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Capítulo 4: Ayuda Inesperada Irasue miró con enojo a su primogénito. La escena completa era de por sí fastidiosa y ella tenía muy poca paciencia. —Hijo, te comportas de manera tan estúpida, se nota que sólo aprendiste las habilidades violentas de tu padre— pensó, al ver como sostenía a la cría y la amenazaba con sus garras. Se acercó en silencio, sin contestar la pregunta que le hizo. Su mirada se posó en el cadáver del soldado, después se dirigió a la mujer desmayada y finalmente, a Izayoi. —Así que esta es la humana por la cual InuTaisho perdió la cabeza. — —¿Por qué has venido, madre? — volvió a inquirir el Lord, aún sorprendido. Izayoi se estremeció al escuchar aquella palabra. —¡¿Madre?… santo cielo, no es posible, no puede ser! — pensó con angustia. Nuevamente la verdad la golpeó con crueldad. Nunca imaginó que InuTaisho guardase tan oscuro secreto. Ahora todo estaba claro, en un instante comprendió quiénes eran ese par de demonios plateados. Irasue giró la vista hacia su hijo. —¿Qué crees que estás haciendo? — preguntó con seriedad. —Lavo con sangre el pecado de mi padre— respondió Sesshomaru. —Así que a esto has llegado por una estúpida rabieta— dijo Irasue con seriedad. —No puedo creer que caigas tan bajo, querido hijo. Mírate, eres el heredero del Oeste y que mejor acto para tu coronación, que derramar la sangre de un ser que no puede defenderse. Me decepcionas, esperaba algo mejor de mi descendiente— se expresó con ironía. Sesshomaru entornó la mirada, aquellas palabras le llegaron directo al orgullo. —¿Qué quieres decir? — gruñó. —Vamos querido, no es posible que no te des cuenta— su gesto se endureció. —¡El gran InuTaisho no educó a su hijo para deshonrar nuestro linaje!, ¡No voy a permitir que se diga, que el nuevo Lord de Occidente, se deleita con la sangre de humanos que no tuvieron la oportunidad de defenderse!, ¡No seas un maldito cobarde que se aprovecha de su posición para someter a las demás criaturas! — soltó cada palabra con crudeza. —Pero… ¡¿Cómo te atreves a decirme eso, madre?! — replicó Sesshomaru todavía más irritado. Ella sonrió con burla y sin dejar el gélido tono, declaró sus palabras finales con mordacidad. —Dime, ¿Eres un miserable cobarde, incapaz de buscar a un oponente de tu misma talla?, ¿Acaso ese mestizo es demasiado para ti?, ¿Te sientes amenazado por un cachorro que sólo puede llorar y ni siquiera ha abierto los ojos al mundo?, y como postre final, la sangre de una hembra recién parida, casi tan débil como su cría… qué vergüenza me das, querido hijo— finalizó, mirando a su heredero directo a los ojos. El gesto del Lord cambió por completo, la sangre se le agolpó en las sienes y su mirada enrojeció por segundos. Miró de nuevo al indefenso bebé, así como las lágrimas que corrían por su rostro. Gruñó con molestia al darse cuenta que su madre tenía razón, después de todo, lo que estaba haciendo era un acto de cobardía, indigno del linaje Inugami. Su padre jamás actuó de tal forma, su ejemplo siempre fue de fuerza y poder, pero, ante todo, honor y respeto para sus adversarios. A pesar de su odio por los humanos, no podía evitar sentir su orgullo lastimado por las palabras de su progenitora. Ella había dado en el clavo al gritarle que era un cobarde por aprovecharse de su fuerza contra seres tan débiles, ni siquiera el soldado había estado en su mejor forma para enfrentarlo. Su acto de venganza sólo era una deshonrosa y vulgar rabieta, por el hecho de habérsele negado las katanas de su padre. Ni siquiera la infidelidad paterna tenía tanto valor para él. No, solamente era el capricho de un niño mimado, al cual no le dieron el juguete que deseaba y ahora buscaba desquitar su ira contra alguien más. Irasue observó fijamente a Sesshomaru, quien comenzó a bajar al bebé con lentitud. Se notaba la furia en su rostro crispado, pero sabía que no haría nada más. Lo conocía bien, así tuviera ocho, cien o mil años, ella seguía siendo su madre y como tal, conocía el punto exacto dónde lastimar la altivez de su malcriado hijo. Aún era muy joven para sobrellevar el peso del reino, ya que su difunto padre no alcanzó a enseñarle cómo debía ganarse el derecho de ser llamado Señor del Oeste. Así que ella tenía mucho trabajo por delante y esta situación fue la primera que le ayudó a corregir. Izayoi se arrastró con las fuerzas que le quedaban y alcanzó a sostener al niño antes de que el demonio lo soltara por completo. —¡Gracias, muchas gracias! — exclamó entre sollozos. Sesshomaru la siguió mirando con odio, hasta que su madre volvió a llamarle la atención. —Regresa al palacio, hay asuntos pendientes con los señores cardinales del Sur. No quiero tener que salir a buscarte de nuevo— recalcó la elegante dama. —Madre, esto no ha quedado saldado, tarde o temprano, volveré— amenazó el Lord, al tiempo que iniciaba el vuelo y se alejaba rápidamente. La demonesa lo observó perderse en el firmamento, después enfocó su atención en Izayoi nuevamente. —Los hijos son tan traviesos a veces, ya te darás cuenta cuando crezca— habló con tono relajado e indiferente. La princesa comenzó a temblar una vez más, ahora se encontraba frente a la viuda de InuTaisho y probablemente su vida terminaría a manos de ella. —¿Por qué InuTaisho?, ¿Por qué no me dijiste la verdad? — pensó fugazmente, mientras abrazaba a su hijo, el cual no paraba de llorar. —¿Cuál es tu nombre, humana? — preguntó Irasue. La joven madre hizo una reverencia y contestó con timidez, esperando lo peor. —Mi nombre es Izayoi, señora. — —Deja de temblar, me asquea el olor de tu miedo— ordenó la demonesa. —Yo… Yo no tengo palabras para expresarle mi agradecimiento por salvar a mi hijo… pero soy consciente de mi posición ante usted… imploro piedad, señora, por favor— intentó hablar antes de que el nudo en su garganta volviera a formarse. No obstante, Irasue la interrumpió. —Cállate, no es necesario que continúes con tus súplicas. No he venido a matarte, no representas ningún interés para mí, sólo eres una simple humana— dijo con frialdad. —Una extraña humana que se enamoró de un demonio y que tuvo el valor para tener un hijo con él, ¿Cómo es posible que te dejaras engatusar por InuTaisho? — —Señora, yo… me enamoré por decisión propia, él no me sedujo, no me obligó a nada, simplemente sucedió— explicó la princesa con algo de temor. —Estúpidos sentimientos los de tu especie, les nublan la razón al grado de no darse cuenta de las mentiras más obvias, ¿Nunca se te ocurrió la idea de que un demonio como él, venía arrastrando todo un pasado? — cuestionó nuevamente Irasue. —Yo jamás imaginé la otra cara de InuTaisho… probablemente la soledad y mis ansias de amor no me dejaron ver más allá del cariño que me ofrecía— reveló la joven madre con el rostro agachado. —Sin embargo, puedo asegurar con toda mi alma, que él correspondió sinceramente a mis sentimientos, sé que en verdad me amó— concluyó, al tiempo que levantaba la mirada, encontrándose con los ojos ámbar de la demonesa. Irasue suspiró con aburrimiento, las expresiones sentimentales le eran indiferentes. Para una dama de tan noble y poderoso linaje como ella, ese tipo de demostraciones eran innecesarias. Probablemente eso era lo que su esposo anhelaba y como nunca lo recibió, su interés declinó por una mujer humana. Vaya estupidez, un demonio no necesita tantas emociones, la vida es muy larga como para perder el tiempo en algo tan efímero e inútil. Sin embargo, en todas las especies hay excepciones y algunos individuos gustan de aquellos gestos de cariño. —Al parecer, su amor no era tan sincero, porque la mentira fue muy grande— recalcó mordaz. —En fin, no es momento de perder el tiempo en cosas tan aburridas. Ahora, escucha con atención, no me interesas en lo más mínimo, no me importa lo que sucedió con InuTaisho y francamente, me tiene sin cuidado que Sesshomaru te asesine. No obstante, acepté hacerle un último favor a mi difunto esposo, el cual incluye a sus dos hijos y, como te habrás dado cuenta, el honor es muy importante para nuestra familia, así que dicha promesa se cumplirá al pie de la letra— se expresó con altivez. —¿De qué… se trata esa promesa, señora? — interrogó Izayoi nerviosa. Las palabras de la demonesa habían calado en su interior, pero, a pesar de todo, estaba dispuesta a enfrentar lo que se avecinara. —Lo sabrás a su debido tiempo— Irasue respondió con indiferencia, para luego empezar a caminar. —Por cierto, Myoga, me sorprendió tu valor, InuTaisho supo escoger bien a sus amigos. Pero ten cuidado con Sesshomaru, ya sabes lo caprichoso que es y no pasará por alto esta situación— le dijo al demonio pulga, quien ya se encontraba junto a la princesa. —Comprendo mi Lady, tendré muy presente sus palabras— confirmó el sirviente, haciendo una reverencia. La señora del Oeste no dijo más, continuó su andar rumbo a la penumbra del bosque, hasta desvanecerse en medio de un manto de ligera niebla. … Estaba por amanecer cuando Nori despertó, completamente aturdida. —¿Princesa… está usted bien? — cuestionó con algo de dificultad. Izayoi estaba sentada a su lado, arrullando a InuYasha. —Sí Nori, estamos bien, ¿Cómo te sientes? — —Como si un caballo hubiera pasado sobre mí, ¿Cómo es que seguimos con vida?, ¿Dónde está Yosuke? — El gesto de la princesa se entristeció y únicamente señaló hacia una dirección. La sirvienta observó un montículo de rocas que hacían la función de tumba para el noble guerrero. Sus ojos se humedecieron y en silencio comenzó a rezar una plegaria. —Princesa, debemos irnos— indicó Myoga, quien llegaba saltando. —Ya revisé los alrededores, está despejado, así que no debemos perder más tiempo. — —Myoga, dime la verdad, quiero saber a qué atenerme después de esto— solicitó Izayoi de pronto. —No dijiste nada durante toda la noche y ahora que Nori ha despertado, te suplico que nos digas todo lo necesario, no podemos continuar en la ignorancia, no ahora que corremos tanto peligro. — Nori volteó hacia la pulga, quien solamente soltó un suspiro de resignación. Era necesario aclarar algunas cosas, ya que el viaje aún guardaba muchos peligros y Sesshomaru era el principal. —Mi señora, Nori… yo solamente soy un humilde sirviente, el cual se ganó la confianza y la amistad del gran InuTaisho. Sin embargo, los actos y decisiones de su vida, no son de mi incumbencia— habló con seriedad y respeto. —Lo que es cierto, es que el Señor del Oeste tenía el peso de un reino en sus hombros y la responsabilidad era compartida con su esposa, Lady Irasue. Se trataba de un matrimonio arreglado por conveniencias de poder, cuya obligación era gobernar, prosperar y mantener el linaje Inugami en las tierras de Occidente. No había cabida para otras cuestiones sentimentales, así fue por siglos. Pero, en algún momento, mi señor se sintió atraído por los sentimientos humanos y después la conoció a usted princesa… no hubo más explicaciones, no se puede controlar al corazón y eso le puede pasar a cualquiera, sea humano o criatura sobrenatural— finalizó. —¿InuTaisho me amó en verdad? — preguntó la joven. —Sí princesa, usted mejor que nadie debió darse cuenta de ello. Yo le puedo garantizar que el amor de mi señor siempre fue sincero y verdadero, tanto así, que no le importó sacrificar su último aliento para que usted y su hijo vivieran— reveló la pulga. Izayoi sonrió un poco, dándole un vistazo a InuYasha, quien dormía tranquilamente. —Señor Myoga, ¿Es por la relación que hubo entre mi señora y el señor del Oeste, que ese demonio nos quiere asesinar? — quiso saber Nori. —Lord Sesshomaru, al ser hijo del gran InuTaisho, tendría razón en estar molesto por dicha situación. Pero sus acciones van más allá de la infidelidad de su padre, ya que ni siquiera Lady Irasue le dio tanta importancia. El heredero solamente quiere más poder y le molestó demasiado que se le negara, por proteger a una humana y a su hijo— explicó el pequeño demonio. —Sólo es rencor y seguramente esa promesa de la que habló la señora Irasue, tiene que ver con su enojo— dijo Izayoi. —Así es, por lo tanto, debemos buscar la manera de ocultarnos, alejarnos lo más posible de Occidente— indicó Myoga. —¿Qué haremos si viene por nosotros de nuevo? — la sirvienta no ocultó su temor. —Él no lo hará, a pesar de todo, le debe respeto y obediencia a su madre. Sé que sus ansias de poder lo harán esperar el tiempo necesario, así que no se acercará a nosotros por el momento— aseguró la pulga, saltando al hombro de Izayoi. —Será mejor que partamos de una vez. —-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Tierras Occidentales. —Éste es el último, Lord Sesshomaru— dijo el escribano, acercándole un pergamino de gran tamaño. —¡Maldita sea, ¿Por qué mi madre solicitó un aplazamiento?! — cuestionó irritado el demonio. —Pues verá, señor… — intentó explicar el notario, pero una voz imperativa lo interrumpió. —Porque así podrás renegociar los términos de ese acuerdo— dijo Irasue, quien iba entrando al gran salón. —Tu estúpida búsqueda te hizo perder tiempo. Si no atiendes estos asuntos, tendremos problemas con los señores del Sur, y yo no pienso permitir que esos rastreros saquen ventaja de tu ineptitud— subrayó con dureza. —Madre, no es necesario que intervengas. Si esos estúpidos intentan sacar provecho de la muerte de mi padre, yo me encargaré de asesinarlos— respondió Sesshomaru con algo de molestia. —Hijo, por favor deja de ser tan prepotente, esto no es un juego. A partir de ahora, las decisiones que tomes, afectarán a todo el reino del Oeste. No te equivoques con ideas viscerales y poco razonadas, que sólo van a traer más problemas— habló en tono de reprimenda. —La violencia déjala como último recurso, primero usa la cabeza— concluyó, retirándose del lugar. Sesshomaru la siguió con la mirada y su gesto de enojo se mantuvo por un rato más. Poco después, terminó de revisar el documento y, bufando con molestia, se lo arrojó al escribano. —¡Llévate esto, lo revisaré más tarde!, no puedo tomar una decisión ahora— ordenó imperativo. —Sí señor, como usted diga— dijo el sirviente, para después retirarse. —Esto no se va a quedar así, aunque mi madre se oponga— pensó para sí mismo. Su mente aún no se concentraba en las responsabilidades al cien por ciento. Seguía molesto por no haber podido asesinar a la mujer y a su hijo.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Atardecía cuando finalmente la carreta se detuvo en los límites del bosque. —Espere aquí princesa, me encargaré de encender la fogata y preparar la cena— comentó Nori, al tiempo que bajaba del vehículo. —No me pidas eso por favor, me haces sentir como una inútil— reprochó Izayoi. —Yo también quiero ayudar, Myoga, vigila al bebé por favor— pidió, dejando al pequeño InuYasha dormido dentro de una canasta. —Sí princesa, yo lo cuidaré— asintió la pulga con gesto serio, para después saltar al borde de la cesta. —¡Ay, pero que lindo se ve! — se expresó empalagoso. … Nori terminó de esparcir el polvo marrón alrededor de la entrada de la cueva, en la cual pasarían la noche. —Listo señor Myoga, aunque no entiendo cómo esto nos protegerá— dudó la mujer mayor. —Éste polvo fue hecho con la coraza de un monstruo cuya habilidad principal era el camuflaje. Mi amo InuTaisho se aseguró de dejar algunas protecciones para la princesa, así que le dio a Yosuke esta sustancia, para que siempre la usara cuando acampáramos en zonas abiertas. De esta manera, nuestro olor permanecerá enmascarado para otros demonios— detalló la pulga. —Ya entiendo, pero eso no nos protegerá si es que llegan a vernos— replicó la sirvienta. —No hay de que preocuparse, la cueva está muy bien disimulada por la floresta— respondió Myoga. —Ahora vamos adentro, que ya me dio frío. — … Poco después, las mujeres cenaban una limitada ración de arroz y pan, dado que no sabían cuántos días duraría el viaje. —Myoga, ¿No vas a comer? — cuestionó Izayoi. —No se preocupe princesa, ya me alimenté, yo necesito muy poco para sobrevivir— aclaró sonriente la pulga. —Ah, ya veo, fuiste tú— dijo Izayoi, mirándolo inquisitivamente. —Por eso InuYasha tiene una marca en su bracito— acusó. El pequeño demonio hizo un gesto de sorpresa. —¡Y-Yo… no es lo que parece! — trató de justificarse, pero ya había sido descubierto. —¡Lo lamento, no pude evitarlo!, ¡No había comido nada en varios días! — se disculpó, lloriqueando y arrodillándose hasta el suelo. —Vaya, que tramposo es usted, señor Myoga— reprochó Nori. —Por favor, no pique al bebé, mejor dígame cuando tenga hambre, yo puedo ofrecerle un poco de sangre. — —¡Oh, muchas, gracias! — habló emocionado Myoga. —La verdad es que me encanta la sangre de los demonios, pero es más deliciosa la sangre humana. — —Está bien, te perdono, pero no quiero que lo vuelvas a hacer, InuYasha aún es muy pequeño— declaró Izayoi. —Es más, yo también puedo darte algo de mi sangre cuando la necesites— ofreció con una sonrisa. —¡Es usted muy generosa princesa, muchas gracias! — contestó la pulga con ojos brillantes. … El tiempo siguió avanzando y los viajeros durmieron con cierta tranquilidad. Al paso de las horas, el pequeño demonio hizo un rondín en los alrededores cada cierto tiempo. No necesitaba dormir tanto, así que estaría al pendiente, mientras meditaba la situación actual. Ahora que Lord Sesshomaru se había presentado con intenciones asesinas, no quedaba más que alejarse y apelar a la buena suerte. Myoga sabía que el heredero de Occidente buscaba las katanas de su padre y, en cierta forma, corría tanto peligro como Izayoi e InuYasha, ya que conocía la decisión de InuTaisho y la misión de ambas espadas. De ahora en adelante debía mantenerse oculto del demonio plateado, no quería soportar su interrogatorio a riesgo de perder la vida.***
Continuará…