Capítulo 10 - La recompensa del demonio
16 de octubre de 2025, 21:16
Notas:
El fantasma reaparece y, bajo presión, tú decides acercarte a la tumba de tu padre en busca de consuelo. Raoul te pide acompañarte y el Ángel de la Música hace una promesa.
El escándalo de Carlotta se propaga como la pólvora. La ópera se ve obligada a cerrar sus puertas durante varios días para contener el caos y tratar de encontrar una explicación. Pero tras una investigación exhaustiva, no se llega a ninguna conclusión.
La ópera no puede seguir conteniendo al público de puertas a fuera y, el día de la reapertura, el director se te acerca con una sorprendente noticia.
"¿Qué?" parpadeas, sin poder creer lo que estás escuchando. "¿Quieres que yo sea la prima donna de 'Fausto'?"
"Carlotta... lleva en trance desde su último sobresalto," explica, ajustándose nervioso el cuello de la camisa. "Además, se ha caído y se ha roto una pierna. No va a poder participar en ninguna obra y tú eres la única que puede sustituirla."
"Esto..." titubeas, sintiendo el peso de la responsabilidad cayendo sobre tus hombros.
"Las obras de teatro ya anunciadas tienen que estrenarse en la fecha planificada, no podemos posponerlas," insiste, con una mirada casi suplicante. "____, me imagino que tú tampoco quieres que el público deje de confiar en la ópera, ¿no?"
"Lo ... lo sé. Director, me voy a esforzar todo lo que pueda."
"Eso es, ____, tenemos todos muchas ganas de ver tu actuación."
Cuando se marcha, caminas lentamente hacia el tocador y te dejas caer en la silla. En el espejo, tu reflejo te devuelve una imagen de preocupación y duda.
Lo sucedido te parece muy extraño. Carlotta es una máquina cantando, nunca ha cometido ningún tipo de error, su ejecución es perfecta en cada sílaba. Ni mucho menos ha hecho nunca sonidos tan raros en el escenario.
¿Será que el Fantasma está tramando algo? ¿Está en contra de Carlotta o contra cualquiera que sea la prima donna de la ópera?
Si hubieras sido tú la que hizo el ridículo delante del público, te habrías hundido igual que Carlotta. Pero, para tí, el suceso se ha convertido en una oportunidad única... Una mezcla de culpa y emoción te revuelve el estómago.
A pesar de tus sentimientos encontrados, te sumerges en los ensayos hasta altas horas de la noche. Cuando por fin recoges tus cosas para marcharte, algo rojo capta tu mirada: una rosa escarlata sobre tu tocador.
Prometes que no te has dado cuenta de nada. Además, ¡no ha venido nadie a tu camerino durante toda la noche!
Ha aparecido justo cuando estabas preparada para irte. La has descubierto al volverte como si hubiera aparecido de la nada.
Eres incapaz de contener el temor que llevabas tiempo acumulando en tu interior y acaba acaba explotando.
"Fantasma", gritas, dirigiéndote a la estancia vacía con la voz temblorosa de rabia e impotencia. "¡¿Has sido otra vez tú?! ¡¿Cuándo vas a dejar de burlarte de mí?!"
Te armas de valor para asomarte a la ventana y gritar de nuevo, y en ese mismo instante, un sonido extraño surge del patio trasero, que debería estar desierto.
Varias telas parecen flotar y rozarse entre sí en la oscuridad. La penumbra te impide distinguir nada con claridad, paralizándote en el sitio.
"____, no tengas miedo. Jamás te haría daño. Eres la persona que yo he elegido. Debes saber que haría cualquier cosa por ti."
Su voz llega en un susurro bajo, casi un zumbido en tu oído. Tus manos se aferran instintivamente con fuerza al marco de la ventana.
Tratas de buscar en la oscuridad de dónde viene el sonido, pero solo alcanzas a ver el rápido destello de una capa negra desapareciendo entre las sombras.
"¡Fantasma, detente!" gritas, reuniendo todo tu valor. "¡No necesito tu ayuda! ¡Deja ya de cometer atrocidades!"
Tu voz se desvanece en el aire nocturno. Solo te responde un silencio sepulcral que te hiela la sangre. Al retroceder, tu pie pisa algo blando. Es la rosa. La misma rosa que estaba en tu tocador ahora yace aplastada bajo tu suela. El pánico te invade por completo.
"¡Ah!" Un grito ahogado escapa de tus labios antes de que puedas contenerlo. Sales corriendo del camerino sin mirar atrás.
----
"¿____?" una voz familiar te saca de tu ensimismamiento. "¿En qué estás pensando? Pareces absorta en tus pensamientos."
"Raoul", te giras, sorprendida. "¿Qué haces tú en el backstage?"
"La puerta estaba abierta", responde con una sonrisa despreocupada, inclinándose hacia un lado con picardía. "Además, soy el inversor de esta ópera. Puedo entrar sin necesidad de esconderme. Teniendo en cuenta quién soy, me imagino que no pasa nada si vengo a echar un vistazo, ¿no?"
"Claro... mira todo lo que quieras" murmuras, incapaz de disimular tu agotamiento.
Tu tono lo alerta. Se acerca rápidamente y se pone en cuclillas frente a ti, su expresión ahora seria.
"Está bien. La verdad es que oí hablar de lo que le pasó a Carlotta y, como estaba preocupado por ti, me apresuré a venir. También me he enterado de que te has convertido en la nueva prima donna. Sin embargo, no pareces muy contenta, ¿es que ha vuelto a sucederte algo extraño?"
Su mirada es tan sincera que por un momento consideras contarle todo. ¿Deberías hablarle del Fantasma? ¿De la rosa? ¿De la voz?
"Sabes que puedes confiar plenamente en mí, ____. ¿Es que ha vuelto a aparecer el Fantasma para hacer algo malo? ¿Te ha asustado?"
"No... Es que últimamente han pasado demasiadas cosas en la ópera", respondes, desviando la mirada. "Creo que solo estoy cansada. Raoul, dices que te apresuraste a venir. ¿Qué estabas haciendo?"
"Estos días he estado visitando a unos cuantos viejos amigos. Pero no he podido conseguir nada de información sobre el Fantasma", confiesa, bajando la voz. "Tiene que haber un motivo para todo lo que ha ocurrido últimamente. El Fantasma está cada vez más fuera de control, así que tenemos que hacernos cargo de la situación."
"Si... bueno, si tienes algún plan, cuéntamelo antes de hacer nada. No vayas a arriesgarte tú solo."
"____..." su expresión se suaviza. "Pero quizás deberíamos dejar de lado todo esto durante un tiempo y organizar una excursión. Creo que tienes que relajarte un poco. Elige tú a dónde quieres ir. Pero que sea un lugar alejado de la ópera y del Fantasma. La naturaleza sabrá cómo curarte el alma. Pero no lo malinterpretes",añade con una sonrisa, "no es que estemos huyendo. Tan solo vamos a recuperar fuerzas y, luego, ¡volveremos a asestarle un golpe mortal al Fantasma!"
Se pone a gritar hacia el bastidor vacío y empieza a moverse como un pirata blandiendo una espada imaginaria. Aunque te preocupa que el Fantasma pueda oíros, eres incapaz de contener la risa al ver los movimientos tan graciosos de Raoul.
"Estimado señor vizconde, eres como un niño pequeño."
"Hermosa prima donna", responde, haciendo una reverencia exagerada, "tan solo tú puedes ver al niño pequeño que llevo dentro."
Raoul conserva la misma sonrisa que recuerdas de cuando eras pequeña. Le agarras la mano y os sentáis sobre una caja de madera.
"Raoul, tienes razón. Echo mucho de menos disfrutar del sol fuera de la ópera. Además, tenía pensado hacer un viaje. Se acerca el aniversario de la muerte de mi padre. Tengo que buscar un hueco para volver a Perros-Guirec."
"¿Has elegido ya a algún acompañante para tu viaje?" pregunta, su voz suave.
"Iba a hacer el viaje sola. No es el tipo de viaje que se suela compartir..."
"____", te interrumpe con suavidad "¿te acuerdas de cuando éramos pequeños y nos poníamos todos alrededor de tu padre al terminar sus actuaciones para pedirle que nos tocara más canciones? Las canciones que nos tocaba eran muy animadas y estaban cargadas de optimismo. El sonido de su violín es el sonido que primero se me viene a la mente cuando recuerdo mi infancia. Por eso... ¿me dejas acompañarte a visitarlo?"
"Por supuesto, Raoul." Respondes, con un nudo en la garganta. "Contigo a mi lado, iré mucho más tranquila."
"¡Qué bien, ___!" exclama, con una alegría tan genuina que te contagia. "Será un honor poder acompañarte. Haré todo lo posible para protegerte."
Sin poder esconder su entusiasmo, Raoul se despide de ti porque quiere ir a casa a prepararse.
----
Ahora que se ha ido, un vacío repentino te envuelve. Regresas a tu camerino para recoger tus cosas, pero cuando estás a punto de marcharte una voz familiar te detiene en seco. La voz del Ángel de la Música. Y esta vez, su tono no es el de siempre. Está teñido de una tristeza profunda que te eriza la piel.
"___, ¿te vas? ¿No vas a seguir practicando?"
"No, no es eso." te apresuras a responder, sintiendo una inexplicable punzada de culpa. "Es que tengo un par de asuntos personales... pero confía en mí, voy a seguir esforzándome."
"Lo sé" responde su voz, que parece venir de todas partes y de ninguna. "Vas a visitar a tu difunto padre... con Raoul."
"¿Lo has oído todo...?" preguntas, sintiendo cómo el aire se espesa a tu alrededor.
"Estoy siempre a tu lado, ___. Lo que pasa es que a veces no puedo hablar."
"Lo sé. Sé que siempre estás acompañándome. Pero hace mucho que no visito a mi padre. Es que, cuando era pequeña, Raoul estaba conmigo en el pueblo de Perros-Guirec..."
"¡____, no sigas!" Su voz estalla con una intensidad brusca, cortante, que te hace dar un salto hacia atrás. Nunca antes te había interrumpido así.
"¿Ángel de la Música?" llamas, con cautela, tu propio corazón latiendo con fuerza.
El Ángel de la Música nunca ha perdido la paciencia contigo. Sin embargo, acaba de interrumpirte de una forma muy brusca solo porque te vas de viaje.
Te has llevado un buen susto, así que tratas de ser cautelosa al llamarlo. Sin embargo, el Ángel de la Música no te responde de inmediato y eso te preocupa mucho.
"Perdón, no quería asustarte. Es solo que me he dado cuenta de que ya no soy la única persona en la que confías. ____, yo solo existo por ti. Si un día dejas de necesitarme, yo..."
El volumen de su voz es cada vez más bajo, como si estuviera enterrado en arena. Sientes un profundo dolor en el corazón y te apresuras a añadir:
"Te lo he dicho ya muchas veces y no voy a cambiar mi actitud" exclamas, desesperada por tranquilizarlo. "¡Siempre te necesitaré!"
"Entonces... ¿Raoul?" susurra, y en esa sola palabra cabe un océano de celos y miedo.
"¿Raoul?" parpadeas, confundida.
No entiendes por qué el Ángel de la Música tan solo te pregunta por Raoul. Es obvio que pasas más tiempo en la ópera con Meg.
"Él... es como tú, también se preocupa mucho por mí. Es un amigo muy importante y también le estoy muy agradecida."
"Pero, ¡no puedo soportar tener que compartir tu corazón con otra persona!" estalla su voz, ahora cargada de una emoción cruda y oscura que te desconcierta. "Cada vez que te veo junto a Raoul se me hace pedazos el corazón... Es un sentimiento oscuro y cruel, soy incapaz de controlarlo. ___, no soy omnipotente. Si te acercas demasiado a él, puede que yo desaparezca para siempre..."
Desde que el Ángel de la Música apareció en tu vida, siempre has pensado que era un ángel de la guarda que te envió tu padre.
Cuando tu padre falleció, incluso se fue convirtiendo poco a poco en el refugio emocional que necesitabas. Jamás te imaginaste que algún día llegaría a abandonarte.
Tú mente solo es capaz de pensar en una cosa en este momento: tienes que conseguir que se quede.
"Ángel de la Música, lo siento" suplicas, acercándote al espejo como si pudieras alcanzarlo. "Nunca había pensado que pudieras tener este tipo de sentimientos. Pero, por favor, tienes que creerme. ¡Para mí eres irremplazable!"
"¿De verdad, ___?"
"¡Por supuesto que sí! Eres mi maestro, mi confidente, mi amigo... ¡Nadie podrá ocupar el hueco que ocupas en mi corazón! Si estoy investigando y persiguiendo al Fantasma es simplemente porque quiero acabar con él para que nunca vuelva a molestarte. Lo único que quiero es que me acompañes para siempre. ¡Aunque tenga que renunciar a todo para ello!"
"____..."
"Ángel de la Música, ¿confías en mí?"
"Por supuesto, ____, jamás podría decirte que no."
"Gracias a Dios que estás dispuesto a confiar en mí."
La voz del Ángel de la Música por fin empieza a transmitir cierta alegría, ya no suena tan triste y deprimida como antes.
"___, no puedo acompañarte a visitar a tu padre, pero me gustaría hacer algo por ti. He decidido que cantaré una canción para ti y para tu padre en el cementerio a medianoche. Quiero tocar una pieza que solo te pertenezca a ti. Recuerda, solo tú puedes estar presente."
"De acuerdo, te lo prometo" susurras, con el corazón aún encogido. "Estaré allí esperándote a medianoche... ¡Gracias, Ángel de la Música!"
Su voz deja de oírse. Te quedas sola en la habitación, la promesa colgando en el aire como una nota final, dulce pero inquietante.