ID de la obra: 1275

Noche de Bodas

Het
NC-17
Finalizada
0
Fandom:
Tamaño:
23 páginas, 9.866 palabras, 13 capítulos
Descripción:
Notas:
Publicando en otros sitios web:
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4. Dulce Amanecer

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Hola de nuevo: Al fin pude terminar dos fanfics el día de hoy. Les dejo el final de Noche de Bodas. Regálenme un comentario por favor, ya saben que me encantan. Atención: InuYasha y todos sus personajes son propiedad de Rumiko Takahashi. Yo sólo escribí la historia por puro gusto y diversión.

***

Capítulo 4: Dulce Amanecer Podía sentir en mi rostro la caricia de los rayos del sol, el amanecer estaba llegando.

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Kagome ya estaba despierta, disfrutando del abrazo de InuYasha cuando, de pronto, percibió un pequeño temblor en el cuerpo de él. Esperó unos segundos y después giró lentamente hasta quedar cara a cara. Su marido seguía durmiendo plácidamente, pero la transformación ya se había efectuado. De nuevo su cabello plateado y sus orejas caninas brindaban un marco sobrenatural al rostro del medio demonio. Pero, a pesar de ello, su gesto era relajado, tranquilo… feliz. Con suavidad acarició la mejilla de InuYasha, acercándose luego para depositar un suave beso en su frente. Despacio el joven abrió sus ojos dorados y lo primero que hizo fue corresponder con una sonrisa, tomar la mano de su esposa y besarla tiernamente. —Buenos días Kagome— dijo el muchacho. —Buenos día InuYasha—respondió ella sin dejar de mirarlo a los ojos. —¿Cómo te sientes? — —Un poco cansada, o, mejor dicho, adolorida. Pero nada que un refrescante baño no pueda solucionar— su mano se deslizó y sus dedos juguetearon con un mechón de pelo blanco. —Qué te parece si nos bañamos juntos— hizo un gesto pícaro. InuYasha no pudo evitar un ligero sonrojo en las mejillas ante el comentario, que dejaba en claro su doble sentido. —Claro… vamos a bañarnos juntos— contestó, al tiempo que besaba su mano otra vez. … La choza que ahora era su hogar, tenía un pequeño patio trasero que estaba aislado del exterior. En ese espacio, una gran tina de madera permanecía con agua tibia, la cual había sido calentada por InuYasha. Vació un poco más del líquido para conseguir la temperatura adecuada. Kagome se acercó, cubierta únicamente por la yukata blanca. Él le tendió la mano y la ayudó a entrar al agua, mientras retiraba la vestimenta. Momentos después, acercó un pequeño banco y se sentó junto a la tina, a espaldas de la joven. Ella se dejó llevar por la grata sensación del agua, mientras su marido comenzaba a recorrer su piel con una esponja impregnada de un agradable aroma. Con lentitud y paciencia, limpió la blanca piel, masajeando con delicadeza su espalda, hombros, brazos y pechos. Cerró los ojos y soltó un largo suspiro, dejándose consentir por las manos de él. —Kagome, dime si te agrada— dijo el muchacho. —Es delicioso, continua por favor— asintió con una mueca de gusto. InuYasha obedeció y continuó esmerándose en los mimos. Le encantaba ver el gesto de su esposa, sabía que la tibieza del agua y el aroma de la esponja conseguirían relajarla y posiblemente algo más. Poco después, el recorrido se hizo más extenso, frotando pausadamente los costados de ella. Luego siguieron sus piernas, pasando por sus pantorrillas, hasta el final de los tobillos. La joven, aún con los párpados cerrados, sonreía y dejaba escapar pequeños gemidos de su boca. —Eres un tramposo InuYasha, ya descubrí tu juego— abrió despacio los ojos. —No sé a qué te refieres, yo sólo estoy bañándote— hizo una sonrisa. —Claro que no, tus manos expresan más que la simple acción de asearme— indicó Kagome, volteando hacia él. —Me atrapaste, ¿No te agrada? — preguntó. —Me encanta lo que haces, pero no quiero que te quedes ahí, ven conmigo— pidió ella con un gesto insinuante. InuYasha se levantó, se despojó de su vestimenta y entró a la tina. La abrazó por la cintura, mientras ella se colgaba de su cuello. Ambas bocas se acercaron hasta unirse en un apasionado beso. Segundos después, se apartaron para comenzar a hundirse en el tibio líquido. El joven se sentó y ella quedó detrás, dispuesta a retribuirle el masaje. La aromática esponja comenzó a recorrer su espalda, sus brazos y hombros. Un poco de agua cayó sobre el plateado cabello, haciendo que el muchacho cerrara los ojos. Kagome se entretuvo un par de minutos bañando a su esposo, le alegraba verlo tan contento y, sobre todo, darse cuenta de que comenzaba a excitarse. Ella lo había estado recorriendo no sólo con la esponja, sino también con sus manos y sus suaves pechos, los cuales frotaba contra su espalda una y otra vez. Lo escuchó agitarse y notó que su cuerpo reaccionaba con las atenciones femeninas. Se asomó disimuladamente por encima del hombro y distinguió que su virilidad ya comenzaba a despertar. El muchacho escuchó una pequeña risa y de pronto, sintió el beso de su mujer en la mejilla. Abrió los ojos en el instante en que ella comenzaba a besar su cuello y sus hombros. Con suavidad tocaba su piel y sus manos iniciaron un sensual recorrido de sus brazos y torso. Él se quedó quieto, aceptando las caricias con una mueca de placer. Momentos después, ella dejó caer un poco más de agua sobre ambos, llevándose los restos de espuma, humedeciendo sus rostros y dándole una sensación más deleitante a la unión de ambas pieles. Entonces se pusieron de pie, con el rostro empapado todavía. Se abrazaron y de nueva cuenta sus bocas se unieron, así como el resto de su cuerpo. Ambos pares de manos comenzaron a estimular la dermis del otro, las respiraciones aumentaron, expresándose en ligeros jadeos que se incrementaban poco a poco. Las pieles de ambos empezaron a generar calor y el agua que escurría fue desapareciendo. Ya no podían esperar más, el deseo estaba presente, su agitación los delataba y sus cuerpos ya reaccionaban ante el placer inicial de las caricias. Kagome sintió la humedad de su interior y el palpitar de su flor, InuYasha percibió una ligera dolencia en su endurecido miembro. Sus manos dejaron de recorrerla y la sujetaron con firmeza de la cintura, ella se abrazó a su cuello, mientras sentía como la levantaba hacia él. El medio demonio la cargó con suma facilidad, aferrando su trasero con firmeza. Ella comprendió su intención, así que le rodeó la cintura con las piernas. InuYasha salió de la tina, sosteniéndola contra su cuerpo, dio dos pasos y se sentó en el pequeño banco. Kagome notó sobre su vientre la dureza del miembro viril, al tiempo que quedaba sentada a horcajadas sobre él. Entonces los labios masculinos comenzaron a besar su cuello, bajando despacio hasta sus firmes pechos. Su atención se centró en los endurecidos pezones que reaccionaron ante la caricia bucal. Las manos de la joven se aferraron a sus hombros, mientras su boca emitía placenteros jadeos. —Te deseo… — susurró ella en su oído. Y como si fuese una orden, InuYasha la sujetó de la cintura para levantarla un poco. Kagome se acomodó sobre su masculinidad y comenzó a descender pausadamente. El gemido que liberó fue intenso al sentirse invadida de nuevo. Su cuerpo se estremeció cuando sus pliegues internos se separaron, permitiendo la entrada del órgano masculino. Esta vez no hubo sufrimiento, la lubricación de Kagome facilitó todo el movimiento, provocándole agradables espasmos. Su espalda se arqueó y lanzó su cabeza hacia atrás, permitiendo que su cabellera ondulara libremente. Notó las manos de su marido sujetando sus caderas para luego empezar a moverse. El goce invadió todo su cuerpo y recorrió su espina dorsal, expresándose en un agitado respirar. InuYasha empezó a jadear, secundando a Kagome. La sensación que le trasmitía su cuerpo era indescriptible y su mente parecía volar. Ella subía y bajaba siguiendo el ritmo indicado por él, su gesto era de deleite con cada convulsión que se generaba en su interior. Las manos femeninas sujetaron con fuerza el blanco cabello, pero él no se inmutó. Entonces, comenzó a guiarla en un movimiento circular, provocando un mayor placer carnal. Sus cuerpos vibraron y sus mentes se nublaron cuando una poderosa sensación se produjo en su interior. El intenso orgasmo estalló dentro de Kagome, provocando la contracción de sus paredes internas y la dispersión del clímax por todo su cuerpo. La presión en torno al miembro viril generó el mismo resultado en InuYasha, quien sintió como su vientre se contrajo ante su propio estallido final. Ella lo abrazó con fuerza tratando de controlar su respiración y él sólo podía jadear por encima de su hombro con los ojos cerrados. Sus cuerpos continuaban temblando y la húmeda recompensa fluía de su íntima unión. —Te amo… Kagome— intentó expresarse InuYasha, todavía agitado. —Yo también… te amo… InuYasha… — respondió con dificultad. Después de algunos minutos y un largo beso, Kagome intentó ponerse de pie, pero InuYasha la retuvo. Ella lo contempló con curiosidad, dándose cuenta de su pícara mirada, la cual apuntaba hacia abajo, donde su virilidad aún permanecía semi despierta. —¿No estás cansado? — preguntó la joven. —La ventaja de ser un mestizo, es que tengo más resistencia que un humano— contesto él con traviesa sonrisa. La sacerdotisa se ruborizó y no pudo evitar reír con nerviosismo. —¿Me llevas adentro? — —Lo que diga mi linda esposa— contestó InuYasha, al tiempo que la cargaba entre sus brazos de nuevo. Entraron a la cabaña y de nueva cuenta el futón los recibió, listo para otra sesión de amor. … A una distancia prudente, una pareja alcanzó a escuchar los gemidos provenientes de la choza. Ambos se voltearon a ver y no pudieron evitar una sonrisa de complicidad. —Será mejor regresar más tarde— dijo Miroku, rascándose la mejilla. —Tienes razón, creo que aún están festejando su noche de bodas— contestó Sango, con un ligero rubor en el rostro. Ambos se rieron con disimulo, mientras se alejaban. La visita sería postergada para la tarde, o para mañana, es decir, estaban recién casados y necesitaban bastante tiempo a solas.

=FIN=

***

Listo Kitty, espero que te haya gustado y muchas gracias por darme ideas. Tal vez escriba algún extra, me gustó como quedó esta historia y tengo algunas cosillas en mente, sólo que tendrán que esperarme un poco. Saludos y gracias por leer.
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