ID de la obra: 1300

Lily Evans Y James Potter: El Amor Y La Guerra [1]

Gen
G
Finalizada
1
Fandom:
Tamaño:
312 páginas, 107.354 palabras, 25 capítulos
Descripción:
Publicando en otros sitios web:
Consultar con el autor / traductor
Compartir:
1 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar

LO QUE NUNCA DECIMOS

Ajustes de texto
CAPÍTULO 4: LO QUE NUNCA DECIMOS «En algún momento, me perdí entre las palabras, y solo quise saber lo que transmitía tu mirada». A lo largo de nuestras vidas, nos encontraremos con personas y momentos que quedarán marcados al interior de cada uno para siempre. Aunque claro, aquello dependerá de cuán grande sean las impresiones que nos causen, ya que una leve inclinación por algo o alguien no puede producir una huella que sea lo suficientemente profunda como para soportar el paso del tiempo. Por lo mismo, es de común conocimiento que gran parte de nuestros recuerdos se caracterizan por estar enlazados a sentimientos. En efecto, más que triunfos o fracasos, son las emociones las que se arraigan con mayor fuerza en nuestra memoria. Y, por lo general, esas sensibilidades suelen tener nombre de personas. En mi caso, solo un nombre se ha logrado grabar en lo más profundo de mi ser. Es más, ella ha conseguido resguardarse a sí misma en una parcela de mi conciencia, escondiendo su rastro junto a los sentimientos que he intentado reprimir desde que la conocí. A diferencia de otras personas, no hay marcas visibles que puedan demostrar algún tipo de relación con ella, por lo que ni mis amigos más cercanos serían capaces de dilucidar la fuerza con la que su imagen se impregnó en mí. Y ahora, que me encontraba a punto de exponerle mi debilidad, no hallaba sentido a todos estos años de rivalidad. Las cosas podrían haber sido distintas, pero Kath siempre ha sabido hacer de mí una tormenta perfecta. Mi único consuelo es que ella parece estar más consternada con el curso de los acontecimientos que yo. Supongo que también pensaba que era imposible que ambos estuviéramos dispuestos a solucionar algo que ni siquiera sabíamos cómo empezó. En fin, considerando que yo era quien la guiaba, decidí que el salón principal sería el lugar ideal para conversar. Así que como de costumbre, me senté en la ventana saliente y esperé. Al verla de frente, mi corazón se detuvo ante un pensamiento repentino: ¿Y si Lily tenía razón? —¿Y bien? —preguntó Kath desafiante—. Se supone que tenemos que hablar. —Lo sé, es solo que no tengo ni la menor idea de por dónde comenzar. —Podrías empezar por hacerme un espacio en la ventana. Se sentó junto a mí, manteniendo su distancia. Aun así, nunca la tuve tan cerca.  —Sabes, siempre me he preguntado cómo fue que nos perdimos en el camino.  —Pudimos ser amigos desde el principio.  —Cierto. Había una buena base para ello, pero no somos personas muy estables que digamos. —Habla por ti —Kath sonrió—. En ese entonces, me habría gustado ser tu amigo.  —¿Y ahora no? —Sabes a lo que me refiero. Por eso no entiendo cómo nos convertimos en esto. —Tuvimos un pésimo comienzo, no hay forma en que no empeorara con el tiempo. —Recuerdo que casi destruimos la casa ese día. —Bueno, ambos queríamos a James en nuestro equipo, no podíamos compartirlo. —Y seguimos así hasta hoy, disputándonos lo del otro. Nos peleamos por James, por Lily... Por lo que pudiera presentarse. —Te equivocas, ese tipo de relación es la que tengo con Gabriel, no contigo. —Entonces… —Creo que nuestra hostilidad proviene de los sentimientos que tenemos cuando estamos juntos.  —¿Qué clase de sentimientos? —Bueno, yo…  —Sé que hay algo, Kath, tú también lo sientes. —¿Y qué es? —Una suerte de fricción entre los dos. De hecho, era mucho más que eso, pero no me atrevía a decirlo en voz alta. —Ahora que lo dices, pienso que hay una especie de fuerza que nos envuelve a los dos. —¿En serio? —asintió—. ¿Y qué experimentas cuando te das cuenta? —Se siente como si algo me estuviese empujando cerca, y al mismo tiempo, me quisiera lejos de ti. Supongo que por eso no sé qué hacer cuando estoy contigo. —Si Lily te escuchara hablar de esa manera, creería que...  Solo tuve que mirarla avergonzado para que comprendiera. —¡Por Merlín! Supondría que nos gustamos, ¿verdad? —Así es. Es más, ella hace tiempo opina que nosotros deberíamos estar juntos como pareja.  —¿Y qué hay de ti? Su mirada demandante quemaba, quería obtener la respuesta por su propia cuenta. —No estoy seguro. Es decir, sigo sin entender lo que esperas y lo que yo quiero de ti, así que no sé si sería conveniente precipitarnos a tener algo. —Comprendo.  —Después de todo, la fuerza de la que recién hablamos nos confunde demasiado. —Supongo que tendremos que hacer una tregua hasta que lo sepamos. —Sí, será lo mejor para ambos. Luego de terminar con el interrogatorio, ya no quedaba nada más que conversar. Por lo mismo, decidimos volver de inmediato con los demás. De permanecer más tiempo allí, todos comenzarían a sospechar que nos asesinamos o algo por el estilo. No obstante, en cuanto nos asomamos por la puerta, pudimos ver que la mayoría de nuestros amigos ya no se encontraban en el jardín. Los únicos que seguían allí eran Remus y Viola, quienes se veían muy cómodos como para ser interrumpidos. —Y ahora, ¿qué hacemos? —Podríamos pedirle algo de beber a Roset. —¿Y qué te gustaría? —Cerveza de mantequilla. —Pensé que te gustaba beber más fuerte. —Así es —sonrió—. Pero considero que una cerveza es suficiente para recomenzar. —Si lo dices por lo que pasó ese día, me parece una buena idea. —Yo siempre tengo buenas ideas. —Disculpa, pero viene de muy cerca la referencia. Nos reímos ante nuestra primera pelea pacífica. En cuanto llegamos a la cocina, nos vimos obligados a sentirnos agradecidos con Merlín por encontrar a Roset preparando una diversidad enorme de dulces y golosinas. Nos vimos tentados a sustraer unos cuantos, debido a lo hipnotizador que podía llegar a ser los aromas que estos desprendían al pasar. Después de todo, las manos de Roset eran mágicas y no por razones obvias. Ella era un ser tan gentil que era capaz de impregnar cada una de sus preparaciones con el amor que tan sinceramente nos profesaba.   —¡Chicos, deberían esperar a sus amigos! —Pero tenemos hambre. —Eso no les da el derecho de comerse todo, señorita. Tienen que aprender a controlarse. —De acuerdo —se rindió Kath—. Sin embargo, si no podemos comer, ¿podrías hacernos algo de beber? —Depende, ¿qué desean? —Cerveza de mantequilla —respondimos al unísono. —A los señores no les gusta que se sirvan y Sirius lo sabe de sobra. —Pero Roset, es por una buena causa. —¿Y cuál sería, señorita? —Es que con… Sirius, hemos decidido deponer las armas en nuestra relación. —¿Lo ves? No creo que quieras impedir que celebremos nuestro acuerdo de paz. —Por supuesto que no —sonrió—. Aunque se los advierto, será solo por esa razón. Sin decir nada más, hizo aparecer dos jarras de cervezas frente a nosotros. Luego, se marchó de la cocina con la clara intención de darnos privacidad. Sin embargo, después de la emoción inicial al brindar, nos encontramos con la imposibilidad de mantener una conversación sin que existiese alguna hostilidad de por medio. Por lo tanto, nos dispusimos a beber y a comer en silencio, mientras esperábamos que el otro decidiera proponer algún tema. De entre los dos, yo fui el primero en ofrecer una suerte de conversación. —¿Y si me hablas de ti?  —¿Disfculta? —todavía tenía comida en la boca. —Eso, me gustaría saber más de ti. —¿Y qué quieres averiguar de mí? Nos conocemos desde que éramos niños. —Aun así, no nos comprendemos del todo. —Bueno, en eso tienes razón, yo tampoco sé mucho de ti. Y lo que sé, me lo dijeron otros. —Exacto. Y cuando te lo dice alguien más, no sabes qué es verdad, qué es mentira o qué es exageración. Se dio tiempo de analizar mi declaración, pero se podía ver en sus ojos que en la única información que creía era la que de James provenía. —Entiendo, deseas despejar las dudas que tienes sobre mí. —Quiero que tú me digas quién eres en realidad, nada más. —De acuerdo. Tú me dirás quién eres y yo te diré quién soy, eso debería ser suficiente. —¿Suficiente?, ¿para qué? —Para saber qué tenemos que ser cuando estamos juntos, pedazo de idiota. De esa manera, comenzamos la conversación que tuvimos que haber sostenido once años atrás. Y en todo momento, no pude evitar reírme por lo extraño de la situación. Y es que, a pesar de habernos tardado demasiado tiempo en hacerlo, era evidente que ambos llevábamos años queriendo saber qué habitaba en la mente, el alma y el corazón del otro. Ya que quizás, de ese modo, podríamos encontrar la forma de no destruirnos entre nosotros.  

***

A lo largo de nuestras vidas, siempre nos encontraremos con personas y situaciones que no estaban destinadas a ser o suceder. Por lo mismo, frente a los desaciertos por los que atravesamos, no tenemos más opción que mantener la cabeza en alto y seguir adelante. Supongo que es ese el verdadero motivo para continuar intentándolo, incluso después de ser rechazado e ignorado un millón de veces. La imposibilidad de rendirse ante la adversidad era un sentimiento tan real para mí, que prefería lidiar con las consecuencias de un corazón roto, antes de tener que cargar con el peso de no haberlo intentado jamás. Pensaba en eso mientras buscaba un modo de enfrentar este momento sin arruinar nada en el proceso. Después de todo, pasara lo que pasara, debía saber aprovechar la oportunidad que Lily me brindaba. No obstante, por más que me concentraba, no dejaba de recordar lo que estaba sucediendo al interior de mi casa. Y es que deseaba tanto que las cosas se arreglaran entre ellos, que poco me importaba el llegar a fallar en mi propia situación. Al fin y al cabo, incluso si no terminan bien las cosas entre ambos, Sirius y Kath permanecerán a mi lado. Y si así era, prefería que estos dos se llevaran mejor a tener que repartirme entre ambos por el resto de mi vida. Supongo que Lily pensaba en lo mismo, puesto que lucía bastante ensimismada mientras caminábamos hacia cualquier lugar sin rumbo fijo. Al menos, no se veía en ella algo que pudiera interpretarse como una oposición o reticencia a que conversáramos. De todas formas, no perdíamos nada con intentarlo. Una vez que llegamos al sitio que escogí para que charlásemos, Lily no pudo evitar manifestar su notoria admiración y alegría ante tanta belleza. Mi madre se había esmerado con creces para realizar ese camino de flores, por lo que merecía todas las exclamaciones y adulaciones posibles ante la sublimidad de su trabajo. Con el pasar del tiempo, me di cuenta de que no sabía por dónde comenzar. Y es que había tantas cosas que necesitaba decirle y oír de su parte, que no encontraba las palabras para expresarle lo que en verdad sentía, ya sea desde que éramos pequeños o en ese preciso momento. Luego de unos minutos que se sintieron años, Lily resolvió que debía darme un empujón.  —¿Me vas a decir algo o tendré que seguir esperando? —Estoy en eso. —De acuerdo. —Es que me siento nervioso y no sé por dónde empezar. —Podrías comenzar por explicarme cómo fue que llegamos hasta aquí. —Si te digo caminando, me vas a golpear, ¿verdad? —Acertaste. —Bien, supongo que gran parte de nuestros problemas se deben a mi obstinación. —Y a que eres incapaz de aceptar un no por respuesta. —Suena horrible si lo dices de esa manera. Nunca me he extralimitado contigo. —Cierto. No has sido un completo idiota, al menos, no todo el tiempo. —Agradezco tu aprecio.    —No te vengas a hacer el sentido conmigo. Mejor dime la razón por la que me molestas tanto cuando te la pasas diciendo que me amas frente a todo Hogwarts. —Bueno, considerando que siempre me rechazas, creí que sería más sencillo olvidarte si me odiabas.   —No puedes estar hablando en serio. —Ya sé, fue una estupidez. —¿Y qué hay del resto? —No entiendo. —Ya sabes, no te hagas. —¿Te refieres a las chicas con las que salí? —asintió—. Lamento decir que ellas también fueron un intento desesperado. —Ya veo, tendré que retractarme, si eres un idiota. —¿Disculpa?, ¿eso es lo que me merezco por ser sincero? —¿Esperabas algo más? Me acabas de decir que has hecho una enorme cantidad de estupideces. —Pero te estoy abriendo mi corazón y tú… —¿En serio creías que funcionaría? —No… —alzó una ceja incrédula—. Quizás… Puede ser. —Comprendo. Aun así, pienso que debiste ser sincero desde un comienzo. Las cosas podrían haber sido distintas, hasta… —No sigas, Evans, sabes que no es cierto. —¿Por qué lo dices? —Para empezar, nunca me hubieras creído. Por su postura, supuse que ansiaba replicar, sin embargo, mantuvo sus labios presionados de mala gana. Ante el silencio retador que se impuso entre los dos, no pudimos evitar encontrarnos atrapados en un juego de miradas, cuya única finalidad consistía en revelar que había más allá de las simples palabras pronunciadas. Si no fuese porque pudimos hallar en el otro una disposición a la honestidad, no habríamos podido continuar con nuestra conversación pendiente sin sentir que alguno de los dos mentía. Ella fue la primera en apartar la mirada. —Tienes razón. Siempre te he considerado una persona poco confiable. —Y así me dices que las cosas podrían haber sido diferentes… —No obstante, sí me hubieras dicho todo como ahora, habría intentado entenderte. —¿A qué quieres llegar diciendo eso? —A que ya no tengo motivos para dudar de ti. —¿De verdad? —asintió—. Y puedo preguntar a qué se debe el cambio o… —No hace falta. Solo tienes saber que sé que eres una buena persona, por eso te creo. —Ojalá lo hubieras descubierto hace tiempo. —¿Y si comenzamos de nuevo? —Depende —alzó una ceja—. ¿Estás dispuesta a hacerlo? —Por supuesto, ya es hora de que nos olvidemos de lo que ha pasado hasta el momento. —¿Y me prometes nunca mirar atrás? —Mi nombre es Lily Evans —se presentó—. Es un placer conocerte. —No era necesario recomenzar desde cero, pero lo agradezco. Luego de recrear entre risas una presentación protocolar, decidimos que ya era hora de que nos conociéramos de verdad. Ante aquello, no nos quedaba más opción que regresar con los demás por el camino más largo que pudiéramos encontrar. De ese modo, tuvimos tiempo suficiente para hablar en torno a nuestros pasatiempos, intereses y aficiones. Por supuesto, era imposible que nos dijéramos todo en una hora, aun así, era más que suficiente para nosotros por ahora. Una vez que llegamos al jardín, pudimos comprobar que ya no quedaba nadie allí. Así que nos dirigimos al interior de la casa, encontrándonos con la sorpresa de que tampoco estaban en la primera planta. Decididos a seguir buscando, fue como terminamos escuchando un par de risas provenientes de la cocina, las cuales indicaron que nuestra búsqueda se había acabado. Pues allí, en un rincón apartado, se encontraban Sirius y Kath; riendo, bebiendo y comiendo, como si fuesen buenos amigos de toda la vida. —¡Imposible! —alegó Lily—. ¡Ustedes deberían estar peleando! —Hicimos las paces, pelirroja, ya no hay motivo para que discutamos. —Me alegra mucho que lo hayan hecho. —Y a mí, James, pero deberías escoger mejor tus palabras. Lo admito, no lo comprendí hasta que vi a ambos sonrojarse. —Parece que nuestra Lily es la única que no se alegra por la noticia. ¿Acaso no es lo que tú querías? —¿A qué te refieres con eso? —Sirius ya me contó lo que suponías de los dos. —¡Espera! —medio gritó—. ¿Le dijiste lo que yo creía? —Supuse que a ella le gustaría saber lo que pensabas de nosotros. —Denme un segundo para entender —pedí haciéndolos callar—. ¿Cómo es que tienen cerveza de mantequilla? Las miradas se centraron en mí, sin embargo, solo la de Kath daba miedo. Sus ojos transmitían sus deseos de querer golpearme.  —En serio, James, ¿nos preguntas por eso? —Roset nos las preparó —respondió Sirius—. Nos la dio porque le dijimos que deseábamos celebrar nuestra tregua. —Entonces le pediré que nos haga más. Al fin y al cabo, con Lily tenemos que brindar por algo parecido. —¿Y qué decidieron hacer ustedes?  —Con James preferimos recomenzar desde cero. —¿James? ¿Acabas de llamar James a James?  —Sirius, recomenzar desde cero, es, literalmente, comenzar de nuevo. Y allí nos quedamos los cuatro; riendo, bebiendo y comiendo, esperando a que los demás se unieran a nuestra celebración. En ese lugar fuimos los buenos amigos que siempre debimos ser, sin saber que pronto, todo se pondría al revés.  

***

Me dirigí al bosque para aclarar mis pensamientos. Me había enojado tanto con Remus, que necesitaba deshacerme de la sensación de querer golpearlo antes de volver a verlo. No entiendo cómo pudo tomarse a la ligera lo que dije. Sus amigos en verdad corren peligro. No de muerte, pero sí existía una gran posibilidad de que ambos se perdieran por completo en la existencia de su enemigo. Y es que, por más que sea contradictorio, considerando que fui una de las que incentivaron a Sirius y Kath para que hablaran, no estaba de acuerdo con que James y Lily lo hicieran sin que hubiera alguien que mediara. La razón detrás de mi preocupación es simple. Sirius, llegado el momento, será capaz de resistirse con mayor entereza a ser arrastrado y arrasado por el fulgor de Kath. En cambio, James, al encontrarse con la mera posibilidad de ser escuchado, quedará deslumbrado por la amabilidad de mi amiga. Por lo tanto, era lógico pensar que bastaría una palabra considerada de su parte para que James sucumbiera ante su presencia. De todas formas, ya es tarde para cambiar algo, solo me queda esperar que las cosas salgan bien. En fin, cuando sentí que mi enfado estaba pasando, me detuve a mirar mi reloj. Había estado caminando unos quince minutos, por lo que debía volver de inmediato. No quería perderme en el bosque. No obstante, ¿qué dirección tomar? No había estado caminando en línea recta, así que no me era posible darme la vuelta y retornar. Tampoco presté atención a los detalles, por ende, no era capaz de recordar algunos puntos que me permitieran regresar. Sin otra posibilidad, más que escoger cualquier dirección al azar, me dispuse a caminar con la esperanza de haber elegido la indicada. Pero como era de esperarse, tomé la equivocada, motivo por el cual terminé llegando al riachuelo en vez de la casa. Al menos, sucedió un milagro y me encontré allí con Gabriel. —¿Qué haces aquí? —Bueno, no pude aguantar las ganas de venir. ¿Qué hay de ti? —Me perdí en el bosque. —¿Bromeas? —No te rías. Estaba enojada con Remus, así que di un paseo para calmarme. Pero no me di cuenta de nada y ya no supe por dónde regresar. —Entiendo. Ahora dime, ¿qué sucedió entre los dos? —Fue una estupidez —alzó una ceja—. En serio, no fue nada grave, lo prometo. —Te creo, pero necesito detalles. Los chismes son mi placer culposo. —Lo sé. Aunque lamento decepcionarte, solo fue una pequeña disputa. Un problema de interpretación. —Eso no me dice nada, Viola. —Bien. Remus bromeó sobre ir a ver los cadáveres de Sirius y James, después de que le mencionara que estaba preocupada por ellos. —¿Y te enojaste por eso? —¡Por supuesto! —Mira que eres cínica, Kath tiene un humor mucho más negro y no te molestas con ella por ello. Resistí mis ganas de replicar. Yo ya sabía que había reaccionado de más, pero no estaba de humor para rendirme así de rápido. —Bien, si no puedo enojarme con Remus, me enfadaré contigo. —¿Y por qué conmigo?  —Y más encima preguntas… ¡Me dejaste a solas con él! —Pero ustedes también son amigos, ¿no? —Lo somos, sin embargo, estaba dormida. Al menos, pudiste tener la decencia de acostarme adentro. —Lo siento, solo pensé que quizás… —Por favor, dime que no lo hiciste a propósito, ¿qué ganabas con hacerlo? —Antes de responder, tengo que saber por qué te molesta tanto. —No me malinterpretes, somos amigos. Y de cierto modo, yo nunca he respetado el espacio personal de los demás, así que no me puedo quejar. Es solo que preferiría que fueras tú, nada más. —Comprendo, pero quería darle una oportunidad. —¿De qué? —¿Acaso no te has dado cuenta? ¡Le gustas! —Eso es imposible. Y si así lo fuera, no tienes derecho a intervenir. —Pero él te mira del mismo modo en que yo lo hacía cuando creía que me gustabas. —Creías, Gabriel, creías —recalqué con firmeza—. Esto también podría ser una suposición tuya. —De todos modos, le pedí que pensara al respecto. —No es justo que te hayas entrometido en los sentimientos de Remus. Con cautela, sostuvo una de mis manos entre las suyas, antes de besarla con delicadeza. —Lo hice por ti, Viola. Eres una persona increíble que merece que quien te ame, esté seguro de amarte de la manera correcta. —Tú siempre me has amado de esa manera, Gabriel.  —¿De verdad lo piensas? —Así es. Sé que los demás nunca entenderán el modo en que nos amamos, pero ese es su problema, no nuestro. Después de eso, nos dedicamos a observar el riachuelo en silencio, ya que a veces, las palabras estaban de más. Al fin y al cabo, entendía el trasfondo de sus acciones y sabía que lo había hecho pensando en mi bienestar. Por lo mismo, no tuve reparos respecto a que nos quedáramos un tiempo allí, existiendo juntos en ese pequeño rincón del mundo. Para mi sorpresa, en cuanto mis ojos se vieron tentados a cerrarse, Gabriel levantó mi mano que aún estaba entrelazada con la suya y la volvió a besar. Sus labios en mi piel se sintieron como la caricia del sol en verano, cálidos y acogedores. —Viola, hoy estaré solo. —Todos lo estamos —reí apretando su mano. —Ya sabes a lo que me refiero. Mis padres tuvieron que salir y no volverán hasta mañana. —¿Cosas del trabajo? —No me dijeron nada en realidad. —Vaya, siempre te dicen lo que harán. —Cierto, pero no me haré problemas. ¿Quieres quedarte a dormir hoy? —Ha pasado bastante tiempo desde la última vez. —Así es, hace mucho que no se nos presentaba la oportunidad. —Las cosas solían ser más sencillas, ¿verdad? Suspiré con anhelo y un deje de tristeza ante los recuerdos de otros tiempos. —Me gustaría volver a ser como éramos antes. —Somos dos —coincidió con nostalgia—. Tú y yo, música y comida, siempre ha sido una combinación perfecta. —Le preguntaré a mis padres en cuanto lleguemos. —¿Y si te dicen que no otra vez?  No lo podía culpar por ser negativo al respecto, cualquiera lo sería después de cinco no consecutivos.  —De todos modos, iré. Puedo saltar a tu ventana cuando me dé la gana. Decidimos quedarnos un rato más en el riachuelo antes de reunirnos con los demás. Y una vez que fuimos a su encuentro, nos tardamos en dar con ellos. Después de todo, no teníamos ni la menor idea en donde se podrían encontrar. Pero cuando lo hicimos, nos unimos a su celebración. Por lo visto, desde hoy, todos seríamos amigos. Y no había nada en el mundo que pudiese desear más en ese momento. Estaba tan feliz al respecto, que casi podía saborear la felicidad en la comida, en la cerveza y en el ambiente hogareño.
1 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)