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Extra 3: Caricia Oral Kagome caminaba distraídamente por la calle principal de aquel gran pueblo. Le gustaba ir de compras a ese lugar porque tenía un mercado local muy bien surtido. Una vez al mes, ella y Sango iban para surtir sus víveres, pues a veces no era posible conseguir todo en la aldea donde vivían. La sacerdotisa estaba dando un recorrido para distraerse en lo que esperaba a su amiga, ya que ésta pasaría al taller del pueblo para conseguir algunas herramientas de mantenimiento para su boomerang. En ese momento, Kagome oyó a un grupo de mujeres que platicaban detrás de un local de frutas. Ella no era de las personas que escuchaban conversaciones ajenas, pero no pudo alejarse cuando comprendió el tema de la plática. Entonces, disimuladamente, se quedó a un lado del lugar, en un ángulo en el cual no podían verla. —¿En serio se lo pediste, Mary? — preguntó una de las jóvenes. —Sí, la verdad no estaba segura, pero después de lo que me dijo Kari, me animé a intentarlo— respondió emocionada la segunda chica. —¿Y qué pasó?, ¿No lo disfrutaste? — intervino la tercera mujer. —Claro que sí Kari, fue muy divertido y mi esposo aceptó inmediatamente… la verdad, no sabía que fuera tan… placentero— reveló Mary con la cara sonrojada. —Te lo dije, es una gran experiencia y que bueno que tu marido aceptó encantado— dijo Kari, guiñando un ojo pícaramente. —Tendré que intentarlo con mi esposo, pero dime cómo debo pedirlo— solicitó la primera chica. —Escucha, Azuza, antes que nada, debes tener confianza de pedírselo, luego comienzas a mimarlo y después… — Kari comenzó a explicar. La sacerdotisa sonreía divertida por la simpática conversación. Sabía de qué estaban hablando, pero no se le ocurrió que esas palabras podrían serle de utilidad. Es decir, a pesar de llevar más de un año casada con InuYasha, no se habían dado tiempo para experimentar otras cosas en la intimidad. Y recordó que aún estaba pendiente la experiencia oral que su marido quiso darle en la noche de bodas. De pronto, la idea surgió en su cabeza, ¿Por qué no intentarlo? … Más tarde, las dos amigas caminaban de regreso a la aldea de la anciana Kaede. —Kagome, ¡Kagome! — habló Sango. —¿Eh?, ¿Qué pasa?… perdón, estaba distraída— contestó la sacerdotisa. —¿En qué piensas?, cuéntame— pidió la exterminadora. —Pues… la verdad es que tengo unas dudas respecto a cierto tema… complicado— explicó Kagome, al tiempo que se sonrojaba. —Sango… ¿Tú has recibido… sexo oral? — La mencionada detuvo el paso y la miró con gesto de sorpresa, después sonrió y se rio tímidamente. —Kagome, esa sí que es una pregunta inesperada. — —Perdóname Sango, pero eres la única a la que le puedo preguntar éste tipo de cosas. Tengo algo de curiosidad después de escuchar a unas mujeres platicando sobre ello— confesó con evidente incomodidad. —¿Acaso InuYasha no se ha esmerado en atenderte? — preguntó la exterminadora con mirada pícara. —Yo… no me he dado tiempo para practicar más cosas, ambos hemos estado un poco ocupados y sólo experimentamos con algunas posiciones, o lo hacemos en diferentes lugares, pero específicamente ese tipo de estimulación, no— reveló Kagome. —Ya veo, entiendo tu curiosidad, pero sólo puedo platicarte sobre lo que se siente con esa caricia, porque aún no he intentado devolvérsela a Miroku— indicó Sango, sonriendo como tonta al remembrar ciertos pensamientos libidinosos. —¡¿En serio?, dime por favor! — suplicó emocionada la sacerdotisa. —Yo tengo conocimiento teórico, pero hasta ahora no le he pedido a InuYasha que lo haga. — Sango mantuvo su gesto divertido y empezó a contarle su experiencia personal. —Pues mira, es una estimulación muy placentera y más cuando… — … Una hora después, Kagome llegó a su casa y se puso a acomodar los víveres. InuYasha no se encontraba, probablemente estaría con Kaede, o molestando a Shippo. Después de preparar la comida y arreglar alguna que otra cosa, la joven decidió tomar un relajante baño. Llenó la tina grande de madera, acercó una esponja y un jabón elaborado con hierbas aromáticas. Posteriormente, disfrutaba de la temperatura y el olor de la espuma. Ella no dejaba de pensar en la conversación de las mujeres y en lo que le había contado Sango, así que inconscientemente, se dejó llevar por la relajación y el suave recorrido de la esponja sobre su piel. Primero estimuló con lentitud sus pechos, hasta que sintió la dureza de sus pezones. Una de sus manos se quedó masajeándolos y la otra bajó hacia su vientre, con el blando objeto palpándola y liberando más burbujas. Con un ligero jadeo cerró los párpados y recargó su nuca contra el borde de la tina. Una placentera mueca se dibujó en su rostro. La estimulación manual generó un satisfactorio delirio, así que no se percató de la llegada de su marido. Éste se aproximó en silencio al patio posterior cuando olfateó el olor del jabón aromático. Sonrió complacido al ver semejante espectáculo y, sin delatar su presencia, tomó asiento en un pequeño banco. La mujer seguía con los ojos cerrados y su lengua recorrió las comisuras de sus labios con lujuriosa lentitud. En ese momento, InuYasha sintió un espasmo en su bajo vientre y su cuerpo comenzó a reaccionar ante el deseo de su esposa. La joven sintió la mirada y abrió los ojos asustada, el medio demonio le sonrió con malicia. —¿Puedo acompañarte? — —¡InuYasha, eres un tonto, me asustaste! — reclamó. —¿Qué sucede?, puedo sentir que estás inquieta por algo— dijo él, mientras se desnudaba. —Yo… no sé a qué te refieres— contestó distraídamente, volviendo a la actividad de enjabonarse. Su esposo se acercó y se agachó hasta quedar frente a su rostro. —¿En serio?, ¿No hay nada que quieras decirme? — Kagome se sonrojó por completo y tuvo el pensamiento de arrojarle la esponja en la cara, sin embargo, se detuvo al recordar el consejo de su amiga Sango. —Se sincera Kagome, debe haber confianza entre los dos. — Soltó un suspiro y su mueca se relajó, al mismo tiempo que sus manos subían al rostro del medio demonio para acariciar sus mejillas. Lentamente lo acercó a su boca y él se dejó llevar hasta que un suave beso unió sus labios. —InuYasha… yo quisiera… intentar algo— dijo entre jadeo y jadeo. Cuando se separó de él, pudo notar su atenta expresión y una sonrisa complaciente. —Lo que tú quieras, sólo tienes que decirlo— habló el muchacho, entrando a la tina. —Pues yo… es que no sé cómo decirlo… — su cara se mantenía enrojecida. El medio demonio se reclinó en el otro extremo de la tina y le hizo un ademán para que se acercara. —Ven, no tienes que decirlo con palabras, sigamos con la ducha. — La sacerdotisa sonrió, acercándose hasta quedar recargada en su pecho, y con suavidad, comenzó a recorrerlo con la esponja. Entre sus manos tomó algo de agua, dejándola caer sobre su pelo blanco y un poco más en su rostro. Ambos continuaron masajeándose mutuamente, notando como crecía el deseo en su interior. Sus cuerpos estaban empapados por el líquido y la aromática espuma. El roce de sus pieles generó placenteras sensaciones y después de algunos minutos, los gemidos delataron el anhelo de algo más. —Te deseo Kagome— dijo InuYasha, tomándola en brazos y saliendo por completo de la tina. Ella lo abrazó por el cuello y con un intenso beso le confirmó que el sentimiento era mutuo. Ambos entraron al interior de la cabaña, donde el futón los recibió. —Recórreme con tu boca… — solicitó la joven con las mejillas encendidas y la lujuria en la mirada. El mestizo sonrió ansiosamente y por un momento sus orejas se agitaron inquietas. La recostó con suavidad a lo largo de las mantas, mientras volvía a besarla. Después sus labios se desviaron a su cuello con lentitud, subiendo hacia el lóbulo de su oreja, haciendo un sensual recorrido con la lengua, dibujando el contorno y provocándole un intenso jadeo. Kagome tembló, adoraba esa caricia y se dejó arrastrar por la sensación que ya crecía en su interior. Su piel comenzó a arder cuando las manos masculinas la recorrieron centímetro a centímetro. Primero inició en sus hombros, luego bajó por los brazos, después el toque se desvió hacia sus pechos, provocando una descarga de goce. Sus gemidos dejaron de ser suaves y su cuerpo empezó a solicitarle más placer. InuYasha notó de inmediato el deseo creciente de su esposa. Era de esperarse luego de su caricia manual, así que su atención se concentró en el recorrido bucal, humedeciendo de nueva cuenta su piel. Entonces percibió que sus manos subían hasta tocar con suavidad sus orejas en un gesto de retribución. Él seguía entretenido, besando su cuello, para luego descender a sus senos, los cuales permanecían firmes y deseosos de atención. Se esmeró en besar y mordisquear repetidamente cada uno de ellos, turnando la caricia manual con la estimulación lingual. La joven trataba de concentrarse en acariciar a su esposo, pero un mar de sensaciones la arrastró hasta que se rindió. Se dejó llevar por las atenciones de InuYasha y solamente se dedicó a sentir y gemir. Aquella lengua era tan cálida, suave y firme, que comenzó a sentir nervios por lo que vendría después. Realmente deseaba sentir ese placer, quería experimentarlo, gozarlo y aprender para devolverlo después. El medio demonio hizo que aumentara su excitación con sólo la caricia de sus manos y su lengua. Se sentía complacido con eso y estaba dispuesto a hacerla gozar hasta el final. Su tacto bajó por los costados llegando a sus piernas, que ligeramente se entreabrieron. Con gran habilidad empezó a acariciar el interior de sus muslos, mientras sus labios se despedían de los pechos para iniciar el viaje hacia su vientre. Descendió lamiendo y besando, acercándose al inicio del monte de Venus. Ella se estremeció por completo. Kagome jadeó con anhelo y su espalda se arqueó al notar la cercanía del joven a su feminidad. Sus manos apretaron las mantas, preparándose para sentir. El torso de InuYasha se posicionó entre sus piernas, bajando un poco más. Sus manos seguían acariciando sus muslos y el cálido aliento le erizó la piel. Ella cerró los ojos cuando la inquieta lengua inició el acercamiento hacia su intimidad. La primera lamida contra su carne fue tan lenta y ondulante, tan húmeda y firme, que la obligó a gemir con fuerza. Una punzada contrajo su interior y un lúbrico hilillo de humedad escapó. Sus piernas se tensaron y por un instante quiso cerrarlas. Sin embargo, cuando él comenzó a recorrerla, su intención se disipó. No se dio cuenta cuando InuYasha colocó sus pantorrillas sobre sus hombros, hasta que sintió el cosquilleo del plateado cabello. Su rostro se descompuso en una mueca delirante. El órgano bucal dejaba rastros de humedad y descargas de placer al marcar su piel, recorriendo cada contorno y lamiendo cada pliegue de la suave flor. InuYasha se regodeó al notar la lubricación que provocaba su hábil caricia y cuando vio el semblante femenino, no pudo evitar sonreír con orgullo al saberse responsable de su delirio. La mujer respiraba con dificultad por las intensas descargas que la aturdían de placer. Sus uñas se clavaron en la manta, preparándose para el estallido final. Lo sintió crecer en su botón, extenderse por sus pliegues y punzar en su interior. Abrió los ojos de golpe cuando el orgasmo explotó en su vientre, expandiéndose por todo su ser. Un intenso clamor escapó de su boca, al mismo tiempo que su cuerpo convulsionaba en éxtasis total. InuYasha la sintió estremecerse y la escuchó gemir con intensidad. Su lengua persistió con la lúbrica caricia hasta que la flor femenina se relajó. Sus manos continuaron recorriendo suavemente sus muslos hasta que la respiración se normalizó. Se incorporó despacio, observando satisfecho el gesto de su mujer. Se recostó a su lado y la abrazó. —Kagome, ¿Ya regresaste a la realidad? — susurró en su oído. —Mmm… — ella mantuvo los ojos entrecerrados. —Toma un descanso— indicó InuYasha, acurrucándola contra su pecho. —Me pregunto si después me tocará a mí— caviló esperanzado. Kagome se sintió arrastrada por el sueño, jamás pensó que la lengua de su marido fuera tan impetuosa. Tendría que buscar la forma de recompensar dichas atenciones. Sonrió de tan sólo imaginarlo.=Fin del Extra 3=
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Bien, esto es todo por el momento con fanfics clasificación M. Ya se me ocurrirá algo más adelante, así que sólo me queda darles las gracias por leer, por sus comentarios y por su tiempo. Abrazos.