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Seamos sinceros, no es un gran sacrificio el llegar temprano de vez en cuando. Sin embargo, para alguien cuya percepción del tiempo es muchísimo más ralentizada que la del resto, es un completo desafío el poder hacerlo. Y siendo este mi caso, era inevitable que se me conociera por llegar tarde a todas partes. Supongo que la culpa de eso, la tenía mi increíble capacidad para distraerme con cualquier cosa desde que era pequeño. De hecho, estaba tratando de convencer a Lily de aquello, cuando mencionó que había divisado a nuestras otras dos amigas en la entrada del local. De inmediato, les hice un gesto con la mano, indicándoles el lugar en el que nos encontrábamos. Increíblemente, no me vieron, o bien, no quisieron verme. Da igual. Seguí tratando de llamar su atención. Al no lograr ningún resultado, no tuvimos más opción que gritarles. —¡Kath! —¡Viola! —¡Muchachos! —Mucho tiempo sin verte, Katie. —Nos vimos ayer, Gabriel, no seas tonto. Hay que decirlo, ignoró por completo mi intento de abrazarla. —Un tonto al que sueles llamar amigo. —Llevo más tiempo sin ver a Lily, lo siento. —Se nota. Ella estaba, literalmente, apachurrándola entre sus brazos. —Yo también te extrañé —declaró casi sin voz—. Por cierto, ¿me podrías dejar respirar? —Ay, perdón, fue la emoción. ¿Qué puedo decir de ella? En primer lugar, su nombre no es Katie, tampoco Kath, sino Katherine y detesta que la llamen así. El único que se atreve a hacerlo es Sirius, a quien también odia por completo. Mide lo mismo que Lily, por lo que ambas me llegan a la altura de los hombros. Tiene la piel clara y el cabello negro. Su rostro posee rasgos muy marcados que la hacen parecer un poco intimidante. Sus ojos son de un azul eléctrico y de una belleza e intensidad, que llegan a resultar difícil de mirar sin sentir que estos te quemaran. En cuanto a su personalidad, me gustaría decir que es un encanto, pero no lo es. Ella te puede mandar al sitio más recóndito que conozcas con una sola mirada, lo que la convierte en alguien a quien no quieres fastidiar ni por accidente. Por otro lado, ella es muy divertida. Por lo tanto, si tu intención es realizar una broma, aceptará con gusto ser tu cómplice. O si tu idea es quedar borracho como una tuba, también se ofrecerá de voluntaria para ayudarte. Un consejo saludable: Jamás, pero jamás de los jamases, le digas que no puede hacer algo. Nunca inicies una frase con un Apuesto que no te atreves... Tú no lo harías... No serías capaz de... Puesto que ella es tan terca que lo va a hacer, incluso si es algo que terminará afectando a quienes la rodean, lo digo por experiencia propia. En cuanto a Viola, su nombre real es Violeta y le decimos de ambas maneras. Es la más pequeña de las tres, tiene la piel medianamente clara y el cabello negro. Su rostro parece angelical, debido a que sus rasgos son suaves y sus mejillas siempre están sonrojadas. Sus ojos son los más bellos que he visto en toda mi vida, son de un tenue color violeta. Su personalidad, si lo pienso en frío, no combina con las de mis otras dos amigas. Ella es muy pacífica y tranquila, por lo que no suele enojarse y solo pelea en caso de ser necesario. Aun así, procura conversar primero con la persona involucrada en vez de atacarla. Con ella, comparto un vínculo muy especial. Ya que, además de considerarla como una hermana, ambos provenimos de realidades muy similares. Uno de los ejemplos más relevantes, es el hecho de que ella es hija de una bruja y un muggle, mientras que yo soy hijo de una muggle y un mago. Estas son combinaciones muy poco comunes en el mundo mágico, por lo que las relaciones entre nuestras familias eran de una unidad y calidad indescriptible. Más aún sí tenemos en cuenta que tuvimos la suerte de conocernos siendo muy niños al vivir al lado del otro. Y bien, como ya lo había advertido con Kath, con Viola también hay que tener ciertos cuidados. Al fin y al cabo, ella suele parecer más fuerte de lo que en realidad es. Por lo mismo, uno debe ser cauteloso con las cosas que uno dice y hace, ya que Viola no es capaz de tolerar que alguien lastime o sea lastimado si está en sus manos el poder evitarlo, puesto que ella no sabe cómo sobrellevar la situación. Es aún peor si se trata de alguien cercano. Luego de unos minutos, Viola demandó mi atención. —¿Y para mí no hay abrazo? —Para ti siempre hay abrazos. —¿En serio? —Así es —la apreté más contra mí—. No importa cuantas veces te vea, siempre querré abrazarte. —¿Acaso me estás reclamando? —Tú no te metas, Katie. Estoy hablando con ella. —Vamos, Gabriel, no le respondas de esa manera. —Déjalo, Viola. Luego estará llorando porque lo ignoro. Tengo que admitirlo, nuestras discusiones no suelen ser muy maduras ni serias que digamos. —¿Algún día dejarán de pelearse? —¡Nunca! —dijimos ambos—. ¡Jamás! —Son tal para cual. —Lo siento, Viola, pero te prefiero a ti. —Pienso lo mismo. —Estamos todos de acuerdo en que preferimos a Viola —concilió Lily—. Ahora, será mejor que vayamos al banco antes de que se agote el cambio. Parecerá mentira, pero ha sucedido en más de una ocasión. De hecho, el año pasado tuvimos que esperar casi tres horas en el banco con tal de conseguir los galeones de oro, sickles de plata y knuts de bronce que necesitábamos. Así que, teniendo en cuenta que tres de nosotros debíamos hacer la misma transacción a la vez, era comprensible su aprehensión respecto a llegar al banco temprano. Ella solo estaba siendo precavida. Aun así, cosas como estas alimentaban la imagen que tenían los demás de ella, por algo la llamaban madame perfección o la prefecta perfecta. Luego de nuestra visita obligatoria a Gringotts, nos dirigimos a la librería y a la tienda de materiales de pociones, también a la de implementos mágicos y a la de Quidditch. Fuimos de un lugar a otro, hasta que completamos la lista de materiales. Lo sé, suena agotador. Por lo mismo, decidimos que nos merecíamos una recompensa por haber terminado tan temprano. Entre todos nos decantamos por ir a la heladería, ya que esa era la mejor opción para nosotros. Por una parte, estábamos al aire libre, y por otra, la gente viciosa como yo podía fumar si le apetecía. Mientras nos tomaban la orden, no pude evitar sonreír ante las peticiones de mis amigas. Ellas siempre han pedido lo mismo, por lo que puedo recitar de memoria cada una de sus preferencias. Kath querría un helado de piña con trozos, Viola uno de chocolate y almendras, mientras que Lily uno de frutos del bosque. En cuanto a mí, uno de menta siempre era más que bienvenido, no como Sirius (si Kath se encontraba cerca), quien se dirigía hacia nuestra mesa sin que nadie se lo pidiera. Él se había acercado junto con James, el cual se mantuvo apartado al notar la reticencia de Lily al verlo aparecer. Personalmente, nunca he tenido problemas con ninguno de los dos. Compartíamos habitación en Hogwarts por ir en el mismo año, por lo que nos llevábamos bien desde primero. La pregunta importante aquí, en realidad, es la siguiente: ¿Me hubiese gustado ser un Merodeador? La verdad es que no, puesto que, si lo fuera, no sería amigo de las chicas. A excepción de Viola, por razones obvias. Sirius nos ofreció una de sus típicas sonrisas. —¡Tanto tiempo! ¿Cómo están? —¡Bien! ¡Muy bien! —respondimos todos. —Hasta que llegaste tú —continuó Kath. —Tranquila, vengo en son de paz. —¿Y tu pequeño intelecto te permite comprender la noción de paz? —En verdad, ninguno de nosotros puede entenderla. Eso se debe a que es una concepción subjetiva, carente de una definición universal. —Parece que te hace bien pasar tiempo conmigo —bromeó Lily—. A propósito, ¿te gustaría unirte a nosotros?, ¿o andas con los demás? Su vago intento de relajar el ambiente habría funcionado, al menos, si no hubiese fingido no notar la presencia de su mejor amigo detrás de ella. Aun así, Sirius hizo como si nada y continuó en su modo amable. —Estoy con James, Lily. Estamos esperando a Remus y Peter. —Si desean, pueden esperarlos con nosotros —les propuso Viola—. A menos que no quieran. —Yo digo que sí, mi estimada Viola. No sé qué piensa James al respecto. —Por mí está bien, me muero por un helado. Todos nos miramos extrañados. Supongo que ninguno de nosotros esperaba que James no aprovechase la oportunidad para decir lo feliz que estaba por poder permanecer cerca de su amada Lily o algo parecido. Sin algún tipo de preámbulo, ambos se sentaron con nosotros, por lo que llamamos a la mesera que nos había atendido hace poco para que pudieran ordenar algo. Para sorpresa de todos, Sirius y James, pidieron lo mismo que Kath y Lily, respectivamente. Contuve mi sonrisa, ese pequeño y simple detalle, me había llenado de una grata sensación. Luego de charlar un rato entre nosotros, llegó Remus. —¿Y dónde está Peter? —Se fue a su casa. —¿Y por qué? —insistió Sirius. —Nos encontramos con sus padres y ellos se lo llevaron. —Es una lástima, quería pedirle un favor. —Canuto, deja de meterlo en problemas, te lo suplico. —Lo intentaré. Quizás no, no lo sé. —Será mejor que te olvides de él, Remus —le pidió Kath—. Ven, siéntate conmigo. Necesitas refrescarte y descansar. —De hecho, sí —sonrío aliviado—. Por cierto, ¡hola a todo el mundo! Después de eso, seguimos conversando animados, hasta que Sirius nos interrumpió de golpe. —¡Tengo una idea! —Ojalá que no sea así, podría acabarse el mundo. Él la ignoró por completo, cosa que no es muy sencilla de hacer. —Como decía, tengo una idea. Con James estamos solos, por lo que podríamos pasar la tarde en su casa. —Por mí está bien —respondí—. Sin embargo, depende de las chicas. —Yo no tengo problemas —continuó Viola. —Claro que no, si tú eres un amor, no como otras. —Sirius —le advirtió James—. No la hagas enfadar. —¿No se suponía que tú serías neutral? —Era una sugerencia. —Más te vale, Cornamenta —volvió a lo suyo—. ¿Alguien más? —Yo también me sumo. —¿Bromeas? —Lily negó con la cabeza—. ¿Realmente lo dices en serio? —Me voy a retractar si sigues insistiendo. Y no es una sugerencia ni una advertencia, es una promesa. En fin, considerando que Kath era la única que faltaba por confirmar, todos nos dispusimos a persuadirla mentalmente. Supongo que alguien más se preguntaría cómo lo hacemos, aunque siendo sincero, es algo sencillo ahora que lo pienso. Solo tienes que mirar a tu oponente hasta que ya no pueda soportarlo. Después de todo, es bastante complejo estar expuesto a seis pares de ojos por un largo periodo de tiempo. Como era de esperarse, al final se dio por vencida y se unió al plan. Así que, luego de pagar lo consumido en la heladería, nos las arreglamos para llegar al Caldero Chorreante con nuestras compras. La idea era utilizar su chimenea, ya que nos iríamos a la casa de James mediante la Red Flu.***
Debido a que Lily sería la última en llegar a mi casa, todos insistieron en que yo tenía que ser quien se quedara a esperarla. Al principio, supuse que se trataba de un consejo de caballerosidad y de cordialidad, considerando que yo era el anfitrión y debía de estar pendiente de los invitados. Sin embargo, por las miradas que lanzaron antes de irse, tuve el presentimiento de que habían omitido algún tipo de detalle importante. De todas formas, el secreto se reveló cuando Lily llegó a mi casa de un modo poco convencional. Me refiero a que ella estaba tirada en el suelo, con su cuerpo recogido y sus ojos cerrados. Aquello me hizo recordar la primera vez que utilicé los polvos Flu y acabé a unas cuantas chimeneas del lugar al que me dirigía. Menos mal que mis padres no tardaron demasiado tiempo en localizarme, de lo contrario, no lo habría vuelto a intentar por miedo a equivocarme. —¿Estás bien? —Sí. —¿Te ayudo? —No es necesario. —Como quieras. —¿No vas a insistir? —Ya no. Aburre si nunca obtienes la respuesta que deseas. De inmediato, ella se levantó y comenzó a sacudirse la ropa para eliminar las manchas de cenizas que le habían quedado. Mientras hacía esto, el color verde que se expandía fuera de la ventana atrajo por completo su atención. —Eso es… ¿Acaso tienes un bosque de jardín? —Sí. Digo no —torcí los labios—. Es complicado. —Explícate. —El bosque solo colinda con la propiedad, no es parte de la casa. Pero como nadie más vive cerca, usamos lo que se pueda. —Vaya, Kath tenía razón. —¿Sobre qué? —Tu casa, siempre creí que exageraba. Veo que me equivoqué. —Ella ha venido muchas veces, más de las que pudiese recordar, no veo cómo podría exagerar. —Ya lo sé —quitó la vista del paisaje—. Por cierto, ¿dónde están ella y los demás? —Tengo entendido que Remus fue a la cocina y el resto al salón. —Bien, vamos con ellos. La verdad es que no quiero estar a solas contigo. —¿Por qué no? No es como si te fuese a hacer algo. —Lo dice él que me ha acosado desde el primer año. —Lo admito, sé que he sido más que insistente, pero nunca te he forzado a nada. Eso no lo puedes negar. —Tienes razón. —¿Entonces…? —Solo quiero llevar la fiesta en paz por hoy, eso es todo. Por lo mismo, prefiero que vayamos con los demás. —Está bien, como prefieras. Nos dirigimos al encuentro de nuestros amigos y compañeros, sumergidos en un absoluto e incómodo silencio. En cuanto ingresamos al salón, vi que Kath se encontraba sola en un rincón de la habitación, así que decidí hacerle algo de compañía. Lily ya había manifestado su intención de mantenerse apartada de mí, por lo que no quería seguir tentando mi suerte con ella al rondarla de manera inconsciente. De ningún modo, deseaba que decidiera marcharse, sin antes poder demostrarle que estaba tratando de cambiar mi actitud. La empujé con suavidad para que despertara de su ensoñación. —Oye, ¿cómo estás? —Bien, supongo. —¿Ha sucedido algo nuevo en tu vida? —En realidad, no mucho. —¿Segura? Es que tengo la leve impresión de que te has apagado de repente —se encogió de hombros—. Sabes que puedes confiar en mí, ¿verdad? —Lo sé, es solo que no se trata de mí, sino de mis padres, los cuales se han estado comportando de un modo extraño. —¿Extraños/normales o extraños/raros? —Extraños/raros. —¿Crees que están ocultando algo? —Es lo más probable. —Lamento oír eso. —Sabes, quizás no sea nada importante. —Esperemos que así sea. De todas formas, no veo más remedio que intentar subirte el ánimo. —No creo que sea necesa… En seguida, comenzó una suerte de batalla campal entre nosotros. Aquello había sido algo muy nuestro desde que éramos pequeños. Por ese motivo, se sentía muy natural el estar tan apegados, sin que llegase a ser incómodo o tenso el contacto estrecho. Ahora que lo pienso, considero que incluso si así fuera, no dejaríamos de hacerlo. No por nada, a pesar del tiempo que ha pasado, sigo experimentando una gran emoción al hacerle cosquillas, aun cuando puede ser un acto peligroso. ¿Peligroso? En efecto, es demasiado peligroso. Esto se debe a que Kath es de esas personas que no poseen ningún tipo de autocontrol sobre sí mismas cuando les hacen cosquillas. Por lo tanto, comienza a dar puñetazos y patadas a diestra y siniestra con tal de librarse de su captor. Y eso, por lo general, duele un montón. Por suerte, después de tantos años, uno se acostumbra a su nivel de brusquedad. —¡Detente! ¡James, ya basta! —Jamás, te tengo en mi poder. —Vamos, ¿qué quieres para soltarme? —Di que me amas. —No lo haré. —Entonces, te aguantas. —¡No, no, por favor, suéltame! —Ya te dije, dilo y te suelto. —¡Ayúdenme! Por más que gritaba, ninguno de los presentes parecía estar dispuesto a ayudarle. Supongo que les hacía gracia el espectáculo que estábamos dando. De repente, sentí un dolor intenso en el brazo. —¿Me mordiste? —asintió—. ¡Eres un animal! —Mira quién habla. —Eso no es justo. —Tú tampoco juegas limpio. —Me va a quedar la marca. —No seas exagerado. Además, te he hecho cosas muchísimo peores y lo sabes. —Te odio. —Yo también. Por cierto, más te vale dejarme en paz o me iré, ¿de acuerdo? —Está bien, no te molestaré más. Luego de recuperar el aliento, nos pusimos a hablar sobre nuestros recuerdos debido a la nostalgia que sentimos. Ambos nos habíamos conocido siendo muy niños, por lo que al igual que con Sirius, compartíamos momentos muy especiales que abarcaban desde nuestra infancia hasta la adolescencia. Por lo mismo, mientras charlábamos sobre nuestra niñez, el nombre de mi mejor amigo se mencionó más de una vez. Estábamos en eso, cuando a lo lejos podía escuchar que los demás se ponían al día respecto a los últimos acontecimientos ocurridos en sus vidas. Después de un tiempo, Lily y Sirius declararon que tenían que conversar en privado antes de dirigirse al jardín. En breve, el resto también decidió salir para explorar sus maravillas. De ese modo, mientras ellos se acomodaban cerca de la fuente, yo me encargué de ordenar el salón para luego ir a la cocina a pedirle a Roset que hiciera algo de comer. Después de todo, no quería ser considerado un mal anfitrión, sin contar que ella me mataría si llegase a enterarse de que tuve visitas y no los había atendido como se lo merecían. Así es, estoy sumergido en una atmósfera de amor violento. Con razón sigo igual de baboso por Lily, aun cuando esta se ha dedicado a rechazarme con más frecuencia en los últimos dos años. Lo sé, estoy jodido al respecto. —¡Roset! —¿Qué sucede, señor James? ¿Necesita algo? —Primero que nada, ¿estás ocupada? —No. Estoy a su disposición. —Me alegro —sonreí aliviado—. Por cierto, ¿qué hemos hablado? —¿Sobre qué? —Dime James, por favor. Nada de señor o tratarme de usted. —Pero para mí es difícil llamarle de esa manera. —Hasta hace poco me decías mi niño . Y por lo que recuerdo, nunca te vi complicada por ello. —Eso era distinto, usted ya es un hombre y… —Mi querida Roset, no seas así de ingenua, yo siempre seré un niño. —Está bien, pequeño —señaló resignada—. ¿Qué necesitabas? —Quiero que nos hagas algo de comer. Tengo algunos invitados y todos son muy glotones, estoy seguro de que no tardarán en pedir algo. —¿Y son personas especiales? —Son unos amigos de Hogwarts, y Lily está entre ellos. —¿La señorita que le gusta? —¡Así es! —Entonces, ¡manos a la obra! Con una sonrisa en su rostro, comenzó a hacer los preparativos necesarios para realizar una pequeña recepción a los invitados. Al observarla trabajar, era inevitable pensar en que se dedicaba de lleno a ello, debido a los sentimientos que sabía que yo tenía por Lily. De hecho, le he dicho tantas cosas maravillosas sobre ella a lo largo de los años, que estoy convencido de contar con su aprobación respecto a que tengamos una relación algún día. En fin, antes de volver con los muchachos que me esperaban en el jardín, me dirigí al despacho de mis padres para comprobar si me habían enviado algún mensaje. Ambos salieron muy temprano en la mañana por un llamado de Dumbledore y todavía no tenía noticias de su parte. Con decepción, confirmé que no había ninguna diferencia en su despacho. Y aquello solo podía significar una cosa, una a la que nunca podré acostumbrarme.***
En cuanto salimos de la casa, comprobamos que Sirius y Lily ya no se encontraban allí. Sin hacernos demasiadas preguntas al respecto, nos sentamos junto a la hermosa fuente de agua ubicada en medio del jardín. A mí siempre me han encantado las fuentes, no sé si será por sus figuras, por las distintas formas en que corre el agua o la simplicidad de su sonido. Sea lo que sea, estoy habituada a frecuentar lugares que cuenten con una cerca. Es más, en el antejardín de mi casa, mis padres pusieron una fuente de agua al ver que me fascinaban. Como era de esperarse, a ambos les preocupaba que me pudiera ahogar por ser tan imprudente a la hora de jugar a su alrededor. Por lo mismo, embrujaron el agua para que al sumergirte te repeliera. Y ya que estaban en eso, decidieron que sería una buena idea el poner otro hechizo, de esa manera, quienes se hayan introducido ya no volverían a hacerlo. Así es como la mitad de los niños de mi calle perdieron sus prendas de vestir más preciadas porque al contacto con el agua la ropa quedaba por siempre mojada. En fin, decidí entablar una conversación con Remus. —Lamento que Peter no nos haya podido acompañar. —Sí, es una pena. —Ojalá hubiera venido. Así podría preguntarle qué le pasa. —¿De qué hablas? —¿Acaso no lo han notado? Hace tiempo que está actuando algo extraño. —Para nada. O quizás sí —se contradijo—. No lo sé. —Deberían observarlo con más detalle. ¿Y si se encuentra en problemas y no quiere decirles? —Tendré en cuenta tu sugerencia. —¡Oye, Remus! —Gabriel llamó su atención—. ¿Dónde se metió James? —No lo sé, debió de ir a hablar con su elfina. —Kath me ha dicho que cocina de maravilla, ¿tú qué opinas? —Va a decir lo mismo que yo, ¿o no, Remus? —Así es, estoy de acuerdo contigo. Cualquier cosa que le pidas, le queda deliciosa. —¿Y hace cuánto viven los Potter aquí? No pude evitar que la curiosidad hablara por mí. —Dieciséis generaciones. —Diecisiete, Remus —corrigió Kath—. Te faltó incluir a James. —Como desde mil setecientos, ¿no? Aventuró Gabriel, fingiendo hacer cálculos con sus manos. Siendo sincera, sigo sin entender cómo fue que escogí a un idiota para que sea mi mejor amigo. Cambié de tema ignorando su intento de ser gracioso. —Todo es muy agradable aquí, ¿no es así, Remus? —En eso tienes razón, la vista es hermosa. —Dan ganas de dormir —comentó Kath. —A cualquiera De manera inconsciente, Kath terminó por apoyar su cabeza sobre el hombro de Gabriel, como si su respuesta hubiese sido una invitación abierta. —¿Puedo apoyarme sobre ti? —¿Para qué preguntas? Ya lo hiciste. —Quería ser educada. —Primero se pregunta y después se hace. Eso es ser educada. Entre forcejeos, Gabriel la empujó con más fuerza de la que podría ser socialmente aceptable. Al menos, el reproche silencioso de Remus decía eso. Como si no hubieran visto esa expresión reflejada en cientos de caras, ambos siguieron jugando como si nada. Es increíble que la gente lo siga juzgando hasta hoy en día por ser rudo con sus “amiguitas”, en lugar de comprender que nosotras no éramos una flor delicada que se podía romper ante la menor brisa. Por supuesto, eso no quita que a veces se sobrepasaba, pero eso dependía más bien del momento y de quién se trataba. Como sea, ya que me era común verlos interactuar con ese nivel de brutalidad, tomé la sabía decisión de ignorar lo que ambos hacían. Si uno de ellos se termina lesionando, ya vendrían después llorando y quejándose de que por qué no los detenía. Por lo mismo, prefería observar la tranquilidad del cielo antes de que algo así sucediera. El pasto no se encontraba húmedo, por lo que pude recostarme sin miedo a que mi ropa quedara verde. Remus siguió mi ejemplo y se acomodó frente a mí. —¿Algún día dejarán de tratarse así? —Lo dudo mucho, en eso consiste su amistad. —¿Cómo es eso posible? —Digamos que su relación es la de dos hermanos. Se aman tanto que no pueden evitar pelearse porque sí y porque no. —¿Qué hay de ti? —También es como un hermano para mí. La diferencia está en que yo soy su hermana mayor y Kath la menor. —Entiendo. —¿No vas a preguntar por Lily? —No, es obvio que sería una madre para ustedes. Ella siempre está evitando que se metan en problemas. —Puede ser, pero yo prefiero verla como la prima mayor que siempre nos cuida y apoya. —Comprendo. Ustedes son una familia. —Claro que sí. ¿Acaso ustedes no lo son? —Supongo. Sirius y James siempre han sido como hermanos. —Eso suena a que Peter y tú no lo son. —Bueno, nosotros fuimos adoptados en el camino. El silencio que siguió a su declaración se vio interrumpido por la risa de Kath. Ella se había lanzado en medio de los dos, sacudiéndose el cabello para eliminar cualquier rastro de suciedad. Nos miró un momento antes de unirse a la conversación. —¿Por qué hay que ponerles etiquetas a las relaciones? —Lo hice para ejemplificar las diferencias. —Habría bastado con que dijeras que cada uno ama al otro a su manera. Al escucharla, Gabriel se acercó para lanzarse encima de ella. —La bastarda tiene razón. Además, el amor que sentimos por los demás es indescriptible en la mayoría de los casos. —Estoy de acuerdo —ambos se estaban abrazando—. ¿Se están reconciliando? —Digamos que la estoy tranquilizando. —¡No empieces! —Y ahí van otra vez. Luego de que llegaran a una tregua amistosa, nos dedicamos a disfrutar de la paz que nos ofrecía el ambiente. Algunos mirábamos el cielo y sus nubes, mientras que otros se salpicaban agua de la fuente entre ellos. Sabía que la conversación ya había quedado atrás, pero no podía evitar pensar que todos nos estábamos haciendo la misma pregunta. Una que sería respondida en pocos días.