ID de la obra: 1269

La Fuerza de una Princesa

Gen
PG-13
Finalizada
0
Fandom:
Tamaño:
114 páginas, 41.772 palabras, 12 capítulos
Descripción:
Notas:
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5. Cruzando Fronteras

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Hola a todos: Perdónenme por no dejarles el capítulo nuevo la semana pasada, no terminé de corregir. He tenido algo de trabajo, así que trataré de avanzar la historia un poco más éste fin de semana. Gracias por leer y por sus comentarios. Atención: InuYasha y todos sus personajes son propiedad de Rumiko Takahashi. Yo sólo escribí la historia por gusto y diversión.

***

Capítulo 5: Cruzando Fronteras Ya habían pasado dos días desde el encuentro con los demonios plateados. El grupo estaba a punto de llegar a una pequeña villa ubicada en el límite de las tierras del Este. Pronto cruzarían la frontera para llegar al Norte. Myoga había decidido hacer un reconocimiento previo del pueblo, así que, utilizando un cuervo, fue a investigar. Mientras tanto, Izayoi y Nori se bañaban en un estanque de aguas termales. Después de tanto ajetreo, por fin podían relajarse. —Vamos InuYasha, abre los ojitos, el agua está deliciosa— dijo Izayoi, sosteniendo al bebé entre sus brazos. —Me sorprende lo rápido que ya se mueve, por lo regular los bebés humanos tardan un par de meses en comenzar a agitar brazos y piernas— señaló Nori con cierta sorpresa al ver lo despierto que era el cachorro. —Sí, al parecer, los mestizos crecen más rápido— contestó la princesa con una sonrisa. El pequeño InuYasha hacía gestos divertidos al tocar el agua con sus manitas. No podía moverse libremente, pero con el soporte de su madre, consiguió salpicar alegremente, riendo con inocencia. Nori le acercó una esponjita a la madre. —Tiene que bañarlo con suavidad para que su piel se acostumbre al aseo continuo. — —Entiendo, yo lo voy haciendo y me corriges si me equivoco— pidió Izayoi, al tiempo que se recargaba en una roca y colocaba al niño sobre su pecho. Empezó a recorrerlo con lentitud, dejando caer agua sobre su cabeza. De pronto, InuYasha sacudió sus orejitas en un tierno gesto, al parecer, le gustaba bañarse. Ambas mujeres rieron, disfrutando del momento. Izayoi hacía preguntas y Nori le aconsejaba, mientras el cachorro seguía jugueteando con el agua. Rato después, terminaron de vestirse y esperaron el regreso de Myoga. … —Princesa Izayoi, Nori, he vuelto con grandes noticias— se escuchó una voz desde las alturas. —Te escucho Myoga— habló Izayoi, observando el descenso del ave y la pulga. —Podremos hospedarnos y comprar víveres. Éste pueblo es vía de paso hacia el Norte y a nadie le sorprende los viajeros, podremos pasar desapercibidos— explicó el pequeño demonio. —Vamos entonces, debemos comprar más comida— señaló Nori, buscando algo en el interior de la carreta. Entonces sacó un par de viejas yukatas y dos sombreros cónicos, ya que debían mantener la discreción con un buen disfraz. … Más tarde. —Gracias por su compra, regresen pronto— dijo el comerciante a las mujeres que se alejaban de su local. Izayoi y Nori caminaban entre la gente del pueblo que iba y venía, todos ocupados en sus asuntos de comercio y viajes. A pesar de ser una villa pequeña, era muy transitada en el día. Caminaron un poco más, hasta llegar a una humilde posada, donde una anciana les dio la bienvenida. —Qué bueno que han vuelto, la comida se servirá en media hora— indicó la dueña del lugar. —Gracias, estaremos puntuales— confirmó Nori. Por fortuna habían conseguido un hospedaje barato y un establo para el caballo. Después de comprar alimento y pagar la atención de la montura, se dispusieron a descansar. Pasarían la noche ahí y al día siguiente cruzarían la frontera hacia el Norte. —Princesa, voy por la comida para que no tenga que exponerse con el niño, será mejor quedarnos todo el tiempo en el cuarto— propuso Nori. —Está bien, te esperamos aquí— asintió Izayoi, al tiempo que se desprendía de un bulto. Traía cargando a InuYasha en un pequeño saco, el cual se disimulaba con el resto de la amplia vestimenta. De esta manera, pasaba completamente desapercibido. … Por otro lado, Myoga seguía recorriendo el lugar desde las alturas cuando, de pronto, su atención se dirigió a un extraño grupo de personas que recorrían la calle principal de la aldea. —¡No puede ser! — dijo preocupado. … Nori caminaba por un pasillo en busca de la cocina. Repentinamente, una conversación llamó su atención y la hizo detenerse. Provenía de la entrada, por lo que se acercó despacio y, manteniéndose oculta, observó la escena. —¿Estás segura, anciana? — preguntó un hombre con armadura. —Nuestros informantes aseguran que esas personas debían pasar por aquí. — —Estoy segura, soldado, no sé por qué tanto interés en unos viajeros, por aquí pasa mucha gente en todas direcciones— respondió la dueña con tranquilidad. —Esos viajeros son fugitivos, tienen que rendir cuentas al nuevo terrateniente— replicó ceñudo otro soldado. Nori palideció al reconocer la indumentaria y los emblemas del grupo de hombres. Eran parte de la guardia real de un poderoso señor feudal, enemigo del padre de Izayoi. Nuevamente, su ama estaba en peligro, amenazada por humanos que querían tomar el control de sus tierras y que, para conseguirlo, eliminarían todo rastro de su noble familia. La mujer se mantuvo en silencio, escuchando y observando discretamente hasta que los hombres, cansados de insistir, se retiraron. También pudo ver que la anciana soltó una risita disimulada, al parecer, no era de las personas que divulgaban información sobre sus inquilinos. Se dio media vuelta, dispuesta a regresar a la habitación, cuando la dueña le habló de repente. —No te preocupes, esos tipos no podrán encontrarlas. — La nana tuvo un ligero sobresalto, respondiendo un poco nerviosa. —No sé de qué habla señora, yo sólo… buscaba la cocina. — —Tranquilízate querida, he vivido mucho tiempo y hace una década, yo andaba por las tierras de tu princesa. Conozco quién es ella y quién fue su familia… también sé lo que sucedió después— reveló con calma la anciana. —No tienen de que preocuparse, yo no diré nada y, sea cual sea el lugar al que se dirijan, pueden contar con mi discreción— finalizó. —Gracias señora— Nori hizo una reverencia en agradecimiento. Ambas se dirigieron a la cocina. … Más tarde y después de comer, la nana puso a Izayoi al tanto de la situación. —¡No es posible, no puedo creer que nos hayan alcanzado tan pronto! — dijo la princesa con angustia. —Así es, aquellos soldados están buscándonos y probablemente ya vigilan el paso de salida. — En ese instante, Myoga entró saltando por una ventana. —Nori tiene razón, los guardias están preguntando en todos los comercios por nosotros. Sin embargo, ellos creen que el grupo sigue siendo de varias personas, eso nos da cierta ventaja— explicó la pulga. —¿Cómo podremos burlarlos en la salida del pueblo? — preguntó Izayoi. —Ya pensaré en algo mi señora, por el momento, será mejor permanecer aquí y esperar— finalizó el pequeño demonio. … Al día siguiente. Ya amanecía en el poblado y no había mucha actividad a esas horas. No obstante, un par de soldados permanecían en los límites del lugar, vigilando quién llegaba y quién se iba. Ambos voltearon cuando una vieja y despintada carreta, tirada por un joven caballo, se aproximaba. En la parte superior se podían apreciar dos personas dirigiéndola. Vestían con ropa desgastada y unos sombreros cónicos, que escondían casi toda su cara. —¡Alto ahí, muestren sus rostros! — ordenó uno de los guardias. —Sólo somos unas humildes campesinas que estamos de paso, señor— habló la que dirigía el vehículo, sin dejar que la vieran. —¡Se les ordenó que descubrieran sus caras! — alzó la voz el otro soldado. —¡Bajen inmediatamente… de la carreta y…! — el hombre comenzó a balbucear de manera extraña. —Bajen… de la… — fue lo último que pronunció antes de poner los ojos en blanco y caer al suelo. Al ver esto, su compañero se acercó rápidamente. —¡¿Qué diablos te sucede?, levántate!, ¡Quédense ahí… voy a llamar a…! — también sus palabras sonaron entrecortadas, un segundo después, se precipitó junto al otro hombre. Un tirón de cuerdas y una orden hizo que la montura comenzase a trotar con paso rápido. La carreta se alejó varios metros y posteriormente se desvió del camino, metiéndose a un campo de cultivo. —¡Lo logramos princesa! — dijo Nori emocionada. —Gracias a Myoga lo hemos conseguido— asintió la joven. —No fue nada… pero creo que ahora voy a sufrir de indigestión— habló la pulga, quien reposaba sobre un bulto de arroz. Su talla general había aumentado considerablemente y tenía el estómago sumamente hinchado. —No sabía que los demonios pulga pudieran robarle tanta sangre a un humano como para hacerle perder el conocimiento— comentó Izayoi sorprendida. —Espero que no los hayas matado, Myoga. — —Claro que no princesa, pero sí les tomará un buen rato despertar. Nosotros los demonios chupa sangre, podemos tomar mucha de esa sustancia, porque somos parásitos de los Inugami, los cuales son criaturas gigantes en su forma real, es un equilibrio de cierta manera— explicó el pequeño sirviente. —Pero, en éste caso, fue necesario hacer una excepción con aquellos hombres, de lo contrario, no hubiéramos podido escapar— finalizó con un eructo. —Tienes razón, fue un gran plan, al igual que cambiar la carreta y el caballo para no llamar la atención— reconoció la princesa. El grupo siguió su marcha hasta salir del campo de cultivo. Myoga los guiaba a través de otro sendero, un camino paralelo hacia el Norte, un poco complicado, pero menos transitado.

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Una gran puerta se abrió lentamente. Irasue avanzó con pasividad a través de un largo corredor, el cual permanecía solitario. Llegó al final del mismo, ante una pequeña habitación, entró y cerró la puerta detrás de ella. Dentro de ese lugar reinaba la penumbra, excepto por el pedestal que se ubicaba en medio del cuarto. Sobre éste, permanecían dos katanas que brillaban por sí solas e iluminaban el entorno: Colmillo Sagrado y Colmillo de Acero. Irasue se acercó y las observó por un momento. —Dejaste tu mejor colmillo InuTaisho, espero que no te hayas equivocado al tomar esta decisión— dijo ella, sujetando una de las espadas. La observó detenidamente, tocó la hoja y acarició el filo. —Ese viejo herrero es el mejor, sin lugar a dudas, esta arma es capaz de contrarrestar los efectos de la muerte— expresó con cierta admiración. Entonces, tomó una de las fundas que reposaban a un costado de las armas y guardó la katana en ella. Después dio media vuelta y se dirigió a la salida. … Sesshomaru permanecía en su propio diván, reclinado y con los ojos cerrados. Había terminado de revisar los primeros pendientes y el escribano ya se había retirado para llevar a cabo las encomiendas políticas, aprobadas y firmadas. De pronto, abrió los ojos de golpe, había percibido el olor de un metal muy familiar para él. Se levantó y giró la vista, su madre iba entrando a la estancia y traía con ella una de las katanas de su padre. —¿De dónde has sacado esa espada, madre? — preguntó sobresaltado. —Presta atención Sesshomaru— dijo ella con tono serio. —Tu padre te ha heredado esta katana, Colmillo Sagrado. Tómala y acéptala como parte de su legado— declaró, al tiempo que se la entregaba. El Lord quedó perplejo y no contestó al momento. Tomó el arma y la desenfundó para admirar el hermoso brillo azulado que desprendía. —¿Por qué…? — trató de preguntar, pero su madre lo interrumpió. —No lo sé, esa fue la decisión de tu padre. Esta es tu herencia y como tal, deberás averiguar cómo usarla y descubrir el secreto que guarda, el cual afectará directamente tu destino. No me preguntes nada más, porque no tengo la respuesta— finalizó Irasue. —¿Dónde está Colmillo de Acero? — cuestionó intrigado Sesshomaru. —Lo desconozco— respondió fríamente, al tiempo que le daba la espalda y se retiraba. El Lord se quedó mirando la katana por un momento más y después la guardó. —¡Maldita sea padre!, ¡¿Te estás burlando de mí?!, ¡¿Por qué me has dejado esta inútil espada?! — gritó con furia, apretando los puños. … La demonesa alcanzó a escuchar las maldiciones de su hijo, sabía que no estaba a gusto con la decisión de InuTaisho. Pero ella no diría nada en absoluto, simplemente cumpliría con el último deseo de su difunto marido. Debía ser paciente y esperar a que Sesshomaru madurara y se diera cuenta de la verdad. Tenía que descubrir su propio poder por sí solo. Momentos después, a través de un ventanal vio que se alejaba volando, se le notaba la cólera en los ojos. Soltó un suspiro y después se encaminó de nuevo al misterioso cuarto. Otra vez aseguró la puerta detrás de ella, tomó la segunda katana, Colmillo de Acero, y la guardó en su respectiva funda. —Bien, ahora debo llevar esta espada a su lugar de reposo, seguramente pasarán muchas décadas antes de que el mestizo pueda empuñarla— dijo con algo de indiferencia, mientras tomaba el medallón que colgaba de su cuello. La piedra Meido, regalo de InuTaisho, un increíble objeto con la capacidad de abrir portales al inframundo, mostrar lo que sucede en otros lugares y revivir a los muertos. Sin lugar a dudas, era un gran poder que debía ser resguardado por alguien igualmente poderoso. La demonesa era su dueña y la única que podía usarla con la suficiente responsabilidad que implicaba el control sobre la vida y la muerte. Sujetó con firmeza el medallón y éste brilló con un destello dorado. Un segundo después, el espacio frente a ella se abrió como una hendidura en forma de luna menguante. Al otro lado del portal, se podía apreciar un extenso valle, nubes blancas y una soledad sepulcral. Dio un paso adelante y desapareció en aquel sitio, donde los límites de un mundo y otro, se fusionaban. … Colocó la katana en el altar de piedra y después hizo un ademán frente a ella. Por un instante, el arma fue envuelta en un campo de energía brillante, después desapareció. El sello de protección había sido activado, sólo el verdadero portador conseguiría tomar la espada y removerla de ese sitio. Irasue dio un vistazo a su alrededor y suspiró, se encontraba en el interior de los restos de su marido. La petrificación de su cadáver fue casi inmediata cuando llegó a su morada final, hace ya un par de semanas atrás. Volteó hacia arriba y comenzó a elevarse hasta salir por las mandíbulas del esqueleto gigante. Se alejó volando y antes de marcharse, miró por última vez la tumba. —Descansa en paz InuTaisho, tu última voluntad ha sido cumplida al pie de la letra— se expresó con solemnidad. Acto seguido, abrió nuevamente el portal y regresó al palacio del Oeste.

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Después de andar por un sinuoso paso entre colinas, un llano en descenso les dio la bienvenida. Habían llegado al territorio del Norte y los primeros vientos de otoño los acompañaron gran parte del camino. Ahora todos podían estar más tranquilos, habían librado la muerte y la persecución. Sólo quedaba seguir adelante. —Mire princesa, esa debe ser la aldea— pronunció Nori, señalando a lo lejos un poblado en medio del valle. —Sí, puedo verla— confirmó Izayoi. —En marcha, si seguimos a éste paso, podremos llegar en la tarde— indicó Myoga. … Rodeado por algunas colinas, el pequeño poblado parecía seguro y pacífico. Estaba bien abastecido, tenía campos de cultivo, árboles frutales, huertos con hierbas curativas y un pequeño rio pasaba cerca. Era evidente que sus habitantes tenían todo lo necesario para subsistir sin tener que depender del comercio exterior continuo. Las construcciones variaban en su hechura, había desde casas sencillas, hasta otras que tenían más recursos, seguramente de gente con mejor posición económica. —Princesa, tenemos que buscar al jefe de la aldea— comentó la pulga. —¿Ese hombre está enterado de nuestra situación? — preguntó Izayoi. —Así es, mi amo InuTaisho dejó todo listo para que usted tuviera a dónde llegar junto con el niño. El señor Kenji vivió hace mucho tiempo en el territorio del Oeste, conocía a mi señor y varias veces tuvo la oportunidad de comerciar con él— explicó el pequeño demonio. —Pero, un día, su familia decidió emigrar a estas tierras e iniciar una nueva vida. Aunque pasaron los años, el gran InuTaisho mantuvo tratos con él. — —Entonces vayamos, es tiempo de iniciar una nueva vida— habló la princesa con un brillo renovado en los ojos. … Más tarde, en la casa del dirigente. —Bienvenida, princesa Izayoi— saludó formalmente un hombre octogenario. —Gracias señor Kenji, es un honor que nos acepte en su aldea— contestó Izayoi, haciendo una reverencia en agradecimiento. —El honor es mío— sonrió el anciano. —El gran InuTaisho me platicó que usted era hermosa, pero creo que no le alcanzaron las palabras para hacerle honor a su belleza— declaró con respeto. —Señor… yo no sabía que le hubiera dicho eso de mi— Izayoi se sonrojó visiblemente. —Él tenía razón, aparte de linda, es usted una persona de nobles sentimientos, lo veo en sus ojos— dijo el viejo. —Princesa, puede contar con mi apoyo, ya no tiene de que preocuparse. En esta aldea, usted, su hijo y sus acompañantes, podrán vivir en paz y tranquilidad— hizo un gesto afable. La joven sonrió al mismo tiempo que sus ojos se humedecían. Era la mejor noticia que había escuchado desde la tragedia de InuTaisho. —Muchas gracias, señor Kenji. — … Un mes después. La casa donde vivían era de un buen tamaño, tenía las suficientes comodidades y espacio necesario para criar a un niño. El anciano Kenji se encargó de presentarla con los demás habitantes y apoyarla en lo que necesitara para establecerse. Izayoi jamás imaginó que InuTaisho había hecho planes a futuro, asegurándose de que tuviera todo lo necesario para salir adelante. Quizás tenía pensado llevársela a otro lugar, donde ambos pudieran criar juntos a InuYasha. Lamentablemente, no pudo ser así y tal vez el señor del Oeste ya lo sabía con anticipación. Así que optó por recurrir a viejos amigos en los que podía confiar para que le hiciesen tan importante favor, ayudarla a ella y a su hijo. El viejo Kenji estaba enterado de toda la situación, sabía quién era Izayoi y quién era el bebé que sostenía en brazos. También conocía a Myoga y por él se enteró de que la princesa jamás podría regresar a su hogar, ni reclamar lo que por derecho le correspondía. Ahora sólo era una pueblerina más, con un hijo que criar y todo el futuro por delante. … En la casa del viejo Kenji. —Oye Myoga, ¿Qué tienes planeado hacer ahora que ya cumpliste con tu misión? — preguntó el anciano. —No lo sé, viejo amigo, no puedo volver al Oeste— reveló la pulga. —¿Temes que el primogénito de InuTaisho te asesine? — —Sí, la verdad es que temo por mi vida, pero más por la de la princesa y su hijo. No creo que Lord Sesshomaru nos pueda localizar aquí por el momento, pero, tarde o temprano, él volverá y tendrá que encontrarse de nuevo con InuYasha— explicó Myoga con gesto serio. —Pues, si me aceptas un consejo, yo digo que te quedes a vivir aquí. La princesa y Nori te estiman mucho, además, alguien debe contarle al cachorro acerca de su padre cuando quiera saber— recomendó Kenji. —Tienes razón, creo que esa es la mejor decisión— aceptó resignado. —¿Me sirves más té, por favor? — … En las afueras del pueblo. Izayoi caminaba por una colina, llevando a InuYasha en brazos. A lo lejos, el sol se ocultaba y las nubes se coloreaban con los últimos rayos de luz. Era un espectáculo maravilloso que le gustaba admirar. —Mira InuYasha, que lindo es el atardecer. — El bebé contemplaba el cielo y parecía entender dichas palabras, después bostezó con algo de modorra y se acurrucó en el pecho de su madre. Ella suspiró y continuó mirando el ocaso, mientras su mente remembraba los momentos más gratos que vivió con InuTaisho.

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Palacio del Oeste. —Bien, parece que la humana y su cachorro al fin encontraron dónde quedarse— dijo Irasue, mirando la imagen mostrada por la piedra Meido. Había estado vigilando a Izayoi e InuYasha sin que Sesshomaru se diera cuenta. Ella no tenía por qué darle explicaciones a su hijo, pero quería evitarse la molestia de tener que revelarle la última voluntad de su padre. Ahora sólo debía esperar un poco más de tiempo, todavía tenía un par de pendientes que tratar con la joven madre y su hijo. Realmente no le importaba lo que pudiera sucederle a cualquiera de los dos, sin embargo, debía respetar la promesa hecha a InuTaisho. Aunque no lo quisiera, el futuro de InuYasha estaba entrelazado con el de Sesshomaru. Hizo un gesto de aburrimiento, para luego levantarse y caminar al balcón. —Creo que es tiempo de dejar éste lugar y regresar a mi propio palacio. No hay necesidad de que siga aquí ahora que Sesshomaru ha tomado el poder por completo— finalizó.

***

Continuará… Voy lenta pero segura.
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