Capítulo 11 - Ataque en el cementerio
2 horas y 38 minutos hace
Al día siguiente, con los primeros rayos de luz, Raoul y tú os acomodáis en el tren rumbo a Perros-Guirec. El traqueteo de las ruedas sobre los raíles te recuerda a los días en los que tu padre y tu vagabais de un sitio para otro, lo cual te hace sentir apesadumbrada.
Por el contrario, Raoul sigue tan aventurero como de costumbre. Se pasa todo el camino mirando el paisaje con su monocular y, además, su entusiasmo es contagioso cuando vuelve a hablarte de las playas doradas del pueblo.
"____, ¡mira que sol tan bonito hace ahora mismo!" exclama, apoyándose en la ventanilla. "Antes de subirnos en el tren, aún estaba escondido tras las nubes, reacio a dejarse ver."
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Cuando entráis en el silencioso cementerio, el sol proyecta sus rayos de luz sobre las escaleras cubiertas por la primera nevada de invierno.
"Una vez, mi padre me dijo que, siempre que estuviera a su lado, el tiempo siempre sería perfecto." Comentas en voz baja, sintiendo un calor familiar en el pecho.
"Parece que tu padre ya sabía que vendrías a visitarle", responde Raoul con una sonrisa comprensiva.
"Sí, seguro que sí."
Avanzáis juntos hasta la lápida. Al depositar el ramo de flores que preparaste con esmero, una de sus frases favoritas resuena en tu mente como si estuviera susurrándotela al oído: "Jamás te quejes de las dificultades de tu entorno, pues tan solo pueden hacerte más fuerte." Cierras los ojos un instante, es como si tuvieras delante la amable cara de tu padre y te estuviera acariciando con sus cálidas manos.
"Papá...", tu voz se quiebra a pesar de tus esfuerzos por mantenerla firme, "he estado muy ocupada últimamente y por eso hacía mucho que no venía a verte. Pero te traigo una buena noticia. Me han nombrado prima donna de la ópera. Dentro de poco, podré cantar en el escenario de la Ópera de París. Me imagino que estarás muy contento por mí, ¿verdad?"
Las lágrimas acuden a tus ojos sin permiso. Ojalá pudieras volver a oír los elogios de tu padre...
Pero sabes que eso es imposible.
"No estés triste, ____. Tu padre siempre estará muy orgulloso de ti. Has cumplido todas sus expectativas."
Raoul está medio agachado a un lado de la lápida. Ves que en la mano tiene un matojo de hierba que acaba de arrancar.
Al levantar la vista, te dedica una sonrisa tan cálida que casi logra disipar tu pena. Se desplaza al otro extremo de la lápida para seguir limpiando todos los hierbajos que se han acumulado a los lados con un cuidado que te conmueve profundamente.
Es increíble lo mucho que su simple presencia te reconforta... Pero entonces recuerdas las angustiadas palabras del Ángel de la Música, y un sentimiento de culpa te hace poner una barrera invisible entre vosotros. Afortunadamente, él no parece notarlo.
"Gracias por acompañarme, Raoul."
"____, no seas tonta", responde, sacudiéndose la tierra de las manos. "Este también es el lugar en el que yo crecí. Estoy seguro de que tu padre también se acuerda de mí. ¡No hay nadie mejor que yo para acompañarte de vuelta a Perros-Guirec!"
Justo cuando abres la boca para responder, un crujido siniestro rompe el silencio. Un matorral detrás de ti se agita violentamente. Al girarte, una sombra oscura se desliza con velocidad entre los árboles.
"¿Quién anda ahí?" preguntas, conteniendo la respiración.
"No tengas miedo", Raoul se interpone inmediatamente frente a ti, con los puños apretados, "escóndete detrás de mí."
"La forma de moverse de esa sombra oscura me resulta muy familiar, ¿es posible que sea... el Fantasma?"
"¿Qué?" su ceño se frunce. "¿Por qué iba el Fantasma a seguirnos hasta Perros-Guirec?"
Raoul se desplaza muy despacio hasta el lugar donde habéis escuchado el ruido y aparta con las manos las ramas que le impiden ver más allá.
"____, aquí no hay nada", declara tras un momento de tensa inspección. "Debe de haber sido un gato salvaje, una ardilla o algún otro animal."
"¿Estás seguro de que ha sido un animal?" insistes, un desasosiego creciente anudándote el estómago. "Tengo un extraño presentimiento..."
"Creo que el Fantasma no se atrevería a seguirnos a plena luz del día", asegura, volviendo a tu lado. "Deberías relajarte, no le des más vueltas. ____, me imagino que mañana también nos quedaremos aquí, ¿verdad? Podemos hacerle una visita a la señora Valery o dar un paseo por la playa. También podemos sentarnos en la playa hasta el atardecer. ¡Estoy convencido de que el sol de mañana será tan bonito como el de hoy!"
Puedes notar en su tono de voz la añoranza que siente por el pueblo y la emoción que le supone estar de vuelta pero...
"Lo siento mucho, Raoul", interrumpes suavemente. "Pero si tengo tiempo, me gustaría ir a rezarle a mi padre a la iglesia. Si te parece un plan aburrido, no hace falta que me acompañes todo el rato."
"No. ¡Por supuesto que he de acompañarte!" protesta, tomándote suavemente de la muñeca. "Si no voy a estar a tu lado, no tiene sentido que haya venido contigo. ____, cuando te vi en la ópera pensé que te estabas presionando mucho a ti misma. Si te pedí que me dejaras venir contigo al pueblo es en parte porque quería protegerte, pero también para poder crear un recuerdo bonito a tu lado..."
El calor de su mano se extiende por tu brazo como una reconfortante corriente. Sus ojos, fijos en los tuyos, reflejan una sinceridad que te estremece.
Justo en ese momento, escuchas unos sonidos difíciles de identificar justo detrás de tí.
"____, ¡cuidado!"
Una ventisca repentina y violenta se desata, azotándoos con ramas afiladas y piedras. El viento aúlla con una voz que recuerda grotescamente a un llanto humano.
Raoul te envuelve con sus brazos, protegiéndote con su cuerpo hasta que la misteriosa ráfaga amaina tan bruscamente como comenzó.
"¿A qué viene esa ráfaga de viento tan repentina en el cementerio? No cabe duda de que es..."
"¡Fantasma!" ruge Raoul, liberándote y enfrentándose a la nada. "¡Eres un cobarde! ¡Solo sabes esconderte en las sombras para asustarnos con tus trucos! Me da igual si eres tú o no. Pero ¡si le haces daño a ____, acabaré contigo!"
Sus gritos de furia resuenan entre las lápidas, devolviendo al cementerio un silencio aún más pesado. Finalmente, se vuelve hacia ti, su expresión llena de preocupación.
"____, no es seguro estar aquí. ¿Y si volvemos al hotel?"
"Vale, vale," aceptas, aún temblorosa, "voy a recoger un poco..."
"¿Estás bien? ¿Te has asustado? Maldita sea, debería haber estado alerta cuando oímos los primeros ruidos entre los árboles."
"No, Raoul, estoy bien. Es solo que no entiendo por qué no me deja en paz..."
Internamente, te preguntas a ti misma si el cementerio será seguro por la noche, ya que al parecer el Fantasma os ha seguido hasta aquí...
Está noche se supone que el Ángel de la Música actuará para ti y para tu padre, ¿acaso estará también presente el Fantasma...?
"____, ¿en qué estás pensando?" pregunta, interrumpiendo tu espiral de preocupación. "¿Puedo ayudarte con algo?"
"Raoul, yo... estaba pensando que... ¿y si volvemos mañana por la mañana? Tus propuestas suenan muy bien, pero..."
"Claro, comprendo tu preocupación", asiente, su voz se suaviza. "A mí no me da miedo el Fantasma, pero sí temo que te haga daño a ti. Tu déjamelo todo a mí. En cuanto vuelva al hotel gestionaré el viaje de vuelta. Pero..." una sonrisa tímida asoma a sus labios, "si tenemos tiempo por la noche, ¿te apetece pasear un poco por el pueblo conmigo? De todas formas, la iglesia estará cerrada para entonces."
Raoul vuelve a sonreír con calidez. Ves que se toma muy enserio lo de crear un recuerdo bonito a tu lado.
Pero le hiciste una promesa al Ángel de la Música...
"Lo siento, Raoul", susurras, evitando su mirada, "me gustaría estar sola esta noche."
Está tan cerca de ti que puedes ver a la perfección como va desapareciendo la sonrisa de su mirada. Por eso, te das prisa en añadir:
"¡Pero solo esta noche! La próxima vez que volvamos, ¡te acompañaré allá a donde quieras ir!"
"¿De verdad?" pregunta, un destello de esperanza regresando a su rostro. "¿Me pedirás que te acompañe la próxima vez que vengas? ____, si me mientes, me pondré muy triste."
"¡Claro que es verdad! Pero prométeme que esta noche no vendrás a buscarme, ¿sí?"
"Está bien", cede, con un suspiro resignado. "Si cambias de idea, no dudes en decírmelo."
"Vale, ¡quedamos en eso!"
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La medianoche encuentra el cielo tachonado de estrellas. Una brisa fría acaricia la noche despejada, y el cementerio, sumido en una oscuridad profunda, es mucho más gélido que durante el día, así que tienes que ponerte algo que te abrigue más.
En plena oscuridad de la noche, entras de puntillas en el cementerio tratando de evitar hacer ruido y rezando para que el Fantasma no esté al acecho.
"Ángel de la Música..." Susurras su nombre arrodillándote frente a la lápida de tu padre. Pero tan solo obtienes la respuesta del viento.
¿Será que has venido demasiado temprano?
Miras a tu alrededor y, cuando confirmas que no hay ningún peligro cerca, extiendes una manta en el suelo y te sientas ante la lápida de tu padre.
"Papá," comienzas en voz baja, "como Raoul vino antes conmigo, no pude contarte una cosa. Es que... El Ángel de la Música está conmigo. No aparece todos los días, pero cuando viene, me enseña técnicas nuevas de canto. Me ha prometido actuar para nosotros esta noche, estoy deseando que llegue. Lo único que no sé es cuándo vendrá..."
Aunque sabes que tu padre te protege desde donde esté, la soledad y la oscuridad del cementerio avivan tu miedo. Parece que los dioses han escuchado tu inquietud, porque el viento cesa de repente, sumiendo todo en un silencio aún más profundo. Y entonces, un sonido elegante y melancólico rompe la quietud: un violín.
El Ángel de la Música ha cumplido su palabra. Permaneces inmóvil, absorta en la belleza de la melodía. El ritmo te resulta íntimamente familiar, como una llave que abre la puerta a un pasado lejano.
Es una de las piezas que tu padre compuso cuando aún vivía. El Ángel lo sabe todo sobre ti.
Una ola de recuerdos felices te inunda, y por un momento, cierras los ojos y te dejas llevar, nadando en la nostalgia. Entre las notas del violín, crees percibir un suspiro...
Y, cuando más sumergida estás en la música, una voz enfadada destruye el momento tan bonito del que estabas disfrutando.
"¡____!"
Raoul emerge de entre las sombras, y si no fuera porque la luz de la luna ilumina su rostro enojado, habrías salido corriendo del susto.
"Raoul, ¿eres tú? ¿Qué estás haciendo aquí?"
"¿Me preguntas que qué estoy haciendo aquí?" su risa es amarga. "La verdad es que no debería seguirte a escondidas por estar preocupado por ti, como tampoco debería impedirte que busques el amor."
Raoul baja la mirada. Parece muy triste, pero sus palabras parecen cargadas de ironía.
"¿Qué estás diciendo? ¿Es que piensas que he salido sola para tener una cita con alguien?"
"¿No es así?" estalla, con los puños apretados. "Me dijiste que querías estar sola. Incluso me hiciste esa promesa tan ridícula. En realidad, no era más que una excusa. ¡Lo que querías era apartarme de ti! ¡Qué tonto e ingenuo soy! Te propuse venir contigo con toda la buena intención para visitar a tu padre, pero no sabía que yo no era el acompañante que querías tener."
No comprendes el reproche de Raoul y, además, estas enfadada porque no ha cumplido vuestra promesa.
"Raoul, ¡te estás pasando de la raya! ¡Eres tú quien ha incumplido nuestra promesa! Me estabas persiguiendo como si fueras un ladrón, ¡no creo que tengas derecho a reprocharme nada!"
"Si no te hubiera perseguido, ¿cómo me habría enterado de esto? ¿Hasta cuándo pensabas mentirme? Pero bueno, nada de eso es importante, ____. ¿Dónde está tu amante? ¿Por qué no sale?"
"¡Te he dicho que no tengo ningún amante!"
"¡Deja de mentirme, ____!" grita, desesperado. "Mientras lo escuchabas tocar el violín se te veía muy feliz. A mí, en cambio, solo quieres apartarme. ¿Por qué no aparece? ¿Es que tiene algo que esconder? ¡Cobarde!"
Empieza a recorrer el cementerio como un poseso, apartando arbustos y mirando detrás de las lápidas. Es, por supuesto, una búsqueda inútil.
"No hay nadie aquí, ¡déjate de tonterías!"
"Imposible. He oído el sonido de un violín perfectamente. Además, también te escuché llamarlo antes de que empezara a tocar. Con qué voz tan dulce lo llamabas..." su expresión se tuerce de dolor. "Dios mío, ¡¿será cobarde?! ¿Por qué no se muestra? ____, tú sí puedes usar excusas inverosímiles por él, pero, ¡él ni siquiera se atreve a salir para que lo vea!"
"Raoul, no me vas a creer diga lo que diga, ¿verdad? No he quedado con ningún amante, ¿por qué no confías en mí?"
Te da la sensación de que Raoul puede perder el control en cualquier momento. No puedes explicarle todo lo ocurrido, pero te da mucha pena que el Ángel de la Música reciba tantos insultos sin razón.
"Raoul, tengo mis propios secretos, ¡no puedes obligarme a que te lo cuente todo!"
"¡Entiendo! ¡Lo entiendo!" su voz es un grito desgarrado. "Prefieres a alguien que pueda estar junto a ti en el escenario antes que a mí. Él es muy diferente a mí. Toca muy bien el violín, por lo que es el acompañante perfecto para que tú puedas cantar. En cambio, yo tan solo puedo servirte de público. Ya no me necesitas. O bueno, quizás nunca me has necesitado. No soy nadie para pedirte nada. Adiós, ____. No vuelvas muy tarde. No te molestaré más."
"¡Raoul!"
Raoul ignora que lo estás llamando, se gira y se marcha enfadado. Ha puesto fin él solito a la primera discusión que tenéis desde que os conocéis.
Intentas calmarte, pero no puedes evitar que los ojos se te llenen de lágrimas.
"Ángel de la Música, ¿sigues ahí?"
El silencio se ha apoderado del lugar. Agitas con tristeza la cabeza, pues piensas que el Ángel de la Música debió de irse en cuanto apareció Raoul.
Al fin y al cabo, te había pedido que vinieras aquí sola.
Cuando vuelvas a la ópera le explicarás todo lo que ha ocurrido esta noche...
Mientras te sumerges en la angustia de lo ocurrido, un detalle espeluznante cruza tu mente como un relámpago: ¡Raoul también oyó al Ángel de la Música!
Si es un ángel que tan solo te pertenece a ti, Raoul no debería poder oírlo. Por otra parte, el Ángel de la Música solo aparece cuando estas sola... ¿podría ser que...?
Sacudes la cabeza con violencia, intentando desalojar la horrible sospecha que acaba de germinar en tu interior.
El Ángel de la Música... tu Ángel, ese que te guía con paciencia infinita... ¿cómo puedes siquiera pensar en relacionarlo con el siniestro Fantasma?