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Capítulo 3: Entrenador Después de convencer al legendario herrero Totosai para que le forjara una guadaña, Kohaku debía buscar la manera de cumplir con la segunda condición: Encontrar un instructor que lo entrenara adecuadamente para dominar su futura arma. Con esto en mente, había emprendido el regreso a la aldea de Kaede. … —¿En serio tienes que hacer eso?, podría ser muy peligroso— dijo Sango, después de escuchar a su hermano. —Lo sé, hermana, pero ya estoy decidido. Primero hablaré con el señor InuYasha, él es un semi demonio y tal vez quiera ayudarme— contestó Kohaku. —Pues sí, pero… es probable que InuYasha no pueda ayudarte como quieres— mencionó preocupada. —¿Crees que se niegue? — —No, no creo que se niegue. Pero en estos días ha estado algo apartado de nosotros, tiene la mirada triste y ni siquiera Kaede ha logrado saber por qué está así. Tal vez acepte tu petición, pero no creo que dé lo mejor de sí mismo para ayudarte— explicó Sango. —Tendré que intentarlo, si no puede ayudarme, buscaré a alguien más— finalizó Kohaku, mientras se levantaba para salir de la casa. La joven observó a su hermano desaparecer tras la puerta, mientras la pequeña Kirara se acercó a ella para repegarse con un gesto amistoso. Ella la tomó en brazos y la acarició. —Kirara, prométeme que apoyarás a Kohaku en todo. — La gata demonio maulló en tono afirmativo. … InuYasha se encontraba recargado en el árbol, donde tiempo atrás, estuvo sellado. Su fresca sombra lo cubría y solamente se limitaba a mirar la luz que alcanzaba a entrar por el espeso follaje. Su mirada era melancólica, la ausencia de Kagome lo tenía sumido en una especie de depresión. No era todo el tiempo, pero ese día, se cumplían exactamente seis meses desde la última vez que la vio. Su estado de ánimo no era el mejor, así que visitaba al árbol para estar solo. Ni siquiera tenía el valor para acercarse al pozo devora huesos, sabía que permanecía vacío e inalterable, sin la capacidad de abrirse nuevamente. Kohaku lo miraba a distancia, desde la altura de otro árbol. Podía percibir su tristeza y su vano intento de controlar el llanto, sin éxito. —Pobre del señor InuYasha, la ausencia de la señorita Kagome y la muerte de la sacerdotisa Kikyo son muy recientes… a pesar de ser un semi demonio poderoso, no puede contener sus sentimientos— pensó para sí mismo. Lo observó un poco más, InuYasha se dejó caer, recargándose contra el árbol y ocultando su rostro sobre sus rodillas. En ese momento Kohaku supo que no podía contar con él, no por ahora. Suspiró un poco y después brincó de la rama, alejándose de nuevo hacia la aldea. . . Un par de días más tarde. El muchacho estaba preocupado, aún no encontraba a un demonio que lo pudiera apoyar. La mayoría de los conocidos que tenían sus amigos, eran pacíficos y no sabían cómo ayudar al exterminador. Su inquietud comenzó a crecer, pronto tendría que visitar a Totosai para recoger su guadaña. La pequeña Kirara estaba caminando a su lado, de pronto, maulló volteando al cielo. El joven siguió el gesto de la felina y se dio cuenta de que alguien llegaba volando a la aldea. —El señor Sesshomaru ha venido a visitar a Rin— pensó fugazmente. —¡Eso es, el señor Sesshomaru podría ayudarme! — dijo de repente, sorprendiendo a la gatita. —Tengo que hablar con él. — Empezó a correr rumbo a la cabaña de Kaede, donde también vivía Rin. … Desde la distancia observó al señor del Oeste y a Jaken platicando con la niña. Un rato después, se despidieron y comenzaron a caminar, alejándose de la choza. Rin tomó un par de cestas y se fue con la vieja sacerdotisa a recoger algunas plantas al campo. Kohaku corrió por un sendero, que era un atajo al camino de salida por donde pasaría Sesshomaru. Éste y su sirviente avanzaban tranquilamente, cuando de pronto, apareció el muchacho ante ellos con gesto de agotamiento. —¡Señor Sesshomaru, espere por favor! — habló, mientras tomaba un poco de aire. —¡Oye niño, ¿Cómo te atreves a aparecer de esa manera?, casi me infarto! — regañó Jaken. El señor del Oeste lo miró con indiferencia, no obstante, detuvo su marcha y esperó a que el chico hablase. —Señor Sesshomaru, le agradezco la ayuda que me brindó hace unos días. Gracias a usted, pude encontrar al herrero Totosai— explicó Kohaku. —Él accedió a forjar una nueva guadaña para mí, sin embargo… — —Quién lo diría, ese viejo idiota aceptó crear un arma para un humano— interrumpió Sesshomaru. —Pero seguramente lo hizo con una condición, ¿No es así? — El exterminador asintió. —Así es… el señor Totosai me indicó que debía buscar a un poderoso demonio para que me instruyera, es necesario, si es que quiero aprender a controlar el arma que está creando para mí— explicó. Sesshomaru alzó una ceja levemente, parecía esperar a que el joven dijera algo más y estaba en lo correcto. —Señor Sesshomaru, de nuevo quiero solicitar su ayuda… quiero que usted me adiestre— dijo con firmeza. Entonces las carcajadas de Jaken se dejaron oír. —¡Que tonterías dices, mocoso!, ¡Lord Sesshomaru jamás accedería a tratar con humanos y menos para ayudarlos en algo tan ridículo como lo que pides! — —Pero señor Jaken, realmente necesito su ayuda, quiero convertirme en el mejor exterminador y no pienso rendirme— contestó Kohaku. —¡Por favor, señor Sesshomaru, no hay nadie mejor que usted para ayudarme! — suplicó, sin dejar de observar al Lord. —Es una estupidez lo que estás solicitando niño, no soportarías ni por un minuto mis ataques— se expresó con frialdad el demonio. —¡Déjeme intentarlo, por favor! — insistió con más vehemencia. —Busca al idiota de InuYasha, su nivel es suficiente para que puedas comenzar a entrenar— respondió sin inmutarse, reiniciando su marcha y pasando al lado del muchacho. —Te lo dije, niño tonto, el amo bonito no tiene tiempo para tus impertinencias— dijo Jaken burlón. El exterminador los siguió con la mirada hasta que se perdieron el bosque. —No me daré por vencido tan fácilmente— pensó, mientras regresaba a la choza de su hermana. Poco después, Kohaku y Kirara partieron de nuevo, siguiendo la ruta del Lord. … Algunas horas más tarde, el joven y la felina les dieron alcance. Después de todo, sabían cómo seguir un rastro y Sesshomaru viajaba relativamente despacio. Ya atardecía cuando llegaron al claro de un bosque. Más allá, se encontraba un lago y en la orilla opuesta, se hallaba el señor del Oeste, recargado en un árbol con los ojos cerrados, ensimismado en sus pensamientos. Mientras tanto, Jaken trataba de pescar la cena, con muy malos resultados. Kohaku y Kirara rodearon a pie el cuerpo de agua, acercándose con sigilo. Sin embargo, no contaban con que el poderoso demonio ya los había percibido desde hace rato. —Deja de ocultarte niño, sé que tú y la gata me han estado siguiendo. Muéstrate, no me agradan los cobardes— habló de pronto Sesshomaru, sin abrir los ojos. Ambos permanecían detrás de unos tupidos arbustos a una distancia considerable, pero lo suficientemente cerca como para escuchar la orden del Lord. Se voltearon a ver sorprendidos, pues estaban seguros de que el viento soplaba a su favor y era imposible que los hubiera olfateado. Como fuera, ya habían sido descubiertos y tenían que obedecer, no era buena idea irritarlo. —Señor Sesshomaru, no era mi intención molestarlo… — comenzó a explicar el muchacho. —Silencio, no deseo escuchar tus disculpas— interrumpió el demonio, al tiempo que abría los ojos. —Señor Sesshomaru, vengo nuevamente a pedirle su ayuda. — —He dicho silencio— ordenó, consiguiente que el joven humano cerrar la boca y lo mirase con reserva, esperando algún tipo de negativa. —Ve con Jaken, está tardando demasiado en atrapar algo para comer. — Kohaku se desconcertó por un segundo, pero de inmediato se encaminó a la orilla del lago junto con Kirara. No entendía por qué de pronto Sesshomaru le dijo esas palabras, pero sin duda, era mejor que si lo hubiese rechazado con su fría indiferencia. —Señor Jaken, he venido a ayudarlo— informó Kohaku, al ver que el pequeño demonio lidiaba con los escurridizos peces. —¿Qué haces aquí mocoso?, el amo Sesshomaru se va a molestar— replicó Jaken. —Él ya nos descubrió desde hace rato y me ordenó ayudarle a atrapar la cena— hizo una pequeña sonrisa. —¡¿Qué?, eso jamás!, yo puedo encargarme de esto solo— dijo con molestia. —Está bien señor Jaken, como diga, yo solamente voy a pescar la comida para nosotros— el exterminador sacó de entre los pliegues de su vestimenta unas pequeñas cuchillas. Con lentitud, entró al agua y caminó un par de metros hasta que sus rodillas quedaron cubiertas. Se quedó quieto y esperó a ver el movimiento de los peces. La luz solar que aún quedaba, le permitía una buena visión. Los animales comenzaron a pasar a su lado con algo de precaución. De repente, unas pequeñas saetas comenzaron a atravesarlos. Las cuchillas entraron limpiamente desde la superficie y se clavaron en la suave carne. Los peces se retorcieron sin poder hacer nada más que extrañas convulsiones antes de que Kohaku los tomara por la cola, sacándolos del agua. En total logró atrapar seis ejemplares de buen tamaño, sin lugar a dudas, su habilidad con armas blancas se había perfeccionado en gran medida. … Un poco después, dos pescados se cocían sobre el fuego de una pequeña hoguera. Otros dos permanecían a un lado y los otros dos, eran devorados por ambos demonios. A fin de cuentas, Jaken no pudo pescar nada, así que tuvo que aceptar a regañadientes el ofrecimiento de Kohaku, ya que, fue su amo quien mandó al muchacho. El exterminador tomó ambas brochetas con la carne ya cocida y le acercó una a Kirara mientras él empezaba a comer. Con disimulo observó al señor del Oeste, los demonios no necesitaban cocinar los alimentos, o al menos esa era la idea que se le formó en mente al verlo morder la carne cruda. A decir verdad, esta era la primera vez que lo veía comer, después de todo, tenía que hacerlo. El hecho de ser un demonio poderoso, no lo exentaba de necesitar alimentos. —¿Por qué estás aquí? — cuestionó Sesshomaru, mirándolo a los ojos. Kohaku le sostuvo la mirada y habló con firmeza. —Señor Sesshomaru, estoy aquí porque deseo proteger a mis seres queridos, quiero ayudar a los que no pueden defenderse de las criaturas sobrenaturales. Mi meta es convertirme en el mejor exterminador de demonios y para ello requiero de su ayuda. El herrero Totosai me dijo que necesito dominar la nueva guadaña, forjada con mi sangre y para ello es necesario un entrenamiento especial, uno que sólo un demonio de alto nivel puede brindarme— explicó sin titubeos. El Lord lo miraba en silencio, al tiempo que comía con lentitud cada bocado. Jaken permanecía cerca y casi se atragantó con la carne al querer decir algo, sin duda, un comentario burlón. No obstante, Sesshomaru habló antes que su sirviente. —¿Por qué quieres proteger a otros?, si no son nada de ti, no es necesario que lo hagas— dijo el demonio. —Tiene razón señor, pero yo recibí el ejemplo de mi clan, ellos eliminaban amenazas que atentaban contra personas débiles, contra niños, ancianos, contra nuestra especie en general. Nosotros como humanos, somos frágiles, la naturaleza no nos brindó colmillos, garras o pelaje para protegernos de todo y de todos. Por esto mismo, nuestro instinto de supervivencia nos lleva a cooperar y ayudarnos entre nosotros mismos. Protegernos los unos a los otros, así es nuestra naturaleza humana— declaró Kohaku. El Lord hizo un gesto suspicaz. —Ustedes, aparte de ser débiles, son cobardes, traicioneros y agresivos con su misma especie, les gusta derramar la sangre de los individuos menos aptos y eso también forma parte de su comportamiento… ¿Cuál es la diferencia, si haces algo al respecto? — —No puedo negar lo que dice, sin embargo, el único punto a favor de mi especie, es que somos más los humanos que deseamos el bien común que los que sólo buscan hacer daño. Para mí, cualquiera que desee lastimar a quien no se puede defender o a mis seres queridos, merece ser castigado, sea humano, demonio u otra criatura— reveló el joven exterminador. —Esa mentalidad no es común en un niño, ¿Qué te sucedió? — interrogó Sesshomaru. Él tenía vagos conocimientos de que Naraku le había hecho daño, sin embargo, no estaba enterado de todo. Y, por extraño que parezca, sentía una ligera curiosidad por el pasado de ese humano. —Yo… no deseo hablar de eso— Kohaku desvió la mirada con pesar. —¿Qué fue lo que te hizo Naraku?, seguramente también te engañó— insistió el Lord. El muchacho lo miró de nuevo y, exhalando pesadamente, habló. —Él me manipuló para asesinar a mi clan, a mis amigos y a mi familia. Luego fui eliminado y revivido con un fragmento de Shikon, me borró la memoria y me convirtió en uno más de sus sirvientes. Hice demasiado daño bajo sus órdenes, aún me siento culpable por ello. — Sesshomaru lo escuchaba en silencio, mientras seguía comiendo con pasividad la carne cruda. —Cuando tus amigos intentaban ayudarte, tú te alejabas, ¿A qué le tenías miedo? — Kohaku cerró los puños con frustración. —No tenía el valor para darle la cara a mi hermana, no después de recordar lo que hice. Temía que me juzgara, temía al rechazo y, sobre todo, no me perdonaba a mí mismo por todo el dolor que había ocasionado. — —¿Y piensas que, convirtiéndote en el mejor exterminador, podrás lavar tus culpas? — volvió a cuestionar el demonio. —No… jamás podré regresar el tiempo, lo hecho, hecho está y eso no cambiará. Pero lo que sí puedo hacer, es tratar de redimirme, protegiendo a otros, usando mis habilidades para ayudarlos y al final, mi recompensa será el saber que he salvado a un inocente, que he protegido una vida— respondió con sentimiento en la voz. —Protegerse los unos a los otros… que filosofía tan extraña e inútil— murmuró Sesshomaru, desviando la mirada al cielo. —Pero señor… eso no sólo se ve en nosotros, también muchos seres sobrenaturales tienen esa mentalidad— comentó Kohaku, haciendo evidente referencia a la protección que le brindaba a Rin. El Lord no respondió, siguió mirando a la nada, ignorándolo. —Ya cállate niño, esos temas no son del agrado de mi amo bonito— interrumpió Jaken. —Entiendo señor Jaken, pero usted también es un demonio agradable. Sólo se oculta detrás de esa apariencia seria— sonrió el chico. —¡Eso no es cierto!, ¡No te atrevas a decir que soy agradable, niño tonto! — se quejó el sirviente, haciendo una rabieta. Después de cenar, Kohaku y Kirara decidieron dormir bajo el cobijo de un árbol. La fogata estuvo encendida por un rato y ambos demonios también siguieron en su lugar. Jaken dormía junto a una raíz sobresaliente, no muy lejos de Sesshomaru, quien permanecía en silencio, mirando a la lejanía del cielo. . . Amanecía cuando, de pronto, Kohaku se despertó e instintivamente se movió a un lado, esquivando un ataque. Era el golpe de un látigo verde, que se estrelló contra el suelo. De inmediato se puso en alerta y, con katana en mano, adoptó una posición defensiva. Todavía no se despabilaba del todo cuando se dio cuenta de que no estaban Kirara ni Jaken. Únicamente el Lord del Oeste permanecía a escasos metros de él, amenazando con atacar de nuevo. —¡Señor Sesshomaru, ¿Qué está sucediendo?, ¿Por qué…?! — quiso preguntar, pero el golpe del látigo se lo impidió. La fuerza lo arrojó contra el tronco de un árbol cercano. La acometida no tenía intención de partirlo por la mitad, solamente era un golpe directo. El muchacho sintió como su espalda crujió, sin embargo, la adrenalina comenzó a correr e inmediatamente se incorporó, ignorando el dolor. —Vaya, tienes buenos reflejos y ese golpe no te desmayó, eres bastante fuerte para ser sólo una cría— dijo Sesshomaru, quien se aproximó de forma amenazante. Kohaku ya había tomado conciencia por completo de lo que pretendía el poderoso demonio: Lo estaba poniendo a prueba. Ese era el momento adecuado para demostrar su habilidad, su valor y para hacerle ver que su petición de ayuda iba en serio. Tardó un par de segundos en dirigir un ataque contra Sesshomaru, de entre sus ropas, tomó unas puntas afiladas que lanzó hacia él. En un parpadeo, la figura del Lord desapareció y las cuchillas siguieron su camino hasta incrustarse en un tronco lejano. En ese instante, se materializó detrás del joven exterminador. Cuando éste quiso voltear, ya era demasiado tarde, el demonio ya lo tenía aprisionado por el cuello. —Eres muy lento, en menos de un segundo podría haberte matado— dijo Sesshomaru. El muchacho trató de liberarse, empuñando su katana contra él. Sin embargo, el Lord sujetó la hoja con dos dedos de su otra mano, desarmándolo en un instante. A pesar de ello, Kohaku volvió a intentar soltarse, pero la garra ya le cortaba el aire poco a poco y su cuerpo empezaba a sufrir las consecuencias. Entonces, en un gesto desesperado, el chico dirigió sus manos al rostro del demonio y comenzó a manotear muy cerca, casi logrando alcanzarlo. El sorpresivo ademán desconcertó por un segundo a Sesshomaru, quien soltó al humano por inercia. —Extraña acción, pero inútil si hubiera tenido la intención de asesinarte. — El exterminador estaba en el suelo, agitado y tratando de recuperar la voz. —Señor… Sesshomaru, yo… — —Niño, será mejor que te rindas, jamás sobrevivirás a un minuto de pelea conmigo— dijo fríamente. —No… me… rendiré, quiero… intentarlo de nuevo— pidió el joven, al tiempo que se levantaba y tomaba nuevamente su katana, apuntándola contra el señor del Oeste. Por respuesta, Sesshomaru extendió dos dedos de su mano y el látigo verde emergió de nuevo. El aire fue cortado y el sonido que produjo, erizó la piel del muchacho. Tenía su espada frente al rostro, había conseguido detener parte del ataque, sin embargo, un dolor en su hombro izquierdo se hizo presente. Su piel empezó a sangrar, la punta del flagelo consiguió herirlo. —Te falta demasiado camino por recorrer, eres muy débil— volvió a sentenciar el Lord. —¡Eso no me detendrá! — gritó Kohaku. —¡Voy a demostrarle que puedo ser más fuerte! — El demonio lo contempló por un par de segundos, después hizo un gesto de pasividad, bajó la mano y el látigo desapareció. En ese instante, se escucharon pisadas acercándose y de entre los arbustos emergieron Kirara y Jaken, quienes regresaban del lago con unos peces recién atrapados. —¿Amo bonito?, ¿Qué sucede?, ¿Qué me perdí? — preguntó el sirviente al mirar la escena. La felina corrió junto a Kohaku, dejando sus presas de lado, para comenzar a lamer la herida, tratando de ayudarlo. —Estoy bien Kirara, no te preocupes— dijo, llevándose la mano al hombro. Sesshomaru giró sobre sus pasos y comenzó a caminar rumbo al bosque, dándole la espalda el exterminador. —Tienes un mes para prepararte. Si no eres capaz de soportar un minuto mis ataques, te mataré por hacerme perder el tiempo— fueron sus últimas palabras antes de perderse entre los árboles. Kohaku lo escuchó asombrado y una gran emoción lo invadió, el señor del Oeste había aceptado ayudarlo. —¡Como usted diga, señor Sesshomaru, muchas gracias! — expresó con alegría, haciendo una reverencia al mismo tiempo. Jaken no entendía nada de lo que estaba ocurriendo, pero fue rápidamente tras su amo, con el desayuno entre las manos. —Vámonos Kirara, debo ir por mi guadaña y comenzar a entrenar— dijo el muchacho, mientras la felina se transformaba. Subió a su lomo, ignorando la herida que le punzaba hacia la espalda. Debía hacerse a la idea de que era la primera de muchas más.***
Continuará…