ID de la obra: 1285

Momentos con Papá y Mamá

Gen
G
Finalizada
0
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42 páginas, 15.348 palabras, 9 capítulos
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Capítulo IV

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Buenas noches: Perdón por los retrasos, a veces no me llega la inspiración para nada. Les dejo el cuarto capítulo, espero que sea de su agrado. Atención: Dragon Ball y todos sus personajes son propiedad de Akira Toriyama. Yo sólo escribí la historia por gusto y diversión.

***

Capítulo IV

***Asegurando el futuro***

[Rey Vegeta-Tarble]

El rey de los saiyajines caminaba de un lado a otro en el salón del trono. Parecía preocupado y su mente daba de vueltas una y otra vez a la única alternativa que tenía. Hace tan sólo unas horas, el consejo de guerra le había confirmado la información: El gran Freezer venía en camino. No había un motivo congruente por el cual el gran tirano visitara a los guerreros en su planeta… a menos que fueran ciertos los rumores. El recelo que sentía hacia ellos se había incrementado en los últimos años y es que era imposible no darse cuenta. Los saiyajines se hacían cada vez más fuertes, incrementado su poder notablemente. Incluso se estaba haciendo común que algunos miembros, nacidos en clases bajas, se fortalecieran y escalaran a otro nivel. Y eso no le gustaba para nada al gran Freezer. El rey soltó una exhalación y caminó hacia un pasillo que desembocaba en una plataforma de despegue. Había tomado una dura decisión y sabía que era imposible dar marcha atrás. A lo lejos, miró a un soldado y a su segundo hijo, Tarble, quien afinaba los últimos detalles de su armadura y aditamentos antes de abordar la nave. El niño ni siquiera había cumplido los cuatro años de edad y ya tenía que abandonar el planeta. Esto era necesario. Si no fuera por la amenaza del malvado emperador, no enviaría a su vástago lejos, a un planeta inofensivo y pacífico. Y es que el pequeño Tarble era demasiado sosegado y amable, muy alejado del comportamiento agresivo y belicoso de los otros niños saiyajin. Su poder de pelea era bajo, pero eso no quería decir que no pudiera incrementarse. Lamentablemente, el rey Vegeta no podía mantenerlo a su lado, el riesgo era demasiado, debido a lo que se avecinaba. Así que la decisión de enviarlo al tranquilo planeta Tech-Tech era lo mejor. El niño no correría peligro y los habitantes lo aceptarían, dado que eran una raza bastante tolerante. De hecho, ese mundo no tenía valor económico, así que no estaba en la mira de Freezer. Su segundo hijo estaría a salvo y sólo su hermano mayor sabría las coordenadas exactas para buscarlo más adelante… si las circunstancias lo permitían. El chiquillo sonrió y corrió hacia su padre cuando lo vio. —¡Ya estoy listo, papá! — dijo con emoción. El rey se agachó a su altura y le alborotó el cabello. Se le quedó mirando por unos segundos, tenía los mismos ojos que su difunta madre y aunque no quisiera aceptarlo del todo, también compartía algo de su carácter compasivo. —Escucha Tarble— habló el soberano con calma. —Irás a vivir al planeta Tech-Tech por un tiempo, ahí podrás hacer nuevos amigos y si todo se arregla aquí, yo iré por ti después. — —Está bien papá, como digas— contestó el niño. A su corta edad, creía que se trataba de un divertido paseo, sin imaginar que ese viaje significaba su supervivencia. —Tu hermano Vegeta es el único que sabrá dónde vas a estar, así que no se lo digas a nadie y no confíes en nadie que no sea tu guardián— indicó el rey. Tarble miró de reojo a un guerrero de aspecto maduro que lo esperaba junto a la nave, éste tenía un gesto serio pero afable. Asintió y se abrazó a su padre en señal de despedida. El soberano correspondió al gesto con cariño, a pesar de que no era común para los de su raza aquellas demostraciones de afecto. Pero él era el regente y nadie diría absolutamente nada al respecto. Y menos el viejo saiyajin encargado de proteger al chiquillo. El guardián se acercó a su líder después de que el niño subiera a la nave. —¿Está seguro de esto, su majestad? — preguntó serio. Éste veterano, era el hombre de mayor confianza que tenía el rey y uno de los que también creían que el gran Freezer era una potencial amenaza para los saiyajines. Había aceptado la misión de custodiar al príncipe más joven y estaba dispuesto a obedecer sin rechistar. —Ya sabes qué hacer, no hay marcha atrás— indicó, mostrando una entereza que estaba muy lejos de sentir. —Si los rumores se vuelven realidad, quiero que destruyas los rastreadores y se queden en ese planeta. — —Como ordene, mi señor— el viejo soldado hizo una reverencia y después se encaminó a la nave. El rey Vegeta contempló el despegue y se quedó mirando fijamente la nave hasta que desapareció en el oscuro espacio. En ese momento, un sonido de estática se escuchó en su rastreador. —Padre, ya estoy por llegar al planeta de mi misión— se oyó una voz infantil. —Está bien hijo, asegúrate de buscar el mejor sitio para aterrizar— hizo una pausa, sintiendo un vacío en el estómago, quizás esta era la última vez que hablaba con su primogénito. —Escucha Vegeta, tomate tu tiempo para concluir la misión y, pase lo que pase, no obedezcas ninguna orden de regreso que provenga de los hombres de Freezer. — —Entendido padre, esperaré tus instrucciones— contestó el niño sin preguntar nada más. —Cambio y fuera. — El rey de los saiyajines sonrió amargamente. Tal vez no tenía las pruebas suficientes para que todo su pueblo le creyera que el gran tirano estaba confabulando contra ellos, pero jamás permitiría que sus hijos corrieran peligro. Los siguientes días, antes de la llegada de Freezer, los pasaría preparando un levantamiento con su escuadrón y todos los guerreros que decidieran seguirlo. El fin de su raza estaba llegando inevitablemente, pero, al menos, sus descendientes tendrían el futuro asegurado.

*

***Mamá siempre sabe***

[Panchy-Bulma]

La joven científica aún tenía los ojos enrojecidos de tanto llorar. Ese tonto de Yamcha lo había hecho de nuevo. El miedo que alguna vez sintió por las chicas bonitas ya había desaparecido hace tiempo y ahora estaba en el otro extremo, siendo un casanova incorregible. Pero Bulma no quiso darse cuenta hasta ese momento, cuando lo encontró besuqueándose con una pelirroja, justo en la acera frente a la puerta de su casa. Eso fue la gota que derramó el vaso. No más novio para ella, no más sentimientos, ni pensar en una futura familia. Realmente esto era algo que le dolía en el pecho, porque Yamcha fue su primer amor. Liberó un suspiro cansado mientras veía por la ventana, la lluvia era ligera pero no cesaba. En ese momento, la puerta de su habitación se abrió. Era Panchy, su madre, quien traía consigo una charola con galletas y una tetera. Pero había algo extraño en ella, no estaba sonriendo como siempre. —Quiero estar sola mamá, por favor— dijo Bulma en voz baja. La mujer hizo caso omiso y cerró la puerta. Caminó hasta el ventanal y se sentó junto a su hija. —Has pasado toda la tarde llorando— habló, mientras servía un poco de té y le ofrecía la taza. —Así que es momento de una charla femenina. — La joven aceptó la taza y sonrió ligeramente. No era común que su madre tuviera esos gestos tan sensatos con ella, porque casi siempre estaba sonriente y optimista con todo y con todos. Supo que ese momento podría ser único y especial. —¿Alguna vez pasaste por esto, mamá? — La mujer mayor sonrió un poco, mientras mordía una galleta. —La mayoría de las mujeres pasamos por decepciones amorosas al menos una vez en la vida, cariño— contestó. —Quizás tú no sufriste en la adolescencia, pero, en la adultez, las situaciones pueden ser más duras. — —¿Entonces también traicionaron tus sentimientos? — —Así fue— asintió Panchy, tomando un sorbo de té. —En aquel entonces, tu padre aún no aparecía en escena y yo me sentía como si fuera el fin del mundo. — Bulma sonrió y tomó una galleta, pocas veces su madre platicaba sus experiencias y ahora quería oírla. —Papá y tú son tan diferentes, no comprendo cómo es que terminaron juntos. — —A veces puedes encontrar el amor en quien menos te imaginas, hija— alcanzó otra galleta y la mordió mientras contemplaba la lluvia. —Lo más importante, es no juzgar sin conocer y ahora que ya te libraste de esa piedra en el camino, es tiempo de que mires hacia nuevos horizontes. — —Cómo puedes decir eso mamá, no creo que exista alguien con quien pueda estar mejor ahora— reprochó. Panchy miró a su hija y sonrió nuevamente. —Hay alguien que podría hacerte olvidar a Yamcha rápidamente. — La joven abrió los ojos ampliamente, sin entender de quién hablaba. Su progenitora a veces podía ser demasiado amable e ingenua, o eso aparentaba. Pero en éste momento, parecía muy segura de lo que estaba diciendo. —No entiendo a qué te refieres mamá. — —¿Por qué no pones más atención a tu alrededor?, hay un chico lindo por ahí que de vez en cuando te observa— le guiñó un ojo. Bulma se atragantó con el té al comprender de quién hablaba. —¡¿Te refieres a Vegeta?! — una ligera risa escapó de sus labios. —Mamá, él es un saiyajin asesino que en cualquier momento podría querer matarnos de nuevo. — Panchy terminó su taza y se sirvió un poco más. Su gesto era relajado, lo que quería decir que hablaba con total seriedad. Era cierto lo mencionado, el guerrero que ahora vivía con ellos en Corporación Cápsula, se pasaba la mayor parte del tiempo entrenando. Pero cuando salía de la cámara de gravedad, también se tomaba un descanso haciendo caminatas por la propiedad. En una de esas ocasiones, lo había visto dirigirse a los jardines que estaban cerca del laboratorio de su hija. Ella lo había seguido para ofrecerle algún aperitivo por si tenía hambre y grande fue su sorpresa al verlo observando hacia el interior del lugar. En esos momentos, Bulma trabajaba en la revisión de unos planos nuevos y estaba tan concentrada, que no se dio cuenta de Vegeta. —No puedes juzgarlo sin conocerlo— contestó la madre. —Y no miento, en verdad el joven Vegeta te mira de una manera que va más allá de algo informal. — La científica se quedó en silencio, tratando de asimilar la información. Nunca pensó que ese sujeto pudiera tener comportamientos como esos. Ella nunca se había percatado de sus miradas y ni por un instante le pasó por la cabeza que él pudiera ser alguien interesante. Es decir, aquella broma de que no le permitiría enamorarse de ella, era sólo eso, un comentario tonto que dijo para aminorar la tensión que existía en ese momento. —Aunque fuera cierto lo que dices, no creo que él sea un buen novio, recuerda que no es de éste planeta— indicó Bulma. Panchy le sirvió más té y tomó otra galleta. —Quizás tengas razón, pero al menos dale una oportunidad si es que se presenta el momento— la miró afectuosa y después le hizo una caricia en la mejilla. —Algo me dice que él es el hombre correcto para ti. — Su hija soltó un suspiró, se notaba más tranquila. Siguieron platicando un poco más sobre las otras ocasiones en que había visto a Vegeta mirándola. La lluvia comenzó a disminuir y en ese instante, vieron al saiyajin caminando por el patio. Él alzó la vista, justo hacia la ventana donde estaban. Fue sólo un segundo, después continuó su camino rumbo a la cámara de entrenamiento. —Te lo dije Bulma, sólo tienes que poner más atención. — —No te hagas ideas extrañas, jamás podría fijarme en alguien como él— afirmó la joven. Panchy se levantó y recogió la charola, ahora su rostro tenía de nuevo una gran sonrisa amable. —Está bien, no se hable más, pero sé que te acordarás de esta conversación más adelante— finalizó, caminando a la salida. —Como digas, mamá— sonrió Bulma. La conversación la había relajado y se quedó pensando en lo dicho por su madre. … Un par de meses más tarde. Bulma miraba con preocupación a Vegeta, quien se encontraba en la cama durmiendo. El accidente con la cámara de gravedad lo había dejado inconsciente y con varias heridas. Aún no alcanzaba a entender por qué estaba desarrollando preocupación por un hombre como él. Pasaron unas horas y ella se quedó dormida en su silla, recargada sobre el buró junto a la cama. Más tarde, sintió una mirada y lentamente comenzó a despertar. Cuando volteó, se encontró con sus ojos negros y en ese momento pudo ver algo en ellos que le provocó una sensación extraña en el corazón. Su progenitora tenía razón, había algo en ese hombre que le decía que era el compañero correcto para ella. Las madres siempre saben.

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Continuará… Gracias por sus comentarios y por seguir la historia.
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