ID de la obra: 1275

Noche de Bodas

Het
NC-17
Finalizada
0
Fandom:
Tamaño:
23 páginas, 9.866 palabras, 13 capítulos
Descripción:
Notas:
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Extra 5: Travesura

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Buenas noches a todos: Les dejo un nuevo extra. Por favor, regálenme un comentario para saber si les gusta o si desean ver alguna situación específica de esta pareja. Saludos. [Febrero 2017] Atención: InuYasha y todos sus personajes son propiedad de Rumiko Takahashi. Yo sólo escribí la historia por puro gusto y diversión.

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Extra 5: Travesura Kagome e InuYasha se escabulleron a un área apartada, detrás del almacén. Voltearon en todas direcciones, esperando que nadie los hubiera visto alejarse. Aquel día simplemente querían sentir la adrenalina, así que, tan pronto vieron la oportunidad, decidieron hacer una travesura. El escenario era perfecto, había varios árboles frondosos y unos arbustos sobrecrecidos que ofrecían una amplia protección, aunque no completa. Si alguien pasaba lo suficientemente cerca, podría verlos o escucharlos. Pero para la pareja, esa pizca de emoción era demasiado tentadora e irresistible. —Nos van a descubrir— dijo Kagome entre beso y beso. —No lo creo, sólo debemos mantenernos en silencio— contestó InuYasha, sin separar sus labios de ella. Las caricias eran rápidas y directas, no había tiempo para mimos. Esto era un encuentro excitante y arriesgado por el peligro de ser descubiertos. Sólo se trataba de encender el deseo y buscar rápidamente el placer. Simplemente era diversión para ambos, un momento de pasión que se desató inesperadamente por un reto.

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Media hora antes. Los cuatro amigos estaban de visita en el pueblo vecino para comprar algunas cosas en el almacén central. Después de estar recorriendo algunos locales, ambas parejas se separaron por unos instantes. Mientras el monje y la exterminadora se quedaban en el local de verduras, Kagome e InuYasha siguieron de largo hasta el área de pescados. En ese preciso momento, estaban teniendo una pequeña discusión sobre quién era más valiente en una situación atrevida. —Ya te lo dije Kagome, nada me asusta— se expresó ufano el medio demonio. —Eres un presumido, apuesto a que no te atreverías a hacer algo arriesgado— lo retó la sacerdotisa. —Claro que sí lo haría, mejor reconoce que tú eres la miedosa— volvió a decir con vanidad. Kagome lo miró enojada, a veces su marido era demasiado fastidioso cuando se empeñaba en alardear, así que decidió seguirle el juego. —Bien, apostemos— se acercó a él, quedando frente a frente. —¿Qué quieres que haga para demostrarte que no soy una miedosa? — InuYasha sonrió maliciosamente, se aproximó a su oreja y le susurró algo que dejó sorprendida a la joven. Ella lo observó con desconfianza, pero de inmediato aceptó. El peleonero carácter de ambos los llevó a retarse el uno al otro en una pícara situación para ver quién era el mejor.

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—Entonces Kagome, ¿No te vas a rendir?, ¿Estás dispuesta a todo? — preguntó el mestizo, al mismo tiempo que sus manos comenzaron a recorrer los costados de la joven. Ella soltó un suspiro y sonriéndole con picardía, le respondió. —¿Rendirme yo?, ¡Jamás!, puedo llevar esto hasta el final— entonces, con un rápido movimiento, bajó su mano hacia la entrepierna de él y comenzó a palpar. —Veamos que tal respondes tú. — El muchacho se estremeció y por un momento sintió que se le escapaba el aire ante la sorpresiva caricia. Inmediatamente su cuerpo reaccionó y la punzada de su sexo lo hizo jadear con fuerza. —Punto para mí, estás haciendo mucho ruido— se burló ella, sin soltar el bulto que crecía. —E-Eres una tram… posa— gimió entrecortado, debido a la sensación en su entrepierna, la cual empezó a inquietarlo más rápido de lo esperado. —Pero no creas que me vas a vencer… — De pronto, Kagome sintió que su falda era levantada y en un parpadeo, InuYasha jaló su ropa interior hacia abajo. —¡Hey, espera! — reclamó en voz baja. —Alza el pie— pidió el mestizo con una sonrisa triunfal. Ese movimiento había distraído a la joven, quitándole el control de la caricia manual. —¡InuYasha, eres un tonto! — reprochó la mujer con fingido berrinche, mientras hacía lo que le pedía. —No debí ponerme esta falda, pero mi atuendo de sacerdotisa aún no estaba seco— pensó al verse en desventaja. La prenda íntima quedó únicamente rodeando uno de sus muslos. Por otro lado, su travieso marido seguía besando su cuello y acariciando sus caderas con vehemencia. Ella no pudo evitar sentir como la ansiedad se extendía por su cuerpo, reflejándose en suaves gemidos y en la humedad que comenzó a manifestarse en su interior. No muy lejos de ahí, se escucharon risas de personas que caminaban por la calle principal, sin siquiera imaginar lo que acontecía detrás del almacén. La pareja continuaba entregada a las sensuales caricias y el deseo alcanzó el punto más alto cuando ambos se miraron a los ojos en clara complicidad. —¿Puedo continuar o ya te rindes? — interrogó el medio demonio, mientras lamía el borde de la oreja femenina. La sacerdotisa se estremeció, pero no dio su brazo a torcer. —Yo nunca me rindo, demuéstrame cómo lo vas a hacer— lo desafió nuevamente. —¿Crees que una situación como esta me detendrá? — se burló InuYasha. Entonces sus manos se aferraron a las caderas de la joven, levantándola en el aire con gran facilidad. —¡Espera, me vas a tirar! — Kagome alzó la voz sin querer, así que se cubrió la boca rápidamente, volteando a todos lados, pero no había nadie cerca. —¡Eres un tonto, tonto, tonto…! — pronunció en voz baja. El mestizo se rio disimuladamente. —Punto para mí. — Acto seguido, la sujetó con mayor firmeza y la recargó contra la pared. Esto le permitió tener una mano libre con la cual desató el cinto de su hakama. La tela se aflojó, permitiendo la libertad de su virilidad y el acercamiento final de ambos vientres. La mujer trató de contener otro jadeo al percibirlo tan cerca de su intimidad. Lo único que pudo hacer fue aferrarse con fuerza a sus hombros y dejarse llevar. Su interior ya estaba húmedo y su piel ardía por la necesidad. Se sintió complacida al escuchar la respiración de InuYasha contra su cuello, él también estaba tan ansioso como ella. Ninguno de los dos podía resistir más, el candente encuentro los había excitado demasiado y la adrenalina aumentaba la emoción de lo prohibido. —Hazlo ya— susurró con anhelo, al tiempo que sus piernas rodeaban con fuerza las caderas del mestizo. Para InuYasha fue la invitación final, así que comenzó a hundirse en su cálido y húmedo abrazo. Escondió su rostro en el hueco del hombro femenino para disimular el gemido que escapó de su garganta debido a la deliciosa sensación. Kagome cubrió en vano su boca, el sonido del deleite aún se escuchó sutilmente. El vaivén de la pelvis masculina marcó el ritmo y las respiraciones encubiertas acompañaron el temerario acto. El placer inició su crecimiento en ambos, las sensaciones corrieron por sus columnas vertebrales, explotando en sus mentes. Ella se sujetaba con ambos brazos y su espalda chocaba contra la pared. Él embestía una y otra vez sin detenerse, sosteniéndola firmemente. Se miraron a los ojos, distinguiendo la lujuria en sus pupilas. Un delicioso y profundo beso unió sus labios, al mismo tiempo que la oscilación se incrementaba. Se apartaron cuando sus pulmones clamaron por aire. De pronto, las orejas de InuYasha se movieron, habían percibido algo. —¡Alguien… se está… acercando…! — —¡No me importa! — jadeó Kagome. —¡Continúa! — El inicio del clímax generó una convulsión en su vientre, obligándola a taparse la boca en un intento de no delatarse. El orgasmo se expandió, contrayendo sus músculos internos y explotando en todo su ser. El espasmo constriñó el miembro masculino, regalándole un sublime placer. Un instante después, el éxtasis final arrastró a InuYasha también. … Cada uno respiraba agitadamente contra el hombro del otro, el sudor perlaba sus frentes y el placer aún transitaba por su piel. Permanecieron así por un momento, hasta que unas voces fueron acercándose. Las orejas de InuYasha volvieron a sacudirse, pero éste no tenía la suficiente lucidez para reaccionar. Ambos se miraron con angustia ante la bochornosa situación. Entonces Kagome volteó y señaló en una dirección. … —Podría jurar que los vi caminar hacia acá— dijo Miroku. —Tal vez ya regresaron a la plaza y nos están esperando— contestó Sango, al tiempo que arrullaba a su hijo. —Creo que tienes razón, volvamos— aceptó el monje. Ambos se dieron la vuelta y se alejaron, sin percatarse de nada extraño. Algunos segundos después, unas risas de complicidad se escucharon desde el espeso follaje. —Punto para mí, InuYasha— sonrió la joven. —Si, si, como digas— respondió cansado el mestizo. Éste permanecía sentado sobre una gruesa rama del árbol y Kagome encima de él. Ambos estuvieron a nada de ser descubiertos, pero la rápida reacción de la sacerdotisa los salvó. Cuando ella le señaló el árbol, inmediatamente InuYasha saltó con la poca fuerza que le quedaba, evitando así que los atraparan en tan candente situación. —La próxima vez, escogeremos un lugar menos transitado— indicó el muchacho. … Momentos más tarde, se reunieron con sus amigos, sonriendo disimuladamente para no delatar su travesura.

=Fin del Extra 5=

***

Muchas gracias por leer.
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