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Como todos los demás salieron corriendo, decidí hacer lo mismo. Sin embargo, al llegar a la puerta, preferí cambiar de dirección. En clases de duelo, siempre nos recuerdan que debemos enfrentarnos en lugares abiertos para disminuir las posibilidades de salir lastimados con las cosas que están alrededor. Por lo mismo, permanecer dentro de la casa no era recomendable para nadie, no obstante, algo en mí me decía que debía ir a otro lugar antes. En efecto, necesitaba encontrar a la elfina de James para pedirle que fuera por ayuda, ella era la única que podría salvarnos de esta situación. —¡Roset! ¡Roset! ¡Por favor! ¿Estás aquí? Ella apareció de la nada, con algunas heridas en su piel. —¿Qué sucedió, señorita? Las ventanas de repente… —Fueron los mortifagos, están aquí. Los padres de James están muertos. —Eso no puede ser verdad, ellos son… —Ya no hay tiempo, debes ir por ayuda. —No, yo debo defender a mi niño... —¡Por favor, Roset! —le supliqué—. Nosotros estaremos bien. —Pero yo tengo que... Los ruidos de batalla se podían escuchar hasta en la cocina. —¡Tú eres nuestra única esperanza! —Está bien. Cuídate, muchacha, volveré pronto. Roset me lanzó una mirada preocupada por un instante, para luego desaparecer como se lo había pedido. Tenía que reorganizar mis pensamientos antes de tomar cualquier decisión, así que me quedé en la cocina a la espera de que alguien viniera por mí. Suponiendo que era más probable que se tratase de un enemigo que un amigo, sostuve mi varita en alto. Entre más tiempo pasaba, todo se volvía más aterrador y estruendoso a mi alrededor. Sin embargo, por más que intentase moverme de mi posición, no podía hacerlo. Supongo que mi instinto de supervivencia era consciente de mi poca capacidad de defensa. De repente, humo negro entró por la puerta, chocando con fuerza contra la isla. Aprovechándome de su mala suerte, lancé un hechizo en su dirección, antes de que pudiera materializarse por completo. El mortifago cayó inconsciente al suelo de inmediato. Juro que iba a quitarle la máscara, pero al darme cuenta de que el miedo ya no podía paralizarme, decidí que debía salir de allí y buscar a alguno de mis amigos. Ellos podrían necesitarme. Me deslicé por el pasillo con cautela, acercándome al salón de donde provenían sonidos de batalla. Entonces, escuché la voz de un hombre gritar: ¡Bombarda! De manera instintiva, me tiré al suelo y cubrí mi cabeza con los brazos. Un trozo de concreto cayó sobre mi hombro derecho, dislocándolo y dejando una parte de la carne expuesta. Quise gritar, sin embargo, ese era un privilegio que no poseía. Creo que me rompí los labios de tanto aguantarme el dolor, ya que en mi boca podía saborear la sangre. El sonido de la estructura crujiendo me devolvió de golpe a la realidad. La casa podría derrumbarse en cualquier momento si la explosión hubiese afectado a algún pilar. Como pude, me levanté y corrí hacia la puerta. Cuando estaba a punto de salir de la casa, choqué contra Gabriel. Me sentí agradecida de encontrarme con uno de nosotros, así podíamos buscar juntos a los demás. A pesar de todo, nos dimos el tiempo de comprobar el estado del otro antes de actuar. Le estaba contando lo que había sucedido al interior, cuando el grito de una mujer nos recordó que nos encontrábamos en plena batalla. Mi brazo ya no respondía para entonces, y, aun así, no me habría atrevido a desistir. El miedo ya no me volvería a paralizar nunca más, además, las heridas se pueden curar con magia o sin ella. Así es, lo único que importaba era sobrevivir y salir de allí. —Vamos, Gabriel, hay que ir de inmediato. —Lo sé, pero debemos tener cuidado. —¿Lo dices por mi brazo? —No estás en condiciones de hacer magia, puede ser peligroso que tú vayas. —Para tu información, ya he practicado realizar hechizos con el otro brazo. —¿Y han funcionado? —No me quejo. —Como digas —señaló molesto—. Tú irás delante y yo atrás. —¿Por qué esa disposición? —Porque los mortifagos tienen la desagradable tendencia de atacar por la espalda. Mientras nos dirigíamos al lugar, nos encontramos con el cuerpo inconsciente de un mortifago cerca de la fuente. Al parecer, uno de nosotros había resultado victorioso, mientras que otro, podría encontrarse en peligro mortal si no llegábamos a tiempo a socorrerlo. Supliqué a todos los dioses que pude recordar que no fuera ese el caso. Debíamos hallar la manera de salir de aquella situación sin sufrir ninguna pérdida, o de lo contrario, nuestras mentes y corazones se desvanecerían ante la culpa, la tristeza, la rabia y la ira. Nos apresuramos a su encuentro, sin detenernos, ignorando que nuestras piernas ardían, exigiéndonos un descanso. Supongo que Gabriel pensaba lo mismo que yo, ya que no desaceleró nunca su paso, ni siquiera cuando me escuchó quejarme del golpe que recibí al no poder esquivar unas ramas. Tan solo era cuestión de segundos, la vida era muy frágil e insostenible si la situación se escapaba de las manos. Queríamos llegar a tiempo, proteger a quien hiciese falta, aun si eso significaba llevar a nuestros cuerpos hasta el límite. Mientras nos acercábamos, era cada vez más consciente de que el dolor me estaba nublando la mente, que estaba haciendo un gran esfuerzo para sostenerme. Y a pesar de aquello, no encontraba el valor de detenerme.***
Desde que James nos contó que Voldemort estaba detrás de sus padres, sabía que este día llegaría más temprano que tarde. Sin embargo, nunca me imaginé que expondríamos a las chicas y a Gabriel a tal peligro. Yo ya suponía que, como amigos de James; Sirius, Peter y yo, estaríamos más que expuestos ante la amenaza de los mortifagos. Pero en cuanto a los demás, no había razones para que tuvieran que cargar con lo que ahora nos tocaba enfrentar. Por lo mismo, solo me quedaba esperar que ellos estuviesen bien, y desear, desde el fondo de mi corazón, que decidieran marcharse en vez de luchar. Volví de golpe a la realidad. A diferencia de los demás, que prefirieron salir al exterior para batallar, yo decidí subir al segundo piso con la intención de utilizar mi conocimiento del terreno a mi favor. Después de todo, ese era uno de los lugares que me sabía de memoria, por lo que podía transitarlo incluso si careciera de vista o visibilidad. Además, también me era posible recurrir al Plan B en caso de ser necesario, ya que este consistía en usar alguno de los pasadizos o escondites ocultos que hay por allí y así poder escapar o sorprender al enemigo. —¿En serio? —¿Qué hay de malo? —¿No pudiste escoger un mejor sitio? —No, me siento a gusto aquí arriba. —Como prefieras —gritó apuntándome—. ¡Desmayus! —¡Expelliarmus! —¡Diffindo! —¡Protego! La batalla mágica no duró demasiado, ya que el mortifago se desesperó al no poder desarmarme de inmediato. Ante su frustración, no se le ocurrió una mejor idea que convertirse en humo y abalanzarse contra mí, queriendo transformar la pelea mágica en un enfrentamiento físico. Grave error. Mi contextura de Hombre-Lobo me permitía poseer una resistencia y fuerza física mayor a la de un ser humano promedio, por lo que a la hora del combate cuerpo a cuerpo, era imposible que me vencieran. Supongo que podía estar agradecido de mi condición en instancias como estas. —Te haré las cosas más fáciles. —¿Qué...? —¡Petrificus Totalus! El mortifago se congeló en el suelo. Supongo que los demás le habrían sacado la máscara para ver su identidad, pero yo no lo hice. Había cosas más importantes que hacer en ese momento. Cuando iba acercándome a la escalera, con la intención de ir a ayudar a mis amigos, el pasillo bajo mis pies cedió por completo. Por suerte, yo había alcanzado a retroceder, evitando caer con todo y cielo. En cuanto el polvo producido por el derrumbe se disipó, pensé en otra manera de bajar. La escalera había quedado del otro lado, por lo que ya no era una opción viable. Solo podía saltar, ya no tenía otra alternativa. Confiado en mi habilidad y destreza, me lancé sin más hacia el primer piso, cayendo mal en el terreno. Había caído de pie, en un pedazo de concreto inestable, el cual ante mi peso cedió, haciéndome caer de espalda sobre más trozos irregulares. Con cuidado, busqué entre los escombros algún cuerpo, esperando que ninguno de ellos fuese alguien conocido. Por fortuna, solo había dos personas en ese lugar, y ambos eran mortifagos. Sin embargo, hubiese preferido no reconocer a uno de ellos. El hermano de Sirius yacía inconsciente en el suelo sin la máscara en su rostro. Me aseguré de que aún siguiese con vida antes de salir de allí. A pesar de todo, él seguía siendo su hermano. Precavido, avancé hacia la puerta, evitando caer por los escombros. Varita en alto, me encontré con James y Sirius en la salida. —¡Remus! Que alegría ver que estás bien. —Mala muere, nunca hierva —murmuró Sirius. —¿Qué le pasó? —Atravesó el ventanal, tiene vidrios incrustados por todo su cuerpo. Supongo que le está dando fiebre. —Bien, déjame ayudarte. En cuanto toqué su espalda, comprendí por qué se veía como si pudiera desvanecerse en cualquier instante. —Está muy herido, debemos sacarlo pronto de aquí. —Lo sé. Tú también luces lastimado, James. —Sí, pero no es para tanto. —Por cierto, ¿quién provocó la explosión? —Canuto sonrió—. ¡Buen chico! —Me tratas como muerdo, no quejes si te perro después. Habríamos reído si pudiéramos. —¿Dónde están los demás? —No lo sé —admití preocupado—. Creo que oí un grito de mujer hace poco. —¿Y de dónde provenía? —De acá fuera, no se escuchaba muy cerca. Compartimos una mirada cómplice. Al menos, ya estábamos los tres reunidos, ahora era momento de que fuésemos a salvar a los demás. Después de todo, ese gritó podría haber sido de una de nuestras compañeras, por lo que debíamos ir hacia donde el peligro todavía acechaba. No obstante, ambos titubeamos antes de seguir avanzando. Pues, por una parte, sabíamos que no deberíamos llevar a Sirius directo a la batalla, y por otra, comprendíamos que dejarlo en la casa tampoco era una opción recomendable. De todos modos, no teníamos más alternativa que seguir adelante, llevando a nuestro amigo semiinconsciente con nosotros.***
Siempre supe que existía la posibilidad de ser atacados en caso de que los padres de James fueran asesinados. De hecho, lo sabía desde antes de que decidiera mudarme con ellos. Así es, siempre fui consciente del riesgo que correría si permanecía junto a James, no obstante, también sabía que ese era el único lugar al que podría llamarle mi hogar. Por lo mismo, no me moví ningún centímetro de donde me encontraba. Pues, si nuestro destino era perecer en ese sitio, yo me quedaría con mi hermano hasta el final. Me di un segundo para pensar en todo lo que me habían dado desde que los conocí. Quería darme el tiempo de recordar el amor, el cariño y la ternura que me brindaron desde que era un niño. Yo era un Potter más. Después de todo, la lealtad y la confianza, podían ser mucho más fuertes que la sangre. Es más, sabía que podría renunciar a cualquier cosa, incluso a mi propia vida, si eso servía para retribuirles lo que me dieron a lo largo de los años. —Te ves patético, Potter. Su voz se me hizo familiar. —¿Ahora si extrañas a mamá y papá? —le siguió otro—. Recién te estabas divirtiendo, qué inconsistencia de tu parte. —¿Acaso no lo sabías? Potter es un niño mimado. —¿Y qué con eso? —Siempre consigue lo que quiere, incluso si no lo merece. —¿Tienes algún problema personal con él? —No seas idiota, solo lo digo porque debes aprender de tu enemigo, N. —Bien. —¿Hay algo más que quieras decir de mí? —Bueno, Potter siempre ambiciona lo que no le pertenece. —¿A qué te refieres? —quiso saber James. —Supongo que duele, ¿no? Espero que entiendas como se siente que te arrebaten a alguien importante. Mis piernas flaquearon al comprender la situación. Caí de rodillas al suelo, sintiendo unas inmensas ganas de llorar. James estiró su brazo para apoyar su mano sobre mi hombro. Y es que, a pesar de saber que se trataba de él desde un comienzo, algo en mi interior quería seguir aferrándose a la posibilidad de que no lo fuera. Me levanté con la intención de dispersar la sensación de debilidad. Debía ser fuerte por James y los demás. —Regulus, yo... —Al parecer no te has olvidado de mi existencia. Por lo menos, no completamente. —Si tan solo pudiera verte… Se quitó la máscara sin pensarlo. Su rostro estaba pálido y lucía algo demacrado. El mortifago que lo acompañaba intentó cubrirlo de inmediato. —¿Qué haces? —forcejeo con él—. Se supone que no deben reconocerte. —No hay de qué preocuparse, N, él es mi hermano, o, mejor dicho, lo era. —¿Cómo puedes decir algo así? Si me hubieras dejado explicar… Habrías entendido… Habrías impedido que me eliminaran del árbol familiar. —No digas tonterías. No eres más que un bastardo que... —¡Ya basta, Regulus! —le exigió James—. Sigue siendo tu hermano, debes respetarlo. Además, por más que lo niegues, estoy seguro de que aún lo quieres. —No seas ridículo —me atacó sin previo aviso—. ¡Expelliarmus! —¡Protego! Si no fuera por James, habría sido desarmado. A pesar de que nos enfrascamos en una batalla después de ser atacado, me fue imposible lanzarle algún hechizo con la intención de lastimarlo. Por lo mismo, en cuanto se presentó la oportunidad, James intercambió conmigo y se enfrentó a Regulus en mi lugar. Por más que intenté concentrarme en mi propia pelea, no fui capaz de apartar la mirada de la batalla que ellos llevaban. Me sentí aliviado al percatarme de que tanto James como Regulus, no se hacían verdadero daño. Quizás, al estar unidos de algún modo por mí, algo les impedía atacar al otro con el potencial que ambos poseían. De hecho, mirando la batalla que ellos llevaban, fue como terminé atravesando el ventanal al no poder esquivar el hechizo que el otro mortifago me había lanzado. Una lluvia de vidrios cayó sobre mí, insertándose con suficiente fuerza como para hacer que comenzase a sangrar. Líquido caliente recorría mi cuerpo por entero. Entonces, cuando estaba por alzar mi varita, James se dio media vuelta para ver mi condición. Un descuido que le podría haber costado la vida si no hubiese apuntado al cielo de la habitación. —¡Bombarda máxima! —¡Hijo de...! Una capa de escombros se interpuso entre nosotros y los mortifagos. —¡Maldita sea, Sirius! Me acabas de romper la rodilla. —Al menos te salvé la vida, no seas malagradecido. —Podrías haber utilizado cualquier otro hechizo, Canuto. Pero no, destruir la casa era una buena idea. —Lo siento, ¿de acuerdo? Fue lo primero que se me ocurrió. —Ya da igual. Lo importante es que salgamos de aquí y nos encontremos con los demás. —Bueno, tenemos un problema —miré hacia dentro—. No podemos cruzar los escombros en este estado. —Lo sé. Tendremos que rodear la casa. Sabía que debía dolerle la pierna con todo el peso extra, pero James no me permitió en ningún momento caminar por mi propia cuenta. Si tan solo Regulus pudiera entender lo que de verdad conllevaba la hermandad... En fin, cuando terminamos de rodear por completo la casa, nos encontramos con la sorpresa de que Remus se hallaba en la entrada. Para ese momento, yo ya estaba más que extenuado, por lo que parte de mi visión se había nublado por el esfuerzo. Supongo que se podía notar el cansancio de mi cuerpo, ya que Remus corrió a socorrernos. Tengo recuerdos muy vagos de nuestra conversación. Todos mis esfuerzos se habían concentrado en una única misión, permanecer despierto.***
Aún sentía como mi mejilla palpitaba y ardía ante la bofetada que me dio esa maldita mortifaga. Con cada minuto que transcurría, la tristeza comenzaba a transformarse en una ira que amenazaba con llevarse todo a su paso. Así es, mi sangre corría furiosa por mis venas, anticipando una reacción violenta ante cualquiera que viniera a darme pelea. Sostuve mi varita con fuerza y empuñé mi otra mano con tal de evitar que quedara algún espacio abierto por el cual me pudieran atacar. Supongo que tendré que agradecerles a los profesores cuando regrese a Hogwarts, por todas las veces que me quitaron la varita como castigo, obligándome a darle su merecido a Sirius a puño limpio. De lo contrario, no sería capaz de defenderme como los muggles también. Mi mente se quedó pensando en la palabra muggle por un rato. Desde que me hice amiga de Lily, los comentarios no han dejado de ser desagradables en mi círculo cercano. Supongo que no todos son capaces de abrir sus mentalidades como lo hicieron mis padres, quienes aprendieron a aceptar a aquellos que son diferentes. Me prometí a mí misma, que, si salía de ahí con vida, les pediría que me dejaran ir a la universidad muggle para aprender con ellos. De esa manera, podría seguir estudiando con Gabriel y Viola, ya que ambos querían especializarse fuera del mundo mágico. Visualicé mis opciones, recordando las pocas clases de Duelo a las que asistí. Si alguien quería pelear conmigo, debía hacerlo bajo mis propias condiciones, ya que eso me podía garantizar una posible victoria. Por lo mismo, decidí dirigirme a la fuente del jardín, dado que desde allí se tenía una buena panorámica del lugar. —Miren lo que me acabo de encontrar, una de las chicas White. Vaya mi suerte, se trataba de la desgraciada que me abofeteó. —¿Acaso decidiste ir tras de mí? —Por supuesto —admitió—. ¿Ya olvidaste que dije que ya llegaría tu turno de gritar? —Ya quisieras. —Se supone que tus padres te enseñaron a respetar a quienes somos sangre pura. —Quizás, pero a mí me vale una mierda ese tipo de cosas. —Vaya, no mentían cuando decían que parecías una muggle. —No puede ser —fingí sorpresa—. ¿Los mortifagos hablan sobre mí? No sé si sentirme halagada o asqueada. —Eres una... —Desquiciada que se asegurará que sea tu última batalla. Lancé el primer ataque. Al cabo de un tiempo, pude comprobar que ninguna de las dos tenía precisión para atacar, debido a que ambas tardamos demasiado en lograr que la otra saliera volando. Por desgracia, yo fui la primera en hacerlo. Mientras me levantaba del suelo, pude verificar que me había quebrado el brazo izquierdo, ya que este no me respondía por más que lo intentara. En cuanto me levanté, ella aprovechó para lanzar otro hechizo, el cual cortó la piel de mi mejilla. Por fortuna, en ese preciso instante, una explosión proveniente de la casa la desconcentró lo suficiente como para que yo pudiera gritar en su dirección: ¡Expulso! Considerando que la mortifaga había permanecido del otro lado de la fuente durante nuestra pelea, no perdí el tiempo en ir hasta ella para comprobar si mi maniobra había sido la correcta. Primero tenía que asegurarme de que nadie estuviese a mi alrededor, y después, tratar de reacomodarme el brazo de alguna manera. Siendo honesta, mis intentos fueron inútiles, ya que solo fui capaz de empeorar la situación con mis maniobras. Resignada, me acerqué a la mortifaga para ver su identidad. Estaba a punto de hacerlo, cuando el grito de una mujer me detuvo. Debía de tratarse de Lily, quien se había internado en el bosque mientras me acercaba a la fuente. Corrí a su encuentro. —¡Lily! ¿Dónde estás? ¡Lily! Luego de unos minutos, alguien más me respondió en su lugar. —¡Por aquí! —¡No, Kath, no vengas! Ella... Llegué en el momento justo en el que Bellatrix la estaba torturando. —¿Qué mierda haces? —Le estoy dando una lección, ¿qué más? —Juro que pagarás todo lo que le has hecho. —Vamos, inténtalo. No eres más que una decepción. Siendo sincera, no me sorprendió que haya decidido desaparecer en cuanto quise atacarla. Claro, yo no representaba un peligro para ella. No obstante, si yo me encontraba cerca, los demás también podrían estarlo. Al menos, aquello me permitía comprobar el estado de Lily con calma. Ella se aferró a mi cuerpo en cuanto me acerqué, y lo hacía con tal fuerza, que me generaba más dolor en el brazo. Le resté importancia, después de todo, su sufrimiento no se comparaba con el mío. Por lo mismo, la dejé desahogarse, derrumbarse en lágrimas. Puesto que, por más que quisiera llevármela, necesitaba encontrar a alguien más para que me ayudara. —Por favor, llévame lejos de aquí. —Debemos esperar a los demás, cariño. No tenemos más opción. —Pero me duele, me cuesta hasta respirar. —Ya vendrán, mi niña. Confía en ellos. —¿Y si ya no puedo sostenerme? —Entonces, yo seré tu soporte, no te preocupes. Un par de minutos después, aparecieron Viola y Gabriel. —¿Cómo nos encontraron? —Un agudo sentido de la orientación. —Escuchamos el grito —la ignoró Gabriel—. ¿Ustedes están bien? —Estamos vivas. —Eso es lo importante. Miré a mis amigos con tristeza y desesperanza. Nunca nos habíamos visto tan destrozados y heridos como ahora. Aún así, agradecía que siguiéramos con vida, también que los chicos no se hayan acercado a Lily considerando el estado en el que se encontraba. No nos atrevimos a volver a hablar, solo nos dedicamos a esperar a que llegase alguien más. Mientras tanto, Gabriel intentó ayudar a Viola con su hombro destrozado. Sin embargo, por más que pudiera lograr hacer que parara de sangrar, sabía que hoy nos habían hecho heridas que nunca cerrarán.***
El dolor de James me afligía de sobremanera. De hecho, hubiera dado cualquier cosa por haberle podido consolar antes de que los mortifagos llegaran. Y pensar que siempre me burlé diciendo que él no entendía lo que eran los sentimientos, y al final, la que no sabía sentir era yo. El sonido de su llanto, mezclándose con el de Sirius, era algo desgarrador de escuchar. Por lo mismo, ignoré la conversación que sostenían algunos de mis amigos con los mortifagos. Si tan solo pudiera extender mi mano y decirle que estaba allí para él... Me vi en la obligación de concentrarme cuando se convirtieron en humo otra vez. Aun así, mis ojos lo buscaron por el salón sin éxito. Al recuperar algo de la visibilidad, corrí a toda velocidad hacia el riachuelo, el cual me había parecido el mejor lugar para luchar. Allí tenía muchas cosas que podría utilizar a mi favor, sin contar que ellos no habían estado por ahí, por lo que el factor sorpresa podía mantenerse de mi lado por más tiempo. El sonido del agua corriendo me tranquilizó lo suficiente como para no entrar en pánico. Recordé que me había encontrado con Kath en el trayecto, lo que significaba que una de nosotras podría ir en ayuda de la otra en caso de que hiciese falta. El cuerpo de un mortifago se materializó frente a mí de inmediato. Al parecer, me habían seguido desde un principio. Claro, era importante para James, era obvio que me querrían usar de señuelo. —Nunca creí que fuese posible que estuvieras en la casa de Potter. Su voz se me hacía conocida. —La vida da muchas vueltas. —Sabes, meterte en la cama de un verdadero mago, no cambiará tu situación. Siempre serás una sangre sucia. —Para tu información, yo no soy así. Yo nunca me arrastraría por un hombre, no como ustedes. —Ya veo, quizás me equivoqué —esperé su veneno—. No duermes con él, lo haces con su perrito faldero. Eso la delató. Pocos le decían perro a Sirius. —¿Bellatrix? —Supongo que algo de inteligencia debes tener. Eres una segunda opción aceptable. —¿Deseabas ir tras James? —No iba tras él. Quería a ese bastardo, pero se me adelantaron. —Regulus está aquí, ¿verdad? —Vamos, ¿Quiénes crees que estamos aquí? —Hay más gente de Slytherin —no lo negó—. ¿Qué sacas diciéndome aquello? —Ya deberías saberlo, no venimos por ti. Así que, en caso de fallar, debo asegurarme de que él venga hacia mí. —James no lo hará, no importa lo que digas, jamás le pediré que arriesgue su vida. —Tendrá que hacerlo después de verte, aunque dudo mucho que lo recuerdes. —No le temo a la muerte, Bellatrix —declaré valiente—. Lo que quieras hacer, hazlo. —No voy a matarte, querida. Solo te torturaré hasta que me pidas no seguir con vida. La batalla parecía un simple juego cuando comenzó. Sin embargo, al ver que yo podía responderle con facilidad, Bellatrix se volvió más violenta y agresiva. Cada vez se me hacía más difícil esquivar sus ataques, por lo que supuse que el golpe definitivo pronto llegaría. Ni siquiera recuerdo lo que dijo, solo fui consciente de un profundo dolor. Miles de cuchillas se clavaban, una y otra vez, en cada centímetro de mi piel. Grité. Fue solo un grito, un grito que se sintió como si lo hubiera hecho toda mi vida. Sus palabras cobraban sentido, habría preferido que me quitara la vida. Ya no había nada, solo un profundo dolor, del cual creía que era imposible salir. Estaba a punto de entregarme a la desesperación, cuando a lo lejos escuché una voz familiar. Con mucho esfuerzo, levanté mi vista del suelo, para ver como Kath se aproximaba hasta nosotras. Lo siguiente que sucedió, fue que ella estaba junto a mí, tranquilizándome para qué no siguiese temblando. No sé bien cuánto tiempo pasó, solo que sentía que, si abandonaba sus brazos, yo iba a dejar de existir. Gabriel y Viola, fueron los siguientes en aparecer. Uno más herido que el otro, pero llegaron a salvo a nuestro encuentro. Todavía faltaban tres de nosotros. —¡Viola! ¡Gabriel! Gritó Remus, muy cerca de allí. James continuó. —¡Lily! ¡Kath! —¡Remus! ¡James! Los llamó Viola, gritando lo más fuerte que pudo. Gabriel la ayudó. —¡Por aquí! No daba crédito a lo que mis ojos vieron. Tanto Remus como James, traían consigo a Sirius, empapado de sangre de pie a cabeza. El pobre venía casi inconsciente. —¡Sirius! —Kath... Ella me abrazó más fuerte. —Debemos irnos pronto. —¿Qué le pasó a Lily? —No es hora de ponernos a conversar, James. Tenemos que dejar este lugar lo antes posible. A Gabriel se le ocurrió una manera. —Viola, ¿Crees que nos puedes llevar a todos? —Nunca lo he intentado antes. Algo malo podría suceder. Ella era la única que contaba con permiso de Aparición. —No creo que pueda pasar algo peor —comentó Remus—. Además, Sirius no resistirá mucho más. —Confiamos en ti y aceptamos las consecuencias —insistió Gabriel. —Llévanos a un sitio seguro —le pidió James—. Es lo único que te pedimos, por favor. —Si no puedes con todos... —intentó Kath—. Llévate a ellos dos. —Pero no podré hacerlo sola con ambos. —Mi querida Viola, estaremos a tu lado —le aseguró Remus. Pudieron decir algo más, no lo recuerdo. El dolor mental era mucho más agotador que el físico. Sentía que, en cualquier momento, un abismo profundo me iba a consumir. Creo que James se acercó a mí y tomó mi mano. Estoy segura de que escuché su voz. Viola nos llevaría a donde no nos pudieran volver a atacar, eso era lo único que me debía importar. Y como sabía que teníamos que ayudarle de alguna manera, me concentré en un lugar en el que me sintiera de verdad segura. Supongo que todos pensamos en Hogwarts.