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DIANA
Capítulo 1: Demonio Rojo Ha pasado medio año desde que Diana escapó de Sesshomaru gracias a la demonesa de fríos ojos ámbar. Le hubiera gustado conocer su nombre, pero no tuvo tiempo de preguntárselo, ya que la elegante dama la apresuró a marcharse rápido a través de la cueva de la Luna. El demonio de Occidente quería mantenerla presa en sus dominios. Al menos esa era su intención antes de que Irasue intercediera, llevándosela con ella y liberándola del control de su sangre. Sin su intervención, probablemente la joven seguiría como concubina, o quizás en un caso muy remoto, él la habría liberado con la sentencia de regresar cada vez que se le antojara. Pero, teniendo en cuenta el último comportamiento de su bestia interna, esto hubiera sido poco probable. La criatura la quería de forma permanente en su lecho. Afortunadamente, esa situación quedó en el pasado y ahora continuaba con su vida de manera común, monótona y quizás a veces, aburrida. El único detalle extraño, era el hecho de percibir de vez en cuando a las criaturas sobrenaturales, a través de la cicatriz violeta en su hombro derecho. Al principio no quiso creerlo, pero terminó haciéndose a la idea de que algunos demonios caminaban entre los humanos con un falso aspecto. Estos encuentros sólo han pasado unas cinco veces desde que dejó Japón. Aquellas misteriosas criaturas disfrazadas se alejan de inmediato cuando ven a Diana o, mejor dicho, cuando perciben la marca que porta. No es que realmente a ella le importe reconocerlos en el tiempo actual, le son indiferentes mientras no se le acerquen. No obstante, en los últimos meses ha estado encontrándose con uno de ellos frecuentemente. El Inugami pelirrojo, con el cual tropezó en la plaza comercial, había estado presente en otros puntos de la ciudad, por donde coincidentemente Diana pasaba seguido. Ella se preguntaba por qué no se alejaba como los otros, ya que obviamente podía percibir la marca también. Lo único que hacia el atractivo demonio era mirarla y sonreírle de forma enigmática, como si estuviera rondándola. A decir verdad, le gustaría saber qué pasaba por su cabeza. Tal vez tenía curiosidad por conocer lo qué había sido de ella después de ese encuentro en el bosque del Oeste, y más todavía al encontrarla en la actualidad. Pero también era inevitable el querer eludirlo y alejarse de su presencia. Es decir, después de lo acontecido con Sesshomaru, Diana se había vuelto algo recelosa de los hombres sin importar la especie. No es que hubiera quedado traumada por lo acontecido, pero tampoco tenía la intención de convivir con alguien en un corto plazo. Su vida continuaba sin sobresaltos nocturnos, ya que desde hace cuatro meses había dejado de tener evocaciones eróticas con el demonio plateado. Se podría decir que ya se había librado completamente de él. Curiosamente, el deseo carnal de Diana había vuelto a la normalidad como el de cualquier otra mujer, a pesar de lo estresante que fue su última aventura. A veces por las noches se consentía a sí misma con sus propias caricias y fantasías, procurando no pensar en el señor del Oeste. En ocasiones fallaba y era inevitable recordar algunos encuentros con el Inugami. Para su fortuna, todo quedaba en imaginaciones, sin tener que preocuparse por invocarlo accidentalmente. Pero los instintos son los instintos, y aunque los humanos los controlen, es inevitable querer saciarlos de vez en cuando. La mujer lo sabía y a pesar de poder auto complacerse, también deseaba tener un encuentro ocasional con algún amante de una sola noche. Ella no quería iniciar una relación con nadie, no por el momento, ya que no tenía cabeza para ello. Sólo anhelaba tener algo de diversión por un rato. … Caminaba distraída por la acera cuando sus divagaciones se vieron interrumpidas de forma abrupta. Al otro lado de la calle vio un rostro familiar. El guapo Inugami pelirrojo iba saliendo de un edificio. Claramente pudo ver como alzaba el rostro y hacía un ademán de olfatear el aire. De inmediato volteó a verla, sabiendo exactamente dónde estaba parada. Ella se puso nerviosa y comenzó a alejarse en sentido contrario. La cicatriz en su hombro pulsó levemente, indicándole que el demonio la estaba siguiendo. Aceleró el paso y dobló en la esquina, dirigiéndose hacia un parque al otro lado de la calle. De pronto, escuchó una voz que le erizó el cabello de la nuca por su inexplicable cercanía. —No tienes porqué huir, no pienso hacerte daño. — Ella casi brincó del susto, el Inugami ya se encontraba a sus espaldas. Se giró rápidamente y retrocedió unos pasos, tratando de no evidenciar su sobresalto. Estaba claro que él se desplazó con su celeridad sobrenatural y lo que más la desconcertaba, era que ninguna de las personas que caminaban por la calle se percató de ello. —¿Q-Que quieres? — preguntó, conteniendo el aliento. —Para empezar, que te relajes, no ha sido mi intención asustarte. — Mientras hablaba, Diana le dio un rápido vistazo. Vestía como cualquier hombre común, con ropa en colores otoñales y de corte casual. Su aspecto general sólo indicaba que era un humano muy atractivo. Un sujeto con pelo rojizo ligeramente largo, llamativos ojos grises y una sonrisa coqueta. —Lo único que deseo es que me des una oportunidad de intercambiar unas palabras contigo— solicitó. Ella parpadeó un par de veces, dudando si debía contestarle. No obstante, estaba intrigada y deseaba saber por qué se lo había estado encontrando tan seguido. Era necesario aclarar esta situación, ya que comenzaba a generarle un delirio de persecución. —¿Por qué has estado siguiéndome? — —Sólo quería asegurarme de que podía acercarme a ti— entonces, hizo de nuevo el gesto de olfatear el aire cerca de ella. —¡Deja de hacer eso! — dijo, inquieta por su comportamiento canino. —¿De qué quieres estar seguro?, no entiendo. — El Inugami la miró fijamente antes de contestar. —Aún conservas la marca de posesión, pero no hay ninguna otra señal que me indique que sigues perteneciéndole a Lord Sesshomaru. — Ella palideció ante esas palabras. Ya había olvidado lo que significaba la línea violácea sobre su hombro derecho, a pesar de que el demonio plateado se lo dejó muy en claro desde la primera vez. Sólo era consciente de ello cuando las otras criaturas disfrazadas se alejaban, porque reconocían la marca del Lord. —¡Aléjate de mí! — reaccionó molesta, reanudando sus pasos rumbo al parque. El pelirrojo la observó alejarse y pensó que esa era la oportunidad que había estado esperando. Siglos atrás, se quedó intrigado por tan extraña humana, perdida en el bosque del Oeste. La hembra poseía un aroma tan atrayente, que era capaz de enganchar la atención de un demonio de su tipo. Y él se interesó incluso más cuando Sesshomaru lo dejó vivir por ir tras ella. La curiosidad no había menguado a pesar del tiempo, y ahora que la mujer estaba aquí, no se quedaría con la duda. Diana murmuraba maldiciones por lo bajo. Caminó lo más rápido que pudo sin mirar atrás, esperando perderlo de vista. Llegó al centro del lugar, donde había un establecimiento de café al aire libre. Tomó asiento en una de las mesas y exhaló lentamente, intentando calmarse. —Que molestos son los demonios de esa especie, al menos los otros que he descubierto se alejan de inmediato, pero éste… — Entonces notó su presencia detrás de ella. Antes de poder girar la vista, él ya estaba sentándose enfrente con total tranquilidad. Ni siquiera tuvo tiempo de decir algo cuando llamó al mesero con la mano. —Por favor, acepta mi invitación, únicamente deseo un poco de tu tiempo— pidió cortés. Ella soltó el aire con lentitud. No tenía caso tratar de alejarse de nuevo, sabía que huir de un ser como él no era tan sencillo. Además, le estaba haciendo una invitación amable, sorpresiva pero amable. Ese era un gesto de cortesía que debía tomar en cuenta. —Está bien, sólo por esta vez. Pero cuida tus palabras, no estoy de humor para ciertos temas. — —Lo intentaré— sonrió con satisfacción. Después de ordenar, el camarero trajo dos tazas de aromático café. El Inugami dio un largo sorbo a la suya. —¿Ustedes pueden consumir alimentos humanos? — preguntó Diana, intrigada al ver como disfrutaba de la bebida. —Claro que sí, la mayoría de nosotros podemos adaptarnos a hacerlo y a mí, en lo personal, me encanta el café— respondió. Entonces tomó una galleta del plato central para mordisquearla como si nada. La mujer lo miraba incrédula, pues era extraño ver su comportamiento, que para otra persona sería común, pero no para ella que conocía su verdadera naturaleza. —Vamos al grano, ¿Por qué has estado siguiéndome? — cuestionó, dando un trago a su propia bebida. —Al menos dime tu nombre para saber a quién me dirijo. — —No es necesario y tampoco quiero saber el tuyo, así que responde— indicó Diana, quitándole importancia al tema. El demonio la contempló un par de segundos y después volvió a sonreír, no parecía molestarse con sus respuestas. Otro mordisco a la galleta y otro sorbo de café. —Bien, como te había dicho, era sólo precaución el estar siguiéndote a distancia— explicó, tomando otra galleta. —Tiempo atrás, me quedé con la duda sobre lo que había sucedido en el bosque del Oeste. — Diana no tenía ganas de recordar, pues creyó que Sesshomaru había asesinado al pelirrojo antes de ir por ella. Sin embargo, supo que no fue así después de chocar con él en la plaza comercial hace tres meses. Desde entonces, la había estado siguiendo. —¿Por qué no estás muerto?, es decir, yo vi claramente como él te atacó— interrumpió. —Me dejó bastante lastimado, por fortuna, mi hermano estaba cerca y me ayudó— bebió lo último del líquido y llamó de nuevo al mesero. —¿Y después qué sucedió? — quiso saber la joven. —Yo me recuperé en cuestión de días y me enteré de que el señor de Occidente estaba iracundo. Los rumores decían que su compañera de apareamiento había desaparecido. — Diana se atragantó un poco y tuvo que limpiarse el café de los labios. —¡¿Compañera de apareamiento?!, ¡Más bien esclava sexual! — pensó enojada. La curiosidad brilló en los ojos grises del demonio al ver su reacción, y sin prudencia alguna, habló. —Cuéntame tu versión de la historia y dime por qué tú aroma carnal es tan llamativo. — Lo directo que era el Inugami pelirrojo la dejó sin palabras por un instante. Ese era el meollo del asunto, él deseaba saber qué había pasado con ella y por qué era foco de atención para el instinto de su especie. Por un momento, una vena de enfado resaltó en su frente, pero después optó por calmarse. No tenía mucho sentido alterarse por un asunto que incluso a ella se le hacía extraño y desconcertante. Hubo un par de segundos de silencio mientras servían la nueva orden de café para él. La mujer tomó aire, lo soltó, bebió para refrescarse la garganta y finalmente, lo miró a la cara para contestar. Aquel color grisáceo en los iris era encantador y tuvo que hacer todo lo posible para fijar la mirada en medio de sus ojos y poder hablar. —Él… me tenía como prisionera— dijo con lentitud. —Cuando tú me encontraste, yo estaba huyendo de su guarida. Desafortunadamente, me atrapó y… me llevó de regreso— jadeó nerviosa y volvió a beber de la taza. —Más tarde, alguien me ayudó a escapar… supongo que eso lo hizo enfadar demasiado. — —Así fue, algunos alfa se ponen muy violentos en el ciclo estral— confirmó el Inugami. —¡Pues no me importa!, ¡Su intención era mantenerme como esclava sexual! — respondió irritada. La taza de café quedó vacía. —Las circunstancias de mi escape no las voy a mencionar, únicamente diré que una cueva fue parte de mi salvación. — El demonio pelirrojo volvió a pedir más café y después se inclinó ligeramente hacia ella. —La cueva de la Luna— dijo en tono serio. —Los rumores dicen que alguien la selló por esas mismas fechas. Jamás pensé que su rara leyenda fuera cierta. Pero ahora comprendo por qué estás aquí. — Diana sólo hizo un gesto de confirmación, al mismo tiempo que recibía la nueva taza de café y tomaba una galleta. —Respecto al otro tema— dio una mordida. —No puedo explicar por qué sucedió, ni por qué el Lord reaccionó de esa manera desde la primera vez que llegué a su época. Sólo puedo decir que mis feromonas fueron las culpables y es algo que no logro controlar. — —Pues debes saber que, tu aroma equivale al mismo que emana una demonesa de nuestra especie en pleno ciclo de celo— reveló el Inugami, sin la más mínima discreción en sus palabras. La mujer rodó los ojos y bufó molesta mientras se reclinaba en el respaldo de la silla, dando un vistazo a su alrededor. La poca gente que había en ese momento estaba a cierta distancia y no podían haber escuchado nada. —¡Bien, no es necesario ahondar en el tema!, ¡No me interesa y por favor, modera la forma en la que te expresas! — exigió. —No te molestes— sonrió él. —Simplemente, no me queda claro por qué hueles así. A pesar de que he leído sobre el tema de las feromonas humanas, tú me sigues intrigando. — —¿En éste momento percibes algo? — —No, tu fragancia es normal, no eres fértil en estos momentos— volvió a sonreír y algo más brilló en sus ojos grises. Diana se llevó una mano a la frente, masajeándose un poco. No sabía cómo reaccionar ante sus comentarios. Curiosamente, su conversación no la incomodaba tanto como se esperaría. ¿Y por qué parecía que había algo más en su mirada, que ahora se veía llamativamente plateada? Tal vez era el momento adecuado para huir, su instinto femenino se lo susurró de inmediato. —Se me hace tarde, y ya no tengo intención de continuar con esta conversación— bebió media taza más y después se levantó de la silla. El Inugami no la detuvo ni se movió. Mantenía su postura relajada, sin dejar de observarla con interés. —¿La próxima vez puedo invitarte a cenar? — preguntó como si nada. —¡No! — finalizó la mujer, mientras se alejaba con el ceño fruncido.***
Continuará…