ID de la obra: 1269

La Fuerza de una Princesa

Gen
PG-13
Finalizada
0
Fandom:
Tamaño:
114 páginas, 41.772 palabras, 12 capítulos
Descripción:
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9. Encuentro Fraterno I

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Buenas noches: Aquí les traigo el capítulo 9, me tardé en corregir, pero ya quedó listo. Muchas gracias por leer y por dejarme sus comentarios, los adoro. Atención: InuYasha y todos sus personajes son propiedad de Rumiko Takahashi. Yo sólo escribí la historia por gusto y diversión.

***

Capítulo 9: Encuentro Fraterno I InuYasha estaba paralizado cuando escuchó el último estertor que escapaba del ogro, después, el silencio. El ambiente estaba viciado por el hedor de la masacre y aunque no veía nada, su instinto le decía que, el recién llegado, era un poderoso depredador que había despedazado a los monstruos que hace apenas unos momentos querían devorarlo. No sabía qué hacer. El tiempo se detuvo por un breve instante y su respiración era lo único que delataba su presencia. —¡Sal de ahí! — ordenó imperativo el autor de la matanza. El niño tragó saliva nerviosamente, aún trataba de asimilar la escena de la sangre escurriendo por el borde rocoso. No estaba seguro de qué estaba sucediendo arriba y cuando escuchó la orden, su estómago sufrió otro doloroso calambre. —¿Quieres que vaya por ti? — se volvió a escuchar la fría voz. InuYasha hizo acopio de todas sus fuerzas para no llorar. El miedo que lo invadía hacía que sus piernas temblaran al comenzar a subir. Lentamente escaló por el borde hasta alcanzar suelo firme, tenía la mirada agachada y la respiración muy inquieta. Poco a poco alzó la vista para contemplar el impactante escenario: Había sangre por todos lados y los cuerpos de los monstruos estaban despedazados e incompletos. A escasos metros, se encontraba de pie una figura antropomorfa de colores plateados, InuYasha supo de inmediato que no era humano. De pronto, se percató de algo extraño cuando captó su olor, se le hizo inexplicablemente familiar. El aura que emanaba era densa, poderosa y siniestra. No entendía cómo es que podía percibir todo eso, pero sus desarrollados sentidos le daban demasiada información y su instinto lo ponía en estresante alerta. Quizás éste nuevo demonio había eliminado a la competencia para poder atraparlo. Sus orejitas se agacharon con temor, mientras empezaba a temblar aún más. El Lord del Oeste recorrió al cachorro con la mirada de pies a cabeza, para luego caminar hacia él. Había tardado algo de tiempo, pero por fin lo encontró. Realmente nunca dejó de buscarlos, ni a él, ni a su madre, a pesar de que ahora era consciente de que no podría obtener a Colmillo de Acero si lo asesinaba. Fue mera casualidad, pues percibió el olor del mestizo unos kilómetros atrás. ¿Cómo supo que era él?, ¿Acaso había algo identificativo en el aroma que despedía? No encontró respuesta inmediata a sus dudas, solamente se apresuró a llegar hasta él. Para su sorpresa, se encontró con que unas bestias menores estaban a punto de cazarlo. Eso le irritó de sobremanera, no había estado tanto tiempo buscando al pequeño bastardo sólo para permitir que otros lo devoraran. No se contuvo cuando su látigo rebanó piel y huesos, no le importó dejar más restos mortales que en otras ocasiones, cuando sólo utilizaba un par de cortes. Quedó a escasos dos metros frente al chiquillo. El olor del miedo llegó hasta sus fosas nasales, el pequeño temblaba notoriamente. Le molestó ver sus pequeñas orejas agachadas, pero a pesar de eso siguió observándolo detenidamente. —Así que ya creciste, pequeño bastardo— pensó, al tiempo que lo miraba. —Pelo blanco, un rasgo de la familia Inugami, ojos dorados, como los de mi padre, garras afiladas, típicas de nuestra especie… ¡Y orejas caninas en la cabeza, rasgo delator del mestizaje! — gruñó con disgusto, aumentando su rencor. El niño permanecía en silencio, mirándolo con temor, tolerando el incómodo escrutinio. Estuvo a punto de retroceder hacia el abismo cuando el demonio se aproximó demasiado, pero algo lo detuvo. No parecía tener la intención de atacarlo, sin embargo, su fiera mirada le trasmitía un sentimiento de ira, ¿Por qué tenía esa sensación de familiaridad a pesar de estar en semejante situación? Sesshomaru podía sentir el odio aflorar en él. A pesar de que habían pasado cinco años desde la muerte de InuTaisho, aún sentía demasiado rencor contra Izayoi y su cría. Muy en el fondo, no sólo era la ambición por Colmillo de Acero, sino que había algo más que le irritaba. Por lo regular, los demonios no tenían sentimientos de apego tan fuertes como otras especies. Sin embargo, existía cierto cariño y aprecio debido a los lazos de sangre. Él no le había dado importancia a ese vínculo familiar, sólo se percató de ello cuando se enteró de que su padre tenía una amante humana, y fue peor cuando supo que estaba esperando un cachorro: Su medio hermano. Para un demonio de su edad, no tenía por qué significar algo importante. Sus padres estaban juntos por conveniencia y como él fue el primogénito, siempre recibió todas las atenciones y mimos por parte de ambos. Así que, cuando se enteró de la traición de InuTaisho, no solamente sintió que fue una ofensa hacia la casa del Oeste, sino que también fue una afrenta directa contra él. ¿Por qué le molestó tanto si a su madre poco le importó?, ¿Se sintió traicionado por el comportamiento de su padre?, ¿Tenía lógica reaccionar así, a pesar de que él ya casi era un adulto a punto de heredar el reino del Oeste? Sí. Muy en el fondo, esa fue la razón por la que empezó a odiar a los humanos. Porque su progenitor vio en una humana algo que no tenía su madre y cuando éste se enteró de que nacería un mestizo, toda su atención se volcó en aquella mujer y en el niño que crecía dentro de ella. Sesshomaru se sintió traicionado y ofendido cuando InuTaisho cambió su comportamiento, dejándose llevar por sentimientos humanos, olvidándose por completo de su familia. —¡Me cambiaste por éste bastardo!, ¡Abandonaste a mi madre y al reino por irte con esa mujer!, ¡Y me negaste el derecho natural de heredar a Colmillo de Acero! — pensó con furia. Su mente estaba agitada por los recuerdos y no razonó en qué momento se movió velozmente, acercándose todavía más al pequeño, atrapándolo por el cuello con brusquedad. Sus ojos enrojecieron y sus colmillos se mostraron amenazantes. El movimiento fue tan rápido, que InuYasha apenas pudo percibirlo. De pronto, la garra del demonio plateado ya lo tenía apresado, levantándolo con fuerza en el aire. Se agitó frenético por la falta de oxígeno y el pánico aumentó al ver su roja mirada. Entonces, la energía sobrenatural que desprendía, empezó a envolverlo, asfixiándolo todavía más y provocándole el terror absoluto. El niño no pudo soportarlo y comenzó a llorar desesperadamente. Sus chillidos se intensificaron cuando una de las zarpas cortó ligeramente su piel, la sangre brotó. Sesshomaru se quedó inmóvil por un segundo, un olor familiar llegó a su nariz. Hizo una mueca de disgusto antes de aceptar que había reconocido aquel aroma. Con algo de rudeza, acercó al cachorro frente a su rostro y aflojó el agarre de su mano, permitiéndole respirar. Olfateó un poco y se dio cuenta de que la indumentaria roja que vestía, emanaba el olor de InuTaisho. También se percató de la esencia metalizada de la sangre, era parecida a la de él y a la de su padre. —¡Maldita sea, a pesar de todo, hueles como él! — gruñó molesto, dejando caer al niño al suelo. InuYasha se sujetó la garganta, tratando de recuperar el aliento. —¡No me coma, por favor! — suplicó con lágrimas escurriendo por sus mejillas. El Lord parpadeó un par de veces, su mirada volvió a ser ambarina y sus colmillos se retrajeron nuevamente. Hizo un gesto de fastidio hacia el chiquillo, había estado a punto de destrozarle el cuello, pero el aroma familiar lo detuvo a tiempo. No quería reconocerlo, pero ese mestizo era su medio hermano. El lazo de sangre no mentía y Sesshomaru no podía matarlo en éste momento, a pesar de la rabia que sentía. —¡Será mejor que regreses al lado de tu madre, de lo contrario, te pasará lo mismo que a esas bestias! — le gritó. El niño se sobresaltó, pero inmediatamente se puso de pie y con torpeza, empezó a correr en dirección al bosque sin detenerse. El demonio lo observó hasta que se perdió de vista, entonces miró al cielo y soltó una larga exhalación en un intento por recuperar la serenidad. … Comenzó una lluvia ligera. InuYasha seguía avanzando rápidamente, ya no podía correr porque estaba fatigado, no obstante, el miedo lo mantenía en movimiento. De vez en cuando volteaba sobre su hombro, nadie lo seguía, pero el temor no dejaba de oprimir su pecho. Ese encuentro había sido desconcertante, el extraño demonio se le hizo familiar a pesar de que nunca lo había visto. El aroma que emanaba le recordaba un poco al olor de su vestimenta, era como si estuviera relacionado con él. Se refugió bajo una saliente rocosa y se sentó en el suelo, abrazando sus rodillas, mirando a la lejanía. Aún era de día, pero el cielo nublado daba un aspecto más tardío. —¿Quién era ese hombre?… no, él no huele como un humano— pensaba InuYasha. —Su olor es como el de las criaturas sobrenaturales… — El chiquillo sabía la diferencia entre humanos y demonios. A su corta edad, ya tenía conocimientos generales sobre varias cosas y situaciones. Su madre se había encargado de comenzar su educación desde pequeño, haciendo hincapié en temas referentes a las características que lo diferenciaban de otros niños y, sobre todo, la importancia de mantenerse alejado de cualquier criatura sobrenatural. Ahora entendía porque Izayoi y Nori le decían que nunca debía alejarse de la aldea. La lluvia disminuyó e InuYasha aprovechó para continuar su regreso al pueblo. A pesar de la distancia recorrida, sabía cómo volver. Apenas había caminado un par de minutos cuando, de pronto, un gruñido lo hizo estremecer. A escasos metros frente a él, una bestia de gran tamaño salía caminando de entre los arbustos. Tenía la apariencia de un gran lobo de color oscuro, sus ojos eran brillantes y su hocico estaba lleno de afilados colmillos. El chiquillo se petrificó ante la visión de esa criatura y su cuerpo no obedeció la orden de huida que dictaba su instinto. El cuadrúpedo empezó a caminar rápidamente hacia él y sus patas se impulsaron para saltarle encima. En ese instante, algo frenó de golpe a la bestia, la cual comenzó a gruñir con temor. Olfateó en todas direcciones, buscando algo que no veía, pero que percibía claramente. Bajó las orejas, agachándose hacia el suelo, gimiendo lastimosamente. InuYasha no entendía qué estaba pasando, pero supo que el monstruo tenía miedo cuando lo vio ocultando la cola entre las patas. Éste chilló un poco más y después se incorporó para alejarse velozmente. El niño volteó en todas direcciones, tratando de encontrar lo que había asustado al lobo, pero no había nada ni nadie. Soltó un suspiro de alivio antes de comenzar a correr de nuevo hacia el valle donde vivía. No se percató del lastimero quejido del canino cuando, no muy lejos de ahí, otra criatura le cortó el cuello, asesinándolo en el acto. —Más te vale seguir corriendo, pequeño bastardo… — pensó el demonio plateado, al tiempo que pasaba junto al cadáver. … Sesshomaru se mantenía un par de kilómetros atrás, era demasiado fácil seguir el rastro del niño sin tener que verlo. Después de tanto buscar, al fin sabría dónde se ocultaban él y su madre. En su mente bailaban muchos pensamientos con intenciones asesinas, sin embargo, reconocía que tenía cierto conflicto emocional. Anhelaba obtener la katana de su padre, pero no la conseguiría si el mestizo no la encontraba primero. Era muy pronto para pensar en eso. El mocoso estuvo a punto de morir devorado, ¿Cómo se había metido en esa situación? Era de esperarse que permaneciera con su madre, pero, al parecer, se había alejado de ella. Realmente no le hubiera importado dejarlo a merced de aquellas bestias. Pero algo lo impulsó a salvarlo y no era sólo la ambición por Colmillo de Acero. Fue una coincidencia fortuita que se encontrara en la misma ruta que él seguía para poder localizar a Izayoi. Dado que, de Myoga sólo pudo obtener una intolerable respuesta que le negaba la codiciada espada, no le quedó más remedio que torturar a un par de informantes de la pulga. Obtuvo algunas pistas que apuntaban al territorio Norte, no muy lejos de la frontera. Con esta información comenzó a buscar, preguntando a otras criaturas, que sumisamente le revelaron la ubicación de varios asentamientos humanos. Lo demás fue fácil, el viento lleva y trae información y él tenía muy presente el rastro de la humana y del mestizo. … Ya había oscurecido por completo cuando InuYasha llegó a la aldea. Después de saltar al árbol y luego al interior del patio, escuchó a su madre sollozar. —Mami… — dijo con voz baja. Inmediatamente Izayoi alzó la vista, estaba sentada en el porche junto con Nori y Myoga. Todos tenían un gesto de preocupación que desapareció al escucharlo llegar. —¡InuYasha, has vuelto! — habló emocionada, acercándose para abrazarlo. —Gracias al cielo, que bueno que estás bien— comentó Nori con una sonrisa. Myoga se acercó saltando y se colocó en el hombro de la princesa. Estaba a punto de saludarlo también cuando, se percató de algo estremecedor. Su gesto palideció al percibir el aura de Sesshomaru envolviendo al niño. No dijo nada, solamente pasó saliva nerviosamente al tiempo que le sonreía. Las mujeres no podían sentir la sobrenatural energía. —¿Dónde estabas hijo?, ¿Te encuentras bien? — preguntó la joven al ver las marcas en el rostro del niño. —Yo… lo siento, no quise hacerte llorar, perdóname mami— fue lo que contestó, agachando el rostro. —Hijo, perdóname tú a mí, no he sido del todo sincera contigo. Tenemos que hablar, sé que tienes muchas preguntas— dijo, limpiándose las lágrimas. —Tengo sueño— bostezó y se frotó los ojos. Izayoi sonrió, así que lo tomó de la mano y lo llevó dentro de la casa, necesitaba un baño, comer algo y descansar. El día de mañana aclararían todas las dudas con una larga plática. … La noche avanzó. Desde una colina, Sesshomaru observaba con gesto siniestro la villa. Entonces, su oído percibió un leve sonido. Con lentitud, ladeó el rostro en dirección de donde provenía. —Sé que estás ahí… Myoga— se expresó impasible. De entre unos matorrales, apareció el pequeño demonio pulga, su gesto era temeroso y serio al mismo tiempo. Caminó un poco y después saltó sobre un viejo tronco cercano al Lord. —Señor Sesshomaru… por fin nos encontró— habló respetuoso. El miedo lo invadía, pero tenía que encarar la situación. Tan pronto como detectó el aroma en la ropa del cachorro, supo inmediatamente que el demonio plateado había llegado para cumplir su promesa de muerte. A pesar de ello, quería saber por qué no asesinó al niño desde antes. —Sabes a qué he venido, ¿No es cierto? — preguntó, mirándolo con gesto altivo. —¿Aún insiste en ello, señor?, ¿A pesar de que no obtendrá lo que busca? — respondió la pulga. —Me bastará con matar a la humana por ahora— dijo con frialdad. —Señor, ¿Puedo preguntar por qué no mató al pequeño? — se atrevió a cuestionar otra vez. El demonio afiló su mirada y gruñó ligeramente. —Así que te diste cuenta… — —Sí, el niño estaba impregnado con su energía sobrenatural y tenía marcas en el cuello— explicó Myoga. —Se supone que una madre siempre vigila a su cachorro todo el tiempo, entonces, ¿Por qué el bastardo estuvo a punto de ser devorado por las bestias del bosque? — inquirió burlón. La pulga tragó saliva, esa información era tenebrosa. Cuando se enteró de que InuYasha había huido después de discutir con su madre, él salió a buscarlo por largo rato con ayuda de un cuervo. Pero no logró encontrarlo y temió por su vida, ya que había huido en dirección a la frontera, donde a veces hay varias criaturas merodeando en el bosque. Nunca se imaginó que hubiera estado en semejante peligro, pero sin duda, lo más desconcertante de todo, era enterarse de que había sido salvado por el mismísimo Sesshomaru. —El niño… está pasando por una etapa difícil— murmuró el pequeño demonio. —Dile a su madre que he venido y adviértele que no trate de huir, de lo contrario, los asesinaré antes de que se den cuenta— amenazó, para luego darse la vuelta y caminar en dirección del bosque. El sirviente hizo una ligera reverencia, limpiando el sudor de su frente y tratando de controlar sus nervios. Ahora no podrían hacer nada, estaban a merced del señor del Oeste. … Más tarde. —¡No es posible! — se quejó lastimosamente Izayoi. —¡Ha venido a matarnos! — secundó Nori asustada. Myoga estaba frente a las dos mujeres. Tan pronto regresó a la casa, les contó sobre la presencia del Lord y lo que, al parecer, había sucedido con InuYasha. —Esa es su intención, pero hay algo extraño en su comportamiento— explicó la pulga. —En otros tiempos, no hubiera dejado vivo al niño y más en la situación en la que lo encontró. Tampoco se habría tomado el tiempo de observarnos desde las sombras, simplemente, hubiera llegado al pueblo y comenzado a arrasar con todo, hasta encontrarnos. — —¿Qué quieres decir Myoga? — preguntó la joven madre, apretándose nerviosa los dedos de las manos. —¿Qué vamos a hacer?, si a final de cuentas lo que desea es mi vida y la de mi hijo. — —Princesa, como ya le había dicho, el señor Sesshomaru anhela el poder de Colmillo de Acero y para eso, necesita a InuYasha. La posibilidad que queda es… que sólo desee matarnos a nosotros— respondió con gesto sombrío. Ambas mujeres se voltearon a ver y bajaron las miradas con angustia. La situación era tan desesperada, que sólo podían rogar por un milagro, el cual, no llegaría. … Amaneció. InuYasha despertó con algo de modorra. Se tocó la cara y el cuello, dándose cuenta de que ya no le dolía, su curación acelerada había sanado los golpes. Entonces, la puerta del cuarto se abrió y entró su madre. —Buenos días mami— saludó alegre, aunque rápidamente notó la cara afligida de ella. —¿Por qué estás triste?, es por mi culpa, ¿Verdad? — —No hijo… escúchame, tengo algo que decirte— declaró la mujer con lentitud, hizo una pausa para respirar profundamente y después soltar el aire, intentando darse valor. —Pero antes, necesito que me platiques lo sucedido en el bosque y a quién encontraste ahí. — El niño agachó las orejas, aún sentía temor al recordar la terrible persecución. —Por favor hijo, es muy importante que me digas todo— suplicó la princesa. El pequeño asintió y comenzó a darle todos los detalles que podía recordar, narrando lo acontecido y tratando de expresarse lo mejor que podía. La mujer escuchó en silencio, intentando controlar sus reacciones. Su pequeño había estado en peligro y ella no pudo protegerlo. Al final, su gesto cambió a una expresión de pánico, al escuchar que el demonio plateado lo había salvado y, lo peor, fue cuando su hijo le confesó que su olor le resultaba extrañamente familiar. —Hijo, gracias por decirme todo, no sabes lo agradecida que estoy de que no te pasara algo más grave— comentó la joven, abrazándolo. —Mami… yo pensé que ese demonio también quería comerme— dijo InuYasha. —Escucha con atención lo que voy a decirte— lo interrumpió, tomándolo de los hombros y apartándolo un poco para verlo a la cara. —Tú eres mi hijo y eres mitad humano por eso, tu padre fue el gran InuTaisho, un poderoso demonio, así que también eres mitad Inugami. Tu linaje es noble porque yo fui la princesa de mis tierras y tu padre era el gran señor de Occidente. — —¿Inugami? — preguntó. —Así es InuYasha, por esto mismo, tu naturaleza es híbrida y se manifiesta en las habilidades que has ido desarrollando desde pequeño— hizo una pausa para tomar aire. —Hijo, tú eres lo más importante para mí, perdóname por haberte ocultado la verdad— se sinceró. El chiquillo la miraba con gesto sorprendido y confuso al mismo tiempo. Ya entendía que era diferente a los demás niños desde hace mucho, pero ahora que su madre le aclaraba las cosas, no sabía cómo digerir la revelación. Era demasiado para alguien de su edad. —¿Mi papá era una bestia? — volvió a cuestionar preocupado. —¡No, jamás digas eso!, una bestia es un ser irracional y agresivo que daña a los que están a su alrededor. Tu padre era un poderoso demonio de alto rango entre las criaturas sobrenaturales, todos lo respetaban y lo seguían. Él era un valiente guerrero y noble soberano, ¡Nunca te sientas avergonzado de tu linaje! — contestó Izayoi con firmeza. InuYasha permaneció en silencio, mirándola sin saber cómo expresar sus agitadas emociones. —Hay algo más que debes saber— volvió a hablar la mujer. —Ese demonio que te salvó de los monstruos y que se te hace extrañamente familiar… es tu… medio hermano— dijo despacio. —¿Medio hermano? — repitió el niño, sorprendido. —Sí InuYasha… su nombre es Sesshomaru y… también es hijo de InuTaisho— se expresó con dificultad. Le costó trabajo revelarle dicha información, pero era fundamental que lo supiera, dado el peligro que se avecinaba. —Entonces él… por qué… yo no entiendo— intentó expresarse el niño. —Mami, ¿Él está enojado conmigo? — —¡Él nos odia! — su voz reveló temor e inquietud. —¡Sesshomaru odia a los humanos, odia a los mestizos y nos aborrece porque tu padre decidió formar una familia con nosotros!… hijo, debes mantenerte alejado de tu medio hermano, de lo contrario, te matará… — El rostro de la princesa reflejaba tristeza y preocupación. El cachorro guardó silencio un momento, asimilando sus palabras. —¿Por qué nos odia?, ¿Hicimos algo malo? — otra pregunta inocente. Izayoi sintió dolor en la garganta al tratar de controlar el nudo que se formaba. ¿Cómo explicarle a un niño todo lo que implicaba una situación como la que vivió ella con InuTaisho? No podía hacerlo, no por ahora. —InuYasha… esa respuesta no la entenderías en éste momento, todavía eres un niño. Cuando seas mayor, comprenderás lo que te estoy diciendo ahora— finalizó. El niño no dijo nada, solamente asintió con la cabeza y la abrazó. … El día continuó con normalidad, excepto para ambas mujeres. La zozobra que sentían era demasiada, desconocían en qué momento aparecería el demonio, no sabían si ese era su último día de vida. Myoga estaba sobre el techo de la casa, vigilando, él se daría cuenta de su llegada. La idea de escapar era inútil y tampoco querían provocar pánico en el pueblo al avisarle al viejo Kenji, ¿Qué podrían hacer unos cuantos humanos contra el señor del Oeste? … Llegó el ocaso y después la noche, ahora sólo quedaba esperar. El viento soplaba con cierta fuerza y al pasar por las copas de los árboles, se escuchaba un funesto silbido. Nerviosas, ambas mujeres permanecían en la estancia ante la pequeña fogata, bebiendo un poco de té. InuYasha dormía en su habitación, ajeno al peligro que los acechaba. De pronto, entró Myoga por la ventana semi abierta. Lo miraron con gesto de temor, esperando malas noticias. —No está aquí, no sé dónde se encuentra, pero no ha abandonado el valle— dijo, sin mucho ánimo. —Probablemente quiera atormentarnos antes de asesinarnos— indicó Nori. Izayoi solamente bajó la mirada. —Esto es terrible… InuTaisho, protégenos por favor— pensó para sí misma. Extrañamente, el tiempo siguió pasando y no hubo señales del demonio. El nuevo amanecer llegó.

***

Continuará… Nos vamos aproximando al final.
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