ID de la obra: 1300

Lily Evans Y James Potter: El Amor Y La Guerra [1]

Gen
G
Finalizada
1
Fandom:
Tamaño:
312 páginas, 107.354 palabras, 25 capítulos
Descripción:
Publicando en otros sitios web:
Consultar con el autor / traductor
Compartir:
1 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar

BATALLA EN EL CALLEJÓN DIAGON

Ajustes de texto
CAPÍTULO 15: BATALLA EN EL CALLEJÓN DIAGON «Lucha cada instante, en todo momento, no te rindas jamás». El mundo era un bullicio constante de gritos y hechizos, los cuales iban y venían de un lado para otro, instaurando un completo caos a nuestro alrededor. De hecho, en ese tener que responder y esquivar, acabé chocando con un muchacho que parecía ser de mi edad. Él se encontraba luchando contra unos mortifagos al otro lado de la calle, por lo que, reconociendo que ambos estábamos en el mismo bando, nos pusimos a combatir juntos. De esa manera, pude tomar una posición ofensiva, mientras que él se encargaba de defendernos a ambos. De ese modo, logramos derrocar a dos de los cuatro mortifagos que nos atacaban. Hubiéramos terminado antes, pero el muchacho no era capaz de concentrarse más de la cuenta. Pues, escondida en la entrada de un local cercano, se encontraba una niña que supuse era su hermana. Considerando que debíamos controlar nuestros esfuerzos, me planteé llevarlos a un enfrentamiento verbal. Después de todo, a los mortifagos les gusta hablar de más. —Les tengo una pregunta. —Espera, ¿qué? —¿Por qué hacen esto? —Bah, ya deberías saberlo. —En este lugar no hay nada para ustedes. —¿Segura? —me apuntó—. Aquí estás tú, al igual que la otra vez. —Entonces, ¿qué es lo que quieren de nosotros? —Tranquila, no te lo tomes personal, estamos cumpliendo órdenes. Debemos entregarlos, sin importar cómo lo hagamos. —Es una lástima que mientras esté yo con ella, no se la podrán llevar a ninguna parte. —Vaya, que muchacho más valiente —se burló el otro—. ¿Deseas unirte a la lista también? —Creía que ya lo estaba. —Quizás, pero la niña que está contigo no. Hasta ahora, claro. —No vuelvas a utilizarla para tus amenazas. —Hablas como si pudieras hacer algo al respecto. —Al menos puedo intentarlo, bastardo. La batalla continuó más violenta y demandante que antes, por lo que tuvimos que hacer hasta lo imposible para no rendirnos. Luego de un tiempo, en el que defendíamos más de lo que atacábamos, un mortifago realizó una maniobra que ninguno de los dos hubiera imaginado. Él había apuntado a la niña en vez de a nosotros. Tardé una fracción de segundo en reaccionar. Después de un tiempo indeterminado, desperté cuando todo había acabado. Me encontraba dentro de uno de los locales, rodeada por el muchacho y la niña, quienes se veían preocupados por mí. —¿Cómo estás? —Bien. Algo mareada, aunque ya me siento mejor. —Genial, eres una gran amiga. Gracias por protegerme. La niña me dio un fuerte abrazo. Me dirigí a su hermano. —Dime, ¿qué pasó?, ¿cómo pudiste derrotarlos? —No me lo creerás, pero un muchacho apareció para ayudarme. —¿Un chico? —Así es. Cuando derrotamos a los mortifagos que quedaban, él mencionó que te conocía y que eran amigos. —¿Te dijo su nombre? —Creo que era Remus, si mal no lo recuerdo. —¿Por qué no está aquí? ¿Acaso…? —Sigue con vida, no te preocupes. Te estoy cuidando mientras busca a los demás. —Entiendo. Por cierto, ¿ya terminó? Intenté levantarme sin mucho éxito. Me ayudó a acomodarme. —No tengo cómo saberlo. —Si aún no se ha acabado, ¿no crees que deberíamos salir a ayudarlos? Alguien podría necesitarnos. —Aun si ese fuera el caso, no voy a permitir que te vayas a ningún lado si no es con tu amigo. —Pero ya me siento bien. —Eso es irrelevante. —Dirás injusto. —Para que sepas, tu corazón casi se detuvo ​cuando estabas inconsciente. No voy a dejar que algo te ocurra en el camino por dártelas de valiente. Comprendí que era mejor rendirse de inmediato. Me dirigí a su hermana. —¿Qué hay de ti, pequeña? ¿Cómo estás? —Muy bien, gracias a ti. —Tu hermano también te protegió. —Era su obligación —río—. Por cierto, ¿eres Auror? —No lo soy, aún soy estudiante. —Entonces, ¿por qué estabas luchando? —Pensé que era lo correcto, al igual que tu hermano. Mientras charlábamos, me recriminaba por permanecer en el lugar equivocado. Y es que, en el fondo, sabía que tenía que haber ido con los demás. Pues, sin importar las condiciones en las que me encontraba, ellos podrían llegar a necesitarme y yo no estaría allí para protegerlos. Aun así, permanecí en ese lugar, contradiciendo a mi propia intuición. Realicé una plegaria silenciosa: ¡Volveremos a vencer otra vez!

***

La batalla nos encontró sin estar preparados. Aun así, con Sirius nos la arreglamos para combatir hombro con hombro contra los mortifagos que nos rodearon. A pesar de no ir perdiendo, tampoco íbamos ganando. De algún modo, podría decirse que estábamos aguantando. Por fortuna, Remus llegó a tiempo para ayudarnos cuando nos vimos algo sobrepasados. De hecho, él se deshizo de uno de ellos de inmediato, quedando solo tres de los cuales debíamos hacernos cargo. Considerando que ahora nos encontrábamos en igualdad numérica, cada uno se dedicó a luchar contra un oponente. De esa forma, logramos vencerlos con cierta rapidez. —¿Cómo están? —Bien —respondieron al unísono. —¿Qué hay de ti, cariño? —Estoy bien —me dirigí a Remus—. Cuando venías hacia aquí, ¿te topaste con alguno de nosotros? —De hecho, me encontré con Viola. Creo que ella... Su rostro reflejaba una tristeza mortal. —No puede ser, ¿estás seguro? —Yo… —Remus, ¡Dímelo! —Viola recibió un hechizo aturdidor. —Pero eso no es grave, por qué la asustas así. —Esa no fue mi intención, Sirius. —Entonces, explícate. —Cuando la encontré, su corazón latía con lentitud. Es más, casi no tenía pulso antes de irme. —¿Cómo pudiste dejarla sola? —le recriminé con un golpe—. Dime, ¿dónde está? —Se encuentra al cuidado de alguien más, no la abandone. —¿A quién se la confiaste?, ¿lo conocemos? —No sé quién es, pero va a protegerla, se lo debe. —De qué hablas… —Viola resultó herida por defender a su hermana. —Tenemos que ir a buscarla, ahora. —No seas impaciente, Kath —intervino Sirius—. Cuando se acabe este infierno, iremos por ella. —De acuerdo. —¿Recuerdas el lugar, Remus? —Por supuesto, está en un local de la calle Quince Oeste. Era de color azul o algo así. Mis piernas reaccionaron antes que mis pensamientos. Corrí hacia esa dirección como si mi vida dependiera de ello. No entendía de razones, quería verla con mis propios ojos. Solo entonces, podría estar en paz. Ya había llegado a la Séptima Oeste, cuando escuché a Sirius gritarme algo que no alcancé a oír del todo bien. De un momento a otro, atravesé el ventanal de la tienda de varitas de Ollivander’s. Lo primero que sentí, además del dolor, fue sangre saliendo por todas partes de mi cuerpo. Con cuidado de no incrustarme más vidrios, me levanté sintiéndome un tanto mareada y aturdida. Para mi mala suerte, mi brazo izquierdo tampoco me respondía. —Te lo volví a quebrar, ¿verdad? —¡Mierda! —Vaya, esa boquita. —¿Vienes por la revancha? —Ni a poco te creas, estaba jugando contigo ese día. Sin embargo, ahora será distinto... ¡Avada Ke...! —Con mi amiga no, ¡Perra! Lily hizo una aparición triunfal, cargando contra ella. Sirius la secundó. —¡Kath, protégete! ¡Pronto va a terminar! En efecto, así fue. Tuve que cortarme con más vidrios para poder salir. —¿Estás bien? —asentí—. Debes estar tranquila, con Sirius te curaremos las heridas. —Eso no es importante. —¿Por qué lo dices? —Lily, necesitamos conocer su identidad. —No pienso que sea conveniente, pero haré lo que me pidas. —Y bien, ¿sabes quién es? Una expresión de terror e indignación se apoderó de su rostro. —Esto debe ser mentira. —¿La conocemos? —Es tu prima, Elizabeth. —¿Segura? —asintió—. Maldita bastarda. —Kath, no creo que… —¿Cómo fue capaz? ¡Soy su familia! —Sirius, trata de calmarla, no debería de alterarse en su estado. —Lily está en lo correcto, tienes que tranquilizarte. —James —susurré—. Necesitamos encontrar a James. —Yo lo haré, lo buscaré. Por lo mismo, te pido que lo dejes pasar por esta vez. —Ve tranquila, yo la cuido —me sujetó con fuerza—. Remus, tú también deberías ayudar. No olvides que todavía no sabemos nada de los demás. Luego de una breve conversación, ambos decidieron tomar direcciones diferentes con el único propósito de ampliar el rango de búsqueda. Si no hubiese resultado herida, podría acompañarlos y serles útil en su intento de dar con el paradero de nuestros amigos. Pero no, me habían reducido a una persona que debía luchar para no quedarse dormida por la pérdida de sangre. Todo por culpa de esa maldita que yacía inconsciente frente a mí. Entonces, la rabia que sentía me despertó lo suficiente como para poder levantarme aun cuando estaba media ida. Supongo que el deseo de desahogarme era fuerte. Si tan solo Sirius no me hubiera detenido… En fin, una vez que logré estar más tranquila, él comenzó a contarme lo que experimentó en la casa de James al encontrarse con su hermano. El sufrimiento con el que decía cada palabra se convirtió en un bálsamo para el dolor que sentía ante la traición de Elizabeth. Después de todo, yo no la amaba ni la mitad de lo que Sirius atesoraba a Regulus en su corazón. Por lo mismo, mientras intentaba no dormirme, quise ser un sostén para Sirius. Incluso si me desmoronaba entre sus brazos, quería cobijar al niño herido que se reflejaba en sus ojos cuando hablaba de su hermano.  

***

Mientras buscaba a James, no podía dejar de recordar la expresión de Kath al enterarse de la traición de su prima. Su mirada estaba tan llena de dolor, ira y decepción, que me era difícil olvidarla. Supongo que Sirius debió de verse similar cuando Regulus se quitó la máscara en la casa de James. Golpeé un letrero con fuerza para desprenderme de la rabia e impotencia que sentía al pensarlo. No puedo creer que ambos hayan sido traicionados por alguien cercano, por personas que eran sangre de su sangre. Al menos, ahora se tenían el uno al otro. Con eso en mente, continué mi búsqueda, la cual me llevó de regreso al Caldero Chorreante. Los gritos de batalla que se escuchaban en las cercanías me indicaron que tal vez, James nunca se había ido de allí. En efecto, él se encontraba combatiendo a un par de cuadras junto a Sam. Ambos llevaban una pelea injusta, ya que eran ellos dos contra seis mortifagos. Sin pensarlo dos veces, me uní a su batalla con la intención de emparejar un poco las cifras. Tanto James como Sam, se tomaron un segundo para verme cuando me les uní, como si de ese modo, me agradecieran por ayudarlos a combatir. La batalla continuó sin moderación, aquellos mortifagos no querían herirnos o asustarnos, ansiaban vernos muertos, así de simple. De repente, un grito de profundo dolor se sintió a mi lado derecho. Se trataba de James, quien había sucumbido frente al hechizo de uno de los mortifagos que lo atacaba. Por la forma en que se estremecía ante el dolor, no hubo manera en que no supiera lo que estaba experimentando. Le habían lanzado un Cruciatus. —¡Déjalo! —supliqué—. ¡Por favor, déjalo! —¿Por qué lo haría? —Porque es a quien buscan —mencionó Sam—. No querrás tomar algo de tu Señor, ¿o sí? —Por supuesto que no. El mortifago retiró el hechizo de inmediato. James intentó incorporarse. —Cariño, ¿estás bien? —Tienes que irte, Lily. Por favor, vete. —No te dejaré, nunca. Menos así. —Elegiste el peor momento para estar conmigo. Debes irte, ¡Ahora! —James, no me iré —me empujó—. Pero qué... Su fuerza no había sido suficiente, por lo que no pudo evitar que el hechizo me diera. En consecuencia, el dolor de cientos de cuchillas atravesando mi cuerpo había vuelto. En esta ocasión, me abstuve de gritar. No le volvería a dar a nadie esa satisfacción. —¿Qué demonios haces? —Mi Señor quiere al muchacho, no a la chica. —Aun así, ella es importante para James —intentó persuadirlo—. Si la lastimas, no tendrás más opción que dejarlo ir. —¿Cómo? —preguntó otro—. ¿No se supone que querría morir si la mato? —Todo lo contrario. Él los matará antes de que siquiera llegue a pensarlo, ¿acaso olvidas lo leales que pueden llegar a ser los Potter’s? El dolor disminuyó, aunque continuaba estando allí. —¿Estás seguro de querer seguir lastimándola? —¿Acaso nos detendrás? —alguien se río—. Nosotros somos cuatro, no seas ingenuo. —¿Y qué? Al menos puedo intentarlo —quise decirle que no lo hiciera—. Lucharía por ella contra quien sea. —Debes saber que palabras bonitas no te salvarán la vida. —Quizás no, pero puedo entregarla si eso le ofrece una salida. —Espera, qué estás… —¡Bombarda Máxima! Si Sam hubiera lanzado el hechizo un centímetro más a la derecha, él también habría quedado atrapado bajo un trozo de concreto del negocio que acababa de destruir. Como pudimos, con James nos levantamos para seguir combatiendo a su lado. Ahora que éramos tres contra tres, los números se emparejaban, aunque no tanto. Al fin y al cabo, ellos seguían manteniendo la ventaja, ya que dos de nosotros estábamos a punto de desmayarnos. Intentamos ayudarlo, pero no podíamos esperar un milagro.

*** 

Debido al tiempo que había pasado, decidí que ya no podía seguir esperando. Por lo mismo, con Kath aferrada a mi espalda, fui a buscar a los demás. Por suerte, al primero que pude encontrar fue a Remus, quien no se había topado con nadie desde que se separó de nosotros. Viendo que él parecía estar en buen estado, le pedí que me ayudara a sostener a Kath, ya que era irresponsable de mi parte el seguir estando con las manos ocupadas si la batalla continuaba. Mientras caminábamos entrelazados, no podía dejar de comparar lo que le pasó a Kath, con lo que me sucedió a mí en la casa de James. De algún modo, sentía que no era una simple coincidencia. Había algo más, lo presentía. Remus se detuvo de golpe. —Sirius, ella no debería caminar en estas condiciones. —Lo sé, pero no tenemos otra opción. —No entiendo cómo es que pensaron que sería buena idea irse de allí. —Ella ya no soportaba ver el cuerpo de su prima, ¿qué querías que hiciera? —Comprendo, aunque eso no es suficiente para que le des el gusto. —En primer lugar, nunca le dije a Sirius que nos fuéramos, debió de suponerlo por sí mismo. Y, en segundo, deja de hablar como si no estuviera aquí. —¿Y por qué no lo detuviste? —insistió Remus—. Estás perdiendo mucha sangre. —¿Crees que no lo sé? Todavía soy consciente de la sangre fluyendo por mi piel. —Cariño, no te alteres o será peor —le supliqué a Kath—.  Y en cuanto a ti, no deberías hacerla enojar, menos ahora. —Ella siempre está de malhumor, no hay nada que pueda hacer al respecto. —Cuando me recupere, voy a patearte el trasero. —Ya lo veremos.                            De repente, escuchamos unos gritos de batalla, no muy lejos de donde estábamos. A pesar de las dificultades que experimentamos, nos dirigimos con rapidez al lugar de los hechos, ya que podría tratarse de alguno de los muchachos. James, Lily y Sam, eran quienes mantenían una dura batalla contra tres mortifagos. Mis amigos más preciados lucían debilitados, por lo que, en cuanto entramos en acción, ambos se desmayaron. Hubiese preferido quedarme con Kath, pero las cosas no funcionaban así. Por lo mismo, me dediqué a proteger con esmero el sitio en donde se encontraba escondida. De hecho, me di una fracción de segundo para comprobar su estado, cuando un corte profundo atravesó mi pecho. De inmediato, la sangre comenzó a salir por montones, empapando mi ropa de un rojo carmesí. Kath intentó ir en mi ayuda, no obstante, eso solo sirvió para que se expusiera. Un mortifago se aprovechó de la situación y le lanzó un hechizo. Ella terminó inconsciente a unos cuantos metros de mí. Yo no tardaría mucho tiempo en estar igual, ya que escuchaba a los demás batallar cada vez más lejos.  Me dormí con la esperanza de que todos pudiéramos salir vivos de allí.

*** 

Mientras la lucha continuaba, contra el único mortifago que quedaba por vencer, no pude evitar que mi mente divagara sobre lo que pasaba en los tejados. Por decirlo de algún modo, mi parte funcional se encontraba presente en el combate, pero mi interior se desbordaba de preocupación por Amanda. Incluso si sabía que era inútil, quería verla a pesar de que ya no contaba con el privilegio hacerlo, y es que el estruendo que venía de los cielos me enloquecía por completo. De hecho, creo que la desesperación de no saber cómo se encontraba, me ayudó a derrotarlo más rápido. Una vez que me aseguré de haberlo noqueado, mi mirada se dirigió a los tejados, en donde el ir y venir de hechizos de diversos colores iluminaba un pequeño espacio en el cielo. De un instante a otro, sin saber por qué, el tercer piso del local explotó. Amanda salió volando por los aires. —¡Aresto Momentum! Intenté detener su caída. Corrí a su encuentro. —¿Cómo pudiste hacer esa estupidez? ¿Estás bien?, ¿te lastimaste algo? Se hizo una pequeña revisión, ante la que dio más de una muestra de dolor. —De todas formas, pienso que salió bien. —¿Bien? Acabas de caer de un tercer piso, ¿y te atreves a decir eso? —Por supuesto que sí. Detuviste la caída, ¿no es así? — ¿Y si yo no hubiera reaccionado a tiempo? —Antes de seguir regañándome, ayúdame a levantarme primero. —No tienes ni idea de lo asustado que estaba cuando… Su mano en mi mejilla silenció mis quejas de inmediato. —Sabía que me protegerías, Gabriel, por eso no dudé en provocar la explosión. —Supongo que ya no importa, ¿puedes caminar? —Lo intentaré —dio un paso adelante—. Mierda, no logro mover la pierna derecha a discreción. —Permíteme que la vea más de cerca. Tus pantalones, aunque estén rasgados, me impiden ver tu rodilla. —Bueno, creo que ha estado sangrando, pero dudo que sea algo importante. —Tienes parte de la carne expuesta, ¿cómo es que eso no es algo importante? —Supongo que es la costumbre. Ahora debería vendarla, si es algo serio podría ser peligroso. Se hizo un torniquete con un pedazo de escombro y parte del pantalón. —Eso debiste pensarlo antes. —Lo decía porque puedo desmayarme. No estoy arrepentida. —A todo esto, cómo podrías llegar a perder la consciencia si no eres capaz de sentir dolor. —Para que lo sepas, duele bastante. Es solo que me acostumbré a estar en estado de alerta, incluso cuando estoy lastimada. —Entonces… —Tengo problemas de coagulación. Mi hermano siempre se encargaba de coser las heridas cuando resultaban ser considerables. —Eso explica que puedas soportar el dolor. —Quizás —intentó caminar otra vez—. Será mejor que encontremos a alguien más, no quiero sumar una nueva cicatriz al historial.  Mientras caminábamos, Amanda no se quejó ni una sola vez. Incluso cuando la solté por accidente, ella permaneció de pie sin expresar perturbación alguna. Supongo que, para ese entonces, mi compañera ya se encontraba en modo automático. Sin darnos cuenta, regresamos al punto de partida. Arthur nos estaba esperando en ese lugar.

*** 

Regresamos a Hogwarts en el instante en que vimos a los encargados del Ministerio hacer una inspección. Por suerte, entre Arthur, Molly y yo, logramos llevar a los muchachos a Hogsmeade sin mayores complicaciones. Una vez allí, nos dirigimos a Hogwarts utilizando el pasadizo de la Casa de los Gritos. Considerando que todos nos encontrábamos en mayor o menor medida heridos, nuestro primer destino fue la enfermería. Los primeros en ser atendidos fueron Sirius y Kath, quienes habían tenido una pérdida de sangre considerable. Después de ellos, atendieron a James y a Lily, los cuales estuvieron expuestos al maleficio Cruciatus. Ya que las heridas que producía eran mentales, no pudieron hacer nada más que mantenerlos inconscientes, para que sus mentes encontraran algo de paz. Luego, atendieron a Amanda. Ella tenía una lesión expuesta en la rodilla, pero se encargó de su tratamiento en cuanto ingresamos al castillo. Después de todo, ella insistió en que deberían atender primero a los demás. Fuera de eso, Pomfrey pudo detectar tres costillas rotas y una contusión en la cadera. A continuación, fue el turno de Viola. Y es que, a pesar de no contar con heridas que necesitaran atención inmediata, Remus insistió en que Pomfrey le hiciera una revisión. La historia de Viola perdiendo el pulso por un hechizo aturdidor, fue suficiente para que los que seguíamos despiertos apoyáramos su petición. Fue un alivio el saber que no había sido algo importante, que ese tipo de reacción se debía al estrés, la presión y el cansancio, por lo que tendría que descansar para recuperarse. En cuanto Pomfrey se fue a atender a Gabriel y a Remus, quienes solo tenían unas pequeñas heridas, me acerqué a Viola. —¿Cómo estás? —Bien, gracias por preguntar. —¿Es necesaria tanta animosidad? —No lo sé, tú dime. —Sabes, nunca logré comprender qué pasó entre nosotros para que te comportaras así conmigo. —Sigue pensándolo, quizás un día lo descubras. —¿No me lo dirás? —¿Acaso no es obvio? La apuesta fue lo que pasó. Traicionaste mi confianza y la de mis amigos. Le rompiste el corazón a mi mejor amiga y… Su voz reflejaba lo herida que se encontraba. —De verdad lamento mucho lo que sucedió, Viola. De saber que te lastimaría, que te alejarías de mí, yo nunca… —¿Y qué más querías que hiciera? —escupió—. No tenía otra opción, entiéndelo. —Al menos pudiste escucharme, ¿no crees? De ese modo, podrías haberme perdonado. —¿En serio crees que habría sido tu amiga a pesar de todo? —Así es, por eso no entiendo qué está pasando en realidad. —No tenía opción, Sam —insistió con tristeza—. Debía alejarme de ti, quisiera o no. —Entonces, tengo razón, hay algo más. —¿Y qué si es así? Se cruzó de brazos, levantando otra barrera ante mi acercamiento. —Te pido que respetes mi decisión y te mantengas alejado de mí. —¿Y eso es lo que quieres realmente? Después de todo este tiempo, ¿aún deseas sacarme de tu vida? Reprimió un sollozo apretando sus labios. —No tienes derecho a rechazar mis sentimientos sin siquiera darme una explicación. —Tú tampoco estás en una posición en la que puedas venir a exigirme que te permita volver. —Entonces, ¡Dímelo! Dime qué cosa hice para que ya no quisieras tenerme cerca. —Tú nunca sentiste lo mismo que yo, no me amabas tanto como yo a ti. —¿Cómo puedes decirme eso? ¡Eras mi mejor amiga! —Lo recuerdo. Y eso me da la razón. Observé las lágrimas que caían silenciosas por sus mejillas. No entendía lo que quería decir, pero era evidente que nada cambiaría. Debía rendirme por su bien. —Lamento seguir hiriéndote, Viola. Me esforzaré para no cruzarme contigo por el resto de tu vida. Cerré las cortinas para que pudiera recomponerse y descansar. Estaba a punto de irme, cuando escuche que ella decía entre suaves sollozos: Si me amarás como yo lo hago, nunca tendría que haberte dejado ir. No sabía qué pensar ni qué hacer, así que decidí regresar a casa ya que no había resultado herido de gravedad. Necesitaba analizar lo que había ocurrido una vez más. Sus palabras no hicieron nada más que teñir mis recuerdos con inquietudes que nunca tuve antes. Viola tenía razón, si la hubiera amado tanto o más que Gabriel, no habría cometido algún error que me alejara de ella. AL DÍA SIGUIENTE Cuando mis ojos se abrieron ante la luz que se filtraba, me di cuenta de que no sentía nada. Era como si una suerte de abismo se hubiera apoderado de mi interior. No obstante, ese vacío se remeció por completo ante los recuerdos de lo sucedido el día anterior. Necesitaba ver a Lily, verificar el estado en el que se encontraba. Entonces, como si de algún modo estuviésemos conectados, ella también me estaba buscando con su mirada. Tres camillas nos separaban, pero esa distancia no era suficiente para impedir que me sintiera como si estuviese en el lugar correcto. Después de todo, quería llorar por tenerla junto a mí. En cuanto la tuve entre mis brazos, hundí mi rostro en sus cabellos. —Mi amor, ¿estás bien? —Estaba tan preocupada cuando desperté, no recordaba qué había sucedido antes de desmayarme. Creí que... —No debes preocuparte más, aquí estoy. Estoy bien, ambos lo estamos. —No sé qué haría si te perdiera, James. Yo no podría... yo... —Dejemos de hablar de eso por ahora —limpié sus lágrimas—. Disfrutemos el hecho de estar juntos y vivos. Considerando que ninguno de los muchachos se había despertado todavía, nos fuimos a acostar a una camilla, para poder disfrutar de mejor manera la compañía del otro. Mientras estábamos acostados, nos dedicamos a vernos a los ojos. Me habría permitido perderme en ellos para siempre, si no tuviese que cumplir con mi destino. Supongo que todo podría ser tan diferente, pero no me arrepentía de que las cosas hayan sucedido de ese modo. De alguna forma, me hacía apreciar más este amor correspondido. —Sabes, desde la primera vez que te vi, me obsesioné con tus ojos. —No seas mentiroso, al principio solo me molestabas. —Era una manera de llamarte la atención —sonreí—. ¿De qué otra forma hubiera logrado que me devolvieras la mirada? —Ahora que lo pienso, si lo hice más de una vez. —Ya lo creo, para lanzarme una mirada que dijera: ¡Muérete, Potter! —No lo niego, pero también tengo que admitir que me llamabas la atención. —¿En serio?  —Por supuesto. Siempre me preguntaba cómo alguien podía llegar a ser tan molesto. —Muy graciosa. Y yo aquí intentando ser romántico. —Siendo honesta, si pensaba en ti más de la cuenta, pero nunca supe por qué. Hasta ahora, claro. —Y bien, ¿qué es lo que te atraía de mí? —La manera en que me miras. —¿De verdad? —Siempre me has observado con adoración y amor. Incluso cuando peleaba contigo, lo hacías. —Y siempre lo haré —le prometí—. Después de todo, siempre será tuyo mi amor y mi adoración. Dicho esto, ella fue quien tomó la iniciativa y me besó. Me besó con intensidad. Ambos nos necesitábamos y lo sabíamos, sobre todo, considerando lo que nos había sucedido el día de ayer. Mientras nos besábamos, expresándonos el amor que nos teníamos, llegué a la conclusión de que ninguno de los dos, podría seguir existiendo sin el otro. Ya no más, nunca más existiendo sin el otro. Ya no más, nunca más.
1 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)