Capítulo 12 - Au revoir, hombre misterioso
3 de noviembre de 2025, 19:22
Notas:
Por fin llega el día de la representación oficial de 'Fausto' y de tu debut como protagonista.
Has estado muy deprimida desde que volviste de Perros-Guirec, una pesadez en el alma que te ha impedido concentrarte en los ensayos.
----
"____, llevas varios días muy callada. ¿Seguro que no es por exceso de presión?"
No sabes cómo explicárselo a Meg, pero quizás ella pueda orientarte. "Es que... tuve una discusión muy fuerte con Raoul."
"Pero os lleváis muy bien, ¿no? Además, ¿no habíais hecho un viaje juntos hace poco? Recuerdo que me dijiste que iba a acompañarte a Perros-Guirec para visitar a tu padre."
"Fue allí donde discutimos..." Entonces recuerdas, con un pinchazo de culpa, que no puedes hablarle de la existencia del Ángel de la Música, así que buscas una forma más sencilla de explicárselo. "Él rompió una promesa que me había hecho. Y eso me hizo sentir... que no me toma enserio."
"Si fue él quien rompió su palabra, entonces la culpa es enteramente suya, no tienes por que ser tú la que se sienta mal", responde Meg de inmediato, poniéndose enseguida de tu parte. Pero luego, alza la mirada y te observa con precaución antes de añadir, con tono conciliador: "Pero quizás no lo hizo con mala intención. El Vizconde Chagny es una buena persona, podrías intentar... ¿perdonarlo? ¿no?"
Una parte de ti reconoce que Meg tiene razón. Raoul siempre se ha mantenido a tu lado; único que quiere es protegerte. Además, aquel día, tu propia reacción no fue mucho mejor. Los dos perdisteis los estribos.
"____, no habéis hablado desde que volvisteis, ¿verdad?" pregunta Meg, inclinando la cabeza con curiosidad.
"Así es. Llevo días sin verlo."
"Creo que lo mejor sería que hablarais de lo ocurrido," sugiere, con una sonrisa llena de empatía. "Cuanto más tiempo pase, más difícil será solucionar el malentendido y vuestra relación podría enfriarse para siempre."
"Tienes razón. Pero él fue quien cometió el error, y sin embargo, aún no ha venido a verme." Cruzas los brazos, sintiendo cómo la terquedad se apodera de ti. "¿Qué se supone que debería hacer? Él fue quien faltó a su palabra. Si me disculpo yo primero, todos estos días de distancia no habrán servido de nada."
"Entonces, ¿vas a esperar a que venga él a pedirte perdón?"
"Si, sea como sea, tiene que ser él quien reconozca su error. Yo no voy a ceder."
"____, creo que da igual quién sea el primero en disculparse, al final todo volverá a ser como antes."
Meg te dirige una sonrisa pícara y, con un gesto animado, saca del armario el deslumbrante vestido de la función.
"La verdad es que no sois unos amigos 'normales'. Lo que tenéis es algo mucho más especial. Pero bueno, ¡basta de distracciones! La prima donna necesita concentrarse. ¡Hoy es tu gran día! Vas a ser la protagonista de 'Fausto'. Tienes que disfrutarlo al máximo."
Es cierto. Por fin ha llegado el día que tanto tiempo llevas esperando. Si tu padre puede verte desde el cielo, seguro que se siente muy orgulloso de ti.
"Y no te pongas nerviosa," añade Meg, sujetando el vestido con cariño. "Tienes que confiar en ti misma. Has trabajado sin descanso para dominar este papel."
Eso se lo tienes que agradecer al Ángel de la Música...
Se te viene a la mente aquella noche en la que el insistía tanto en enseñarte a cantar el aria de la prima donna. Te acompaño con mucha paciencia mientras practicabas una y otra vez.
Poco después de eso, ocurrió el accidente de Carlotta... Un pensamiento intrusivo te asalta: ¿fue realmente una coincidencia?
"____, ¡ya tengo el vestido listo! ¡Ven, vamos a prepararte!"
La voz de Meg te devuelve a la realidad, pero te preocupa que tus pensamientos sigan desviándose hacia ese terreno peligroso. Tras contemplar el hermoso vestido que ha preparado para ti, inhalas profundamente, concentrando toda tu energía en la actuación que está a nada de comenzar.
---
Por fin estás en el centro del escenario. Cuando el telón se alza, sientes el peso de cientos de miradas sobre ti. La brillante luz de los focos te persigue. Estas tan nerviosa que tan solo eres capaz de oír los latidos de tu corazón.
Pero en el momento en que abres la boca para cantar, una calma gradual te invade, fundiéndote con tu personaje. Cuanto más cantas más percibes la fuerza que te rodea.
Sientes que estas en trance, ¡incluso te parece oír la voz del Ángel de la Música uniéndose a la tuya!
"La luz de la luna es testigo de mi amor. ¡Mi grandioso amante, mi héroe inmortal! Por favor, vuelve a mi lado. Espero que puedas confesarme el amor que sientes por mí."
Sientes vuestras voces entrelazarse, creando un eco perfecto. Nunca te habías sentido tan libre, tan dueña del escenario. Es como si tu alma vibrara en respuesta a esa voz celestial.
"¡Mirad a nuestra brillante ____, nuestra nueva prima donna! ¡Todo París enloquecerá por ella!" Se oye exclamar al director de la ópera.
Un hombre entre el público comenta, con los ojos muy abiertos por el asombro: "¿Quién es esa joven? ¡Su voz parece surgida del cielo! ¿De dónde habrán sacado a una muchacha con tanto talento?"
Otro espectador, visiblemente conmovido, añade: "¡Es increíble! ¡La emoción que transmite es conmovedora, llega directa al corazón!"
"¡____ va a convertirse en la nueva estrella más brillante de todo París!" El director vuelve a alzar su voz, totalmente cargada de certeza.
La función culmina en un torrente de aplausos frenéticos, un estruendo que parece no tener fin. Tu mirada recorre la sala y ves que todos, absolutamente todos, se han puesto en pie. Un coro de voces grita tu nombre sin cesar, vitoreándote con una energía que electriza el aire.
Eres incapaz de describir con palabras lo que sientes ahora mismo... La escena que tanto tiempo llevas soñando está sucediendo ante tus ojos. Aunque lo habías imaginado en innumerables ocasiones, siempre temiste que fuera solo una ilusión inalcanzable.
¡Por fin estas viviendo este momento!
----
Cuando ya todo ha terminado y el público se ha dispersado, regresas al bastidor. Te sientes aturdida, abrumada y sorprendida por las flores, los elogios y las invitaciones que has recibido.
Pero al mismo tiempo, un profundo agotamiento se apodera de ti. De repente, te invade la incertidumbre: ¿y ahora qué?
"____, espero no estar interrumpiendo tu descanso."
"Raoul, ¡has venido!"
"Yo... cómo no iba a hacerlo. Hoy era tu estreno como protagonista. Era obvio que tenía que venir a verte. Es solo que..." Su voz se torna vacilante y desvía la mirada. "Pensaba que quizás... tú no tendrías ningún interés en verme."
"Claro que quiero verte. Antes de la función no paraba de preguntarme si aparecerías o no."
Ambos os quedáis de pie, inmóviles, en medio del desorden de objetos de utilería, rodeados de un silencio incómodo. Ninguno de los dos os atrevéis a alzar la vista para mirar directamente al otro.
Finalmente, y a pesar de vuestros esfuerzos por evitarlo, vuestras miradas se encuentran por casualidad y, acto seguido, unas sonrisas tímidas pero genuinas florecen al mismo tiempo en vuestros rostros.
"Ha sido una actuación excelente, ____. Estoy muy orgulloso de ti."
"Gracias." Sientes un nudo en la garganta. "Me alegra muchísimo que hayas venido, mi amigo... Porque... seguimos siendo amigos, ¿verdad...?"
"Por supuesto que sí, ____." Su tono es suave, aliviado. "A menos que tú estés tan enfadada que ya no quieras saber nada de mí."
Da un par de pasos inciertos y levanta una mano para rascarse detrás de la oreja con un gesto tan torpe que casi se golpea con la empuñadura de su propia espada.
"Perdóname ____. Tienes todo el derecho del mundo a estar enfadada conmigo." Su expresión se vuelve seria. "No debería haber roto nuestra promesa siguiéndote a escondidas, y mucho menos haberte reprochado cosas sin motivo."
Antes de que puedas articular respuesta, su rostro se ensombrece de nuevo y te mira con un arrepentimiento genuino.
"Y sobre lo de aquella noche... esa persona que tocó para ti era..." Hace una pausa, buscando las palabras. "No sé si tengo derecho a preguntar, es un asunto personal, pero..."
"Raoul, gracias por tratar de comprenderme." Respiras hondo. "Yo tampoco debería haberte hablado con tanta dureza, también debo pedirte perdón a ti." Miras tus manos, sintiendo el peso del secreto. "Es que yo... tan solo puedo decirte que la persona que tocó para mí es un amigo muy cercano. Había quedado conmigo para tocarnos una pieza a mi padre y a mí. No tengo ningún amante ni tampoco intento ocultarte nada."
"Lo siento, no debería haber lo que no era, no eres esa clase de persona. Te lastimé mucho aquel día." Sus cejas se fruncen en un gesto de frustración. "Pero, ¿por qué no se mostró? Si se hubiera dejado ver, quizás yo no habría perdido los estribos de esa manera."
¡Y ahí está! El dilema que te desgarra. ¿Cómo se lo explicas? Por un lado, le diste tu palabra al Ángel de la Música... Pero por el otro, Raoul te está tendiendo la mano con una confianza absoluta.
No quieres mentirle a tu amigo, pero tampoco puedes traicionar la promesa hecha a tu Ángel.
"Quizás yo estaba demasiado alterado y tu amigo se asustó," musita Raoul, meneando la cabeza con desánimo. "Reconozco que me dejé llevar por la ira. Si tu amigo es tímido, es comprensible que quisiera esconderse."
Raoul agita la cabeza en señal de arrepentimiento. Parece sentirse muy avergonzado de su comportamiento.
Justo cuando te dispones a consolarle, ¡los dos divisáis al mismo tiempo una silueta negra entre las sombras! ¡No sabéis cuánto tiempo lleva allí observando!
Con un movimiento instintivo y protector, te coloca detrás de él y su mano vuela hacia la empuñadura de su espada, cerrándose con firmeza.
"¡¿Quién está ahí?!"
"¿Y si es... el Fantasma?" logras susurrar, con el corazón latiéndote con fuerza en el pecho.
"¡Si te atreves a estar ahí, sal a la luz y muéstrate!" le ruge a la silueta negra.
Sabes, con certeza, que si no estuvieras tú presente, él ya habría avanzado hacia ella para enfrentarla.
Temías que aquel grito de rabia provocara al Fantasma,pero la silueta negra no muestra intención alguna de atacar.
"¡Raoul, mira, se está yendo!"
La silueta negra gira sobre sus talones y se desliza por el pasillo. Se mueve con una rapidez sobrenatural, esquivando siempre las zonas iluminadas.
"____, quédate aquí. ¡Yo iré tras él!"
"¡Espera, Raoul! No es seguro que vayas solo."
Raoul estaba a punto de lanzarse en su persecución, pero al oír tus palabras se detiene en seco.
"Si te vuelvo a dejar sola, podríamos estar cayendo en una trampa del Fantasma." Su rostro refleja la lucha interna entre el deber y la cautela. "Es demasiado astuto... no puedo permitirme actuar con precipitación."
Mientras dudáis, la silueta negra no desaparece. Al contrario, permanece quieta, esperando en la penumbra del pasillo.
"Qué extraño..." comentas, sintiendo un escalofrío. "Es casi como si... estuviera esperando a que lo siguiéramos."
Esta situación te resulta muy familiar. Aquel hombre misterioso que te encontraste hace tiempo también se quedaba esperando a propósito para que lo siguieras...
"Raoul, ¿recuerdas al hombre misterioso del que te hablé?" dices, tu voz un poco más urgente. "Creo que, por su forma de actuar, se parece más a él que al Fantasma."
"Parece querer guiarnos a algún lugar específico."
De repente, la silueta gira de nuevo y se adentra en el pasillo, dirigiéndose hacia las escaleras.
"¡Me da igual quién sea!" exclama, con determinación. "Tengo que seguirlo para verlo de cerca. Si no, nunca desentrañaremos el misterio del Fantasma."
Cuando Raoul termina de hablar, vuelve la cabeza para mirarte. Tu le devuelves una mirada cargada de determinación.
"¡Voy contigo!"
"Está bien." Responde con un suspiro resignado. "Sé que no podría convencerte de que te quedaras. Además..." añade, con un tono ligeramente más aliviado, "si vienes conmigo, podré protegerte."
Subís las escaleras corriendo, persiguiendo a la silueta negra. Es tarde y los pasillos están desiertos.
La figura oscura os espera en cada cruce, aguardando hasta el último momento, para luego escabullirse con rapidez fantasmal justo cuando estáis a punto de alcanzarla.
"¡Es este pasi
Has estado muy deprimida desde que volviste de Perros-Guirec, una pesadez en el alma que te ha impedido concentrarte en los ensayos.
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"____, llevas varios días muy callada. ¿Seguro que no es por exceso de presión?"
No sabes cómo explicárselo a Meg, pero quizás ella pueda orientarte. "Es que... tuve una discusión muy fuerte con Raoul."
"Pero os lleváis muy bien, ¿no? Además, ¿no habíais hecho un viaje juntos hace poco? Recuerdo que me dijiste que iba a acompañarte a Perros-Guirec para visitar a tu padre."
"Fue allí donde discutimos..." Entonces recuerdas, con un pinchazo de culpa, que no puedes hablarle de la existencia del Ángel de la Música, así que buscas una forma más sencilla de explicárselo. "Él rompió una promesa que me había hecho. Y eso me hizo sentir... que no me toma enserio."
"Si fue él quien rompió su palabra, entonces la culpa es enteramente suya, no tienes por que ser tú la que se sienta mal", responde Meg de inmediato, poniéndose enseguida de tu parte. Pero luego, alza la mirada y te observa con precaución antes de añadir, con tono conciliador: "Pero quizás no lo hizo con mala intención. El Vizconde Chagny es una buena persona, podrías intentar... ¿perdonarlo? ¿no?"
Una parte de ti reconoce que Meg tiene razón. Raoul siempre se ha mantenido a tu lado; único que quiere es protegerte. Además, aquel día, tu propia reacción no fue mucho mejor. Los dos perdisteis los estribos.
"____, no habéis hablado desde que volvisteis, ¿verdad?" pregunta Meg, inclinando la cabeza con curiosidad.
"Así es. Llevo días sin verlo."
"Creo que lo mejor sería que hablarais de lo ocurrido," sugiere, con una sonrisa llena de empatía. "Cuanto más tiempo pase, más difícil será solucionar el malentendido y vuestra relación podría enfriarse para siempre."
"Tienes razón. Pero él fue quien cometió el error, y sin embargo, aún no ha venido a verme." Cruzas los brazos, sintiendo cómo la terquedad se apodera de ti. "¿Qué se supone que debería hacer? Él fue quien faltó a su palabra. Si me disculpo yo primero, todos estos días de distancia no habrán servido de nada."
"Entonces, ¿vas a esperar a que venga él a pedirte perdón?"
"Si, sea como sea, tiene que ser él quien reconozca su error. Yo no voy a ceder."
"____, creo que da igual quién sea el primero en disculparse, al final todo volverá a ser como antes."
Meg te dirige una sonrisa pícara y, con un gesto animado, saca del armario el deslumbrante vestido de la función.
"La verdad es que no sois unos amigos 'normales'. Lo que tenéis es algo mucho más especial. Pero bueno, ¡basta de distracciones! La prima donna necesita concentrarse. ¡Hoy es tu gran día! Vas a ser la protagonista de 'Fausto'. Tienes que disfrutarlo al máximo."
Es cierto. Por fin ha llegado el día que tanto tiempo llevas esperando. Si tu padre puede verte desde el cielo, seguro que se siente muy orgulloso de ti.
"Y no te pongas nerviosa," añade Meg, sujetando el vestido con cariño. "Tienes que confiar en ti misma. Has trabajado sin descanso para dominar este papel."
Eso se lo tienes que agradecer al Ángel de la Música...
Se te viene a la mente aquella noche en la que el insistía tanto en enseñarte a cantar el aria de la prima donna. Te acompaño con mucha paciencia mientras practicabas una y otra vez.
Poco después de eso, ocurrió el accidente de Carlotta... Un pensamiento intrusivo te asalta: ¿fue realmente una coincidencia?
"____, ¡ya tengo el vestido listo! ¡Ven, vamos a prepararte!"
La voz de Meg te devuelve a la realidad, pero te preocupa que tus pensamientos sigan desviándose hacia ese terreno peligroso. Tras contemplar el hermoso vestido que ha preparado para ti, inhalas profundamente, concentrando toda tu energía en la actuación que está a nada de comenzar.
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Por fin estás en el centro del escenario. Cuando el telón se alza, sientes el peso de cientos de miradas sobre ti. La brillante luz de los focos te persigue. Estas tan nerviosa que tan solo eres capaz de oír los latidos de tu corazón.
Pero en el momento en que abres la boca para cantar, una calma gradual te invade, fundiéndote con tu personaje. Cuanto más cantas más percibes la fuerza que te rodea.
Sientes que estas en trance, ¡incluso te parece oír la voz del Ángel de la Música uniéndose a la tuya!
"La luz de la luna es testigo de mi amor. ¡Mi grandioso amante, mi héroe inmortal! Por favor, vuelve a mi lado. Espero que puedas confesarme el amor que sientes por mí."
Sientes vuestras voces entrelazarse, creando un eco perfecto. Nunca te habías sentido tan libre, tan dueña del escenario. Es como si tu alma vibrara en respuesta a esa voz celestial.
"¡Mirad a nuestra brillante ____, nuestra nueva prima donna! ¡Todo París enloquecerá por ella!" Se oye exclamar al director de la ópera.
Un hombre entre el público comenta, con los ojos muy abiertos por el asombro: "¿Quién es esa joven? ¡Su voz parece surgida del cielo! ¿De dónde habrán sacado a una muchacha con tanto talento?"
Otro espectador, visiblemente conmovido, añade: "¡Es increíble! ¡La emoción que transmite es conmovedora, llega directa al corazón!"
"¡____ va a convertirse en la nueva estrella más brillante de todo París!" El director vuelve a alzar su voz, totalmente cargada de certeza.
La función culmina en un torrente de aplausos frenéticos, un estruendo que parece no tener fin. Tu mirada recorre la sala y ves que todos, absolutamente todos, se han puesto en pie. Un coro de voces grita tu nombre sin cesar, vitoreándote con una energía que electriza el aire.
Eres incapaz de describir con palabras lo que sientes ahora mismo... La escena que tanto tiempo llevas soñando está sucediendo ante tus ojos. Aunque lo habías imaginado en innumerables ocasiones, siempre temiste que fuera solo una ilusión inalcanzable.
¡Por fin estas viviendo este momento!
----
Cuando ya todo ha terminado y el público se ha dispersado, regresas al bastidor. Te sientes aturdida, abrumada y sorprendida por las flores, los elogios y las invitaciones que has recibido.
Pero al mismo tiempo, un profundo agotamiento se apodera de ti. De repente, te invade la incertidumbre: ¿y ahora qué?
"____, espero no estar interrumpiendo tu descanso."
"Raoul, ¡has venido!"
"Yo... cómo no iba a hacerlo. Hoy era tu estreno como protagonista. Era obvio que tenía que venir a verte. Es solo que..." Su voz se torna vacilante y desvía la mirada. "Pensaba que quizás... tú no tendrías ningún interés en verme."
"Claro que quiero verte. Antes de la función no paraba de preguntarme si aparecerías o no."
Ambos os quedáis de pie, inmóviles, en medio del desorden de objetos de utilería, rodeados de un silencio incómodo. Ninguno de los dos os atrevéis a alzar la vista para mirar directamente al otro.
Finalmente, y a pesar de vuestros esfuerzos por evitarlo, vuestras miradas se encuentran por casualidad y, acto seguido, unas sonrisas tímidas pero genuinas florecen al mismo tiempo en vuestros rostros.
"Ha sido una actuación excelente, ____. Estoy muy orgulloso de ti."
"Gracias." Sientes un nudo en la garganta. "Me alegra muchísimo que hayas venido, mi amigo... Porque... seguimos siendo amigos, ¿verdad...?"
"Por supuesto que sí, ____." Su tono es suave, aliviado. "A menos que tú estés tan enfadada que ya no quieras saber nada de mí."
Da un par de pasos inciertos y levanta una mano para rascarse detrás de la oreja con un gesto tan torpe que casi se golpea con la empuñadura de su propia espada.
"Perdóname ____. Tienes todo el derecho del mundo a estar enfadada conmigo." Su expresión se vuelve seria. "No debería haber roto nuestra promesa siguiéndote a escondidas, y mucho menos haberte reprochado cosas sin motivo."
Antes de que puedas articular respuesta, su rostro se ensombrece de nuevo y te mira con un arrepentimiento genuino.
"Y sobre lo de aquella noche... esa persona que tocó para ti era..." Hace una pausa, buscando las palabras. "No sé si tengo derecho a preguntar, es un asunto personal, pero..."
"Raoul, gracias por tratar de comprenderme." Respiras hondo. "Yo tampoco debería haberte hablado con tanta dureza, también debo pedirte perdón a ti." Miras tus manos, sintiendo el peso del secreto. "Es que yo... tan solo puedo decirte que la persona que tocó para mí es un amigo muy cercano. Había quedado conmigo para tocarnos una pieza a mi padre y a mí. No tengo ningún amante ni tampoco intento ocultarte nada."
"Lo siento, no debería haber lo que no era, no eres esa clase de persona. Te lastimé mucho aquel día." Sus cejas se fruncen en un gesto de frustración. "Pero, ¿por qué no se mostró? Si se hubiera dejado ver, quizás yo no habría perdido los estribos de esa manera."
¡Y ahí está! El dilema que te desgarra. ¿Cómo se lo explicas? Por un lado, le diste tu palabra al Ángel de la Música... Pero por el otro, Raoul te está tendiendo la mano con una confianza absoluta.
No quieres mentirle a tu amigo, pero tampoco puedes traicionar la promesa hecha a tu Ángel.
"Quizás yo estaba demasiado alterado y tu amigo se asustó," musita Raoul, meneando la cabeza con desánimo. "Reconozco que me dejé llevar por la ira. Si tu amigo es tímido, es comprensible que quisiera esconderse."
Raoul agita la cabeza en señal de arrepentimiento. Parece sentirse muy avergonzado de su comportamiento.
Justo cuando te dispones a consolarle, ¡los dos divisáis al mismo tiempo una silueta negra entre las sombras! ¡No sabéis cuánto tiempo lleva allí observando!
Con un movimiento instintivo y protector, te coloca detrás de él y su mano vuela hacia la empuñadura de su espada, cerrándose con firmeza.
"¡¿Quién está ahí?!"
"¿Y si es... el Fantasma?" logras susurrar, con el corazón latiéndote con fuerza en el pecho.
"¡Si te atreves a estar ahí, sal a la luz y muéstrate!" le ruge a la silueta negra.
Sabes, con certeza, que si no estuvieras tú presente, él ya habría avanzado hacia ella para enfrentarla.
Temías que aquel grito de rabia provocara al Fantasma,pero la silueta negra no muestra intención alguna de atacar.
"¡Raoul, mira, se está yendo!"
La silueta negra gira sobre sus talones y se desliza por el pasillo. Se mueve con una rapidez sobrenatural, esquivando siempre las zonas iluminadas.
"____, quédate aquí. ¡Yo iré tras él!"
"¡Espera, Raoul! No es seguro que vayas solo."
Raoul estaba a punto de lanzarse en su persecución, pero al oír tus palabras se detiene en seco.
"Si te vuelvo a dejar sola, podríamos estar cayendo en una trampa del Fantasma." Su rostro refleja la lucha interna entre el deber y la cautela. "Es demasiado astuto... no puedo permitirme actuar con precipitación."
Mientras dudáis, la silueta negra no desaparece. Al contrario, permanece quieta, esperando en la penumbra del pasillo.
"Qué extraño..." comentas, sintiendo un escalofrío. "Es casi como si... estuviera esperando a que lo siguiéramos."
Esta situación te resulta muy familiar. Aquel hombre misterioso que te encontraste hace tiempo también se quedaba esperando a propósito para que lo siguieras...
"Raoul, ¿recuerdas al hombre misterioso del que te hablé?" dices, tu voz un poco más urgente. "Creo que, por su forma de actuar, se parece más a él que al Fantasma."
"Parece querer guiarnos a algún lugar específico."
De repente, la silueta gira de nuevo y se adentra en el pasillo, dirigiéndose hacia las escaleras.
"¡Me da igual quién sea!" exclama, con determinación. "Tengo que seguirlo para verlo de cerca. Si no, nunca desentrañaremos el misterio del Fantasma."
Cuando Raoul termina de hablar, vuelve la cabeza para mirarte. Tu le devuelves una mirada cargada de determinación.
"¡Voy contigo!"
"Está bien." Responde con un suspiro resignado. "Sé que no podría convencerte de que te quedaras. Además..." añade, con un tono ligeramente más aliviado, "si vienes conmigo, podré protegerte."
Subís las escaleras corriendo, persiguiendo a la silueta negra. Es tarde y los pasillos están desiertos.
La figura oscura os espera en cada cruce, aguardando hasta el último momento, para luego escabullirse con rapidez fantasmal justo cuando estáis a punto de alcanzarla.
"¡Es este pasillo!" exclamás, con un presentimiento. "¿No querrá llevarnos a...?"
"Tienes razón." Confirma, con la mirada fija al frente. "Ahí delante... está el palco número 5."llo!" exclamás, con un presentimiento. "¿No querrá llevarnos a...?"
"Tienes razón." Confirma, con la mirada fija al frente. "Ahí delante... está el palco número 5."