ID de la obra: 1275

Noche de Bodas

Het
NC-17
Finalizada
0
Fandom:
Tamaño:
23 páginas, 9.866 palabras, 13 capítulos
Descripción:
Notas:
Publicando en otros sitios web:
Prohibido en cualquier forma
Compartir:
0 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar

Extra 1: Vida Marital

Ajustes de texto
Saludos a todos: Como aún no tengo el avance de mi otro fanfic, les dejo éste pequeño extra. Espero que les guste y me regalen un comentario. Atención: InuYasha y todos sus personajes son propiedad de Rumiko Takahashi. Yo sólo escribí la historia por puro gusto y diversión.

***

Extra 1: Vida Marital Ha pasado un año desde la boda. Kagome e InuYasha se encontraban celebrando en privado, después de la pequeña fiesta que les hicieron sus amigos para conmemorar su primer aniversario. Ambos disfrutaban de la privacidad de su choza, el ambiente era agradable y los únicos sonidos de la noche provenían de la pareja. Ella se encontraba sentada sobre el vientre de su marido, acariciando su pecho con deseo. Se acercó a él y comenzó a besarlo, primero lento y después con más ímpetu, hasta dejarlo sin aliento. El muchacho acarició la espalda femenina y se entretuvo con el cabello de su nuca. La mujer retiró los labios, para deslizarlos por su cuello lentamente, dejando pequeños mimos y suaves lamidas. InuYasha reaccionó a los arrumacos y no pudo evitar jadear. La joven sonrió y continuó sin dudar, rozando con lentitud, subiendo por su barbilla hasta alcanzar las mejillas. Con suavidad sus dedos palparon las orejas caninas, masajeándolas despacio, consiguiendo que su marido se agitara, debido a la sensibilidad que éstas poseían. Kagome se emocionó, así que su boca bajó hacia el pecho masculino, dejando un camino de besos, al mismo tiempo que sus caderas iniciaron una provocativa ondulación. En pocos segundos el órgano viril despertó ansioso, esperando el momento en que ella le permitiese entrar en su intimidad. De pronto, las manos de InuYasha tomaron ventaja, posándose en las caderas femeninas, manoseándola sin recato alguno, incitando una sacudida en la mujer. Pero Kagome tenía el control en esa posición y lo haría esperar un poco más. Le dirigió una mirada traviesa, sujetando su cara para plantar otro húmedo beso. InuYasha correspondió con mayor anhelo, dejándose llevar por la fricción de aquellos delicados pechos. La unión de sus pieles incitó el calor, los jadeos y el deseo. Percibió la excitación de su esposa, así que la miró suplicante, pidiéndole que no alargase más el martirio de su masculinidad. Kagome sonrió en gesto de aceptación y con un movimiento felino, retrocedió las caderas hasta sentir el inicio de su miembro. Flexionó un poco sus piernas, al mismo tiempo que tomaba con cuidado aquella palpitante hombría, guiándola hacia su cálida y húmeda feminidad. La pareja clamó con mayor lubricidad y gratificantes sensaciones de placer los recorrieron a la par, invitando a sus mentes a perderse de la realidad. Las caderas de Kagome se acomodaron sobre el vientre masculino, a la vez que su interior se contraía y la lubricación facilitaba su unión. Con suavidad las garras de InuYasha acariciaron la piel de su esposa, dándole una señal. Ella se regodeó ante la estimulación, comenzando a cabalgar con ímpetu. El semi demonio no podía moverse libremente, así que sus manos empezaron a guiarla en un rítmico ir y venir, exigiendo que su virilidad se adentrara más en su interior. Los sonidos sexuales inundaron la habitación, el sudor recorrió sus pieles y la temperatura aumentó. Ambos cuerpos danzaron al ritmo del placer, entregándose a un estado onírico en el cual el tiempo se quedó detenido. Un instante después, Kagome percibió la contracción de sus paredes internas, notando el inicio del clímax. La respiración se le aceleró, obligándola a clamar con intensidad en el momento en que su orgasmo estalló descontroladamente en su interior. InuYasha observó el deleite de su esposa y segundos después, la presión en torno a su miembro lo hizo temblar. La convulsión del éxtasis empezó a crecer en su vientre, arrastrándolo al goce final. Su interior se contrajo ante el poderoso clímax que lo aturdió, facilitando el manar de su semilla y la relajación de su mente. La mujer se dejó caer sobre su marido, quien la abrazó por la cintura en lo que sus respiraciones se normalizaban y el efecto del divino placer menguaba. … Al día siguiente, la pareja tuvo una pequeña “discusión”. —Bébelo InuYasha, ya sabes que debes tomarlo cada tres días— dijo Kagome, acercándole una taza. —Pero esa cosa sabe amarga— protestó el muchacho, bebiendo y haciendo gestos. Kagome ya sabía que se quejaría, a cada rato lo hacía, pero una mujer siempre sabe cómo convencer a su esposo. —Con que esas tenemos, entonces no habrá más mimos para ti— se cruzó de brazos. —Eso no es justo— refutó InuYasha. —Lo que no es justo, es que sólo yo deba tomar precauciones. InuYasha, ya lo hemos hablado y tú me lo prometiste, pero si ya te arrepentiste, entonces sólo lo haremos una vez al mes— sentenció la joven sin rodeos. —Pero, pero, Kagome— intentó protestar, quedándose callado cuando ella le dio la espalda enojada. —Está bien, está bien, será como tú digas, pero no te enojes, mira, ya estoy bebiéndolo— dijo, consumiendo todo el té a pesar de su sabor amargo. La sacerdotisa lo miró de reojo y sonrió para sus adentros. —Sango tiene razón, a los hombres hay que jalarles la rienda. — Dado que se encontraban en la época feudal, los métodos de planificación familiar eran casi nulos, excepto por el conocimiento de la naturaleza y sus grandiosas hierbas. Estas no sólo servían para curar, sino que también ayudaban a prevenir un embarazo, facilitando la diversión de la pareja. Kagome tomaba sus precauciones, no estaba lista para ser madre. Sin embargo, no tenía por qué cargar ella sola con dicha responsabilidad. Así que recurrió a la anciana Kaede, que por fortuna conocía muchísimas plantas. Una de ellas poseía la misma propiedad anticonceptiva que usaban las mujeres en el tiempo actual, pero con la variante de que funcionaba también para el género masculino. InuYasha aceptó gustoso al principio, pero a cada rato se ponía remilgoso por el fuerte sabor. —Bien hecho InuYasha, no es tan difícil y para que veas que soy justa, te voy a dar un premio— hizo una gran sonrisa, acercándose coquetamente a él. —Kagome, yo… —intentó decir algo, pero la actitud de su esposa lo dejó sin palabras. Ella aproximó el rostro hasta que sus labios se posaron en los suyos. El joven sonrió complacido y rápidamente correspondió al delicioso beso. De pronto, se estremeció por la atrevida caricia que su esposa le hacía. La mano femenina se posó en su rodilla, para luego bajar hacia su muslo y perderse por debajo de la tela que cubría su entrepierna. La mujer se sonrojó levemente, pero no se detuvo y con calidez empezó a tocar. InuYasha tembló y jadeó, aceptando con placer la estimulación de su miembro. Se reclinó hacia atrás y sus manos lo sostuvieron, mientras Kagome lo miraba con picardía y hacía que sus manos prolongaran el suave masaje. Los sonidos de la pareja prosiguieron, prometiendo más deseo y satisfacción. Pero a veces hay que tomar precauciones extras. —Espero que Kagome se encuentre en casa, no puedo esperar para mostrarle mi nuevo certificado de zorro mágico nivel quince— dijo emocionado el pequeño Kitsune. La puerta de la choza se abrió y una inesperada escena a todos sorprendió.

=Fin del Extra 1=

***

Gracias por leer mis locuras.
0 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)