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Capítulo 3: Progresos Durante casi una semana no supe más del asesino, hasta que recibí noticias de él. Otro hombre había sido atacado y despojado de su rostro, pero esta vez era diferente. No sólo la víctima había sobrevivido, sino que además era alguien conocido. Se trataba de mi amigo Miroku, le habían arrancado los ojos y la cara. “Miroku, director de arte de la galería central, se convirtió en la nueva víctima del ladrón de rostros. Fue encontrado en la sala de su casa…” Inmediatamente fui a visitarlo al hospital, pero no me permitieron verlo. Los médicos no sabían qué hacer con él, tenía la piel hecha jirones y no había manera de reponerla. Mi pobre amigo sufría de espasmos y pesadillas. Lo que quedaba de su cara estaba envuelto en vendajes y era necesario que dos enfermeros lo sujetaran con fuerza mientras se los cambiaban para evitar infecciones. Según la policía, había sido agredido en su propia casa, sin embargo, no había podido ver a su adversario, ya que el ataque fue por la espalda, tras lo cual vertieron alcohol en sus ojos. Como siempre, recibí la maldita caja negra con su aberrante contenido. Junto con las imágenes del periódico venía la acostumbrada grabadora, donde narraba que había tardado casi una semana en averiguar todo sobre drogas y analgésicos. Con ese conocimiento evitaba el shock y la consiguiente muerte cerebral por espasmo. Ese bastardo había logrado que las víctimas estuvieran conscientes mientras las desollaba y les había impedido la gracia del desmayo durante la intervención. . . Kagome se enfureció al enterarse de la nueva escuela de mi “alumno”. —¡La única manera de detener a ese maniático, es que dejes de esculpir! — —¡¿Estás loca?!, ¡No puedo dejar de esculpir!, ¡Si lo hago, enloqueceré! — estallé en gritos ante sus palabras. —¡No me refiero a que dejes de esculpir por completo!, ¡Sólo deja de hacer esas máscaras hasta que ese desequilibrado se aburra y se dedique a otra cosa! — declaró molesta. El tono de su voz aumentó poniéndose a la defensiva, evidentemente le había sorprendido mi reacción. —¡¿Pero qué estupideces dices?!, ¡No sabes nada!, ¡Es natural!, ¡¿Qué puede saber una mujer como tú de arte?!, ¡Sólo eres una ejecutiva fría y materialista! — escupí las palabras sin pensar. Ella azotó la mano en mi escritorio y arrojó al suelo varios de mis bocetos. —¡¿No sé nada?!, ¡Discúlpeme, su majestad, por darle una solución a su problema!, ¡Allá usted si prefiere seguir siendo asediado por aquel demente! — —Mira, Kagome, sólo lárgate, ¿Quieres?, Tú no me entiendes— volví a gruñir. —¡No, no te entiendo!, ¡Quizás nadie te comprende!, ¡Buenas noches! — gritó, al tiempo que salía por la puerta y la azotaba con fuerza. . . Durante dos días no supimos nada el uno del otro. Estaba afligido por mi comportamiento, pero mi orgullo no me permitía disculparme. La solución de Kagome era la mejor, pero, enfadado como estaba, no me había percatado de ello. Dos noches después, con más calma, decidí llamarle. Pero antes de hacerlo, el asesino volvió a comunicarse conmigo. —¿Diga? — —¿Qué ocurre maestro?, lo noto molesto, ¿Es que acaso mi desempeño no ha sido el adecuado? — habló el desgraciado con su maldita y serena voz. —¡¿Tú de nuevo?! — apreté la mandíbula con rabia. —¿O quizás es por la pelea con su prometida Kagome hace dos noches…? — hizo una pausa y yo no puede decir nada ante la sorpresa de sus palabras. —¡No se preocupe, maestro!, ¿Qué sabe una mujer como ella de arte?, no es capaz de entenderlo como yo— declaró con seguridad. —Pero… ¿Cómo lo sabes? — por fin pude preguntar, al tiempo que un gélido sudor cubría mi frente. —Como ya le he dicho, lo admiro mucho. Es tal mi admiración y respeto, que siempre estoy muy cerca de usted. Compro mi ropa donde usted, leo las mismas revistas y suelo frecuentar los mismos sitios, donde incluso lo he visto con su prometida… — Mi corazón dio un vuelco al escucharlo, el maldito estaba confesando que era mi sombra y yo jamás me había dado cuenta. —Por cierto, me es grato informarle que en éste preciso momento, ella está aquí… conmigo. —***
Continuará…