ID de la obra: 1300

Lily Evans Y James Potter: El Amor Y La Guerra [1]

Gen
G
Finalizada
1
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312 páginas, 107.354 palabras, 25 capítulos
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LA ORDEN DEL FÉNIX

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CAPÍTULO 9: LA ORDEN DEL FÉNIX «Solo existe una manera de quebrar a una persona, hay que destruir su espíritu». Siendo sincero, en el instante en que mi cuerpo golpeó el suelo, comprendí que, si abría los ojos, no tendría más opción que enfrentarme a la cruda realidad. De hecho, ni siquiera el dolor físico era suficiente para recomponerme del estado miserable en el que me encontraba. De todas formas, los quejidos a mi lado me obligaron a dar ese pequeño paso. Mis amigos resultaron heridos y lastimados por mi culpa, no podía permitirme abandonarme y dejarlo estar. Antes de derrumbarme, debía asegurarme de que ellos estuvieran en algún lugar, dónde ya no los pudiesen volver a atacar. Cuando por fin me atreví a abrir los ojos, el cielo negro y estrellado de Hogsmeade me brindaron una triste bienvenida. Supongo que la mayoría de nosotros pensó en Hogwarts cuando le pedimos a Viola que nos llevase a un sitio seguro. No obstante, como era de esperarse, las protecciones mágicas nos impidieron cruzar los terrenos. Tendríamos que acceder al castillo por otros medios, y por suerte, sabíamos cómo hacerlo. Aun así, no podíamos apresurarnos, primero debíamos constatar los posibles daños producidos por la aparición en todos nosotros. Una vez de pie, fui capaz de observar con aflicción el aspecto perdido y sin vida que reflejaba el rostro de Lily. Ella todavía permanecía en el suelo, como si el simple hecho de levantarse la aterrara. Para ser honestos, odiaba de sobremanera el saber que su expresión se debía a una maldición, ya que mis padres me habían enseñado a detectar los indicios de un ataque imperdonable. Me forcé a tragarme la ira que sentía, convenciéndome de que algún día me lo cobraría. —Deberíamos comenzar a movernos —sugirió Remus—. Alguien podría habernos seguido hasta aquí. —Tienes razón, ya es hora de irnos —lo apoyó Gabriel—. Kath, si pudieras... —Entiendo. Ella obligó a Lily a levantarse, cosa que no era sencilla considerando que tenía uno de sus brazos destrozado. —Por favor, ya no quiero... Tengo que admitirlo, nos esforzamos para ignorar su súplica. —Con Remus nos encargaremos de Sirius. —Gracias, Gabriel. —¿Qué hay de ti? —Bueno, considerando que Viola y Kath están bien, creo que caminaré por mi cuenta. —¿Estás seguro? —asentí—. Tu pierna está rota. —No hay de qué preocuparse, Remus, duele menos de lo que aparenta. De todos modos, considero que ellas deberían ir adelante, así tendrían más posibilidades de escapar. —Pero si estamos seguros aquí —intervino Viola—. No hay razones para pensar en algo así. —Bueno, nunca está de más ser precavido. —¡Pulgas! Hermano... Ladra perro que no muerde. Sirius había recuperado el conocimiento por un momento. —Debe de tener mucha fiebre. Lo más probable es que tenga varias heridas infectadas. —Pomfrey podrá ayudarlo, Kath. —Lo sé —tomó el brazo de Lily—. Vamos, cariño, iremos al castillo. Ella no se movió ni un centímetro. Seguía ida, sumergida en el dolor que le infligía las heridas que no se veían. Me propuse traerla de vuelta. —Lily, mírame —no resultó—. ¡Vamos, mírame! —James, no creo que... —No intervengas, Kath, sé lo que hago. —Bien, pero no te quejes después si ninguna de las dos te vuelve a hablar. —Como digas —volví a dirigirme a Lily—. Sé que no tengo ni la menor idea de lo que debes de estar sintiendo. Pero si me lo permites, seré tu apoyo. Lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas, mientras intentaba enfocar su vista en mi mano extendida. —Supongo que ambos estamos quebrados, ¿no es así? —Es lo más probable. —Entonces, ayudémonos a rearmarnos. En otras condiciones, mis amigos se hubieran reído por el temblor de mi mano al tomar la suya. No obstante, era claro que para ambos resultaba difícil el admitir que nos habían destruido ese día. Luego de unos minutos de silencio, el cual se vio interrumpido por las quejas de Sirius, Remus comenzó a contarle a las chicas sobre el pasadizo secreto que conectaba a HoneyDukes con Hogwarts. En lo personal, hubiese preferido utilizar el de la Casa de los Gritos. Sin embargo, considerando que estábamos más que heridos, era iluso pensar que podríamos llegar a ir más lejos. En fin, cuando entramos a Honeydukes, intentamos no despertar a los dueños del local, quienes vivían en el piso de arriba. Remus y Gabriel, tomaron la delantera, para poder bajar a Sirius sin problemas. Una vez que estuvimos todos adentro, pude respirar un poco más tranquilo. En la oscuridad del túnel, me sentía seguro, como si el hecho de estar acercándonos con cada paso a Hogwarts, me devolviera algo de esperanza. En cuanto llegamos, nos dirigimos de inmediato a la enfermería. A mitad del camino, nos encontramos con Minerva McGonagall en uno de los pasillos. —¡Por Merlín! ¿Cómo es que están aquí? —Fuimos atacados —respondí—. Ellos mataron a mis padres, también me querían a mí. —¡Oh, Potter! —intentó abrazarme—. No sabes cuánto lamento lo que ha sucedido. Dorea y Charles eran muy especiales para mí. —Estoy seguro de que sí, pero ahora no es el momento de hablar de ellos. Los chicos y yo, estamos lastimados. —Tienes razón. Iré a despertar a Pomfrey. Una vez que llegamos a la enfermería, ambas nos esperaban allí. Entre ellas dos, curaron las múltiples heridas de Sirius, quien volvió a estar inconsciente desde que llegamos al castillo. Mientras esperábamos nuestro turno, intentamos hacer algo por nosotros mismos. El hechizo Férula nos permitió vendar y entablar, tanto el hombro de Viola como el brazo de Kath, inclusive mi rodilla. De ese modo, no tendrían mucho que hacer por nosotros. Me recosté en una camilla con la intención de estirar la pierna.  A pesar de mis insistencias, Lily se quedó sentada a mi lado. —¿Por qué no te acuestas a descansar? —No lo sé. —Puede que dormir te haga sentir mejor. Prometo despertarte si pasa algo. —De acuerdo. Ella no se movió de su lugar. Solo hizo el amague de cerrar sus ojos. —Se puede saber qué estás haciendo. —Intento dormir. —¿Y por qué aquí? —Supongo que se debe a que no me quiero alejar de ti. Más bien, a que no puedo. —Comprendo. Le hice espacio en la camilla, esperando a que me rechazara. —¿En verdad? —asentí—. Te lo agradezco. —No lo hagas. Sé que esto significa mucho más para mí que para ti. —Lo dudo. —¿Por qué lo dices? —Porque en ese momento, sabía que sin importar lo que me sucediera, tú vendrías por mí. —Entonces, demos gracias a que te tengo justo aquí. A pesar de haberme tratado a mí mismo, Pomfrey me hizo una revisión para ver si contaba con algunas heridas internas. De ese modo, luego de cerciorarse de que el hechizo con el que entablillé mi pierna lo hice bien, me dio una pócima para disminuir el dolor. En cuanto a Lily, quien no quería hablar todavía del tema, le recetó una pócima adormecedora, la cual le permitiría dormir toda la noche. Mientras vigilaba su sueño, no pude evitar sentir como la culpa me albergaba. Pues, mi mera presencia en su vida ya representaba de por sí un peligro del que yo no sería capaz de salvarla. Y, aun así, sabía que nunca podría renunciar a ella. No todavía.

***

  Supongo que no importa cuántas veces me repita a mí mismo que fuimos capaces de sobrevivir al ataque. Puesto que, una parte de mí, no puede creerlo todavía. Después de todo, si tenemos en cuenta que las probabilidades jugaban en nuestra contra, era casi imposible que pudiéramos escapar de allí sin lamentar una víctima fatal. Por fortuna, todos estábamos vivos. Unos más heridos que otros, pero con nuestros corazones latiendo al compás de una misma canción, llena de tristeza, cariño y comprensión. En fin, una vez que McGonagall y Pomfrey nos atendieron como pudieron, nos dispusimos a descansar para que las pócimas funcionarán a cabalidad. Para sorpresa de nuestras cuidadoras, la mayoría de nosotros prefirió compartir su camilla con alguien más. De hecho, ahora mismo, Lily y James, al igual que Viola y Gabriel, se encontraban apegados al otro como si en cualquier momento la otra persona pudiera desaparecer. Y por más que Kath quisiera fingir que no les entendía, ella se encontraba en las mismas condiciones al no ser capaz de abandonar su lugar junto a Sirius. Siendo honesto, nunca cruzó por mi mente que ella se quedaría conmigo a esperar que Canuto recuperará la conciencia. Sin embargo, el brillo sombrío de sus ojos cuando me pidió permiso para acompañarme me dio a entender que Sirius le importaba más de lo que se permitía demostrar ante los demás. Por lo mismo, la dejé permanecer junto a nosotros, pensando en que sería bueno para ambos el contar con la presencia del otro. Puesto que, si llegase a empeorar su condición, podríamos actuar más rápido si estábamos los dos. Luego de una hora, en la que solo nos dedicamos a contar la frecuencia de su respiración, Kath se lanzó frustrada contra la camilla de Canuto. Iba a llamarle la atención por su falta de delicadeza, considerando todas las heridas que le tuvieron que vendar, cuando noté que su mano había pasado de largo a la hora de apoyarse. Con cuidado de no lastimarse de nuevo el brazo derecho, utilizó el izquierdo para asegurarse que la fiebre no le había regresado. Su frustración solo demostraba que Sirius parecía no querer avanzar hacia ninguna dirección.  —¿Por qué aún no despierta? —No lo sé, perdió mucha sangre. Habrá que esperar un poco más. —Pero ya se ha tardado demasiado, Remus, esto no es normal.  —Incluso si ese fuera el caso, intenta no alterarte más de la cuenta, recuerda que tú no eres enfermera. —Lo sé —respondió cabizbaja—. Aun así, eso no impide que me preocupe por él.  —Al menos no tiene fiebre. —Eso es bueno, aunque con lo frío que ahora está, dudo que sea una mejoría. —Si quieres, puedo pedirle a Pomfrey que traiga una manta más abrigadora. —No lo creo, sería un problema que lo tapemos de más por ahora, podríamos contribuir a que le suba la temperatura otra vez. —Sabes, si Sirius pudiera ver todo lo que estás haciendo, serías incapaz de deshacerte de él.  —¿Por qué dices eso? —Supongo que quería recordarte que se parece a un perro más de lo que cualquiera supondría.  —¿Temes que me persiga de camino a casa? —Más bien, a que quiera ir detrás de ti el resto de tu vida. Una vez que Canuto te abre su corazón, no hay vuelta atrás. —Eso ya lo sé. No olvides que lo conozco desde que éramos pequeños. —Y a pesar de eso, todavía no te ve como alguien de su familia.  —En serio, Remus, ¿Qué pretendes conseguir con esta conversación? —En realidad, nada. Solo quería que supieras que, si no estabas dispuesta a corresponderle de esa manera, sería preferible que volvieras a comportarte como antes de la tregua. —Comprendo.  Siendo consciente de que mis palabras habían sido algo toscas, intenté pensar en otra forma de expresar mi preocupación respecto a su repentina cercanía con Sirius. Después de todo, él provenía de una familia con demasiadas carencias emocionales, por lo que no le resultaba sencillo aferrarse a otras personas que no pertenecieran a su núcleo más cercano, sin que hubiese una decepción de por medio. De todos modos, siempre existen algunas excepciones, como fue el caso de Lily. Sin embargo, presentía que las cosas con Kath serían diferentes, motivo más que suficiente para que me atreviera a intervenir en su reciente interacción. —No soy como Regulus. —¿Disculpa? —Yo no lo abandonaría como su hermano. Incluso si ya no me quisiera en su vida, yo encontraría el modo de permanecer en ella. —¿Y por qué lo harías? —Por la misma razón por la que estoy aquí, sosteniendo su mano, porque me importa.  —¿Desde cuándo? —Siempre —desvió su mirada—. Pero eso no impide que no lo soporte y a veces quiera mandarlo al lugar más recóndito del universo. —Bueno, esa es la especialidad de Canuto. No puedes amarlo sin considerarlo una molestia. —¡Podrían callarse! —¿Sirius? —dijimos al unísono.  —¿Te encuentras bien? Él hizo un gran esfuerzo para abrir los ojos. Lucía extenuado, pero enternecido por la expresión de Kath, mientras le arreglaba su cabello.  —Esperen, ¿Qué pasó después de...? —Bueno, logramos escapar y vinimos al castillo. Tuviste algunas alucinaciones en el camino y te desmayaste más de una vez. Y en cuanto te curaron tus heridas, te quedaste dormido.  —Vaya, gran resumen. Por cierto, ¿por qué no están descansando también? —No teníamos nada más que hacer. —Supongo que está bien. —Es broma, Blackie, estábamos preocupados por ti. —Y los demás, ¿Cómo se encuentran?  Ambos dudamos antes de responder. No sabíamos qué decir sin que fuese una mentira con la cual tendríamos que lidiar después. Puesto que, por más que nuestras heridas pudieran sanar, había cosas que jamás podríamos ser capaces de olvidar.  —Todos están bien, ¿verdad? —Así es.  —¿Seguro? —Te lo juro, Canuto. Mañana cuando se despierten lo verás.  Por más que intenté ignorar la expresión de decepción en el rostro de Kath, no tuve más remedio que ir por Pomfrey para eludir los efectos desagradables que me estaba produciendo su recriminación silenciosa. Después de todo, no podía evitar pensar que no era justo que me cargara el peso de contarle a Sirius lo sucedido, sin siquiera preguntarme primero si era capaz de hacerlo. No obstante, también entendía que tenía motivos de sobra para no querer decírselo en mi lugar, partiendo por la posibilidad de no poder soportar el recuerdo de haber encontrado a su amiga luego de ser torturada por una mortifaga. Ahora que lo pienso, Kath tuvo que ser muy fuerte para no terminar quebrándose con Lily al verla en ese estado. Puesto que, de lo contrario, nuestra pelirroja no habría sido capaz de mantener tanto su cordura como su fuerza de voluntad para salir de allí. Así que considerando lo agotador y angustiante que debió de ser ese momento para ella, era sorprendente que pudiese seguir de pie todavía. Por lo mismo, luego de que Pomfrey revisara a Sirius, insistí en que fuese a descansar ahora que todos estábamos bien. Ella estuvo a punto de rechistar, pero con el apoyo de Canuto la logramos convencer antes de que tuviera la oportunidad de decir palabra alguna. —Y bien, ¿Cómo se encuentra James? —No te preocupes por él, por ahora está en buenas manos.  —Aún no puedo creer que Lily accediera a compartir la camilla con James.  —Querían cuidarse mutuamente, Canuto, no había otras intenciones de por medio. —Yo no insinuaba nada, Remus. Por cierto, ¿por qué Kath se quedó contigo? —No estaba conmigo, Sirius. Ella quería permanecer a tu lado hasta que volvieras en sí. —Vaya, que extraño.  —Si tú lo dices. —¿Acaso...? —Tampoco estoy insinuando algo. Es solo que ustedes han sido amigos por unos cuantos días y pareciera que... —Nos conocemos desde que éramos pequeños, es normal que se preocupe por mí. —Hasta piensan igual —me reí—. Sabes, me acabo de acordar cuando te tuvimos que cuidar por su culpa. —La peor gripe de la historia, casi no tengo recuerdos de eso. De hecho, aún no entiendo cómo pudo convencerles de abandonarme a la intemperie.  —La verdad es que no hizo nada, pensamos que sería gracioso y ya. Y bueno, luego olvidamos que te dejamos allí. —Y así se hacen llamar mis amigos. —Al menos, ella se encargó de ti con mucho esmero. Por lo que recuerdo, no descansó hasta que ya no tuviste fiebre.  —Pero si estuve como tres días... —se sonrojó—. Eso lo explica. —¿Algo de lo que me deba enterar? —No, eso tuve que imaginármelo. Ya sabes que tengo facilidad para delirar. Luego de suplicar en vano para que me contará aquello que parecía haber recordado, busqué una camilla cercana para recostarme. Después de todo, yo era uno de los que se encontraba menos herido, por lo que era mi obligación el estar al pie del cañón, en caso de que alguno de mis amigos me necesitara. Por esa razón, fue poco y nada lo que logré descansar esa noche, ya que mi mirada siempre se perdía en las personas que intentaban dormir a pesar de las pesadillas. Al menos, la mayoría de ellos se estaba haciendo compañía.

***

  Mientras sostenía su mano cálida sobre mi pecho, pensaba en la sencillez con la que se podía apagar el fuego que ardía en nuestros corazones. Mi propia respiración, aquella que se encarga de elevar y suprimir la llama, se veía cada cierto tiempo entrecortada por las lágrimas que me embargaban. Y es que ahora, luego de que todo se calmara lo suficiente como para pensar sobre lo sucedido, me daba cuenta de lo cerca que estuvimos de perder a uno de nuestros amigos. Y aquel sentimiento de angustia no hacía nada más que empeorar cuando veía a Gabriel. Por supuesto, amaba a todos mis amigos desde lo más profundo de mi ser, sin embargo, él era la persona que más apreciaba en el mundo, mi alma gemela. No me imaginaba la vida sin él. —¿Te encuentras bien? —Sí, es solo que... —Lo entiendo, yo también pienso lo mismo. Se acercó un poco más. Compartir la camilla no era un problema, bastaba con que fuéramos cuidadosos con las heridas del otro. —Sabes, estoy muy feliz de poder tenerte aquí. —Gabriel, no creo que... —Sé que pasamos por algo terrible y que no debería estar contento de cosa alguna. Aun así, tengo que admitir que me alegro de sentirte junto a mí. —Comprendo —sujeté con fuerza su mano—. No sabría qué hacer sin ti. —Pienso lo mismo, así que no te atrevas a dejarme, te lo suplico. —Jamás, Gabriel, nunca te abandonaré. —Incluso si es una promesa que algún día vamos a romper, también lo haré. Luego de esa conversación, decidimos que sería mejor que no volviésemos a tocar por un tiempo el tema. No servía de nada lamentarnos por algo que aún no sucedía ni queríamos que llegara a suceder. Por lo mismo, nos dispusimos a hablar de las cosas que hicimos durante las vacaciones, antes de que decidiéramos ir a la casa de James. De esa forma, las horas comenzaron a pasar y la sensación de pesadumbre fue desapareciendo por el momento. No obstante, el cansancio seguía presente. Cosa que se evidenció después de mi quinto bostezo. —¿Quieres dormir un poco? —No tengo sueño, Gabriel, es solo cansancio. —Supongo que está bien. —Así es, puedes continuar. —Como te decía, me estaba preguntando sobre qué haremos para recuperar nuestras cosas. Todo se quedó en la casa de James. —Supongo que los Aurores se encargarán. Nosotros no podemos volver a ese lugar, de hecho, dudo que nos dejen salir de Hogwarts. —En eso tiene razón, querida. McGonagall acababa de entrar a la enfermería. —¿Y por qué no podríamos irnos de aquí? —Por un simple motivo, señor Valdez, desde ahora se encuentran bajo nuestra protección. —Lo entendemos —me despegué de Gabriel—. Por cierto, ¿A qué se debe su visita? —Sé que es muy temprano, estimada, pero vine a despertarlos por órdenes de Dumbledore. Él desea hablar con ustedes antes de que se dirijan a la torre de Gryffindor a descansar. Ayudamos a McGonagall a despertar a todos de inmediato, excepto a Lily y a James, ya que ambos se encontraban despiertos. Los dos se veían bastante serios y agotados cuando los saludamos, por lo que decidimos pasar de largo. Algo me hacía suponer que estaban hablando de lo sucedido en el lago. Así que, mientras esperábamos a Dumbledore, Gabriel y yo fuimos a acompañar a Kath. Ella había sido la única de nosotros que pasó la noche sola, por lo tanto, se merecía algo de cariño.

*** 

Todos mis miedos y mis dolores se desvanecieron cuando desperté esta mañana. Luego de haber tenido que soportar una noche plagada de pesadillas, el solo hecho de sentir el calor que emanaba el cuerpo de James, me tranquilizaba. Y ya que, a pesar de todos los movimientos que hice, él seguía durmiendo, intenté levantarme de la camilla sin despertarlo. Cosa que me resultó imposible, debido a que su pierna lastimada, descansaba sobre una de las mías. —¿Acaso piensas abandonarme? —No quería despertarte, eso es todo. —¿Segura? —Por supuesto. Ahora dime, ¿Cómo estás? —Bien, ya no siento ningún dolor. Por lo visto, la poción surtió efecto. Esa no era la respuesta que yo esperaba, así que se lo recriminé de inmediato. —¡James...! —¡No lo sé! —se defendió—. Todo es tan confuso. —Trata de explicarme, prometo escucharte. Estoy aquí para ti también, no lo olvides. —Bueno, por una parte, yo sabía que esto podía pasar en cualquier momento. Y por otra, solo me pregunto: ¿Por qué ahora? —Eso es normal, sin embargo, creo que... —Espera, parece que tenemos otros asuntos que atender. James señaló a McGonagall, ya que esta nos hacía gestos para que nos reuniéramos con los demás. —Tienes razón. Aun así, nuestra conversación no se ha terminado. Una vez que todos nos encontramos alrededor de la camilla de Sirius, nos dispusimos a contarle lo ocurrido a McGonagall. Ella nos comentó que había logrado hablar con algunos Aurores para que nos trajeran nuestras cosas a Hogwarts, y que se envió una misiva al Ministerio de Magia, declarando que estábamos allí y que nos quedaríamos en el Colegio por motivos de protección. Al menos, estaríamos a salvo las próximas dos semanas. Dumbledore se reunió con nosotros también. —Mis queridos alumnos. Lamento reencontrarme con ustedes en estas circunstancias. —¿Sigues creyendo que es lo correcto, Albus? Son muy jóvenes todavía. —Profesora, creo entender sobre qué están discutiendo —declaró James—. Y lamento decirle que la mayoría de nosotros ya sabemos. Al menos, Sirius, Remus y yo, conocemos la Orden. —¿De qué Orden hablan? —repetí confundida. —De la Orden del Fénix. —¿Y qué es? ¿Por qué solo ustedes la conocen? —Tranquila, Lily, ya te explicaré. La Orden es una agrupación a la que mis padres pertenecían. Y para serte sincero, murieron en una misión de ellos, no del Ministerio. —La Orden la fundó Dumbledore, junto a otros magos y brujas —continuó McGonagall—. Dorea y Charles, eran nuestros mejores aliados. —Así es. En el último tiempo, hemos perdido muchos miembros importantes. —Ya que hablamos sobre esto, le recuerdo lo que decidieron mis padres antes de morir. A partir de hoy, yo estoy afiliado de manera oficial a la Orden. —De hecho, vine aquí por ello —se dirigió al resto—. ¿Quiero saber si están dispuestos a unirse a la Orden también? Nos miramos los unos a los otros en completo silencio, pensando en la propuesta de Dumbledore. Esto era muy diferente a decidirse a ser Auror, era declararle la guerra a Voldemort, y de paso, sobrepasar la autoridad del Ministerio de Magia. Así es, era lanzarse al medio de un campo de batalla y ser atacado desde todas las direcciones. Y a pesar de eso, me estaba replanteando en serio la idea. —Ya lo he hablado con James, así que cuenten conmigo. Sirius se había levantado un poco con la ayuda de Kath, quien no dudó en unírsele. —Conmigo también. —Bueno, si Viola desea unirse, yo también lo haré. Ella no se detuvo a pensarlo, seguiría a Gabriel hasta la muerte. —Cuenten con nosotros. —Ya que están todos adentro, no veo la manera de no afiliarme. —No tienes que hacerlo, Lily —murmuró James—. No debes arriesgarte a que te suceda lo mismo de ayer. Lo mismo de ayer. Había sido torturada mediante un Hechizo Imperdonable, por el mero hecho de estar en la casa de James. Pensar en eso, tendría que haberme atemorizado, pero ocurrió todo lo contrario. Sentí ira y valor, también convicción. Yo debía ser un miembro de la Orden del Fénix, de eso no tenía duda. Era probable que me estuviera pegando un balazo en los pies con esa decisión, sin embargo, sabía que al final me dolería menos que no haber hecho lo correcto. —Yo también me uno. Declaro desde ya mi lealtad a la Orden del Fénix. —Al parecer, Albus tenía razón. Ustedes son dignos estudiantes de Gryffindor, y estoy segura de que también serán excelentes guerreros. —Bien dices, Minerva. Ahora, debo decirles otra cosa. Hay una nueva estudiante transferida a Hogwarts. Su nombre es Amanda, y será su compañera de casa y de generación. —¿Y por qué se transfirió? La curiosidad de Gabriel a veces podía con él. —Es mejor que ella se los diga. Lo único que puedo decirles, es que ha vivido por muchos años, lo que ustedes acaban de experimentar. —¿Y dónde está? —quiso saber Viola—. ¿Se encuentra en Hogwarts? —En efecto, ella los espera en la torre de Gryffindor. Si nos disculpan, con Albus debemos volver al trabajo. Después de todo, las clases están por comenzar. Esperamos a que Pomfrey nos diera el alta para ir a la torre de Gryffindor a conocer a Amanda. Todos hacíamos suposiciones sobre por qué se transfirió y por qué se encontraba aquí al igual que nosotros. Mientras escuchábamos las teorías de los demás, James me tomó de la mano, esperando algún tipo de rechazo de mi parte. —Necesito algo de apoyo. —No hay problema. Ayer fuiste mi apoyo, es mi turno de serlo. Su expresión se puso seria. —No debiste unirte a la Orden, es peligroso. —¿Y qué me dices de ti? —Tengo motivos para hacerlo. —Al igual que yo, no creas que dejaré pasar lo que me hicieron. —Pero no es necesario que lo hagas, yo lo haré por ti. —No es lo mismo y lo sabes. —¿Y qué haré si algún día te pierdo? —Seguirías adelante, James, eres alguien leal. Por lo mismo, sé que no permitirás que nada sea en vano. Caminamos el resto del trayecto en silencio. Mientras sus dedos intentaban entrelazarse con los míos, no pude evitar pensar en la facilidad con la que se convirtió en alguien importante de un día para otro. Él me había visto en medio del dolor, y en vez de sacarme con delicadeza, me hizo entender con su ímpetu que debía sobreponerme. En cualquier otro momento, le habría criticado su falta de tacto, no obstante, había hecho lo necesario para despertarme antes de que pudiera sucumbir. Y, justo en ese punto, radica lo más relevante. Puesto que, desde ahora, sabíamos que podríamos enfrentarnos al mismo infierno si el otro estaba de nuestra parte.
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