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Capítulo 2: Matrimonio Todo estaba listo, el evento nupcial sería una tradicional boda sintoísta. Sólo las personas más allegadas estaban en el templo, estos eran sus amigos y algunos aldeanos. Kagome estaba feliz y aunque le hubiera encantado realizar una boda al estilo occidental, sabía que eso sería complicado en la época feudal. Sin embargo, se sentía emocionada, todos los preparativos habían sido elaborados con cariño por la gente que ya la conocía y que ahora la apreciaban y respetaban como sacerdotisa. La boda comenzó, Miroku oficiaría la ceremonia, quién mejor que él. Kagome lo consideraba como un hermano, así que, siguiendo la costumbre, el muchacho presidía la comitiva portando la vestimenta de sacerdote sintoísta. Era seguido por Kaede, ella lo apoyaría en todos los procedimientos del rito matrimonial. Los novios vestían de acuerdo a la tradición, InuYasha con un haori negro en la parte superior y un hakama gris con rayas en la parte inferior. Llevaba el pelo suelto, nada en el mundo haría que se lo sujetara en una coleta. Además, se veía muy guapo de esa manera, no se podía negar. Y aunque parezca difícil de creer, estaba usando tabis blancos con sus respectivas getas, todo sea por hacer feliz a su futura esposa. En cuanto a Kagome, llevaba un hermoso kimono blanco con motivos de flores rojas que la cubría hasta los pies. Calzaba tabis blancos con getas doradas. Su cabello permanecía recogido y cubierto por un gorro blanco. Su andar era lento y precavido, por la cantidad de tela que tenía encima. Ambos caminaban a la par, mirándose de reojo y sonriendo con disimulo. No había figuras paternas ni familiares por parte de ninguno de los novios, es decir, el gran Sesshomaru tenía prioridades más importantes, que asistir a la boda de su fastidioso medio hermano. Por lo tanto, la fila que los seguía, estaba conformada por todos sus amigos que ahora eran como su familia: Sango con sus niñas y bebé, todos sonriendo. Kohaku, feliz por estar de visita en la aldea, su trabajo de exterminador lo mantenía muy ocupado. El alegre Shippo, quien sentía tanta emoción, que en cualquier momento lloraría de felicidad. La pequeña Rin, encantada de ver por primera vez una boda. El anciano Myoga, contento de ver que “el amo” InuYasha por fin sentaba cabeza. La fiel Kirara, siempre acompañándolos. Y, por último, algunos aldeanos que amenizarían la ceremonia con su música. Todos guardaron silencio y los encargados de la melodía nupcial comenzaron su actividad. Miroku inició con una oración para llamar al dios que bendeciría la unión. Hizo los ademanes del ritual, al tiempo que Kaede empezaba a servir el Sake ceremonial. La música inundó todo, como un canto que implicaba seriedad y devoción. La sacerdotisa se acercó y con formal gesto, sirvió la bebida en los respectivos contenedores. Ambos la tomaron en tres tiempos, repitiendo la acción tres veces. Según la tradición, los números impares atraen la buena suerte. La música seguía el ritmo de la boda sin detenerse ni un instante. Kagome recordó fugazmente que no tendría un anillo de bodas, esa tradición occidental con la que muchas jóvenes soñaban, no se podría realizar en esta época. Sin embargo, estaba contenta con el regalo que le dio InuYasha, el cual tenía un gran valor sentimental y ella lo sabría valorar para siempre. Ahora seguía el juramento de los novios en voz alta. Básicamente, implicaba la promesa de hacer todo lo que estuviera en sus manos para satisfacer a su pareja en todos los aspectos de la vida. Estas palabras también estaban dirigidas al dios que presenciaba la unión para bendecirla. —Kagome, juro amarte, respetarte y protegerte por el resto de mi vida— dijo InuYasha. —InuYasha, juro amarte, respetarte y protegerte por el resto de mi vida— respondió Kagome. En las bodas tradicionales siempre se mantenía la seriedad y el formalismo. Pero, en éste caso, ambos contrayentes se demostraban con cada mirada el amor que se tenían. Cuando finalizaron sus votos, se acercaron lentamente, y un pequeño beso, fue el tierno gesto que hizo suspirar a algunos de los presentes. Miroku se aclaró la garganta para que le prestaran atención. —Jóvenes, aún no hemos terminado, por favor sean pacientes— dijo con tono pícaro. Los novios se sonrojaron completamente. Kaede continúo sirviendo Sake a los demás invitados para que brindaran con los novios, excepto a los niños, obviamente. La música fue disminuyendo y el monje pronunció una última bendición, ahora eran marido y mujer. Kagome e InuYasha se miraron con una gran sonrisa, sus rostros se acercaron y, esta vez, el beso fue aclamado por todos los presentes, que comenzaron a aplaudir con emoción, felicitándolos cordialmente. … Para el atardecer, la fiesta principal ya estaba muy animada, todos comían y platicaban alegremente. Los niños jugaban despreocupados y los novios eran el centro de atención. Una gran fogata y varias antorchas iluminaban la plaza del pueblo, la convivencia era cordial y aunque la bebida estaba presente, el ambiente era tranquilo y fraternal. Algunas bromas y felicitaciones entre hombres, algunas risas pícaras y recomendaciones entre mujeres, etc. … Un poco más tarde, la celebración continuaba, pero la pareja había decidido apartarse, ya que el flamante novio comenzaba a fastidiarse del bullicio. Ya no soportaba el traje, pero en ningún momento se quejó. En cuanto a la novia, ella sí que debía estar más incómoda, por la cantidad de tela que cargaba y, sin embargo, había estado sonriendo todo el tiempo. Para InuYasha, esa hermosa mueca era una caricia para su alma y el sentimiento que Kagome le trasmitía con la mirada, era todo lo que necesitaba para saber que había hecho lo correcto, que ahora era completamente feliz. Ya tenían designada la que sería su choza para vivir como marido y mujer, era sencilla pero muy acogedora. Caminaron hasta la entrada de la misma y se detuvieron ante la puerta. —Kagome, ¿Sabes qué noche es hoy? — preguntó el muchacho, volteando a verla. Ella lo miró con una sonrisa inocente. —Es nuestra noche de bodas. — —No Kagome, yo hablo de esta noche— indicó InuYasha, señalando el cielo estrellado, que al mismo tiempo se veía más oscuro que otras veces. La joven volteó al firmamento, tratando de entender sus palabras. Su silencio duró un par de segundos, hasta que hizo un gesto de sorpresa al darse cuenta: No había luna. —Es noche de luna nueva— declaró Kagome, entendiendo por fin la pregunta. —Así es— confirmó InuYasha, haciendo una pausa para tomar aire. —Kagome, quiero que escuches mis palabras y comprendas lo que voy a decirte— se expresó en un tono serio, pero amable. La sacerdotisa lo miró con curiosidad, no esperaba esta situación y por un momento se sintió desconcertada. —Te escucho, ¿Sucede algo? — —No sé cómo decir esto… sólo espero que me comprendas— respondió el joven, al tiempo que comenzaba su transformación. El cabello blanco empezó a caer en jirones, sus ojos se volvieron oscuros y sus rasgos caninos desaparecieron. Al final, quedó un humano de largo cabello negro que, sin perder su atractivo, le dirigió una tímida sonrisa. —Quiero que esta noche te entregues al humano, y no al medio demonio— dijo con sinceridad en su voz. En ese instante Kagome soltó un suspiro de tranquilidad, se esperaba todo menos esa petición. InuYasha le había solicitado algo que ella jamás hubiera podido imaginar. Lo miró a los ojos y volvió a sonreír. —Será como desees InuYasha, yo te amo por lo que hay dentro de tu corazón, no por la apariencia externa— habló con tranquilidad. —Pero dime, ¿Por qué has tomado esta decisión? — El joven se acercó y la abrazó por la cintura. Sus oscuros ojos se perdieron en los de ella. —Mi madre era humana, la persona que me hizo cambiar mi forma de ser, es humana, la amistad más valiosa que tengo ahora, es de los humanos que me rodean y mi propio corazón es tan cálido como el de un humano. Soy un mestizo que camina entre ambos mundos, sin embargo, el día de hoy me he dado cuenta que tiene más peso mi naturaleza humana y ahora que eres mi esposa, deseo que tu formes parte de ella— se sinceró. Kagome casi pudo palpar sus sentimientos en el aire. Sin dejar de mirarlo a los ojos, se recargó en su pecho, mientras él estrechaba su abrazo. —InuYasha, gracias por confiar en mí, acepto lo que me ofreces y así como lo he hecho desde que nos conocimos, te prometo que jamás te fallaré y que siempre estaré a tu lado— expresó con cariño la joven. —Gracias Kagome… ahora dime, ¿Te gustaría que te cargara? — preguntó de la nada con una sonrisa. —¿Qué…? — No tuvo tiempo de decir nada más, InuYasha la cargó entre sus brazos para entrar al hogar, replicando la típica costumbre nupcial, que también aprendió en la época actual. La joven esposa soltó una pequeña risa, mientras abrazaba a su marido por el cuello. Notó que él la cargaba con facilidad, a pesar de estar en su fase humana. Atravesó el umbral de la entrada y caminó algunos metros. En el interior de la choza, una pequeña fogata en el centro, daba calor al ambiente y un suave futón al fondo, los esperaba pacientemente. Kagome sonreía como una niña, todo había sido hermoso y éste último gesto, terminó por encantarle aún más. InuYasha se había tomado la molestia de aprender esos pequeños detalles que a cualquier mujer emociona. Y ahora sólo quedaba la demostración final que coronaba tan importante evento en sus vidas, la noche de bodas.***
Continuará… Perdón por dejarlos emocionados, sigo redactando el siguiente capítulo y tal vez lo tenga para mañana, tal vez. Por favor, regálenme un pequeño comentario para saber su opinión. Muchas gracias a las personas que me escribieron.