Capítulo 9 - Escándalo impactante
16 de octubre de 2025, 21:14
Notas:
La actitud de Carlotta empeora cada vez más y tu solo puedes desahogarte con el Ángel de la Música. El día de la actuación oficial ocurren sucesos inesperados...
El director no está dispuesto a darte el papel protagonista así por las buenas, pero un temor palpable brilla en sus ojos cada vez que mira hacia las sombras. Teme que el Fantasma decida vengarse.
Sin embargo, tú piensas que, si siempre cedeis a sus peticiones, el Fantasma se sentirá más poderoso y será cada vez más difícil de controlar, por eso, con el corazón latiendo fuerte pero la voz firme, que rechazas el papel principal. Crees que así evitarás implicar al gerente y al resto de personas de la ópera, es tu manera de protegerlos.
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Se te ha hecho tarde. Las voces impacientes de los trabajadores resuenan al otro lado de la puerta, apurándote. Te cambias a toda prisa, pero al salir, algo se engancha en el armario sin que te des cuenta.
Al volver para colgar bien el vestido, un jirón de tela rasgada te detiene en seco. El dobladillo está completamente roto. ¿Cómo es posible? ¿Se habrá enganchado con algo afilado?
Un alivio frío te recorre. Menos mal que lo descubriste ahora. Si lo ves minutos antes de salir a escena… no habrías tenido tiempo de arreglarlo.
Meg es la encargada de arreglar y guardar tus vestidos y es imposible que estuviera así cuando el sastre te lo dio.
¿Es posible que alguien lo haya roto apropósito?
Cuando te acuerdas del esfuerzo que ha hecho Meg para arreglarte el vestido, notas que la rabia se apodera de ti.
¡Tienes que averiguar qué es lo que ha pasado!
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Irrumpes en el pasillo donde varios compañeros conversan.
"¿Ha entrado alguien en mi camerino?"
"____,¿qué te pasa?" Pregunta uno, frunciendo el ceño. "¿Qué ocurre?"
"Alguien me ha roto un vestido mientras yo no estaba."
"¿Cómo?" Otro se acerca. "¿Estás segura? ¿No lo habrás roto tú sin querer?"
Un tercero palidece visiblemente. "¡¿Y si ... ha sido el Fantasma?!"
"No lo sé," respondes, conteniendo la oleada de pánico que la palabra desata. "Por eso vengo a preguntaros si sabéis qué ha pasado. De haber sido un intento de humillación del Fantasma, no me habría roto solo un vestido."
"Pensad un poco," interviene Meg, que se acerca con paso rápido. "¿Habéis visto a alguien entrar en el camerino de ___?"
Un empleado más joven mira al suelo, nervioso. "Ahora que lo dices, me parece haber visto a Carlotta en esa dirección anoche..."
"¿Carlotta?" repites, sintiendo cómo un nudo de ira se forma en tu estómago.
"Pero no estoy seguro," se apresura a añadir. "No la vi entrar en tu camerino, es que tenía prisa por volver a casa y no me fijé."
"____, ¿y si vamos juntas a preguntarle?" Meg te agarra del brazo con determinación. "Ha venido a participar en el ensayo."
Casi al instante, os topáis con ella en un cruce de pasillos.
"Pero bueno," su voz es un filo de hielo. "¿Y vuestra educación? ¿No sabéis pedir perdón al chocaros con la gente?"
"Carlotta, voy a tener que robarte un poco de tiempo."
"¿Tú?" Te mira de arriba abajo con desdén. "¿Y eso por qué? Mi tiempo es demasiado valioso, no puedo malgastarlo en gente como tú."
Alza su barbilla para insinuaros que tenéis que quitaros de su camino, pero vosotras no la dejáis pasar. Tienes que contenerte para no caer en sus provocaciones y poder centrarte en el motivo por el que la estabais buscando.
"¿Entraste anoche en mi camerino?"
"¿Para que iba a ir yo a tu camerino?" responde con una risa cortante. "Está demasiado lejos, no me atrae nada."
"Eso significa que al menos sabes dónde está, ¿no es así?"
Ella se queda paralizada un instante. Carraspea y levanta aún más la barbilla.
"Los camerinos de los actores del montón están en la primera planta, ¿no es así? Es obvio que el tuyo esta también ahí."
"Vamos al grano," avanzas un paso, tu paciedad se agota. "Y espero que me respondas con sinceridad. Anoche te vieron cuando ibas a mi camerino y hoy me he dado cuenta de que alguien me ha roto un vestido. ¿Has sido tú o no?"
Al oír la acusación, su sonrisa se transforma en una mueca de desprecio.
"¿Quién me vio? ¡Dile a quien sea que venga a decírmelo a la cara! Si te han roto la ropa, quizás deberías reflexionar por qué motivo te odia tanta gente. No solo engatusas a los nobles con tus relaciones amorosas," escupé las palabras, "¡encima te aprovechas de los hombres para robarme mi papel de protagonista! Quizás incluso escribiste tú misma la carta del Fantasma. Con tantas triquiñuelas como las tuyas, ¿quién te da derecho a criticar a los demás?"
"No voy a consentir que metas a Raoul en todo esto." Exclamas, sintiendo el calor subirte al rostro. "¡Estoy compitiendo contigo de una manera justa!"
"¡Nadie se creería tus mentiras! Con tus sucios trucos no vas a conseguir arrebatarme mi posición. Pienso contarles a todos tus artimañas. ¡Todo París va a despreciarte!"
"No tienes ninguna prueba contra mí, Carlotta. Vas a pagar por intentar destruir la dignidad de otra persona."
"¿Pruebas?" replica con una sonrisa venenosa. "Tú tampoco tienes pruebas de que haya sido yo quien te ha roto el vestido. No pienso seguir discutiendo contigo. ¡No todas tenemos tanto tiempo libre!"
Carlotta da media vuelta y se marcha furiosa. No puedes detenerla, pero estás convencida de que, algún día, se sabrá la verdad.
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Durante el ensayo, Carlotta está irascible. Se queja de todo, dice que su mal humor es "culpa de alguien". Se va muy temprano y, como los tiene a todos acostumbrados, nadie dice nada.
Como el ensayo no puede continuar sin la protagonista, acaba siendo cancelado. Tú vuelves a tu camerino mientras la rabia y la tristeza libran una batalla dentro de ti.
"¿Por qué las cosas se complican cada vez más? Si he venido aquí es para perseguir mis sueños..."
"____, no es culpa tuya," una voz susurra desde la nada, tan familiar que hace que las lágrimas prisioneras en tus ojos amenacen con caer. "A veces, es normal encontrarse con gente con malas intenciones, es imposible predecirlo."
"¡Ángel de la Música, estás aquí!" exclamas, aliviada de oír su voz. "¿Vienes a consolarme?"
"Creo que necesitas compañía y yo te prometí que siempre estaría a tu lado cuando me necesitaras."
Hasta ahora, habías logrado contener el torrente emocional. Pero al escuchar su voz, la presa se rompe. Las lágrimas caen libremente por tus mejillas.
"¿Por qué todos malinterpretan mis actos?" lloriqueas, enterrando el rostro en tus manos. "Jamás me he planteado hacer trampas. ¡Ni quiero utilizar la posición de Raoul ni quiero tener nada que ver con el Fantasma!"
"La gente solo sabe juzgar a los demás en base a la 'verdad' que ellos creen correcta." Responde su voz, teñida de una profunda tristeza que te toma por sorpresa. "No se preocupan por conocer lo que realmente es cierto, ni les importa la vida de otros. Es completamente inútil intentar que cambien de opinión."
Sus palabras te conmueven, él entiende a la perfección lo que sientes cuando los demás piensan de ti cosas que no son.
No quieres volver a tener que contener tus sentimientos. Ahora mismo, el camerino te pertenece solo a ti.
Con tu Ángel de la Música acompañándote en silencio, dejas que el llanto te consuma por completo.
"____, sé que llevas mucho tiempo aguantando." dice él tras un largo silencio. "Ojalá pudiera cargar con tu tristeza. Pero jamás podré ser como Raoul, no puedo acompañarte de verdad. ¿Te entristece eso?"
"No, Ángel de la Música." respondes de inmediato, secándote las lágrimas con el dorso de la mano. "No pienses eso. Sé que siempre estás protegiéndome. ¿Cómo iba a culparte por eso? Eres la lámpara más brillante que se enciende cuando más sola me siento. Siempre te estaré agradecida por el mero hecho de existir."
"____," su voz suena extrañamente vulnerable, "no sabes cuánto me gustaría ser siempre tan perfecto como tú me imaginas..."
"Ángel de la Música... suenas un poco triste. ¿Acaso te ha influido mi estado de ánimo? Lo siento, estoy siendo muy egoísta..."
"____," insiste, con una urgencia que te desconcierta, "si algún día descubres que no soy tan bueno como imaginas, ¿me odiarías?"
"¿Por qué me preguntas eso de repente?" Respondes, confundida pero firme. "¡Por supuesto que no te odiaría! Nadie es perfecto. Además, tú nunca me has abandonado ni me has culpado por mis defectos. De hecho, nunca te cansas de enseñarme y acompañarme. Cada vez que cantas conmigo, siento que mi alma vibra. Una vez me dijiste que la música refleja la verdadera cara de las personas. Siempre confiaré en ti."
"____, no me vas a abandonar nunca, ¿verdad?"
"Por supuesto, tienes mi palabra."
"Sé que confías plenamente en mí. Puedes estar tranquila, te ayudaré a cumplir tus sueños. No pensemos más en nada que pueda distraernos. Hoy te voy a enseñar a interpretar el aria de la prima donna."
"¿Prima donna? Pero...yo..."
"Confía en ti, ___. Pronto tendrás la oportunidad, tienes que comenzar a practicar con antelación."
Practicas con tenacidad una aria que no te pertenece junto al Ángel de la Música. Te preguntas si solo te dice esto para consolarte...
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Pasados unos días, por fin llega el momento del estreno de la obra tan esperada. El teatro está abarrotado; las entradas se agotaron hace semanas. Todos los espectadores están deseando ver la actuación de Carlotta.
"El director ha introducido ciertos cambios a propósito, ¡estoy segura de que nos va a salir incluso mejor que antes!" Declara el director de la ópera con orgullo.
"El decorado y la utilería están ya totalmente preparados, no puede haber ningún problema." Le informa un empleado.
"Perfecto. Somos de las mejores óperas del mundo, tenemos que ser cautelosos en cada paso que demos."
Debería ser una actuación maravillosa, todo el mundo espera que llegue a convertirse en una leyenda.
Nadie podría imaginar el desastre que se avecina...
Carlotta aparece en el escenario, radiante. Abre la boca para entonar las primeras notas…
"Los pétalos del amor dependen de las caricias del viento veraniego. Resultarán en una hermosa flor la próxima vez que nos veamos... ¡Croac!
En nuestro próximo encuentro... ¡Croac!"
En lugar de su voz cristalina, un sonido gutural, áspero y completamente grotesco sale de su garganta.
"¡Dios mío!" susurra alguien entre el público. "¡¿Has oído eso?!"
"¿Qué ha sido? No ha sido nuestra imaginación, ¿no?" Contesta otro.
"Tan solo ansío que llegue el momento del dulce descanso...¡Croac!"
El público se queda en silencio, paralizado por la incredulidad.
"¿¡Qué le pasa a Carlotta?! ¡¿Por qué está croando como si fuera una rana?! ¡Dios mío! ¡Esta es una actuación oficial!" El director grita histérico sin entender como es posible que algo así esté sucediendo.
Cada vez que Carlotta abre la boca para cantar, no puede evitar croar como una rana. El sonido está tan alto que el eco retumba por toda la sala.
Ella permanece en el escenario con una expresión desencajada. Es obvio que está muerta de miedo.
"¡Dios mío, debe estar poseída!" El director vuelve a gritar, con el rostro desencajado por el pánico.
Como es obvio, Carlotta es la que peor lo está pasando. Quizás esté intentando pedir ayuda, pero cada vez que abre la boca tan solo es capaz de croar.
"¿A qué estáis esperando? ¡Sacadla de ahí!" Ordena el director, histérico. "¡Dios mío, qué vergüenza! ¡Esta es definitivamente la broma más pesada que me han hecho en mi carrera profesional!"
Carlotta cierra la boca con miedo mientras un frío sudor recorre su cuerpo. Agita varias veces su cuerpo con impotencia en medio del escenario.
En voz baja, comienza a oírse entre el público el comentario de que está poseída. Los trabajadores de la ópera se apresuran a bajar el telón, pero ya es demasiado tarde...
Carlotta intenta hablar, suplicar, pero solo sale otro "¡CROAC!" ensordecedor. Finalmente, sus ojos se vuelven hacia arriba y se desploma inconsciente en el escenario.
El telón cae de golpe, poniendo fin a la farsa más grotesca que la Ópera de París haya presenciado jamás. El silencio que deja atrás es más aterrador que cualquier aplauso.