3: Al borde de la locura
19 de octubre de 2025, 7:04
Hal no estaba acostumbrado a que no siguieran sus órdenes, mucho menos a que contradigan todo lo que él cree como un firme pilar. Había una pirámide de poder y él estaba en la cima, todos debían entenderlo.
Entró en la habitación de William sin llamar. Hal era el rey, no tenía por qué hacerse anunciar, era su castillo, después de todo. Y no toleraría escándalos innecesarios en su reino.
Aún no se creía que William y el otro muchacho fueran del futuro, pero no tenía más que aceptar esa versión.
Le intrigaba la forma de ser de estos dos muchachos, sobre todo del que estaba a punto de enfrentar. Era curioso, debía admitir.
Lo primero que vio al entrar en la habitación fue a William echado en la cama, escondiendo su rostro en la almohada como si quisiera desaparecer. Hal enarcó una ceja sin entender qué había impactado tanto al chico para huir del desayuno y acabar así.
— Vete. — Murmuró la voz de William.
Hal se quedó apoyado en el marco de la puerta, intentando descifrar la actitud del “invitado”. — Soy tu rey. — Dijo a modo de recordatorio de poder.
— Y yo soy William y en mi siglo estás muerto. — Soltó el chico en un quejido contra la almohada.
Hal, lejos de lo esperado, sonrió de manera genuina. No estaba acostumbrado a que le contesten y menos de esa manera. Debía admitir que el chico tenía agallas, y ningún respeto, por él.
— Pero no estamos en tu siglo. — Dijo Hal.
Escuchó a William resoplar contra la almohada. Hal volvió a sonreír sabiendo que esta batalla la había ganado.
William se incorporó lentamente, como si cada movimiento le pesara una tonelada y le costara más de una eternidad entender el mundo.
— Eso está mejor. — Dijo Hal con arrogancia.
William lo miró con sus ojos castaños encendidos en molestia y desafío, sin embargo, no dijo nada, lo dejó está por el momento porque sabía que si se ponía a discutir con el rey acabaría muerto, y morir en el pasado sonaba como un mal plan.
— Supongo. — Murmuró sin más William, optando por no decir lo que pensaba de toda esta situación, y demasiado abrumado por la voz que, por cierto, aún escuchaba en su cabeza.
La sonrisa de Hal se ensanchó notando la incomodidad d el chico. Había algo en esos ojos castaños que le hacían querer retarlo, llevar al chico hacia su límite.
— ¿Por qué te fuiste de forma tan abrupta del desayuno? No acostumbro a tolerar la falta de modales. — Dijo volviendo a un semblante serio, aunque Henry no podía ocultar esa curiosidad.
William se tensó, no quería ser tomado por loco, aunque ya era un poco tarde para eso. Pensándolo mejor qué más daba un poco más de chifladura y falta de criterio científico. “Es que escuché una voz en mi cabeza, más bien era una risa burlona de una voz femenina” pensó en decir William, pero no acabaría bien si decía eso, o le temía al éxito como diría si estuviera en su siglo bromeando con sus amigos.
Pero ni estaba en su estúpido siglo ni con sus amigos suertudos que no pasaban por esto. Pobre Dan que sí se vio arrastrado a esta aventura peculiar.
Aún deseaba que fuera un mal sueño.
— Simplemente me sentí descompuesto. — Dijo al cabo de unos segundos eternos William.
— ¿En serio? Porque más que eso pareció que hubieras visto un fantasma de pronto. — Dijo Henry.
Estaba claro que el rey no se creía ni una palabra que saliera de la boca de William. Los ojos azules de Henry analizaban al chico y cada vez se sentía más intrigado de una manera que no podría explicar con palabras, lo llamaría simplemente curiosidad, aunque estaba seguro de que era algo más que no se pondría a intentar entender ahora.
William por su parte tragó saliva, no sabía cómo salir ileso de este interrogatorio. La mirada penetrante del rey le ponía nervioso, le hacía sentir algo en el fondo de sus entrañas que no entendía, pero ya tenía suficientes problemas como para preocuparse de una tonta sensación.
— Sea lo que sea espero que no se repita. — Habló otra vez Hal.
Se giró tras dar una última mirada a William y salió de la habitación dejando un ambiente pesado, pero también el alivio en William de ya no tener que responder a nada más.
…
Dan ojeaba un libro viejo que parecía tener vida propia y más años que su existencia, lo cual no era mentira. Se había adueñado de la habitación de William en un fallido intento de darle apoyo.
Solo había conseguido ser echado, sin éxito porque se quedó. William quería soledad y Dan sabía que algo pasaba, que algo molestaba en demasía a su amigo y no podía quedarse sin hacer algo.
Estaban atrapados en el pasado y el libro entre sus dedos era tan aburrido como una clase que no te gusta. Pero Dan no tenía nada mejor que hacer que escuchar los suspiros pesados que de vez en cuando soltaba William tumbado en la cama, y él leer sentado en una silla realmente incómoda, pero con terciopelo que era suave al tacto.
— Sabes que las cosas no se van a resolver por más que suspires ¿no? — Dijo Dan cansado de escuchar las quejas en susurros de William.
— El miedoso eres tú, no yo. — Espetó William.
— Oye, sin atacar. — Dijo Dan entendiendo la frustración de su amigo, pero no las formas.
William soltó un suspiro pesado descargando todo el aire contenido y dejando escapar su mal humor. — Lo siento, soy un idiota. — Murmuró.
— Sí que lo eres, pero es lo que toca siendo tu amigo. — Respondió Dan con una sonrisa suave de esas que tranquilizan.
“Es divertido ver cómo pierdes el control, casi hilarante” Dijo una voz en la cabeza de William, una voz que ya reconocía porque era la misma dueña de esa risa de burla que escuchó en el desayuno.
William sintió la sangre helarse. Comenzaba a estar harto de no entender nada de su vida. Los últimos días eran una locura y ahora tenía claro que no había imaginado esa voz, que era muy real, demasiado real.
Se levantó de golpe mirando a todas partes como si la fuente del problema fuera externa.
Dan lo miró como si, efectivamente, estuviera demente y eso fue lo que remató a William. Perdió la paciencia y gritó “¿Quién eres?” Como si la dueña de la voz pudiera escucharle porque sentía que lo hacía, que él estaba siendo el juguete de entretenimiento de una mujer con mucho tiempo libre.
— William ¿Qué es lo que pasa? — Preguntó Dan, pero William estaba más concentrado en la voz que seguía escuchando.
“No importa quién soy, solo importa que no pierdas la cordura”dijo la voz.
…
Sarae reía sin parar. Molestar a los humanos era tan divertido y jugar con sus frágiles vidas su pasión. Y desde luego se estaba divirtiendo con este William, solo temía volverlo realmente majareta.
Pero era un riesgo que estaba dispuesta a asumir, después de todo ni era su vida ni era su destino. Era un hada egoísta, tal vez. Y bastante manipuladora cuando quería, pero no podían culparla, la eternidad es aburrida.
Molestar a ese humano era su pasatiempo por el momento.
¿Debería molestar también a Dan? No, no tendría sentido. Dan era más miedoso, en vez de volverse loco se dejaría llevar por sus miedos y haría una estupidez.
Oh, lo que sí podría hacer es jugar con ese rey. ¿Cuánto tardaría en doblegarse su mente?
Sarae sonrió con malicia ante la idea.