***
Capítulo 23: Conclusión Una semana después. Zona residencial al norte de la ciudad. Ya se había cumplido exactamente un mes desde la confrontación entre los Inugamis Alfa y Beta. Sesshomaru aún no regresaba de China, no se sabía nada de él, ni en el territorio Occidental, ni en la oficina corporativa, donde InuYasha se hizo cargo de todo. Ni siquiera Irasue tenía noticias, así que no le quedó más remedio que esperar, tranquila y aburrida, en el lujoso Penthouse de su hijo. La demonesa se entretenía mirando las noticias, cuando escuchó el sonido del ascensor. Giró levemente el rostro para mirar a los visitantes. —Orejitas, pequeño demonio, ¿Qué los trae por aquí? — preguntó indiferente. —Es Jaken, mi señora— rodó los ojos el fiel sirviente del Lord, ella jamás memorizaría su nombre. —Hemos venido a entregarle el reporte mensual y las estadísticas financieras— se inclinó para saludar y luego le dio una carpeta con documentos. InuYasha también hizo una reverencia y después tomó asiento frente a la demonesa. —Señora Irasue, ¿Aún no tiene noticias de Sesshomaru? — —No orejitas, todavía no sé nada de él, pero no hay de qué preocuparse— sonrió un poco, mientras hojeaba el reporte. —Es muy probable que ya haya encontrado a su compañera y estén disfrutando de un tiempo a solas, después de todo, estuvieron separados quinientos años. — El mestizo alzó las cejas y asintió. —Sólo espero que Kagura no siga con ese carácter tan odioso que a veces tenía— sonrió también. —Después de todo, no me caía mal. — Irasue dejó de leer e hizo a un lado la carpeta, después lo revisaría a detalle. —Pasando a otra cosa, orejitas, ¿Qué sabes del escarlata y su compañera? — —Hace dos semanas hablé con Akayoru, me pidió vernos para entregarme un par de sellos de ocultamiento— se cruzó de brazos e hizo un gesto de irritación. —Ese idiota de Sesshomaru se largó sin preocuparle en absoluto dejarnos sin camuflaje. — —Oh, es cierto, me hubieran dicho, yo los habría renovado— comentó Irasue, mirando también a Jaken. —¿Desde cuándo dejaron de funcionar? — —Hace cuatro días, mi señora— respondió el sirviente. —Pero gracias a los pergaminos del Inugami rojo, no tuvimos problemas. — —Perfecto, una razón más para llevarse bien con ellos— hizo una media sonrisa y luego miró de nuevo a InuYasha. —Prosigue. — El mestizo asintió, poniéndola al tanto de lo platicado con Akayoru. La casa Roja no había hecho ningún comentario sobre el duelo entre Inugamis, tampoco se mencionó nada en el territorio del Oeste. Y aunque el ministro Gobi hizo su registro correspondiente, nadie se enteró de dicha situación. La imagen de Sesshomaru continuaba intacta, así como la de los demonios escarlata. Igualmente, supo que la humana aceptó como compañero al beta, iniciando una relación formal con él. Aunado a esto, el líder de la casa Roja, Kurenaichi, volvería pronto a Japón para continuar con los negocios, dejando en claro que no guardaba ningún rencor contra la casa Plateada. La demonesa escuchó con atención, satisfecha de que por fin las cosas estuviesen en paz. Solamente faltaba el regreso de su hijo y su futura nuera. —Vaya, al fin podré retomar mis viajes sin preocuparme de que Sesshomaru vuelva a poner en riesgo nuestra jerarquía— rodó los ojos en un gesto aburrido. —Pero lo ideal sería que el beta y su compañera se mantuvieran a distancia, o si no, que Sesshomaru volviese a Japón— tomó un pequeño plato con frutos que tenía en la mesita de centro. —Pero bueno, eso ya lo decidirá él. — —Señora Irasue— habló InuYasha. —En teoría, Sesshomaru ya no debería continuar obsesionado con esa mujer, ¿Verdad? — La Inugami mordió una de las frutas y confirmó con un movimiento de cabeza. —Ya no debería— se alzó de hombros con indiferencia. —Quizás no olvide lo que sucedió con la humana, pero una vez que se asiente con su verdadera compañera, eso quedará en el pasado. El vínculo que se establece entre una pareja de youkais, se vuelve permanente, por lo tanto, también su lealtad y respeto. — El mestizo asintió, mientras Jaken se sentaba a su lado en el sofá. —Estoy muy contento por mi amo bonito— exhaló despacio. —Al fin puedo dejar de temer por mi pellejo. — —Tranquilízate Jaken, tu secreto está seguro con nosotros— se burló InuYasha. La demonesa sonrió levemente, aquel pequeño Kappa se le hacía muy gracioso. Pero era obvio que su hijo nunca debía enterarse de lo que hizo en el pasado. Por lo que jamás se volvería a mencionar dicho tema. En ese instante, comenzó a repiquetear su teléfono móvil. —Mi querido Sesshomaru, al fin te dignas a llamar— respondió con un tono serio. —¿Por qué diablos estás demorando tanto en volver con ella? — Irasue ya presentía que su vástago al fin había encontrado a Kagura, pero le molestaba que no se hubiese reportado desde antes. Es decir, los negocios familiares no se iban a manejar solos, y aunque el mestizo hacía un buen trabajo, no podía encargarse de todo. InuYasha y Jaken guardaron silencio, escuchando la respuesta del Lord con su desarrollada audición. —Madre, no fue fácil encontrarla, además, necesitaba algo de tiempo con ella— gruñó el Inugami al otro lado de la línea. —Mañana estaremos por allá, así que dile al idiota de InuYasha que prepare todos sus reportes, y a Jaken, que reorganice mi agenda para la próxima semana. — —Sí, ya te escucharon perfectamente— rodó los ojos. —Por cierto, hijo, dile a la domadora de los vientos que estoy ansiosa por conocerla, y que no quiero que de nuevo escape asustada— su tono fue burlón. Sesshomaru volvió a gruñir, pero no dijo nada más, finalizando la llamada. —Bien, creo que ya podemos regresar a la normalidad— comentó Jaken, tomando nota de lo dicho por su señor. InuYasha se puso de pie, e hizo otra reverencia. —Entonces nos vamos, señora Irasue, aún tengo pendientes algunos tratos que hacer con Akayoru, y en unos días, tendremos una cena de negocios— revisó la agenda de su móvil. —Por favor, no le diga nada a Sesshomaru, estoy seguro de que continúa resentido conmigo. — La demonesa tomó otra fruta del plato. —Pierde cuidado orejitas, dudo que siga tan irritado. En éste momento sólo debe tener cabeza para su compañera. — El mestizo asintió y se encaminó a la salida, seguido por Jaken luego de despedirse también. Irasue se reacomodó en su sillón y continuó mirando las noticias.:*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*~*:
A la semana siguiente. Zona céntrica de la ciudad. Restaurante Lu Long, 8:00 pm. Diana observaba la detallada estatua que adornaba la entrada del lugar, un precioso dragón de jade. Se entretenía admirando sus relieves, mientras esperaba el regreso de Akayoru, quien había ido a dejar el automóvil al estacionamiento subterráneo. Ambos llegaron al restaurante antes de lo planeado para encontrarse con el nuevo socio mayorista del Inugami rojo. De repente, ella sintió que se le erizaba la piel, al mismo tiempo que la cicatriz en su hombro punzaba con intensidad. La respiración se le detuvo cuando supo a quién le pertenecía semejante presencia sobrenatural. Ladeó el rostro con lentitud, sólo para confirmar que su sobresalto era real. El Inugami plateado le dirigía una mirada rencorosa, deteniéndose a un par de metros de distancia. Había salido del restaurante. —Tú de nuevo, mujer problemática— gruñó en voz baja. La joven tomó una gran bocanada de aire y retrocedió un par de pasos, intentando no asustarse demasiado ante la presencia de Sesshomaru. Esto parecía una mala broma, que el Lord apareciese de nuevo en su vida, y que posiblemente tuviera la intención de desquitarse. —Señor del Oeste… que pequeña es la ciudad— murmuró nerviosa, dando otro paso hacia atrás. —Pero… creo que no deberías estar aquí… éste no es tu territorio… — Sesshomaru entornó la mirada, esas palabras sólo tendrían sentido para un youkai. Ya la había olfateado sutilmente desde hace unos momentos, cuando salía del lugar. Pero no estaba seguro si era ella, dado que su aroma permanecía enmascarado parcialmente por el olor del Inugami beta. Lo que también lo puso en sobre aviso. No esperaba encontrarse con ninguno de ellos otra vez. Pero, tan pronto la vio, su irritación se hizo presente, inquietando su aura sobrenatural. El señor de Occidente era bastante rencoroso, sin embargo, sólo era una reacción visceral de él mismo, y no de su lado bestial, el cual permanecía dormido en éste momento. Su mirada la recorrió en un segundo: Tenía el cabello negro recogido en una coleta alta, llevaba puesto un vestido de noche azul, zapatillas de tacón y una pequeña estola artificial oscura sobre sus hombros. La cual no ocultaba por completo su cuello… ni la cicatriz de la mordida que ahora portaba. La humana había sido reclamada por el Inugami escarlata, por lo tanto, ahora era su compañera. No obstante, saber esto, ya no tenía importancia alguna para el demonio plateado. Después de todo, lo que sucedió entre ambos, jamás cambiaría. Pero le era inevitable molestarse con el atrevido comportamiento de la humana. —No es mi territorio, es verdad— hizo una mueca prepotente. —¿Y qué piensas hacer al respecto? — Diana tuvo la intención de contestarle, pero otro cosquilleo en su hombro le avisó que alguien más se aproximaba por detrás de ella. Entonces notó que el falso color de los ojos del Lord, cambiaba a un intenso ámbar, desviando la mirada. Los colmillos se asomaron amenazantes, al mismo tiempo que su energía youkai estresaba el ambiente, provocándole otro escalofrío a la mujer. —Cuida tus palabras mi Lord, estás hablando con mi compañera— siseó Akayoru en un tono sumamente afilado. —Y ella tiene razón, te encuentras en mi territorio, y esto puedo tomarlo como una afrenta… — El Inugami escarlata llegó junto a la mujer en una actitud completamente protectora, y al mismo tiempo, desafiante contra el señor del Oeste. Su aura sobrenatural también creció de golpe, chocando con la de Sesshomaru, mientras que sus ojos grises se rodeaban de un matiz rojizo. El Lord resopló molesto, lo que decía el otro macho era verdad. Aquella zona se ubicaba en el centro de la ciudad, lo que significaba que los youkais residentes, se subordinaban a la criatura sobrenatural más fuerte que también viviese ahí, y que, por su nivel de poder, se podía considerar el “dueño” de dicho territorio. Y ese era Akayoru. Una situación cotidiana que se daba en cualquier lugar donde hubiese criaturas sobrenaturales. Sesshomaru lo entendía bien, pues apenas tenía un par de meses visitando esporádicamente tierras continentales, pero los youkais al norte de la ciudad, ya se apartaban de su camino cuando salía de su Penthouse. Sí, todos le mostraban respeto, excepto el Inugami rojo. —¡Maldito beta, cuida tus amenazas!, ¡No creas que se me olvida lo que hiciste! — siseó. Akayoru respondió con frialdad, mostrando levemente sus colmillos. —No seas necio, señor del Oeste, ya es tiempo de que sosiegues ese maldito orgullo que tienes. — Diana tragó saliva con dificultad, retrocediendo un paso más, no quería que algo malo sucediera. No estaba segura si debía decir algo al respecto, después de todo, sólo era una humana. Entonces, oyó el sonido de unos tacones acercándose. Se inquietó al pensar que alguna persona común pudiese ver semejante escena, pero de inmediato descartó dicha posibilidad al sentir otro escozor en su cicatriz. —¿Qué sucede, Sesshomaru? — preguntó una voz femenina. —Kagura, mantente al margen de esto— contestó él, dándole una breve mirada. La domadora de los vientos también salió del restaurante. Habían ido a cenar juntos, pero se atrasó unos momentos, pues pasó al tocador de damas. Y ahora que ya alcanzaba a su compañero, se encontraba con una situación bastante extraña: Una humana junto a otro Inugami, el cual estaba en un evidente estado de irritación, enseñándole los colmillos a Sesshomaru. Akayoru desvió la mirada un instante, observándola con atención. Su desarrollado olfato le dijo que era una hembra youkai con un elaborado disfraz humano. Y no sólo eso, sino que, además, su blusa permitía ver una evidente marca en la curva de su cuello. Lo que significaba que ella era la pareja de Sesshomaru. Sin lugar a dudas, esto resultaba ser una interesante coincidencia. Pero había algo más, su aspecto se le hacía bastante familiar. Su memoria buscó rápidamente, él conocía a la demonesa y su gruñido fue incluso más colérico al reconocerla. —Vaya, vaya, miren lo que trajo el viento, la pequeña desfalcadora vuelve a dar la cara después de 75 años— siseó amenazante hacia Kagura. —No pensé que volvería a verte, ¡Maldita ladrona! — La mencionada puso más atención al demonio canino, y de pronto, palideció a pesar de su camuflaje. —Creo que será mejor irnos— habló en voz baja, evidenciando que la presencia del macho rojo la inquietaba. Para el Lord Occidental, esto no pasó desapercibido. Al parecer, Kagura conocía al beta, y su reacción indicaba que tuvo algún conflicto con él en el pasado. Entonces, esto podría tomarlo como una oportunidad para encararlo de nuevo. Su aura se hizo más pesada y sus garras se vislumbraron intimidantes. —¡Cuida tu lengua, a menos que quieras que te la arranque! — advirtió, conforme sus iris cambiaban al azul metalizado y se rodeaban de carmesí. Akayoru medio sonrió, aceptando la provocación, mientras sus ojos acerados se inundaban de un profundo color negro y sus colmillos se hacían más evidentes. —Me alegra saber que por fin encontraste a tu compañera, mi Lord, pero deberías preguntarle en que pasos anduvo— se expresó irónico, para luego señalar a la demonesa acusatoriamente. —¡Hace 7 décadas, ella desfalcó una de mis compañías en plena guerra, y huyó con todo el dinero, dejándome en la quiebra! — Sesshomaru miró de reojo a Kagura, haciendo un gesto de extrañeza por semejante anécdota. Ella suspiró despacio y se alzó de hombros, sonriendo con sutileza. —Bueno, algún día te lo iba a contar. Digamos que hace tiempo hice unas cuantas travesuras por ahí, y en ese entonces, no sabía que le estaba robando a un Inugami de alto rango. — El señor del Oeste no pudo evitar reírse internamente al escuchar a su compañera. Le complacía saber que había hecho rabiar al beta. Ya le preguntaría más tarde por dicha historia, pero por ahora, sólo tenía deseos de cortarle el cuello al insolente macho. Aunque sabía que no era buena idea, porque el periodo de vigencia de una dimisión, nacida de un combate entre Inugamis, era de al menos medio año. Si atentaba contra él, podría tener problemas. —Sólo porque mi hermano y yo estábamos ocupados con otros asuntos en Japón. De lo contrario, te hubiera buscado y atrapado, pequeña ladrona— masculló Akayoru. —¡Es suficiente, escarlata! — interrumpió Sesshomaru, tensando las garras y dando un paso hacia él. —¡Arreglemos esto de una vez! — El demonio rojo levantó las manos, cerrándolas y abriéndolas rápidamente, haciendo que sus zarpas crecieran afiladas y amenazantes en menos de un segundo, para después tomar una posición defensiva. —¡Te lo advierto, mi Lord! — increpó con seriedad. —¡Si deseas arriesgar tu jerarquía una vez más, atente a las consecuencias! — miró de reojo a su compañera. —¡Diana, aléjate de aquí! — La mujer se puso más nerviosa, pero asintió. No era buena idea quedarse ahí, ya que ninguno de los dos InuYoukai parecía querer retroceder en sus despliegues de energía sobrenatural. Al parecer, no les importaba que algún humano pudiese verlos, o que estuvieran presentes sus compañeras. De pronto, un potente claxon se dejó escuchar. El sonido fue bastante sorpresivo para Diana, haciéndola brincar. Pero para los youkais presentes, fue por demás doloroso, y lo pudo comprobar al ver que los tres se llevaban las manos a los lados de la cabeza, intentando cubrir sus oídos. Giró el rostro, buscando al autor de semejante interrupción. Un automóvil de color vino se estacionó junto a ellos y de inmediato los pasajeros descendieron. Una mujer se quedó al lado de la puerta, guardando silencio. El conductor se acercó a los Inugamis con rapidez. —¡Sesshomaru, Akayoru, ¿Qué rayos está sucediendo?! — reclamó InuYasha. El Lord Occidental gruñó furioso, su molesto hermano se atrevió a generar aquel desquiciante ruido para detener la confrontación. No tuvo que pensar demasiado el porqué estaba aquí con su esposa, probablemente venían a encontrarse con el escarlata. Era obvio que ambos mantenían su amistad a pesar de que se lo prohibió con anterioridad. Akayoru sacudió la cabeza, mascullando también alguna maldición. Aunque los youkais se disfrazaban como humanos, sus sentidos desarrollados permanecían intactos. Por lo que, los sonidos estruendosos, y con la frecuencia adecuada, podían irritarlos de sobremanera. No obstante, le alegró ver que InuYasha intervenía, pues ya no deseaba pelear con Sesshomaru. Era absurdo continuar con las rencillas. Miró de reojo a Diana, comprobando que estaba bien y no parecía haberle molestado el claxon. Kagura se quitó las manos de los oídos, el escándalo también fue molesto para ella. Les dio una mirada rápida a InuYasha y Kagome, haciendo un movimiento con la cabeza a modo de saludo para ambos. Ya se había reencontrado con ellos hace unos días, cuando regresó con Sesshomaru de China. Decidió mantenerse callada, éste no era su asunto. —Pregúntale a tu hermano, es él quien desea pelear de nuevo— habló primero Akayoru, retrayendo sus garras y colmillos. —¡Estúpido InuYasha, deja de entrometerte en lo que no te importa! — reclamó el Lord, apenas retomando su disfraz. El mestizo se colocó entre ambos y encaró a su hermano. —Es suficiente Sesshomaru, recuerda lo que dijo el ministro Gobi, la dimisión está en vigencia— explicó, intentando hacerle entender que el conflicto no era lo mejor. —Akayoru no tiene ninguna intención de pelear nuevamente, y tampoco puedes prohibirme tener tratos con él. Recuerda que yo también puedo escoger a mis socios para el beneficio de la casa Plateada. — El señor del Oeste siseó colérico. No quería reconocerlo, pero InuYasha tenía razón, no había un motivo válido para volver a discutir. Y también era consciente de que su medio hermano sabía cómo hacer crecer los negocios familiares. Quizás la idea de tener tratos con la casa Roja no le hacía nada de gracia, pero incluso su madre Irasue estaba de acuerdo con esa tontería de mantener la paz entre ambos linajes. No tenía argumentos, sólo se trataba de una rabieta por el hecho de que el Inugami escarlata había resultado ser un buen rival, que no se sometería más allá de lo que su jerarquía le concedía. —No pensé que volvería a saber algo de esta ladrona— Akayoru miró a Kagura y luego a Sesshomaru. —Pero, si el señor del Oeste promete que no volverá a amenazarme a mí o a mi compañera, puedo dar por olvidada su fechoría, porque no creo que quieran pagar la cantidad que ahora representaría ese robo. — La demonesa del viento asintió despacio. Era obvio que no deseaba pagar semejante deuda, ni que su compañero quisiera resolverlo peleándose con el otro macho. —Sesshomaru, por favor— colocó la mano sobre su hombro, hablando con seriedad. —Desconozco el problema que tuviste con el Inugami rojo, pero no es necesario continuar con esto, hazlo por mí. — El demonio plateado la observó por un instante. Su forma seria de expresarse le agradaba, ella no estaba interesada en saber qué había sucedido entre el beta y él, sólo quería evitar la confrontación. Kagura era su compañera y la complacería, así que rodó los ojos, resoplando con resignación. Miró de nuevo a Akayoru y a Diana. —No se crucen en mi camino y todo permanecerá en paz. — El camuflaje sobre su rostro se desplegó de nuevo, dio la media vuelta y empezó a caminar. Kagura hizo un saludo para todos a modo de despedida y se fue con él. Ambos desaparecieron al dar la vuelta en la esquina. InuYasha suspiró cansado, rascándose la cabeza. —Rayos, ¿Por qué no pueden estar en paz? — se dirigió a la pareja. —¿Todo bien, podemos ir a cenar? — El pelirrojo asintió y abrazó a su compañera por la cintura. —Creo que sí, siempre y cuando tu hermano regrese a Japón y no busque provocarme, o molestar a Diana. — —Él regresará al Oeste junto con Kagura, no te preocupes por eso— aclaró InuYasha, haciendo un gesto con la mano para que su pareja se uniera a la conversación. —Ahora, quiero hacer las presentaciones correspondientes, ella es mi esposa. Kagome, te presento a Diana y Akayoru. — La mujer de largo cabello castaño y ojos cafés se aproximó con una sonrisa. —Hola, mucho gusto, InuYasha me platicó que tú eres su nuevo socio y que eres un InuYoukai— el aludido asintió cortésmente. —Y tú eres su compañera, ¿Cierto? — miró a la joven. Diana confirmó despacio, ya estaba más tranquila y ahora podía pasar una velada agradable. Tenía bastante en claro quién era InuYasha, pero no sabía que estaba casado. —Así es, somos pareja recientemente— devolvió el mismo gesto amable. —Perdona la pregunta, pero, ¿Tú eres humana? — Kagome asintió. —Lo soy, y creo que nos vamos a llevar muy bien. — InuYasha y Akayoru se miraron entre sí, escuchar eso fue agradable para ellos. Después de todo, ya eran socios formales y se iban a ver constantemente. Además, Kagome era la persona más adecuada para ayudar a Diana a adaptarse por completo a ser la pareja de un InuYoukai. Es decir, llevaba bastante tiempo unida a un mestizo de dicha especie, así que era lo más lógico. —Entonces vayamos a cenar— comentó Akayoru, tomando de la mano a su compañera. Ambas parejas entraron al restaurante, la convivencia sería entretenida. . . . Horas después. Diana permanecía envuelta en una sábana, observando la ciudad desde el gran ventanal. La noche era fresca y serena, la luna iluminaba el cielo y ella sentía que una gran tranquilidad la envolvía por completo. Ladeó el rostro para mirar al Inugami recostado en la cama. Suspiró despacio y sonrió. Se sentía feliz al lado de Akayoru. Los últimos días habían resultado entretenidos y emocionantes. Sabía que no sería fácil acostumbrarse a convivir con un demonio canino. Pero, llevar una relación de éste tipo, era toda una experiencia nueva para ella como humana, y eso la hacía sentirse especial. Suspiró una vez más y regresó al lecho, junto a él. Akayoru la abrazó de inmediato contra su pecho, y sin decir nada, le dio un tierno beso en la frente. Las palabras sobraban y ambos lo sabían. Diana se acurrucó, dejándose llevar por el calor de su piel, quedándose dormida poco a poco, manteniendo una gran sonrisa en los labios. Con esto concluía un capítulo en su vida e iniciaba otro.=FIN=
***
Muchas gracias por haber llegado hasta aquí. Desde el fondo de mi corazón, les agradezco a todos los que siguieron esta larga tetralogía, ya sea desde sus inicios o recientemente. Me hace muy feliz el haberla concluido por fin, y más contenta estoy con ustedes, los lectores, que se tomaron la molestia de leer mis locuras. Ya fuera desde una cuenta de FFnet, o desde el anonimato, estoy muy agradecida. Jamás imaginé que la historia, inventada de alguna fantasía loca hace casi 5 años, pudiera convertirse en esto. Estoy orgullosa de haberla escrito, porque fue un capricho obsesivo hacerlo, no lo puedo negar. Pero al mismo tiempo, se convirtió en una herramienta que me ayudó a escribir más y mejor. Yo no entendía del todo el manejo de los OC, y quizás aún no lo hago bien, pero sé que cada autor le pone un poquito de su corazón al crear un personaje original y una historia a su alrededor. Eso me pasó con Diana y sus aventuras pervertidas. Sí, quizás estoy un poco mal de la cabeza, pero sólo queda ahí, en una mera fantasía. Y también cabe aclarar que, si alguien escribe estas cosas, es porque existen otros que las quieren leer. Así que también tienen mi gratitud aquellas personas que me alentaron a redactar, que me dieron sus sugerencias, ideas, opiniones y comentarios. A todas ellas, gracias. Sé que éste fanfic y los otros tres que componen las aventuras de Diana, no son la gran cosa, es cierto. Pero para mí fue una experiencia muy entretenida y placentera, ya que lo hice por y para mí. Como dije, un capricho que necesitaba cumplir. También comprendo que para algunos lectores fue agradable y para otros no, es lo más natural que podía suceder. Pero, de todas maneras, me doy por bien servida con sus comentarios, sus seguimientos y sus favoritos para toda la tetralogía. Me hicieron sonreír mucho a lo largo de estos años. No tengo más que decir. De nuevo, gracias por leer mis locuras. Nos leemos en otra historia. 17/junio/2020