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–¡Es intolerable pelearse con un pandillero en el trabajo! –le riñó el hermano de Mimí. –¡Aunque seas el prometido de mi hermana pequeña no puedo darte un trato especial! Entonces, Taichi le extendió su carta de dimisión. Por el gesto que hizo, estaba claro que no se esperaba aquello. –Gracias por todo. –dijo Taichi haciendo una inclinación, formando un ángulo recto con su cuerpo. Tras darle la carta, salió del despacho y se marchó ante la mirada expectante de todos los trabajadores.***
Más tarde, toda la sección masculina participante en el intercambio de parejas estaba en la piscina climatizada. –¿Has presentado tu carta de dimisión? –preguntó Yamato desde el borde dentro de la piscina cuando Taichi les explicó que dimitió de su trabajo. –Para volver con mi antigua pareja, también tengo que volver con mi antiguo yo. –explicó Taichi acostado en el suelo como si estuviera tomando el sol, solo que lo que tenía arriba era el techo. La pelea con el motero le dio la excusa perfecta para dar el paso. –¿Tendrás un nuevo trabajo? –preguntó Yamato. –Pronto encontraré alguno. Por ahora seguro que consigo una buen finiquito. –dijo Taichi incorporándose para quedarse sentado. –¿Y el apartamento? –preguntó Ken. –Es evidente que tendré que encontrar otro. –dijo Taichi, ya que dejaría de cobrar tan buen sueldo y sería imposible pagar el alquiler del apartamento de lujo que tenía. –Vaya, te echaremos de menos. –dijo Ken, que también estaba dentro de la piscina. –Tenemos que hacer una gran fiesta de despedida. –sugirió Yamato. –Eso. Despedidme con alegría. –dijo Taichi apoyando la sugerencia del rubio. Entonces se levantó. –Eh, tú, ricachón. –Dime, bueno para nada. –dijo Jou levantándose junto a Taichi. –¡Al agua! –dijeron a la vez, y tirándose al agua. Jou ni siquiera se quitó las gafas. Ken y Yamato se miraron con vergüenza ajena. Una vez que estuvieron todos en el agua, pusieron una canasta en uno de los fondos de la piscina y jugaron dentro del agua dos contra dos.***
Por otra parte, la sección femenina se reunió en una cafetería en la que quedaron para merendar. –¿No es la primera vez que nos reunimos sólo las cuatro? –preguntó Miyako. –Ahora que lo dices, tienes razón. –dijo Mimí. –No veo ninguna razón por la que tendríamos que hacerlo. –dijo Sora sin verle sentido a aquella reunión. –Hasta ahora no había motivo, pero ya hemos dado una vuelta con los intercambios de pareja, así que el intercambio de información puede ser beneficioso para nuestro futuro. –dijo Miyako. –No sé a qué te refieres. –dijo Sora, a la que aquello le sonaba como una conspiración. –Parece que tienes algo contra mí, pero si no lo sueltas, será peor. –dijo Miyako. –Muy bien, entonces lo diré. Estás casada y estás participando en esto. ¿Qué narices estás haciendo? –le recriminó Sora. –¿Qué?¿Estás casada? –preguntó Mimí que no tenía ni idea del estado civil de la mujer. –Así es. ¿A los casados no se les permite participar? –preguntó Miyako como si fuera lo más natural del mundo. –No es eso. Es que estoy impresionada por la tolerancia de tu marido. –dijo Mimí. –No seas tonta, Mimí. Está claro que lo lleva en secreto. –dijo Sora. –Dejaré eso a tu imaginación. –dijo Miyako sonriendo. –Olvidémonos de mí por un momento y centrémonos en esta chica. –dijo Miyako refiriéndose a Hikari, que como parecía habitual en ella cada vez que iba a algún bar, se encontraba masticando los trocitos de hielo de su bebida. –Supongo que ya os habréis enterado de que es una paciente de Ken. –¿Qué? –preguntó Mimí. Por lo visto la castaña no estaba enterada de nada de lo que le ocurría a sus compañeras. –Yo sí lo sabía. –dijo Sora. –¿Te pasa algo malo? –le preguntó Mimí preocupada. –Quiere morir. –dijo Miyako. –¿Qué? ¿Por qué quieres morir? –le preguntó Mimí. –¿Por qué quieres vivir? –le preguntó Hikari. Aquella pregunta dejó sin palabras a Mimí. –Pero está participando en el “Love Shuffle”. A lo mejor ha empezado a hacer un esfuerzo por vivir porque le gusta uno de los participantes. –dijo Miyako de forma enigmática y siempre sonriente. –¿En serio? –preguntó Mimí. Hikari no pudo evitar que se le escapara una pequeña sonrisa casi imperceptible. –Entonces, ¿lo que nos estás diciendo es que no nos metamos por medio porque si pierde habrá terribles consecuencias? –preguntó Sora refiriéndose a la muerte de la muchacha. –Eres bastante inteligente. –dijo Miyako con una sonrisa de oreja a oreja. –No lo haré. Yo no saldré con el chico que te gusta. –dijo Mimí renunciando todavía sin saber a quién estaba renunciando. –Ten cuidado, Hikari. Este tipo de chicas son las que los roban. –dijo Miyako juguetona. –No haré tal cosa. –dijo Mimí indignada por decir aquello. –Puedes decir lo que quieras. –se reafirmó Miyako. Mimí le negó con la cabeza para hacerle saber a Hikari que no interferiría y que, por su parte, podía estar tranquila. –No creo que importe si vamos unas contra otras. –dijo Sora. –¿Quieres decir que en el amor y en la guerra todo vale? Pareces tener bastante confianza. –dijo Miyako. –¿Y qué hay de ti? Culpando a Mimí de ladrona de hombres cuando tú eres más tímida de lo que nos muestras. –contraatacó Sora con mirada desafiante. Con aquella acusación, a Miyako se le borró su permanente sonrisa. –Bueno, compartir información puede ser exagerado, pero sería interesante saber qué es lo que pensáis de Taichi. –dijo Mimí. –Por ejemplo, ¿cómo actúa delante de otras mujeres?¿Hay una parte de él que no conozco? No pierdo nada por saber esas cosas. Sin embargo, el enemigo de una mujer es otra mujer. ¿Quién sabe si la información es verdadera o no? –En realidad eres bastante lista, ¿eh? –dijo Miyako sorprendida. –O eso, o intentas parecerlo un poco. –añadió Sora. –Dejaré eso a vuestra imaginación. –dijo Mimí. Cuando lo dijo, mordió su empanada. –Taichi tiene un gran encanto. Tiene un atractivo misterioso por el que no se le puede odiar. –dijo Miyako, dándole su opinión sobre Taichi, tal y como había pedido Mimí. Entonces, Miyako recordó la noche en la que jugó al billar por ella y todo lo que le decía al americano mientras jugaba. –No es una mujer fácil con la que puedas acostarte la primera noche. Hikari cogió su mochila y de ella sacó el osito panda que ganó para ella gastándose un dineral en el proceso. Y a pesar de que era casi imposible, lo siguió intentando hasta que lo consiguió. Al mirar el osito tuerto, no pudo evitar sonreír ampliamente al recordar las palabras de determinación del castaño cuando consiguió el osito. –La vida es muy aburrida si no encuentras algo con lo que disfrutar. El alcalde puede negarse a pagar diez millones de yenes por su compra, ¡pero el zoo de Ueno necesita este panda! Con aquella sonrisa, las chicas supieron que la opinión que Hikari tenía formada sobre Taichi era muy positiva. No le hacía falta hablar para hacerlo ver. Después le llegó el turno de opinar a Sora. –Taichi es realmente idiota. –Entonces, ella empezó a recordar con una sonrisa el discurso que le dio a los de la banda de moteros cuando creía que eran sus secuestradores. –Puedo entender por qué queréis ir contra el sistema, pero hacerle daño a los débiles significa que sois basura para la sociedad. ¡Si queréis sorprender al mundo, id a por terroristas a Afganistán! –¿Qué opináis sobre mi Yamato? –preguntó Miyako. –Creo que en realidad es una persona muy tímida. Parece duro, pero en realidad es dulce y tímido. –contestó Mimí. Entonces empezó a recordar su sesión de fotos y también cuando ella lo besó. Aquel recuerdo la hizo acalorarse un poco. –Estoy de acuerdo con Mimí. En realidad Yamato es muy sensible. Puede enfadarse y hacer daño, pero al mismo tiempo, es él el que se hace más daño. –dijo Sora mientras recordaba aquella noche en la que estuvieron cocinando juntos mientras ella le hablaba de su fallecido hermano. –Si estuviera a punto de morir yo también te diría “me alegro de que no seas tú, Sora, sino yo”. En cuanto a Hikari, la chica no expresó nada excepto una pequeña sonrisa, que les mostró a todas que estaba de acuerdo con Mimí y Sora. Pero sí tenía grabados momentos con el ojiazul, por ejemplo, cuando saltó al río tras ella. –¿A quién le importa Tánatos? ¡Vamos, muérete!¡Salta y muere! O cuando la acompañó a casa. –Si de todos modos vas a morir, deja que me acueste contigo. –¿Qué pensáis de Jou? –preguntó Sora. –Que alguien me diga algo bueno de él. –Cuando se quita las gafas es muy mono. –dijo Miyako, recordando el momento en restaurante cuando se las quitó porque se le empañaron y ella le sugirió que usara lentillas. Hikari recordó mientras masticaba hielo, que en sus citas no hacían otra cosa excepto masticar hielo. No era nada especial, pero sí le parecía entrañable. –¿No tienes nada que decir sobre él? –le insistió Sora. Pero el silencio solo dejó escuchar el sonido de la chica masticando hielo. –Yo sí. –dijo Mimí. –Probablemente tú sólo tengas malas impresiones de él. –le dijo Sora recordando todo el lío que montó con el “secuestro”. –Eso no es verdad. –dijo Mimí, recordando la conversación que tuvieron en el coche de Jou cuando la llevó a su casa tras el “secuestro”. –Es porque intentaste comprar su amistad. […] Supongo que hay algunas cosas que el dinero no puede comprar. […]No se convertían en personas verdaderamente importantes para ti. –intuyó Mimí. –Sí, bueno. Es un precio caro por una relación barata.–admitió Jou. –Pobrecito. –dijo Mimí. –Sabía que podía ser simpático. –dijo Sora. –Pero también es muy mono. –añadió Mimí. –¿Qué hay del doctor? –preguntó Hikari con su voz pausada y bajita. –Es la primera vez que me emociono con alguien que no es Taichi. –dijo Mimí recordando cuando la hipnotizó. El simple toque en su mano la hizo vibrar. –A mí Ken me rechazó. –dijo Sora. –¿De verdad? –preguntó Mimí. –Sí. –asintió Sora recordando cuando lo acompañó al cementerio y se ofreció ser su pareja. –Eso no está bien, Sora. Así es como siempre empiezas tus relaciones. Por simpatía, ¿verdad? –Pero incluso ahora me sigue gustando. Es un verdadero caballero. –dijo Sora. –¿Eso crees? Su verdadero yo podría ser un bárbaro. –dijo Miyako recordando la noche que se acostó con él en el hotel. –Yo conozco su secreto. –¿Secreto? –preguntó Mimí. –Sí. Así que, por un tiempo creo que tendrá mi compasión. Supongo que no es justo mantener el secreto cuando fue idea mía lo de compartir información. Pero es su vida privada, así que… –dijo Miyako. –Si es lo de su novia muerta, yo también lo sé. –dijo Sora, intentando hacerle ver a Miyako que no era tan exclusiva como ella pensaba, ya que ella también conocía esa información. –¿En serio? –preguntó Miyako de forma enigmática. En la mesa se hizo un silencio que sólo fue roto con el ruido que Hikari hacía al masticar hielo. ¿Acaso esa era su forma de decir que ella también conocía el secreto de Ken?***
Después de haberse dado un buen baño durante un rato en la piscina, los chicos se metieron en la sauna. –¿No creéis que no hace demasiado calor? –preguntó Taichi con un escalofrío. –Creo que estoy cogiendo frío. –dijo Yamato. –Qué mala suerte cuando tenemos este sitio para nosotros solos. –se quejó Jou abrazado a sí mismo para intentar atenuar el frío que tenía. Entonces, Yamato vio que un trozo de papel asomaba por el resquicio de la puerta. Cuando lo tomó, se lo enseñó a los demás. Era un papel de que avisaba de que la sauna no funcionaba, pero debió de haberse caído y no lo vieron al entrar. Los cuatro estornudaron a la vez. Pero, ¿era por el frío, o porque las chicas hablaban de ellos?***
Taichi y Mimí quedaron en una cafetería para hablar tranquilamente. Taichi la puso al día diciéndole que se peleó con el líder de la banda y que después se reconciliaron. Y que eso fue el empujón que necesitó para dejar su trabajo. –No sabía lo que pasó después con el chico de las motos. –dijo Mimí. –Bueno, eso fue un impulso. Estuve pensándolo desde hace tiempo, lo de dejar el trabajo. –¿Por qué? –¿Por qué? Pues por ti, Mimí. –dijo Taichi como si fuera la respuesta más obvia del mundo. –Casi ni nos hemos visto desde que empecé a trabajar en la compañía de tu padre, ¿no? ¿Recuerdas que me dijiste que solía brillar con luz propia? Así que, si vuelvo a mi antigua vida, tú y yo… –¿Qué vas a hacer? –preguntó Mimí interrumpiéndolo. –¿En qué vas a trabajar? ¿Vas a volver a encadenar trabajos precarios? –No. Pronto empezaré a buscar trabajo. –¡No subestimes la realidad!¿Cómo puedes ser tan inconsciente?¿Entiendes el mundo real? La economía está por los suelos ahora mismo. ¡Deberías pensar en las expectativas de futuro! –Pero ese yo es aburrido, así que… –Si no piensas en nada, entonces eres un idiota. –Pensaba que te gustaba ese idiota. –dijo Taichi que no comprendía la actitud que estaba tomando Mimí. Primero le dice que ya no brilla como antes y cuando intenta cambiarlo se lo toma a mal. –¡No soy así!¿Por qué siempre asumes todo por tu cuenta? –¡Tú también decidiste por tu cuenta anular el compromiso! –Eso fue después de meditarlo mucho. –Bueno, yo también. –No lo creo. Parece que lo hagas sobre la marcha. Todo es un desastre en mi cabeza. –dijo levantándose. Entonces se marchó. –¡Mimí, espera! –pero la chica ya se había marchado. –Mierda.***
Cuando Taichi tocó el timbre de la casa de su vecina, Sora le abrió con una mascarilla y una compresa en la frente mientras tosía. La chica lo había llamado diciendo que había pescado un buen resfriado. –Te he comprado unos medicamentos. –le dijo Taichi. –Gracias. –dijo Sora cogiendo la bolsita de la farmacia. –Y también te he hecho esto. –dijo él, mostrándole una bandeja con una pequeña sopera, lo cual sorprendió bastante a Sora. Una vez que entraron, Sora volvió a meterse en la cama mientras Taichi le servía gachas de avena. –Lo siento. –se disculpó Sora por las molestias que se estaba tomando su vecino por cuidarla mientras se recuperaba del catarro. –Supongo que no sabrá tan bien como lo que pueda cocinar Yamato. Toma. –dijo Taichi extendiéndole un cuenco con una cucharita. –Ahhhh. –dijo Sora abriéndole la boca, como pidiéndole que se lo diera como a los niños pequeños. –Deja de hacer eso. No pareces tú. –Ahhhh. –insistió Sora abriéndole la boca otra vez. –Parece que cuando estás enferma quieres que la gente te cuide. –dijo Taichi accediendo. Se sentó en la cama de lado, sopló y le dio una primera cucharada. –En realidad no puedo saborearlo, pero supongo que está bueno. –dijo Sora. –Me he enterado de que has dejado tu trabajo. –Sí. –Y de que también vas a dejar el apartamento. –No podría hacerme cargo de un alquiler tan caro. –Que mal. Ahora que nos habíamos hecho amigos. –lamentó Sora triste. –Vendré de visita de vez en cuando. Eso si estás dispuesta a salir con un pobretón. –dijo él. –Tengo una idea. Podrías vivir aquí. –le propuso Sora. –¿Cómo un compañero de piso? –Puedes romper con Mimí y estar conmigo. –dijo Sora. –¿Qué estás diciendo? Debe de ser la fiebre. –Me gustas, Taichi. –Taichi abrió los ojos como platos. No se esperaba escuchar aquella confesión. –Cuando me enteré de que te ibas, me di cuenta de mis sentimientos por ti. –No te burles de mí. Soy del tipo amistoso, ¿no? –dijo Taichi recordándole lo que dijo la otra noche en la fiesta de pijamas. –Me gustas. –se reafirmó ella. –¿Y tú? –Pues… eres guapa y elegante. También eres inteligente, y cuando estás conmigo eres…¿cómo lo diría? A veces pienso que tenemos muy buena química. –dijo Taichi nervioso y esquivando su mirada. Parecía que si no la miraba era más fácil expresarse. No tenía ni idea de que le pudieran sudar tanto las manos. –En ese caso, puedes hacerme tuya. –al decir eso, Taichi la miró sorprendido. –Pero... –empezó a hablar mientras pensaba qué podía decirle. –Lo siento. Por favor, entiéndelo. Estoy intentando recuperar el corazón de Mimí empezando de cero y dejando mi trabajo. Y…, estoy planeando pedirle que se case conmigo otra vez. –Entiendo. –Lo siento. Aprecio tus sentimientos, pero querer a dos mujeres al mismo tiempo…, no soy tan fuerte. –dijo él volviendo a esquivar su mirada. Entonces, se giró hacia Sora cuando la escuchó gimotear. –Pero, ¿sabes? Si nacemos de nuevo, estaremos juntos. –Entonces, dame un beso de despedida. –le pidió ella cogiéndole la mano. –Por favor. Si no lo haces, me suicidaré, como Hikari. Al verla pedírselo así, el castaño accedió. Sora cerró los ojos esperando el roce de sus labios. Cuando Taichi estaba a punto de tocarlos, la puerta corredera que había detrás se abrió, dejando paso a Yamato con un cartel que ponía Inocentey a Ken aplaudiendo. –¡Tachán! –exclamó Yamato. –Esto es una broma. –¿Una broma? –dijo Taichi mientras Ken, Yamato y Sora se partían de risa. –Casi me muero de la risa. –dijo Yamato. –Taichi estaba tan serio. –dijo Sora sin poder parar de reír. –¿Qué era eso de volver a nacer? –preguntó Yamato. –¡Sí, eso ha sido muy divertido! –dijo Ken. –¡¿Tampoco estás enferma?! –preguntó Taichi. –Dime que es mentira… –dijo Yamato con voz seductora. –¡Joe! –completaron Ken y Sora volviendo a reír. –Creo que estamos riendo por encima de nuestras posibilidades. –dijo Ken. Entonces, Taichi salió de la habitación triste. Primero discute con Mimí y ahora sus vecinos se cachondean de él con algo tan serio como sus sentimientos. –Oye, ¿estás enfadado? –le preguntó Yamato siguiéndolo. –Sólo estamos de broma, como siempre. –dijo Ken intentando que Taichi no se lo tomara a mal. Entonces, a Taichi se le escapó una lágrima y se quedó de rodillas, como si se hubiera quedado sin fuerzas. Había sido demasiado para un día y estaba demasiado sensible. –¿Nos hemos pasado? –preguntó Yamato. –Por eso estaba en contra de esta idea. –dijo Sora lamentando haber herido los sentimientos de Taichi. –Embustera, estabas totalmente de acuerdo. –le recriminó Yamato. –Fue culpa de Ken. Dijo que los hombres se enamoran de mujeres débiles y enfermizas. –dijo Sora pasándole “la pelota” a Ken. –Nunca he dicho eso. –se defendió el doctor. –Yo…–comenzó a decir Taichi. En cuanto lo escucharon, los tres se arrodillaron a su altura. –Hoy he tenido una pelea con Mimí. Puede que haya sido un poco egoísta con mi dimisión repentina, sin tener en cuenta las consecuencias. He sido un estúpido. Tendría que haberlo hablado primero con ella. Pero… –Lo entendemos, Taichi. –dijo Sora comprensiva. –Pensé que esto sería lo mejor. Pensé que le haría feliz que volviera a ser mi antiguo yo. –Es comprensible. –dijeron Yamato y Ken a coro. –Me dijo que tenía un caos en la cabeza. Lo he perdido todo. Me habría hecho muy feliz que Mimí hubiera vuelto. Estaba deseando dejar mi trabajo y mi estilo de vida. –Mimí se habrá asustado porque ha sido muy repentino. –dijo Sora acercándose a él. –Sí. Cuando se calme lo entenderá. –dijo Yamato acercándose también. –Sí, Taichi. –se sumó Ken acercándose también. –Un Taichi infeliz es como el zoo de Ueno sin su panda. Pero Taichi no se animaba. Se levantó y se marchó a su apartamento. En cuanto llegó se dejó caer en la cama.***
Como el “shuffle” de esa semana era con la pareja original, y la que aportó Ken al juego era Hikari, volvieron a tener una cita, pero como lo que realmente eran: psiquiatra y paciente. Estaban en la consulta de Ken y éste le hacía unas preguntas para evaluar el impacto que habían tenido los intercambios en su paciente. –¿Ha cambiado algo en tu interior? –preguntó Ken. –Sí. –¿Es un cambio bueno o malo? –No lo sé. –¿Quieres continuar con el “Love Shuffle”? –a esa pregunta, Hikari asintió con la cabeza. –Es Yamato, ¿verdad? –Hikari no respondió, tan sólo bajo la mirada de manera casi imperceptible. –Intuyo que te acostaste con él. El cuerpo y el corazón están íntimamente ligados de manera positiva y negativa. No tienes que estar asustada. Otros no son tan delicados como tú. –dijo Ken levantándose y sentándose junto a Hikari. –En realidad, los menos delicados son los más conscientes de ello. Así que no debes asustarte o preocuparte por ellos. No pasa nada si haces daño a la gente que está a ese nivel. En realidad, se recuperarán fácilmente. –Doctor. –¿Sí? –¿Él no te gusta? –Ken la miró sin entender de dónde había sacado esa idea.***
Yamato comenzó su sesión de fotos con su pareja original, a pesar de que ella estaba casada. Miyako vestía como toda una señora distinguida con un bonito abrigo de visón. Delante de ella parecía que llovía por un aparato que había en el techo. Yamato puso la iluminación de manera que parecía que el agua caía encima de ella, pero en realidad no le salpicaba ni una sola gota. –Estás deseando ser parte de la segunda ronda, a pesar de que quieres a tu marido. –comentó Yamato. –Así es. –dijo ella. –¿No sientes ninguna culpa? –Ninguna. –¿Y eso es porque él también tiene una amante más joven? –Te equivocas. Miyako hizo un cambio de vestuario. Ahora vestía con un kimono negro, pero con el que parecía una viuda. Al igual que ocurrió con Mimí, aquien también vistió de viuda. –¿En qué me equivoco? –preguntó mientras Yamato accionaba la cámara. –La atracción no significa amor. Eso es algo superficial y no se le puede llamar amor. Tras realizar varias fotos, se volvió a cambiar de ropa. Ahora vestía otro kimono, pero esta vez y debido al peinado, parecía una gamberra de los años ochenta con un fondo otoñal. También había un decorado de lo que parecía un árbol con hojas rojizas que iban cayendo. –¿Puedes explicarte mejor? –preguntó Yamato siguiendo con la sesión-entrevista. –El amor y el sexo no tienen nada que ver. –contestó ella. –Cuando lo dices tú suena muy natural. Otra vez, con una sonrisa. –le pidió él mientras enfocaba. Miyako le dedicó una sonrisa de oreja a oreja mientras repetía lo que había dicho. –El amor y el sexo no tienen nada que ver. –Aún así, buscas sexo. –Para seguir siendo una mujer. –dijo ella como si para ser una mujer sólo hiciera falta eso. –Vale. Listo. –dijo Yamato dando por finalizada la sesión. Yamato encendió las luces del estudio. –Buen trabajo. –Buen trabajo. –dijo Miyako sonriéndole a Taichi, que estaba subido a una escalera mientras había estado ayudando a Yamato como asistente, encargándose de que las hojas del árbol cayeran, o de ayudarlo con el efecto de la lluvia. –Es un trabajo duro. –dijo Taichi bajando de la escalera con una especie de paipái gigante. –Ser mi asistente implica trabajo físico. –dijo Yamato mientras pasaba las fotos de la cámara al ordenador. –Buscaré algo más. De todos modos, no tengo talento. –dijo Taichi. –El talento no tiene nada que ver con esto. –dijo Yamato sin apartar la mirada de la pantalla. –Eso no es verdad. Es como si crearas un mundo diferente. –al decir eso, Yamato lo miró. –¿En serio? –dijo seductoramente guiñándole un ojo.***
Sora y Jou merendaban en la barra de una cafetería. –¿Sabes? Creo que has cambiado. –dijo Sora. –¿Eso crees? Yo no noto que lo haya hecho. –Pareces disfrutar cada día. También suenas diferente al teléfono. –le dijo Sora como un cumplido. –Es gracias a ti. Porque me introdujiste en el “Love Shuffle”. –dijo Jou. –Te equivocas. Es gracias a Taichi. Has cambiado desde que os hicisteis amigos. ¿Verdad? –preguntó Sora a Taichi, que estaba en el otro lado de la barra. –No te preocupes por mí. Me siento muy mal. Es como si estuviera interfiriendo en el “Shuffle” de las parejas originales. –dijo Taichi. –No. La búsqueda de trabajo es una experiencia que cambia la vida. Te ayudaremos, así que ven aquí. –le pidió Jou. –Está bien. –accedió Taichi. Cogió su bebida y se sentó junto a Jou. –Como ya te he dicho, sería más fácil para ti que trabajaras en una de mis empresas. –dijo Jou. –Te lo agradezco, pero no. No quiero estar en deuda con mis amigos. –rechazó Taichi, que afirmaba querer un trabajo con un sueño. –Pero, ¿un trabajo con un sueño? –dijo Sora pensativa. Los chicos también se pusieron a pensar. –¡Ah! Se me ha ocurrido uno. –¿En serio? –preguntó Taichi esperanzado. –No, era mentira. –dijo Sora explotando la burbuja de Taichi. –No me hagas eso. –No, no. Tranquilo. –dijo Sora cogiendo su teléfono móvil y empezando a buscar un número en concreto.***
Al día siguiente, Taichi y Sora se reunieron con un hombre en una oficina en la que había varios carteles de películas. El hombre era bajito y llevaba gafas. –Nos ocupamos principalmente de películas occidentales. –dijo el hombre pasándole una tarjeta a Taichi. Era un productor de cine de una compañía que se llamaba Ciné Copain.–Aunque modestamente, hemos producido varias películas por nuestra cuenta pero también invertimos en películas extranjeras. –A veces me da trabajos para subtitular. –le explicó Sora para que comprendiera la relación que tenía ella con el productor. –Entiendo. –De trabajar con nosotros tendrías un sueldo bajo. –le dijo el productor con sinceridad. –Si estás verdaderamente interesado podría hablar con el presidente. –¿Este trabajo tiene un sueño? –preguntó Taichi. –Por supuesto. –dijo el amable productor. –La alfombra roja de Cannes. –Vaya. –dijo Taichi con ilusión. Una vez que salieron de la reunión con el productor, Sora y Taichi caminaban por un bulevar que había cerca de la productora. –Perdona por hacerte venir conmigo. –le dijo Taichi. –Mejor ahora que después. Bueno, el sueldo será bajo, pero es lo único con lo que tienes que lidiar. –dijo ella. –Es algo que ya esperaba desde el principio. –dijo él. –¿Te sientes un poco mejor? –preguntó ella. –Sí. –¿Crees que Mimí se quedará satisfecha con esto? –preguntó Sora. –Eso espero. –¿Entonces por qué no se lo cuentas ahora mismo? –En realidad, le envié un mensaje mientras estaba en el baño. Luego vamos a ir a cenar. –¿Ah sí? –Ahora tengo que ahorrar, así que iremos a un restaurante de yakitori. –le informó él. –Pues suena bien. Por cierto, el sitio al que me llevó Ken estaba bien. –le dijo ella como sugerencia. –¿Ebisu? Es allí donde vamos. Bueno, pues gracias. –dijo él despidiéndose al llegar al final del bulevar, ya que se dirigían a lugares diferentes. –Gracias a ti también. Por las gachas de avena. –dijo ella refiriéndose al día que fingió estar enferma. –Qué vergüenza. Prefiero no acordarme de eso. Ya lo he enterrado. –dijo él. –Me gustas, Taichi. –dijo ella. Él sonrió. –Gran interpretación. –dijo Taichi, pensando que seguía actuando como el día que fingió estar enferma. Entonces empezó a andar. –Empezaré a remar en una canoa hasta llegar la alfombra roja. –Idiota. –musitó Sora mientras lo veía marcharse.***
Cuando Yamato llegó en su todoterreno y bajó la rampa del garaje de su edificio, mientras abría la puerta con el mando, vio que allí en pie estaba Hikari. Una vez que aparcó el coche subieron hasta su apartamento. –¿Estabas esperando a Ken? Es tu pareja original del “shuffle”. –le preguntó Yamato dejando su cosas sobre una silla. Pero la chica no contestó. Yamato se quitó el abrigo. –Claro, no sois una pareja de verdad. Bueno, Miyako y yo tampoco lo somos, lo que significa que, ¿me estabas esperando a mí? –Hikari asintió con la cabeza. –No hagas eso o serás igual que esas otras chicas pesadas que andan por aquí. –Yamato fue acercándose a Hikari y le quitó el abrigo mientras ella retrocedía, hasta que ya no pudo retroceder más y cayó sentada en la cama de Yamato, pero como él seguía avanzando, al final acabó acostada, con él prácticamente encima. –Un momento, ¿tu sexualidad ha despertado? Últimamente he estado deprimido. No puedo sacar ninguna foto buena. Ni siquiera lo siento. Y la razón es obvia. Eres tú. Tras culparla de no poder sacar buenas fotos, se acostó boca arriba al lado de ella. –Tus cuadros son increíbles. –dijo él como si los cuadros que hacía Hikari estuvieran en el techo. –Cuando los vi me sentí como si fuera un fraude. Hacer preguntas a las modelos es una representación, como un lavado de cerebro. Me di cuenta de lo patético que era. Y ahora mis preguntas no son frescas para nada. –Yamato se incorporó para quedarse sentado. Hikari también se reincorporó quedándose sentada junto a él. –La historia sobre cómo me harté de mi ego haciendo fotos en la guerra te la conté con arrogancia, pero era todo mentira. En realidad, me asusté y volví corriendo. Yamato se levantó y se dirigió hacia una cámara que había en una mesa de la habitación y la cogió. –Ya está muerto, pero el fotógrafo que más respeto es mi abuelo. Me dijo que los artistas se sentían tan atraídos por la muerte como las polillas a la luz, y pronto empiezan a ver la vida desde el punto de vista de la muerte. Como si al mirar una luz desde la oscuridad pareciese más brillante. –dijo Yamato sin mirar a Hikari. –Tánatos. El que supera todo esto, es el verdadero artista. Vencer a la muerte y convertirse en un monstruo. ¡Mierda! –dijo Yamato tras una larga pausa y tirando la cámara al suelo con toda su rabia. Se sentó en el suelo y empezó a sollozar. Hikari se arrodilló junto a él. –Soy un fraude. –dijo él. Hikari se acercó más y más, y con su lengua, le lamió la mejilla. –¿De verdad quieres convertirte en un monstruo? –preguntó Hikari sonriéndole. –¿Qué? –preguntó Yamato un poco asustado.***
Tal y como le dijo a Sora, Taichi y Mimí fueron al restaurante de yakitori y se pusieron a cenar en una de las barras del local. –Ahh. –suspiró Taichi saboreando su cerveza. Estaba muy animado con la perspectiva de trabajar para una productora de cine. –Es un trabajo con un sueño: volar por la alfombra roja. –¿Te interesa el cine? –preguntó Mimí, tras contarle las novedades laborales. –Por supuesto. –Pues es la primera vez que te escucho decir eso. –¿Sabes? Se dice que si cuentas tus sueños, no se convierten en realidad. –¿Cuál es tu película favorita? –preguntó Mimí poniéndolo a prueba. –Ehh. –empezó Taichi a pensar. –Rocky. –¿Y después? –Rocky 2. –Ya, y luego Rocky 3 y Rocky 4. –continuó Mimí. –¿Es que no te alegras por mí? –No es eso, pero parece un trabajo muy duro. –dijo ella. –Creo que a menos que te guste de verdad, no aguantarás. –Es cierto que ganaré menos dinero, pero creo que es un trabajo significativo. –¿Tú crees? –Mírame a los ojos. Mis ojos vuelven a estar tan claros como los de un niño. –dijo Taichi abriendo los ojos todo lo que podía. Una vez que dijo eso, parpadeó graciosamente. Aquello hizo reír a Mimí. –Bueno, si insistes tanto, te creeré. –dijo ella volviendo a concentrarse en su comida. Mientras lo hacía, Taichi se giró un poco y sacó la cajita con el anillo de compromiso de su bolsillo. –Ha llegado el momento. –se dijo Taichi para sí. Entonces se volvió a girar hacia ella. –Siento hacer esto en un sitio así, pero es como hacer borrón y cuenta nueva. Te lo pediré oficialmente de nuevo. –pero cuando iba a dar el paso, fue interrumpido por su teléfono. –¿Quién es en un momento como este? Sora. –Contesta, quiero darle las gracias por ayudarte a encontrar trabajo. –le pidió Mimí. –Vale. ¿Diga? –Hola Taichi. –saludó Sora. –Estaba contándole a Mimí lo del trabajo. –Pues no lo hagas. –le pidió Sora, que iba en el coche con Jou. –¿Por qué? –preguntó Taichi extrañado. –Verás, acaba de llamarme el productor. Le preguntó al presidente por lo de tu trabajo pero por lo visto no es un buen momento para contratarte. La compañía no va demasiado bien y podría quebrar. –le explicó Sora. –¿Lo dices en serio? –Perdona por hacerte pensar que el trabajo ya era tuyo sólo por la reunión. –se disculpó Sora. –Si las cosas están así, no te preocupes. –le dijo Taichi para que su vecina no se sintiera mal. Bastante había hecho ayudándolo. –Dile a Mimí que también lo siento. –le pidió Sora. –Vale. –Nos vemos. –se despidió Sora. –¿Qué tal? –preguntó Jou atento a la carretera una vez que Sora colgó. –Sonaba estar bien, pero… –Es un “Persis”, no lo olvides. –dijo Jou consciente de cómo iba a continuar ella la frase. Pero Sora no estaba tan mal encaminada. Taichi volvió a mirar la cajita del anillo y se lo volvió a guardar en el bolsillo. Con ese empleo fallido, quizás debería esperar para volver a pedirle que se casara con él. –¿Ya ha colgado? –preguntó Mimí. –Sí, parecía ocupada. –dijo Taichi, consciente de que ya no hacía falta que la castaña le diera las gracias a Sora. Y tampoco quería desanimarla con eso. –Bueno, celebremos nuestro próximo paso en la vida. –dijo Mimí ignorando lo que había pasado. –¡Salud! –¡Sí, salud! –brindó Taichi fingiendo para no entristecer a Mimí. –Taichi. –¿Sí? –Nada. No importa. –dijo Mimí. –Ya te lo contaré otro día.***
Debido a que la posibilidad de trabajar en la productora de cine se esfumó tan pronto como apareció la oportunidad, Taichi decidió acudir al día siguiente a una oficina de empleo. Era increíble que hubiera perdido el empleo antes si quiera de haber empezado. No obstante, su conciencia debía estar tranquila, puesto a que perdió la oportunidad por causas ajenas a su persona. Taichi llevaba un rato con uno de los empleados de la oficina hablando sobre su vida profesional y sus habilidades. –Así que no tiene ninguna habilidad especial. –dijo el funcionario una vez revisado su currículo. –Claro que tengo: esquí, buceo, petanca… –No me refiero a esas cosas, sino a algo como informática o nivel de inglés. –dijo el trabajador interrumpiendo a Taichi. –No, no tengo nada de esto todavía. –dijo Taichi, a pesar de haber trabajado para un multinacional relacionada con la tecnología, pero que evidentemente, obtuvo el puesto por ser novio de la hija del presidente y no por sus destrezas. –¿Qué tipo de trabajo estás buscando? –¿Tienen algo que tenga un sueño? –preguntó Taichi. Pero aquella pregunta descolocó al funcionario. –Señor Yagami, mire a su alrededor. –Taichi miró hacia atrás y la enorme oficina de empleo estaba llena de personas. –Todo el mundo está luchando por salir adelante. –Lo siento. –dijo Taichi, consciente de que quizás no había sido muy oportuno preguntar eso. Tras la entrevista, fue a consultar a los paneles de ofertas y también cogió una guía llena de ofertas de empleo. Ya en su apartamento, mientras revisaba la guía, marcaba las ofertas que pensaba que más se adaptaban a su perfil. Al día siguiente, comenzó a llamar a los lugares que marcó en la guía. –Hola, me llamo Taichi Yagami. Llamo por el empleo. ¿Ya han contratado a alguien? Vale, gracias. –dijo Taichi por teléfono. Tras varias llamadas infructuosas, se dirigió a un proceso de selección que se iba a llevar a cabo por medio de un examen. No sería fácil porque mucha gente se dirigía al mismo lugar. Tras salir, siguió buscando, pero la búsqueda estaba resultando ineficaz. Estuvo así durante toda la semana. En un momento dado, se sentó en un parque a ojear la guía y cuando se dio cuenta, estaba rodeado de personas sin hogar. ¿Sería ese el futuro que le esperaba? Taichi cada vez se desanimaba más y más. Pensó que volver a su antiguo yo sería más sencillo.***
–Me siento mal por Taichi. –confesó Sora a Ken. Estaban en casa del doctor tomando un té. –Yo podría remitirlo a alguna administración médica o servicio de ventas si le pareciera bien. –se ofreció Ken. –Está buscando trabajo por Mimí. –dijo ella. –Ese es el problema. Está buscando un trabajo que a ella le parezca bien. –dijo él. –Pero Mimí ni siquiera sabe lo que quiere. –puntualizó Sora. –Le pidió un trabajo que le hiciera brillar con luz propia. –Bueno, yo creo que más que el trabajo, podría ser más una cuestión de estilo de vida. –opinó él. –Taichi vive bien. Hay mucha gente que no sabe lo que quiere hacer con su vida. No puedes vivir sólo para pasarlo bien. Mimí es una ingenua y por eso puede decir esas cosas. –dijo Sora. Ken sólo se quedó mirándola y ella pensó que era una mirada reprobatoria. –No es que esté de parte de Taichi ni nada. –¿Por qué no? Deberías ayudarle en la medida de lo posible. Si yo pudiera, también me encantaría hacerlo. –dijo Ken levantándose para ver que al pajarito que tenía en la jaula no le faltara de nada. –Por cierto, Ken, voy a cambiar de tema. –No importa. Lo haces a menudo. –¿Cuál es tu secreto? –soltó ella. Aquella pregunta lo dejó helado frente a la jaula. –Miyako nos lo comentó. Dijo que como conoce tu secreto, tendrá compasión contigo por un tiempo. –Cuando vino, vio la foto de mi antiguo amor. –se limitó a decir él. Sora no entendía qué tenía eso de especial. Todo el mundo sabía ya que tuvo pareja y que murió. –¿La que murió? –preguntó Sora, para asegurarse de que fuera la misma persona. –Cuando vio la foto dijo que hay una persona en el “shuffle” que se le parece. Y pensar que no me había dado cuenta hasta que lo mencionó. –dijo él mientras recogía las tazas. –Ya veo. –Así que Miyako debe de pensar que organicé el “shuffle”, y perdona la expresión, para hacer mía a esa persona. –explicó Ken. –¿En serio?¿Por qué ibas a organizar todo este lío cuando podrías conseguir a esa persona directamente? –preguntó Sora. –No lo llamaría secreto, pero si la persona en cuestión lo descubre, podría no sentarle muy bien. –dijo Ken. –Es verdad. No sería un secreto. Pero estoy un poco intrigada por saber quién es. –¿Ah sí? –Pero por eliminación, sólo hay una posibilidad. –dijo Sora como si estuviera intentando resolver el misterio. –¿Quién? –Mimí, ¿verdad? –dijo Sora. Ken sonrió. –Supongo que lo mantendré en secreto. –dijo él girándose de nuevo hacia la jaula.***
La tarde iba cayendo y ya estaba casi de noche. La búsqueda de trabajo había resultado inútil. Así que, Taichi decidió que se merecía un descanso. Tiró una de las guías que había estado usando y que ya no le serviría más y se sentó en uno de los puestos callejeros de ramen. De hecho era el mismo en el que estuvo con Jou. –Otra, por favor. –le pidió Taichi al cocinero tras beberse el vaso de cerveza de un solo trago. –Claro. Un rato después de tomarse un ramen y beber un poco más de la cuenta, el encargado del puesto llamó a la policía. Una multitud se agolpó para ver qué pasaba con aquel tipo. –Ya le he dicho que he perdido mi cartera en alguna parte. –explicó Taichi arrastrando las palabras, evidenciando así, que se había pasado con el alcohol. –Eso es lo que dicen todos cuando quieren comer por el morro. –dijo el cocinero. –No es broma. Soy un buen ciudadano que paga sus impuestos. –se defendió Taichi. –Te han despedido, ¿verdad? –preguntó uno de los policías. –Por eso estás buscando trabajo. –Es verdad. ¿Y qué problema hay con eso? –dijo Taichi, que hasta donde él sabía, buscar trabajo no era ningún delito. –¡Sí lo hay! ¿Por qué te han despedido? ¿Dinero, mujeres? –preguntó el policía asumiendo cosas. –Eso no es asunto suyo. –dijo Taichi. –¡La cuestión es que no pagar por lo consumido es ilegal! –le recriminó el policía. –Entonces, ¿por qué no me mete en la cárcel? –dijo Taichi desafiando al policía y harto del numerito que estaban montando. Pero eso fue un grave error. Con aquel desafío, los dos policías cogieron a Taichi cada uno por un brazo y empezaron a arrastrarlo hasta el coche patrulla. –Por favor, dejen paso. –decían los guardias. Taichi iba riéndose, probablemente por los efectos del alcohol. El policía abrió la puerta para hacerlo entrar, pero antes, Taichi iba a pronunciar uno de sus típicos discursos. Cada vez que había gente se venía arriba. Mientras pronunciaba su discurso yendo de un lado a otro, ni los mismos policías se atrevían a detenerlo por la capacidad de enganchar a sus espectadores, incluido a ellos. –¡¿Qué pasa con este país?!¡Lleno de burócratas de alto rango, con una pensión de jubilación estratosférica de empresas del sector privado mientras que los jóvenes no podemos encontrar trabajo!¡¿Qué pasa con nosotros?!¡La mala economía no es excusa!¡A la mierda con los recortes salariales y la reducción de empresas!¡Los directores ejecutivos son unos incompetentes, pero los sancionados son los jóvenes! –¡Es verdad! –gritó uno de los presentes. Entonces, el policía decidió que ya era suficiente y que ya se había desahogado bastante contra el mundo. –Venga, vamos. –dijo el policía. Pero en cuanto sintió su mano en el hombro Taichi de revolvió para esquivarla. –¡Tienen personal y contratos temporales!¡¿Cuándo los van a hacer fijos?! –continuó Taichi. –¡¿Acaso eso está bien siempre que ellos estén bien?! –¡Sí, es cierto! –cada vez, más gente de los presentes secundaban lo que decía Taichi. –¡Mierda!¡Nada está bien!¡Dadme trabajo!¡Dadme seguridad!¡Dadme un sueño!¡Dadme un futuro! –gritó Taichi pidiendo eso al gobierno gesticulando con sus brazos, como si estuviera en el aire. Entonces, la gente comenzó a aplaudirle. Mientras le aplaudían, los policías lo agarraron por debajo de los brazos y lo arrastraron hasta meterlo en el coche. –¡No tienen nada que decir!¡Tan sólo eliminan lo que consideran despreciable!¡¿Soy despreciable?!¡¿Sois despreciables?!¡Si todo el mundo es despreciable, eso significa que este país también lo es! El coche patrulla desapareció del horizonte con las sirenas puestas, pero con los aplausos de todo el que pasaba por allí en aquel momento. Una vez que llegaron a la comisaría, metieron a Taichi en un calabozo. –Mamá. –musitó Taichi. Jamás pensó que algún día acabaría metido en un lugar como ese, acompañado de un desconocido que parecía dormir tranquilamente. Taichi pasó la noche en el calabozo. Cuando salió por la mañana, Sora y Yamato acudieron a por él en el coche del rubio. Cuando hizo su llamada de rigor, llamó a su vecina, pero le dijo que no le dejarían salir hasta el amanecer. –Taichi. –dijo Sora al verlo salir de la comisaría. –Gracias a los dos por venir. –les agradeció Taichi. –¿Te han dado katsudon? –preguntó Yamato, consciente de que en ocasiones es lo que les daban de cenar a los presos. –Olvidé pedirlo. –dijo Taichi lamentándolo. –Qué idiota eres. –dijo Sora sonriéndole. –Vamos. –dijo Yamato dándole una palmadita en la espalda. Una vez que llegaron a casa Yamato le preparó el desayuno. –Subestimé lo duro que es buscar trabajo. –dijo Taichi. –Perdonadme por las molestias que os estoy ocasionando. –No tienes que preocuparte por eso, ¿verdad Yamato? –Claro. –la secundó el aludido mientras le ponía algo de té a Taichi. –A la mierda con los sueños. No hay sueños en el trabajo. Después de todo, para empezar no hay trabajos decentes para una persona como yo, a la que le costó graduarse en una universidad de segunda. Olvidé que conseguí entrar en una gran compañía sólo por Mimí. Todo lo que tenía estaba mal. –reflexionó Taichi. –Eso no es verdad. Acabas de empezar a buscar y esas cosas llevan su tiempo, ¿verdad? –dijo Sora para intentar que Taichi no se desanimara tanto. –Es cierto. –dijo Yamato. –Sora, tengo que pedirte un favor. –le dijo Taichi. –¿Qué es? –Por favor, no le digas nada de esto a Mimí. Ya sabes, lo de que el trabajo en la productora no ha salido bien. Gracias a eso hemos vuelto a tener una buena relación. Estamos preparando un nuevo comienzo y esas cosas. –Pero… –Lo puede descubrir, lo sé. En realidad estoy convencido de que lo descubrirá, pero hasta entonces quiero que estés callada, por favor. –le pidió Taichi consciente de que a nadie le parecía una buena idea. –Vale, no se lo diré. –Sora sabía que Taichi debería contárselo a Mimí, pero le haría el favor por lo mal que lo estaba pasando, y no sería ella la que le daría más problemas. –¿De verdad? –No, no lo haré. ¿Por qué iba a hacerlo? Si te hace feliz aunque sea por un rato, entonces me parece bien. –dijo ella. –Gracias. –Idiota, no me lo agradezcas. –dijo ella con cara de “te estás equivocando”. –Mientras tanto me esforzaré un montón por encontrar un empleo de lo que sea. –dijo él con determinación. –Te ayudaré a buscar. –se ofreció ella. –Buscaremos juntos. Pero Taichi, no digas que harás cualquier trabajo. Estoy segura de que hay un trabajo a tu medida. Algo tan digno que no parecerá un trabajo. –¿Crees que existe ese trabajo? –preguntó Taichi con sus dudas. –Brillarás. Tienes esa cualidad especial. –dijo ella convencida. –Tienes algo que otros no tienen. Busquemos juntos. Él estaba agradecido por sus palabras, pero todavía no estaba convencido del todo. –¡Vamos! –dijo ella sujetándole la cara por las mejillas de forma basta para animarle. –No seas tan pesimista. Es como buscar un tesoro, intentando buscar cosas brillantes. ¿Podrás no? –Está bien. Podré. –dijo él sonriéndole y chocando su puño con el de Sora de forma amistosa.***
Tras la pequeña aventura carcelaria de Taichi, todos los miembros participantes en el “shuffle” fueron a divertirse a la piscina. Los chicos jugaban al baloncesto acuático, mientras las chicas estaban en las tumbonas, excepto Sora, que estaba fuera recogiendo el balón cuando se salía y haciendo de árbitro. Una vez que acabaron el baño, Ken sacó a los reyes y reinas de la baraja de naipes. –Bueno, vamos a empezar la segunda ronda de intercambios. –dijo Ken mientras los demás empezaron a aplaudir. Entonces, Taichi levantó la mano. –Tengo un anuncio que hacer. Mimí, ven aquí. –dijo él apartándose un poco del grupo. Mimí, sin saber qué hacer, simplemente le hizo caso. –Lo siento mucho, pero Mimí y yo lo dejamos. Aunque han pasado muchas cosas, ahora todo son buenos recuerdos. Nosotros dos vamos a vivir felices para siempre. Gracias, “love shuffle”. Feliz destino final. Tras esas palabras de Taichi, Jou comenzó a aplaudir, seguido de Yamato, Ken y las chicas. –Felicidades. –le dijo Jou dándole la mano. –Lo siento. –dijo Mimí. –¿Qué? –cortando el rollo a Taichi. –Yo también voy a participar en la segunda ronda. –dijo Mimí. –¿Por qué? Tengo un trabajo nuevo y seré muy brillante a partir de ahora. –le dijo Taichi. –Lo siento, Taichi. Pero…, estoy interesada en alguien del “shuffle”. –confesó Mimí. –Taichi. –lo llamó Sora al ver que Taichi se quedó blanco. –Esto es un caos. –dijo Taichi. Entonces su vista empezó a distorsionarse, cayendo hacia atrás. Por suerte cayó en el agua de la piscina y el golpe no fue tan grave. –¡Bueno, la segunda ronda del “shuffle” empieza ahora! –exclamó Sora mientras los demás aplaudían. –¿Por qué? –dijo Taichi desde la piscina. Continuará…