ID de la obra: 1301

A la Sombra del Miedo

Gen
R
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1
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planificada Mini, escritos 24 páginas, 11.643 palabras, 8 capítulos
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Capítulo 6 El lenguaje de siempre

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El trayecto hacia la casa de la cuidadora transcurría en un silencio cargado de tensión. Penélope miraba por la ventana del auto, su mente atrapada en un torbellino de pensamientos. No podía dejar de pensar en él. En cada momento que habían compartido. En las veces que discutieron, en sus silencios llenos de significado. Pero, sobre todo, en la pregunta que la atormentaba desde que supo de su desaparición: ¿Estaba vivo? ¿Volvería a verlo? ¿Llegarían a hablar de lo que sentían el uno por el otro? Un suspiro tembloroso escapó de sus labios. —Tranquila, lo encontraremos —dijo Rossi de pronto, rompiendo el silencio. Luego, con un gesto reconfortante, posó su mano sobre la de Penélope—. Pero sé que eso no es lo único que te tiene así de callada. Penélope cerró los ojos un instante, buscando las palabras adecuadas. —A ti no puedo mentirte —murmuró finalmente—. Desde que supe lo que realmente siente por mí… no he dejado de pensar en él. Pero más que eso, no he dejado de pensar en lo que yo siento. Su voz se quebró. —Cuando la ira pasó… sentí un vacío enorme, como si algo dentro de mí se hubiera apagado. Pero, al mismo tiempo… sentí una alegría tan grande que mi corazón apenas pudo contenerla. Una lágrima rodó por su mejilla. Rossi la observó con ternura y, con un suave gesto, limpió la lágrima con el dorso de su dedo. —Cuando regrese, podrán aclarar todo —susurró—. Lo importante es que esté bien. El auto se detuvo frente a la casa de la cuidadora. Penélope bajó de inmediato y tocó la puerta con cierta impaciencia. Segundos después, la puerta se abrió, revelando a una mujer de mediana edad con una expresión de sorpresa y preocupación. —Señorita Penélope… qué sorpresa. ¿Luke está bien? —preguntó con angustia. Penélope tragó saliva y sacudió la cabeza. —No estoy segura. Pero… quería saber cómo está Roxy. Y también quería pedirte permiso para revisar sus cosas. La mujer asintió de inmediato. —Roxy está muy bien —aseguró—. Y claro, revisa lo que necesites. Aunque… creo que lo que estás buscando está aquí. Se dirigió a una habitación y Penélope la siguió con el corazón latiéndole con fuerza. La cuidadora abrió el armario, sacó una caja y se la entregó. —Te dejaré sola —dijo antes de salir de la habitación. Penélope respiró hondo y abrió la caja con manos temblorosas. Sus ojos recorrieron rápidamente el contenido. Y entonces lo entendió. Luke necesitaba ayuda. Se le secó la boca. Su estómago se encogió en un nudo de angustia. Cerró la caja con rapidez y salió de la habitación con pasos firmes. —Rossi… tenemos que regresar a la oficina. Ahora mismo —anunció con la voz tensa y una mirada llena de urgencia. No había tiempo que perder. Se despidieron apresuradamente de la cuidadora, subieron al auto y arrancaron a toda velocidad. Cuando finalmente llegaron, Penélope entró a la oficina con el rostro pálido y la caja apretada contra su pecho. Penélope había colocado la caja sobre la mesa nada más llegar, y ahora, junto con su equipo, revisaban cada documento, imagen y archivo en busca de respuestas. La sala de reuniones estaba en completo silencio. Solo el zumbido del proyector y el clic del mouse rompían la tensión mientras la información contenida en la memoria USB se desplegaba en la pantalla. —Aquí está —dijo JJ, con los ojos fijos en la pantalla—. Hay una carpeta con dos nombres en clave: Sombra y Guardian. El estómago de Penélope se encogió al reconocer de inmediato cuál pertenecía a Luke. —Luke es Guardian —murmuró Rossi, leyendo el alias en voz alta. —Lo que significa que Sombra es Jhon Morretti el sospechoso—completó Tara con gravedad. Penélope hizo doble clic en la carpeta de Sombra y una serie de documentos apareció en la pantalla. Informes detallados, fotografías de operaciones militares, recortes de periódicos y hasta un antiguo informe de la milicia con los nombres de Luke, Phill y el sospechoso —Fueron compañeros en la milicia… —dijo Prentiss, pasando la vista por el informe—. Sirvieron juntos en operaciones encubiertas hace una década. Penélope frunció el ceño. —Pero ¿por qué apareció hasta ahora? ¿Qué quiere con Luke? —Aquí hay algo —interrumpió JJ, abriendo un documento con varias imágenes adjuntas—. Es un informe sobre una operación fallida. Todos se inclinaron hacia la pantalla. La imagen mostraba a un grupo de soldados en lo que parecía un campo de batalla. Algunos rostros estaban pixelados, pero se podía reconocer a Luke. —Según esto… Sombra y su escuadrón tenían una misión: infiltrar un grupo insurgente y desmantelar una red de tráfico de armas —explicó JJ, leyendo en voz alta—. Pero algo salió mal. Pasó a la siguiente página, donde se detallaban las bajas. —Todo el escuadrón murió… excepto Luke y Sombra. Un silencio pesado cayó sobre la sala. —Luke lo traicionó… —susurró Rossi. JJ negó con la cabeza. —No. Aquí dice que Sombra desobedeció órdenes. Tomó una decisión que puso en peligro a su equipo y causó la masacre. Luke era quien estaba a cargo de la operación, por lo cual fue el quien lo entregó. Penélope tragó saliva. —¿Y qué pasó después? JJ desplazó la pantalla hasta la última página del informe. —Fue encarcelado por traición y perdió a su familia. Salió en libertad hace tres años. —Y desde entonces ha estado buscándolo —susurró Tara —Hay registros de ex militares y agentes que trabajaron en esas operaciones que han aparecido muertos alrededor de todo el país, después de desaparecer misteriosamente—comento Emily —Definitivamente es ex militar las escenas del crimen están bien organizadas, no dejo ninguna pista de quien es o su motivación, pero también hay mucha ira, los tortura hasta la muerte. El aire en la sala se volvió sofocante. —Esto es un ajuste de cuentas —dijo Rossi en voz baja—. Sombra quiere que Luke pague por lo que hizo. Penélope cerró los ojos un instante. Ahora todo tenía sentido. La desaparición de Luke no fue por voluntad propia. Él sabía que esto podría pasar. —Nos lleva varios días de ventaja, pero Luke es fuerte, confió en que logre soportar y siga vivo—dijo JJ Prentiss respiró hondo y miró a su equipo con determinación. —No vamos a dejar que esto termine como Sombra quiere. Encontraremos a Luke antes de que sea demasiado tarde. Las miradas se cruzaron, y sin necesidad de más palabras, todos comenzaron a trabajar. El tiempo corría en su contra. La computadora emitió un sonido agudo, captando de inmediato la atención de todos en la sala. —Por fin lo encontré —dijo Penélope con un tono de triunfo—. Después de rastrear su rostro en las cámaras de seguridad de toda la ciudad, logré localizar su última ubicación. Luke estuvo en una terminal de autobuses. Busque las ventas de boletos a la hora que él estuvo ahí, así como la lista de pasajeros con los distintos alias que conocemos de Luke. —¿Cómo no pensamos en esto antes? —intervino Tara, golpeando la mesa con el puño—. Era obvio que usaría autobuses en lugar de vuelos para evitar el control de pasaportes. Dinos, ¿dónde está? —Tomó un autobús con destino a Texas —confirmó Penélope—. Ya revisé las cámaras de la terminal donde llegó. Se ve claramente que tomó un taxi al salir. Antes que lo pregunten Extraje la matrícula de las imágenes y busqué al dueño. Ya tengo el nombre del propietario y el conductor de esa noche —dijo mientras escribía en un papel y entregándoselo a Rossi—. Toda la información está aquí. Rossi tomó el documento y salió de inmediato de la oficina para hacer la llamada. Mientras tanto, las chicas revisaban la demás información. —Voy a rastrear los alias conocidos de Jhon Morretti —anunció Penélope—. Si ha usado alguna tarjeta de crédito, pasaporte, transporte público o ha comprado algo recientemente, lo encontraré. También estoy verificando si tiene propiedades registradas a su nombre. —Céntrate en el alias de Peter —indicó JJ—. Es el que usa cuando quiere pasar desapercibido. —Lo tengo. Está en Texas. En los últimos meses ha comprado varias armas y recientemente alquiló una camioneta todoterreno negra con matrícula de California. También encontré tres propiedades a su nombre cerca de Laredo, Texas —continuó —. Una casa y dos almacenes en las afueras de la ciudad. Uno es un depósito de autopartes y el otro de materiales de construcción. Antes de que pudieran seguir procesando la información, Rossi irrumpió en la sala con el teléfono aún en la mano. —El taxista me lo confirmó —dijo sin rodeos—. Llevó a Luke a un almacén de autopartes en las afueras de Laredo. El grupo intercambió miradas. —No hay tiempo que perder —dijo Prentiss, poniéndose de pie—. Salimos en diez minutos. —Yo también voy —afirmó Penélope, con los ojos encendidos de determinación. Nadie discutió. Sabían que no podían perder ni un segundo más.
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