ID de la obra: 1300

Lily Evans Y James Potter: El Amor Y La Guerra [1]

Gen
G
Finalizada
1
Fandom:
Tamaño:
312 páginas, 107.354 palabras, 25 capítulos
Descripción:
Publicando en otros sitios web:
Consultar con el autor / traductor
Compartir:
1 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar

PODERES Y RESISTENCIA

Ajustes de texto
CAPÍTULO 17: PODERES Y RESISTENCIA «Todos poseemos el poder de cambiar el mañana». Con los años, vamos perdiendo la capacidad de asombrarnos. Esa es la razón de que seamos incapaces de ver más allá de lo común y cotidiano. Y eso era lo que representaba Fernando para nosotros, un algo más que no todos eran capaces de ver. Casi por un milagro, William pudo ver más allá de lo que sus propios ojos mostraban. De lo contrario, ese joven ya no se encontraría con vida desde hace mucho tiempo. Él estuvo tres meses observando a Fernando, y había descubierto la verdad que se ocultaba a simple vista, el muchacho era un Inmanence*. Una criatura extraña, casi mitológica. Una existencia que se creía imposible.    —¿Podemos estar seguros de ello? —quiso saber William—. ¿Hay alguna manera de comprobarlo?  —Hay un modo, pero no será sencillo. Tendremos que hacer que sus poderes se manifiesten.  —¿Acaso quieres que lo forcemos?   —Por supuesto que no. Tú dijiste que él hacía cosas sin darse cuenta, ¿cierto? —asintió—. Tenemos que lograr que lo haga de forma consciente.  —¿Y cómo lo haremos? En cuanto le digamos lo que creemos que es, entrará en negación y se negará a intentarlo.  —Si eso sucede, tendremos que recurrir a Amanda. Su hermana lo convencerá por nosotros.  —Pero ahora que lo recuerdo, no creo que sea necesario. —¿Por qué lo dices? —Los Inmanences controlan los elementos de la naturaleza y la magia es un conjunto de tales elementos. Así que solo debemos descubrir si puede hacer magia.  —¿Propones que le pasemos una varita y le pidamos que haga un hechizo?   —Si es un Inmanence, podrá realizar un hechizo sin dificultad como si fuese un mago. Y si no lo es, la varita solo será un pedazo de madera inerte en sus manos.  Nunca me han gustado las soluciones sencillas, pero no tenía más opción.  —¡Bien! Se hará como tú digas. ¿Te quedarás para hablar con Fernando?  —No lo creo. Debo ir a ver a mi familia, llevo mucho tiempo afuera.  —Lo sé. Y te agradezco nuevamente que hayas aceptado la misión. La Orden te dará el descanso correspondiente, no te preocupes.   —Gracias, Albus —me dio un abrazo—. Y no solo por el descanso, sino por haberme dado la oportunidad de encontrar a alguien como Fernando.  Después de decir aquello, William fue hasta la chimenea y utilizó la Red Flu para marcharse. En cuanto las llamas se apagaron, me dirigí al lago donde debía encontrarse Amanda. Incluso sin el Mapa del Merodeador que hicieron los muchachos, yo poseía la capacidad de abrigar una leve noción de dónde se encontraba cada persona en el Castillo, por lo que no tenía la necesidad de buscarla.  Ella estaba en ese lugar con Gabriel, quien fue de gran ayuda para poder calmarla cuando tuve que contarle sobre su padre y su hermano. Debido a que ella corrió a la enfermería para verlo de inmediato, decidí darles algo de espacio para que pudieran hablar. Luego de considerar que les había dado el tiempo suficiente, me dirigí a la enfermería para conversar con ambos. Agradable fue mi sorpresa al ver que todos los muchachos se encontraban reunidos alrededor de la camilla de Fernando. Al darse cuenta de mi presencia, ellos se movieron, haciéndome un espacio a su lado.  Su hermana se encargó de las presentaciones. —Fernando, Dumbledore es el director de Hogwarts, él te trajo aquí.  —Por lo visto, decidiste confiar en mí, muchacho. William me dijo lo que te sucedió. ¿Cómo estás?   —Estoy bien, gracias —Amanda frunció el ceño—. Ella nunca me cree cuando le digo que estoy bien.  —Deberías preguntarte por qué nunca te creo, pedazo de idiota.   —Extrañabas faltarme el respeto, ¿verdad? —ambos sonrieron—. El problema con la autoridad es hereditario, no puedo culparte.  —Por cierto, tengo que agradecerle el haberlo traído, Profesor. Fernando es lo único que me queda.  —No es necesario, querida, debemos ayudarnos mutuamente. Y hablando de ayudar, necesito tu varita.  —¿Mi varita? ¿Para qué quiere mi varita?   —Quiero comprobar algo con tu hermano, prometo que no le pasará nada malo. —Pero por qué no me dice qué quiere hacer. —Porque no tendría sentido hablar al respecto si no funciona. Resignada, le pasó su varita a Fernando. Ambos parecían ser muy afines, por lo que no debería de darle problemas si reaccionaba. —Necesito que la sostengas y digas claramente: ¡Lumus! Es un experimento nada más, no te preocupes.  —¡Lumus! La luz se proyectó sobre nosotros.  —¿Cómo es posible? —preguntó Lily—. Fernando es muggle.  —¡Lo soy! Si no lo fuera, habría estudiado en una Institución Mágica.  Le devolvió enseguida la varita a su hermana, como si esta le quemara.  —Él tiene razón, no es un mago. Pero tampoco es un muggle, es un Inmanence.  Viola habló en nombre de todos. —¿Qué es un Inmanence?   —Un Inmanence es una persona que tiene la capacidad de controlar los elementos de la naturaleza. Y, por ende, también la magia.  —Pero si mi hermano puede hacer magia, ¿por qué nunca fueron a buscarlo? —Porque casi nadie conoce su existencia, y quienes lo hacen, la ocultan por el bien de la humanidad. Un poder así podría ser mal utilizado.  Los muchachos continuaron preguntándome sobre los Inmanences, hasta que ya no pude responder, mi conocimiento al respecto era limitado. A pesar de eso, todos se quedaron conforme, puesto que descubrirían tarde o temprano, todo sobre los Inmanences al tener a Fernando a su lado. Él era la respuesta a todas sus preguntas, solo debían esperar. 

***

Luego de la charla sobre ser un Inmanence, Dumbledore se marchó para arreglar un pequeño detalle que había pasado por alto, el problema de mi estancia en el Castillo. Después de todo, sin ser un estudiante, era difícil que el Ministerio permitiera que alguien ajeno a la institución permaneciera por mucho tiempo en el colegio. Los muchachos se quedaron un poco más, pero al cabo de un rato, decidieron que era preferible que nos pusiéramos al día entre nosotros. Habían pasado varios meses desde que nos despedimos en nuestra casa, así que teníamos una conversación muy larga pendiente todavía. La vida como la conocíamos ya no existía más que en nuestros recuerdos, por lo que era difícil comenzar a verbalizar todo lo que habíamos perdido durante el tiempo que estuvimos separados. Al ver sus ojos que seguían enrojecidos, me di cuenta de que podríamos habernos reencontrado en otra vida, en un día cualquiera y sin previo aviso, y se sentiría de la misma manera. Ojalá hubiera una forma de aliviar el dolor y la nostalgia que le provocaría a mi hermana saber lo que ha sucedido durante su ausencia. —¿Y qué pasó con los demás?   —Bueno, como habrás de esperar, no te tengo buenas noticias. —Me imagino. Solo… dime lo que debo saber por ahora. —Isabel y Rodrigo murieron en una misión, un par de semanas después de que te fuiste al exilio. —¿Estabas ahí? —negué con la cabeza—. ¿Por qué? —Papá estaba muy triste con tu partida, así que evite realizar misiones de acción directa. —Comprendo. ¿Alguien más cayó?  —No lo sabemos, pero es muy probable. Claudia, Andrés y Miguel, desaparecieron a la semana siguiente. No pudimos encontrar ningún rastro de ellos.  —Las cosas se pusieron más violentas que antes.  —Así es, muchas personas escaparon esa semana, muggles y magos por igual.  —Y antes de lo de papá, ¿sucedió algo más?  —Muchos miembros tuvieron que entrar en la clandestinidad. Al parecer, nos tenían a todos identificados. —Si hubiésemos sabido de tus poderes, podríamos haber hecho algo.  Ella hablaba desde la frustración, lo sabía. Pero tendría que haber estado ahí para saber que mi poder no hubiera bastado para cambiar las cosas. Aun así, no pude evitar imaginarme a mí mismo, salvando la vida de todos los compañeros que cayeron frente a mí. Quizás, no podría haber salvado a todos, pero algunos… aunque solo sea uno. —Lo siento, Fernando, no quería hacerte sentir mal, no debí haberlo dicho. —Tranquila, es inevitable pensar de esa manera después de lo que vivimos. —Pero ahora todo puede ser distinto, aquí también están en guerra. Podrías ayudarnos a...  —¿Ayudarnos? —asintió—. ¿Cómo pudiste volver a involucrarte en algo así? ¿Acaso quieres morir? —¡No! Solo quiero hacer justicia, como tú lo harías. —Ahora lo único quiero es que vivas en paz, y por mucho tiempo, además. —Déjame explicarte y lo entenderás. Amanda se dio el tiempo de explicarme el origen del conflicto en que se encontraba el mundo mágico de Inglaterra. Las diferencias entre nacidos de magos y no-magos, no era tan marcada en nuestro país, por lo que me parecía difícil imaginar que se mataba por eso aquí. Con razón había aceptado participar, yo también lo haría. También me contó sobre su misión hace unos días, me sorprendí al no haber notado que cojeaba un poco. Al terminar su relato, me propuso algo difícil de rechazar.  —¿Quieres que te lleve a descansar a mi habitación?  —No tendré problemas con el director por irme de aquí, ¿cierto? —negó con la cabeza—. Entonces sí.  —Iré a decirle a Pomfrey, y nos vamos.  Cuando ella volvió, tomó mi valija con una mano y a mí con la otra. Mientras caminábamos, no pude evitar mirar asombrado como las personas y animales de los cuadros se movían. Ante esto, Amanda me explicó que no era el mismo hechizo que utilizaban para los periódicos, puesto que las personas de los cuadros tenían conciencia de sí mismos.  —¡Bienvenido a la Torre de Gryffindor! Por cierto, el cuadro es la puerta de entrada.  La imagen del cuadro me observó con detenimiento. —¿Eres nuevo también, muchacho?   —Querida, este es mi hermano, Fernando. Y Fernando, ella es el retrato de la Dama Gorda.  —Un gusto conocerla, me puede decir cómo pasar.  —Pidiéndolo. Pero cuando comiencen las clases, deberán aprenderse las claves.  Ante mi confusión, mi hermana respondió en mi lugar.  —Por supuesto que lo haremos, muchas gracias.  Al entrar, un espacio cálido y refulgente de rojo-dorado nos esperaba. —Esta es la Sala Común, en donde hombres y mujeres conviven. Los hombres tienen prohibido subir a las habitaciones de las mujeres, incluso hay un hechizo para impedir que siquiera lo intenten.   —Entonces, ¿cómo voy a subir?   —McGonagall, la profesora a cargo de Gryffindor quitó el hechizo por ahora. Así que no habrá problema. ¡Ven, sígueme!  En cuanto entramos a su habitación, ella se dedicó a escudriñar mi valija.   —¿Qué haces?  —Estoy buscando una polera para que te cambies de ropa. ¡Aquí hay una!  —Amanda, no me la puedo poner así. La voy a manchar con la sangre que me queda. —Bien. Iré a buscar algo para limpiarte. Amanda dejó toda mi ropa esparcida en el suelo, para luego ir a lo que supuse sería el baño de la habitación. Me había costado tanto empacar, que quise quejarme por su falta de delicadeza al buscar lo que ella quería. En fin, mi hermana era muy impulsiva como para pedirle que se tomara el tiempo de hacer las cosas como correspondía. Al volver con una fuente con agua, comenzó a limpiar la herida con una delicadeza, que solo una madre podría llegar a igualar. Y mientras ella hacía esto, no podía evitar sonreír, puesto que a pesar de todo lo que había sucedido en el último tiempo, seguía teniéndola a ella. Y Amanda era lo único que necesitaba para seguir resistiendo, para seguir viviendo.

***

Hay un montón de cosas que no apreciamos en los tiempos de paz. De hecho, no comenzamos a valorarlas hasta que se presenta la oportunidad de perderlas de una vez. En cambio, en los tiempos de guerra, solo pensamos en lo que obtendremos después, si la victoria tiene algo que ofrecer. Sin embargo, nosotros no podíamos anhelar ningún tipo de recompensa ni mucho menos una ganancia. Nos bastaba con no seguir perdiendo, y más que nada, contar con la fuerza para seguir resistiendo. Un ejemplo claro de aquello era el hermano de Amanda, quien se mantuvo firme hasta que no tuvo más opción.  James me sacó de mis pensamientos.  —¿Pasa algo? Tienes una expresión entre preocupada y triste. —Vaya, sí que me has prestado atención.  —Por supuesto. No he apartado mis ojos de ti desde que te conocí. —Cariño —tomé su mano—. Bueno, pensaba en el mañana, y lo que vendrá. —Con razón tenías esa expresión.  —Es solo que no puedo evitarlo, y si… —No hagas eso, no des espacio a la especulación, hacerlo solo nos lastima. —Pero qué harías si… —Lily, mira lo que ocurrió hoy. No importa que tan mal nos encontremos, siempre habrá algo bueno que nos recuerde la razón.  —¿Cuál razón? —La razón por la que vale la pena estar vivos. Aprovechó que estábamos tomados de la mano, para acercarme más a él.  —Sabes que sin importar lo que pase, yo estaré contigo, ¿verdad?   —¿Hasta el final?   —Hasta el final.  En cuanto respondí, sentí sus labios estrellándose con fuerza contra los míos. James me besaba, me besaba con demasiada intensidad, como si quisiera que me olvidara de todo lo demás. No pude evitar corresponderle, y pasé mis manos por detrás de su cabeza para atraerlo más hacia mí, mientras que él hacía lo mismo con mi cintura. Y como era de esperarse, considerando que estábamos en un sillón familiar, terminamos quedando uno encima del otro. Era una posición algo comprometedora, por lo que agradecí que nadie llegara en ese momento a interrumpirnos.  —Creo que hemos perdido un poco el control.  —¿Tú crees? —me burlé. Se veía adorable cuando se sonrojaba.  —¿Sabes qué más creo? Creo que no puedo volver a besarte de esa manera, sin antes hacerte una pregunta primero.  —¿Y cuál sería?   —¿Quieres ser mi novia?  —No sabía que querías formalizar lo nuestro —sonrió expectante—. Sí, por supuesto que sí. Me besó de nuevo, con una dulzura infinita.  —Eres todo lo que quiero.  —Y tú eres todo lo que necesito.  —Jamás creí que podría llegar a ser así de feliz. Después de lo que ha pasado... Yo creí que nunca... Ignórame.   —James, incluso en tiempos de guerra, hay momentos para el amor.  —Tienes razón. Y este es el momento para nosotros.  Entre risas y expresiones sinceras de amor, se nos hizo de noche sin que nos diéramos cuenta. Durante todo ese tiempo, nadie nos había molestado ni buscado, como si de alguna manera, todos en el Castillo supieran que no debían hacerlo.  —¿Quieres bajar a cenar?  —No, prefiero quedarme un poco más contigo. Nunca habíamos tenido un momento así, no voy a desaprovecharlo.  —Está bien, James. Pero si me da hambre en la noche, tendrás que darme tus postres por una semana.    —Acepto el precio, acepto todo si significa estar contigo.  —A veces eres un amor.  —Yo siempre soy un amor.  —No, no lo eres. Sin embargo, eres mi amor.  Y allí nos quedamos, disfrutando de la compañía del otro como nunca habíamos podido hacerlo. Y estando entre los brazos de James, comprendí que sólo el amor nos haría resistir hasta el final. El amor a la patria, a la vida, a la humanidad, a alguien más o a uno mismo; todos resistiríamos por amor.  Nota al pie de página:  * Condición inventada para la historia, cuyo origen se centra en el significado de la palabra Inmanente. Es un término que se utiliza en la filosofía para nombrar a aquello que es inherente a algún ser o que se encuentra unido, de manera inseparable, a su esencia.
1 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)