ID de la obra: 1272

DESEO

Het
NC-17
Finalizada
1
Fandom:
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
70 páginas, 27.452 palabras, 7 capítulos
Descripción:
Notas:
Publicando en otros sitios web:
Prohibido en cualquier forma
Compartir:
1 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar

5. Venganza

Ajustes de texto
Buenas noches: Les traigo el capítulo 5. Creo que esta vez me quedó algo perverso, pero bueno, eso lo decidirán ustedes. Kitty, éste es para ti, espero lo disfrutes. Gracias por su tiempo y sus comentarios. Atención: InuYasha y todos sus personajes son propiedad de Rumiko Takahashi. Yo sólo escribí la historia porque me encanta éste anime.

***

Capítulo 5: Venganza El sol comenzó a subir, las sombras se alejaron y un nuevo día inició. Dentro de poco se cumplirían las primeras veinticuatro horas desde que Diana regresó a ese lugar. Estos pensamientos rondaban su mente cuando despertó. Entonces, se dio cuenta de que algo no andaba bien. La sensación la desconcertó por un instante, quedándose quieta sin mover nada más que los ojos. Permanecía recostada de lado y detrás de su cuerpo, estaba Sesshomaru, abrazando su cintura de manera posesiva, manteniéndola contra él. Ella estaba ligeramente apoyada en su fuerte pecho, sus caderas y piernas también palpaban la blanca piel. Su cuello y hombro estaban parcialmente cubiertos por el platinado cabello y la relajada respiración del demonio le acariciaba la nuca con suavidad. —¿Por qué sigue aquí?, ¿Cuándo me abrazó?, creí que se marcharía en algún momento de la noche— pensó la mujer. —Esto no me agrada, prefiero dormir sola, ¿Qué haré?, ¿Si me muevo, se despertará? — Trató de separarse de él lo más sutil que podía, sin embargo, el Lord lo percibió. No despertó, pero su posesivo agarre se intensificó. Diana sintió un mayor abrazo y como aproximaba el rostro a su mejilla. —¡Suéltame, no me gusta que me abracen tanto! — se quejó para sí misma, intentando permanecer quieta. No quería despertarlo y mucho menos provocarlo, su cuerpo estaba resentido y por el momento no toleraría un nuevo acercamiento. Pasaron un par de minutos y Diana no sabía qué hacer, así que simplemente cerró de nuevo los ojos, pensando en cualquier cosa para distraerse. Un momento después, percibió una inhalación profunda por parte de él, estaba olfateando su piel. La joven se mantuvo serena, fingiendo dormir. Sesshomaru la fue liberando despacio, no sin antes hacer un gesto curioso: Lamer su mejilla. Ella continuó respirando tranquila y sin inmutarse. —Que extraño mimo, supongo que es común en los de su especie— pensó extrañada, al mismo tiempo que él se retiraba del lecho y en silencio, abandonaba la habitación. Diana esperó un poco y después se estiró pasivamente, cual gato adormilado entre las sábanas. Se arrastró a la orilla para tomar su mochila, buscando en su interior la precaución a su extraña situación. Tragó y bebió de su propia agua una vez más. Luego volvió a buscar dentro del morral. —Es un idiota, debería cortarse las garras, menos mal que soy precavida— dijo, mientras localizaba una nueva prenda íntima y guardaba los restos de la anterior. Ya había sospechado con antelación que algo le sucedería a su vestimenta estando en manos del Lord. En ese instante, tocaron la puerta y la voz de la curandera se escuchó. —Diana, ¿Puedo pasar? — —Adelante Aki, llegas a tiempo para ayudarme, me duele todo y necesito bañarme con urgencia— explicó la joven. La anciana zorro se aproximó a ella, ofreciéndole su mano. —Si niña, ya lo sé, vamos, apóyate en mí. — … Más tarde, la curandera terminaba el relajante masaje con el bálsamo coralino para el dolor corporal. La mujer empezó a vestirse con algo de queja, los recientes rasguños aún ardían en su piel. —¡Maldición, esto es tan molesto!, Aki, ¿En serio no tienes algo para cicatrizar los arañazos? — preguntó Diana. —De momento no. Las heridas de un demonio como Lord Sesshomaru no son fáciles de tratar, a pesar de que no lo hizo con la intención de lastimarte. Pero iré al bosque cercano para buscar algo que reduzca la molestia— respondió la anciana. —Gracias, te lo agradezco. No es nada agradable soportar sus filosas caricias— dijo la mujer. —Bueno, es un pequeño precio a pagar por todo el placer de lo demás, ¿O no? — comentó la curandera con picardía. Diana hizo un gesto de desconcierto, aquella mujer demonio ya tenía demasiadas confianzas con ella. Pero hasta cierto punto, tenía razón, no la había pasado nada mal, excepto por su extraño despertar. —Ja-ja, que graciosa, mejor dime si tu amo ya se marchó, no quiero verlo en el comedor— respondió ella, cruzando los brazos en gesto de indignación. —El amo casi no visita el comedor, por lo regular, llevan sus viandas al gran salón. Se la pasa la mayor parte del tiempo ahí, atendiendo sus asuntos, cuando no sale a recorrer su territorio— explicó Aki. —Bien, entonces vamos a desayunar, tengo mucha hambre. — … El día avanzó un poco más. Diana buscó a Sesshomaru para tratar de convencerlo de que la dejara marcharse, sin embargo, no sería tan fácil. Recorrió los pasillos y el gran salón, pero no lo encontró por ningún lugar. De pronto, notó a su fiel sirviente entrando por la puerta principal. —Oye, ¿Dónde está tu señor? — cuestionó la joven. —El amo Sesshomaru salió a recorrer su territorio— reveló Jaken. —¿Y por qué no te llevó? — El pequeño demonio rodó los ojos con fastidio. —Que preguntona eres humana, eso no te importa. A veces el amo sale a cazar por diversión y para dejarle en claro a sus enemigos, quién es el que gobierna estas tierras. Así que no tiene caso que lo busques, él no volverá hasta el atardecer. — —¡No puede ser, y yo aquí encerrada sin poder marcharme! — habló Diana exasperada. —Oye, tú podrías llevarme de nuevo a la cueva de la Luna, en el dragón de dos cabezas. — —¡¿Qué?, estás loca si piensas que voy a hacer eso!, si quieres, vete tú sola, pero yo en tu lugar no lo haría, sabes que Lord Sesshomaru puede encontrarte fácilmente. Además, dudo que la cueva esté abierta— declaró Jaken con burla. —Así que tú sabes cuándo está abierto el portal— reprochó. —Hoy no lo está, y mañana, quién sabe— soltó una risita cínica. De pronto, su gesto cambió al desconcierto. —¡Hey, que crees que haces, vuelve aquí! — gritó, al verla caminar hacia el pórtico, llevando la mochila al hombro. —Me largo, no necesito tu ayuda, sapo feo— respondió Diana, marchando a la salida. —¡Regresa inmediatamente, humana loca!, ¡Mi amo se va a enojar mucho cuando vuelva y no te encuentre! — exigió el sirviente, siguiendo a la mujer. La joven casi alcanzaba la salida cuando, de pronto, una de las bestias guardianas con aspecto úrsido, giró hacia ella, cerrándole el paso. Gruñó levemente, haciendo un gesto indicativo que apuntaba hacia la mansión. Diana se sobresaltó más por el aspecto de la criatura, que por lo que expresaba. —¡Quiero irme de aquí, no tienen por qué detenerme! — protestó nerviosa. —No puedes salir de estos muros, son órdenes de Lord Sesshomaru— el guardián habló con voz ronca. Jaken se acercó, regañándola. —Te lo dije, eres una tonta si crees que puedes hacer lo que te venga en gana. — —¡Maldición, déjenme pasar! —alzó la voz, intentando evadir al vigilante. Entonces, la criatura alzó uno de sus brazos, deteniendo su avance y pretendiendo sujetarla. —¡No la toques, el amo Sesshomaru se dará cuenta! — se escuchó la voz de la curandera, quien regresaba con un manojo de hierbas oscuras. —No querrás que te castigue, ¿Verdad? — Ante la advertencia, el guardián se alejó de la humana y regresó a su posición de vigilancia. —¡Aki, ¿Tú también me vas a detener?! — preguntó enojada. —Ven conmigo Diana, por el momento no conviene que trates de salir, hay algunos monstruos por los alrededores, podría ser peligroso— explicó. —Esto no puede ser… ese idiota… — masculló, regresando al interior del lugar, junto con la anciana y el sirviente. … Momentos después. —Ya te lo dije niña, no provoques al amo, no tiene caso. Lo único que conseguirás es que te mantenga aquí por más tiempo— habló Aki, mientras colocaba una pasta oscura sobre los rasguños en la piel de Diana. —Esta situación ya me está hartando, yo le dije que no puedo quedarme tanto como la otra vez. Tengo una vida y responsabilidades en mi propia época, no debería estar aquí— se quejó. En ese instante, percibió la sensación templada de la mezcla de hierbas, la cual iba disminuyendo el ardor de los zarpazos. —Sí, lo sé, pero es peligroso que quieras irte sola, algunas criaturas andan famélicas, y por estas fechas, pululan en demasía por el territorio del amo— advirtió la mujer zorro. —Tengo que hacer algo al respecto, debo hablar con él— finalizó la joven. El día continuó avanzando lentamente. … Más tarde. Sesshomaru no dejaba de observar los oscuros y furiosos ojos de la mujer. Su mirada era llamativa para él y le encantaba hacerla rabiar. Quizás lo que más llamaba su atención, era que lo desafiase sin siquiera tener la más mínima idea de que podría morir en un segundo. Sin embargo, el Lord del Oeste no tenía intenciones de dañar a la extraña hembra que, inexplicablemente, alteraba su instinto. Tampoco la dejaría marchar, aún era muy pronto. —He dicho que no, así que deja de insistir— mencionó él, con su típico tono serio. —¿Por qué?, yo ya cumplí con lo que querías, no puedo quedarme tanto tiempo, tengo mi propia vida y asuntos que atender— reclamó Diana con molestia. —Aunque te lleve a la cueva, no servirá de nada, está cerrada y no se abrirá hasta mañana— se justificó el Lord. —¡Eso no es cierto, yo hice el conteo y está abierta el día de hoy! — ella alzó la voz. —Silencio mujer, no me hagas enoj… — —¡¿O si no qué?, ¿Me vas a mantener encerrada aquí?! — lo interrumpió enérgica, ya estaba impacientándose por la actitud del señor del Oeste. Sesshomaru sonrió con sutileza, de nuevo lo estaba enfrentando. Se aproximó a ella y, en un parpadeo, la tomó por la barbilla. La mujer no pudo esquivarlo, quedando inmovilizada, con aquellos ojos ambarinos mirándola fijamente. —Me perteneces, y estarás aquí hasta que yo decida lo contrario— declaró con frialdad, tornando su expresión altiva y dominante. —¡Eres un desgraciado! — masculló la joven, tratando de soltarse. De repente, sintió como la mano descendió hacia su cuello, atenazándolo con firmeza. El rostro del demonio se acercó amenazante. —No me agrada que hables tanto— declaró, antes de besarla con fuerza. Diana intentó rechazar el sorpresivo gesto, pero su boca se vio obligada a aceptarlo, ya que la presión de las garras le impedía respirar libremente. Por un momento, sintió que el aire se había agotado, pero en ese instante, él la liberó. Sólo atinó a retroceder unos pasos, buscando recuperarse. El Lord la observó con malicia. —No me provoques o lo lamentarás— fueron sus últimas palabras antes de alejarse por un pasillo. —¡Imbécil, esto no se va a quedar así! — pensó para sí misma, sobándose el cuello. … La noche llegó. Diana seguía molesta por los caprichos del demonio y no quería encontrarse con él. Así que el resto de la tarde la había pasado en el comedor, junto con Aki. No obstante, unas horas después, el sueño comenzó a pesarle, por lo que decidió ir a dormir. Caminaba en silencio por el corredor cuando, de pronto, la voz de Sesshomaru la llamó desde la estancia. —Ven aquí— ordenó. —¡No quiero! — pensó ella con fastidio. Avanzó unos pasos, pero la orden se repitió con más fuerza. —¡Te he dicho que vengas! — habló imperativo el Lord. Diana suspiró enojada antes de encaminarse al lugar. El desagrado se le notaba en el rostro cuando entró al gran salón. —Necesito dormir, estoy muy cansada. — —Podrás dormir después— contestó con indiferencia el demonio. —No es el momento adecuado— volvió a oponerse la joven. —¡Silencio! — gruñó. —Ahora, ven y compláceme con tu boca. — Ella frunció el ceño y su irritación aumentó cuando el señor del Oeste se reclinó en el cómodo diván, separando descaradamente los muslos, reafirmando su lasciva solicitud. La mujer volvió a suspirar con cansancio, esto no podía continuar así. Encaminó sus pasos hacia él, mientras su mente le sugería una venganza, a fin de cuentas, ella también podía ser cruel. No permitiría que se saliera con la suya todo el tiempo y, a pesar del peligro, decidió darle un escarmiento. Se aproximó al demonio con lentitud. Posteriormente, se arrodilló y sus manos acariciaron la tela que cubría la parte inferior de su cuerpo. Con un grácil movimiento, lo dejó al descubierto, mientras alzaba la cara y sus ojos se enfrentaban con los de color ámbar. Era un juego de miradas para ver quién dominaba. Diana fingió sumisión y desvió la vista, a la vez que sus manos tocaban aquella virilidad, que rápidamente comenzó a despertar. El demonio se hundió en la agradable sensación que con anterioridad había extrañado. El cálido tacto de la mujer y su hábil fricción empezó a transportarlo fuera de la realidad. Tanto así, que no se percató de las intenciones reflejadas en su astuta mirada. Ella lo observaba de reojo, mientras su atención se centraba en la mejor estimulación. De inmediato aplicó la experiencia previa, sus cálidas palmas acariciaron y su boca despacio se fue acercando. Con un insinuante y lúbrico movimiento, comenzó a recorrerlo sin recato alguno. El objetivo estaba claro. Los jadeos del macho se hicieron presentes, evidenciando que lo estaba disfrutando. Su rostro se relajó y sus facciones no mentían, la hembra sabía lo que hacía. No la observaba, no era necesario, ya confiaba demasiado. La húmeda caricia lo perturbó y su anhelo se incrementó. Por un instante sintió el deseo de poseerla en ese momento, sin embargo, una intensa sensación lo distrajo: El inicio del clímax se estaba gestando. La mujer lo contempló con un ligero brillo de perversión sin detener la felación ni un segundo. Lo estimuló a tal grado, que la erección ya dolía del placer acumulado. Ella lo sabía, así que, en ese momento, detuvo de golpe su carnal actividad. Retiró los labios y lo liberó de sus manos, para luego incorporarse rápidamente. Mientras el demonio abría los ojos, Diana le sonrió. Sesshomaru se tensó ante semejante acción. Su endurecida virilidad estaba en el punto más álgido, donde no hay marcha atrás o las consecuencias pueden ser muy dolorosas. Entonces, los oscuros ojos de ella lo miraron desafiantes y, en un acto de total rebeldía, le dio la espalda, retirándose de la estancia. Su fiero gruñido se escuchó más que sus palabras. —¡¿A dónde crees que vas?! — preguntó frustrado, al mismo tiempo que una punzada recorría su zona genital. Diana no respondió, simplemente se alejó más rápido, perdiéndose en la entrada del gran salón. El Lord gruñó aún más irritado, no podía creer que una simple humana osara desafiarlo de esa manera. Lentamente se incorporó, cerrando la vestimenta que portaba. Su ansiedad y frustración aumentaron, sencillamente no podía tolerar la situación y, con una siniestra intención, empezó a seguir a la huidiza hembra. —¿Qué locura estoy haciendo?, no lo puedo creer… sin embargo, se lo merece— pensó Diana, mientras llegaba a la habitación principal. Sabía que era peligrosa su forma de actuar, pero ya no había marcha atrás. Caminó unos pasos más, ingresando al baño de aguas termales, sentándose cerca de la orilla. Entonces, lo escuchó llegar. La puerta del cuarto contiguo se abrió de golpe y sus pasos avanzaron hacia donde estaba ella. La segunda hoja de madera también cedió al paso de un demonio sumamente alterado. —¡¿Cómo te atreves a dejarme en éste estado, maldita humana?! — habló con filo en la voz, mirándola con ojos escarlata. —¡Aunque seas el rey de éste lugar, yo no tengo por qué someterme a tus caprichos!, ¡Y si no piensas dejarme ir, tampoco tendrás mi cooperación! — respondió la mujer con seguridad. En ese instante, su estómago y corazón sufrieron el golpe de la adrenalina, se estaba jugando la vida. Aquellas simples palabras alteraron más de lo que se imaginaba a Sesshomaru, quien casi ladró cual perro rabioso, aproximándose a la mujer. Él provenía de un linaje real y siempre tuvo todo lo que quiso. Siempre impuso su voluntad y jamás una hembra lo había rechazado. Jamás un humano lo había desafiado. Pero ahora, una mujer de esa fastidiosa especie, lo había dejado en semejante estado. Su orgullo estaba crispado. Ella se quedó quieta, con los ojos cerrados, esperando algún tipo de agresión, sin embargo, ésta no llegó. El demonio la tomó con fuerza del brazo, arrastrándola posteriormente hacia la otra habitación. —¡Suéltame, me lastimas! — se quejó Diana del agarre. Sin la menor consideración, el Lord la arrojó sobre el lecho, subiendo después para gatear hacia ella de forma amenazante. La asustada joven se arrinconó en la otra orilla, pero no pudo escapar de la garra que le sujetó el tobillo. Como si fuera una ligera muñeca, fue remolcada con fuerza, situándola debajo de él. Su cuerpo la aprisionó en una morbosa posición, mientras le atenazaba las frágiles muñecas por encima de la cabeza. —¡Contrólate Diana, que no te domine el pánico! — pensó la mujer, al quedar a merced del alterado macho. Entonces su cuerpo se relajó, sin oponer más resistencia. —¡No deberías provocarme, a menos que desees morir! — amenazó el demonio, exponiendo los colmillos. La mujer tembló con fuerza, pero no respondió, solamente giró el rostro de lado, evitando la mirada del Lord. Su respiración agitada y el olor de su miedo ahora predominaban. —¡¿Eso quieres, deseas morir?! — preguntó el demonio, acercándose al cuello femenino. —Sé que no lo harás— susurró la mujer sin voltear, sus palabras sonando con insolente seguridad. El señor del Oeste se quedó paralizado por un segundo y su mirada se encolerizó aún más. En todo el tiempo que llevaba de vida, nunca alguien se atrevió a provocarlo de esa manera. La hembra humana le dio un golpe bajo a su orgullo, pero no estaba dispuesto a permitir que lo supiera. Diana sintió como otro fiero gruñido le acarició la piel. Estaba tan cerca de su yugular, que casi podía sentir la dentellada sobre su carne. El filo de los colmillos rozó su cuello y el cálido aliento empeoró la sensación de miedo. La sangre se agitó en sus venas y los latidos de su corazón fueron demasiado claros para el Lord. —Esta hembra es única, me encanta su rebeldía— habló la bestia enojada desde su interior. —¿Qué estás esperando, no piensas castigarla? — Sesshomaru se incorporó levemente y sus garras procedieron a rasgar la fina tela que cubría a la mujer. Entonces, su húmeda lengua comenzó a lamer con descaro el espacio entre los tibios senos. Diana cerró los ojos y tragó saliva con temor. Continuaba sin oponer resistencia, no se movía ni reaccionaba ante la agresión. Repentinamente, el demonio volvió a gruñirle con rabia cerca del oído, haciendo algo inesperado. —Esto no se quedará así— susurró una oscura sentencia. De pronto, la mujer se vio liberada, y el movimiento del lecho le indicó que el Lord se retiraba. Ligeros pasos se alejaron y ella alzó la vista para verlo desaparecer tras la puerta de la habitación. —¡Maldita sea, eso fue demasiado peligroso!… Diana, no deberías bailar con la muerte— divagó, mientras se sentaba en la cama e intentaba controlar su agitada respiración. Lo había conseguido, con riesgo de perder la vida, pero se había vengado, y de paso, confirmó una sospecha. La primera vez que la amenazó de esa forma, ella no sabía si realmente él se atrevería a semejante vileza. Ahora comprobó que no lo haría, a pesar de haberlo provocado a un grado bastante doloroso para un macho. Y aunque obtuvo su desquite, debía tener cuidado, porque su amenaza era muy clara: Sesshomaru regresaría. Antes de recostarse, sonrió con burla al escuchar a lo lejos el sonido del agua corriendo. … —¡Maldita mujer! — gritó el demonio bajo la caída del agua. Su desnudo cuerpo se refrescaba con el frío líquido, tratando de calmar su furia y apaciguar su frustrado deseo. —Idiota, ¿Qué te detuvo? — cuestionó su bestia enojada. —¡Cállate! — —¡Responde! — insistió. —¡Soy el señor del Oeste y jamás me rebajaré a un acto tan vil!, ¡No soy un vulgar animal! — proclamó. —¡¿A pesar de lo que nos hizo?! — reclamó la criatura. —No me complace su indiferencia… sólo espera un poco, la dejaré disfrutar de su victoria— habló más sereno, permitiendo que la humedad acariciara su rostro. —Si, entiendo, no sería divertido forzarla, es más placentero hacerla suplicar. Quiero que se entregue completamente, que ruegue por ser poseída, deseo verla llorar de placer— siseó con malicia la bestia. Sesshomaru sonrió de la misma forma, aceptando la petición. Ahora menos que nunca dejaría que se marchase. La noche siguió su camino. … Al día siguiente. La joven estuvo durmiendo sin problema a pesar de los últimos sucesos. Pero eso cambió hacia el amanecer. La claridad del sol apenas comenzaba a alejar las sombras cuando entreabrió los ojos, algo la despertó. El movimiento del lecho era suave, pero supo de inmediato que ya no estaba sola. Lo encontró sentado en la orilla de la cama, dándole la espalda. Estaba desnudo y su plateada melena se derramaba sobre las sábanas. De pronto, volteó a mirarla por encima del hombro, en sus ojos ambarinos algo se ocultaba. —Tú ganas mujer, fuiste muy astuta— dijo con voz serena, para luego sonreír malicioso. —Pero antes de que te marches, mereces un castigo por tu atrevimiento. — Subió lentamente al lecho, gateando hacia ella. Diana volvió a sentir el calambre de nervios, sin embargo, Sesshomaru no se mostraba irritado. Seguramente tuvo toda la noche para calmarse. Aun así, se mantuvo alerta, permitiendo que se acercara a ella. Tan cerca, que ambos rostros quedaron frente a frente y su cuerpo sintió el calor corporal que él emanaba. Su boca se acercó, y en un parpadeo, se apoderó de los labios femeninos, sin darle tiempo de nada. El posesivo beso le robó el aliento a la mujer, quien intentó apartarlo con ambas manos. Entonces fue liberada, para inmediatamente después sentir la lengua del Lord marcando su cuello. Lento y acompasado empezó a descender. Pequeños besos se quedaron en su hombro derecho, para luego bajar hacia sus senos. Entre beso y lamida, la piel canela no tardó en responder a las incitaciones. Con un suave erizamiento de los poros, las cosquillas se transformaron en placer, inquietándola todavía más. Diana continuaba tensa. Ignoraba lo que haría el demonio, pero aquellos ojos ámbar ocultaban una amenaza, casi lo podía intuir. —¿Qué pretendes?, no vas a lastimarme, eso lo sé… entonces, ¿Cuál es tu trampa? — especuló la joven, al sentir que el macho se esmeraba en su carnal estimulación. Sin embargo, su mente comenzó a relajarse por el goce que su piel experimentaba, sin imaginar lo que se avecinaba. —Hazlo, con un poco será suficiente— susurró la bestia de ojos carmesí. El Lord sonrió, llevándose un dedo a la boca. El colmillo cortó la piel y una brillante gota roja escapó. La hembra observó con atención, pero no se dio cuenta de la intención, hasta que ya fue demasiado tarde. Sesshomaru la miró con perversión, al mismo tiempo que la tomaba por el cuello con la otra mano. Ella se retorció para liberarse, pero la fuerza del agarre la obligó a abrir la boca frente al dedo sangrante. El líquido escarlata cayó en poca cantidad, impregnando su lengua y resbalando por su garganta. Entonces el demonio le tapó la boca, obligándola a tragar. Ella se agitó ante el sabor y más cuando un extraño calor empezó a invadirle el cuerpo en un santiamén. La sangre de una criatura sobrenatural puede tener raros efectos en un humano y Diana lo comprobó cuando Sesshomaru la liberó. El fluido inició un recorrido en su interior, lo que le provocó ardor en el pecho y una sensación parecida a la adrenalina. De pronto, su cuerpo comenzó a temblar, su piel se erizó y una extraña ansiedad se manifestó. —¡¿Qué me hiciste?! — preguntó sobresaltada. —Simplemente, es un castigo para que no vuelvas a desafiarme— respondió con cinismo el Lord. Se acercó lateralmente a su rostro para luego rozar el borde de su oreja con la lengua. La joven se estremeció por completo, dejando escapar un gemido de su boca. Fue tremenda la reacción de su cuerpo ante la leve caricia. De repente, lo sintió subir sobre ella y apresarla contra las sábanas. Sesshomaru comenzó a recorrer sus costados con ambas manos, al mismo tiempo que lamía de nuevo su piel. El cuerpo femenino recogió todas las sensaciones y las transmitió con fuerza a la mente de la mujer. Los nervios sensitivos incrementaron las descargas y ella percibió aquellas estimulaciones de forma aumentada, como si estuviese drogada. Empezó a gemir con más fuerza, únicamente con la caricia corporal. Su piel comenzó a sudar y sus feromonas se desplegaron, alterando al macho. Su interior dolió con el inicio de su lubricación, percibiendo la contracción de sus pliegues internos. La súbita ansiedad le provocó malestar debido al recorrido de los espasmos a través de su espina dorsal. Sin comprender lo que sucedía, su mente se nubló ante el deseo incrementado. —¡¿Por qué se siente así?, ¿Qué rayos me sucede?! — trató de razonar la joven, mientras el demonio manoseaba libidinosamente su cuerpo. —¡Su sangre, es su maldita sangre! — concluyó, mientras más jadeos escapaban de su garganta. Sesshomaru continuó estimulando a la hembra y su propio instinto empezó a perturbarse por su aroma. Se humedeció los labios con lujuria, intentando controlarse para no tomarla en ese mismo instante. Quería llevarla al borde de la agitación, quería hacerla suplicar y finalmente, hacerla pagar por su provocación. Su bestia interior jadeaba ansiosa, esperando paciente el desenlace final. Diana temblaba demasiado, el deseo carnal había crecido de sobremanera en el centro de su ser. Ya no podía soportarlo más, necesitaba liberarse. Quería sentir explotar el placer que se estaba concentrando y que poco a poco la estaba enloqueciendo. Jamás había vivido semejante experiencia, ni con su mejor amante en el pasado. Ahora sentía que su razonamiento se enturbiaba y sólo el primitivo instinto controlaba su actuar. —¡Ya basta, por favor, no lo soporto más! — gritó la mujer. Su respiración estaba sumamente alterada, su piel se sensibilizó a un extremo insoportable y cada roce lo empeoraba. Su feminidad liberó más lubricación, mojando la satinada sábana. Dolía su flor, se contraía su interior y la señal olfativa alcanzó su máxima expresión. Sesshomaru detuvo su cruel tortura, levantó la vista y se regodeó complacido al verla tan suplicante. Ya había conseguido su propósito y justo en ese instante, su sexo empezó a doler, anhelando hundirse en la hembra. Sin embargo, era momento de hacerla pagar. Así que, controlando su instinto con suprema fuerza de voluntad, se alejó de ella, dejándola ansiosa y escurriendo su carnal necesidad. —¡No lo hagas por favor, no me dejes así! — gimió la mujer, al descubrir su intención final. —¡No resisto más, voy a enloquecer! — El Lord del Oeste sonrió satisfecho ante la súplica de la hembra. Su malévolo desquite rebasó lo que ella había hecho. No obstante, la tortura aún no terminaba. —Te dije que lamentarías el haberme provocado— habló con frialdad el demonio. —Mi sangre te hará pagar por tu atrevimiento— sentenció, retirándose del lecho. —¡Eres un bastardo! — gritó Diana, intentando levantarse. El latigazo de sensaciones golpeó su espina dorsal, haciéndola doblarse sobre sí misma. La humedad recorrió sus muslos y la punzada de su sexo casi la hizo llorar. Su cuerpo entero continuaba cimbrándose ante el placer acumulado, que ahora parecía una corrompida convulsión de malestar. El demonio la observó agacharse y tratar de sostenerse sobre sus brazos. Estaba semi arrodillada y podía notar el color de su excitación. Su aromática señal aún hostigaba su olfato y dentro de sí mismo, batallaba por mantener el control. Deseaba poseerla en ese momento y anhelaba tomar su sangre una vez más. Pero su orgullo seguía molesto y lo obligaba a esperar por verla llorar. Sin embargo, la hembra no cedía, por lo que se marchó con lentitud, dejando la habitación. Diana lo miró desaparecer, así que maldijo una y otra vez, no se sometería. —¡Desgraciado, eres un maldito monstruo! — intentó canalizar su ira en palabras. Pero no tenía caso, la tortura física había alcanzado la cima. Tenía que pensar en algo o se desmayaría y tal vez el mismo dolor la haría despertar de nuevo. Miró a su alrededor y sólo los cojines le hacían compañía. De repente, una idea cruzó por su mente: Autocomplacerse. Tendría que hacerlo o perdería la cordura. Se recostó con lentitud, soportando la caricia de la sábana, gimiendo ante cada fricción. Su espalda se arqueó cuando su mano acarició su feminidad. La lubricación facilitó el roce y con el tacto que sólo una mujer puede tener para consigo misma, empezó a buscar la culminación que la liberaría de aquella opresiva sensación. Conocía su cuerpo, sabía dónde tocar para apresurar el clímax. Sus fluidos internos continuaron apoyándola, el resto de su piel seguía ardiendo y su médula espinal quería convulsionar. Se mantuvo gimiendo, con los ojos cerrados, concentrándose en el estallido final. Lo sintió gestarse en su interior, creciendo con rapidez, al mismo tiempo que sus pulmones luchaban por mantener el aire. Entonces el orgasmo llegó de forma brutal, obligándola a liberar un profundo jadeo animal. Su cuerpo se tensó por completo, propagando el placer desde su vientre hacia todo su ser. Perdió el aliento y la vista se le nubló. Se quedó quieta, permitiendo que su cuerpo reposara el gratificante alivio, liberador de la tortura. Momentos después, el cansancio la venció y el sopor del sueño la abrazó. … Los sonidos de la hembra eran excitantes y sus últimas feromonas alteraron al demonio, quien no estaba tan lejos de la habitación. No la veía, pero percibía todo lo que ella sentía, por el vínculo con la sangre que le obligó a tragar. Sabía lo que había hecho para mitigar la tortura de su cuerpo y eso le irritaba incluso más. Su orgullo no se podía calmar. —¡Adoro a esta hembra, nos tiene como idiotas!, ¡No la liberes hasta que suplique por nosotros! — habló la bestia con excitación. Sesshomaru intentaba serenarse bajo el agua fría nuevamente. Pero el saber que la mujer se había liberado de su castigo con el auto placer, lo tenía exasperado. Era un espectáculo que le hubiera encantado ver, así que sólo le quedó maldecir y esperar. La hembra únicamente había conseguido un alivio temporal y eso lo hizo sonreír con perversión. Era muy pronto para dejarla ganar en éste juego de dominio y poder. Después de todo, su sangre era sumamente poderosa, al grado de que ésta seguiría corriendo por su cuerpo, mezclándose en su interior y martirizándola de nuevo para su señor.

***

Continuará…
1 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)