ID de la obra: 1300

Lily Evans Y James Potter: El Amor Y La Guerra [1]

Gen
G
Finalizada
1
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312 páginas, 107.354 palabras, 25 capítulos
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EL PESO DE LA CONCIENCIA

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CAPÍTULO 22: EL PESO DE LA CONCIENCIA «No todos son capaces de pagar el precio de sus decisiones, y, aun así, todos terminamos pagando tarde o temprano». Luces, sonidos, movimientos, todo estaba distorsionado en mi mente. Por más que lo intentara, no podía despertar, sin embargo, era capaz de sentir lo que pasaba a mi alrededor de alguna manera. Cada vez que hacía un esfuerzo por abrir mis ojos, mi cabeza comenzaba a arder y una sensación de vacío invadía todo mi cuerpo. Se sentía como caer envuelta en llamas. Me detuve cuando se hizo insoportable. Tenía que esperar a que los medicamentos hicieran efecto y que mi condición fuese más estable. No sé cuánto tiempo pasó, pero cuando la terrible idea de que sería preferible no despertar apareció, me desesperé. Comencé a gritarme a mí misma que debía despertar, tratando de recuperar la conciencia por más que doliera. Lo habré hecho unas cien veces antes de que funcionara. Estaba en la enfermería como supuse. Al tener las cortinas corridas, no podía ver si había alguien cerca, por lo que intenté levantarme para ver cómo estaban los demás. Ni siquiera llegué a sentarme en la camilla, cuando el dolor me hizo soltar un grito. Iba a reunir toda mi fuerza de voluntad para hacerlo otra vez, cuando unas manos me empujaron hacia la camilla. —¡Hijo de...! —No seas grosera —me regañó Gabriel. —¿Cómo quieres que no lo sea? Tengo una herida en la espalda, ¿recuerdas? —Y así te querías levantar... Era la única manera de detenerte. —¿Y pedírmelo gentilmente? —Como si me fueras a escuchar. Nos quedamos en silencio, evitando nuestras miradas. Todo seguía tenso entre nosotros. —¿Necesitas que llamé a Pomfrey o a tu hermano? —No, prefiero esperar un poco más. ¿Cómo está él? —Está bien, preocupado por ti, pero bien dentro de todo. —Y los demás, ¿están todos bien? —Sí. Unos más heridos que otros, pero todos están aquí. Viola es la única que no tiene nada. —¿Se sabe algo de la muchacha que llevó a la enfermería? ¿Recuperó la consciencia? —No lo sé. Viola me dijo que Pomfrey le pidió que se la llevara a San Mungo. —Maldición, es más grave de lo que pensaba —miré sus heridas—. ¿Qué hay de los demás? —Fernando solo tiene un par de golpes, así que no te preocupes. Kath se volvió a quebrar el brazo izquierdo, ¿lo puedes creer? Remus perdió un par de veces la conciencia, pero ya está bien. —Siento que me estás informando de quien sufrió el menor daño primero. ¿Se pone peor? —Bueno, Sirius sigue inconsciente todavía. James casi lo mata bajo la influencia del maleficio Imperius. —Pero ¿cómo? ¿Quién lo hizo? —No los conoces, pero también son estudiantes. Fue un milagro que no pasara a mayores. —Pobre James, debe sentirse horrible, Sirius es como un hermano para él. —Así es. Además del daño psicológico, sufrió varios golpes. Lily también estuvo ahí y vio todo, por lo que está ayudándolo a procesar lo sucedido. Ella también tiene algunos golpes. Un silencio se hizo entre nosotros. Él ya no tenía nada más que decir, y yo ya no tenía nada más que preguntar. Él podía irse ahora y seguir ignorándome. Observé su pierna un instante, parecía una lesión considerable, pero Gabriel corrió a ayudarme cuando me escuchó gritar. Quizás, no todo estaba perdido entre nosotros. Sí, yo me había equivocado al declarar mis sentimientos sin pensar en las consecuencias, pero él también no fue muy asertivo que digamos al reaccionar de esa manera. Todavía nos debíamos una conversación, a fin de cuentas. —¿Por qué sigues aquí? —No tengo ni la menor idea. —Bien. Entonces... —También eres importante para mí. Su declaración hizo que mi corazón comenzara a latir con una fuerza inusitada. —Pero ¿cómo? ¿Por qué? Debes ser más específico que eso. —Sabes, he estado pensando mucho en lo que dijiste en la Torre de Astronomía. Y creí que lo mejor para nosotros sería que me alejara, no quería confundir más las cosas. Todavía no estoy entendiendo. —Yo... Ya no puedo seguir resistiendo, Amanda, lo siento. A pesar de que mi corazón ansiaba lo que Gabriel iba a hacer, mi sentido común me decía que debía hacer todo lo posible para evitarlo. Por una parte, el esfuerzo por alcanzar mi rostro podía lastimar más su pierna, y, por otra, su deseo repentino podía provenir de un sentimiento como la lástima o la culpa, y eso no lo soportaría. Le di un millón de vueltas al asunto, hasta que sentí el impacto de sus labios contra los míos. Me besó. Fue un beso áspero y poco delicado, con sabor a sangre y lágrimas, pero más dulce que cualquier otro. —No debiste... No es justo... ¿Por qué juegas así con mis sentimientos? La ilusión se había roto y había vuelto a la realidad. —Vaya, pensaba que eras por naturaleza una buena observadora. —¿Qué quieres decir? —Yo también estaba confundido, pero nunca pude negar que sentía algo por ti. —Entonces... —Necesitaba tiempo. Tu declaración fue repentina y creí que no estaba preparado para recibir tu tipo de amor. —¿Mi tipo de amor? —Incondicional. Tenía miedo de no poder corresponder de la misma manera. —Eres un idiota. —Lo sé. Perdón por hacerte esperar.

***

Cuando la batalla en el pueblo terminó, los miembros de la Orden que no habían sido heridos de gravedad, comenzaron a dar caza a los mortifagos que se escaparon. Yo estaba en condiciones de acompañarlos, pero me dieron la orden de realizar el registro de lo sucedido. Eso significaba encargarme de los heridos y su gravedad, recolectar testimonios y solicitar la ayuda correspondiente. Era mucho trabajo para mí solo, sin embargo, no podía pedirle ayuda a nadie más. Las únicas personas en las que confiaba se encontraban en el castillo. Ese pensamiento me permitió hacer mi trabajo más rápido, quería ver cómo estaban. Esperaba que no estuvieran tan lastimados como la vez anterior. Llegué cuando todos se encontraban durmiendo, por lo que no quise molestarlos. Con Pomfrey, quien se veía muy agotada, hicimos las constancias de las lesiones que sufrieron. Como se trataba de papeleo oficial que se enviaría al Ministerio, la enfermera me ayudó a redactar las demás constancias de manera formal y profesional. Eran las tres de la mañana, cuando Dumbledore me mandó a buscar. Me dirigí a su despacho, llevando los papeles que me había solicitado, creyendo que eso había sido todo por hoy. Sin embargo, de algún modo, sabía que eso no era todo. Digamos que tenía una suerte de presentimiento. Toque la puerta. —¡Entra, Sam! Te estaba esperando. —¡Buenas noches, Profesor! Ya tengo todo lo que me pidió. —Así veo. Muchas gracias. —¿Cómo estuvo la reunión con el Ministro de Magia? —Complicada, como siempre. De hecho, tengo algo que decirte al respecto. —Dígame, lo escucho. —Considerando lo ocurrido, me vi en la obligación de recurrir a una de las prácticas más antigua del colegio, tener un Guardián. —Recuerdo que en clases de historia lo mencionaron. —Sí. Es una persona externa al colegio, que se encarga de su protección. —Bien, supongo que quiere poner a alguien de la Orden en esa posición. —En efecto, por eso necesitaba hablar contigo. Quiero que seas tú, Sam. —¿Me está hablando en serio? —Por supuesto. Tú y Fernando, son las personas más idóneas para el puesto. —Vaya, me siento honrado por su propuesta. También por su consideración. —A decir verdad, ese siempre ha sido mi plan para ti. —Eso quiere decir que desde que me fui de Hogwarts, usted me ha mantenido oculto y trabajando para la Orden, porque sabía que un día podría necesitar que volviera al Castillo, ¿no es así? —Estás en lo correcto, es por ello que impedí que fueras Auror. De ser así, tendrías que dar cuenta de lo que pasa en Hogwarts al Ministerio, y yo ya no confío mucho en ellos. Mi mente comenzó a recapitular todas las cosas que tuve que hacer durante los últimos años. Los trabajos de medio tiempo, los tres nombres falsos que tuve que utilizar, las misiones a las que se me prohibió ir. La muerte de Dorea y Charles, mis mentores desde un comienzo. No podía creer que toda mi vida había estado planificada, que Dumbledore se aprovechara de mis deseos de servir a los demás, en beneficio de un plan mayor. Por supuesto que estaba molesto por ser utilizado, pero también me sentía halagado de que un mago como Dumbledore, haya puesto alguna de sus esperanzas sobre mí. Era un mar de contradicciones, sin embargo, las convicciones las superan por montones. —¿Y Fernando? ¿qué piensa al respecto? —Aún no le he dicho nada. Su hermana resultó herida en la batalla, así que esperaré hasta mañana. —Comprendo —ordené los papeles sobre su escritorio—. ¿Necesita algo más? —No te vayas a casa, duerme en la enfermería por hoy. Y en la mañana, ven a verme con Fernando. —Bien, eso haré. —Descansa. Y gracias. —Entonces, ¡Hasta mañana, Profesor! —¡Hasta mañana, Sam! Después de esa conversación, no volví a la enfermería. Necesitaba pensar en lo que se vendría y en las implicancias que aquello conlleva, así que me quedé deambulando por el castillo que se volvería mi hogar otra vez. Mis padres se encontraban de viaje, así que no tenía modo de avisarles que dejaría la casa abandonada por unos meses. Tendría que buscar a alguien para que fuera a ordenar de vez en cuando, y encontrar una manera de contactarlos. Ellos ya sabían que pertenecía a la Orden, ya que ellos habían sido reclutados antes que yo, así que no era un problema seguir las órdenes de Dumbledore. Sin embargo, ahora que se encontraban fuera del país, no era conveniente que supieran información clasificada. Voy a tener que inventar una buena excusa. Ahora, ¿cómo se lo voy a decir a Viola? Ella era quien realmente me preocupaba. Habíamos tenido un avance considerable, cuando hablamos en la Casa de los Gritos, pero eso no significaba que me haya perdonado. Además, seguía sin saber lo que hice mal. Me fui a dar un paseo al lago, esperando esta sea la oportunidad de enmendar las cosas que tanto había anhelado. 05:23 AM Un grito ahogado se escapó de mis labios, cuando desperté en la enfermería. No sabía cómo había llegado hasta allí, pero me tranquilizó saber que todo había terminado. A mi lado, se encontraban James y Lily, quienes estaban vendados por todos lados y lucían realmente agotados. Supuse que ellos me habían traído a Hogwarts, lo que tuvo que suponer un esfuerzo considerable teniendo en cuenta su estado. Debería darles algo como agradecimiento más tarde. Intenté acomodarme en la camilla, sin embargo, el dolor era tan fuerte que fui incapaz de moverme. Podría haberle pedido ayuda a James, quien estaba despierto a diferencia de Lily, pero él mantenía su rostro fijo hacia el suelo, evitando mi mirada. El recuerdo de lo sucedido provocó que el dolor se duplicase. Los analgésicos debían de estar abandonando mi cuerpo, por lo que Pomfrey tendría que venir a darme más pronto. A pesar de lo que cualquiera pensaría, me molestaba más que James me evitase, que el hecho de que me haya lastimado como lo hizo. Después de todo, él no había tenido más opción que obedecer, ya que estaba bajo la influencia de un maleficio imperdonable. Sería injusto de mi parte culparle por algo que no podía controlar. De todas formas, entendía su reacción, la culpa debía de estar matándolo por dentro. Si yo estuviese en su lugar, la Torre de Astronomía habría sido una opción demasiado atractiva. —¡James! Oye, ¡James! Lily respondió estando dormida. —¿Eh? —¡James! ¡James! ¡Maldita sea, James! Aún con la mirada ausente, James articuló una única palabra. —¡Perdón! —Podrías reaccionar un poco, por favor. —¡Perdón! —Por si no lo ves, sigo aquí. —¡Perdón! —Quita tu cara de funeral, y habla como corresponde con tu mejor amigo. Él estaba al borde de las lágrimas. —¡Perdón! Yo no tengo nada que perdonarte, no vuelvas a repetir esa palabra. —Hice algo terrible, y lo sabes. Necesito que me perdones, necesito tu perdón. —Te voy a golpear si lo dices una vez más. Entiende, James, tú no tenías opción. —Pero yo... —Además, si tenía que morir, hubiera preferido que fueras tú quien me... —¿Cómo dices eso? —Es verdad. Sería horrible morir en manos de Bellatrix. —Eres un completo idiota, ¿lo sabías? —su semblante cambió—. Te tomas demasiado literal el moriría por ti. —Bueno, ya sabes, nosotros tres moriríamos por el otro. Una parte de mí, agradeció que James no me preguntara por qué no había incluido a Kath. No es que dudara de su lealtad o su sentido de la amistad, es solo que no quería que ella tuviera que tomar esa decisión. Nunca, jamás. Al ver su expresión al mirar a Lily, quien dormía en la silla hecha un ovillo, era evidente que estábamos pensando en lo mismo. Ella ya había demostrado que podía soportar cualquier cosa por nosotros, pero eso no quería decir que estuviésemos de acuerdo con que lo hiciera. Sin embargo, ¿quién éramos nosotros para detenerla? Ella, al igual que Kath, habían elegido este camino, siendo conscientes de las consecuencias. Y nosotros no teníamos más opción que respetar su decisión. Quizás, todo habría sido distinto, si aquel día en que decidí ser Auror, hubiésemos escapado con James para hacerle frente al destino solo nosotros dos. —Por cierto, ¿cómo están los demás? —Comparado a otras ocasiones, estamos en óptimas condiciones. —¿Y Kath? ¿no ha venido a verme? —La verdad es que ella no pudo. —¿Por qué? ¿Está muy mal? —Bueno, Pomfrey y ella se pelearon porque se rompió el brazo otra vez. La terminó sedando. —Vaya —se río—. Se lo pudo recomponer, ¿verdad? —Lo hizo. Pero también le advirtió que no sabía si se lo podría arreglar otra vez. —Cambiando de tema, ¿qué les dijo Dumbledore a los demás estudiantes? —La verdad, no tenía otra alternativa. Todos los estudiantes saben que fueron mortifagos los que nos atacaron en el pueblo. —¿Y sobre nosotros? ¿Tuvo que decir algo? ¿Tiene que dar algún tipo de declaración? —Nos defendió diciendo que cumplíamos con nuestro deber de proteger a los demás por ser los mayores, nada más. —¿Y el Ministerio le creerá? —Lo dudo. Aun así, nos asignó a todos puntos para la Copa de la Casa como recompensa. —Ya, para ser más creíble. —¿De qué están hablando? —preguntó Lily, que acaba de despertar. —¡Hola Lily! ¡Hola Sirius! ¿Cómo estás? Yo bien, ¿y tú? Acabo de despertar, pero eso parece no importarte. —¿Por qué tienes que ser tan dramático? No pregunté porque es obvio que estás mejor. —Gracias por aclararlo, por un momento pensé que ya no te importaba. —¡No le hables así, Sirius! Si no fuese por ella, yo... —Lo sé. Y le estoy muy agradecido. Solo quería molestarla. —Siempre eres una molestia —declaró Lily—. No te preocupes. Luego de eso, llamamos a Pomfrey para que pudiera revisarlo. Mientras lo atendía, con Lily nos escapamos a las cocinas para conseguir algo de comida. Habíamos logrado sobrevivir una vez más, así que nos merecíamos comer algo dulce con los demás.

*** 

El destello del sol me encandiló los ojos cuando crucé las puertas del castillo. Había regresado a Hogwarts justo para el amanecer. Intenté volver antes, porque quería ver el estado de los muchachos, pero no pude hacerlo. Tenía órdenes, al igual que los demás, de eliminar cualquier rastro que pudiera conducir a los Aurores hacia nosotros. Me escabullí por el castillo sin ser visto, ya que me encontraba convertido en Animago. Nadie sospecharía de ver una rata en un edificio viejo como Hogwarts, por lo que no debía de tener demasiado cuidado al hacerlo. Una vez en mi habitación, pude transformarme tranquilo, ya que estaba vacío. Mis amigos debían de encontrarse en la enfermería todavía. Una punzada atravesó mi corazón. ¡Traidor! ¿Cómo podía estar alegre de saber que estaban en la enfermería? Revise mis heridas. Eran pequeñas y no estaban en lugares visibles, así que podía ocultarlas de los demás. Pero ellos... Bellatrix se aseguró de hacernos saber a todos lo que le habían hecho a Sirius y a James. Ambos deben estar destrozados. Me cambié de ropa a toda velocidad, debía hacerle una visita y fingir que no sabía nada al respecto. ¡Traidor! Sí, yo era una persona realmente despreciable. Me convertí en mortifago solo por mi complejo de inferioridad. En cuanto me enteré de la muerte de los padres de James, debí haber renunciado. No fui capaz. Lo volví a intentar cuando los muchachos me invitaron a unirme a la Orden del Fénix con ello, pero tampoco pude. Tenía miedo de que me mataran si llegaba a hacerlo. ¡Traidor, muere! Sí, no había más opción para mí. Morir en manos amigas o enemigas, sin saber cuál es cuál, pero ya nada de eso importa. Después de todo, solo me quedaba esperar por la muerte, porque la otra alternativa consistía en entregarme y vivir el resto de mi vida en Azkaban. Y eso sí que no lo soportaría. Sí, era preferible seguir siendo un traidor. Mi mente seguía dudando, era innegable, pero podía convencerme al pensar en las posibles consecuencias. Podía ganar o podía morir, sin embargo, pagar por mis actos no estaba dentro de mis planes. De repente, la puerta se abrió trayéndome al presente. Remus había entrado a la habitación, luciendo como si no hubiera dormido nada. —Remus, ¿cómo estás? —Bien. Él se dirigió al baúl de Sirius, buscando algo entre sus ropas. —¿Y los demás? —Están bien. Todos cansados, pero bien. —¡Que alivio! —¿Por qué no fuiste a vernos anoche, Peter? —Dijeron que había mucha gente en la enfermería, que era recomendable no ir a estorbar. —Sí, estaba repleta. Muchas personas del pueblo resultaron heridas, me da pena por los niños... —¿Los niños? —Sí, esas bestias atacan incluso a los niños. Ellos estaban tan asustados que Pomfrey todavía los tiene sedados. —¡Por Merlín, no sé ni qué decir! —Te entiendo. No hay palabras para algo así. Siguió revolviendo el baúl de Sirius en busca de algo. —¿Qué estás buscando? —Una polera ancha. Tiene la espalda destrozada, así que necesito una polera que no le presione las gasas y las vendas que le pusieron. —¿Alguien más sufrió alguna lesión considerable? —No, solo Sirius. Ah, y Amanda, a ella también le lastimaron la espalda. —¿Qué hay de James? No me has dicho nada sobre él. —Bueno, él está bien. Solo.... Él... Por favor, no lo juzgues... —Remus, ¿qué pasa? —James fue quien lastimó a Sirius —fingí sorpresa—. Estaba bajo una maldición imperdonable. —¡No puede ser! James debe estar devastado. —Así es —su rostro reflejaba preocupación—. Debemos apoyarlo para que lo pueda superar. —Comprendo. Por cierto, ¿saben quién es el mortifago que lo hechizó? —Fue Rodolphus. Esa era información valiosa, que debía ser reportada de inmediato. Si ellos sabían su identidad, era lógico pensar que comenzaría a ser vigilado a partir de ahora. Sin que me lo pidiera, acompañé a Remus a la enfermería para ver a los demás. Sí, era un traidor, pero parte de mí seguía pensando en ellos como los amigos que alguna vez fuimos. Entonces, por un momento, me plantee decir la verdad. Mientras ellos me contaban lo sucedido, lo único que pude pensar fue que nunca me iban a poder perdonar.
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