ID de la obra: 1272

DESEO

Het
NC-17
Finalizada
1
Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
70 páginas, 27.452 palabras, 7 capítulos
Descripción:
Notas:
Publicando en otros sitios web:
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4. Lengua de Perro

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Buenas noches: Por fin terminé de corregir, me costó trabajo avanzar esta vez, pero aquí les dejo el cuarto capítulo. Espero sus comentarios, ya saben que me encantan. Saludos. Atención: InuYasha y todos sus personajes son propiedad de Rumiko Takahashi. Yo sólo escribí la historia porque me encanta éste anime.

***

Capítulo 4: Lengua de Perro Diana comía tranquilamente acompañada de Aki, cuando de repente, entró Jaken al comedor. El pequeño demonio, siempre serio, tomó asiento del otro lado de la mesa y un sirviente empezó a colocar las viandas frente a él. —Oye humana, ¿Cómo es que regresaste?, ¿Acaso la cueva te deja pasar cuando quieres? — preguntó de la nada. Diana lo miró de reojo, mientras bebía de un pequeño tazón. —Esa cueva no obedece a nada ni a nadie, se abre cuando quiere. No era mi intención venir aquí, sin embargo, me permitió el paso de nuevo— contestó la mujer secamente. —Ya veo, no tenías por qué haber regresado, pero el mal humor de mi amo bonito ya se estaba incrementando demasiado en el último mes. Ninguna hembra lo complacía lo suficiente, así que, prefirió llamarte— dijo Jaken como si nada, al tiempo que comía. —¡Oh, gracias!, no sabes el gran honor que significa para mí ser la “elegida”, mira que orgullosa me siento— respondió Diana, con el tono más ácido y sarcástico que podía emplear. —Pues, aunque te burles humana tonta, otras hembras quisieran tener el privilegio de haber sido marcadas por Lord Sesshomaru— volvió a decir el sirviente. —Además, he notado que no te diriges a él con el debido respeto que se le debe rendir a un gobernante cardinal— reprochó con seriedad. —¿Y eso debería importarme?, para mí es indiferente que pertenezca a la nobleza. No tengo ninguna obligación de llamarlo siquiera por su nombre, así como él no lo hace conmigo— respondió apática. —¡Cómo te atreves, humana irrespetuosa!, otros han muerto por menos que eso. Si mi amo bonito te escucha, te castigará— amenazó el pequeño demonio. —Sí, claro, tengo tanto miedo— se alzó de hombros, indiferente. —Además, perro que ladra, no muerde— habló con burla, sin tomar en cuenta el sentido de sus palabras. Ambos demonios hicieron un gesto de extrañeza, no habían entendido la expresión de la humana. Diana los miró un poco sorprendida. —¿A qué te refieres jovencita? — cuestionó Aki. —Lord Sesshomaru es un InuYoukai, por lo tanto, sí puede ladrar y morder. — La mujer rodó los ojos y casi estuvo a punto de soltar la risa, por un momento había olvidado que se encontraba en otro tiempo y lugar, donde las cosas eran completamente diferentes. Aunque se le hizo gracioso, no debía ser irrespetuosa a pesar de su situación. —Está bien, mi comentario no viene al caso, olvídenlo, ¿Qué significa InuYoukai? — inquirió la joven. —Nosotros, las criaturas sobrenaturales, somos de diferentes especies. El señor Sesshomaru es un demonio perro, yo soy un demonio zorro— explicó la curandera. Diana hizo un gesto de asombro ante la información. No porque no lo intuyera, sino porque todo en ese mundo era demasiado sorprendente para ella, y por lo regular, mantenía su curiosidad y dudas a raya. —¿Y tú eres algún tipo de sapo demoníaco? — preguntó, dirigiéndose a Jaken. —¡Yo no soy un sapo, humana impertinente!, ¡Para ti, soy el señor Jaken, recuérdalo! — habló con molestia. La mujer volvió a rodar los ojos, ignorando por completo el reclamo del sirviente. Siguió comiendo, era mejor darle por su lado. Por otra parte, la anciana zorro le acercó un contenedor con el té de hierbas moradas. —Debes seguir tomándolo, al menos por todo el tiempo que estés aquí— indicó. La mujer suspiró disgustada, pero tenía que aceptar la recomendación, no quería estar cansada todo el tiempo. Sin embargo, su cuerpo seguía adolorido, por lo que necesitaría más del ungüento coralino que empleaba la curandera. … Las horas pasaron y comenzó a anochecer, por lo que Diana se sentía aburrida. Estuvo sentada en el jardín interno por un rato y después recorrió algunos pasillos, pero no había señal de Sesshomaru. Ahora que lo pensaba detenidamente, no estaba segura cuánto tiempo permanecería ahí, es decir, debía regresar antes de que llegara el fin de semana. —No puedo quedarme tanto tiempo como la otra vez, debo volver cuanto antes, sólo espero que el portal no me juegue una mala broma— pensó, mientras caminaba de nuevo hacia el gran salón. —Pero alguien tiene que llevarme a la cueva de la Luna, no puedo llegar sola, sería peligroso— meditó, recordando el ataque de la extraña serpiente. Al entrar, se dio cuenta de que la armadura y las armas del demonio seguían en el mismo sitio. Ella se aproximó con precaución a la mesa donde reposaban ambas katanas. Tomó cada una de ellas y las desenfundó parcialmente, sin retirarlas de su cubierta. Las dos espadas parecían brillar, no sólo por su filo, sino también por un tenue destello de color. —Son hermosas, tienen algo… sobrenatural— murmuró, a la vez que sujetaba una de las armas, que brillaba levemente en azul. La guardó en su funda, depositándola de nuevo sobre la mesa. —Que diseño tan curioso… parecen grecas— comentó, al tomar la otra katana que despedía un ligero tono verde. Se podía apreciar claramente el diseño impreso sobre la afilada hoja, así como la perfecta hechura de la funda. —Todavía no entiendo cómo puedes tocar mis katanas sin recibir daño alguno— se oyó de pronto una voz. Diana se sorprendió por un instante antes de voltear, era el señor del Oeste, parado en el umbral de la entrada. Él sólo la observaba con cierta curiosidad, mientras ella guardaba de nuevo el arma en su cubierta. —Únicamente estaba admirándolas, espero no te moleste— habló la mujer con reserva. Sesshomaru se acercó, tomó la katana de elaborado diseño y la desenfundó por completo. —Empúñala— le ordenó a la mujer. —No quiero… — intentó negarse. No obstante, el gesto imperativo del Lord la obligó a tomar el arma. Ésta no era tan ligera, así que necesitaba de ambas manos. La hermosa hoja solamente reflejaba su entorno y continuaba despidiendo el llamativo resplandor verde. Sesshomaru alzó una ceja en gesto de sorpresa, al ver que el arma permanecía inmutable en manos humanas. —Oye, deja de hacer eso por favor, es muy incómodo— se quejó Diana de pronto. —Explícate mujer. — —Pensé que no volverías a molestarme con eso. La cicatriz me está cosquilleando, no duele, pero es incómoda la sensación— dijo ella. En ese momento, el Lord del Oeste entendió por qué la humana podía estar en contacto con las katanas. La cicatriz que portaba en el hombro se lo permitía. Él la había marcado como de su propiedad, por lo tanto, era su dueño, así como lo era de las espadas. Pero no tenía intenciones de hacérselo saber. —Toma, ya no quiero sostenerla— habló la joven, regresándole la katana por la empuñadura. El Lord guardó el arma en su funda. —Ve a la habitación y espérame ahí— ordenó. —Escúchame por favor, no puedo quedarme por varios días, debo regresar— protestó, recordando la intermitencia del portal. —Obedece, si no quieres quedarte aquí por lo que te queda de vida— respondió con tono frío e indiferente. —Eres un maldito— pensó Diana, alejándose con la molestia reflejada en el rostro. A pesar de la amenaza, ella no quería someterse. … Poco después, la mujer permanecía recostada en la cama, reclinada sobre los mullidos cojines, durmiendo parcialmente. Así pasaron un par de horas, mientras la noche continuaba su marcha. En silencio, la puerta de madera se abrió y Sesshomaru entró a la habitación. Caminando despacio, se aproximó a donde reposaba la mujer, observando su tranquilo respirar. Se agachó en la orilla del lecho, cerca de ella y comenzó a olfatear el aire, reaccionando instintivamente sin poder evitarlo. —¿Por qué el aroma de esta humana es tan diferente? — se cuestionó para sus adentros. —¿Para qué quieres saberlo?, ya es un poco tarde para que te importe, ¿No crees? — contestó la bestia en su interior. —¡Cállate!, simplemente no puedo tolerar el hecho de que esta mujer me altere más que una hembra de mi propia especie— respondió con irritación. La bestia soltó una sonora carcajada. —Mira cómo nos tiene y ni siquiera ha comenzado su periodo de celo— se relamió los bigotes. —Maldita sea, no quiero que esté aquí cuando eso suceda, no puedo dejar que me perturbe de nuevo— se expresó molesto el Lord. —Deja que se marche y problema resuelto. — Sesshomaru no respondió. —Ah, ya veo, no quieres liberarla, ¿Verdad?, es demasiado pronto, aún puedo sentir el hambre— pronunció lascivamente la bestia, provocando la excitación del Lord y tomando por breves instantes el control. Sesshomaru gruñó ligeramente antes de subir al lecho, junto a la mujer. Ésta seguía adormilada cuando se percató de su cercanía. —Esto no puede ser, estaba durmiendo tan tranquila— pensó Diana entre sueños, al darse cuenta de que las manos del demonio comenzaban a tocarla ansiosamente. Con un poco de modorra, ella estiró su cuerpo y se quedó quieta con los ojos entrecerrados, dejando que el demonio la acariciara con total libertad. La mujer solamente dormía con la pieza inferior de su ropa íntima y una satinada bata, la cual comenzó a ser retirada. Dado que el sopor del sueño continuaba presente, decidió ignorar los mimos de Sesshomaru. Quería ver hasta dónde era capaz de llegar si ella no le prestaba atención. Sin embargo, esa no fue una buena idea, porque a la bestia no le agrada que la ignoren. Entonces, comenzó a usar su lengua directamente sobre ella. Justo en la parte de su cuerpo que más provocaba su ansia por la señal olfativa que liberaba. Diana abrió los ojos de golpe y el adormecimiento desapareció en un santiamén. Todo ocurrió en un instante. La prenda íntima fue cortada por el filo de las zarpas y sus muslos fueron separados con algo de fuerza. Dolió por un instante, pero no pudo quejarse, ya que, lo que escapó de su boca, fue un intenso gemido. La cálida lengua del demonio comenzó a recorrerla con hambriento deseo. La sensación la golpeó sin aviso, su espalda se arqueó de manera extraña y su boca no alcanzó a liberar completamente el nuevo jadeo. Apretó los párpados y se retorció entre las sábanas, intentando detener la morbosa tortura. —¡Espera… detente! — quiso hablar, pero el demonio ya la tenía sometida. Su cuerpo se estremeció al sentir el roce de su botón y el recorrido de toda su flor. Sus manos se dirigieron al blanco cabello, intentando sujetarlo, pero a él poco le importó. Diana empezó a gemir con más fuerza, percibiendo el filo de las garras acariciar la cara interna de sus muslos. Algo no andaba bien, el Lord estaba demasiado excitado. Ella trató de buscar su mirada y sólo por un instante alcanzó a notar el carmesí en sus ojos. Era la bestia quien dominaba. El hábil movimiento del órgano bucal hacía honor a la especie de su dueño. El húmedo y suave recorrido consiguió que su cuerpo reaccionara tan rápido, que el interior de su feminidad la traicionó con una dolorosa contracción. Inmediatamente el macho gruñó al percibir el nuevo aroma mezclado con su propia lubricación. Su respiración se agitó aún más, disfrutando de la fragante señal. Una extraña sonrisa, con los caninos al aire, complementaba su proceder, parecido al de un semental alterado por la hembra dispuesta ante él. Comenzó a subir sobre la mujer y su lengua continuó marcando la piel canela del vientre, siguiendo una dirección en ascenso. De pronto, las manos de ella lo detuvieron. —¡Espera… tienes que… controlarte! — habló Diana con la respiración entrecortada, enfrentándose a la escarlata mirada. Por un instante, el macho dudó. Su jadeo trataba de estabilizarse, pero el aroma de ella lo seguía perturbando. La tomó por las muñecas y la inmovilizó contra las sábanas. Su rostro descansó sobre el pecho femenino, donde escuchó el agitado corazón. Podía percibir el fluir de su sangre y el ligero miedo que emanaba de su ser. Entonces, la cordura regresó, sus ojos se aclararon y de nuevo se incorporó. La nerviosa mujer lo observó, ya era de nuevo el Lord, pero su lujuria no disminuyó. Él la liberó sólo para deshacerse del estorbo que le impedía unirse a su piel. De nuevo sintió la convulsión de su flor, descarado deseo escapando en forma de miel. Ella intentó cerrar las piernas para controlar aquella sensación, pero el macho se lo impidió. Un nuevo golpe de placer la invadió. El demonio reanudó su lingual tortura, preparándola para recibir su longitud. La mujer volvió a perderse en el mar de sensaciones y las sábanas del lecho sufrieron las consecuencias. Su boca reanudó los gemidos y la respiración ya no le alcanzó cuando el espasmo del goce inició. Estaba a poco de la cima final, cuando percibió al macho subir de nuevo sobre ella. Su virilidad la rozó con martirizante lentitud, para luego comenzar a penetrarla. Diana gimió con desesperación y él lo disfrutó, sabía que el clímax de la hembra estaba por llegar. Pero el demonio quería torturarla un poco más. Las miradas de ambos se volvieron a encontrar, reflejando su propio deseo animal. Con el roce de un vientre contra el otro, inició el vaivén, brioso y enloquecedor. El ambiente se vició de transpiraciones y jadeos. Las piernas de la hembra rodearon al macho, estrechando su unión. Diana se aferró a la espalda masculina y casi gritó cuando su orgasmo estalló, obligándola a clavar sus uñas en la blanca piel del Lord. Él seguía dominándola, aceptando con placer la ruda caricia, al mismo tiempo que su bestia sonreía complacida. Pero aún era pronto para detenerse, no la dejaría recuperar el aliento, tendría que soportar sus embestidas hasta el final. El baile de ambos cuerpos continuó, entre movimiento y fricción, el placer de ella se extendió y el orgullo del Lord se incrementó. Disfrutaba verla delirar, se complacía de sentirla temblar y saber que se entregaba en su totalidad. El demonio acentuaba parte de su peso en cada embate y la sensación parecía arrastrarlo al abismo final. De pronto, sintió contraerse algo en su interior, la onda de placer empezó a crecer. Sin dejar de abrazar a la hembra, la oscilación de sus caderas aumentó. Su boca se entretenía en el cuello de ella y su agitado respirar le acariciaba la oreja. En un instante, el clímax del Lord se hizo presente, recorriendo su espina dorsal y nublando su mente. … Diana aún temblaba, ligeros espasmos de placer seguían palpitando en su húmedo interior. Sus piernas comenzaron a ceder, liberando al macho, quien permanecía inclinado sobre ella. Ambos continuaban agitados y su posición no cambió hasta que la serenidad llegó. Sesshomaru la liberó, recostándose a su lado con los ojos cerrados. La mujer demoró un par de minutos en moverse, hasta que se levantó poco a poco. Abandonó el lecho con lentitud para atender la necesidad fisiológica de su cuerpo. Momentos después, salió de la habitación con la satinada bata cubriendo su desnudez. Llegó al comedor, buscando el té que la curandera le preparó. —Cielos, estoy agotada— divagó, bebiendo un par de tragos. —No me imagino lo que significaría ser la pareja de un ser como él, tan sólo de pensarlo, me hace sentir incluso más cansada. — Regresó a los aposentos y cuando entró, se desconcertó por un instante. Sesshomaru seguía en el lecho, durmiendo indiferente. —¿Por qué sigue aquí?, por lo regular, siempre me deja dormir sola— pensó Diana. —Bah, como sea, tengo tanto sueño, que no me importa que esté aquí— finalizó, sentándose en el borde de la cama. Subió de nuevo y se acomodó en el espacio libre. Un cojín le sirvió como almohada y la suave sábana la cobijó. En un instante se quedó tan dormida como el Lord.

***

Continuará…
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