijiste, ¿es verdad?
—Depende de lo que escuchaste...
—Todo.
—Todo —repitió—. Todo lo que dije es verdad.
—¿Por qué...?
—No hay explicación... A pesar de que me lo pregunto a menudo, no la encuentro. Supongo que el amor es así, simplemente aparece y ya no hay nada más que hacer.
—¿No piensas preguntarme si siento lo mismo?
—No —dudó un momento—. Porque no lo necesito.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Siempre demostraste que nunca me ibas a corresponder. Al menos, no románticamente.
—Pero sí físicamente, ¿no? —asintió—. Dan, perdón por hacerte creer que solo quería tu cuerpo. Después de todo lo que has vivido, no es justo que...
—Eso ya no importa.
—Claro que importa. Además, todo es mi culpa. Si yo no hubiera tardado tanto en comprender que...
—Continúa... Por favor, continúa.
—Tengo miedo de amarte, Dan, porque nadie me ha amado de verdad en todos estos años. Si lo hubiera descubierto a tiempo, quizás nosotros...
—¿Qué estás diciendo?
—No quiero justificar mis acciones con mi pasado, pero me gustaría que comprendas por qué soy así... por qué también quería huir...
—Está bien.
—Sé que no es justo de mi parte decirte esto, pero ya no quiero vivir con arrepentimientos. Te amo. Realmente te amo.
Kim Dan me miró fijamente por un instante. Su mirada reflejaba su contradicción; se debatía entre corresponderme o ponerle fin a este sentimiento. Y era completamente su decisión. Después de todo lo que le había hecho, no podía seguir pidiéndole más a ese corazón al que le he causado tanto sufrimiento. Al menos, tenía el consuelo de haberle declarado mis sentimientos... Suspiré, intentando refrenar las lágrimas que amenazaban con nublar mi vista otra vez. Me debía ver tan patético... pero la prisión ya no existía, y el niño en mi interior quería llorar por perder, una vez más, a quien más quería.
Entonces, sus manos volvieron a limpiar mis lágrimas, mientras otras resbalaban por sus mejillas. Nada podría romperme más el corazón que ver a Kim Dan llorando. Intenté levantar los brazos para consolarlo, pero fui incapaz de moverme. Mi cuerpo se sentía tan pesado, como si algo lo estuviera aplastando. No me había dado cuenta de que estaba conectado a varias máquinas hasta que sentí dolor en los brazos. Cierto, estaba hospitalizado por haber intentado... Ahora podía comprender la confusión de Dan ese día: el miedo, la desconexión... Volver cuando pensabas irte para siempre era aterrador.
Me estaba esforzando por recomponerme para evitar su llanto, cuando la calidez de sus labios me hizo recordar que seguía viviendo por algo: su amor. Ese niño que por fin ha sido liberado todavía está esperando que alguien lo encuentre. Está perdido en su nueva realidad y quiere ser encontrado. Así es, está esperando, anhelando, confiando en que Kim Dan sea ese alguien. Ambos estábamos llenos de heridas y cicatrices, ambos estábamos envueltos en resentimientos y arrepentimientos, pero también ambos teníamos el deseo de ser amados... Sí, quiero amarlo. Amarlo hasta ser felices, amarlo hasta que no tenga más miedo ni dudas.
Ah, pero ese niño que fui se convirtió en un adolescente lleno de deseos. Deseos que lo rompieron, que lo hicieron ser un monstruo siempre hambriento de afecto comprado. Sin embargo, el amor no se puede comprar: la lujuria y el deseo, sí. Por lo mismo, este debía ser el primer beso para mí. Un beso lleno de angustia, con un toque de esperanza. Era cálido, dulce, amable y brillante como Kim Dan, aunque también era seco, tembloroso, indeciso y necesitado como yo. Un beso que significaba que todo el dolor debía quedar atrás, pero sin olvidar que ese dolor era lo más real que había existido entre los dos.
—Jaekyung, todavía tenemos muchas cosas de qué conversar...
—Lo sé.
—Pero ahora es mejor que...
—¡No te vayas!
—No me iré, solo buscaré a un médico para que te vea.
—Comprendo.
—Mientras te revisan, estaré con Yoongu y Heesung.
—¿Ellos siguen aquí?
—Regresaron hace como una hora. Fueron a cambiarse y a traer algunas cosas.
—Espera... ¿Cuánto tiempo llevo inconsciente?
—Tres días.
—¿Cómo?
—De todos los frascos que podías haber tomado en ese momento, justo tomaste mis pastillas para dormir...
—¿Me hicieron un lavado de estómago?
—Sí, pero como no estás acostumbrado a los medicamentos, dijeron que tardarías un par de días en despertar.
—¿Alguien más sabe que...?
—No. Solo el entrenador Namwook y Yosep.
—¿Por qué les dijeron?
—No fuimos nosotros —se defendió—. Namwook es tu contacto de emergencia. Estaba con Yosep cuando lo contactaron para decirle lo que hiciste.
—¿Y las cámaras? Seguro que hay cámaras allá afuera que pudieron captar algo...
—Sí, las hay. Pero Heesung se encargó de borrar cualquier registro.
—¿Estás seguro?
—Lo estoy —tomó mi mano para tranquilizarme—. Heesung se siente culpable de que tomaras esa decisión... Así que, en cuanto se recuperó de su borrachera, trajo a su agente para ayudarlo a eliminar todas las grabaciones que pudieran existir de lo que sucedió.
No puedo creer que ese bastardo me ayudó. Entiendo que la situación pudo haber sido demasiado para él, pero eso no quita el hecho de que su relación con Yoongu se arruinó por mi culpa. A menos que...
—¿Él y Yoongu?
—No lo sé.
Supongo que debería hacer algo por él, después del día de mierda que tuvo por mi culpa.
—Si le muestro todo lo que ese borracho me escribió anoche... Me refiero a la noche antes de... ¿Crees que Yoongu le dé otra oportunidad?
—No me digas que ahora te preocupas por Heesung...
—¡Por supuesto que no! Además, ¿no se suponía que estabas enojado con él?
—La culpa lo está consumiendo lo suficiente como para atormentarlo por algo que pasó hace meses...
Cierto... ¿Por qué estoy pensando en esto, cuando hay cosas más importantes? Todavía no termino de procesar lo que hice como para estar preocupándome por los demás en este momento.
—Entiendo —acaricié sus nudillos—. Cuando... Bueno... Yo... ¿Alguien me empujó?
—¿No lo recuerdas?
—No. Solo sé que sentí que alguien me empujó contra el suelo. No sé si me lo imaginé o fue real.
—Bueno, Yoongu te azotó contra el suelo porque pensó que intentarías tomar los otros medicamentos. Al ver que te ahogabas con las pastillas, aplastó tu estómago para hacer que vomitaras.
—Comprendo —dejé escapar un suspiro—. Ese niño... ¿está bien?
—Lo está. Nos ha cuidado a todos estos días.
—Bien. Será mejor que vayas por el médico... Y que llames a Park. Quiero verlo.
Antes de salir de la habitación, Kim Dan besó mi frente y apretó mi mano para recordarme que estaba allí para mí. Varios médicos llegaron a verme unos minutos después. Me explicaron todo el procedimiento que hicieron para limpiar mi estómago de cualquier residuo de los medicamentos, y el cuidado que debía tener con los alimentos por un tiempo. También mencionaron que Lee se encargó de que todos los empleados de su clínica firmaran un acuerdo de confidencialidad, para que lo que hice permaneciera en completo secreto. Aunque, claro, ese acuerdo tenía una cláusula especial que me obligaba a seguir un tratamiento para que siguiera siendo válido. Un truco sucio, pero podía comprenderlo.
Luego de que me dieran algo ligero para comer, Yoongu y Heesung me hicieron una pequeña visita. Yoongu fue el único que quiso hablar, ya que Heesung apenas si podía mirarme a la cara. Supongo que los tres nos sentíamos incómodos considerando lo que pasó la última vez que nos vimos, pero me sentía agradecido por haber recuperado al Yoongu que me contaba todo con entusiasmo y emoción. Lo había decepcionado demasiado, también le hice daño, y él estaba ahí, parado frente a mí, contándome con orgullo cómo se encargó de todo en mi breve ausencia.
Si no hubiera estado inmovilizado, no habría podido resistir las ganas de estrecharlo entre mis brazos. Ese niño siempre me había tratado con tanta sinceridad, que me sentía culpable por no haber intentado ser más cercano con él. Sin embargo, todo podría cambiar ahora que había decidido bajar mis defensas e intentar confiar en las personas otra vez. Sin duda, Yoongu era alguien que podría ayudarme en ese largo proceso. Después de todo, él nunca me ha pedido nada a cambio por su admiración y dedicación. Simplemente quería tener algo de mi tiempo y reconocimiento por su esfuerzo, como si fuera mi hermano pequeño. Quizás debería comenzar a tratarlo y verlo de esa manera.
Kim Dan volvió a acompañarme durante la tarde, mientras esperábamos que llegara Park para hacerme una visita. Considerando que le avisaron hace varias horas, me sorprendía que no hubiese aparecido aún para gritarme por lo que hice. De hecho, estaba por pedir que trajeran mi teléfono para llamarlo, cuando las risas de dos niñas pequeñas corriendo atrajeron nuestras miradas hacia la puerta. Minji y Minha saltaron sobre mi cama para llenarme de besos sin pensarlo demasiado. Las mellizas tenían ocho años, por lo que todavía no comprendían del todo que ese tipo de comportamiento me incomodaba.
En efecto, estaban acostumbradas a que yo las apartara. Es más, siempre estuvieron tan dispuestas a que yo las siguiera aguantando, que nunca lloraron después de recibir uno de mis rechazos. Me tomé un momento para ver sus ojitos brillando: estaban esperando una respuesta de mi parte. Sin embargo, mi mente me trajo un recuerdo que había guardado. Una esperanza a la que había renunciado. ¡Hyung! La primera palabra de ambas fue "hermano". Desde el día en que nacieron, ellas me quisieron como si fuera parte de su familia. Y no quise verlo. No soporté saberlo. Tenía tanto miedo... que decidí que era más sencillo renunciar a quererlas.
—¡Niñas! —les llamó la atención Park—. ¡Dejen a Jaekyung tranquilo!
—Hyung, ¿qué te pasó? —preguntó Minji.
—¿Estás bien? —continuó Minha.
—Estoy bien, niñas. Me dolió mucho el estómago.
—Cierto. Es mejor que se bajen antes de que lo lastimen.
Kim Dan intentó ayudar a las niñas a bajarse, pero no se lo permití. Para sorpresa de ambos, me aferré a ellas instintivamente, recibiendo otro ataque de besos.
—¡Jae! ¡Jae! ¡Jae! —decían al unísono.
—Ya, niñas, es suficiente.
—¡Déjalas!
—No te atrevas a usar a mis hijas como escudo. Sabes bien que tengo ganas de golpearte.
—No es eso, lo prometo.
—¿Cómo quieres que te crea? Nunca has sido cariñoso con Minji y Minha.
—Es porque hyung es muy tímido —me defendió Minha.
—Eso es verdad —añadió Minji—. Jae solo nos besa cuando piensa que estamos durmiendo.
—Esperen un momento, eso quiere decir que... ¿siempre estuvieron despiertas? —ambas rieron con complicidad.
—Bien, después les preguntaré al respecto. Ahora bájense de ahí y vayan a comprarle algo a su hyung para que se mejore. Kim Dan, ¿podrías acompañarlas?
—Por supuesto.
A pesar de que no querían apartarse, ambas acompañaron a Dan. Y en cuanto salieron, Park se derrumbó a mi lado.
—¿Cómo pudiste hacerlo? ¿En qué estabas pensando?
—Lo siento.
—Tienes una carrera, nos tienes a nosotros... ¿qué más te hace falta?
—Lo siento.
—No pensaste en las niñas, no pensaste en mí...
—Lo siento.
—¿De qué sirve que repitas que lo sientes? Si hubieras muerto, ¿qué hubiera hecho?
—Perdón, papá.
—¿Qué?
—Por todos estos años en que no acepté tu amor, por renegar de Minji y Minha. Perdóname, papá.
—No es justo. He esperado once años para que me llames así... y lo dices después de haber intentado...
—Papá... lo siento.
Las lágrimas nublaron mi vista una vez más. Al parecer, después de estos tres días inconsciente, me he convertido en un completo llorón. Pero estaba bien. Ya he pasado demasiados años de mi vida controlando mis sentimientos, fingiendo un autocontrol que no tengo. Ya era hora de comenzar a ser más sincero y demostrar lo que siento antes de que sea demasiado tarde. La prisión que había construido para mí mismo ya no existía. Así que debía llevar a ese niño perdido que mantuve escondido durante tanto tiempo... a alguna parte. Quizás, a casa.