ID de la obra: 1300

Lily Evans Y James Potter: El Amor Y La Guerra [1]

Gen
G
Finalizada
1
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312 páginas, 107.354 palabras, 25 capítulos
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CAMINOS

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CAPÍTULO 5: CAMINOS  «Hay caminos que uno debe recorrer solo, pero por otros». A veces, mientras espero, no puedo evitar sumergirme en mis recuerdos. Y es que son tantas las horas vacías que se van completando a sí mismas, que mi mente no es capaz de hacer algo más que no sea divagar por algunas conversaciones específicas. Mis padres me expusieron a su mundo desde una temprana edad, por lo que me vi familiarizado con palabras que un niño no tendría que escuchar. Deber, valentía y entrega, cosas que me eran tan lejanas y a la vez tan preciadas, se convirtieron en parte de mi vida sin que me diera cuenta. De ese modo, fue como llegué a comprender siendo todavía muy joven, que era mi destino consagrar mi corazón por una causa mayor.  Es más, mis propios padres eran un ejemplo de aquello. No había que ser un genio para reconocer la valentía que tuvieron al momento de decidir que lucharían toda su vida por una sociedad en la que primara la libertad y la justicia. Si bien, ese es uno de los legados más importantes que vienen junto al apellido Potter, no cualquiera es capaz de afrontar la responsabilidad de ser un faro de luz en los momentos más oscuros y álgidos de la humanidad. Por lo mismo, esa era una de las cosas más valiosas que heredaría de mi familia, una antorcha que tendrían que transmitir y recibir todos los que tengan un mínimo de conciencia. Al menos, la suficiente como para comprender que hay ciertas situaciones que tenemos que cambiar incluso con violencia. Un ejemplo de aquello es la oposición férrea que hay que demostrar frente a pensamientos y movimientos supremacistas como los de Voldemort. Si pienso en lo que cada uno de nosotros arriesgamos cada vez que alguien se alza a favor de una causa como esa, no puedo evitar sentir una suerte de impulso que me empuja a abandonar todo lo demás e ir con mis padres para capturarles. No obstante, ellos no estaban dispuestos a dejarme acompañarlos en el campo de batalla a menos que me haya graduado de Hogwarts. Por lo tanto, solo me quedaba conformarme con esperar a que ellos regresaran sanos y salvos, aun si aquello era difícil de realizar para un hijo cuyos padres ya han cumplido una cierta edad. Y como si eso fuera poco, añadamos a la impotencia de no estar con ellos, que tampoco pueden darme información sobre lo que harán o dónde estarán. De hecho, así es como se fueron hace dos días sin decir nada más que volveremos al terminar. En cuanto a Sirius, él no ha sido una buena compañía para enfrentar este tipo de situaciones desde que decidió que mis padres eran más importantes que gran parte de su familia. A decir verdad, su nivel de preocupación y estima rivalizaban tanto con la mía, que habíamos decidido mantenernos distanciados durante esos duros momentos. De lo contrario, no podríamos dejar de lamentarnos por tener que esperarlos. Por lo mismo, me fui al bosque para poder evitarlo. Y allí, sentado a la orilla del riachuelo, me dediqué a ver como el cielo se cubría de oscuridad y estrellas. —Con que aquí estabas, llevo casi una hora buscándote. —¿En serio?  —Por supuesto que sí. —¿Y para qué me buscabas?  —Quería saber cómo estás. —Estoy bien. —¿Seguro? Su mirada decía que le estaba mintiendo. Y eso hacía. —No, estoy mal, muy mal. Si tan solo… —Comprendo. Todo cambiaría si supiéramos que están bien, donde sea que estén. —Los quieres mucho, ¿verdad? —Por supuesto que sí. Ellos son mis padres y tú eres mi hermano, ustedes son mi única familia. Mi lealtad y mi amor les pertenecen por entero. Si no lloré ante sus declaraciones, fue porque soy muy fuerte. O fingí serlo. —Nosotros también te queremos, Canuto. —Sabes, he estado pensando sobre lo que hablamos de Regulus el otro día. —¿En serio? —Sí. Dijiste que él había escogido su camino y que yo no podía hacer nada al respecto, ¿no es así? —Lo recuerdo. —Desde entonces, vengo pensando en lo siguiente: si ya no puedo convencerlo, tendré que detenerlo. —No lo entiendo —También quiero ser Auror, así que voy a graduarme y lucharé a tu lado. —Sirius… Sus palabras me atemorizaban y conmovían a la vez. —No digas nada, sé lo que dirás: Es peligroso. No te dejaré. Debo hacer esto por mi cuenta… —Es la verdad. Sin embargo, te iba a decir que sería un honor luchar junto a ti. Nos quedamos hablando en el bosque sobre las implicancias de su elección. Después de todo, decidir entregar tu corazón por el bien de los demás, no es solo un slogan con el cual puedas alardear sobre ser una buena persona. Muy por el contrario, significa estar dispuesto a morir cuando sea necesario, estar preparado para sacrificar todo lo que tienes y podrías llegar a tener por un bien mayor. Es, en definitiva, enfrentarse a las imposibilidades de la vida como si fueras el emisario de aquellos que dicen que encontraremos otra alternativa. Si no fuese por Roset que nos fue a buscar, nos hubiéramos quedado allí hasta ser deslumbrados por la luz del amanecer. De todas formas, en nuestro dormitorio, continuamos con la conversación. —Y crees que seríamos capaces de… ¡Por Merlín! —¿Qué sucede? —Aunque olvidé mencionarlo, quiero que sepas que invité a los chicos a pasar el resto de las vacaciones con nosotros. —Está bien, a mis padres les gustará mucho ver a Remus y a Peter cuando vuelvan. —Lo mismo pensé yo, sin embargo, tengo que hacerte una aclaración, yo... Es que... No sé si… —Habla claro, por favor. Nunca me había gustado que las personas titubearan. —También invité a Gabriel y a las chicas. —¿Y vendrán? —Sí, todos vienen, excepto Peter. Su madre está algo enferma y debe cuidarla. —Bueno, tendremos que pedirle a Roset que arregle las habitaciones para ellos y… —Tranquilo, yo me encargo. Recuerda que fue mi idea. Luego de hablar con Roset sobre los invitados que vendrían, Sirius cayó rendido en su cama. Él siempre había tenido una envidiable facilidad para dormirse en cuanto se acostaba, cosa que no me sucedía muy seguido aun si lo intentara. Así que mientras esperaba que el sueño me capturara, me pedí a mí mismo mejorar mi humor para mañana. Mis amigos no debían ni merecían cargar con el peso de algo que no les correspondía, no cuando me era imposible explicar la situación sin recurrir a un montón de mentiras. De todas formas, sabía que no podría disfrutar de su compañía sin sentirme culpable por divertirme mientras mis padres sacrificaban sus vidas. Si tan sólo las cosas pudieran ser distintas…

*** 

Cuando tuve edad suficiente para comprender las leyes de la naturaleza, mis padres me explicaron que los humanos nos comportábamos de la misma manera. Por supuesto, ellos no se referían ni a los ciclos del agua, ni a las cadenas alimenticias u otras cosas por el estilo. Más bien, pretendían hacerme entender que cada acción tiene una reacción. De esa forma, querían que comprendiera que las personas somos responsables en todo momento de nuestras acciones y las consecuencias que se derivan de estas. Ya que, de lo contrario, no podríamos evitar ser atormentados por los arrepentimientos y lamentaciones que vienen junto al reconocimiento de nuestros errores. Al principio pensaba que esas tétricas advertencias tenían por finalidad el disuadirme de mostrar mis poderes frente a los demás. No obstante, con el pasar de los años, comprendí que se referían a algo más importante que terminar revelando mi verdadera identidad. Al fin y al cabo, cuando tomamos la decisión de hacer algo, debemos ser conscientes de que al realizarlo obtenemos un peso que estamos obligados a soportar. Después de todo, esa especie de fardo que cargamos sobre nuestros hombros es una advertencia que nos recuerda que las consecuencias de nuestras elecciones pueden aplastarnos si no tenemos cuidado. De hecho, he pensado que algo así podría suceder si no lograba retractarme a tiempo. Y es que, incluso si fue mediante una carta, no podía creer lo sencillo que fue para mí aceptar la invitación Sirius. Pues, antes de que me diera cuenta de lo que hacía, ya me había comprometido a quedarme en la casa de Potter hasta regresar a Hogwarts. No niego que fue una excelente idea que nos reunamos antes de que las clases se reanuden, sin embargo, no podemos ignorar que la mitad del grupo se encuentra en una nueva etapa en la que se están esforzando por convivir sin pelearse. Por lo mismo, creía que era ilógico empujarnos a coexistir de manera pacífica en un lapsus de tiempo tan acotado y esperar que las cosas no se terminaran arruinando. Debido a lo anterior, me he dedicado la tarde entera a buscar un modo de librarme de mi compromiso sin que los sentimientos de Sirius y el de los demás se vieran lastimados. Algo difícil considerando que mi madre ya me había dado su autorización. Por lo tanto, mi única vía de escape era que mi padre no me lo diera, ya que debía contar con el permiso de ambos para hacer lo que yo quisiera. A fin de cuentas, no me quedaba más que  esperar a que regresara de su trabajo y preguntarle. Hasta entonces, tendría que mantener mis esperanzas puestas en que él no fuera tan complaciente como siempre.  Cuando al fin llegó, le serví su cena y me senté a su lado para hacerle compañía. —¿Cómo te fue hoy? —Bien. Lucía desanimado. En el último tiempo, era usual verlo así. —No lo parece. —Volvieron a despedir a tres compañeros. —¿Y por qué los despidieron? —Ya sabes por qué, cariño. —Lo siento. —Igual yo, pero solo era cuestión de tiempo. Algunos meses atrás, mi padre me había comentado que las cosas no estaban yendo del todo bien en su trabajo. Y por más que fuera alguien lleno de fe y alegría, era inevitable notar en su semblante como cada día su fuerza vital se desvanecía. Para que se entienda, mi padre es de las personas que siempre está dispuesto a sacrificarse por los demás. Por esa razón, decidió hacerse abogado y defender las causas justas que perseguía el Estado. Sin embargo, nunca tomó en cuenta que los altos mandos podían censurar su trabajo, sin siquiera tener la obligación de darle una explicación de por qué le iban a sacar del caso. Cosas como esas, eran las que estaban agotando al gran idealista que alguna vez fue Mark. —¿Y qué van a hacer? —Todos eran conscientes del peligro, deben de tener un plan de respaldo, no te preocupes. —Se adjudicaron el caso de los sindicalistas, ¿no? —Ese se lo quedaron otros, cariño. Ellos tomaron casos de refugiados políticos. —¿Y cuáles elegiste tú? —No puedo decirte. —¿Por qué motivo? —Porque se trata de magos involucrados en problemas muggles, por eso estoy impedido de mencionar cualquier cosa al respecto.  —¿Y cómo supiste que lo eran? —Intuición. Levanté una ceja con incredulidad. —Digamos que no se preocuparon de ocultar muy bien sus varitas, así que, en cuanto las vi, les pregunté. —¿Y te lo confirmaron? —Sí, no tenían cómo negarlo. Les mencioné que conocía a Dumbledore y que estabas estudiando en Hogwarts. —¿Y el caso es difícil? —No puedo decirte nada, hija. Será mejor que hablemos de otra cosa. —Bueno, mis amigos me invitaron a pasar el resto de las vacaciones con ellos. —Me parece una grandiosa idea —sonrió algo motivado—. ¿Dónde se quedarán? —Estaremos en la casa de James Potter esta vez. Mi padre me miró como si le estuviese gastando una broma. —¿James Potter? ¿El mismo que tanto odias? —En efecto. —Tu madre me contó que hicieron las paces. —Bueno, decidimos comenzar de nuevo. No queríamos arruinar nuestro último año en Hogwarts. Nuestro último año en Hogwarts, esas palabras se escuchaban nostálgicas al pronunciarlas. Había vivido tantos años en ese castillo, que me era imposible asimilar el hecho de que ya no volvería a ir después de graduarme. Por lo menos, íbamos a intentar concluir nuestra estadía sin pelearnos. Supongo que eso debería bastar para consolarme cada vez que me arrepienta de darle una oportunidad a Potter de arreglarlo. Y es que, siendo sincera, no creo que seamos capaces de durar por mucho tiempo bajo el nuevo paradigma. —¿Y qué dicen sus padres al respecto?  —Nada hasta el momento. —¿Cómo es eso? —Sus padres no están, se encuentran en una misión. —Son Aurores, ¿verdad? —asentí—. Una profesión admirable. —Honorable, diría yo. —Bueno, supongo que no hay problema en que vayas a divertirte mientras puedas. —Eso no suena para nada esperanzador. —Lo sé, es solo que el despido de los muchachos me afectó de sobremanera. —Debería haber más personas como ellos. —Ojalá —sonrió con un deje de tristeza—. Pero no todos están dispuestos ni son capaces de sacrificarse por un ideal. Después de eso, nos quedamos charlando hasta tarde sobre el deber que teníamos cada uno respecto al mundo que nos rodea. Puesto que, incluso cuando estamos afectados por el mal de la indiferencia, nunca podremos desprendernos de la responsabilidad que conlleva cada una de nuestras acciones o interferencias. Por lo mismo, me fui a acostar pensando en que debería armarme de valor y responsabilizarme de una vez por todas de todo aquello que se encontraba entre mis manos. Por lo tanto, debía ser capaz de sostener una férrea convicción y adquirir un compromiso inquebrantable con el porvenir. No obstante, también sabía que todavía era muy joven como para perderme en la contemplación del tiempo y su devenir. Así que, por ahora, el mañana seguiría siendo una incógnita por descubrir. AL DÍA SIGUIENTE Si alguien me hubiese dicho que iba a trabajar como guía del Autobús Noctámbulo, no le creería. No es que desmerezca ese tipo de trabajo ni nada por el estilo, es solo que no estaba dentro de mis planes terminar así. Bueno, quizás sí, pero ya nada de eso importa. La verdad es que, como en todo orden de cosas, existía una razón de peso para que yo me quedara en un lugar que no era de mi agrado. Eso se debe a que ese ambiente extravagante, el cual a veces se torna un tanto peligroso, sobre todo al caer la noche, es un sitio ideal para recabar información. Y no solo eso, allí también podía mantener un perfil bajo y contar con un horario flexible, cosas indispensables si quería seguir aportando en esta guerra sin que alguien me descubriera. Al menos, eso era lo que me había dicho Dumbledore cuando me encomendó la misión de obtener de los pasajeros, cualquier tipo de información que pudiera llegar a ser relevante para nuestros propósitos.  Pues bien, todo comenzó hace dos años cuando me gradúe en Hogwarts. En ese entonces, yo fui aceptado en la Academia de Aurores, pero por temas administrativos no pude matricularme en la fecha correspondiente. Por lo mismo, un poco antes de que comenzaran las clases, me dirigí al castillo con la intención de que Dumbledore intercediera por mí. Vaya sorpresa me llevé cuando el director admitió que él mismo se había encargado de que perdiera mi cupo para ese año, por lo que no haría nada para recuperar mi plaza. A pesar de sus fuertes declaraciones, tardó varios meses en darme una explicación que no fuera que me necesitaba para algo más urgente e inmediato. Siendo honesto, en ese momento estaba furioso, pero había escuchado algunos rumores que me permitieron ser paciente y esperar una respuesta. Tiempo después, tales rumores fueron confirmados. Dumbledore estaba conformando una agrupación de magos y brujas desafiliados del Ministerio de Magia, quienes se dedicaban a detener el avance de Voldemort y sus secuaces.  La agrupación ya bordeaba el año, cuando decidió que no había problema alguno en que me uniera a sus filas. Y desde entonces, ya han pasado unos nueve meses, en los cuales me he dedicado a ayudar en el área administrativa y aportar en los asuntos de espionaje que se requerían. En cuanto a las misiones en sí mismas, solo he podido ir a unas seis desde que me uní, después de todo, me consideran más bien un refuerzo que un elemento clave o determinante. De todas maneras, hace tres días se envió a un grupo de magos y brujas a las montañas, para evitar que los mortifagos llegasen hasta los gigantes e intentaran convencerlos de aliarse con ellos. Yo me ofrecí como voluntario desde un principio, pero como era de esperarse, me dijeron que no podría ir hasta que reconocieran el terreno y designaran cuáles eran los lugares más seguros. Cosas que pasan cuando uno es el menor.  La luz que iluminó al Autobús me sacó de mis pensamientos, alguien estaba solicitando nuestra presencia, por lo que debía cumplir con mi papel con eficiencia. Me acerqué a la puerta para saludar a quien nos llamó, pero mi sonrisa vaciló al ver que era ella otra vez. Nos habíamos reencontrado después de dos años, cuando solicitó el Autobús Noctámbulo para ir al Caldero Chorreante la semana pasada. En esa ocasión, ni siquiera me miró o hizo el intento de dirigirme la palabra, supongo que no me reconoció o no quiso hacerlo. Al fin y al cabo, ella me considera una persona no grata. —¡Buenas…! Mi nombre es… —Ya sé quién eres. —Comprendo —comenté con nostalgia—. No es necesario tanta rudeza. —Tampoco tanta educación. —Como prefieras. ¿A dónde vas? —Al Caldero Chorreante. Retrocedí un par de pasos para que pudiera subir. Hasta ese momento, no me había dado cuenta de que llevaba un par de baúles consigo, como si estuviera yendo a Hogwarts ahora y no en dos semanas más, como correspondía. A decir verdad, tuve que morderme la lengua para evitar la desfachatez de preguntar hacia dónde se dirigía. Sin decir nada, subí su equipaje y emprendimos el viaje. El trayecto transcurrió al igual que la semana pasada, ella fingiendo que podía ver algo por la ventana, mientras que yo evitaba hablarle con todas mis fuerzas. Luego de un par de minutos de completo silencio, me observó con el ceño fruncido. Ese gesto anunciaba un mal augurio. —Sabes, me recuerdas mucho a un viejo amigo. —¿En serio? —asintió—. Pero ¿cómo? —Él era rubio y de ojos verdes, al igual que tú, y su nombre también era Sam. —Mira qué coincidencia. —Sorprendente, ¿verdad? —Sí, lástima que yo no sea… —Ya sé que eres tú, Sam Müller. Me atraparon. Ya podía considerarme hombre muerto. —Ha pasado bastante tiempo desde la última vez que nos vimos. —Demasiado. Lo suficiente como para que no pudiera reconocerte de inmediato.  —Bueno, yo sí te reconocí la otra vez. No has cambiado nada. —Quizás por fuera siga viéndome igual, pero por dentro soy otra persona. —No lo creo. Tú siempre serás la misma Lily que conocí algún día.  Nuestra amistad no terminó muy bien que digamos. De hecho, la última interacción que hubo entre los dos fue hace un par de años, cuando ella me dio un puñetazo en la cara. En esa ocasión, sus palabras y acciones me dejaron en claro que yo ya había cruzado todos los límites y que mi presencia no era más que una molestia dolorosa para ella. Aun así, intenté redimirme y buscar un perdón que nunca llegó. Por lo mismo, el tiempo que pasó ignorándome después de eso, no puedo considerarlo como parte de nuestra relación, ya que yo era el único que intentaba mantener algún tipo de conexión entre los dos.  A pesar de todo, no la culpo por no permitirme regresar a su vida. Yo me había equivocado y estaba pagando el precio por hacerlo. A Lily la conocí a través de Viola, de quien me hice muy amigo cuando ambas cursaban el tercer año. Al principio, nosotros no éramos muy cercanos que digamos, pero con el tiempo las cosas fueron cambiando. Entonces, durante el transcurso de su quinto año, sucedió ese incidente entre ambos y las cosas volvieron a cambiar entre los dos, solo que esta vez fue para peor. Y como si eso fuera poco, ese día no solo arruiné nuestra amistad, también destruí la relación que había construido con Viola. —Espera, si me reconociste la semana pasada, ¿por qué no tuviste la decencia de decirme que eras tú? —No creí que fuera necesario. —¿Cómo que no lo era? —Me refiero a que ese día pensé que sería mejor que no me reconocieras. —¿Acaso tenías miedo de mi reacción? —Por supuesto.  —No te golpearé de nuevo si es eso lo que te preocupa. —Agradezco tu consideración. —Pero eso no quita que me disguste volver a encontrarme contigo. —¿Todavía sigues enojada por lo sucedido? Incluso si hubiera intentado ocultarlo, su mirada transmitía lo que su boca no decía. El recuerdo de ese día la lastimaba todavía, lo veía en sus ojos. Y pensar que ingenuamente me aferraba a la ilusión de que ella ya lo había superado. Por lo visto, a ninguno de los dos le ha resultado sencillo dejar ir al pasado.  —Ya no estoy enojada, Sam. Estoy dolida, que es distinto. —Creí que con el tiempo lo olvidarías.  —Quizás, pero a diferencia de ti, a mí sí me importó lo que pasó. —Lo siento, nunca quise que las cosas terminaran así. —Pero lo hicieron, y por más que hayas sido alguien significativo para mí, no puedo evitar sentirme decepcionada al pensar en ti. —Yo también te apreciaba, Lily, de verdad. Lamento no haber podido corresponderte como hubieses querido. —Eso es lo de menos, Sam. Éramos amigos, ¿recuerdas? —su voz se quebró—. ¿Cómo fuiste capaz de herirme de esa forma? —Nunca imaginé que pudieras sentir algo más por mí.  —Y si así hubiese sido, ¿piensas que no me habría molestado? ¡Me besaste por una maldita apuesta! —Eso no fue lo que quise decir. —Fue lo que diste a entender. Y sabes qué es lo peor de todo, nunca te culpe por dañar mis sentimientos con tus acciones. —Entonces, ¿por qué te alejaste de mí? ¿por qué no quisiste escucharme? —Porque no eras el amigo que yo creía tener. El autobús se detuvo y la puerta se abrió cuando llegamos a su destino. Al ver que nuestro tiempo había terminado, el rostro de Lily tomó un aspecto contrariado, como si no supiese si debía bajar o quedarse. Al final, ambos descendimos del Autobús sin mediar palabra alguna. Luego de ayudarle con sus baúles, ella se dispuso a irse, pero la detuve. —¡Espera! —¿Qué quieres? —Sé que no lo merezco, también que me equivoqué contigo. Pero aun así, ¿podrías darme una oportunidad? —¿Oportunidad? ¿para qué? —Para demostrarte que sí pudo ser el amigo que creías que era. —Lo siento, Sam, pero no puedo. Han pasado cuatro años y todavía me sigue doliendo. —Entonces, comienza por perdonarme.  —Está bien. —¿En serio? —Sí, lo voy a intentar, pero no puedo asegurarte nada. —Me conformo con saber que estás dispuesta a hacerlo. Y sin poder evitar mi impulso de querer abrazarla, terminé estrechándola entre mis brazos. Si todo salía bien, y ella abría su corazón para mí, podría compensar el tiempo perdido de alguna manera. Como era de esperarse, ella no aceptó mi muestra de afecto de buenas a primeras, tuvo que pasar unos segundos para que reaccionara y me lo devolviera. —Espero que en verdad puedas perdonarme. —Me esforzaré en hacerlo, incluso si no soy capaz de prometerlo. —De todas formas, te lo agradezco. —No hay de qué. Por cierto, ya tengo que irme, me están esperando. —No te preocupes, yo también debo partir. Ojalá que nos volvamos a ver muy pronto. —Así sea —sonrió aliviada—. ¡Nos vemos, Sam! —¡Hasta luego, Lily! A pesar de que el chófer del autobús me estaba apresurando, me quedé viéndola caminar hacia el Caldero Chorreante. Allí la esperaba Gabriel, quien me hizo recordar a Viola de inmediato. Aquello fue suficiente para que mi corazón se acelerara ante la perspectiva de volverla a ver, después de todo, las cosas entre nosotros terminaron sin saber bien por qué. En fin, como no sabía si Gabriel me había reconocido a la distancia, no tuve más opción que levantar mi mano y saludarlo. Él correspondió a mi gesto antes de que pudiera perderlo de vista. Quizás, con algo de suerte, todo sería como antes.

***

Otra vez fui el primero en llegar. Supongo que terminaré convirtiéndome en la persona más responsable y puntual del grupo contra todo pronóstico. Pensándolo bien, preferiría seguir siendo el amigo que llega tarde, así no tendría que pasar por esos interminables y terribles minutos de espera. Sentado en la banca fuera del Caldero Chorreante, me dediqué a quejarme por mi nueva predisposición a despertarme temprano. Al menos, hoy tenía un buen motivo para llegar a tiempo. Resulta que la semana pasada, yo había invitado a Viola a una pijamada en mi casa. Como era de esperarse, sus padres no le dieron permiso, por lo que ella no encontró nada mejor que escabullirse e ir de todos modos. Cuando descubrieron que Viola no estaba en su cuarto, se desataron las llamas del infierno, ya que era imposible que no reaccionáramos mal a lo aprensivos que estaban siendo nuestros padres respecto a estar a solas. Así fue como acabamos castigados y con la prohibición de contactar al otro durante toda la semana. Por suerte, con el pasar de los días, ellos comprendieron que no nos podían mantener alejados por demasiado tiempo, por lo que nos permitieron hablar por teléfono en caso de que fuera necesario. Por esa razón, fue que decidí llegar con antelación. Puesto que, aun cuando nuestro castigo finalizó el día anterior, ambos decidimos que sería mejor posponer nuestro reencuentro para hoy. Después de todo, si queríamos que nos dieran permiso para pasar el resto de las vacaciones en la casa de James, teníamos que al menos fingir que aprendimos la lección. En fin, una cabellera pelirroja me sacó de mis pensamientos. Lily se había bajado del Autobús Noctámbulo junto a un muchacho rubio que se me hacía familiar. Estuvieron hablando un par de minutos, hasta que ella se alejó del autobús. Atónito, le devolví el saludo al muchacho por educación. Él me recordaba mucho a un amigo que habíamos tenido. Quizás... No, era imposible. Lily lo habría matado si lo hubiera visto. —Al parecer, vengo a rescatarte otra vez. —Y no sabes lo agradecido que estoy contigo. —¿Cómo estás? ¿Te sentó muy mal el castigo? —Ni lo digas, fue la cosa más horrible que he vivido. —Me imagino, tú y Viola están sujetos por el tobillo. —¿Qué hay de ti? ¿Quién era el tipo con el que hablabas? —Era una parte del pasado que no resultó bien. —Era Sam Müller, ¿no? —Así es, conversamos sobre lo que sucedió. Quería que lo perdonara y que le diera una oportunidad de recuperar nuestra amistad. —¿Y lo harás? —No lo sé. Sin embargo, creo que me hará bien dejarlo atrás. —¿Y a James también lo perdonarás? —Él hizo muchas cosas malas en el pasado, y esta no fue una de ellas. Sam podía haberse negado, pero decidió seguir adelante. Aclarado el asunto, solo quedaba una pregunta por hacer.  —¿Le dirás a Viola que hablaste con él? —Dudo que sea conveniente, recuerda que tienen otros asuntos que atender. La verdad es que ninguno de los dos sabía la razón por la ella también se había peleado con Sam. Lo único que podíamos deducir al respecto, era que no tenía relación directa con la apuesta. Después de todo, Lily le había dado la libertad de seguir siendo su amiga y aun así Viola permaneció alejada de Sam por más que intentara acercarse para recuperar su amistad. De esa forma, lo que pasó entre ellos se convirtió en un misterio. —Deberías decirle, ella fue su amiga antes que tú. —Bueno, lo pensaré un poco antes de hacerlo. —Creo que será mejor que cambiemos de tema. —De acuerdo, ¿de qué quieres hablar? —No lo sé —señalé el local—. ¿Y si te invito una cerveza de mantequilla primero? —¿Cerveza de mantequilla? ¿Desde cuándo eres así de correcto? —Ser castigado me afectó demasiado. A poco me iba a creer una mentira tan absurda. Me reí de inmediato. —Vamos, yo invito la primera ronda. Whisky de Fuego, ¿no? —Claro que sí. Ese es el Gabriel que conozco. En cuanto entramos al Caldero Chorreante, buscamos una mesa que estuviera cerca de la chimenea, ya que desde ahí teníamos una buena panorámica del lugar. Dejamos los baúles reservando el espacio y fuimos a la barra a pedir una botella de Whisky de Fuego. A decir verdad, Lily no era una buena influencia como todos pensaban que era. Ella sabía desempeñar su papel de niña perfecta, nada más. Fuimos directo al grano en cuanto llegaron los tragos. —¿Y qué pasó en la casa de Viola? ¿cómo fue la pelea que tuviste con su papá? —Bueno, no estuvo muy bien que digamos. —Quiero saber los pormenores, Gabriel. —Básicamente, nos peleamos por culpa de su desconfianza. Aún no puedo creer que siga dudando de mis intenciones con su hija. —Me imagino. Después de todos estos años, debió de doler demasiado. —Así es. —Aunque, por otro lado, también tienes que entender su punto de vista. —¿Estás bromeando? —Vamos, es inevitable pensar que ciertas cosas pueden llegar a suceder cuando un hombre y una mujer están a solas. —Hemos tenido muchas ocasiones para acostarnos y no lo hemos hecho. —Lo sé, y también te entiendo. Solo quería que lo vieras como él lo ve. —Espero que sea eso. No quiero tener la misma conversación por millonésima vez. Hoy no la soportaría. Siendo sincero, ya estaba más que harto de sostener la típica discusión sobre la amistad entre personas de distintos sexos. Al fin y al cabo, siempre se reducía a lo mismo: Viola es una mujer, tú eres un hombre, la amistad entre personas de sexo opuesto no existe. Incluso mis amigos, quienes se habían visto también afectados por ese prejuicio, solían darme esa charla infructífera. ¿Cómo podrían ser las personas tan cerradas de mente? En efecto, puede ser que en algún momento la haya mirado como algo más que una amiga, pero aquello no significaba que iba a lanzarme sobre ella como un animal en celo en cuanto estuviéramos a solas. De hecho, ahora que lo pienso, creo que gran parte de mi confusión se debió a los rumores y comentarios que hacían los demás sobre nuestra relación. —¿Y cómo reaccionó Viola ante la pelea? —Bien. Mejor de lo que hubiera esperado.  —¿En serio? —¡Sí! En cuanto comencé a decirle sus verdades, ella se puso de mi parte y comenzó a gritarle también. —No me lo puedo creer —bufé—. ¿De verdad se fue contra su padre? —Si quieres, puedes preguntarle a Viola cuando llegue. —Claro que lo haré. Siempre es necesario conocer todas las aristas de una historia. Y ya que tendría que seguir esperando, le conté la versión detallada de lo sucedido. Luego de unos diez o quince minutos, quizás un poco más, Sirius y James aparecieron en la chimenea. De inmediato, se acercaron a nosotros y tomaron asiento en las sillas vacías. Ambos se veían cansados, como si no hubieran podido dormir en días. A decir verdad, yo tampoco sería capaz si estuviese en la misma situación. Junto a un gran bostezo, Sirius se desparramó en la primera silla que encontró, apoyando su rostro cansado en el hombro de Lily. —¿Aún no llegan los demás?  —Es obvio que no. —Quería entablar conversación casual. —¿Podrías casualmente sacar tu cabeza de mi hombro? Lo más sano para todos los presentes era ignorarlos. —¿Cómo estás, James?  —Estoy bien, preocupado sí, pero bien. Su sonrisa fingida decía todo lo contrario. —¿Y han sabido algo? —Hasta el momento nada, ni siquiera sabemos dónde ni cómo están. —Tranquilo, pronto volverán. Estoy convencido. Considerando que los minutos pasaban, y ni las chicas ni Remus llegaban, decidimos que lo mejor que podíamos hacer por ellos era alimentarlos. Roset debía de cuidarlos con esmero, pero eso no impedía que se descuidaran en cuanto los perdiera de vista. Por lo mismo, ordenamos algo para beber y comer, y tratamos de entablar una conversación que no nos pusiese sentimental de alguna manera. Menos mal que las cosas se dieron sin mayor esfuerzo, por lo que podía esperar que los siguientes días fuesen igual de tranquilos. Al fin y al cabo, de aquello dependía que esta especie de paz continuase por más tiempo de lo que cualquiera de nosotros pudiese pronosticar.
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