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Capítulo 6: Apareamiento II Diana se sintió desfallecer por un instante y una lágrima recorrió su mejilla al responder. —Quiero vivir. — Sesshomaru lamió suavemente la salada gota mientras sonreía complacido. Por un momento pensó que ella se opondría con todas sus fuerzas. Sin embargo, el miedo que había en sus ojos, le decía que valoraba más su vida, por encima de lo que estaba a punto de suceder. —No morirás, no temas por ello, los demonios no asesinan a la pareja de apareamiento— respondió. En ese momento, el alma de Diana volvió a su cuerpo, la amenaza de muerte quedaba descartada. Pero esto apenas era el principio. Él no la tomaría bruscamente, pero ella debía asimilar la idea de que un demonio la poseería. Difícil de digerir en tan poco tiempo, no le quedaba más que dejarse llevar y experimentar. El señor del Oeste la sujetó de los brazos, obligándola a mostrar su cuerpo y la hizo girar para que le diera la espalda. Sus manos se posaron en la curva de sus caderas y su cuerpo se acercó aún más. Diana sintió un escalofrío, mientras las manos de él comenzaban a recorrerla despacio, subiendo por su cintura y costados. No pudo evitar un sobresalto involuntario, hasta ese momento, no recordaba lo sensible que era a ciertas caricias. El demonio comenzó a besar sus hombros y cuello con sus tibios labios y después con su húmeda lengua, la cual recorría una y otra vez la piel canela. La devoraba hasta la saciedad y volvía a empezar. —Acaríciala, excítala, haz que implore por ti— le susurró la bestia, que no perdía detalle del momento. —¡Cállate, no necesito de tus consejos! — se respondió así mismo Sesshomaru. —Recuerda que es humana y tiene miedo, será sólo un cuerpo cálido en tus manos, sin emoción, sin deleite. Pero si logras que te corresponda, ambos recibiremos una deliciosa recompensa— contestó la criatura, relamiéndose los bigotes. —Guarda silencio… — Diana no podía mantenerse insensible. Sabía que se entregaba físicamente, pero creyó que podía resistir mentalmente. —Esto… no me lo esperaba, sus caricias son… — pensó vagamente, tratando de concentrarse en lo que estaba sucediendo. Un gemido más fuerte se dejó escuchar al sentir las garras sobre sus senos. A pesar del filo de éstas, Sesshomaru controlaba muy bien su tacto, ya que no la había lacerado en ningún momento. Entonces comenzó a masajear morbosamente la redondez de sus pechos. Despacio y sin prisa, posesionándose de los pezones, que comenzaron a responder al estímulo. El demonio continuaba saboreando la piel de su hombro derecho, mordiéndola suavemente, sin herirla, provocándole cierto nerviosismo y agitación en su respirar. Semejantes acciones empezaron a tener consecuencias en ella. Era rápida e inesperada la reacción de su cuerpo y a veces, el razonamiento se desconecta, cuando el placer se vuelve deliciosamente adictivo. El Lord estrujó los turgentes senos al jalarla hacia él. Ella se sobresaltó por el contacto de su piel con el cuerpo masculino. Era cálido, de suave textura, pero fuerte a la vez. Su pelvis se repegó descaradamente y Diana pudo sentir su virilidad semi despierta. Los temblores involuntarios no se hicieron esperar y por más que intentaba resistir, los gemidos de su boca la delataban. El macho continuó con su libidinosa exploración, mientras la joven sólo temblaba, sin oponer resistencia. Él lo notó y se complacía de ello, así que sus manos descendieron por la cintura, recorriendo atentamente sus caderas e iniciando un perverso masaje en su torneado trasero. Diana ya no podía controlar los estremecimientos, ni reprimir los sonidos de su boca. Entonces se dio cuenta, su cuerpo la estaba traicionando al responder a las incitaciones del demonio. No es que planeara resistirse, pero no creyó que su propio deseo se despertaría en tan poco tiempo. Había algo en el ambiente, o en esa criatura sobrenatural, que comenzaba a ofuscar su razonamiento. La confirmación final de ello la sintió fluir de su entrepierna, el adormecimiento de su flor femenina la alertó de su propia excitación. Su cuerpo lo empezaba a pedir, su deseo la obligaba a llamarlo y su instinto la forzaría a aceptarlo. Sesshomaru estaba adueñándose no sólo de su piel, sino también de su voluntad y percepción. El demonio aspiró profundamente y gruñó. —¡El olor de tu sexo me dice que estás lista! — declaró excitado. Antes de que ella pudiera reaccionar, la levantó en brazos cual ligera muñeca, y con premura salió del agua en dirección a la otra habitación, donde el lecho esperaba. Diana perdió el control de sus emociones. Era innegable que la situación había subido a otro nivel para ella. Sesshomaru la había torturado tanto con su perverso juego de caricias húmedas, que ahora empezaba a desearlo. Su nivel de excitación llegó al punto de querer gritarle que la tomara en el instante que él percibió el aroma de su entrepierna. No sabía cómo sucedió, no tenía intención de averiguarlo, su instinto carnal había despertado para entregarse a la voluntad del sobrenatural macho. El Lord del Oeste también parecía perder el control por momentos. La señal olfativa había alcanzado su punto más alto y no podía esperar más. Quería escucharla llorar y suplicar por él. Pero no se lo diría, así que la obligaría a gritarlo con todas sus fuerzas. La tendió encima del lecho e inmediatamente se colocó sobre ella, respirando agitadamente. Sus manos la acariciaron de nuevo, sus besos y lamidas se situaron sobre sus senos, mientras el filo de sus colmillos rozaba la dureza de sus pezones. La piel de Diana comenzó a sufrir por las nuevas caricias, que se hicieron más intensas. Sus muslos y caderas fueron arañadas levemente por las garras de Sesshomaru y el sutil dolor terminó mezclándose con el placer que ya inundaba su cuerpo. Aquello fue demasiada tortura para la mujer, quien terminó rindiéndose y exclamando. —¡Te lo suplico!, ¡Por favor, hazlo ya! — Eso era todo lo que el soberbio demonio quería escuchar, mientras su bestia interna se regocijaba triunfal. Se enderezó en altiva postura, mostrando su perfecta figura. Diana lo recorrió con ojos ansiosos, pero se estremeció ante la poderosa erección, que orgullosa se elevaba. Sesshomaru tomó a la mujer por las caderas, haciendo que quedara completamente debajo de él. Sus poderosas piernas se abrieron paso entre las de ella y su miembro se posicionó para la cópula iniciar. —¡Espera, espera por favor! — se expresó Diana entre jadeos, al sentir la hombría tocar la entrada de su feminidad. El demonio gruñó ante la repentina resistencia. Así que, sujetándole las muñecas con una mano y tapándole la boca con la otra, clavó sus ojos ámbar en los de ella. —¡Guarda silencio, no te atrevas a detenerme, porque lo lamentarás! — le respondió agitado. Apenas si podía contener la primera embestida, lo cual era una verdadera tortura para un demonio en su máxima excitación y con la bestia de su interior buscando el control. Liberó su boca al ver el gesto de ella con la intención de responderle. —¡No te detengas!, sólo te pido que sea despacio… no lo he hecho… desde hace tiempo— reveló Diana con cierto nerviosismo y sonrojo en las mejillas. Tenía que decirlo, tenía que pedirlo, porque a pesar de su abundante lubricación, las ligeras contracciones en su interior le decían que no permitirían la invasión tan fácilmente. El demonio contempló a la mujer por un instante, tratando de entender sus palabras. Por respuesta, liberó sus muñecas y colocó los brazos a los costados de ella, sosteniendo su peso. Elevó un poco las caderas y comenzó a penetrarla despacio, pero sin detenerse. Un jadeo primitivo escapó de su garganta al sentir la estrechez de la joven. Diana gimió dolorosamente, el sufrimiento fue inevitable. Echó hacia atrás su cabeza, quedando en la orilla del lecho, exponiendo su cuello ante él. Su cuerpo recibió una descarga de sensaciones, mientras la humedad de su cavidad facilitaba la invasión del grosor masculino. Poco a poco, las contracciones de su interior empezaron a transformarse en espasmos de placer más pronto de lo esperado. Era cierto que había permanecido mucho tiempo en celibato, sin embargo, su instinto sexual respondió rápidamente a la estimulación de aquella criatura sobrenatural. El Lord entró por completo en la hembra humana, a pesar de sentir la resistencia de su cuerpo. Lo hizo despacio, sí, pero no se detuvo en absoluto hasta sentir su virilidad completamente húmeda y abrazada. El placer obtenido lo hizo cerrar los ojos por breves instantes, quedándose quieto sobre Diana, esperando a que ella soportara el dolor y se acostumbrara a su longitud. Sabía que sufría, lo sintió en sus pliegues internos y en las uñas clavándose en sus brazos. Realmente no le importaba, sólo quería satisfacer su apetito carnal. No obstante, consideraba una deliciosa recompensa el conseguir que ella reconociera su tacto, que respondiera a sus besos, que entregara su cuerpo, sus gemidos de excitación y sus lúbricos fluidos, producto del placer corporal. Le extasiaba el poder tomar todo de ella, así que también la haría entregarle su culminación final. Diana seguía respirando agitadamente, a la vez que sus uñas presionaban la piel de los fuertes brazos. Entonces, su interior le susurró que estaba lista para continuar. Su sorpresa aumentó al notar que su cavidad seguía humedeciéndose, mientras una deliciosa vibración iniciaba en su botón de placer. De repente, sintió que perdía la razón cuando el macho comenzó a moverse en su interior. Sesshomaru abrió los ojos, iniciando la oscilación de sus caderas. Su miembro friccionó contra los pliegues femeninos y gracias a la lubricación, el deleite comenzó a crecer. Los espasmos de placer recorrieron su columna vertebral y estallaron en su mente. Su excitación desbordada se equiparó a la lujuria reflejada en los ojos de la hembra, que ahora le correspondía sin temor. La joven intentó mantener el contacto visual, pero el frenesí del instinto sexual se transformó en algo tan poderoso, que derribó la última barrera de pensamiento racional que le quedaba. Dejó de ser ella, dejó de ser consciente, dejó de ser humana para transformarse en un animal copulando con otro animal, sin importarle nada más. Las embestidas eran constantes pero contenidas, el placer la embargaba y su espina dorsal era recorrida por una deliciosa corriente de sensaciones. Sus senos endurecidos se mecían al compás de su cuerpo. Sin soltar los brazos de él, sus piernas rodearon la cintura masculina, acoplándose al ritmo impuesto. Su garganta profería gemidos fuertes y embriagantes para el poderoso macho que ahora la dominaba por completo. —Continúa así, no te detengas, ya es nuestra, ¡Libérame, quiero disfrutar! — susurró la bestia en la mente del Lord. Sesshomaru se reclinó un poco más sobre Diana, sus codos se flexionaron para soportar su peso y evitar asfixiarla. Parte de su hermoso cabello plateado cayó sobre los hombros y el sonrojado rostro de ella, al mismo tiempo que la unión de ambos vientres se perfeccionaba. La mujer estrechó sus piernas aún más y él comenzó a embestirla con mayor fuerza. Los jadeos eran interminables y la respiración no alcanzaba a llenar sus pulmones. El vaivén de ambos cuerpos aumentó de ritmo, así como las contracciones de placer. El sudor presente vició el aire con las feromonas de ambos. Diana ahora mantenía su cabeza en el filo de la cama. Su cabello se agitaba al ritmo de su cuerpo, su mirada estaba perdida y su boca sólo sabía gemir. Sus brazos ahora se aferraban a la espalda del Lord y sus uñas se clavaban sin piedad. Él seguía penetrándola con fuerza, mientras aproximaba el rostro a su cuello y los colmillos le acariciaban la piel. De la nada, ella sintió un ligero corte. Una pequeña herida empezó a sangrar con gotas que el demonio comenzó a lamer. No fue una mordida, no fue una amenaza, sólo el deseo primitivo de probar el sabor de la hembra que se apareaba con él. En ese momento, la bestia fue liberada, exhibiéndose con ojos carmesí. Diana alzó la cara para contemplar el regocijo provocado por su sangre robada, la expresión era de total satisfacción. Los sobrenaturales ojos brillaron con la promesa del placer final que se avecinaba sobre ella. En un instante, las acometidas se hicieron más violentas, obligándola a gritar. El movimiento era enloquecedor, el vigoroso miembro entraba y salía sin piedad. Su interior seguía tolerando la penetración, entre el goce y el dolor. Diana no sabía si soportaría la cúspide final, así que comenzó a llorar, a llorar de placer. El clímax estaba llegando imparable, frenético, explotando en su vientre, contrayendo sus músculos y cimbrando el centro de su ser. La incontrolable sensación subió por su columna vertebral y se esparció por todo su cuerpo. El orgasmo fue sublime, crudo y brutal. Sesshomaru continuaba embistiendo una y otra vez, hasta que sintió como se arqueaba el cuerpo de Diana. La bestia se regodeó ante su culminación y la deliciosa opresión de su virilidad comenzó a llevarlo al abismo final. Un instante después, clamó con fiereza al sentir el éxtasis explotando en su interior. Su endurecido miembro liberó incontrolable la cálida simiente en el interior de la hembra. … Respiraciones entrecortadas, sudor escurriendo por la piel, ambos seguían unidos, esperando a que sus cuerpos terminaran de asimilar el divino placer. El macho dejó caer parte de su peso sobre la hembra, quien ligeramente se quejó. No la asfixiaría, pero tampoco la liberaría de su posesión. Diana tenía la mirada perdida, no se podía mover, su cuerpo estaba débil y él no la liberaba. Solamente seguía lamiendo la pequeña herida que había dejado de sangrar. —¿Qué más quieres, maldito demonio?, la cópula ha terminado, ¿O es que tu instinto no ha quedado saciado? — fue el último pensamiento de ella, antes de perderse en la oscuridad de la inconsciencia.***
Continuará… Sí, faltan más capítulos, no puedo dejar a Diana en las garras de Sesshomaru.