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El momento de las citas había llegado. Al igual que hizo con Sora, Yamato llevó a Mimí al plató fotográfico. –Estoy impresionada de que lo hagas todo tú mismo. –dijo Mimí sentada frente al espejo de la parte del estudio en la que las modelos solían prepararse mientras Yamato la peinaba. –Así es más rápido. Es molesto explicar al peluquero y al maquillador la imagen que quiero. –explicó él. –¿Cuál será mi imagen? –preguntó Mimí. Él sólo sonrió cuando la acabó de peinar.***
Tal y como dijo, la cita de Taichi durante esa semana sería Hikari. La joven llevó a Taichi al taller de arte que tenía en su propia casa. –Esto es increíble. –dijo Taichi al entrar. –Un taller sólo para ti. –Mi padre tiene una galería de arte. –dijo ella. –Qué envidia. –dijo Taichi fijándose en uno de los lienzos que había en uno de los varios caballetes del taller. –Envidia. –musitó Hikari mientras miraba el cuadro azul de angelitos. –Todo está prohibido, excepto pintar. ¿Eso te da envidia? –¿Prohibido? ¿Entonces qué pasa con el “Love Shuffle”? –Me matará si se entera. –dijo ella. Entonces, entró un hombre. –¿Quién eres tú? –preguntó el hombre. –Papá. –dijo Hikari. –¿Papá? –preguntó Taichi con cara de asustado. ¿Cómo podía explicarle que estaba realizando un intercambio de parejas y que esa semana le tocaba con su hija? No podía decirle eso. Lo mataría.***
Esa semana a Jou le tocó el intercambio con Miyako. Fueron a comer a un restaurante especializado en fideos. Mientras Miyako sorbía, Jou no podía dejar de mirar el pronunciado escote de la mujer. –¿Estás segura de que los fideos soba están bien? –preguntó Jou, sin saber si había acertado llevando a un lugar así a una mujer tan sofisticada. –¿Seguro que no prefieres yakiniku o tortuga? –Tiene muchas calorías. –contestó ella. –Pero… ya sabes que dan mucha energía. –dijo Jou nervioso sin poder apartar la vista del escote. –¿Energía para qué? –preguntó ella. –Bueno, soy bastante bueno dando masajes. –dijo él nervioso. –¿Y ? –preguntó ella sin dejar de comer. –Nada. Solo pensaba que estaría bien mencionarlo. –dijo Jou.***
Por su parte, Ken llevó a Sora a un ajetreado restaurante al que suelen ir los trabajadores de la ciudad a comer o a picotear algo después del trabajo. –Supongo que piensas en mí como una cita barata. –dijo Sora al ver el sitio al que la había llevado el doctor. –Simplemente pensé que preferirías un lugar donde no estuvieses muy tensa. –dijo él. –No, era una broma. Soy bastante masculina, de las que van solas a comer yakiniku. A veces la gente me ve sola y dice “vaya, una chica sola comiendo carne y bebiendo cerveza”, pero yo pienso que es mi dinero y hago con él lo que quiero y bebo mi cerveza así. –dijo Sora dándole un trago generoso a su cerveza, casi como si fuera Homer Simpson. –Eso es muy masculino. –admitió Ken riendo. –¿Lo ves? Estoy muy sorprendida contigo, Ken. Pensaba que sólo ibas a lugares tranquilos. –Venía por aquí a menudo cuando era médico residente. Hacía tiempo que no venía. –dijo él con nostalgia. –Parece que este sitio te trae un montón de recuerdos. –dijo Sora. –¿Quizás, de la novia que tenías entonces? –Discutíamos sobre cualquier cosa. –dijo Ken. –¿También era residente? –preguntó Sora. –Seguro que hablabais de cosas complicadas. –De Eros y Tánatos. –¿Qué? –preguntó Sora, que no se esperaba aquella respuesta. –Es una teoría freudiana. Dentro del ser humano hay dos tipos opuestos de subconscientes llamados Eros y Tánatos. –explicó el doctor. –Eros y Tánatos. –dijo Sora pensativa.***
Tal y como hizo con Taichi en la primera cita, Miyako llevó a Jou a su habitación de hotel. Cuando llegó, ella se metió a la ducha dejando la puerta abierta de manera que se podía ver su silueta traslúcida a través del cristal de la mampara. Jou miró una vez y se dio la vuelta intentando no mirar. –Lo sabía. Tal y como dijo Taichi. –musitó Jou para sí mismo. Jou comenzó a desabotonarse la camisa. Una vez que lo hizo, la lanzó por la habitación.***
–¿Conoces a Eros? El instinto de vida de los seres humanos, el deseo de brillar y el deseo por las cosas brillantes. –¿Incluyendo los instintos sexuales? –añadió Sora. –Sí, también. –dijo Ken.***
Taichi posaba completamente desnudo frente a Hikari, con una pierna doblada apoyada sobre una especie de podio para posar, con un brazo por detrás de la cabeza y mirando una manzana con la mirada perdida. Fue la manera que tuvieron para librarse de la presencia de su padre sin que lo matara por estar con su hija, y no les quedó de otra que decirle que estaba allí para posar para su hija, eso sí, con su padre delante. –Dime que es mentira, Joe. –musitó Taichi.***
–Tánatos es el deseo de morir. –continuó explicando Ken. –¿Existe ese deseo? –preguntó Sora. –Sí. La necesidad de volver al estado de absoluta invariación. –explicó Ken. –¿Un estado estático? –preguntó Sora. –Un eterno silencio. –¿Querer morir sin ninguna razón? –Para nosotros, que nos regimos mayoritariamente por Eros, es difícil de comprender. –dijo Ken. –Por eso se suele decir que el suicidio no está bien o que los que dejas atrás son los que sufren. Eso es a todo lo que podemos llegar. Quizás tenemos otro tipo de sensibilidad. Sin embargo, los que se rigen por Tánatos, no pueden entender por qué la gente quiere vivir. –¡Ahora lo entiendo! Por eso metiste a Hikari en el “Love Shuffle”. –dijo Sora. –¿Lo has intuido? –preguntó él impresionado por la capacidad de deducción de Sora.***
Mimí salió de cambiarse y se dirigió al plató fotográfico. Llevaba un pantalón negro, una camisa blanca con varios botones desabrochados con los faldones por fuera y una chaqueta negra. El maquillaje era mucho más recargado de lo que solía llevar Mimí. Casi ni se reconocía en el espejo. De parecer una muñequita, pasó a tener apariencia de femme fatale. –Vaya. –musitó al mirarse en el espejo. –No puedo creer que esta sea yo. –Estilo de diablesa. –dijo Yamato yendo hacia ella con una cámara en la mano. –En realidad le tienes comiendo de tu mano. –Es verdad. –Te haré algunas preguntas. Responde rápidamente. –dijo Yamato, repitiendo el proceso que hizo con Sora. –Y asegúrate de seguir sonriendo. –Vale. Modelo y fotógrafo se situaron en el plató. Yamato empezó a echar fotos mientras le hacía preguntas a la castaña. –¿Cuándo tuviste tu primer amor? –Ehh, si lo pienso detenidamente… –Vamos, responde rápido. –le apresuró Yamato. –Perdón, fue en el último año de instituto. –respondió ella. Mimí comenzó a pasárselo bien posando, tal y como le pasó a Sora. –Fue bastante tarde, ¿no? Acuérdate de él. –le pidió Yamato. Mimí empezó a reír. –¿Qué te hace tanta gracia? –Que no tengo que recordarle. –contestó ella. Tras realizar varias fotos posando como “diablesa”, tal y como la describió Yamato, hicieron un parón para que Mimí cambiara de look. Esta vez, vestía un vestido sesentero, con una peluca de pelo corto y sombrero que bien se podía confundir con Jackie Kennedy. –¿Esa persona es Taichi? –preguntó Yamato retomando la sesión. –Sí. En otro cambio de apariencia, se vistió de lolita. –O sea, que tu primer amor se enamoró de ti. –resumió Yamato mientras disparaba su cámara. –Sí. –¿Qué te gustaba de él? –Qué brillaba con luz propia. –¿Y ahora ya no? –con esa pregunta, la sonrisa de Mimí se fue borrando. –¿Por eso rompiste el compromiso? Responde con una sonrisa. Pero Mimí no respondió. –Lo siento. Supongo que debería hacer preguntas generales. –dijo él. –¿Qué me pasa? No puedo parar de hacerlo. –Continúa. –le pidió ella sin moverse del plató. –¿Segura? –Sí. –dijo dedicándole una sonrisa.***
Cuando Hikari terminó de dibujar a Taichi en el lienzo, éste comenzó a vestirse apresurado. Mientras se abotonaba la camisa, Hikari se acercó a él y le tendió un sobre. –No me digas que es la paga. –dijo él. Ella asintió con la cabeza. –No me hagas esto. Entonces, ella se aproximó un poco más a él para que su padre, que estaba algo más atrás no lo escuchara. –Si no lo coges, mi padre sospechará algo. –Tras decir eso, Taichi giró la cabeza hacia el hombre. –En ese caso, lo cogeré. –dijo Taichi. Una vez que terminó de vestirse, salió de la enorme casa y cerró la gran puerta vallada que daba acceso a la propiedad. Cuando cerró la puerta miró el sobre. –¿A qué he venido?***
Jou esperaba desnudo salvo por unos calzones a que Miyako fuera a la cama después de salir de su ducha. Mientras esperaba, ensayaba sobre cómo abrazarla estando en la cama. Cuando Miyako salió de la ducha con el albornoz puesto, se sobresaltó al ver a Jou con esas pintas en la cama tapado con la sábana. –¡¿Qué estás haciendo?! –preguntó Miyako escandalizada. –¿Qué quieres decir? –preguntó como si no fuera obvio. –¿Por qué estás desnudo? –Bueno, como estamos aquí, supuse que… –Vinimos aquí porque dijiste que eras bueno dando masajes. –dijo ella sin dejarle acabar la frase, ya que estaba completamente segura de que él no pretendía dar un masaje. Y su reacción así se lo confirmó. –Lo siento mucho. ¿En qué estaba pensando? –Cogió su ropa y su inseparable maletín y se salió de la habitación sin ni siquiera vestirse. –¿Qué estoy haciendo?***
En la cita de Mimí y Yamato, la chica vestía esta vez de luto riguroso. Parecía una viuda. –¿Cambió después de conocer a tus padres? –preguntó él. –Sí. –Así que, descubrió que eras rica y se volvió codicioso, ¿no? –Pero creo que era inevitable. –dijo ella después de que le hubiera echado una foto entre la pregunta y la respuesta. –Consiguió un buen trabajo y vivir en un bonito apartamento. –Pero no es culpa de Taichi. –lo defendió Mimí. –Se acopló a tu estilo de vida, pero no a ti. Y eso te duele. –No. Eso no es así. Taichi se preocupa por mí. –Entonces, ¿cuál es el problema? Quieres que brille con luz propia otra vez. Lo que significa que quieres que deje su trabajo. –No es verdad. –¡Sí lo es! –gritó Yamato un poco harto de que le negara todas sus suposiciones y que para él resultaban bastante evidentes. Cogió la cámara del trípode y comenzó a hacer fotos más dinámicas. –¡Quieres que deje su trabajo!¡Quieres que vea tu verdadero yo! –Estás equivocado. –insistía ella sin alzar la voz. –Te dije que respondieras con una sonrisa. –le recordó él. –¿Cuál es el problema? –Si se lo pido, dejará su trabajo. –No estoy tan seguro. Volvería a su vida de segunda. –dijo Yamato. –No, estoy segura. Taichi lo haría. –Entonces, ¿por qué no se lo pides? –Porque sufriría. –Claro que lo haría. Porque volvería a ser pobre. –No. Es porque no quiere que yo viva ese tipo de vida. –La verdad es que no soportarías ser pobre. –¡Lo haría! Pero…Taichi no lo cree y sufriría por ello. –Tú también sufrirías viéndole en ese estado. –decía Yamato. Desde que había quitado la cámara del trípode había estado enfocándola, pero no había sacado ninguna foto más porque Mimí no sonreía. –Esa es la parte más dolorosa. –dijo Mimí dejándose caer en un sillón que estaba en el plató como parte del decorado. –No puedo soportar ver sufrir a Taichi. Por eso yo también sufriría. –Aún así, vuestra relación actual no es suficiente. –dijo Yamato acercándose a ella y buscando un plano detalle de su cara. –Taichi tiene que brillar por sí mismo. Ser tan reprimido no le pega. Y a mí me haría feliz ver a Taichi brillar con luz propia. –En ese caso, no hay futuro para vosotros. –Lo sé. –admitió Mimí. –Y aún así, estás participando en el intercambio de parejas. Aún quieres estar cerca de él. –con lo que dijo, a Mimí se le empezó a empapar la mirada. –Porque lo quiero. –confesó Mimí llorando. –Otra vez, con una sonrisa. –susurró Yamato sin dejar de enfocar. –Amo a Taichi. –dijo ella con una sonrisa apesadumbrada. En ese momento, Yamato disparó.***
Después de haber posado inesperadamente de modelo en su cita con Hikari, Taichi casi engullía los fideos de un puesto de ramen callejero porque no había cenado. Casualidades de la vida, se encontró con Jou, por lo que también se apuntó a comer fideos en el puesto. –Comimos soba y entonces me convertí en un masajista. –dijo Jou, pensando que él había ido al hotel a otra cosa. –No soy nada atractivo. –No te deprimas. –dijo Taichi sorbiendo más fideos. –Tienes suerte de ser tan popular entre las mujeres. –dijo el moreno con el cuenco de ramen todavía intacto. –Incluso Hikari te dio dinero. –Bueno, para ser sincero, soy diferente a ti. –dijo él para animarlo. –Disolveremos los “Persis”. –dijo Jou decidido al compararse con su interlocutor. –No recuerdo haberme apuntado de todos modos. –dijo Taichi. Tras beber un poco de cerveza, escuchó un golpe. Era Jou abatido, con su cabeza sobre la barra del puesto callejero. –¡Oye, anímate! Mira, quién sabe, a lo mejor Miyako está en esos días. –¿Qué? ¡Claro! –dijo esperanzado al no caer en la cuenta que quizá no había “triunfado” por cierto ciclo natural de las mujeres. –A lo mejor por eso también estaba tan irritable. ¿Cómo no he caído antes? Está en esos días. –Veo que te recuperas rápidamente. –observó Taichi. –Sí, debe de ser eso. Tú y yo no somos tan diferentes. –decía Jou para auto convencerse. –Además, yo que tengo dinero, debería aprovecharme. –Estaba intentando animarte, pero al final me estás estresando tú a mí. –dijo Taichi. Entonces cogió un bote de especias y comenzó a echarle al cuenco de su acompañante. –Es broma. Pero en la vida hay que ser más positivo. –dijo Jou. –Es verdad, aunque no merezca la pena, seguiremos sonriendo. –dijo Taichi animado por las palabras de Jou. –¡Sí, seguiremos deseando la felicidad de todo el mundo! ¡Así son los “Persis”! –dijo Jou. –Señor, hoy vamos a cerrar el puesto. –le dijeron animadamente los dos a coro al cocinero. –¿Me pone ramen de cerdo asado? –pidió Taichi. –¡Tío, me has dejado el ramen muy picante! –se quejó Jou.***
A la mañana siguiente Taichi fue a hablar con su jefe más directo, es decir, con el hermano de Mimí. –¿Un error? –preguntó éste. –Creo que la gente lo llama “rutina matrimonial”. –explicó Taichi. –Entonces, según lo previsto, mi hermana va a… –Sí. Todo va bien. –le confirmó Taichi. Básicamente le había dicho que la boda seguía adelante. Lo que omitió era que el tema aún estaba por ver. –Qué aburrido. Toma. –dijo su jefe pasándole unos documentos. –¿Qué es esto? –preguntó Taichi cogiendo un listado interminable de nombres. –La lista de invitados al convite de la boda. –respondió él. –El presidente de la Federación Económica de Japón y los miembros del gabinete actual están pensando en asistir. Se celebrará en el Hotel New Otani, en el salón Fénix.***
–Son todo personas importantes. Ni si quiera los conozco. –se quejó Taichi con el listado delante. Había quedado con Mimí para tomar un café y contarle las novedades sobre ¿su boda? –Tú no eres así. –dijo ella. –Sueles ser bueno bajo presión. –Es verdad, pero la importancia de este asunto es diferente. Por cierto, ¿y ese maquillaje? –preguntó Taichi, percatándose que llevaba un maquillaje mucho más agresivo. –Estás completamente diferente. –¿No te gusta? –No me molesta, pero no pareces tú. –Este es mi verdadero yo. –¿Pero qué dices? –preguntó Taichi, que no se creía ni una palabra. –Todo este tiempo he intentado ser una buena chica: en casa, en la escuela, incluso contigo. Lo he encontrado. Bueno…, más bien, me lo han mostrado. Yamato. –¿Yamato? –Él me maquilló. Estaba tan emocionada y nerviosa durante el maquillaje y la sesión de fotos. –¿De verdad? –preguntó Taichi algo abatido por lo que estaba escuchando. –Es como si me hubiese liberado. Como si estuviera flotando. –dijo ella relajada. –¿No te sentías así conmigo? –Después bebimos algo y fui realmente feliz. –continuó ella haciendo caso omiso a la pregunta de Taichi. –Y después, me acosté con él. –¿Cómo? –Ni siquiera me imaginaba que tenía este deseo de ser alguien completamente diferente. –Mientes, ¿verdad? –No me siento culpable. Me podría haber callado, pero creo que es un buen punto de inflexión. –confesó ella. –No quería terminar esta relación pretendiendo… –¡Estás mintiendo! –gritó él levantándose y dando un golpe en la mesa, lo que atrajo las miradas de todos los presentes en la cafetería. –No es mentira, Joe. –dijo ella. –¿Lo he dicho bien? Taichi no podía creer en lo que le había dicho Mimí. Pero encima lo hizo de manera fría y cruel, por lo que cogió su chaqueta y se marchó de la cafetería.***
Yamato revelaba las fotos de la sesión con Mimí en su estudio. Cuando consideró que estaban listas, apagó la luz roja y encendió las luces normales. Con una pinza, sacó de la bandeja una de las fotos, sosteniéndole delante de él, sonriendo orgulloso con su trabajo.***
Sora, Taichi y Ken estaban en una de sus típicas fiestas de pijamas antes de que cada uno se encerrara en su casa. Sora estaba sentada frente a la mesa con uno de sus chándales. Ken vestía su clásico pijama y bata mientras que un apesadumbrado y ausente Taichi, todavía con traje pero sin la corbata, se bebía un vaso de cerveza sin participar en la conversación. –Por supuesto que creo que la confidencialidad médico-paciente es importante. – le dijo Sora a Ken. –Pero en esta situación, deberías de haberles contado a sus parejas cuál es su situación. Si no, podrían decir algo insensible y causarle problemas. Hey, ¿estás escuchando? –No te preocupes, se me da bien. –dijo Taichi tras varios segundos y al percatarse que se dirigían a él. –¿El qué? –preguntó Sora, confirmando así que la mente del castaño estaba en otro planeta. –El tetris, ¿no? –dijo Taichi. –¡Es Tánatos! –respondió Sora molesta. –Parece que hoy estás bajo de energía. –No. No me pasa nada. –negó él. –Oye, ¿quién es tu personaje de anime femenino preferido? –preguntó Sora cambiando radicalmente de tema. –Cambias fácilmente de tema. –dijo Taichi. –Cotillear es propio de las mujeres. –dijo Ken sonriendo. –Oh, vamos. Pero, ¿no crees que el ideal y la realidad pueden ser diferentes? –preguntó la pelirroja. Tras el cambio de conversación, Taichi volvió a su estado ausente. Fue entonces, cuando se abrieron las puertas del ascensor, dejando ver a un Yamato llevando un sobre además de sus cosas habituales. –Hola. –saludó Yamato. Taichi se quedó mirando al rubio con mirada seria. –Hola. –saludaron Sora y Ken, mientras que Taichi lo miraba con cara de preguntarse cómo podía llegar tan tranquilo con lo que hizo. –¿Ya ha empezado la fiesta? –preguntó el rubio. –Yamato, ¿cuál es tu personaje de anime femenino preferido? –preguntó Sora para incluirlo en la conversación. –¿De anime? Lo siento, pero no veo mucho anime. –dijo él. –A Ken le gusta Maetel de Galaxy Express 999. –dijo Sora. –Traidora. –dijo Ken en tono de broma por haberle revelado aquella tontería. –Taichi, toma, recién reveladas. ¿Las quieres ver? –preguntó Yamato sentándose en el suelo y sacando las fotos del sobre. –¿Qué es eso? –preguntó Sora anticipándose y cogiendo las fotos. –¡Guau! –¿Es Mimí? –preguntó Ken asomándose para ver también las fotografías. –Vaya, es un gran cambio de imagen. –cuando Sora dijo eso, Taichi le quitó las fotos para verlas con más detalle. En ellas había varios cambios de imagen de la Mimí que estaban acostumbrados a ver. Las primeras eran las de una mujer segura de sí misma, pero también vio algunas vestida de los años sesenta, de lolita y por último, las de viuda. Taichi se fijó que en las últimas, Mimí lloraba. –El concepto es que una “una dama también es erótica”. –explicó Yamato. –O algo así. –Yamato. –dijo Taichi seriamente. –¿Qué? No te enfades. Te las doy si quieres. –le dijo Yamato al ver la cara que le ponía Taichi. –Es mentira, ¿verdad? –preguntó Taichi, queriendo confirmar si Mimí le había dicho la verdad o no. –¿El qué? –Nada. Olvídalo. –dijo él retractándose. No estaba seguro de si quería saberlo. –¿Qué pasa? –le preguntó Sora, notaba raro al castaño desde que llegó del trabajo. –¿Ha pasado algo? –preguntó también Ken, mientras Taichi seguía mirando las fotos. –Es solo que Mimí está ilusionada con algo otra vez. –dijo Taichi. –Ya sabéis que a veces está fuera de sí. Pero yo también tengo la culpa. No debería tomarme en serio todo lo que dice. Simplemente no puede ser. –¿Y qué te ha dicho? –preguntó Ken. –Dice que se ha acostado con Yamato. –¿Mimí? –preguntó Sora con sorpresa. –Tienes razón, no puede ser. –dijo Ken con una sonrisa. –Es verdad. No puede ser. Olvidadlo. –dijo Taichi. Entonces los cuatro bebieron de sus cervezas. –Qué mal. –dijo Yamato una vez que los cuatro dejaron sus vasos encima de la mesita. –Entonces ya lo has descubierto. Pero bueno, ya sabes. Sólo fue el error de una noche. Tú también dijiste eso sobre Miyako. –Yamato, estás mintiendo, ¿verdad? –preguntó Sora, que ya dudaba de si el rubio hablaba en serio o en broma. –Deja de bromear. –Mentiría, pero si Mimí ha dicho eso... –dijo Yamato. –Esa no es la cuestión. –dijo Sora mientras que Taichi permanecía quieto como una piedra. –Yo nunca diría que no me acuerdo. –dijo Yamato. Entonces, Taichi se abalanzó sobre Yamato y le dio un puñetazo. Ken se lanzó para intentar separar a Taichi de Yamato. –¡Venga, cálmate! –gritaba Ken mientras lo cogía entre las axilas y lo arrastraba hacia atrás. –¡¿Cómo te atreves?! –le gritaba Taichi fuera de sí. Mientras, Yamato se reincorporaba un poco. Al pasarse la mano por la comisura de los labios vio que tenía sangre. –¡Claro que me enfadé cuando Mimí me lo dijo, pero me dije a mí mismo que no podía ser cierto!¡No puedo decir que sepa mucho de mujeres!¡Ya ni si quiera entiendo a Mimí, rompiendo el compromiso de repente!¡Pero aunque apenas te conozco pensé que eras un buen tío! ¡Aunque le gustes a Mimí…! –¡¿Qué estás murmurando?! –preguntó Yamato interrumpiendo el discurso de Taichi. –¡Tú también te acostaste con Miyako! –Es verdad, pero ella era la única que quería. –se defendió Taichi. –Yo tampoco la obligué. Y, por cierto, no hables así de ellas. Las mujeres no son objetos, ¿sabes? A lo mejor ya no te quiere porque eres patético. –dijo Yamato levantándose para marcharse. –Cabrón. –dijo Taichi. Ken, que todavía lo tenía agarrado y no se esperaba que volviera a intentar ir a por él. Por suerte, consiguió retenerlo, aunque con muchas dificultades. –¡Suéltame! –Deja que te diga una cosa más sobre este asunto. –dijo Yamato mientras el castaño seguía forcejeando por librarse del agarre del médico. El rubio se acercó a él y lo miró fijamente a los ojos. –Dijo que hacerlo conmigo era mucho mejor que contigo. Taichi consiguió cogerlo de la pechera a pesar de seguir inmovilizado por Ken. –¡Parad ya! –les gritó Sora, viendo que la situación no hacía más que empeorar por segundos. –Yamato, eres horrible. De todos los tíos horribles que he conocido en mi vida, tú eres el peor. –Felicidades. –le dijo Yamato a Sora mientras le aplaudía. Después cogió sus bártulos y las fotos. –Ya veo que los dos estáis de su parte. En ese caso, adelante, disfrutad de la fiesta. Adiós. Una vez que Yamato entró en su apartamento, Ken lo soltó. –¿Qué es el “Love Shuffle”? –preguntó Taichi. –¡Es inútil! –Supongo que se ha acabado por esta noche. –dijo Ken una vez que Taichi se marchó enfadado hacia su apartamento. –Sí, supongo que sí.***
Mimí y Sora quedaron para dar una vuelta por el paseo de la orilla del río Tama. Mimí seguía con su nueva imagen, vestida y maquillada como si fuera la mujer segura de la sesión de fotos. Durante el paseo, Sora le explicó a Mimí lo que les dijo Taichi en la fiesta de pijamas, y también lo que luego les dijo Yamato y, como todos sospechaban, Mimí le admitió a Sora que no se había acostado con el fotógrafo. Al llegar a un punto, Mimí se sentó an un banco mientras que Sora se acercó a la baranda para mirar al río. Por allí correteaba algún niño con sus padres haciendo pompas de jabón, lo que provocó la sonrisa de Mimí. –¿Por qué sonríes? –le preguntó Sora cuando giró la cabeza. –Todo es culpa de tu mentira. –Lo siento. –se disculpó Mimí. –En serio, ¿en qué estabas pensando? –No creí que pudiera pasar algo así. –Pues pasó. –Pero no tenía por qué. –dijo Mimí levantándose. –Todo habría terminado si Yamato lo hubiera negado. –Eso no es del todo verdad. La duda estaría ahí, a menos que hubiera una coartada, o algo. –dijo Sora. –Pareces policía. –dijo Mimí riendo. –¡Oye! Pero sí tienes razón en una cosa. ¿Por qué Yamato empeoró la situación diciendo esas cosas? Recibió un buen puñetazo. –Mimí no se esperaba que aquellos dos hubieran llegado a las manos. –Aunque dice que practica boxeo, si hubiera querido lo podría haber evitado. Menos mal que no ha pasado a mayores. Bueno, tengo que irme. Creo que es mejor que le digas la verdad lo antes posible. –¿A Taichi? –preguntó Mimí deteniéndola. –Entiendo que quieras que te odie, pero te has pasado con esa mentira. –le dijo Sora. –No me ha gustado, ya que parece que no quieres que sea real, igual que ese maquillaje que llevas. No te pega para nada. –Mimí se fue percatando de que Sora tenía razón en todo y se sintió culpable por liar la situación de aquella manera. –Perdona, soy muy directa. Es por culpa de mi lengua viperina que no tengo muchos amigos. Tras aquella reflexión, Sora se marchó dando que pensar a Mimí. Entonces, fue a una fuente cercana y comenzó a lavarse la cara y decidió que una vez que llegara a casa, volvería a llevar sus prendas alegres y no esas tan oscuras que le hacían parecer una mujer de armas tomar o una viuda negra. Tras lavarse la cara, se miró en un pequeño espejo de mano que llevaba en el bolso y se reconoció.***
Aquel día Taichi llevó a Hikari a un parque de atracciones. Taichi disfrutaba de la carrera en la montaña rusa al máximo, mientras que Hikari, también montada, permanecía impasible, como si en lugar de estar montada en una montaña rusa estuviera en un banco del parque. Lo mismo ocurría cuando se montaron en el tiovivo y en otras atracciones del recinto.***
–Me sorprende que Taichi sugiriese una cita en el parque de atracciones. –le dijo Sora a Ken. Habían bajado a darse un baño a la piscina de su comunidad, pero ya estaban secándose mientras caminaban un poco por la orilla de la piscina mientras lo hacían. –Es lo que le hace interesante. –dijo Ken. –Bueno, quizás pensó que era mejor que quedarse deprimido en casa en su día libre. –Entonces, ¿por qué no vamos nosotros también a alguna parte? –sugirió Sora mientras se secaba un poco el pelo con una toalla. –Lo siento, pero ya tengo planes. –dijo Ken. –¿En tu día libre? –Es un asunto personal. –dijo Ken mientras se encaminaba hacia el vestuario. –¡Ya sé! Vas a quedar con tu verdadera novia. –dijo Sora. Aquello hizo detenerse a Ken. –¿Qué? –preguntó girándose. –¿He dado en el blanco? –preguntó Sora, que lo había dicho en broma. –Tienes una gran intuición. –dijo Ken sonriéndole.***
–Perdona por esto. Parece que soy el único que se lo pasa bien. –se disculpó Taichi, a pesar de haberle regalado un globo rojo que consiguió en una de las atracciones. Entonces, desde el banco en el que estaban sentados, vieron a una pareja que mientras caminaba se hacían carantoñas. Taichi no pudo más que comparar la alegría de esa pareja con el contraste de la suya. –Esto no va bien. No es como lo había imaginado. Pensarás que soy patético, pero aún no entiendo por qué ya no le gusto a Mimí. Y nunca la he engañado. Supongo que no estaba en equilibrio con una dama como ella. Me enfadé tanto cuando me dijo que me había engañado… Pero todo es por mi culpa. Mimí dijo que ese era su verdadero yo, pero no es verdad. No me lo creo. Ella no es así. Fui yo quien la convirtió en eso. Soy un hombre aburrido. Dije que las mujeres eran objetos, pero… Lo siento. Disfruto quejándome de mí mismo. Seguro que te estoy molestando. ¿Qué era Tánatos? –preguntó Taichi de repente al recordar algo de lo que dijo Sora. –Dejarse guiar por el silencio de la muerte, o algo así. No entiendo esas cosas. Seguro que el significado y el sentimiento son diferentes, pero… yo también quiero morir. Al escuchar aquello, a Hikari se le soltó el globo rojo que tenía sujeto entre los dedos.***
–¿De verdad puedo conocerla? –preguntó Sora mientras conducía su coche. Se le hizo raro que Ken fuera a presentarle a su pareja real. Después de todo, durante esa semana, la pareja de Ken era ella misma. –Sí, claro. –¿No se pondrá celosa? –preguntó Sora, a la que se le agolpaban las dudas en la cabeza. Después de todo, la situación en la que estaban era bastante extraña. –¿No debería fingir que soy tu hermana? –No te preocupes. No sentirá celos. No es ese tipo de persona. –Vaya. –Oye, antes de seguir más, ¿podemos parar por una floristería? –preguntó Ken. –¡Claro!¡Qué caballeroso, romántico y maravilloso que eres!***
–Comamos algo y volvamos a casa. –sugirió Taichi mientras salían del parque de atracciones. –Por cierto, ¿tienes toque de queda? Pero cuando fue a mirarla para ver si le respondía, Hikari había desaparecido de su lado. Entonces la vio entrar en unos recreativos. La castaña se situó en una máquina que contenía un montón de peluches de osos panda, todos iguales. –¿Quieres uno? –le preguntó Taichi, al ver cómo los miraba fijamente. Entonces, Hikari señaló uno en particular. –Ese, el del ojo roto. –respondió ella. –Pero es el único que parece defectuoso. –dijo él. Pero ella no contestó. –Vale, déjamelo a mí. Soy muy bueno en esto.***
Tras haber pasado por la floristería, Sora no se esperaba ir a donde Ken la dirigió. Estaban en un cementerio. –Ken. –dijo Sora. Tampoco sabía si era buena idea de que le quitara aquella privacidad. –Hoy es el aniversario de su muerte. –dijo mientras seguía caminando hacia la tumba de su pareja. –Todos los años vengo al final del día para no encontrarme con su familia. Tu gemelo también murió cuando eras pequeña, ¿verdad? –Pero fue por una enfermedad. Aunque sólo es una paciente, te preocupas más por ella por esto, ¿verdad? –preguntó Sora refiriéndose a Hikari. –¿Lo has intuido? –Tu novia se suicidó, ¿verdad? –él sólo asintió con la cabeza.***
Los ganchos de la máquina bajaron hasta la cabeza del oso elegido por Hikari, pero tan sólo se deslizaron y el osito no se movió ni un ápice de su lugar. –Vaya, ese brazo es demasiado débil. –se quejó Taichi. –¿No puedes conseguirlo? –preguntó Hikari. A pesar de que su cara y su tono siempre eran los mismos, Taichi sintió que para ella, no conseguir ese osito sería una decepción. –¿Qué? –Aburrido. –dijo ella. –Claro que lo conseguiré. –dijo Taichi con determinación.***
–Por eso no entendía por qué en aquel momento, eligió morir. –le explicaba Ken mientras dejaba el ramo de flores una vez que llegaron a la tumba, donde se encontraba escrito el nombre familiar con kanjis. –Ni su familia, ni yo, su novio. Quiero saber la razón. Si al menos pudiera comprenderlo un poco podría seguir adelante. Sobre todo si estaba sufriendo por algo. Pero todavía no lo entiendo. –Os queríais mucho, ¿verdad? –Yo era feliz.***
Taichi volvió a echar otra moneda y volvió a intentar coger el osito que quería Hikari, pero volvió a fallar. Esta vez consiguió levantarlo un poquito, pero el panda se deslizó y el brazo de la máquina volvió a subir vacío. Taichi lo intentaba una y otra vez, pero todos los intentos eran infructuosos. No obstante, la gente empezó a agolparse alrededor de ellos al ver a alguien que no dejaba de intentar coger un peluche específico.***
–Tánatos. –dijo Sora. –Eligió a la muerte antes que a mí. –dijo Ken. –Debes de estar lleno de amargura. –Si la muerte pudiera ser asesinada, querría matarla. –¡Estoy hablando de ella! –exclamó Sora. –¿Por qué? –Bueno, estoy enfadada con ella. Te está cegando incluso después de muerta. ¡Olvídala ya!¡Encuentra la felicidad!¡Encuentra a una persona que ames más que a ella! –Ken sonrió de manera triste. –Por favor, no sonrías así. ¡No sonrías cuando estás triste!¿No puedo ser yo? Me esforzaré, y podrás ser feliz. –Eso no está bien, Sora. Así es como siempre empiezas tus relaciones. Por simpatía, ¿verdad? El amor y la simpatía son sentimientos similares, pero con color diferente, como el rojo y el azul. Deberías elegir a tu pareja. Y a partir de ese día, tenerlo y mantenerlo. Una persona que no te dé tristeza o dolor, sólo felicidad. Tu complemento ideal, como si fuerais dos piezas de un puzle. Sé que está en algún lugar. –No existe esa persona. –dijo Sora. Había intentado animar a Ken y al final el que estaba intentando animarla era él a ella, porque sabía que en el fondo, Ken tenía razón con lo que le estaba diciendo, pero se resistía a aceptarlo. –Deja de usar a tu hermano como excusa. Es un caso diferente al mío. Tal y como has dicho antes, lo de tu hermano fue una enfermedad. Comparada con otras chicas, no te conformarás con el trabajo, la vida o los niños. No eres una persona que pueda comprometerse. –¡No existe esa persona! –dijo Sora casi rompiendo a llorar, pero entonces, le sonó el teléfono móvil. –¿Quién será en un momento así? Taichi, qué imbécil. ¿Qué quieres? –Sora, ¿puedes prestarme dinero? –¡¿Qué?!¿Que te preste dinero? –Sí, lo siento, pero, ¿podrías venir ya? –le pidió Taichi. Taichi había llamado a Sora porque comenzaba a quedarse sin dinero. Incluso había cambiado todo el efectivo en billetes que tenía y le quedaban sólo unas pocas monedas. Pero todavía no había conseguido el osito, a pesar de intentarlo incansablemente.***
Jou y Miyako cenaban en un restaurante tradicional en el que ellos mismos se podían cocinar los alimentos al gusto. –Esto es carne, pero la grasa desaparece y no te da energía. –dijo Jou con los cristales de las gafas empañados por los vapores que salían de la cazuela que había en medio, mientras que Miyako parecía cenar aburrida. –Tengo suerte de poder salir contigo otra vez. Entonces, el moreno se quitó las gafas para desempañarlas, y sin esperarlo, fue un gesto que llamó mucho la atención de Miyako. Cuando iba a ponerse de nuevo las gafas después de limpiarlas, Miyako ya se había levantado y lo detuvo cogiéndolo del brazo. –Espera un segundo. –le pidió ella. –De repente me pareces muy mono. Deberías usar lentillas. –¿Tú crees? –Pidamos que nos retiren todo esto. –dijo Miyako animadamente. –Comeremos sukiyaki con muchos huevos crudos. –¡Vale!***
Sora se dirigía hacia donde le había indicado Taichi, pero no daba con el lugar. –¿Dónde estás? –preguntó Sora por teléfono. Fue entonces cuando entró donde le había dicho y vio a un corrillo de gente. –¿Qué? –¡Sora, por aquí! –le gritó Taichi indicándole con la mano y con el teléfono todavía en la oreja. –¿Qué está pasando? –preguntó Sora al llegar hasta su vecino. –Menos mal que estás aquí. ¿Cuánto cambio tienes? –preguntó él. –Espera un momento. ¡¿Me has llamado para esta estupidez?! –preguntó Sora cogiéndole de la pechera del chaleco que llevaba. –Bueno, es que Hikari quiere ese osito. –dijo Taichi señalándole el peluche. –El panda sin ojo. Entonces Sora miró a Hikari. Y después miró a su alrededor. –¿Y qué hace aquí toda esta gente? –preguntó la pelirroja. –Sin darme cuenta, empezaron a rodearnos. –dijo Taichi. –¡Panda, panda…! –comenzó a exclamar uno de los espectadores, siguiendo el ritmo con palmas. A él se le empezó a sumar otro, y otro, hasta que todos comenzaron a animar para que el castaño consiguiera el osito. –¿Cuánto te has gastado? –preguntó Sora por curiosidad. Entonces, Taichi le enseñó un dedo. –¿Diez mil? –preguntó Sora sin poder creerlo. –No. –¡¿Cien mil?!¡¿Es que eres imbécil?! –Es que el brazo de la máquina es demasiado débil. –dijo Taichi como si eso justificara el dineral que llevaba gastado. –¡Tu cerebro sí que es débil! –exclamó Sora dándole un con su bolso. Al hacer eso, los espectadores se callaron súbitamente. El encargado de los recreativos apareció junto a ellos. –Genial, por fin una persona razonable. Por favor, pídale que pare o nos dará mala reputación. –Entonces, abrió el cristal con una llave y cogió el panda para entregárselo. –Tome, se lo regalamos. –¿Está seguro? –preguntó Taichi. –Sí, y ahora márchese. –dijo el encargado. Lo cierto es que con todo lo que se había gastado el osito estaba pagado con creces. De hecho estarían pagados todos los ositos de los recreativos. –Bueno, en ese caso… –comenzó a decir Taichi. –Devuélvelo. –dijo Sora inesperadamente. –¿Qué? –Si no lo consigues tú mismo, no es tuyo. –dijo Sora, dejándose contagiar por el ambiente del público. –Ya, pero… –El público no está de acuerdo con esto. Devuélvelo. –le ordenó Sora. Convencido, Taichi lo devolvió, entonces la gente exclamó de alegría mientras aplaudía. –Iré a por cambio. –¡Panda, panda, panda…! –exclamaba el público mientras la pelirroja llegaba con el cambio. Cuando Sora llegó con más monedas, Taichi volvió a intentar coger el osito de la máquina, pero parecía que el osito no quería salir. –Imagina que el panda es Mimí. –le dijo Sora. –¡Tienes que conseguirla! –¿No te parece mal referirte a las mujeres como si fueran un objeto? –le preguntó Taichi después de un intento fallido y recordándole que Yamato ya lo acusó de aquello la noche que Mimí le dijo que se acostó con él. –¿De qué hablas? Las mujeres son objetos. –dijo Sora para motivarle, aunque evidentemente, no lo pensaba. –Róbale el corazón y no lo sueltes.***
En la habitación de hotel Miyako dormía tranquilamente cubierta tan sólo con una sábana. Las gafas de Jou estaban en su mesita de noche. Mientras tanto, Jou, que estaba en las mismas condiciones que su acompañante, miraba al techo con la mirada perdida.***
–En todas partes hay recesión. Ser ahorrativo y reducir tus necesidades es agobiante. La vida es muy aburrida si no encuentras algo con lo que disfrutar. El alcalde puede negarse a pagar diez millones de yenes por su compra, ¡pero el zoo de Ueno necesita este Panda! –decía Taichi mientras dirigía el brazo de la máquina hacia el osito. Sora recordó que cuando jugó al billar contra el americano también dio un discursito. Parecía una tradición del castaño cuando se encontraba muy motivado por algo. De repente, la sala se quedó en silencio al ver cómo Taichi consiguió agarrar el osito por la cabeza. Todo el mundo estaba expectante de cómo subía el osito. Cuando llegó hasta el agujero por el que tenía que salir y lo soltó, todo el mundo explotó de alegría celebrándolo. Taichi lo cogió y lo mostró a los espectadores como si fuera un trofeo. –¡Lo tengo! –¡Un oso panda de 162.500 yenes! –dijo Sora aplaudiendo alegremente. –Toma. –dijo Taichi pasándole el panda a Hikari. A la chica se le escapó una pequeña sonrisa mientras abrazaba el codiciado osito. Taichi y Sora chocaron sus manos.***
Mientras todo esto ocurría en los recreativos, Ken deambulaba lentamente por las calles de Tokio. En un momento dado, cayó de rodillas. –¿Por qué? – se preguntó. Cada vez que llegaba aquel día, no podía evitar sentirse mal. –¡¿Por qué?!***
–Gracias por las fotos. –le dijo Mimí a Yamato, que la había acompañado con su coche a la casa de la castaña y aprovechó la cita para entregarle las fotos que le hizo. El coche tenía las luces de emergencia puestas mientras ellos dos se despedían fuera del coche. Yamato estaba apoyado en la baranda que separaba la acera de la carretera. Mimí volvía a vestir con sus prendas habituales, caracterizada por ser de colores más alegres e infantiles. –Me gusta más el maquillaje natural que llevas ahora. –dijo Yamato. –Incluso Sora me dijo que no iba conmigo. Si me mirabas de cerca parecía un panda. –dijo Mimí. –A decir verdad, yo pensaba lo mismo. –dijo Yamato sonriendo. –Qué malo. –dijo ella sonriendo también. –Bueno, ahora tienes esas fotos para recordarlo. –dijo él. Ella sonrió. –¿Todavía te duele el golpe? –preguntó Mimí, refiriéndose al puñetazo que le dio Taichi. –Ese delgaducho tiene un buen gancho. –admitió Yamato tocándose el todavía visible hematoma que tenía en una de las comisuras de los labios. –¿Por qué no le dijiste que era mentira? –preguntó Mimí. –Porque parecías una mujer humilde. –¿Humilde? –La hija de un hombre rico con una cara bonita. Normalmente, la gente así no tiene vergüenza y sólo piensa en su propia felicidad. Ven a sus parejas como meros accesorios de su vida. Pero tú no eres así. Era una mentira que había salido de ti, así que pensé que debía seguir con ella. –Pero, ¿sabes? Al final es injusto, porque después de todo, a mí no me pegaron. –dijo Mimí alagada por las palabras del rubio. –Pero te duele el corazón, ¿verdad? –¿Qué? –Cuando le mentiste a Taichi, te dolió tanto que querías morir, ¿verdad? –tras decir eso, Mimí se quedó pensando que su cita de la semana la tenía bastante calada. –Puedes dirigir a los hombres hasta el final. Puedes preocuparte y sorprenderte. Así que, algún día no tendrás nada que lamentar. –Soy horrible, ¿verdad? –dijo ella emocionándose. –Para nada. Incluso podría decir que estoy celoso de Taichi. –reconoció Yamato. –Siento que te hayas llevado un puñetazo sin haber hecho nada. –se disculpó ella. –Bueno, olvídalo. –tras decir eso, Mimí acortó las distancias y lo besó en los labios. –Buenas noches. –se despidió ella. Tras decir aquello, se marchó casi trotando. –Me daría una carta de amor y escaparía corriendo. –musitó Yamato viendo cómo se marchaba y recordando que le dijo algo parecido a Taichi la mañana que bajaron todos en el ascensor.***
Aprovechando que Sora llevaba su coche y que iban al mismo lugar, Taichi fue con ella hasta llegar al edificio. –Si Mimí me dijo esa mentira, a lo mejor es que aún le gusto. –dijo Taichi mientras caminaban por el garaje tras haber aparcado el coche. Durante el trayecto, Sora le confirmó que Mimí le había mentido con lo de que se acostó con Yamato. –Si hace ese tipo de cosas, no me dejará. –Tú siempre tan optimista. –Soy un “Persis” después de todo. –dijo él sonriendo mientras que Sora lo miraba raro. –¿Qué? Cuando Sora y Taichi llegaron al vestíbulo de su planta, Ken y Yamato ya estaban allí con sus pijamas. Ken llevaba su típico pijama y bata, mientras que Yamato llevaba un pijama de satín negro. Era habitual en él vestir siempre de negro. –¿Ya habéis empezado? –preguntó Taichi al salir del ascensor. Cuando Yamato lo vio aparecer, Yamato se apartó y le negó la mirada mientras bebía su copa de vino. –Hola. Sí, aunque ya es un poco tarde. –dijo. Entonces, Sora y Taichi se arrodillaron y carraspearon para llamar la atención de Yamato. –Yamato, perdónanos. –dijeron los dos a coro mientras se inclinaban. –¿Por qué os disculpáis ante el hombre más horrible que habéis conocido? –preguntó Yamato haciendo alusión a lo que le dijeron. –Ah, eso fue… –comenzó a decir Sora. –Sí, es verdad, qué mala. –dijo Taichi. –¿Quién diría eso? –Estaba de tu lado. –dijo Sora dándole un codazo a Taichi. –Todavía me duele. –dijo Yamato mientras se tocaba la herida. Al verlo, Taichi se situó junto a él, mientras que Sora se situó también al otro lado y lo cogió del brazo. –¿Todavía te duele?¡Dolor, vete volando! –le dijo Taichi como si fuera un niño pequeño. –¡Dolor de tu corazón, vete volando también! –exclamó Sora siguiendo el juego. –¿Sabéis? Yo también debería disculparme. –dijo Yamato levantándose. –Cuando he dejado a Mimí, la he besado. –¡Venga ya! No volveré a caer. –dijo Taichi. –Va en serio. Tiene unos labios muy suaves. –dijo Yamato. Tras decir eso, Taichi se acercó a él y lo cogió de los hombros. –Dime que es mentira. –dijo él. –Vamos, sólo es un beso. –dijo Sora intentando calmar al castaño. –¡No está bien, estúpida! –¡Estúpido lo serás tú!¡Devuélveme mi dinero! –le contestó Sora. –Tranquilo, que también hay para ti. –le dijo Yamato a Taichi. Lo sujetó de la cara y le plantó un beso en los labios ante la atónita mirada de todos. –Vaya. –dijo Ken. –¿Qué te ha parecido? –le preguntó Sora a un paralizado Taichi extendiéndole la mano en forma de puño como su sujetara un micrófono. –Qué labios más suaves. –dijo Taichi.***
En otro lugar de Tokio, Hikari estaba acostada en el sofá abrazada a su osito panda con ojo defectuoso sin poder dejar de sonreír.***
Una vez que Yamato besó a Taichi, Sora y Taichi se marcharon a ponerse sus pijamas mientras que Ken fue a casa a por los naipes. Una vez que volvieron a reunirse en el vestíbulo, el moreno les entregó las cartas que designarían las citas de la semana entrante. Aunque en realidad no hacía falta realizar el descubrimiento de las cartas, ya que sólo les quedaba salir con la última pareja, pero parecía que se había convertido en un ritual. Los cuatro descubrieron las cartas a la vez. A Yamato le tocó el rey de tréboles, a Ken el de diamantes y a Taichi el rey de corazones. A Sora también le tocó la reina de corazones, por lo que sería la cita de Taichi. –¡Eh, panda! –dijeron Taichi y Sora a la vez chocando las manos, y haciendo referencia a la manera en la que consiguió el osito panda. Por tanto, la próxima cita de Ken sería con Miyako, la de Yamato sería con Hikari y la de Mimí sería Jou. Continuará…