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Capítulo 3: Nueva Amenaza Pasaron las horas y el sol ya comenzaba a despuntar. El pequeño demonio le hizo compañía a la joven y al bebé durante toda la noche, hasta que finalmente habló. —Princesa, espere aquí por favor, tengo que revisar el lugar y ver si alguien sobrevivió. — —Por favor ten cuidado Myoga— contestó la joven, aún con los nervios alterados. El sirviente se alejó con rapidez y ella se quedó arrullando al niño, quien por suerte permaneció callado todo el tiempo. … Una hora después, Izayoi escuchó murmullos y quejidos, alguien se acercaba. Instintivamente abrazó a su hijo y se ocultó aún más entre los arbustos, aguantando la respiración. —Princesa, ¿Dónde está? — se oyó una voz femenina casi en un susurro. La joven tardó un poco en responder, hasta que un nuevo llamado la animó a asomarse con precaución entre las hojas. Lo que vio, fue un nuevo golpe emocional para ella: Nori, su antigua nana, caminaba tambaleante, sosteniendo con dificultad al soldado. El hombre estaba a punto del desmayo debido a la pérdida de sangre, ya que le faltaba parte del brazo izquierdo. Un primitivo vendaje de tela cubría la extremidad mutilada. La mujer mayor no estaba mejor, tenía una herida que le recorría casi toda la frente y su expresión todavía conservaba el terror de lo vivido recientemente. Ambos venían cubiertos de tierra y sangre seca. —¡Yosuke, ¿Qué sucedió?, Nori, ¿Estás bien?! — preguntó asustada, saliendo de su escondite. —Mi señora… por favor, manténganse… ocultas… — pronunció el agotado guerrero antes de perder el conocimiento. Con un poco de dificultad, Izayoi y Nori lo llevaron al escondite de arbustos, tenían que atenderlo rápido, si no, moriría. —Nori, cuéntame qué sucedió— pidió la princesa, mientras dejaba a su bebé sobre el manto rojo y buscaba la forma de rasgar parte de su kimono. —Fue espantoso, yo estaba en el patio, me dirigía al dormitorio después de revisar por última vez lo que llevaríamos para el viaje cuando, de pronto, vi una sombra brincar desde el muro de la entrada… esa cosa comenzó a partir a los soldados por la mitad— su voz se oyó entrecortada y nerviosa. Izayoi escuchaba atentamente. —Todo fue muy rápido, en un instante los gritos comenzaron a escucharse por todos lados. Alguien me jaló hacia el patio de atrás, era Yosuke, me dijo que me escondiera bajo el piso de la bodega, después se alejó corriendo hacia el interior de la mansión, iba por usted— continuó relatando, al tiempo que se quitaba algo de la espalda. Traía consigo una pequeña bolsa con hierbas medicinales y plantas para elaborar infusiones, siempre la cargaba, ya que constantemente hacía preparados para ella misma. —Continúa por favor— pidió la joven, mientras ambas trataban de detener el sangrado. —Princesa… debemos quemarle el brazo, ahora que esta inconsciente— indicó Nori al ver el estado de la herida. Izayoi tragó saliva y haciendo acopio de las pocas fuerzas que tenía, asintió. La mujer mayor juntó unas ramas y con el arco del soldado comenzó a friccionar la madera de tal forma, que logró encender un pequeño fuego. Tomó la katana y la puso en la flama. El metal aumentó su temperatura, lo suficiente para quemar la piel. Yosuke gritó en medio de la inconsciencia, pero no regresó a la vigilia. Con los trozos de tela que Izayoi logró cortar de su kimono, pudieron limpiar y vendar la herida junto con algunas hierbas curativas. —Tenemos que esperar un poco más, aunque los monstruos se fueron en la madrugada, no debemos confiarnos— dijo Nori. —¿A qué te refieres? — —Es necesario regresar a la mansión y ver qué podemos rescatar— respondió la nana. —Pero eso es peligroso, los monstruos aún podrían estar rondando— dijo con temor. De pronto, otra voz se agregó a la conversación. —No se angustie princesa, los ogros casi no se quedan después de arrasar un lugar. La señora Nori tiene razón, se necesitan víveres para el viaje. Lo que acaba de suceder no puede detener nuestros planes, porque todavía corren peligro usted y el bebé— expuso Myoga, saltando al hombro de la mujer mayor. —Myoga, que bueno que estás bien, pensé que te había pasado algo— comentó aliviada Izayoi. —Estuve con ellos después de que los encontré bajo el piso de la bodega— reveló la pulga. —El señor Myoga fue quien nos ayudó a permanecer ocultos, distrayendo a los demonios que se acercaban a donde estábamos. Cuando Yosuke regresó a buscarme, ya era demasiado tarde para los demás sirvientes. Así que permanecimos escondidos— Nori continuaba nerviosa. —Todavía en la madrugada quedaban monstruos y uno de ellos nos atacó cuando estábamos por llegar al pasadizo del muro. Lanzó un zarpazo hacia a mí, pero Yosuke logró jalarme a tiempo, de lo contrario, no estaría aquí. Él lo enfrentó y logró asesinarlo, pero esa cosa le arrancó el brazo y no pudimos salir en ese momento. Myoga nos encontró y esperamos el amanecer— concluyó. —Así es, fue necesario usar algunos trucos y pedir ayuda de unas aves, la mayoría de los ogros son bastante idiotas y caen fácilmente con un cebo— la pulga hizo una pausa lenta. —Por desgracia, nadie más se salvó… princesa, lamento la muerte de su tía Nozomi— dijo solemne. Izayoi bajó el rostro, todos guardaron silencio y el pequeño InuYasha comenzó a llorar por ella. El largo camino al Norte apenas comenzaba.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Palacio del Oeste. Lady Irasue permanecía reclinada en el barandal del mismo balcón que siempre visitaba cada vez que tenía que meditar algo. Durante años, aquel había sido el sitio preferido de ella, el lugar donde pasó momentos agradables en compañía de su esposo. Ese barandal presenció muchas pláticas, acuerdos, discusiones y sorprendentes confesiones. Su gesto reflejó algo de molestia al recordar las últimas palabras de su marido.=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=
—Me marcho Irasue— dijo InuTaisho a espaldas de la mujer, quien miraba a la lejanía desde el balcón. —¿Estás seguro de la decisión que has tomado? — preguntó ella sin voltear a verlo. —¿Vale la pena morir por una humana? — —Jamás lo comprenderás, no es necesario que te esfuerces. Nos conocemos desde hace siglos y sé que nunca me darás algo más que un cariño fraternal. Lo nuestro siempre fue un compromiso político, respaldado por siglos de tradiciones y convenios de poder— contestó el gran demonio. —Pero antes de irme, quiero pedirte un último favor. — La elegante dama seguía sin voltear, mirando al cielo despejado. —¿Qué deseas InuTaisho?, no se te ocurra pedirme amor, no creas que te voy a rogar y ni pienses que voy a detenerte por lo que vas a hacer— contestó fríamente, sin titubear, como si hablara con un desconocido y no con su marido. El señor del Oeste suspiró con resignación, las palabras de su esposa eran bastante crueles incluso para él, a pesar de no tener un lazo sentimental con ella. Irasue estaba al tanto de su relación con la princesa humana y del bebé que pronto nacería. Sin embargo, jamás le reclamó nada, nunca lo enfrentó con dicho tema. Era como si la situación del engaño le resultara algo sin importancia. InuTaisho tenía muy en claro que los arreglos matrimoniales no formaban vínculos emocionales, no como en una pareja que sí se ama. Su relación solamente fue fraternal, ella nunca entregó algo más de lo necesario y eso, muy en el fondo, siempre le dolió al poderoso demonio. Sin embargo, al ser los gobernantes del Oeste, debían seguir un protocolo, continuar con las tradiciones y perpetuar su linaje. No había nada más que hacer, no era necesario cultivar los sentimientos. Al menos a Irasue, nunca le interesó hacerlo. —No espero que hagas eso. Sólo te pido que te encargues de Colmillo Sagrado y Colmillo de Acero, ya sabes cuáles son sus destinos y lo que deben hacer cada uno de mis hijos— expresó InuTaisho. —Claro, recuerdo toda tu explicación respecto a esas katanas y lo que tienes planeado para Sesshomaru y el mestizo que está por nacer, pero, ¿No crees que tu decisión es una cruel broma para tu primogénito? — cuestionó Irasue. —Sesshomaru es mi sucesor, tiene el poder, pero no la humildad ni la nobleza que se requiere para gobernar las tierras del Oeste, ese honor debe ganárselo— explicó el gran demonio. —Y tú sabes que es cierto, por eso te pido que te encargues de decírselo cuando llegue el momento. — —Mi hijo ya no es ningún niño y sé que podrá hacerse cargo, pero qué me dices de tu hijo, ese mestizo tiene el destino marcado por tu culpa— señaló la mujer, volteando ligeramente el rostro para verlo de soslayo. —Yo me haré cargo de él, le enseñaré todo lo necesario y si a alguien no le agrada la idea, puede decírmelo de frente— respondió con firmeza el señor del Oeste. —¿Estás seguro de que podrás vencer al espíritu Dragón como para asegurar que te encargarás de ese niño? — interrogó ella de nuevo. —Nada está escrito… pero, si el destino me alcanza, sólo te pido que cumplas esta promesa. — —Me doy cuenta de que no eres capaz de ver más allá de la relación que tienes con esa humana, no entiendes todo lo que está en juego, ni las consecuencias que esto traerá— reprochó Irasue, dándose la vuelta y encarando de frente a su esposo. —Haré lo que me pides, pero no creas que iré a tu funeral— declaró fríamente, pasando a su lado. InuTaisho permaneció en silencio, aquella fue la interacción final con su esposa. La siguió con la mirada hasta que desapareció en un pasillo, ella jamás volteó. Agachó el rostro antes de susurrar las últimas palabras que pronunciaría en ese lugar. —Gracias por todo, Irasue— finalizó, para luego emprender el vuelo. El enfrentamiento con el Dragón era inevitable, si no lo vencía, no podría ir por la princesa Izayoi.=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=:=
La señora del Oeste suspiró con fastidio al evocar dicho recuerdo. Hace pocos días se había convertido en la viuda del demonio más poderoso de aquellas tierras y, de un momento a otro, las consecuencias de su muerte se hicieron presentes. Ella no esperaba que el Dragón Ryukotsusei hiriera de gravedad a InuTaisho, y ahora tenía que lidiar con los señores de los demás territorios cardinales. Estos la acosaban con asuntos y problemas que quedaron sin resolver por parte de su marido. Y, para empeorar las cosas, también estaban los monstruos menores, que se creían con el derecho de tomar las tierras de Occidente. Pobres ilusos. —Estúpido InuTaisho, esa humana te idiotizó tanto, que a final de cuentas perdiste ante Ryukotsusei— murmuró por lo bajo. —Y lo que más me molesta, es que Sesshomaru no ha sido capaz de superar la situación— recalcó enojada. Se escucharon pasos, ella volteó y miró al soldado que se acercaba rápidamente. —Mi señora, hemos localizado a su hijo— reveló el guardia, haciendo una reverencia. Irasue no contestó, pero su gesto le indicó al recién llegado que podía proceder con su reporte.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Con un poco de dificultad, lograron entrar a las ruinas de la mansión. Por todos lados se podía ver sangre y restos de cadáveres. El fuego había devorado casi toda la parte frontal y el olor a muerte inundaba el aire, acompañando las escenas dantescas de la masacre. Ambas mujeres tuvieron que cubrirse la boca con algún pedazo de tela y fijar su mirada hacia el frente. No debían distraerse, de lo contrario, tendrían un shock nervioso. Más adelante, cerca de la bodega, encontraron la pequeña carreta, que se hallaba casi ilesa. Por fortuna, el fuego solamente había dañado mínimamente una esquina que no afectaba el transporte de los víveres. —Es un milagro que todavía sirva, ahora sólo debemos verificar que esté todo lo necesario para el viaje y tratar de encontrar un caballo— dijo Nori. —Sí, pero dónde hallaremos uno, los que no están calcinados, fueron devorados o huyeron— contestó Izayoi. —¡Por aquí, rápido! — gritó Myoga desde un derruido establo. Había encontrado un caballo que solamente tenía algunos golpes en el costado, el animal quedó atrapado en el fondo del lugar, cerca del almacén de agua. Esto le permitió sobrevivir, ya que esa parte no fue alcanzada por el fuego. —Que bien, ahora sólo tenemos que liberarlo y engancharlo a la carreta— expresó Nori contenta. Izayoi sonrió, mientras sostenía a InuYasha y pensaba en cómo lo harían. Llevar un bebé en brazos dificultaba hacer muchas cosas. … Yosuke abrió los ojos, el traqueteo de la carreta lo alertó y el dolor de su herida lo hizo quejarse con fuerza. Entonces miró a su alrededor, se encontraba recostado en los arbustos donde había dejado a Izayoi. Con lentitud se levantó, al tiempo que las mujeres acercaban el transporte para ayudarlo a subir. —¿Se encuentran bien? — inquirió el hombre. —Sí Yosuke, no te preocupes, ahora debemos alejarnos de aquí y revisar tu herida, no podemos permitir que se infecte— habló Izayoi. Poco después, todos se internaron en el bosque por un sendero alternativo, tenían que alejarse del lugar y pasar desapercibidos lo más que pudieran. Los atacantes no volverían a las ruinas de la mansión, pero tarde o temprano, detectarían de nuevo el rastro de la princesa. El camino aún guardaba muchos peligros. … A lo lejos, en una colina cercana, un par de ojos ambarinos miraban fijamente al grupo que se perdía entre la espesura forestal. —Esas malditas bestias se me adelantaron, pero al menos mis presas siguen con vida— dijo por lo bajo, al mismo tiempo que sonreía con malsano placer. Los enemigos de InuTaisho no eran los únicos que buscaban a la joven madre y a su vástago. … El día pasó sin novedad. Lograron alejarse lo suficiente y ahora caminaban por la orilla de un río, cerca de los árboles y siempre mirando sobre su hombro. —Yosuke, creo que es tiempo de buscar un lugar para descansar esta noche. Aunque no tienes fiebre, debes reposar, perdiste mucha sangre— indicó Myoga, sentado en el hombro del soldado. —Tiene razón señor Myoga, pero creo que debemos caminar un poco más. Adelante se escucha una caída de agua y es probable que haya peces en ese lugar. Además, se necesita algo más que una amputación para matarme— respondió el guardia con cierto ánimo, buscando suavizar la tensión. Llegaron al sitio correcto, había agua dulce y fauna marina para comer. Rápidamente montaron un improvisado campamento y cuando la noche cayó, se encontraban cenando. … Más tarde, Yosuke vigilaba a pesar de seguir convaleciente de su brazo. La noche permanecía iluminada por media luna y las estrellas se esparcían por el firmamento. Todo parecía tranquilo y, en un instante, todo se volvió demasiado tranquilo. —No me agrada esto, de pronto el bosque se ha silenciado— pensó el soldado, empuñando su katana. Una ligera brisa le acarició el rostro y su sexto sentido lo alertó de golpe. Se giró por instinto a la derecha, mirando fijamente la oscuridad del bosque. Pasaron unos segundos y de repente, lo vio venir. —Vaya, me sorprendes humano, pudiste percibirme a pesar de que no me veías— pronunció el ser que emergió de la penumbra. Éste avanzó unos pasos y luego se quedó quieto, donde la luz de la luna iluminó su imponente presencia. —¡¿Quién eres y qué quieres?! — lo encaró Yosuke, tomando una posición defensiva. —Será mejor que no estorbes, a menos que quieras morir— sentenció con frialdad el recién llegado. El soldado tragó saliva nerviosamente, sabía que se encontraba frente a un demonio, pero su instinto le decía que no era uno de clase baja, ni un monstruo común. Éste ser tenía otro nivel y sus ojos reflejaban una intención asesina. —¡Es… Lord Sesshomaru! — gritó Myoga, quien había estado dormitando entre los cabellos del guardia. —¡No es posible, estamos perdidos! — —¡Señor Myoga, ¿Quién es éste sujeto y por qué nos amenaza?! — quiso saber Yosuke con los nervios de punta, tenía un mal presentimiento. La pulga se quedó paralizada y no pudo contestar cuando vio que Sesshomaru empezó a caminar hacia ellos con paso lento. El guerrero se tensó al máximo y sin pensar en nada más, se lanzó en su contra. De pronto, sintió que le faltaba el aire y no pudo siquiera parpadear. En un instante, el demonio ya se encontraba frente a él y sus garras le atenazaban el cuello. Sin poder moverse ni un milímetro, su organismo comenzó a sufrir por la falta de oxígeno, la katana cayó al suelo y su rostro se deformó en el terror absoluto al encontrarse con los ojos del demonio. El brillo ámbar fue lo último que vio antes de que un siniestro crujido le arrebatara la vida. El cuerpo de Yosuke se aflojó cual muñeco de trapo. —Yosuke, ¿Ocurre algo? — preguntó Izayoi adormilada, incorporándose despacio. El impacto visual le estrujó el alma. El cuerpo sin vida de su fiel soldado aún pendía de las garras de una extraña figura de colores plateados. Ella no pudo gritar, el sonido de su garganta se quedó atrapado ante tal escena, su corazón se desbocó y un gélido escalofrío recorrió su espalda. El demonio volteó a mirarla y su mueca se hizo más perversa. —¿Qué sucede princesa? — preguntó Nori, quien dormía junto a Izayoi. Tan pronto su mente asimiló lo que ocurría, un ataque de pánico la dominó por completo. Aquel ser arrojó al suelo el cuerpo sin vida de Yosuke y empezó a caminar hacia ellas. Izayoi seguía petrificada ante el avance del demonio, su mente no asimilaba lo que estaba sucediendo. El terror la consumió incluso más al darse cuenta de que los rasgos físicos de ese “hombre”, eran similares a los de InuTaisho. Algo se movió a su lado, su fiel sirvienta se interpuso entre ella y el acechante. —¡No te acerques, monstruo! — gritó Nori, quien actuó por reflejo. De repente, un golpe de aire y energía se impactó contra la mujer mayor, haciéndola caer inconsciente al suelo en un segundo. —¡No me estorben, malditos humanos! — siseó con maldad Sesshomaru. La distancia entre él e Izayoi casi había desaparecido. InuYasha comenzó a llorar, lo que provocó que la princesa saliera de su aturdimiento. Se volteó hacia el niño y lo tomó en brazos para protegerlo. —¡Por favor, no lo haga, es sólo un bebé! — suplicó ella con el alma en un hilo. —¡Tenga piedad de nosotros! — El nuevo señor del Oeste se detuvo frente a ella. Su mirada reflejaba ira y deseo de matar. Ante él se encontraba la mujer de la que se había enamorado su padre, la que provocó su caída. La humana que había intervenido en el orden natural de las cosas, forjando una relación prohibida con un demonio de alto rango, provocando que el honor de la casa Occidental quedara manchado. Y lo peor de todo, entre sus brazos yacía el mestizo bastardo producto de esa unión antinatural. —¿Sabes quién soy? — inquirió el demonio, sin dejar de mirarla con fiereza. Ella no pudo evitar una dolorosa punzada en el estómago al escuchar la pregunta. —¡No… no lo sé… yo… por favor, se lo suplico… no haga esto! — respondió entrecortado la joven. Ella estaba en shock, la cercanía de aquel demonio le reveló el terrible parecido que tenía con el padre de su hijo. —Soy el heredero de las tierras Occidentales— subrayó con despiadado tono su voz. —Soy el primogénito del gran InuTaisho. — Izayoi abrió los ojos desmesuradamente y sintió que un espantoso vértigo la envolvía. Aquella revelación la abofeteó cruelmente y su corazón casi se detuvo. De nueva cuenta, las palabras no salieron de su boca y el llanto de InuYasha era lo único que se oía en ese instante. —¡Lord Sesshomaru, por favor deténgase! — gritó Myoga, quien ya se acercaba rápidamente. El demonio bajó la vista hacia la pulga. —Myoga, ¿Qué haces aquí?, deberías estar en el palacio, al servicio de mi madre— masculló Sesshomaru, mirando con fastidio al sirviente. —No, señor Sesshomaru, mis órdenes finales fueron dadas por su padre. Yo ya no tengo un lugar en el reino del Oeste, ahora mi deber es proteger a esta mujer y a su vástago— explicó la pulga, manteniendo un tono de respeto y firmeza. —¿Qué está haciendo señor?, ¿Por qué ha venido aquí? — —He venido a corregir los errores de mi padre— reveló, al mismo tiempo que miraba de nuevo a Izayoi. —Por favor, Lord Sesshomaru, no lo haga, usted no puede juzgar el proceder de su padre. Ahora su obligación es gobernar el Oeste y esta mujer no tiene que ser un tema de importancia para su persona— suplicó Myoga. A pesar de su cobardía habitual, no estaba dispuesto a fallarle a su antiguo amo. —¡Y tu obligación es obedecerme!, ¡Ahora soy el Lord de Occidente y todos los seguidores de mi padre me deben lealtad, quieran o no! — alzó la voz Sesshomaru. —¡Eso te incluye a ti, pero si no deseas hacerlo, morirás junto con esta maldita humana y su bastardo! — sentenció. Myoga tragó saliva con dificultad, estaba tan aterrado como Izayoi. No deseaba morir, pero la petición final de InuTaisho lo hizo tomar una decisión. —Por favor, protégelos, amigo mío— recordó fugazmente, interponiéndose entre la princesa y Sesshomaru. El Lord hizo un gesto de irritación, no esperaba que ese pequeño demonio se negara a seguir sus órdenes. En el fondo, le molestaba más de lo que parecía, ya que una pulga sobrenatural tenía mucho conocimiento. No sólo por su longevidad, sino por sus capacidades naturales para asimilar las propiedades de la sangre que bebía de otras criaturas. En pocas palabras, era una herramienta valiosa, portadora de mucho conocimiento y secretos… los secretos de InuTaisho y, por consiguiente, información sobre las katanas de la discordia. Sesshomaru lo observó fijamente, no tenía intenciones de asesinar a Myoga. Era un bien valioso y de una u otra forma, lo obligaría a revelarle las últimas instrucciones que dio su padre respecto a Colmillo Sagrado y Colmillo de Acero. Nuevamente el golpe de energía sobrenatural se produjo, impactando contra la pequeña pulga con tal fuerza, que la arrojó varios metros. Myoga no perdió el conocimiento, pero sí quedó muy aturdido y sin poder levantarse. Sólo pudo observar con impotencia como Sesshomaru atrapaba a Izayoi. —¡No, por piedad! — alcanzó a gritar la princesa, antes de que sus palabras se cortaran de golpe, debido a las garras que se cerraron alrededor de su cuello. InuYasha lloraba sin parar, percibiendo el terror de su madre. En un instante, el bebé fue arrebatado del regazo materno por la otra zarpa. A pesar de la falta de aire, Izayoi estiró los brazos en un desesperado intento de recuperar a su hijo. Lágrimas de impotencia escaparon sin control. Sesshomaru sostenía la tela que envolvía al recién nacido, el cual colgaba como un bulto insignificante. Lo elevó a la altura de su rostro y sus ojos ambarinos lo contemplaron con desprecio. La inocente criatura se removía muy poco, sólo podía llorar, esperando a que su madre lo protegiera. Él bajó la vista para mirar como la joven se agitaba desesperadamente, tratando de arañar en vano el brazo que la apresaba. Entonces, con un simple movimiento, la arrojó con brusquedad al suelo un par de metros más allá. La mujer gritó de dolor, pero nada podía hacer. —Primero morirá éste bastardo y tú le seguirás después— dijo el Lord, levantando su mano libre y posicionando sus afiladas garras para cortar de tajo la vida del infante. El llanto del niño se hizo más desesperado. Izayoi se arrastró lastimosamente y estiró su brazo hacia el demonio, al tiempo que gritaba. —¡InuYasha! — Todo parecía perdido hasta que, de repente, se escuchó una gélida voz. —Ya basta, Sesshomaru. — El Lord abrió los ojos con gran sorpresa y tardó en reaccionar un par de segundos antes de voltear despacio. Desconcertado, sólo atinó a preguntar. —¿Qué haces aquí?… madre. —***
Continuará… De nuevo he matado a alguien especial para Izayoi, lo siento, pero así tiene que ser.