ID de la obra: 1272

DESEO

Het
NC-17
Finalizada
1
Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
70 páginas, 27.452 palabras, 7 capítulos
Descripción:
Notas:
Publicando en otros sitios web:
Prohibido en cualquier forma
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2. Agitación y Sometimiento

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Buenas noches: Les dejo el segundo capítulo con algo de Lime. Pensaba dividirlo en dos partes, pero no quiero extender tanto esta historia, así que deberán leer un poquito más. Gracias por su tiempo. Nota: A los que empiezan a leer éste fanfic por primera vez, les recomiendo que antes lean INSTINTO, de lo contrario, algunas cosas podrían no quedar claras. Atención: InuYasha y todos sus personajes son propiedad de Rumiko Takahashi. Yo sólo escribí la historia porque me encanta éste anime.

***

Capítulo 2: Agitación y Sometimiento La noche era tranquila, la luna llena derramaba su luz platinada y el silencio reinaba en el departamento de Diana. Ella dormía profundamente y en tranquilidad. O eso parecía. Me gusta marcar lo que es mío. Susurraron en su mente y ella por inercia rascó suavemente su hombro derecho. Después se revolvió entre las sábanas, buscando una nueva posición. Su respiración continuó serena. Tú ahora me perteneces ante humanos y demonios. Volvieron a declarar y su relajado ensueño comenzó a perturbarse. Se agitó en medio de su cama y empezó a sudar. Una extraña pesadilla estaba creándose, alterando su calmado resuello. Te estaré esperando ansioso la próxima vez que regreses. De nuevo aquellas palabras, que creía haber olvidado hace tiempo, se pronunciaron entre oscuros sueños. El despertar fue abrupto y un ligero nerviosismo recorrió todo su ser. Había soñado con él. —Otra vez, ¿Cómo es posible? — se preguntó la joven, tratando de controlar su sobresalto. Con lentitud salió de la cama y se encaminó a la cocina. Ya habían pasado cuatro meses desde que logró salir de la cueva de la Luna. Aunque el perturbador suceso seguía fresco en la memoria, su vida pudo continuar sin problema alguno. No obstante, desde hace tres días, comenzó a tener alteraciones del sueño y extrañas reacciones en su cuerpo, el cual parecía evocar la experiencia carnal con el soberbio demonio. Lo había soñado casi a diario. Durante el día no pasaba nada y la cotidianidad era suficiente distractor. Pero, durante la noche, una sensación de calor la invadía entre sueños, donde se veía de nuevo en ese extraño lugar, perdido en un tiempo antiguo. La visión siempre era la misma: El Lord del Oeste la llamaba desde la entrada de la caverna y posteriormente, se encontraba en su lecho, siendo poseída por él. —Esto es demasiado, tal vez debería ir con un especialista— habló para sí misma. —Claro Diana, ¿Y qué le vas a decir?, que cruzaste un portal tiempo/espacio llegando a una época antigua, donde un demonio estuvo violándote por unos días. Y que ahora sueñas que te llama de nuevo para seguir haciéndolo… sí, es muy fácil de explicar— se burló. Terminó de beber agua y se dirigió al baño. Frente al espejo comenzó a revisar las marcas de su piel. La cicatriz de color violeta en su hombro derecho había comenzado a punzar ligeramente en esos días. —¿Qué rayos sucede?, ¿Por qué…? — se quejó Diana al sentir el ligero ardor de la marca. No sabía a qué se debía, pero era inevitable recordar al que se la había hecho. —Esto es tu culpa, maldito demonio. — Volvió a la cama y se recostó sin cubrirse con la sábana, el leve calor que sentía le impedía conciliar el sueño adecuadamente. Más tarde, y con algo de lentitud, por fin consiguió dormir. La noche avanzó y el extraño llamado se presentó de nuevo entre visiones oníricas. Ven mujer, tu dueño te llama. … Ya era de día cuando Diana despertó sobresaltada una vez más, las palabras aún resonaban en su cabeza. No quería aceptarlo, pero debía hacer algo al respecto. Esto no podía continuar así. Durante el desayuno meditó la posibilidad de regresar a la cueva. Sabía que ese extraño lugar se mantenía intermitente en su apertura. Sin embargo, estaba segura de que nada podía atravesarlo desde el otro lado. Ese temor desapareció poco después de su regreso. Pero ahora empezaba a preocuparle la idea de ser ella la que debía cruzar de nuevo. A pesar de todo, el final de aquella aventura no fue para nada desagradable. ¿Y a quién no le gusta repetir las experiencias placenteras de la vida? … Era jueves por la mañana. Diana había solicitado un par de días a cuenta de vacaciones en su trabajo. Estaba decidida, volvería a ese extraño lugar. Necesitaba saber si existía una solución para la incómoda punzada de la cicatriz y las inquietantes pesadillas con él, las cuales ya comenzaban a mermar su calidad de sueño. Preparó algunas cosas en un pequeño morral y salió de su departamento rumbo al parque turístico, en busca de la misteriosa cueva. … Más tarde. Ya se encontraba frente a la gruta. Había poca gente a su alrededor, pero la suficiente como para que se dieran cuenta si traspasaba la cinta de restricción. No estaba segura si conseguiría entrar y tampoco sabía si el portal se hallaba abierto. Lo que, sí percibió de inmediato, fue que la marca comenzó a aguijonear con más fuerza. Era tolerable, pero no cesaba la sensación de ardor en su piel. —Cielos, cada vez es más molesto— pensó, tocándose el hombro. Echó un vistazo a su alrededor, para luego acercarse poco a poco a la entrada. En un breve instante, cuando nadie miraba, se agachó por debajo de la cinta, adentrándose a la caverna. La luz del día era suficiente para dar una ligera claridad a los primeros metros del túnel. Ella caminó despacio, tratando de no tropezar, mirando fijamente hacia el fondo. De pronto, llegó a la pared de roca, lo cual indicaba que no había paso. La poca penumbra del lugar le permitía no ser vista desde afuera. —Nada, creo que no está abierto el portal— suspiró por lo bajo. —No sé qué rayos hago aquí, es más, ni siquiera he pensado en qué decirle— razonó Diana, mientras se sentaba en una piedra. Se quedó mirando fijamente el muro, esperando una respuesta. Y, como si sus palabras hubieran sido escuchadas por la gruta, empezó a soplar una ligera brisa. En un instante ella percibió el tenue cambio de luz por el rabillo del ojo. Cuando volteó, el túnel ya era diferente. —¡Ha sucedido de nuevo! — dijo sorprendida. —Esto es bastante difícil de asimilar. — Se levantó despacio, respiró hondo y empezó a caminar con cautela rumbo a la nueva salida. De la nada, su instinto le advirtió que había algo afuera. En ese momento, percibió un leve dolor en la marca de su hombro, obligándola a detenerse. Tragó saliva, esperó unos segundos en completo silencio y luego reanudó su marcha con mayor lentitud. Estaba a punto de salir de la caverna cuando su campo de visión se amplió. A escasos metros de la gruta, había una enorme criatura parecida a una serpiente. El monstruo olfateó el aire con su lengua bífida, volteando de inmediato hacia donde estaba. Hizo una mueca amenazante, comenzando a reptar en su dirección, para después lanzarse sobre ella con un rápido movimiento. Diana sólo alcanzó a gritar mientras se cubría la cara.

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En los últimos días, Sesshomaru recorrió el bosque sin la compañía de su sirviente. Dicha actividad la había estado repitiendo constantemente. Se encaminaba al arroyo adyacente a la enigmática gruta y luego tomaba asiento en la orilla, esperando algo. Estuvo un rato mirando el cielo y la marcha de las nubes cuando, de pronto, su olfato se alertó. De inmediato se levantó, percibiendo lo que sus desarrollados sentidos le comunicaban. Olisqueó el aire y sonrió complacido. —Ya está aquí… — Emprendió la marcha rumbo a la cueva. De repente, gruñó molesto, había percibido algo más.

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Diana sintió como la muerte se arrojaba sobre ella, así que se cubrió el rostro, esperando el impacto. Sin embargo, nada sucedió. El sonido del aire cortándose y el ruido de un cuerpo desgarrándose llegó a sus oídos. No quiso abrir los ojos, pero la sensación de ardor en la cicatriz alcanzó su punto más alto. Tuvo que apretarse el hombro con una mano para soportar la molestia. Separó los párpados con la mirada posada en el suelo. Un charco de sangre amenazó con humedecer sus zapatos. Ella retrocedió de un salto, al mismo tiempo que contemplaba la escena completa. La monstruosa serpiente yacía cortada sagitalmente y se desangraba sin control. A unos metros del cuerpo, permanecía un demonio de largo cabello plateado, que la miraba fijamente. —¿Por qué tardaste tanto, mujer? — fue lo primero que pronunció con fría serenidad el Lord del Oeste. Diana estaba pasmada. Volvió a retroceder unos pasos y se recargó en la pared de la gruta, mientras las arcadas de asco invadían su garganta. Él se acercó tranquilamente, evitando el cadáver y desmaterializando el látigo verde entre sus dedos. De inmediato, su olfato se colmó del aroma que despedía la mujer y su bestia interna se regodeó de gusto al reconocerla. Esta vez no entró en frenesí porque ella no estaba en su periodo de celo. Pero, al percibirla tan cerca, inevitablemente se relamió los labios con ansiedad. La mujer trató de respirar más lento, alzando la vista para encararlo. —Yo… Yo no tenía intenciones de volver… tú lo hiciste, ¿Verdad?, tú tienes la culpa de que ésta maldita cicatriz me esté doliendo— expresó con molestia. Sesshomaru la contempló sin inmutarse. —Sí, yo te he llamado— se acercó aún más. —¿Por qué lo has hecho? — preguntó la joven, sosteniéndole la mirada a los ojos ambarinos. —No me cuestiones, eres una simple humana. — —Una simple humana a la que salvaste de esa cosa. Dudo que lo hayas hecho desinteresadamente, así que dime, ¿Por qué estoy aquí? — replicó la mujer con determinación, a pesar de sentir un calambre de nervios en el estómago. El demonio no respondió, sólo se limitó a sonreír ligeramente. No obstante, su mirada la recorrió con descaro, pasando por la abertura de su blusa y bajando por la curva de sus senos, los cuales se mantenían disimulados por la tela. A él no le importaba que la mujer lo desafiara mirándolo directamente a los ojos. Tampoco le molestaba que lo cuestionara sin prudencia alguna. Por el contrario, le parecía divertido ver sus intentos de resistencia, sus protestas y reclamos por algo que ella no alcanzaba a comprender del todo. Estaba claro que la humana jamás entendería la posición que tenía ante él. Nunca se daría cuenta de lo cerca que estuvo de morir en aquel primer encuentro en el bosque. Y el señor del Oeste tampoco tenía intenciones de revelarle que, lo único por lo que era “especial” para él, era porque conseguía alterar su instinto. Aquella mujer, sin siquiera saberlo, emitía un aroma de celo tan atrayente, que lo perturbó al grado de dejarse llevar por el deseo. Lo obligó a ignorar su desprecio por los humanos y lo incitó a poseerla una y otra vez sobre su propio lecho. Con todas las recompensas del placer y el éxtasis que implica el vicio de la carne. Debido a esto último, su bestia interna le exigió llamarla para que volviese a cruzar el portal. A final de cuentas, eran el mismo ser, y ambos anhelaban probar nuevamente a esa hembra humana. Los dos compartían un sólo instinto primitivo, pero Sesshomaru no admitiría sus deseos ante nadie. La atrevida mirada lo dijo todo, Diana se estremeció al entender que sus sueños le habían susurrado la verdad. —Deja de mirarme así por favor, sólo quiero regresar a mi casa, yo no debo estar aquí— comentó la joven, desviando la mirada de los ojos ámbar. —Bien, si eso es lo que deseas, entonces eres libre de marcharte, no estoy deteniéndote— respondió de pronto el demonio, dándole la espalda y comenzando a caminar rumbo al bosque. La joven se sorprendió por un instante, pero de inmediato supo que no sería tan fácil. —¡Espera, no te vayas!, ¡La maldita cicatriz no para de punzar y esos sueños no me dejan dormir! — dijo enojada. Sin detener sus pasos, el Lord respondió con descaro. —Y no te dejarán en paz hasta que yo decida lo contrario. En cuanto a la marca, jamás se borrará, el vínculo conmigo es permanente. — Diana palideció, tratando de digerir sus palabras. —Esto no está sucediendo… — pensó nerviosa. Entonces volteó a la cueva y empezó a caminar hacia el interior. Pero, apenas dio unos pasos, el dolor volvió a crecer en su hombro, obligándola a sujetárselo nuevamente. —¡Pero, ¿Qué diablos pasa?! — se quejó, regresando a la salida. Buscó a Sesshomaru con la mirada y comenzó a seguirlo. Tan pronto estuvo cerca de él, la molestia en la cicatriz disminuyó. En ese momento, comprendió la verdad, deteniendo sus pasos de golpe. —Así que ya te disté cuenta— habló el demonio, quien también interrumpió su marcha para voltear a verla. —¡Eres un maldito tramposo!, me tienes atada con esto, si me voy, no dejará de doler, ¿Verdad? — reclamó Diana. —Te lo dije la otra vez, ahora me perteneces y también te advertí que volverías— respondió, acercándose a ella. —Basta, sólo deseo tener una vida normal— pidió la mujer, al mismo tiempo que retrocedía. —Tu aburrida vida humana puede continuar, me tiene sin cuidado. Sólo me interesa lo mismo que a ti— dijo el Lord. Ella hizo un gesto de extrañeza y nerviosismo debido a su cercanía. —¿A qué te refieres? — —Ya conoces el motivo de que estés aquí, lo has soñado y también lo deseas. De lo contrario, mi marca no estaría punzando con insistencia en tu piel— explicó, dando otro paso. —¿Por qué estás tan seguro?, tú no me conoces— replicó la joven con cierta duda. Algo de extraña verdad tenían sus palabras. —No necesito conocerte, ni tú a mí, simplemente es el instinto que nuestras especies comparten— explicó, mientras la acorralaba contra un árbol cercano. Su mano izquierda se deslizó lentamente sobre la tela de la blusa, después la jaló despacio, dejando al descubierto el hombro con la marca violeta. Diana se estremeció por la acción, sin embargo, se quedó quieta. Los movimientos del Lord eran lentos, indicándole que no pretendía dañarla. Aunque sus palabras ya comenzaban a generar cierto temor en ella. De repente, sintió los labios de él tocando su piel, depositando un suave beso sobre la cicatriz. Ésta dejó de punzar, consiguiendo que ella soltase un pequeño gemido. —Ya no duele, ¿Verdad? — preguntó Sesshomaru, mirando complacido su reacción. —Yo… no… — trató de hablar la mujer, pero no sabía con certeza qué decir. Claramente sintió como su piel se erizó con el pequeño beso. Pero, lo que más la sorprendió, fue el jadeo liberado por su boca. Sesshomaru decidió ir más allá, acercando de nuevo su rostro al hombro de la mujer. Su nariz se llenó del sutil aroma femenino y sus manos la tomaron por la cintura, obligándola a repegarse contra él. Su boca rozó una vez más el cuello y su cálido aliento erizó los poros de su piel. Aquel recorrido se extendió centímetro a centímetro hasta llegar al lóbulo de la oreja. Con la punta de su lengua tocó suavemente, logrando que ella temblara entre sus brazos, señal inequívoca de que lo estaba disfrutando. La joven se agitó ante la caricia, las terminaciones nerviosas de su piel la traicionaron al reaccionar de esa manera. El sentirlo tan cerca y el roce de esa lengua, comenzaron a alterarla. Entonces se dio cuenta de la verdad dicha en las palabras del demonio. Muy en el fondo, sabía que su reacción se debía a que lo estaba disfrutando. Muy dentro de sí misma, sabía que lo estaba deseando. Su cercanía la puso más nerviosa. Podía sentir sus manos sujetarla posesivamente y a ella le agradaba esa sensación de fuerza y poder que él emanaba. —¡Diana, reacciona ya!, ¿Qué rayos te está pasando?, ¿Recuerdas a qué viniste?, ¿Por qué estás aquí? — se cuestionó la joven. —¡Carajo, no te engañes a ti misma!, venías a solucionar la incomodidad de la cicatriz y a evitar los extraños sueños, ¿No es así?, pues él ya te dijo la verdadera razón y ahora lo acabas de comprobar— se reclamó a sí misma. Sesshomaru le sonrió con burla al ver el desconcierto en su rostro. —Vamos, intenta mentirme, tu cuerpo me dirá la verdad. — —Yo no… — intentó hablar Diana, pero un nuevo jadeo escapó de su boca. El descarado demonio empezó a tocarla sobre la vestimenta, deslizando su lascivo tacto hacia sus caderas. —¿Aún quieres negar tu propio deseo?, no es buena idea ir en contra de los instintos, ahora lo sé— habló el Lord, recorriendo sin mesura las formas femeninas. A pesar del extraño atuendo que portaba la mujer, podía sentir el calor y el estremecimiento de su cuerpo. —¡Basta, deja de tocarme así! — se quejó ella, tratando de apartarlo. Pero sus palabras sonaron con poca intención y perdieron valor al ser acompañadas por otro gemido. —¿En serio quieres que me detenga? — preguntó con cinismo el señor del Oeste. La mujer tuvo la intención de contestar, pero él se lo impidió. Ambas manos tomaron su rostro, obligándola a mirarlo antes de poseer sus labios en un dominante beso. La atrevida caricia tuvo repercusiones, sintiéndose rápidamente invadida por agradables sensaciones que se encaminaron a su mente. De pronto, algo la dominó y su cuerpo dejó de obedecer. Ya no opuso resistencia a la cercanía del Lord y su boca respondió con vehemencia a la deliciosa y húmeda unión. Un instante después, el demonio la liberó. Ella hizo un intento por controlar su agitada respiración, dado que fue muy placentero dicho gesto. No lo podía negar, aquel beso la perturbó en demasía, haciéndola temblar. —Ya me disté la respuesta que quería— habló satisfecho Sesshomaru. —Eso no es justo, estás aprovechándote de la situación— reprochó ella, a la vez que sus manos trataban de empujarlo. —Tu cuerpo no parece muy dispuesto a rechazarme, ¿Quieres ver hasta dónde puedes resistirte? — amenazó con un gesto de malicia. —¡No, no te atrevas!, hablemos por favor, podemos llegar a un acuerdo, sólo te pido que me liberes de esta situación— pidió ella nerviosa. —Sabes lo que quiero, si me lo das, te liberaré del llamado y te podrás marchar después, sin dolor en la cicatriz y sin sueños que te llamen— declaró él con frialdad. Diana lo miró fijamente y en ese momento comprendió lo real de su situación. Sesshomaru la hizo volver para satisfacer sus deseos y al mismo tiempo le demostraba que ella también lo ansiaba. La mujer percibía cierto anhelo en su interior, no lo podía negar. Tiempo atrás había deseado volver a experimentar las caricias del atractivo demonio y aunque la distracción de su vida cotidiana la alejaba de esos pensamientos, de vez en cuando su cuerpo le susurraba aquel carnal apetito. Pero, de todas maneras, no dejaba de ser un chantaje. Un lascivo acoso por parte de él. —No entiendo por qué me condicionas de esta manera, yo no he hecho nada en tu contra, ¿Por qué tengo que ceder a tus deseos nuevamente? — cuestionó la mujer. —No tengo por qué darte explicaciones, no le entrego cuentas a nadie y siempre obtengo lo que quiero. Ya deberías de saberlo— contestó el demonio con cierta irritación. La mujer se angustió al ver que no tenía manera de eludir semejante situación. Pero, incluso así, decidió averiguar. —Si accedo, ¿Será sólo por esta ocasión?, ¿Después me dejarás completamente libre? — preguntó nerviosa. El demonio levantó una ceja y la miró con cierta burla antes de responder. —¿Te atreves a condicionarme?, si yo quisiera, podría apresarte de forma permanente en mi morada y tomarte las veces que se me antoje, con o sin tu consentimiento— dijo, con filo en la voz y un siniestro brillo en los ojos. La mujer tembló aún más y de nuevo desvió la mirada, tratando de apartarse de él. El abrazo se hizo más fuerte, apretándola contra su armadura, a escasos centímetros de los pinchos. —¡Suéltame, no es justo lo que haces!, no tienes derecho sobre mí, yo no pertenezco a éste lugar ni a éste tiempo— se quejó Diana. —Puedes irte, pero el llamado no te dejará en paz, aunque estés del otro lado del portal. Mi marca te obligará a regresar cuando yo lo desee, las veces que yo quiera— sentenció Sesshomaru con crueldad. —¡Prácticamente me estás esclavizando! — reclamó ella, intentando soltarse en vano. —Si te quisiera como esclava, te mantendría presa en mis aposentos. Sin embargo, mis apetitos no son constantes, no tiene caso obligarte a permanecer aquí. Así que te estoy dando la libertad de vivir en tu tiempo y sólo tendrías que presentarte ante mí cuando lo ordene— declaró cínicamente el Lord, realmente disfrutaba del poder que tenía sobre ella. —Eres un miserable, ¿Qué clase de trato es ese? — reprochó. —Escucha mujer, esta vez no estoy haciendo un trato contigo, es un convenio bajo mis condiciones, donde no tienes voz ni voto— explicó el demonio. Diana estaba furiosa, a pesar del miedo y de la amenaza que representaba su cercanía. Sin embargo, no podía tolerar la imposición del Lord. No parecía ser tan mala, ya que podría regresar a su vida cotidiana y sólo tendría que atender al demonio en sus caprichos cuando éste quisiera. ¿Cuántas veces y por cuánto tiempo?, no lo sabía. —¿Y si me niego? — susurró la mujer casi sin querer, arriesgándose a lo inesperado. Sesshomaru hizo un gesto de molestia, mirándola por unos segundos, para luego sonreír perversamente. Se apartó un poco de ella, sin liberarla por completo, mientras tomaba su enorme estola y la dejaba caer al suelo. Entonces, jaló a la mujer con la suficiente fuerza para hacerla caer sobre la suave prenda. Él la siguió, colocándose encima e impidiéndole el movimiento con su propio peso, dejando en claro sus oscuras intenciones. —¡Espera, ¿Qué pretendes?! — gritó la joven angustiada, tratando de apartarlo. El demonio sujetó sus muñecas contra la estola y su rostro quedó frente a ella. —Claro que puedes negarte, pero en ese caso, ¡No te irás ilesa y te garantizo que esto jamás lo vas a olvidar! — dijo con fiereza. —¡No, así no por favor!, ¡No lo hagas! — volvió a gritar sin poder liberarse. El Lord sonrió con lujuria, aproximando su rostro al cuello de la mujer. Su lengua comenzó a recorrer la piel canela, dejando un rastro húmedo. —¡Basta, detente por favor, a la fuerza no! — pidió Diana con un nudo en la garganta y los ojos al borde del llanto. —¡Acepto, acepto tu convenio! — Sesshomaru escuchó complacido las palabras de su deliciosa presa. Por un instante se sintió tentado a continuar con sus siniestras intenciones, después de todo, lo que buscaba era saciar su apetito. —¡Tranquilízate idiota!, ya accedió a nuestros deseos— gruñó su bestia interna. El Lord del Oeste se quedó quieto, respirando cerca del oído de Diana. Podía sentir como la hembra temblaba bajo él y el olor de su miedo se hacía presente, incitándolo. El demonio alzó el rostro con una mueca de satisfacción. —¿Así que ya lo pensaste mejor? — Diana respiraba descontroladamente, la amenaza de ser violada por un demonio no era nada fácil de superar. Pero a pesar del miedo que la recorría, intentó conservar la calma. —¡Eres… despreciable! — dijo la mujer con lentitud, dado que los nervios no la dejaban hablar con claridad. —Pero tú ganas… será como desees. — Sesshomaru la liberó y después le ofreció la mano en un extraño gesto de ayuda. —Esto no puede estar pasando, sin embargo, no deseo vivir un trauma de ese tipo y menos con un demonio— pensó Diana, todavía temblando, mientras tomaba la mano del Lord. Al ver que la mujer no dijo nada más, el señor del Oeste sonrió complacido. Siempre obtenía lo que quería y aunque fuera por las malas, ella terminaría sometiéndose a su voluntad. —Bien, parece que ya entendiste, vámonos— ordenó Sesshomaru impasible. —Quiero pedirte algo— solicitó Diana, mirándolo de nuevo. —Llama a la curandera, por favor. — —Mujer, hablas demasiado— él la tomó por la cintura, levantándola en vilo. Diana protestó, sin embargo, no pudo hacer nada más que cerrar los ojos y aferrarse a él. Nunca asimilaría la idea de volar, ya fuera sobre un dragón o en los brazos de un demonio. Y tampoco podía evitar el doloroso calambre en su estómago que le provocaba la adrenalina del momento. … Poco después, la mujer sintió el descenso a tierra y posteriormente, él la bajó con suavidad. Abrió los ojos para darse cuenta que, de nuevo, se hallaba en la mansión del Oeste. —Ve adentro— indicó Sesshomaru y, sin decir más, se alejó volando nuevamente. —Cielos, esto es desconcertante— pensó Diana, echando un vistazo alrededor. Se encontraba en el patio, donde no había nadie en ese momento. Más allá, estaba el pórtico de salida, vigilado por las mismas bestias que viera meses atrás. Caminó hacia el interior, cuando de repente, un pequeño demonio de cara verde le salió al paso. —Has vuelto, humana— dijo Jaken, mirándola con disgusto. —Tú de nuevo, rana fea— Diana soltó un suspiro. —Así que de nuevo calentarás el lecho de mi amo, deberías sentirte honrada— comentó el sirviente sin tacto alguno. La joven lo fulminó con la mirada. —¡Pequeño idiota! — masculló, al mismo tiempo que le pegaba en la cabeza con el puño cerrado. —¡Auch, estás loca! — se quejó, sobándose el golpe mientras la veía alejarse. —Finalmente la hizo regresar, después de todo, la tentación es grande, ¿Verdad, amo? — pensó Jaken, quien ya sabía que la hembra humana volvería a pisar los aposentos de su señor. La mujer entró a la mansión susurrando maldiciones por la impertinencia del sirviente. Le molestaba que ese pequeño bicho estuviera al tanto de todo. Aunque, si lo pensaba bien, era probable que todos en ese lugar lo supieran, a final de cuentas, eran demonios y sabían que ella era humana. Se notaba el temor y respeto que le tenían a su amo, así que probablemente jamás andarían comentando algo sobre lo que su presencia significaba.

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Continuará…
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