ID de la obra: 1319

Love Shuffle

Gen
PG-13
Finalizada
1
Fandom:
Tamaño:
154 páginas, 77.470 palabras, 9 capítulos
Descripción:
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4. Yo seré quien te proteja

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–Así que esta es tu empresa. –dijo Jou mirando el alto edificio mientras daba un paseo con Taichi por las inmediaciones de la empresa. –¿Qué quieres? –preguntó Taichi, que caminaba mientras comía un onigiri, ya que estaba en la pausa para la comida. –Hoy estás muy lento, ¿lo sabías? –dijo Jou, con su inseparable maletín lleno de dinero falso. –Sí, soy lento. Tan lento que no me doy cuenta del cambio de sentimientos de una mujer. –dijo Taichi. –Oh, vamos, no te desprecies así. –dijo el de gafas. –La cuestión es que esta semana soy el “Love Shuffle” de Mimí, y tú, el de Sora. –Ya, ¿y? –Ayudémonos mutuamente. –le sugirió Jou. –¿Ayudarnos? –dijo Taichi, que acababa de comprender por qué Jou fue a buscarlo. –Sí, ya sabes. Diciendo cosas como “deberías volver con él”. –explicó Jou. –¿Pero Sora y tú no rompisteis? –preguntó Taichi, que hasta donde él sabía, esos dos ya no estaban juntos. –Sólo lo finjo. Así no seré una carga para ella. –dijo Jou. –Ya. –En principio, el “Love Shuffle” sólo era una prueba para volver con nuestras parejas, para confirmar que la quieres por encima de todo. –dijo Jou. –Sí, es verdad. Así es como me convencieron para participar en esta locura. –admitió Taichi. –¿Esa es tu mejor baza? –Para nada. –¿En serio? –En realidad podría ser peor. Ken la cogió de la mano, y Yamato la besó. –dijo Taichi refiriéndose a Mimí. –¡Esos dos son personas muy extrañas! –exclamó Jou.

***

–¿Qué te comerás primero: la tarta o la fresa? –le preguntó Mimí a Sora, que habían quedado para merendar porque la castaña quería hablarle de algo. –Las dos. –dijo Sora dándole un buen mordisco a su trozo de tarta y haciendo reír a Mimí. Con todo el lío de los intercambios se convirtieron en buenas amigas, a pesar de que al principio Sora no se acordara de ella cuando Mimí afirmó que fueron al mismo instituto durante una temporada. –Entonces no sabré cuál es tu personalidad. –se quejó Mimí. –Sería toda una sorpresa si la descubrieras a través de la comida. –dijo Sora con la boca medio llena. –Creo que es parte de tu encanto. Yo soy muy transparente. –¿Y de qué querías hablar? –preguntó Sora. –De los intercambios de esta semana. –Ah, tranquila. Puedes pasarlo todo lo bien que quieras con Jou. Tiene dinero a espuertas. –No. –dijo Mimí, haciéndole ver que se equivocaba, aunque a ella tampoco es que le faltara el dinero. –Oh, ¿De Taichi y yo? No tienes que preocuparte por eso. Tu novio no es mi tipo. Bueno, ¿o tu ex novio? –dijo Sora pensativa, ya que no tenía muy claro qué clase de relación tenían. –Bueno, lo que sea. No puedo verle de otra manera debido a vuestra relación. –¿En serio? Porque si te gustara Taichi, me sentiría feliz por ti.

***

–Yo no. Yo antepongo la amistad a todo. –continuaba diciendo Jou a Taichi intentando convencerle de que cooperaran para conseguir quedarse con sus parejas originales. –¿Amistad? –Una persona es digna cuando ayuda a su mejor amigo. –dijo Jou –No somos tan amigos. –Por favor, confía en mí. –dijo Jou, agobiando a Taichi cada vez más. –Te devolveré el corazón de Mimí. –¿De verdad? –Te lo prometo. –¿Aunque Mimí se desnude delante de ti? –Le diría: “Cogerás un resfriado. Por favor, ponte algo encima”. –dijo Jou con seguridad y como si tuviese delante a la misma Mimí. –¡Eres un buen tipo! –dijo Taichi abrazándolo. Con aquel abrazo, le hizo saber que aceptaba su ayuda.

***

–Entonces, si a Taichi le empiezas a gustar también y empezáis a salir, creo que por fin podría dejarle. –le dijo Mimí. –Pero si te gusta no tienes por qué romper con él. –le dijo Sora ante el interés que mostraba la castaña para que la ayudara a dejar a Taichi definitivamente. –Al contrario, deberías casarte con él. –Es que, creo que es algo diferente al matrimonio. Si mantengo esto creo que al final se estropeará. –Taichi es idiota, pero es reconfortante. –dijo Sora. –Si piensas así, creo que congeniaríais perfectamente. Dime, ¿no estamos en el “Love Shuffle” para encontrar a la persona con la que mejor congeniamos? Porque para mí lo es. Incluso si no está entre los miembros, descubriría cuál es mi tipo y no me dejaría engañar por la magia de un flechazo. –No digas “engañar” o Taichi se preocupará. –dijo Sora sonriendo mientras se llevaba su taza a la boca. –Lo sé, pero a menos que me convierta en una mala mujer, no creo que sea capaz de romper con Taichi. –¿Por eso le mentiste con lo de haberte acostado con Yamato? –Sí.

***

Ignorantes de las verdaderas intenciones de Mimí, Jou y Taichi caminaban optimistas durante el descanso del trabajo. –Sin perder la sonrisa... –dijo Taichi sonriente al ver que Jou era sincero con eso de ayudarle a que Mimí volviera a sus brazos. –…Vamos a ayudarnos. –completó Jou. –Aunque esté desnuda… –comenzó Taichi. –…Ponte ropa. –volvió a completar Jou. –Cogerás un resfriado… –dijo Taichi. –…Así que cúbrete. –completó Jou. –¡Ese es el secreto de los “Persis”! –dijeron los dos a coro. De lo que no se habían dado cuenta era de que lo dijeron más alto de lo que creían, atrayendo así las miradas de todos los transeúntes. –No me hagas hacer esto en público. –dijo Taichi haciéndose el digno, pero Jou sólo le sonreía. Taichi se acababa de dar cuenta de lo patéticos que eran al completarse las frases.

***

Como era habitual en él, Yamato llevó a su cita de la semana a su estudio para realizarle a Hikari su sesión de fotos, tal y como hizo con Sora y Mimí. Yamato le mostró varias prendas para ponerse durante la sesión, incluyendo un disfraz de cordero. –Me ha costado conseguir todo esto. No es mi estilo, pero me han dicho que no eres muy normal. Pobre cordero sacrificado. Esto es…ser tentado por Tánatos. Bienvenida. Yo soy la otra muerte. –dijo Yamato llevándose la cámara que llevaba a todas partes para sacarle una primera foto, aunque todavía llevaba su ropa habitual.

***

Mientras tanto, Taichi y Sora estaban en un bar-restaurante jugando a los dardos después de salir del trabajo. –Para mí, esta semana es la mejor emocionalmente. –dijo Taichi tras lanzar un dardo a la diana. –¿Por qué? –Porque Mimí y tú sois amigas. –dijo yendo a recoger los dardos para lanzar otra tanda. –Así que no se hará ideas equivocadas. Además, Jou y yo hemos formado los “Persis”. –¿Los “Persis”?¿Qué es eso? Ya lo mencionaste en otra ocasión. –Afecto persistente. –explicó Taichi. –Ah. –dijo Sora entendiendo. –Pero Jou ya no siente nada por mí. –Eso no es cierto. Sólo lo finge para evitar ser una carga para ti. –le confesó Taichi. –¿Eso dijo? –Sí. Me lo dijo hoy cuando me visitó al trabajo a la hora de comer. –¿Incluso en el trabajo? –dijo Sora más para sí misma, recordando que siempre había sido bastante cargante, y tal y como dijo antes Taichi, persistente. –Es un buen chico, rico y…¿y qué más? Bueno, ¿qué más da? Es un buen tío. ¿Puedes considerar volver con él? –preguntó Taichi.

***

Por su parte, Jou llevó a Mimí a un restaurante con una luz tenue. –Qué sitio más tranquilo y elegante. –dijo Mimí sorprendida al entrar al establecimiento. –Está tranquilo porque lo he reservado todo para nosotros. –explicó Jou. –¿De verdad? –Sí. Normalmente está tan lleno que es muy difícil conseguir reserva. –dijo él mientras dos camareros les ofrecían las sillas en las que sentarse. –¿Por qué lo haces? –Porque se pueden oír las conversaciones de otras mesas o se dispersa la atención de los camareros, y eso no me gusta. –Por cierto, me he enterado de que Taichi y tú sois amigos. –dijo Mimí. –Sí, bastante. Es una persona muy agradable. –dijo Jou. Mimí le había ofrecido una oportunidad perfecta para alabar a Taichi para que volviera con él. –Salva a gente que cae en las vías del tren y ayuda a las ancianas a cruzar la calle. No hay muchos como él en los tiempos que corren. Si hay alguien que pueda salvar al mundo, ese es él. Si yo fuera una mujer, no le dejaría escapar. –¿Taichi te ha pedido algún favor? –preguntó Mimí extrañada por esa actitud de resaltar las virtudes de Taichi. –¡No! No lo estoy ayudando. –negó Jou nervioso al verse descubierto y prácticamente delatándose. –Pero, ¿crees que estoy exagerando? –Un poco. –Pero comparado con una persona aburrida como yo, creo que Taichi es una persona muy interesante. –Tú también eres agradable. –dijo Mimí, que no entendía no sólo que se comparara con Taichi, sino que se despreciara a sí mismo en la comparación. –¿Qué? –preguntó Jou sorprendido de que alguien le halagara. –No es fácil menospreciarse a uno mismo para alabar a otra persona. No me importan los lugares tranquilos. Vamos al karaoke. –Vale. –dijo Jou, que todavía parecía estar descolocado.

***

Hikari se puso un vestido blanco que parecía un camisón y se situó inmóvil en el plató fotográfico. –Sé que quieres morir, pero no es verdad. –comenzó a decir Yamato. –Es verdad. –dijo ella. –Sólo quieres que el resto se preocupe por ti. Eso es todo. –dijo él mientras disparaba la cámara una y otra vez. –No es verdad. –Responde con una sonrisa. –A pesar de que le pedía que sonriera, la expresión de la castaña permanecía inalterable. –¿Es mentira eso de que ves cosas? –Es verdad. –Aún así, es una alucinación causada por la medicación. –aventuró él. –Te equivocas. No tomo medicación. –No hay nadie en esta habitación. –Está aquí. –dijo ella llevándole la contraria. –No está en ninguna parte. –Está aquí. –insistió ella. Entonces, alzó un poco los ojos como si ese “alguien” estuviera en la parte de arriba. Yamato miró sin ver nada. Sólo suspiró. Tras un cambio de vestuario, continuaron la sesión. Hikari vestía con un vestido que le llegaba por las rodillas, pero esta vez era de color negro riguroso y estaba sentada en un taburete. –Tú pintas. Esos comentarios peculiares los haces porque quieres ser una artista única. –siguió Yamato diciéndole sus propias teorías sobre ella. Yamato colocó una cámara de fotos muy cerca de Hikari. La cámara parecía más bien sacada de finales del siglo XIX o principios del XX y se puso al lado de la cámara sentado en un taburete con ruedas, sujetando el disparador. –Eso no es verdad. –Ves cosas que en realidad no puedes ver. Actúas de manera anormal a propósito. Intentas ser excéntrica. –Te equivocas. –No me equivoco. –dijo él de forma contundente, preparado para disparar con el botón que sujetaba en su mano. –Sabes que no tienes talento. Las expectativas de tu padre recaen sobre ti y tú sólo quieres salir huyendo. –Te equivocas. –dijo ella tras un largo silencio. –¡No me equivoco! –gritó Yamato frustrado. El fotógrafo se levantó y apartó el taburete de una patada mientras caminaba como si fuera un león enjaulado. –Mierda. ¿Acaso no tienes emociones?

***

Ken y Miyako estaban en un bar de copas muy exclusivo. El ambiente era oscuro, tranquilo y elegante. Había varias peceras que hacían enfatizar esas características todavía más. –Sé que no quieres que tus parejas beban alcohol, pero en este caso, parece que yo no soy tu objetivo. –dijo Ken bebiendo de su copa. –No. Es totalmente al contrario. –dijo Miyako. –Mi mayor interés está en ti. Las cosas deliciosas hay que saborearlas sin prisa. –Me siento halagado, pero no estoy seguro. –Me he dado cuenta de algo. –dijo Miyako mientras que Ken la miró cómo la mujer cogía una aceituna con un palillo y se la metía en la boca. Parecía ser elegante hasta para comer olivas. –Tú eres el único que controlas el “Love Shuffle”. –¿Controlar? –Tú eres quien elige el orden, ¿verdad? –Le has dado demasiadas vueltas. –dijo Ken sonriendo. –No me tomes por tonta. –dijo ella, atrayendo así, una mirada seria del doctor.

***

–Ten cuidado con él. –le advirtió Sora a Taichi. Después de tomarse un aperitivo mientras jugaban a los dardos, se sentaron a la barra para cenar algo más consistente. –¿Te refieres a Jou? –Es un poco raro. –¿Qué quieres decir? –Es rico, pero hay algo que es sorprendente. A veces da miedo. –No digas algo así. Es tu ex novio, pero no le insultes. –Esa no es mi intención. –dijo Sora, que parecía haber malinterpretado sus palabras. –Sólo de imaginar a Mimí hablando así de mí a mis espaldas me entristece. –Como te acabo de decir, esa no era mi intención. –se defendió la pelirroja. –¿Entonces qué querías decir? –pero Sora no contestó. –Si tienes algo que decir, dilo sin rodeos. –¡Simplemente te estoy advirtiendo! –Gracias, pero no. Sólo creo en lo que veo. Creo que es simpático y para mí es suficiente. –¿Eres idiota?¿Qué pasa si te equivocas? –No me equivoco. Bueno, supongo que a veces sí me equivoco. Pensaba que tú eras simpática. –dijo Taichi lanzándole un zasca. Así que ella, cogió su vaso de agua y le lanzó el contenido a la cara. –¡Idiota! –tras insultarlo, Sora se marchó airada del restaurante. –¿Qué estás haciendo? –preguntó mientras seguía masticando lo que comía.

***

–Creo que la última combinación del “Love Shuffle” tiene un significado especial. –dijo Miyako. –Me refiero a los intercambios de esta semana.

***

Mimí cantaba alegremente en un karaoke. Mientras que con una mano sujetaba el micrófono, con la otra sostenía una pandereta. –Debería hacer los coros. –se dijo Jou a sí mismo un poco nervioso.

***

–Estás realizando algún tipo de experimento. –continuó diciendo Miyako mientras Ken negaba con la cabeza con una sonrisa.

***

–¡¿Sabes?!¡Odio a la gente que dice que quiere morir! ¿Propensos a ser heridos e ingenuos? No me vaciles. Puedes decir eso porque eres siniestra. –decía Yamato ante una imperturbable Hikari. Entonces se acercó a su cara. –Si quieres morir, adelante. Tras decir eso, Yamato se apartó de ella enfadado dándole una patada a una caja de cartón que estaba a su paso.

***

–Amor no correspondido, celos, odio, destrucción, el fin del mundo. Parece que es lo que quieres mostrarnos. Quieres mostrarnos todos nuestros errores. –dijo Miyako. Ken se rió. –Pareces estar bajo mucho estrés. Si quieres hablar de ello, te escucharé encantado en mi consulta. –dijo Ken. –Sé otra cosa. –dijo ella acercándose a su oído mientras se apoyaba sobre su hombro. –Tu secreto.

***

–Lo siento. –se disculpó Jou. Parecía que se empezaba a hacer una costumbre que después de algunas citas, Jou y Taichi se fueran a comer ramen a puestos callejeros. –Quería ensalzar tus cualidades, pero en su lugar, acabaron ensalzándose las mías. –Estás en el mercado de valores. Tienes que ser más receptivo. No es momento para cantar. –dijo Taichi una vez que Jou le explicó cómo fue su cita con Mimí. –Lo siento. –volvió a disculparse Jou. –Pero Mimí dijo… –¿Qué dijo?¿Dijo algo de mí? –le interrumpió Taichi interesado. –Dijo que nos olvidáramos de ti. –ante eso, a Taichi se le esfumó la vitalidad. –Pero lo dijo porque esta semana soy su pareja. –Se me acaba de poner dolor la cabeza. –dijo Taichi desanimado. –Pero es muy alegre y adorable. –dijo Jou. –¡Oye! –le riñó Taichi. –Sólo es una observación. Creo que hacéis muy buena pareja. –No me pasa nada bueno cuando intento ayudar. –dijo Taichi. –¿Y qué tal con Sora? –preguntó Jou. –La hice enfadar. –¿Por qué? –preguntó Jou acercándose a su cara sin respetar el espacio vital. –Bueno, pues porque es… –¿Qué es? –Olvídalo, no es nada importante. Me voy a casa a dormir. –dijo Taichi levantándose. –La cuenta, por favor. –No te preocupes. Ya pago yo. –dijo Jou mientras Taichi se ponía la chaqueta. –Déjame pagar esta vez. Siempre me invitas tú. –No lo hagas. Guarda tu estúpida cartera. –¿Estúpida? –Vamos. Yo pago. –insistió Jou. –Déjame pagar a mí, por favor. –No exageres. Sólo es un ramen. –Por favor. –pero esta vez, Jou se inclinó. Fue tal la insistencia, que al final lo dejó pagar a él. Quizás era un modo de compensarle por no haber podido ayudarle con Mimí como él hubiera querido.

***

Una nueva cita llegó. Taichi y Sora se dirigían en el coche del castaño para ir a la playa para respirar aire puro. Estaban en pleno invierno y el agua estaba demasiado fría como para darse un baño. –Siento lo de la otra noche. –se disculpó Taichi. –No tienes que disculparte si no crees que te has equivocado. –le dijo Sora. –Dije que quería advertirte, pero en realidad estoy preocupada por Jou. –¿Preocupada? –De que le gustes. De que después de gastar mucho dinero y esfuerzo en ti lo rechaces. –¿Qué dices? No estamos saliendo ni nada. –dijo Taichi sin poder evitar sonreír. –Es lo mismo. Por lo menos en su cabeza. Dar toda su confianza a una sola persona. –¿Era así contigo? –Estoy segura de que te contará todo sobre él muy pronto. Todo: lo bueno y lo malo. –¿Estará bien? Tiendo a no escuchar a la gente. –No estoy de broma. Por ejemplo, de pequeño lo acosaron mucho. Así que dejó de ir a clase y aprendió a moverse por el mercado de valores a través del ordenador. Consiguió varias compañías. –Increíble. –En esas empresas que consiguió trabajaba la gente que le acosaba. –¿Les despidió? –No. Los mantuvo en sus puestos y se pasan la vida temiendo el día en el que él los despida. –relató Sora. –¿En serio? –dijo Taichi parando en un semáforo. –Le pedí que dejara de hacer esas cosas, y al final lo dejó. –¿Significa que sólo escucha a esa única persona? –Sí. Si esa persona dijera que no le gusta el país, compraría armas nucleares. –Pero él no es un terrorista. –Sólo digo que puede ser ambos: ángel y demonio. –Cuánta responsabilidad. –¿Lo ves? Normalmente te asustarías y saldrías corriendo. –admitió Sora. –Pero tú todavía estás con él, ¿no? –Es una persona muy pura, así que quiero que sea feliz. –Es una historia un poco descabellada, pero de alguna manera, lo entiendo. Pero sea como sea, yo nunca le disgusto. No lo voy a dejar tirado ni nada de eso. –¿Lo dices en serio? –preguntó Sora esperanzada. –No me lo preguntes con esa cara. –se quejó Taichi, pero en realidad sonrieron los dos. –Lleva un rato llamándome la atención. –dijo Sora fijando la mirada en el móvil de Taichi, que estaba en el salpicadero del coche. Entonces lo cogió. –¿Qué es este horrible colgante de móvil? Del móvil de Taichi colgaban lo que parecían dos puntas de dedos hechos de esponja color carne con rostros. Uno de ellos llevaba gafas, al igual que Jou. –Jou los llama “Persis”. –contestó Taichi. –Lo hizo él. Le dije que no lo quería, pero me lo puso igualmente. –Pues parecen más unos testículos. Espero que no, pero podría tener un GPS dentro para rastrearte donde quiera que estés todo el tiempo. –dijo Sora, a la que le hacía gracia aquella salida de Jou. –No es un acosador. –dijo Taichi mientras que Sora le devolvía el móvil con guasa. Entonces, el coche de detrás tocó el claxon. Taichi miró hacia atrás para ver quién podía tener tanta prisa, a pesar de que el semáforo estuviera en rojo. –¿Qué? Desde un deportivo descapotable, Mimí y Jou los saludaban alegremente. –¡Jou! –gritó Sora. –¡Mimí! –gritó Taichi. –Dime que es mentira… –Joe. –terminó Sora, mientras ambos miraban el ridículo colgante de móvil.

***

Tras acabar con la poco productiva sesión de fotos de la cita anterior, Yamato y Hikari salieron a tomar el aire. Tras comprarse algo de beber, llegaron a un puente. –¿Sabes? Dejé el instituto y me dediqué a viajar por el mundo. –dijo Yamato mientras Hikari le daba mordisquitos a su tentempié. –Una foto que saqué en una zona de guerra salió en un periódico y gané algún premio. Fui el galardonado más joven. Pero la guerra es como una droga. Buscas las imágenes más impactantes y compites con otros por llegar a lugares a los que la gente normal les daría miedo ir. En Camboya dispararon a un soldado en una pierna. La sangre le salía a borbotones. Le saqué fotos a esa pierna sin ni siquiera pensar en ayudarle. En ese momento, ese joven me gritó llorando que cuánto me iba a llevar sacar la foto. Fue así como volví en mí. De repente me sentí avergonzado. Mandé a la mierda el periodismo. Todo son mentiras. Todo es porque quieren destacar. Aunque quieran vivir, hay mucha gente que muere en este mundo. Daños colaterales por política y religión. Así que…–dijo Yamato pasándole un brazo por los hombros mientras la miraba a la cara. –no tengo ni idea de lo que te preocupa. No digas que quieres morir tan a la ligera. Probablemente ni si quiera lo conseguirías. Si las personas que se están muriendo y quieren vivir te escucharan, seguro que se enfadarían. –Moriré. –dijo Hikari con su dulce voz. –En ese caso, muere. –dijo él. –Salta desde aquí y muere. –No puedo hacer eso. –dijo Hikari. –Le hice una promesa al doctor Ichijouji. No moriré hasta mi veinte cumpleaños. –¡No me jodas! –dijo Yamato dándole una patada a la baranda. –¡A la mierda los cumpleaños! Se lo diré a Ken por ti. Le diré que te habrás equivocado con la fecha y que te has suicidado. ¿A quién le importa Tánatos? ¡Vamos, muérete!¡Salta y muere! Eres una mentirosa. –dijo dándose la vuelta tras un silencio largo. Era tal la frustración que no quería ni mirarla. –No sé ni para qué me molesto en contar una buena historia. Soy un estúpido. Se ha acabado el “Love Shuffle” contigo. Entonces, cuando Yamato miró, Hikari no estaba, y entonces, fue cuando escuchó un golpe en el agua. Yamato se asomó y vio que Hikari se había tirado al río. Sin pensarlo dos veces, y a pesar de que estaban en pleno invierno, saltó con un movimiento ágil.

***

–Adelante. –dijo Ken, dándole permiso a Miyako para entrar en su apartamento. –¡Vaya, cuántos libros! –dijo ella sorprendida por la gran cantidad de libros que el moreno tenía en sus estanterías. Entonces llegó a un lugar donde parecía tener una mesa de trabajo con un ordenador. –¿Es tu estudio? –Espera, no mires. –dijo Ken, pero Miyako le dio la vuelta a un marco que había boca abajo para mirarlo. Ken se detuvo al ver que era demasiado tarde. –Qué bien salís en esta foto. –dijo Miyako. –Por favor, ponla en su sitio. –le pidió Ken. –¿Un amor del pasado? –preguntó ella. Entonces se giró. –Parece una persona maravillosa. ¿Nos presentarás algún día? –Esa persona ya no está. –dijo él. –¿Murió? –pero Ken se dirigió hacia ella, le cogió el marco con la foto y lo volvió a poner en la mesa. –¿Qué quieres? –preguntó él. –Está claro: sexo, por supuesto. –contestó ella. Ken sólo sonrió de medio lado.

***

Por fin Taichi y Sora llegaron a la playa con Jou y Mimí como inesperados acompañantes. Jou y Mimí bajaron apresurados a la arena con un balón de playa y comenzaron a jugar. –Parece muy contento con esta coincidencia. –comentó Taichi al ver cómo se divertían. –¿De verdad piensas que es una coincidencia? –preguntó Sora con ironía, a la que la idea del GPS ya no le parecía tan descabellada. –Quizás mencionara que vendríamos a la playa. –dijo Taichi. –La playa es muy larga y ancha y justo hemos ido a parar al mismo sitio. –No hay razón para sospechar. Pasémoslo bien y ya está. –Bueno, supongo que es mejor no darle más vueltas. –tras decir aquello, los dos se unieron al juego de la pelota. Jugaban Jou y Mimí contra Taichi y Sora. Tenían que evitar que la pelota cayera. Después de jugar con el balón de playa, vendaron los ojos a Taichi y a Jou con unos pañuelos, aunque Jou llevaba las gafas por encima del pañuelo, con el objetivo de acertar a darle a una sandía con un palo de madera. Cuando se encaminaban, Taichi, de alguna manera, empujó a Jou para ganar él, lo que desencadenó las risas de las chicas. Después de jugar a la sandía, Taichi dibujo una línea con el mismo palo, para indicar una línea de salida. Después, clavó los palos a cierta distancia con los pañuelos sujetos y con sus “shuffles” a “caballo”, hicieron una carrera. Después de la carrera, Jou y Mimí se quedaron haciendo un castillo de arena, mientras que Taichi y Sora se alejaron un poco para sentarse en un tronco que había al fondo. –Oye, Sora. –¿Qué pasa? –Es divertido no pensar en nada. –Te conviertes en una persona estúpida, pero sí, es más divertido. –dijo Sora dándole la razón. –A lo mejor no soy bueno, porque aún pensando soy idiota. A lo mejor debería dejar mi trabajo. Antes de tener el trabajo que tengo ahora hacía trabajos precarios aquí y allá a tiempo parcial para llegar a fin de mes. Estaba un poco estresado por no tener dinero, pero disfrutaba cada día. Me convencía a mí mismo de que no me tenía que preocupar por el mañana. –Típico de ti. –¿Eso piensas, verdad? Pero luego me convertí en ambicioso y no hacía otra cosa excepto pensar en el futuro. A decir verdad, no vivía el presente. Si empiezo a apagarme en los ojos de Mimí, quizás debería volver a ese punto en el que estaba cuando la conocí. –¿Pero tienes agallas para hacerlo? Estás en una gran empresa y tienes altos ingresos. –Para no tener que lamentarlo, debería causarles algún problema. –dijo Taichi. –¿Te refieres a incumplir con la empresa de alguna manera? ¿Como manosear a alguien en el metro? –dijo como ejemplo. –Así seguro que me despedirían. –En ese caso estaré encantada de actuar por ti. –se ofreció Sora, le cogió la mano y se la levantó. –¡Ha sido él el que me ha tocado el culo! –No. –dijo él actuando. –Pervertido.

***

Mientras tanto, en Tokio, Yamato había conseguido sacar a Hikari del río. Cuando salieron, se sentaron agotados y empapados. Incluso estornudaron a la vez. –Vamos a coger un catarro. –dijo él. –No soy una mentirosa. –dijo Hikari. Yamato se levantó y le tendió la mano para levantarse. Sería mejor marcharse antes de que se helaran más. A pesar de no hacer un día malo, estaban en invierno y no era temporada para ir por ahí empapados. –Vamos. ¿Qué eres? –preguntó cuando la tuvo frente a frente. Pero ella no contestó. Él simplemente la atrajo y la abrazó. –Para mí eres demasiado interesante. Tras el baño en el río, Yamato llevó a Hikari a su propio apartamento. La dejó en la ducha y le prestó su pijama. Mientras Hikari se duchaba, él se fue a la sauna que había en su comunidad. Le vendría bien para entrar en calor después del baño inesperado en el río. Allí se encontró con Ken. En pocos minutos comenzaron a sudar. –¿Te gusta Hikari? –preguntó Ken. –En mi cabeza una tía loca mola. –contestó él. –¿También le gustas a Hikari? –preguntó el doctor. –Quién sabe. Soy incapaz de interpretar sus emociones. –¿No sería mejor que no te involucraras demasiado? –preguntó Ken. –¿Por qué?¿No querías que tuviera una relación y que Tánatos desapareciera? –Es una verdadera artista. Temo que te pueda romper. –explicó Ken. –¿Me estás diciendo que soy un falso? –preguntó Yamato. –No quise decir eso. –dijo Ken calmado. –Escuchándote haces que quiera picarla más y más. –dijo Yamato. –Seguro.

***

Una vez que Hikari salió de la ducha y se puso el pijama negro de Yamato, que le quedaba enorme, se salió al vestíbulo. Allí se encontró con Miyako. Como era costumbre en ella, solía meterse en la ducha cuando estaba con un hombre, por lo que Ken se había bajado a la sauna mientras ella se duchaba. Juntas se sentaron a esperar a sus intercambios. –¿Por qué quieres morir? –preguntó Miyako. –¿Por qué quieres vivir? –preguntó Hikari. –Pero, ¿por qué quieres morir? –volvió a preguntar Miyako. –Pero, ¿por qué quieres vivir? –preguntó Hikari. Miyako le sonrió por el juego. Pareció entender que tan respetable era una cosa como la otra.

***

–Comprémoslos todos. –dijo Jou cogiendo paquetes de fuegos artificiales y echándolos a un carro. –Por cierto, qué coincidencia. –Sí, ¿verdad? A pesar de lo largo y ancho que es el mar. –dijo Taichi con ironía. –Somos los “Persis”, será que hay algo que nos atrae el uno hacia el otro. –dijo Jou sujetando su móvil, que también llevaba un colgante como el que le puso a Taichi. –A lo mejor podríamos hacer camisetas y venderlas. –¿Quién compraría algo así? –preguntó Taichi. –Las buenas amistades venden bien. Mientras los chicos volvían del hipermercado, Mimí y Sora los esperaban en la playa. Como hacía más frío, encendieron una pequeña hoguera para calentarse. –Taichi y tú parecéis una pareja de verdad. –comentó Mimí. –¿Estás celosa? En todo caso, este encuentro casual ha sido toda una suerte para Taichi. –Creo que es algo diferente a los celos. Vosotros quedáis bien juntos, como una suave brisa en tu camino. –dijo Mimí. –Oye, ¿qué pensaste al vernos a Jou y a mí?¿Sentiste algo como los celos? –La verdad es que no. Parecía como un aire cálido en tu camino. –dijo con una sonrisa. –¡No somos fantasmas! –exclamó Mimí, puesto que la superstición japonesa asocia el aire caliente y el verano con los fantasmas. –¡Uhhhhh! –imitó Sora a un fantasma para acabar riendo. –¡Oh, vamos, para! –dijo Mimí uniéndose a la risa. Entonces, de repente, se apagó la hoguera. Unos vándalos habían tirado un cubo de agua a su fuente de calor. –¡Cuidado con el fuego! –exclamó el que apagó el fuego. Junto a él, había tres chicos más. –Eh, chicas, jugad con nosotros. –dijo uno de ellos. –Estamos acompañadas. –dijo Mimí, visiblemente incómoda. –Venga ya, ¿qué importa? Vamos a pasarlo bien. –dijeron acercándose. Entre todos, las obligaron a ponerse en pie. –¡Déjame! –le gritó Sora al que le agarraba. –No, no te dejaré. –le dijo él. Mientras tanto, otro de ellos abrió el maletín que Jou siempre llevaba a todas partes. Al abrirlo, se sorprendió. –Mirad. –¡Vaya! –exclamaron todos al ver el maletín lleno de dinero. –¡Os daré todo el dinero, así que desapareced! –les pidió Sora sin achantarse. –No. –dijo el que parecía ser el líder sacando una navaja para convencerlas. –Somos más ambiciosos. Pese a las peticiones y gritos de Mimí para que las dejaran ir, los cuatro arrastraron a las dos chicas, las metieron en un todoterreno negro y las llevaron a una nave industrial.

***

–¡Vaya, menuda mansión! –exclamó Yamato cuando acompañó a Hikari a su casa. Se notaba que su padre era bastante adinerado. –Oye, en tu cumpleaños es el día, ¿no? –Hikari asintió, sabiendo que el rubio se refería al día de su suicidio. Entonces la abrazó. –Si de todos modos vas a morir, deja que me acueste contigo. Sólo bromeaba. Tras decir eso, comenzó a caminar hacia su coche, que dejó estacionado con las luces de emergencia encendidas. –Esta noche papá no está en casa. –dijo Hikari, haciendo que él se girara. ¿Era eso una invitación? ¿De verdad ella quería acostarse con él? Lo había dicho de broma, pero ella parecía decirlo enserio. En circunstancias normales ni lo habría dudado, pero esa chica no era como las demás. –¿Eso quieres?

***

Mimí y Sora estaban sentadas en sendas sillas y sujetadas con cuerdas. Sus muñecas también estaban sujetas por atrás, por lo que era evidente que no podrían escapar. Las habían subido a lo que parecía ser la oficina de la nave. El lugar estaba oscuro, aunque habían puesto un farolillo delante de ellas para que no estuvieran tan a oscuras. –Mimí, ¿estás bien? –preguntó Sora al verla con un mohín en la cara. –Sí. –dijo ella. Entonces, uno de sus secuestradores le subió un poco la falda y vio que justo por encima de donde terminaba su bota, casi a la altura de la rodilla tenía un corte, como si hubiera sido de un niño que se ha caído en la calle. Debió habérselo hecho cuando mostró resistencia. –Vaya, te has hecho daño. –dijo él. Sora intentó darle una patada, pero él la esquivó. –¡¿Qué vais a hacer con nosotras?! –preguntó la pelirroja. Estaba asustada, pero no les daría el placer de demostrarlo. –Si os estáis quietas no os haremos nada. –dijo uno de ellos después de expulsar el humo del cigarrillo que estaba fumando. Entonces, el mismo que habló, se bajó a la parte de abajo de la nave y se dirigió hacia la puerta de entrada, donde había dos compañeros suyos. –¡¿Todavía no ha llegado?! –Bueno, podemos cobrarle más por el trabajo. –dijo uno de ellos, desatando las risas. Entonces se escuchó cómo alguien llamaba a la puerta. –Parece que ya está aquí. –Sí. Cuando abrieron las puertas, se sorprendieron al ver a un montón de motos que empezaron a entrar iluminando el interior de la nave.

***

Mientras tanto, y ajenos a todo, Taichi y Jou volvieron a la playa, pero las chicas no estaban allí. Tan sólo estaba la pequeña hoguera humeante después de haber sido apagada y un fular de invierno que se le debió de haber caído a Mimí cuando las retuvieron, pero eso ellos no lo sabían. –¿A dónde han ido? –preguntó Taichi cogiendo el fular blanco de Mimí. –Ninguna de las dos está por aquí. –dijo Jou. –A lo mejor les ha pasado algo. –sugirió Taichi. –Sí, hay muchos delincuentes juveniles por esta zona. –dijo Jou. –¿Por qué estás tan tranquilo? –preguntó Taichi. –No te preocupes. –¿Qué no me preocupe? ¿Qué quieres decir? –Mi maletín tampoco está. Tiene geolocalización dentro. –dijo él. –¿De verdad? En ese caso vamos a buscarlas. –dijo Taichi empezando a andar, mientras que Jou soltó una sonrisa de medio lado. Los dos chicos cogieron el coche de Taichi y llegaron hasta la nave. –¿Son ellas? –preguntó Taichi bajando del coche. Allí había un montón de moteros. Pero sin esperar respuesta, Taichi entró a la nave. Allí vio un montón de motos. Algunos les daban gas a la moto. También vio a otro con una bandera. Estaba claro que era una banda. Fue entonces cuando las vio. Los secuestradores las habían bajado abajo y estaban sentadas en el suelo, delante de un montón de palés. Las habían soltado y Mimí se abrazaba al brazo de Sora. Taichi fue corriendo hacia ellas, viendo también la herida de Mimí. –¡Mimí, Sora! –Taichi. –dijo Mimí con ojos llorosos. Taichi no soportaba verla llorar, así que, lleno de rabia, cogió un cepillo que había allí y rompió un cristal que había por allí apoyado, llamando así la atención de todos. –¡¿Cómo os atrevéis?!¡¿Acaso no podéis hacer nada si no es en grupo?! –los moteros lo miraban sin saber a qué venía eso. Poco a poco fueron acercándose a él para ver qué decía aquel pirado. Taichi se puso la escoba sobre el hombro y mientras daba su discurso iba de un lado a otro. –No me dais miedo. Seguro que os pasáis la vida fumando y recargando los móviles en tiendas y supermercados sin importaros los demás, haciendo ruido y causando alboroto. Vuestro juego favorito es que os fiche la policía. Todo lo que hacéis es inútil. No habéis estudiado y tampoco tenéis ningún talento. Puedo entender por qué queréis ir contra el sistema, pero hacerle daño a los débiles significa que sois basura para la sociedad. ¡Si queréis sorprender al mundo, id a por terroristas a Afganistán! –¡Taichi! –lo llamó Sora al ver que estaba metiendo la pata hasta el fondo, pero él no la dejó continuar. Parecía un militar pasando revista y dando un discurso a sus soldados. –La gente finge no ver nada, pero no es porque les deis miedo. Es solo que no quieren verse involucrados. Comparados con vosotros, que no tenéis nada, ¡nosotros sí tenemos de qué preocuparnos! Entonces, el que parecía ser el líder de los moteros, se fue abriendo paso entre sus compañeros, vestidos todos de cuero negro. El líder se puso cara a cara con Taichi. –Cuando nos llevan al límite, peleamos, aunque seamos buenos samaritanos. –dijo Taichi. Entonces, el líder de la banda lo cogió de la pechera desafiante. –Taichi, te estás equivocando. –dijo Mimí. –¡Mimí, no puedo parar llegados a cierto punto! –dijo Taichi sin apartar la mirada del motero y soltándose de su agarre. –¡¿Quieres dejar de hacer el idiota?! –le dijo Sora apartándolo. –¡Ya te he dicho que te estás equivocando! –¡Traedlos! –gritó el líder haciendo un gesto. Entonces, desde una esquina, entre dos moteros traían a rastras a los cuatro secuestradores. –¡Lo sentimos!¡Perdonad! –gritaban estos. –Esta gente nos ha salvado. –dijo Sora. –¿Qué? –preguntó Taichi sin esperar aquello. –Nos dijeron de que unos vagos idiotas habían secuestrado a dos mujeres. Por lo visto alguien los vio llevárselas contra su voluntad. –dijo el líder. –No permitiré ese tipo de cosas en mi ciudad. –Entonces…–comenzó a decir Taichi sin saber dónde meterse. –Por eso te decía que pararas, idiota. –dijo Sora. –¡Eso tampoco es verdad! –exclamó Jou, que hasta ahora se había mantenido al margen de todo. –¿Qué quieres decir? –preguntó Sora. Jou se acercó hasta ellos. –En realidad, a nosotros nos contrató este tío. –dijo uno de los magullados secuestradores señalando a Jou. –¡¿Cómo?! –preguntaron Taichi, Mimí y Sora a la vez. –¡Somos actores de teatro! –dijeron muertos de miedo. Cuando aceptaron no pensaron que se llevarían una paliza. –¡¿Actores?! –volvieron a preguntar los tres a coro. –Si secuestraban a Mimí, Taichi podría ponerse en marcha y salvarla. Pensé que eso le daría puntos y así, a lo mejor, podríais volver juntos. –explicó Jou mientras la cara de Mimí se indignaba según iba pronunciando palabras. –¿Ha sido todo una actuación? –preguntó Mimí. –Jou. –dijo Sora con mirada desaprobadora. –Lo siento. –se disculpó el magnate inclinando la cabeza. –No puedes disculparte sin más. –dijo Taichi, entonces, miró al líder de la banda, que también lo miraba con cara de pocos amigos. –Como has visto, ha sido todo un malentendido, así que, te ruego que me perdones. Y gracias. –¿Eso es todo? –preguntó el motero disconforme. –Para daros las gracias y disculparnos, ¿queréis algo de dinero? –intervino Jou. –¡¿Me estáis vacilando?! –les gritó el motero. Yamato no se equivocó. Lo de Hikari fue una invitación en toda regla y una vez que estuvieron en el estudio de la castaña, se entregaron el uno al otro. Pero una vez que terminaron, Yamato no se marchó, sino que se quedó allí con Hikari, cubiertos tan solo con las sábanas y en silencio. Fue entonces, cuando ese silencio lo rompió la ridícula melodía del móvil de Yamato y que todavía no había cambiado. Al escucharlo, se destapó de mala gana, se puso los pantalones y buscó su móvil entre los bolsillos de su abrigo. –¿Diga? –¡Yamato! –dijo Sora. –¿Qué? ¿Fuisteis al lugar asqueroso que os dije? –preguntó él. –¡Estamos metidos en un buen lío! –dijo Sora, que se había apartado de allí con Mimí para poder llamarlo. Mientras tanto, la banda al completo acechaba a Taichi y Jou. –¿Cómo te atreves a decir todas esas gilipolleces? –preguntó el líder refiriéndose al sermón que había soltado Taichi cuando creía que eran los secuestradores. –¿Dije algo? –disimuló Taichi con nerviosismo. –A veces dice locuras. –dijo Jou para justificarlo. –Pero es porque voy a terapia. –mintió Taichi. –Sí, es cierto. Su psiquiatra es el doctor Ken Ichijouji. –añadió Jou para sostener la mentira. –Se los pueden cargar a los dos. –dijo Sora por teléfono. –¿Cómo se llama la banda? –preguntó Yamato. –¡¿Cómo quieres que lo sepa?! –¿Qué logotipo tiene la bandera? –Es roja, con una calavera horrorosa envuelta en fuego. –dijo Sora asomándose para verla. –Me estás haciendo daño. La diseñé yo. –dijo Yamato. Entonces, Sora se acercó a los amenazantes moteros. –Pásame a Yoji. –¿Quién es Yoji? –preguntó Sora. –Yo. –dijo el líder. Entonces le pasó el teléfono. –Quiere hablar contigo. El motero, cogió el móvil extrañado. –Eh, Yoji. –¿Quién eres? –preguntó Yoji. –Soy el ídolo de todos: la muerte. – ¿Yamato? –preguntó Yoji sin esperarse escuchar a Yamato al otro lado del teléfono. –¿De qué va esto? –preguntó Taichi. –Supongo que Yamato fue el primer líder de esta banda. –dijo Sora. –¿En serio? Entonces estamos salvados. –dijo Jou aliviado. –Se han reído de nosotros. Así que, aunque sean tus amigos, ¡no puedo dejarles ir! –dijo Yoji. –Supongo que no estamos salvados. –dijo Jou al escuchar el grito del motero.

***

Cuando Yoji le colgó el teléfono, Yamato se levantó y se dirigió hacia donde estaba Hikari. –Estoy seguro de que se divertirán con ellos, pero no morirán. –dijo Yamato tranquilamente. Entonces se agachó para ver el dulce rostro de Hikari y le apretó un moflete de forma suave. Más bien fue una carantoña. –A diferencia de esta. Después se volvió a incorporar y se quedó mirando el cuadro azul con angelitos. –Tánatos.

***

–Perdona, pero hay gente herida. ¿Nos dejáis ir al hospital? –preguntó Taichi con esperanza de que los dejaran marchar. –Es demasiado tarde para mostrarte tímido. –dijo Yoji. Entonces, Taichi sacó su cartera del bolsillo trasero de sus vaqueros y le dio una tarjeta suya. –¿Esto qué es? –Ahí es donde trabajo. Nosotros dos. Un uno contra uno, mañana. –dijo Taichi, sorprendiendo así a sus amigos. –No me jodas. Seguro que saldrás huyendo. –No escaparé ni me esconderé. –dijo Taichi. Yoji no dijo nada, pero Taichi se lo tomó como un sí. Entonces se dirigió rápidamente hacia los actores y los ayudó a levantarse. –¿Os podéis levantar? Siento todo esto. Jou, espero que les pagues bien por la actuación. Lleva a Mimí a casa. –Sí. –obedeció Jou sin rechistar. –¡Eh, esperad! –empezaron a decir los de la banda, pero su líder los detuvo con la tarjeta de Taichi entre los dedos. –Dejadlos. –dijo Yoji. –¿Estás seguro de que podemos ir a casa? –preguntó Sora. –Sí, por lo menos por hoy. –dijo Taichi mientras ayudaba a uno de los actores a salir de allí.

***

–Bueno, ya me voy. –dijo Ken, que había dejado a Miyako en su habitación de hotel tras su cita. –¿Huyes después de venir hasta aquí? –preguntó la mujer. –No vine con esa idea. Pensé que querías decirme algo. –¿Eso pensabas? –Eres muy atractiva, pero no soy tan joven para dejarme llevar por el deseo. No soy un bárbaro. –Eso parece. –Adiós. –¿No te preocupa que todos descubran tu secretito? –preguntó Miyako. –No es nada de lo que avergonzarse. Si quieres contarlo, adelante. –dijo Ken. –Lo sentí cuando vi aquella foto. Tu antiguo amor que murió, se parece a una persona del “Love Shuffle”. Se parecen muchísimo. Entonces, Ken apagó la luz de la habitación y se dirigió hacia ella. La lanzó a la cama y le abrió la camisa sin contemplaciones. –Eres un bárbaro. –dijo ella sonriendo. Él sonrió y se entregaron el uno al otro.

***

–Me desprecias, ¿verdad? –preguntó Jou a Mimí en el coche. Estaban apartados del tráfico, con las luces de emergencia. –Seguro que Taichi también. Al final, ni siquiera quería mirarme. –Es porque intentaste comprar su amistad. –le riñó Mimí. –Supongo que hay algunas cosas que el dinero no puede comprar. –Tienes razón. No todo son relaciones laborales. –admitió Jou. –Y si lo sabes, ¿por qué lo hiciste? –Porque así es como conseguí entrar en grupos en el instituto y en la universidad. –dijo él. –¿Y conseguías hacer amigos? –Sí, muchos. Y también novias. –Pero no se convertían en personas verdaderamente importantes para ti. –intuyó Mimí. –Sí, bueno. Es un precio caro por una relación barata. –admitió Jou. –La única persona que intenta entenderme probablemente sea Sora. –Pobrecito. Pero también mono. –dijo Mimí. Entonces se bajó del coche. Jou también se bajó. –¡Ánimo! –Sí. –dijo él, que no se esperaba esa muestra de apoyo. Pensó que lo despreciaría. –Buenas noches. –le dijo con una sonrisa. Jou sacó su móvil del bolsillo de su abrigo y lo apretó junto con su colgante de móvil, que era igual que el de Taichi y que simbolizaba a los “Persis”. Se dejó caer de rodillas y empezó a llorar junto a su cochazo.

***

En aquel mismo momento Taichi y Sora llegaron al garaje de su comunidad. –Ya estamos en casa. –le dijo a Sora, despertándola. Se había pasado todo el trayecto dormida. –Sí. –dijo ella aún adormilada. –¿No pensaste en ayudarme a conducir o algo? –preguntó él. –No. No fue como si estuviera durmiendo. –dijo ella sin querer reconocer que sí que había dado alguna cabezada. –En cuanto a Jou… –Tenías razón. –dijo Taichi. –¿Quién iba a pensar que iba a llegar tan lejos? –Sí. Creo que él también lo entiende, aunque lo ignores por ahora. Pero no te preocupes, yo le ayudaré. –dijo Sora dándole unas palmadas en el hombro. Cuando Sora y Taichi esperaban el ascensor, Ken y Yamato también llegaron en ese momento. –Hola. –se saludaron todos a coro. –El intercambio de esta semana ha sido el más duro psicológicamente. –dijo Taichi una vez que estaban los cuatro subiendo en el ascensor. Aunque eso no era lo que pensaba al inicio del intercambio. –Para mí también. –admitió Ken. –Y para mí. –se sumó Yamato. –Bueno, en una situación como esta, ¡pongámonos el pijama! –dijo Sora al verlos tal alicaídos a los tres. –Hoy no. –dijo Yamato. –Estoy de acuerdo con Yamato. –dijo Ken. –Jo. Y pensar que me compré uno nuevo. –se quejó Sora al ver el poco entusiasmo que había esa noche entre sus vecinos. –¿Con transparencias? –preguntó Taichi. –Sí. –afirmó Sora. –¿En serio? –preguntó Yamato. Parece que aquello consiguió captar su atención. –¿Quién quiere verlo? –preguntó Sora alzando su mano para que se unieran los que quisieran verlo. Taichi se unió, seguido de Yamato y Ken. –¡Es mentira! ¿Estáis bien?

***

Al día siguiente, Taichi estaba en su puesto intentando teclear en su ordenador. Entonces se miró el reloj. Mientras tanto, sus compañeros de la oficina se asomaron por los grandes ventanales y miraron hacia abajo al escuchar ruido de motos. Aquello era una señal inequívoca de que Yoji, el líder de la banda de moteros acudió a retarlo ante la mirada confusa de los trabajadores. Y así fue. Yoji, seguido de una hilera motos que parecía no terminar, se aparcaron a las puertas de la empresa. Una vez que se bajaron de la moto, entraron a la recepción, encabezados por su líder. Al llegar a la recepción, Yoji dejó la tarjeta que le dio Taichi encima del mostrador con un golpe, dejando ver un anillo con forma de calavera. –Estoy aquí por él. –dijo Yoji. A pesar de haber ido acompañado, Yoji subió solo en el ascensor. Cuando llegó a la planta que le indicaron, se dirigió hacia donde estaba Taichi ante la sorprendida mirada de todos. –Ya estoy aquí. Taichi sólo asintió. Juntos subieron hasta la azotea, donde los esperaba Sora. –No tengo mucho tiempo libre, ¿sabes? –le dijo Sora, que se había acercado allí con un botiquín. –Suponía que querrías verlo. –dijo Taichi mientras bloqueaba la puerta para no ser interrumpidos. –A mí me gusta ver K-1. –¿Qué es eso? –Es un deporte de combate que combina diferentes disciplinas de las artes marciales como el karate, taekwondo o boxeo. –contestó Sora. –¿Estás seguro de esto? –preguntó Yoji. –¿De qué? –Ya sabes de qué. Te despedirán. –dijo Yoji. –¿Estás preocupado por mí? Es verdad. Muchos de vosotros tendéis a ser buenos chicos. –dijo Taichi mientras se quitaba del cuello el identificador de la empresa, la chaqueta y la corbata. –No me trates como a un niño. –dijo Yoji quitándose su chupa de cuero. –Gracias, pero no te preocupes. Dije algunas cosas presuntuosas, pero en realidad soy una basura de segunda. Me he sobrecargado un poco, pero voy a volver a donde estaba. –dijo Taichi decidido a volver a empezar. Tras decir aquello, los dos se acercaron para pegarse. Mientras tanto, trabajadores de la empresa, entre los que se incluía su ex cuñado, intentaban abrir la puerta de la azotea, conscientes de que aquel tipo no había ido a hablar precisamente, pero Taichi se había asegurado de bloquear bien la puerta. –¡Taichi!¡¿Qué estás haciendo?!¡Abre! –gritaba el hermano de Mimí. –¡Vamos a llamar a la policía! La pelea entre aquellos dos estaba bastante igualada. –Taichi, eres un completo estúpido. Realmente estúpido. –dijo Sora sonriendo.

***

Una hora más tarde, Taichi esperaba a Jou en una pasarela peatonal. Cuando llegó, vio que Taichi llevaba un apósito a la altura de la ceja y algunos moratones en la cara. Llevaba abrigo, pero ya no volvió a ponerse la corbata tras la pelea. –Lo siento. –dijo Jou inclinándose de rodillas. –De verdad que lo siento. –No. Debería ser yo quien se disculpara. –dijo Taichi agachándose para ponerse a la altura de Jou. Entonces, el claxon de un barco que pasaba por el río los avisó y Taichi se puso a mirar al barco que pasaba, junto a Jou. Eran los moteros con sus banderas con el logotipo diseñado por Yamato. Los moteros los saludaban alegremente. El rostro del líder también mostraba que también había recibido lo suyo. Era cierto, Taichi no huyó ni se escapó, y con aquello, Taichi les mostró que los respetaba, pero también que el respeto era mutuo. Aquella pelea fue más simbólica que otra cosa, porque aunque suene paradójico, fue una pelea para sellar la paz. Sora, que también se unió al paseo en barco, los saludó desde la cubierta haciendo sonreír a Jou. –Como muestra de reconciliación, vamos a pagar sus billetes de barco. –empezó a decir Taichi. –Así que, lo siento pero… –Es una función privada, ¿verdad? –Sí. Pagas tú. –le dijo Taichi. –Por supuesto. –dijo Jou rompiendo a llorar al entender que las cosas entre ellos estaban solucionadas. –Idiota, no llores. Somos los “Persis”. –dijo Taichi. Desde el barco, Sora vio aquel gesto de Taichi. Tal y como le dijo en el coche de camino a la playa, no abandonaría a Jou. Continuará…
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