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Capítulo 10: Encuentro Fraterno II Pasaron tres días desde que supieron de la llegada de Sesshomaru. Desconocían dónde estaba y no comprendían porque no los había asesinado aún. Myoga recorrió los alrededores del pueblo y el resto del valle. Sabía que el Lord estaba ahí, pero no entendía su motivo de permanecer entre las sombras, como si estuviera esperando algo. InuYasha ya estaba más tranquilo, aunque todavía tenía pesadillas por las noches. Él podía notar que su madre y Nori parecían desveladas y preocupadas. Sin embargo, no prestó más atención, ya que el regreso de Imari y Kazumi, lo alegró bastante. Izayoi se mostró muy renuente cuando los niños quisieron ir a jugar en el río, pero no le comentó nada a Kazumi, a pesar del peligro. Así que, tratando de mantenerse tranquila, acompañó a la otra mujer para recoger algunas nueces y plantas mientras vigilaban a sus respectivos hijos. —¿Qué sucede Izayoi?, te veo muy estresada— preguntó Kazumi. —Estoy bien… no te preocupes, es sólo que me he sentido un poco mal estos días, ya pasará— respondió con media sonrisa. Kazumi aceptó la contestación y siguieron juntando las nueces tiradas. A escasos metros, había algunos arbustos y unos troncos caídos, que formaban un espacio de juego para los niños. Éstos se encontraban trepando y bajando alegremente, al tiempo que platicaban entre ellos. —¿Entonces tu abuela te regaló estos dulces? — inquirió InuYasha. —Sí, ella los prepara y los vende en la feria del pueblo donde vive, ¿Quieres otro? — la niña le ofreció más caramelos. —¡Claro que sí, son deliciosos! — respondió él, llenándose la boca. —¿Te aburriste estos días o jugaste con los otros niños? — quiso saber Imari. —Pues la verdad… pasaron cosas muy raras— explicó, haciendo un gesto de contar un secreto en voz baja con la clara intención de que sus madres no escucharan. —Primero, unas extrañas personas llegaron al pueblo y me llamaron niño bestia. — —¿Bestia?, pero que groseros, mi mamá dice que jamás se debe juzgar a alguien por su apariencia— declaró la pequeña con determinación. —¿Y después qué pasó? — —Yo me sentí muy triste, porque mi mamá lloró cuando me dijeron eso— hizo una pausa meditabunda. —Ahora entiendo que ellos me insultaron, pero también sé que no debo hacerles caso a las personas ignorantes. — —Mi mami dijo que tú eres un niño mitad demonio, pero que eso no tenía nada de malo— comentó Imari con una sonrisa. InuYasha le correspondió con el mismo gesto. —Gracias Imari, gracias por ser… mi hermana— dijo con timidez. La pequeña se acercó a su oreja y susurró en voz baja. —De nada, a mí también me gusta tenerte como hermano, pero no le digas a mi mami que te lo dije— se expresó con otra sonrisa. —Tengo una hermana… y un medio hermano— meditó por un instante. —Debo decirte otra cosa— su voz disminuyó aún más. —¿Qué sucede InuYasha? — cuestionó preocupada la niña al ver su gesto. —El otro día… me escapé de casa, estaba enojado con mi mamá— empezó a contar. —Me alejé mucho y unos monstruos quisieron comerme… alguien me salvó… yo se lo conté y ella dijo que él era mi medio hermano. — Imari parpadeó sorprendida un par de veces antes de contestar. —¿Tu medio hermano?, lo dices como si él fuera… — pausó sus palabras al ver su mueca de aprensión. —Es un demonio… mi medio hermano es un demonio adulto… sus ojos me dan miedo… sus colmillos son enormes… — se quedó en silencio. —¿Él te salvó? — cuestionó la niña. —Sí… pero después quiso lastimarme con sus garras— murmuró y sus orejas se agacharon. —No entiendo por qué nos odia, mi mamá no me lo dijo. — La niña se acercó y lo abrazó. —Yo te quiero mucho InuYasha, no importa que tu medio hermano no te quiera. — —Tengo miedo, él está cerca, no le he dicho nada a mi mamá ni a Nori, pero sé que está en el bosque… nos vigila— confesó temeroso. … No muy lejos de ahí, unos ojos ambarinos observaban impasibles. Era cierto, el Lord del Oeste había estado rondando el lugar. Parecía no decidirse por una acción concreta respecto a Izayoi y su familia. —Si mato al bastardo, nunca obtendré a Colmillo de Acero, si elimino a su madre, ¿Podrá sobrevivir? — meditaba para sí mismo. —Es un cachorro tan inútil, que será devorado a la más mínima oportunidad. — Bufó con molestia, adentrándose al bosque nuevamente. —Debo tomar una decisión antes de regresar. — … Llegó la noche y todos en la casa ya dormían. InuYasha se removía intranquilo entre las mantas. Comenzó a agitarse y de pronto, despertó alterado, debido a una pesadilla. Se levantó con lentitud y salió de la habitación para ir a la cocina. Después de tomar un poco de agua se dirigió hacia el porche. No sabía si era un sueño, pero tuvo la impresión de que lo llamaban desde el patio. Había luna llena y todo el jardín estaba iluminado. Caminó rumbo al cenotafio de su padre y, de pronto, distinguió una extraña figura frente al monumento. Se frotó los ojos para enfocar nuevamente y su corazón dio un vuelco al ver de quién se trataba. —No se te ocurra gritar, porque te cortaré el cuello antes de que hagas el primer sonido— amenazó el visitante con gélida voz. InuYasha se quedó inmóvil en medio del jardín. Frente a él, estaba Sesshomaru, dándole la espalda mientras miraba las inscripciones en la tumba. —¿Sabías que él murió por tu culpa y la de tu madre? — preguntó sin voltear. El niño trató de pronunciar una palabra, pero su garganta no le ayudó. De repente, quiso correr cuando el demonio volteó y empezó a caminar hacia él. Sus piernas no respondieron y sus pequeñas orejas se agacharon por el pánico que lo invadió. Sus manos se aferraron a los costados de su ropa, apretándola con fuerza. No podía reaccionar más allá de esa simple acción. Sesshomaru se aproximó hasta quedar frente al cachorro y se agachó a su altura. Era consciente del tremendo shock emocional que le estaba provocando y sabía que en cualquier momento comenzaría a llorar. —No voy a lastimarte, así que deja de temblar, me asquea el hedor de tu miedo— habló seriamente, mirándolo directo a los ojos. El niño seguía temblando, pero su gesto comenzó a cambiar cuando el demonio lo miró fijamente. Gran diferencia entre las tonalidades ámbar y dorada. Una era fría y amenazante, la otra era inocente y temerosa. InuYasha pasó saliva y sintió que ya podía hablar. Lo hizo en voz baja y despacio. —Yo… no hice… nada malo… — Sesshomaru alzó ligeramente una ceja antes de contestar. —Tienes razón, tu madre fue la culpable y tú sólo eres una consecuencia de dicho error. — —No entiendo de qué habla… señor. — —Me imagino que ya sabes quién soy— habló de nuevo, sin cambiar la frialdad de su tono. InuYasha no respondió, solamente agachó la cabeza y sus orejas se escondieron aún más. Entonces, oyó un gruñido amenazador. —¿Sabes lo que es un bastardo? — la pregunta fue cruel por parte del Lord. —No… ¿Es algo malo? — dijo inocentemente el niño, a pesar del miedo. La mano de Sesshomaru se acercó despacio al mentón del chiquillo y una de sus garras punzó por debajo, obligándolo a levantar el rostro. —Un bastardo, es alguien que no tiene un apellido familiar que lo respalde— explicó burlón. —Los hijos nacidos fuera de un matrimonio, son ilegítimos y se les llama bastardos… eso eres tú. — El niño no dijo nada, su mente parecía razonar las palabras, buscando la mejor manera de asimilarlas. Intentaba no dejarse lastimar de nuevo, como en aquella ocasión, con las burlas de los prejuiciosos nobles. —Mi mamá dijo que no importaba lo que dijeran respecto a mi linaje… ¡Ella dijo que me sintiera orgulloso de ser hijo del gran señor del Oeste!, ¡Él murió protegiéndonos, él amaba a mi madre y a mí! — respondió con valor, encarando a Sesshomaru sin darse cuenta. La mirada del demonio se afiló y gruñó de nuevo, enseñando ligeramente los colmillos. Le había irritado la temeraria contestación. —Así que tienes el valor para desafiarme, estúpido mestizo— masculló, al mismo tiempo que lo apresaba por el cuello. InuYasha se agitó y sus pequeñas garras trataron de arañar el brazo de Sesshomaru, quien tenía una mueca cercana a una sonrisa siniestra. El niño comenzó a respirar entrecortado por la presión sobre su garganta, no podía hablar ni gritar. El pánico creció de nuevo cuando el demonio acercó su rostro. —¿Sabes que podría matarte en éste mismo instante?, tu madre no se daría cuenta hasta mañana— amenazó, deleitándose con el temor reflejado en las pupilas del niño. —O, mejor aún, ¿Quieres verla morir? — El chiquillo se sacudió con más fuerza, sintiendo sus ojos al borde del llanto una vez más. Entonces, notó que la garra disminuía la presión hasta liberarlo. Sesshomaru desvió su mirada hacia la casa, se puso de pie con calma y luego se encaminó hacia ella. InuYasha sintió que el estómago se le constreñía dolorosamente. No fue consciente de lo que hacía, sólo corrió, para después interponerse en el camino del demonio. —¡No, no te dejaré que lo hagas! — gritó, a pesar de su evidente pánico. El Lord se detuvo, hizo un gesto de leve sorpresa y después sonrió abiertamente. —Al menos demuestras que tienes sangre de Inugami, pequeño bastardo. — Jamás esperó dicha reacción por parte del niño y, más que molestarle, se le hizo divertida. Evidentemente, el pequeño no comprendía el peligro al que se exponía, pero debía reconocer que estaba demostrando valor. Así que, por fin tomó una decisión, cambiando el rumbo de sus pasos para alejarse de la casa. Antes de comenzar a elevarse, sentenció. —Esto no ha terminado, nos volveremos a ver. — Posteriormente, se alejó hasta perderse en la noche. InuYasha cayó de rodillas, respirando agitadamente. Su corazón estaba acelerado y un sudor frío le recorría la espalda. A pesar de su corta edad, ya tenía muy grabado en la mente lo que era coquetear con la muerte. Tal vez no alcanzaba a entender el odio de aquel demonio, pero sabía que lo volvería a ver y estaba seguro de que esto, apenas era el comienzo de algo más grande. —¡Pequeño InuYasha, ¿Te encuentras bien?! — alguien preguntó a sus espaldas. —Myoga… te diste cuenta, ¿Verdad? — El demonio pulga asintió, estaba sentado en el porche con gesto adormilado. Había permanecido los últimos tres días sin dormir, vigilando la llegada de Sesshomaru. Pero el cansancio fue demasiado y se quedó dormido sobre el techo, sin darse cuenta de la presencia del Lord. Para cuando abrió los ojos, solamente pudo ver la figura plateada alejándose en el cielo. Se asustó demasiado, pensando lo peor, hasta que vio a InuYasha en el patio, quien permanecía ileso. Tampoco había señales que delataran alguna agresión hacia las mujeres, lo que le hizo suspirar de alivio. —¿Qué sucedió?, ¿Qué fue lo que te dijo? — cuestionó el pequeño sirviente. —Me dijo que era un bastardo y quiso ahorcarme, después caminó hacia la casa para lastimar a mi mamá… yo me interpuse— explicó. —Por lo que veo, al final se arrepintió— dijo la pulga. —No entiendo su comportamiento, señor Sesshomaru— pensó con inquietud. —Él dijo que volverá— aclaró InuYasha preocupado. —Será mejor que entremos y trates de calmarte, no despiertes a tu madre, mañana se lo diremos— finalizó Myoga. … Un nuevo día llegó. Las dos mujeres tenían el rostro pálido después de escuchar las palabras del niño. —Mami… ¿Estás enojada conmigo? — cuestionó. —No hijo… no estoy enojada, al contrario, estoy muy orgullosa de que lo enfrentaras y que le demostraras tu valor, sin embargo, no lo vuelvas a hacer, no quiero que provoques su ira— habló Izayoi, acercándose y abrazándolo. —No sabemos cuáles son sus intenciones, pero sé que, a ti, no te lastimará por el momento. — —¡No dejaré que te haga daño! — dijo de pronto el chiquillo. —¡No quiero que lastime a nadie! — —Eres muy valiente pequeño, pero ese demonio no se tentará el corazón, lleva persiguiéndonos desde que naciste— reveló Nori con gesto triste. —¿Y si nos vamos lejos de aquí? — inquirió de nuevo InuYasha. —No tiene caso hacer eso— intervino Myoga, quien había estado sentado en el borde de la ventana. —He estado pensando que el comportamiento del señor Sesshomaru no es común. No sé qué pasa por su mente, pero no creo que intente algo en contra de nosotros. — —¿Por qué estás tan seguro? — interrogó Izayoi. —Princesa, yo viví muchas décadas con la familia del Oeste, conozco el comportamiento de sus integrantes y puedo decir que el nuevo Lord, está actuando de forma extraña— expuso con calma, saltando hacia donde estaban sentados los demás. —El primogénito de InuTaisho tiene otros planes, seguro que no son buenas noticias para nosotros, pero, sea lo que sea, no lo hará hoy ni mañana… él simplemente esperará. — —¡Esperará lo que sea necesario para arrebatarle su herencia a mi hijo! — exclamó Izayoi con frustración. —Mientras no sepa sobre la perla negra, InuYasha estará a salvo— terció Nori, tratando de calmar a la joven. —Ya no se mortifique princesa, Myoga tiene razón, yo también creo que, si ese demonio quisiera matarnos, lo habría hecho desde el momento en que halló al niño en el bosque. — La pulga asintió, confirmando las palabras de la nana. —Sólo nos queda esperar y seguir protegiendo a InuYasha hasta donde podamos hacerlo— finalizó. El mestizo únicamente escuchaba sin decir nada. Su mundo acababa de ampliarse con situaciones complejas, que un niño no debería enfrentar a tan corta edad. Comprendió que su vida, de ahora en adelante, estaría encadenada al impredecible comportamiento de su medio hermano. … Dos días después. Izayoi caminaba pensativa. Buscaba hongos en el bosque aledaño y debía tener cuidado de recoger los correctos. Desafortunadamente, Nori no pudo acompañarla, porque estaba en el comité encargado de organizar la fiesta anual del pueblo. En cuanto a su hijo, éste se encontraba en la casa de Kazumi, jugando con Imari. No se percató de que unos ojos la observaban desde las sombras. —Creo que estos serán suficientes, pero le diré a Nori que los revise por si acaso— dijo, tomando las últimas trufas. De repente, su instinto la alertó, percibiendo una presencia a sus espaldas. Cuando giró despacio, su rostro se deformó por el miedo, soltando su canasta sin querer. Sesshomaru estaba frente a ella, imponente y tenebroso. Su afilada mirada se clavó en los ojos de la joven y una oscura intención se reflejó en las pupilas ambarinas. Izayoi retrocedió unos pasos y luego cayó al suelo sin siquiera notarlo. Su mente estaba más ocupada tratando de hacer que huyera de inmediato. Las palabras emergieron suplicantes. —¡Por favor, no lo haga!, ¡Es sólo un niño!, ¡Dele una oportunidad, por favor! — suplicó. —¡Silencio! — ordenó el demonio. —No voy a matar a tu cría… pero tú tomarás su lugar— sentenció con filo en la voz. Dio un paso hacia ella, levantando el brazo y flexionando las garras en posición de ataque. La mente de la joven se quedó en blanco con una sola idea: Protege a tu hijo. —¡Si haciendo esto, evito que lo lastime, hágalo entonces! — declaró con firmeza, al mismo tiempo que una lágrima recorría su mejilla. Sólo una madre sería capaz de hacer un sacrificio tan grande por un hijo. Izayoi sabía que de esta manera le daba una oportunidad a InuYasha, aunque lo dejara solo. Sesshomaru hizo un imperceptible gesto de sorpresa cuando observó a la mujer ponerse de pie frente a él. Ella cerró los ojos y sus brazos cayeron a los costados, simplemente esperando el golpe mortal. Estaba dispuesta a dar la vida por su hijo, dejándoselo muy en claro. El Lord hizo una mueca de desprecio y tensó las garras. Una pausa. De pronto, entornó la mirada y comenzó a olfatear el aire. Bajó despacio su mano, mientras daba un paso más hacia la mujer. Su sobrenatural olfato le reveló una inesperada información. La princesa temblaba, presintiendo que en cualquier momento llegaría el dolor mortal que le arrebataría la vida. Un par de lentos segundos y el silencio fue lo que notó. Apretó los párpados, esperando un instante más, pero nada sucedió. Con miedo, abrió los ojos, sólo para encontrarse con el frío rostro del demonio, quien ahora la observaba con gesto inexpresivo. Sus garras ya no la amenazaban… ¿Qué lo detuvo? —Malditos humanos… son tan frágiles. — Aquellas fueron las últimas palabras que dijo Sesshomaru antes de darle la espalda y caminar hacia la oscuridad forestal. La joven se quedó atónita y sus piernas no pudieron sostenerla por más tiempo. Cayó al suelo de nuevo, sintiendo como el corazón golpeaba sin control su agitado pecho. Su respiración era irregular y el nudo en la garganta no desaparecía. Intentaba comprender qué había sucedido, pues estaba segura de que moriría hace tan sólo un momento. Pasaron algunos minutos, hasta que por fin recuperó un poco la serenidad. Se levantó, tomó su canasta y los hongos que habían caído al suelo. Dio un vistazo rápido a los árboles por donde se fue el demonio y después empezó a correr de regreso a su casa. … En los límites del bosque, el Lord del Oeste caminaba pensativo antes de iniciar el regreso a su territorio. —Tan frágiles… esa humana morirá pronto— pensó con indiferencia. … Izayoi llegó a su hogar, agitada todavía. De inmediato se dirigió a la cocina en busca de agua para tratar de calmarse. —¿Sucede algo princesa? — cuestionó Myoga, quien entraba en ese momento después de oírla llegar. —¡El primogénito de InuTaisho quiso asesinarme! — reveló nerviosa, bebiendo agua despacio. —¡No puede ser, ¿Qué sucedió?, ¿Está usted bien?! — preguntó asustado. —No puedo explicarlo… yo estaba dispuesta a sacrificarme por InuYasha… él tenía sus garras apuntando hacia mi cuello y después— otro trago e hizo una pausa. —Escuché que olfateaba cerca de mí y cuando abrí los ojos, me observaba con seriedad… luego dijo que los humanos somos muy frágiles. — La pulga no entendió esas palabras, pero se quedó pensando en la extraña conducta de Sesshomaru. —Princesa, no sé qué decirle, pero debemos agradecer que no la lastimó. — En ese momento, se escucharon las risas de InuYasha y Nori, quienes regresaban a casa. —No digas nada Myoga, por favor— pidió Izayoi. La pulga asintió y se alejó, brincando por la ventana, tenía que averiguar el porqué de aquellas palabras. —¡Mira mami, lo que me regaló Imari! — se expresó emocionado el niño, mostrándole una caracola de hermosos colores azulados. —¡Se escucha el mar dentro de ella! — —Que linda es, que bonito detalle por parte de ella— sonrió la joven. —Princesa, consiguió suficientes hongos por lo que veo— habló Nori, revisando la canasta. —Así es, pero debes explicarme de nuevo cómo diferenciarlos, porque aún me confundo. — La plática continuó dentro de la cocina, distrayendo a Izayoi y olvidándose poco a poco del mal rato. … Esa misma noche. Myoga estaba sentado en el techo, meditando con los ojos cerrados. —La princesa dijo que el señor Sesshomaru olfateó cerca de ella, ¿Por qué haría eso?, ¿Por qué un demonio olfatearía a un humano?, ¿Algo llamó su atención?… dijo que los humanos son frágiles, eso quiere decir que detectó debilidad en ella. Fragilidad y debilidad, eso es obvio, los humanos son una especie vulnerable en comparación con las criaturas sobrenaturales— siguió cavilando. Entonces abrió los ojos y se puso de pie. —Tendré que hacerlo, es la única manera en que puedo saber más— dijo con firmeza. Momentos después, se encontraba en la habitación de Izayoi. Con sutileza, se acercó a su pie, el cual permanecía descubierto. Teniendo cuidado de no despertarla, empezó a alimentarse de su sangre. Sólo fue un poco, lo necesario para no dejar una marca visible. Entonces salió por la ventana y se dirigió de nuevo al techo. Se sentó a esperar la reacción de su cuerpo. Siendo un demonio pulga, tenía la capacidad de descubrir algunas cosas cuando tomaba sangre de otras criaturas. No había bebido de Izayoi desde hace un par de años, prefería hacerlo de InuYasha, dado que tenía sangre de Inugami. Y como lo hacía una vez a la semana, al niño le era indiferente. De pronto, abrió los ojos cuando terribles náuseas invadieron su garganta. Comenzó a vomitar la sangre recién ingerida y las contracciones de su estómago se volvieron dolorosas. Se atragantó unos segundos más, hasta que dejó escapar la última gota. Limpió las comisuras de su boca, al mismo tiempo que hacía una mueca de angustia. —¡No puede ser, la princesa… está enferma! — pensó con desesperación.***
Continuará… Gracias de antemano por sus comentarios y su tiempo de lectura.