ID de la obra: 1319

Love Shuffle

Gen
PG-13
Finalizada
1
Fandom:
Tamaño:
154 páginas, 77.470 palabras, 9 capítulos
Descripción:
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8. Un beso que brilla

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Yamato fue al supermercado con Hikari, su nueva inquilina, aunque también había comenzado su intercambio de la semana. Mientras él llevaba el carro, ella echaba cosas al carro sin seguir ningún criterio especial. Todavía llevaba la ropa deportiva de él que le estaba inmensamente grande. –Bienvenida, pruebe uno. –le dijo una empleada que estaba mostrando productos. Hikari parecía muy feliz y tomó lo que le ofrecía la dependienta. –No los vamos a comprar. Lo siento. –dijo Yamato cogiéndoselos y devolviéndoselos a la empleada. –Venga, vamos. Cuando Yamato se dio cuenta, Hikari volvió a desaparecer al percatarse de que no estaba a su lado. Entonces tuvo que volver a por ella, que se había vuelto para probar el producto que le habían ofrecido antes. Pero entonces, Hikari se lo puso a él en la boca. Al final, acabaron comprándolo. Al salir del supermercado, Yamato iba cargado de bolsas mientras que Hikari caminaba de forma juguetona. Cuando había algún obstáculo al que subirse, no se cortaba y se subía como si fuera una niña pequeña. En un momento dado, la propia geografía de la ciudad le obligaba a bajarse, así que estiró su brazo para que Yamato la ayudara a bajar. Yamato, se pasó las bolsas a una sola mano y la ayudó. Más tarde, Hikari cenaba junto a sus vecinos en el vestíbulo, mientras que Yamato se duchaba después de haberles preparado la cena a todos. Cuando terminó y se puso su pijama negro, salió al vestíbulo arrastrando algo tapado que parecía bastante grande, pero como llevaba ruedas, tampoco le suponía un gran esfuerzo. Al llegar, destapó lo que llevaba. –¿Quién me dice que es esto? –preguntó Yamato. –¿Un reloj? –preguntó Sora. –Correcto. De los que se usan para cronometrar competiciones. –dijo Yamato apoyándose en él. –¿Para qué lo vamos a usar? –preguntó Taichi. –Mañana es el cumpleaños de Hikari. Lo usaremos para la cuenta atrás. Ya es casi media noche, así que quedan veinticuatro horas. –dijo Yamato, indicando el reloj, que mostraba que quedaban veinticuatro horas. Tan sólo tenía que activarlo para que comenzara la cuenta atrás. –Oye, no bromees con esto. –dijo Taichi. –Sí, no hagas de esto un juego. –le dijo Sora secundando a Taichi. –¿Entonces, qué?¿Queréis esperar atemorizados y esconder todos los cuchillos, cuerdas y toallas de la casa?¿O deberíamos atarla? –preguntó Yamato. Mientras tanto Hikari seguía comiendo tranquilamente como si no estuvieran hablando de ella. –Puedo entender cómo te sientes, pero ¿era necesario comentarlo ahora? –preguntó Ken. –No me fastidies. Lo comentaré. Vosotros estáis bien, pero si realmente lo hace, es posible que ocurra en mi habitación. ¿Verdad? –le preguntó Yamato. Hikari lo miró y le asintió con una sonrisa. –¿Lo veis? –Bromeas, ¿no? –le dijo Taichi. –No estás planeando nada, ¿verdad? –Yo creo que le va bien desde que se ha unido a nosotros. ¿A que sí? –dijo Sora con una sonrisa. Pero la joven seguía comiendo tranquilamente aumentando así las dudas de todos. –Deja que te prescriba más medicación. El tiempo pasará mientras estés dormida. –le dijo Ken a Hikari. –No haremos ese tipo de cosas. –se negó Yamato sentándose. –Aunque pase el tiempo, no tiene sentido si no cambia su mentalidad. –¿Entonces qué? –preguntó Taichi. –¿Le harás reconocer que el tiempo ha pasado? –dijo Sora viendo por donde iba la idea de Yamato. –Eso puede que no sea mala idea. –dijo Ken. –Vale. Siento haberlo llamado broma. –se disculpó Taichi. –Yamato, parece que has usado las pocas neuronas que tenías. –Oye, no me digas que soy un descerebrado. –se quejó el aludido. –Vale, Yamato. Entendemos perfectamente cómo te sientes. –dijo Sora. –Sí, la observaremos atentamente. –dijo Ken. –No te dejaremos morir. –le dijo Taichi a Hikari. Sora le golpeó en el brazo. –Idiota, no digas la palabra “morir”. –le riñó la pelirroja. –Sí, lo siento. Táchalo. –dijo Taichi intentando arreglarlo. –Vale, son las doce en punto. –dijo Yamato levantándose y activando la cuenta atrás.

***

Al día siguiente, Sora y Taichi aprovecharon su “shuffle” para entrar a una tienda de ropa de un centro comercial para buscar un regalo de cumpleaños para Hikari. –¿Qué le podemos regalar? –preguntó Taichi. –El pijama de Yamato le queda demasiado grande. –dijo Sora mientras ojeaba en la sección de pijamas. –¡Sora! ¿Qué tal este? –preguntó Taichi mostrándole uno mientras metía la mano por el escote. –¡No seas pervertido! –le dijo ella. Finalmente, decidieron que ella compraría el pijama y Taichi buscaría otra cosa. Cuando acabaron sus respectivas compras, se sentaron en un restaurante. –La banderita es lo mejor. –dijo Taichi tocando la bandera de Japón que estaba pinchada a modo de decoración en su comida. –Sí, estoy de acuerdo. Y el plato también es mono. –dijo Sora. –Ja, ja, ja, cree que es mono. –dijo una niña sentada en la mesa de al lado. –¡Menú infantil! –dijeron a la vez señalándose el uno al otro. Ambos permanecieron charlando durante toda la comida mientras saboreaban el menú infantil. Por fin llegaron a los cafés. –No puedo creer que la madre de Hikari muriera. –dijo Sora removiendo su café. –Sí, especialmente después de que Ken nos dijera que se fugó con otro hombre. –dijo Taichi. –Entonces, ¿el padre no tiene ningún rencor hacia su hija? –preguntó Sora. –No. El confinamiento no es la razón por la que quiere morir. –Pero, ¿por qué Ken nos daría información falsa? –preguntó Sora. –Seguro que es la información que consiguió al hipnotizarla. –respondió él. –Ya sabes, una creencia errónea. –¿O sueños? –No estoy seguro, pero el estado emocional o el estrés en ese momento puede hacerte creer en algo que no es verdad. Creo que el verdadero yo nunca quiere morir. En ese caso, ¿para qué naceríamos? –Siempre tan directo. –dijo Sora sonriendo. –No puede no gustarme. –¿Creías que era tonto? Es verdad. No tendría ni idea si me hablaras de cosas como Tánatos. –dijo Taichi mientras Sora se levantaba y cogía lo que había comprado de regalo. –¿Qué es verdad y qué es mentira? –preguntó ella. Entonces, Taichi recordó el arrebato que tuvo Sora la noche de luna llena en la piscina, cuando declaró que lo odiaba y luego lo besó. –Oye Sora, sobre el otro día… –¿El otro día?¿Hice algo? –preguntó haciéndose la desentendida mientras Taichi la seguía. –Ya sabes, en la piscina. –¿Qué? –¿No te acuerdas?

***

En un elegante restaurante, Jou volvió a reservar el establecimiento para él y para Mimí solos. –Hemos causado muchos problemas a todos. –admitió Mimí a su intercambio de la semana. –Pero me casaré con Taichi como estaba previsto. Ahora que lo he decidido he estado ocupadísima. Los regalos, planear la luna de miel, hay tanto que hacer… –¿Y la persona que te gustaba? –preguntó Jou. –Ya está resuelto. En realidad nunca existió esa persona. –dijo Mimí. –Bueno, pero… –Siento que el nubarrón de mi interior se ha ido. –dijo Mimí llevándose las manos al pecho con mirada soñadora. Jou no pudo evitar recordar la conversación que tuvo Mimí con Yamato mientras él los espiaba en el estadio deportivo. –Creo que la persona que te interesaba era Jou. –dijo Yamato. –No es el palpitar que tengo con Taichi. No siento que haya conexión. Pero siento una pequeña punzada en mi corazón. Es tan mono. –dijo Mimí. –Qué raro. –susurró Jou para sí mismo confundido.

***

–Taichi, ¿qué has comprado? –preguntó Sora. –Es una sorpresa. –dijo Taichi. Él quiso comprarle otra cosa aparte y mientras ella se había dedicado a buscar el pijama adecuado, él había ido buscar otra cosa. –¡Oh, casi me olvido! Tengo que irme. He quedado. –le dijo Sora a Taichi mientras caminaban por la ajetreada ciudad. –Llego tarde. Lo siento, pero me tengo que ir. –No importa. –dijo él. –Entonces, lo de la piscina… –¿Te refieres al beso? –preguntó ella sin dar más rodeos. –A decir verdad, me da vergüenza. –dijo él. –Es porque soy políglota. –dijo Sora. –¿Qué? –preguntó él sin entender. –Besar es como un saludo. ¡Hello! –Sora se acercó a él y le dio dos besos, bastante cerca de la comisura de los labios. –Así, ¿ves? ¡Hasta luego! –Así, dice. –dijo Taichi mientras veía cómo se alejaba.

***

–Por supuesto que te invitaremos a la boda. Quizás te pidamos que des un discurso. –le dijo Mimí a Jou. Ya habían salido del restaurante y daban un paseo por la ciudad. –No, no se me da bien hablar en público. –¿En serio? Entonces se lo pediremos a Ken. Parece acostumbrado. –Sí, creo que será mejor. –admitió él. –Jou, ¿qué tipo de chicas te gustan? –preguntó Mimí. –¿Qué? –preguntó él parándose al no esperar aquella pregunta. –Busca en el convite. Muchas de mis amigas son muy guapas. –dijo ella. –Bueno, esta es mi parada. –Sí. –Adiós. –dijo ella bajando a la boca del metro. –Adiós. –cuando la vio desaparecer, Jou dejó caer su inseparable maletín para llevarse las manos al pecho. –Ahora el nubarrón lo tengo yo.

***

Yamato y Hikari fueron a un refugio de animales que también era un centro de adiestramiento. Hikari por fin había conseguido algo de ropa al haber pasado un momento por casa de su padre. Yamato le sacó unas fotos a un perro de raza Akita que estaba encerrado en su jaula con su inseparable cámara de bolsillo. –Todos estos perros van a ser sacrificados. Pobrecillos. Los humanos somos muy egoístas. “Ya no puedo cuidarles, así que, toma”. ¿A qué coño viene eso? Si es así, en primer lugar, no los compres. Oye, cuando ves estos perros, ¿no piensas en querer vivir o morir? Los humanos somos afortunados de por lo menos poder elegir. No es que esté intentando darte una lección con esto. –dijo Yamato. –Este perro se convertirá en un pájaro y volará por el cielo. –dijo Hikari, haciendo alusión al perro que tenía frente a ella. Después, pasó al de al lado. –Este de aquí, llegará al fondo del océano. Se convertirá en un pez de las profundidades y vivirá una vida tranquila. Nunca más se relacionará con humanos. –después se agachó para ver el de la jaula de abajo. –Este dice que no quiere volver a nacer porque se convertirá en humano. –Hikari. –le dijo Yamato con un tono para hacerle saber que ya era suficiente. –Los humanos dan miedo. –dijo ella incorporándose. –No pueden evitar hacer daño a los demás. Los que no quieren hacerlo, se harán daño a sí mismos. –Ambos saldrán heridos. –dijo Yamato. –Herirán también a este planeta, y al final lo matarán. –continuó ella. –¿Qué deberíamos hacer? Va, piensa, ¿qué deberíamos hacer? –pero Hikari no respondía. –¿Ves? Suicidarse no arreglaría nada. Hikari le sonrió, y él le devolvió la sonrisa. –Por cierto, ¿qué era yo antes de renacer? –preguntó él. Ella se acercó un poco más a él y lo miró a los ojos. –Una lagartija. –respondió ella. –Te voy a matar. –dijo él.

***

Sora corría apresurada a una cita con el doctor Koushiro Izumi después de haber estado comiendo con Taichi. Cuando llegó al lugar convenido, lo vio apoyado sobre su mochila durmiendo. Cuando fue hasta él, le pasó una mano por delante, pero el médico parecía profundamente dormido. Hasta tenía la boca abierta. Sora sonrió.

***

Cuando Taichi aparcó el coche en su plaza de garaje, vio a Jou en las cocheras. –¡Jou! –lo llamó Taichi. Prefería no saber cómo había entrado. –Acabo de llegar. –dijo Jou con su inseparable maletín. –Démonos prisa. –dijo Taichi. –Sí. –dijo Jou. Se apresuraron a la llegar a las puertas del ascensor, que estaban cerrándose. Taichi consiguió interponerse para que volvieran abrirse, encontrándose dentro a Yamato y a Hikari. –¿Aún estás viva? –preguntó Jou. –¿Por qué no iba a estarlo? –preguntó Yamato. –Recibí un mensaje de Ken para que vinera lo antes posible, así que me temí lo peor. Asumí que era por Hikari. –explicó Taichi una vez dentro del ascensor. –Sí, yo también. Estaba preocupado por no llevar ropa de luto. –dijo Jou. –No seas tan macabro. –le riñó Yamato. –Feliz cumpleaños, Hikari. –dijeron Jou y Taichi a coro. Ella sólo hizo una inclinación mostrando su agradecimiento. Una vez que llegaron arriba, tocaron al timbre de Ken. –Pasad, caballeros. –dijo Ken una vez que abrió la puerta. Los chicos entraron. Hikari se quedó allí parada y se señaló a sí misma. –Supongo que tú también puedes entrar. Una vez dentro, Ken se fue a preparar té para todos. Dentro del apartamento también estaba Miyako, como siempre, vestida elegantemente. Había ido a casa de Ken a decirles algo. Y sin más, lo soltó. –Dime que es mentira…–dijo Taichi. –Dime que es mentira…–lo siguió Yamato. –Dime que es mentira…–dijo también Jou. –Deja que lo repita: dime que es mentira…–dijo Ken apareciendo con una bandeja con té. –Joe. –dijo con su suave voz Hikari mientras veía al pajarito azul de Ken. –¡Miyako! –dijeron todos los hombres. –Es verdad. Estoy embarazada. –dijo ella como tranquilamente y con su permanente sonrisa, como si dijera que se va a comprar pan. Una vez que volvieron en sí, los cuatro se pusieron en una mesa baja donde también pusieron las tazas de té. Era evidente de qué tenían que hablar. Mientras tanto, Hikari y Miyako estaban por allí sentadas tan tranquilas. –Yamato, el padre vas a ser tú. –dijo Taichi. –No está tan claro que sea yo. –dijo él. –Todos podríamos ser el padre. –dijo Ken. –En realidad, yo no tengo ningún recuerdo. –dijo Taichi. –No intentes escaparte de esa manera. –dijo Yamato. –No estoy intentando escaquearme. –se defendió Taichi. –¿Sabéis? Yo creo que es el hijo de Jou. –¡¿Qué?! –reaccionó el aludido una octava más aguda. –Eres algo parecido a un acosador, ¿no? –argumentó Taichi. –Sí. Incluso sus fluidos corporales parecen persistentes. –secundó Yamato. –¡Venga ya! –dijo Jou. –Si es un niño podría ser Jou junior. –dijo Taichi. –Y si es una niña, Joana. –dijo Yamato. –¿Podemos solucionarlo con dinero? –preguntó Jou agobiado de que hasta le dijeran los nombres del futuro bebé. –¡Esa no es la manera de considerar una vida que está a punto de nacer! –le riñó Taichi. –¡Tiene razón! ¡Asume tu responsabilidad como un hombre! –dijo Yamato, encasquetándole la futura paternidad a Jou. –No os adelantéis. –intervino Ken. –En esta situación, lo primero que debe respetarse son los deseos de la madre. –Ya sé lo que quiero. –dijo Miyako desde su asiento. –Por supuesto, voy a tener el bebé. –Pero… –dijo Yamato. –No os preocupéis. No quiero saber de quién es el niño. –dijo Miyako. –Lo que quiero es criarlo con amor como si fuera de mi marido. Desde el principio. –¿Quieres decir que habías planeado que esto pasara? –preguntó Ken. –Así es. Entré en el “Love Shuffle” para esto. Cuando Yamato me propuso entrar, vi la oportunidad perfecta. –explicó ella. –Si querías un hijo podrías haber buscado un donante de esperma y…–dijo Ken. –No quería un hijo de un hombre que no conozco o que nunca haya visto. –lo interrumpió la futura madre. –Además, siempre he pensado que mi hijo debería ser guapísimo. Por eso era importante conocer el aspecto de mis parejas. –¿Un hijo guapo? ¿Quieres que sea actor o algo así? –preguntó Taichi. –Un político. –intervino Jou, que conocía la verdad. –¿Qué? –preguntó Taichi. –El padre de Miyako es el ex-ministro de economía. Y su abuelo era el vicepresidente. –explicó Jou. –Su familia ha estado metida en política durante generaciones. –Soy hija única. Mi deber es tener un hijo. –añadió Miyako. –Hay rumores que dicen que su marido, que ahora es asistente, asumirá el cargo de su padre. –completó Jou. –Así es. Va a heredar la circunscripción de mi padre. –confirmó Miyako. –Desafortunadamente es… –Tiene diabetes y no puede mantener relaciones. –dijo Taichi recordando aquel día en el que el marido de Miyako los reunió a todos en la habitación de hotel, pero se vio interrumpido por Miyako. –No exactamente. Sí puede. –dijo ella. –Entonces, ¿es estéril? –preguntó Yamato. –Supongo. Todavía hacemos el amor. Como era especialmente exigente por las noches, tuve que hablarle de vosotros. No sé si son celos o no, pero a lo mejor eso lo excitaba. –dijo ella. –Entonces, esa nueva manera de amar que tu marido nos explicó en el hotel… –dijo Taichi. –Era todo mentira. –dijo Miyako. –Bueno, no. Esa es mi opinión. Mi marido sólo me acompañaba. –¿Puedo tocarla? –preguntó Hikari acercándose a Miyako con una sonrisa en la cara. –Puedes, pero todavía no vas a sentir nada. –le dijo Miyako apartando los brazos para que tuviera un mejor acceso a la barriga. Hikari se agachó y puso su mano en el vientre de Miyako. –Hikari podrá sentir quién es el padre. –dijo Jou como si acabara de tener una revelación. Hikari miró a Jou, aunque lo hizo más para ponerlo nervioso. –¡¿Qué?! –Por favor. –dijo Taichi asustado. –No lo digas. –dijo Yamato igual de asustado. –Mi sueño es crear al político más guapo. La mitad de los votantes son mujeres. –dijo Miyako como si las mujeres siguieran la belleza como criterio para votar a sus líderes. –En este momento no hay políticos que podamos mostrar al mundo. Nacerá con la cualidad de liderar a los demás. Crearé un precioso primer ministro.

***

Sora leía un libro mientras se tomaba un café. Mientras tanto, Koushiro seguía dormido sobre su mochila. Tras beber un sorbo, al dejar la taza sobre el plato, el ruido despertó al médico sobresaltándose, lo cual también asustó a Sora. –Oh, lo siento. Ya estás aquí. –se disculpó Koushiro dándose cuenta de que Sora ya estaba allí. –Estabas muy relajado durmiendo, por eso no te he despertado. –dijo Sora sonriendo divertida. –Lo siento. Tuve una operación que se alargó demasiado. –dijo él antes de beber del refresco que se pidió cuando llegó. –Debe de ser duro. Pero no creí que volvieras a pedirme que saliéramos. –admitió ella. –¿Por qué no? –Porque la última vez dije muchas locuras y de repente empecé a llorar. –¿Y qué? Pensé que eras única. –Fue por la luna llena. –Ya veo. –¿Qué ves? –Las mujeres sois complicadas. Las mareas, la luna y sus biorritmos están conectados. –dijo él comprensivo. –Ken me dijo que eres peculiar. –dijo Sora al mostrarse él tan comprensivo. –Por favor, di único. –dijo él corrigiéndola. –Es verdad. –dijo ella sonriendo. –Todavía no has comido, ¿verdad? Vamos a algún sitio. –dijo el médico cogiendo la cuenta de la mesa para pagar. Entonces se paró en seco cuando vio la cuenta. –¿Has tomado seis tazas? –Quizás, más que a comer, podríamos ir a cenar. –dijo Sora, dándose cuenta de que el médico había perdido la noción del tiempo con la siesta que se había echado. –Lo siento mucho.

***

La sección masculina del “Love Shuffle” estaba allí de pie, mirando fijamente el sitio en el que había estado Miyako, que acababa de salir. En cuanto se fue, el sitio fue ocupado por Hikari mientras se acariciaba su propio vientre. –Papá. –dijo ella. –¿De verdad está bien así? –preguntó Yamato volviendo en sí al ver que Miyako se marchó sin más. –Sería un gran escándalo para ella si se descubre. –dijo Ken. –Seguro que lo mantiene en secreto. –Sí. “Gracias “Love Shuffle”. Adiós, amantes”. Se fue muy feliz diciendo eso. –dijo Jou reproduciendo las palabras de despedida de Miyako. Entonces, Taichi salió corriendo. Tenía que alcanzarla.

***

–Lo siento. No tuvimos mucho tiempo. –se disculpó Koushiro. –¿Te han llamado del hospital otra vez? Estás muy ocupado. –dijo Sora mientras caminaba apresuradamente junto a Koushiro una vez que él colgó el teléfono. –Éste es el peor error de mi vida. –se lamentó él. –Y pensar que he estado durmiendo hasta tan tarde. –No te preocupes. Comparada con eso, todavía estoy avergonzada al pensar en todo lo que dije la otra vez. –dijo ella. –En ese caso, ¿podemos decir que estamos empatados? –dijo él. –Eres muy presuntuoso. –dijo Sora. –Sí, me lo dicen mucho. Dicen que tengo un aspecto y una actitud atrevida. –reconoció él. –Pero supongo que nos hemos quitado la máscara que llevábamos. –dijo Sora. –¿Cómo debería llamarte? –preguntó Koushiro. –Puedes llamarme por mi apellido, pero toda la gente que conozco me llama por mi nombre. Así que, Sora está bien. –En ese caso te llamaré Takenouchi. –dijo él. –¿Qué? –sorprendida por lo que le dijo. Le había dado permiso para llamarla por su nombre y decidió llamarla por su apellido. –No quiero ser igual que los demás. –Eres muy atrevido. –sonrió ella por la razón que había esgrimido. –Tú también puedes llamarme como quieras. –dijo él. –Izumi, Koushiro, Kou, o lo que sea. –Vale, creo que te llamaré por tu nombre, Koushiro.

***

Miyako salió del edificio en el que vivía la mitad de los integrantes del “Love Shuffle”. En la puerta, el chófer la esperaba para abrirle la puerta del coche. –¡Miyako! –salió Taichi alcanzándola. Tuvo que bajar por la escalera para poder alcanzarla a tiempo. –Si pasa algo, llámame, por favor. –¿Qué? –Ya sabes. Si necesitas sangre, o lo que sea, iré en seguida. –No seas ridículo. –Lo digo en serio. –Gracias. –dijo ella sonriendo. –Es mi responsabilidad como un cuarto de padre. –dijo él. –¿Te acuerdas de lo que dijiste de mí en los billares? ¿Qué no soy una facilona con la que te puedes acostar la primera noche? –Sí. –Voy a vivir mi vida así a partir de ahora. –dijo Miyako sonriéndole. –Lo sé. –dijo él sonriéndole de vuelta. –En aquel momento fui realmente feliz. –reconoció ella. –También lo sé. –dijo él sonriendo también. Ella simplemente le dio un codazo en el estómago bromeando antes de subirse al coche para marcharse. Una vez que se marchó, se agachó para aliviarse el dolor. Mientras estaba allí agachado, llegó un taxi, del que bajó Sora. Sora se giró para despedirse. Pero por lo que vio, no iba sola. –Nos volveremos a ver. –dijo Koushiro. –No. Debes decir “¿podemos vernos de nuevo?”. Eres un atrevido. –dijo Sora corrigiéndolo. Con aquella corrección la respuesta era más que evidente. Koushiro sonrió desde el taxi. –Hasta luego. –dijo él. –Adiós. –dijo Sora, ante la mirada sorprendida de Taichi. –¿Quién es ese? –preguntó Taichi levantándose y olvidándose del dolor del codazo. –Oh, ¿estabas aquí? –preguntó Sora, que no se había percatado de su presencia. –Pues sí. ¿Ni siquiera te habías dado cuenta? –preguntó él. –Creo que te falta presencia. –dijo ella dándole unos toques en el hombro antes de entrar al edificio. –Estoy lleno de presencia. –dijo él siguiéndola. –Tengo mucha, y me gustaría compartirla con alguien. –No la quiero. –dijo ella. –¡No te la daría! –Es un compañero de Ken. –explicó Sora una vez en su apartamento mientras le ponían unas velas a la tarta de cumpleaños de Hikari. –Entonces, ¿es médico? –preguntó Taichi. –Sí. Cuando estuve con Ken en una cita del intercambio se enamoró a primera vista. –explicó ella. –Supongo que hay tíos peculiares como él. –Supongo. –Así que, ¿ha sido una cita? –preguntó Taichi. –¿Y por qué no? –preguntó ella cogiendo la tarta. –No digo que esté mal, pero acortaste nuestra “shuffle” para verle a él, ¿no? ¿No va eso contra las reglas? –preguntó Taichi comprendiendo por qué se había ido con tanta prisa. –Tú también vas a casarte con Mimí, así que el sistema está un poco obsoleto ahora mismo. –dijo Sora. –¿Obso… qué? No uses palabras tan complicadas. –le pidió él. –¡Bueno, ya está bien! Calla y enciende las velas. –le ordenó ella al llegar a la puerta. –¿Por qué no lo haces tú? –preguntó él, a pesar de que llevaba el encendedor en la mano. –¿Me vas a decir que el doctor ya te ha cambiado? –¡Qué imbécil! ¿Puedes dejar tus estúpidos celos y encender las velas de la tarta? –dijo ella mientras seguía allí plantada con la tarta frente a la puerta. –¿Por qué tendría que estar celoso? –¿Por qué tengo que escucharte hablando de mi vida? Vamos, enciende. –¡No quiero! –Rápido. –insistió ella. –¡No! Harta, Sora le pasó la tarta a él, le arrebató el encendedor y encendió las velas. Una vez encendidas, abrió la puerta para que Taichi cerrara la boca de una vez. Una vez encendida la tarta, Sora abrió la puerta y salieron con la tarta y empezaron a cantar el cumpleaños feliz con tono fúnebre, mientras Hikari, Yamato y Ken esperaban en el vestíbulo sentados junto a la mesa baja. –¿A qué viene ese ánimo tan pésimo? –preguntó Yamato. Al decir eso, comenzaron a cantar alegremente. Ken y Yamato se unieron al cántico. Cuando todavía faltaba una frase de la canción, Hikari metió el dedo en la tarta sonriente, llevándose un manotazo de Yamato. Cuando terminaron de cantarle la canción, Hikari, con un dedo manchado, sopló las velas. Cuando terminó, recibió los aplausos de todos. El reloj de la cuenta atrás, marcaba que quedaban sólo algo más de quince minutos para la finalización del día, y por tanto, parecía que iban a conseguir que Hikari acabara su vigésimo cumpleaños viva.

***

Cuando Jou salió del apartamento de Ken se puso a deambular por las calles de la ciudad sumido en sus pensamientos. Entonces se paró al ver una tienda de vestidos de novia. No pudo evitar acordarse de Mimí. Entonces, tras el maniquí, la vio. En un momento dado, ella se giró y también lo vio a él, por lo que le sonrió, lo saludó efusivamente y le indicó con la mano que entrara. Cuando entró, le pidió que se sentara y esperara un momento. Cuando la vio aparecer vestida de novia y el pelo recogido, se quedó sin palabras. –Estás preciosa. –dijo Jou levantándose. –¿Tú crees? –Pareces un hada. –dijo él. –Gracias. –dijo ella inclinando un poco la cabeza. Entonces Mimí se percató que una lágrima se escurría por la mejilla de Jou. –Jou. –¿Eh? –dijo Jou limpiándose la lágrima cuando se dio cuenta. –¿Por qué estoy llorando? Me siento como el padre de la novia. Soy un idiota. ¿Qué estoy diciendo? Lo siento. Será mejor que me vaya. Jou cogió su maletín y se marchó. Después de prácticamente huir de la tienda, se sentó en una escalera que subía a una pasarela peatonal para calmarse. Una vez que se relajó un poco, sacó su teléfono para mirar el colgante del teléfono y que simbolizaba la inquebrantable amistad de los “Persis”.

***

Hikari abrió el regalo de Sora. Cuando vio el pijama, hizo como que probaba la parte de arriba para cerciorarse de que le quedaría bien. –Pensé que el de Yamato es demasiado grande para ti. –dijo Sora. –¿No crees que es un poco infantil? –preguntó Taichi. –Es lo que nosotras llamamos “adorable”. –dijo Sora defendiendo su criterio. –No entiendes nada. –Éste es mío. –dijo Taichi pasándole su regalo. –Pinturas de veinticuatro colores. –¿Pinturas?¿A qué viene eso? –preguntó Sora riendo. Y fue él el que la llamó infantil a ella. –No está en preescolar, ¿sabes? –Calla. Yo me emocioné cuando pasaron de doce a veinticuatro colores. –dijo Taichi. A pesar de las críticas, Hikari parecía encantada con sus regalos. –Pero a ella le duele la cabeza cuando pinta. –dijo Sora. –¿Por qué le compras algo así? –De mi parte, una cuchara de plata. –dijo Ken pasándole su regalo y poniendo fin a la discusión de sus vecinos. –¿Una cuchara? –dijo Taichi con una carcajada. –Eso es aún peor que lo mío. –Bueno, normalmente se regala para desear una vida feliz a un recién nacido, y creo que el cumpleaños veinte es el renacimiento de Hikari. –dijo Ken argumentando su regalo. Ante aquel argumento, no pudieron criticar nada, ya que ya no les parecía tan mal regalo. –Ken, tus pensamientos son mucho más maduros. Sobre todo, en comparación con algún Crayon Shin-chan –alabó Sora con dardo incluido a Taichi mientras Hikari observaba la cuchara con atención. –¿Os pasa algo? –preguntó Ken, que había percibido tensión entre ellos desde que salieron con la tarta. –Nunca nos hemos llevado bien. –dijo Taichi. –Somos como el agua y el aceite. –dijo ella. –Este de mi parte. –dijo Yamato entregándole su regalo a Hikari. Hikari lo abrió. –¿Qué es eso? –preguntó Sora. –Una pulsera de tobillo. La hice yo mismo. –explicó Yamato mientras que Hikari sacaba la joya. Parecía de plata y tenía una estrella y un cascabel. –¿En serio? ¡Qué bonito! –exclamó Sora cuando Hikari la sacó. –Pensé que un cascabel iría bien con una mascota. –dijo Yamato mientras que Hikari se la ponía en su pie felizmente. –Es muy bonita. Yo también quiero una. –dijo Sora impresionada. –¿En serio? –preguntó Taichi. –Así le das bombo a la cosa. –le dijo ella por lo bajo. –Oh, claro. –dijo Taichi comprendiendo que sobreactuaba un poco para subir la autoestima de Hikari. –Qué bonita. Yo también quiero una. –dijo Taichi. –Yo también. –dijo Ken. Cuando la tuvo puesta, golpeó un par de veces con el pie para que el pequeño cascabel se escuchara. –Bien, antes del brindis, me gustaría decir unas palabras. –dijo Yamato levantándose. –¡Muy bien, Yamato! –dijo Sora para animarlo a seguir. –¡Adelante! –dijo Taichi. –Calla, parece serio. Parece que son palabras para Hikari. –dijo Ken. –Hikari versus Tánatos. –dijo Taichi. –Creo que voy a empezar a llorar. –dijo Sora. –¿Qué era? –se preguntó Yamato. Había tardado tanto en arrancar que se le había olvidado lo que iba a decir, rompiendo así el momento. Después de darle los regalos, todos se pusieron los pijamas para que Hikari pudiera estrenar el suyo. –Realmente no puedo ver estas cosas. –dijo Taichi girándose de medio lado para no mirar con lo que les estaba mostrando Yamato. –No me lo tomo a broma. –dijo Yamato enseñando las fotos de los perros que sacó en el refugio. –Si las cuelgo en internet quizá haya alguien que quiera adoptarlos. –Sí, tendrían que poner esas cosas. –dijo Sora apoyando a Yamato mientras miraba una de las fotos. –Lo vi en las noticias. –dijo Ken. –Aprietan un botón y las paredes se mueven para llevar a los perros a las cámaras de gas. –¡Os he dicho que no puedo ver esas cosas! –dijo Taichi. –¿Qué te pasa? Está claro que todo el mundo odia este tipo de historias. –dijo Sora. –Es verdad. No actúes como si fueras el único santurrón. –dijo Yamato. –¿Santurrón? –dijo Taichi girándose. –Es completamente al contrario. Cuando escucho historias como niños hambrientos de África, refugiados de guerra, desafortunados accidentes, bancarrotas por la recesión económica y ese tipo de cosas, no puedo verlo en las noticias aunque quiera. –Eres una persona especialmente buena. –dijo Sora. –Acabo de deciros que es al contrario. Me enfado conmigo mismo por no ser bueno. No paro de preguntarme por qué no les ayudo. –insistió el castaño. –Entiendo cómo te sientes, pero no tienes que culparte por eso. –dijo Yamato. –Soy director en una gran empresa. Pertenezco al equipo ganador y me obsesiono con el resto. Además, hay gente que está en paro, gente que han despedido injustamente. Cuando pienso en ellos no puedo evitar enfadarme conmigo mismo. –dijo Taichi. –¿Por qué no les ayudo? ¿Es suficiente con sentirse mal por las desgracias de la gente? Soy un insensible. Me decepciono y me avergüenzo de mí mismo. –No eres Superman. No puedes hacerlo todo. –dijo Yamato, al ver que a Taichi realmente le fastidiaba el tema. –¡Ya lo sé! Pero aún así… –Oye, a lo mejor podrías. –dijo Sora interrumpiéndole. –¿Qué? –Nada. –dijo Sora, que quizás se había precipitado con la idea que se le había pasado por la mente. Entonces se hizo un silencio sepulcral. –Lo siento. Estábamos en una fiesta de cumpleaños. Me siento como el Grinch. –dijo Taichi. –Mirad la hora. –dijo Ken. El reloj marcaba que quedaban unos dos minutos y medio para el final del cumpleaños de Hikari. –Dentro de nada acabará el día de hoy y llegará mañana. –mencionó Sora. –Y vivirás. –dijo Taichi a Hikari. –No. No lo creo. –dijo Yamato. –¿Cómo? –preguntó Taichi, aunque los demás tampoco daban crédito a lo que había dicho Yamato. –Se suicidará aunque no sea hoy. –dijo él. –Yamato, ¿qué estás diciendo? –preguntó Sora. –Sí. Todo esto fue idea tuya. –dijo Taichi. –Cuando Tánatos te atrapa, tarde o temprano te suicidas. ¿No es cierto, Ken? –dijo Yamato buscando la aprobación de lo que decía. –No puedo decir nada concreto. –dijo Ken. –¿Ken? –le animó Sora a que continuara, ya que con lo que dijo la dejó con la duda de si Yamato no iría desencaminado. –Ya te lo conté, ¿te acuerdas? La conexión entre la mente y el corazón es muy compleja. No hay un razonamiento definitivo. Tampoco es tristeza, pero te sientes atraído. Como si estuvieras hipnotizado. Simplemente, te arrastra. –dijo Ken. –Ya recuerdo lo que quería decir antes del brindis. –dijo Yamato poniéndose en pie. –Todavía estaba intentando decidirlo. Es un poco embarazoso, ¿sabes? Sólo lo diré una vez, así que escucha atentamente, ¿entendido, Hikari? Te suicidarás. Me parece bien. –¡Oye! –protestó Taichi, pero Ken lo agarró del brazo para que dejara continuar a Yamato. –Pero, hazlo cuando yo haya muerto. –le pidió Yamato. –Te suicidarás para seguirme en la muerte. Dejaré de fumar; me haré un chequeo completo cada año. Lo que significa que intentaré vivir hasta que me convierta en un viejo tembloroso. Con lo cual, no podrás morir hasta que seas una vieja encorvada. ¿Estás escuchando, Tánatos? El único momento en el que dejaré que Hikari cruce al otro lado será cuando yo haya muerto. –Yamato. ¿Es eso una proposición de matrimonio? –preguntó Taichi, que recibió un manotazo de Sora, que estaba muy emocionada con la escena. –¡Mierda, voy a llorar! –dijo ella sin poder reprimir las lágrimas. –¿Hikari? –preguntó Ken, deseoso de conocer su reacción. –¡Hikari, por favor! –dijo Taichi para que aceptara lo que había propuesto el fotógrafo. –Di que sí. –le pidió Sora. La cuenta atrás del reloj llegó a cero. Cuando lo hizo, Hikari se levantó y dio unos pasitos hasta ponerse frente a Yamato. Con cada pasito se escuchaba de manera casi imperceptible el cascabel de la tobillera que le había regalado el rubio. –Vale. –dijo ella suavemente mientras sonreía a Yamato. Yamato respiró aliviado. –Bien, panda. –dijo él haciendo referencia al peluche favorito de Hikari. Esa palabra para el grupo había adquirido un significado nuevo desde que Taichi lograra el osito panda. Por eso la decían cuando conseguían algo. –¡Pandaaa! –exclamaron los demás aliviados. Cuando por fin acabó la fiesta y todos se marcharon a sus respectivos apartamentos, Hikari bajó a la piscina cuando se aseguró que Yamato dormía. Se sentó en el bordillo tocando el agua con la punta de los dedos. –Ahora no irás a decir que quieres vivir, ¿no? –le preguntó Ken apareciendo en el recinto de la piscina. –Tánatos. –dijo ella.

***

A la mañana siguiente, alguien tocaba impetuosamente en el timbre de Taichi mientras intentaba abrir la puerta. Taichi se giró en la cama como si así evitara el ruido que estaban haciendo, pero no podía eludirlo más. –¿Qué pasa? –preguntó Taichi adormilado mientras cogía el despertador. –Son las cinco de la mañana. Cuando abrió la puerta vio que era Sora. –Hikari ha desaparecido. –dijo ella. –¿Qué? Pero… –Adelantó el reloj una hora. –dijo ella. Ken pasó por el vestíbulo en pijama y bata. –¡Ken! –lo llamó Sora. –La he buscado por todo el edificio, pero no hay rastro de ella. –dijo Ken apurado. –No quiero ser siniestro, pero también he mirado en la azotea. –¿Y Yamato? –preguntó Taichi. –Creo que está buscándola por el barrio. –dijo él. –Yo también voy a buscar por la estación de tren. –dijo Taichi. –Y yo. Sólo por si acaso, llama a la policía. –le dijo Sora. –Claro. –dijo Ken. Cuando Taichi y Sora se vistieron, salieron por el vecindario. Cada uno llevaba una foto para preguntar a los transeúntes. Entraron a un supermercado pero no había ni rastro. En una plaza se separaron para poder abarcar más terreno, pero todos a los que preguntaban no habían visto a la joven de la foto. –¿Cómo te ha ido? –preguntó Taichi cuando se volvieron a encontrar en un parque. –Ni una pista. –dijo ella. –Está bien. Volvamos y busquemos con el coche. –sugirió Taichi. Como la noche anterior estaban hablando de los perritos del refugio, se les ocurrió ir hasta allí por si Hikari hubiese pensado dejarse caer por allí. Cuando Sora salió del coche comenzó a andar, pero vio que Taichi seguía dentro del coche. –¿Qué estás haciendo? –preguntó ella después de abrir la puerta. –Esperaré aquí. –dijo él. –Fuiste tú quien sugirió que podría haber venido aquí a ver los perros. –le dijo ella. –Sí, es cierto, pero como te dije ayer… –Da igual. –dijo Sora cerrando la puerta del coche. Cuando entró, Sora le preguntó al cuidador de los perros, pero afirmó no haberla visto. Desde el coche, Taichi escuchaba los ladridos de los perros, lo cual lo estaba volviendo loco. Entonces, una furgoneta de la perrera llegó y un cuidador sacó una jaula con un cachorrito. –¿Ese perrito también? –dijo él. Entonces se tapó los ojos con las manos. –No sé nada. No he visto nada. Pero ¿a quién quería engañar? Abrió los dedos y volvió a ver al perrito, como lo dirigían a un lugar en el que no tendría futuro si nadie lo adoptaba en un plazo de tiempo.

***

–¿Se te ocurre algún otro lugar? –preguntó Ken saliendo del ascensor con un Yamato algo desaliñado. –No. He acabado. –dijo él. –¿Qué dices? –preguntó Ken al ver que se daba por vencido. –Adelantó el reloj y aprovechó cuando nos fuimos a dormir. –dijo Yamato. –Estaba segura de ello. No la encontraremos. Estoy seguro de que está muerta en alguna parte. –Yamato, si dices esas cosas. –Supongo que no quería molestarme. –dijo Yamato interrumpiendo al doctor. –Y por eso eligió otro lugar para morir. Al menos debería darle las gracias. Dentro de poco aparecerá flotando en el río Tama. Tú también lo crees, ¿verdad? –Eso es… –Es el momento exacto para decirlo. “Dime que es mentira, Joe”. –dijo Yamato. Cuando el rubio entró en su apartamento y cerró la puerta, se apoyó con la espalda en la puerta. –¿Por qué? Fuera, en el vestíbulo, Ken sonrió de medio lado.

***

Taichi y Sora se habían pasado todo el día buscando a Hikari. Aunque no era excesivamente tarde, ya había oscurecido. Sora esperaba en pie acariciando al cachorrito mientras esperaba que Taichi saliera de buscar en la casa del padre de Hikari. Finalmente, el castaño no pudo soportar el destino que le esperaba al perrito y lo adoptó. Cuando salió, negó con la cabeza, haciendo ver que tampoco se había pasado por allí. –¿Sabes? Empiezo a pensar que no debemos tomárnoslo en serio. –dijo Taichi. –¿Quién sabe? Quizás sólo sea una mini escapada. –Después de aquella proposición, no puedo creerlo. –dijo Sora. –¿Se lo has dicho a los demás? –No sabemos nada con certeza, así que no he querido causar un pánico innecesario. –Es verdad. No sería apropiado para el estado de Miyako. –dijo Taichi. –¿El qué de Miyako? –preguntó Sora. –Nada. –se apresuró a decir él, sin darse cuenta que se le había escapado. Por suerte, parecía que Sora no se había dado cuenta de nada. Así que, se apresuró a cambiar de tema. –Por cierto, ¿no tenías una cita con el doctor ese? –Ya, pero… –Adelante. Déjame el resto a mí. –la animó Taichi abriendo la puerta del coche, a pesar de que Sora era su “shuffle” de la semana. –Venga entra, te llevo.

***

Ajenos a lo que ocurría con Hikari, Jou y Mimí acudieron a su cita de intercambio. –¿Has dejado lo de las reservas privadas? –preguntó Mimí al estar en un restaurante concurrido con Jou, que siempre que podía reservaba los lugares para él solo. –Sí. Me preguntaba cómo sería este tipo de ambiente que te gusta. –dijo Jou. –Creo que la mejor música ambiental es la de las felices voces de los extraños. –dijo la castaña. –Oye, siento lo de ayer. Lo de llorar cuando te pusiste el traje de novia. –dijo Jou. –Puede que esté equivocada, pero, ¿quizás sabías quién era la persona que me gustaba? –preguntó Mimí. –No, para nada. De ninguna manera. No tengo ni idea. –negó tres veces. –¿No? Entonces bien. –Además, dijiste que nunca existió esa persona. –añadió Jou. –En realidad, sí existió. –dijo ella. –Pero es algo pasado. –Ya veo. –No era un sentimiento fuerte. ¿Cómo lo diría? Era diferente a Taichi. No fue como un flechazo. Era más como un interés. Sí. Esa es la palabra. Estaba interesada en esa persona. –dijo Mimí. –Todo iba bien contándoselo a los demás, pero empecé a perder el equilibrio. ¿No lo ves? Tener a dos personas en la cabeza al mismo tiempo es una locura. No soy ese tipo de mujer. Me asustaba odiarme a mí misma. Por eso, antes de que esa persona supusiera algo más que un interés… –Lo arrancaste de tu corazón. –dijo Jou acabando la frase por Mimí. –Sí. –dijo ella. –Así que ahora vas a casarte con Taichi. –continuó Jou. –Exacto. Me siento mucho más aliviada. Por eso es algo pasado. –Claro.

***

Yamato empezó a destrozarlo todo en su apartamento, volcando mesas, sillas, estanterías, negativos de fotografías que había en su mesa de trabajo, etc. Ken, que empezó a escuchar el escándalo que había en el apartamento del rubio, fue hacia él. Por suerte no estaba cerrado con pestillo y pudo entrar, encontrándolo como león enjaulado. –¡Para! –exclamó Ken. –¡No hay razón para hacer esto! Al escucharlo, Yamato se sentó en el suelo empezando a llorar con una mano en su cara. –¿Por qué? –preguntó Yamato frustrado. –Lo entiendo. Te sentías avergonzado, así que la llamaste mascota. Pero esa no es la verdad. No. Aunque fuera una mascota sería lo mismo. La persona más importante para ti desaparece de repente sin motivo. Lo entiendo. –dijo Ken poniéndose a la altura del rubio mientras le pasaba un brazo por los hombros. –Yo pasé por lo mismo. No has dormido nada, ¿verdad? Tómate una pastilla y descansa un poco.

***

–Ayer iba a decirte una cosa. –dijo Sora mientras iba en el coche con Taichi. –¿Sí? –Ayer Yamato dijo que no eres Superman y que por eso no puedes abarcarlo todo. –dijo ella. –Olvida ese tema. –dijo él. –Cuando pasan cosas tristes en el mundo, la gente normal siente simpatía por los protagonistas de esas historias. Pero tú vas más allá de la empatía y sientes dolor. Con lo cual, realmente sí eres Superman o Spiderman. –dijo Sora con el cachorrito en su regazo. –¿Qué dices? –Si lo miramos desde una perspectiva diferente, puedes salvar a mucha gente, pero te enfadas por las circunstancias que te impiden salvarles. –dijo Sora. –Eres como el héroe herido cuando sus poderes están débiles. –Déjalo. No puedo volar ni hacer telarañas con la mano. –dijo Taichi. –Ya lo sé. Sólo me viene a la mente. –Poderes débiles o no, mis poderes son de segunda. –Supongo que no pierdes nada si te lo dices a ti mismo. –Lo que me digo a mí mismo es la verdad. –Ah, déjame allí. –dijo Sora señalando un poco más adelante. –Así que, jugando a los médicos, ¿eh? –dijo Taichi. –Es una persona muy agradable. –dijo ella. –A veces es un poco presuntuoso, pero eso lo hace más fácil. –Eres más delicada de lo que pareces. –dijo Taichi parando el coche donde le dijo Sora y poniendo el freno de mano. –Mi belleza también acompaña. –dijo ella mientras se quitaba el cinturón y le pasaba el perrito a él. –Gracias. –De nada. –Hasta luego. –dijo Sora bajando del coche. Mientras, a Taichi se le vino a la cabeza su declaración de odio en la piscina aquella noche de luna llena.

***

Cuando terminaron de cenar, Jou acompañó a Mimí hasta la boca del metro que tendría que coger ella. –Buenas noches. –se despidió ella con una sonrisa. –Buenas noches. –dijo él. Cuando ella comenzó a bajar por la escalera, Jou se llevó la mano al pecho, como si le doliera el corazón. –¡Espera! Mimí, que apenas había bajado dos escalones, volvió a subir. Jou se acercó a ella y se quitó las gafas. –Yo no abandonaré tu corazón.

***

Una vez que Ken consiguió calmar a Yamato por el ataque de ira y frustración que tuvo, le dio una pastilla y se quedó profundamente dormido. –No debes preocuparte por nada. –dijo Ken a un durmiente Yamato mientras le acariciaba el pelo y el rostro. –Estaré contigo para siempre. Desde que te perdí, he pasado un largo periodo de devastación. Pero ahora, veo una luz.

***

Taichi dejó al perrito en el asiento del copiloto y se bajó corriendo hasta llegar hasta Sora. –¡Para! Al escuchar a Taichi, Sora se dio la vuelta. –¿Qué pasa? –preguntó la chica. –Deja de verle. –le pidió Taichi. –Lo haces por despecho, ¿verdad? –¿Qué dices? –preguntó Sora sin entender. Taichi miró hacia la luna. –Esta noche no hay luna llena, pero ¿a quién le importa? –Taichi acortó distancias para besarla.

***

Paralelamente, Jou también se acercó para besar a una sorprendida Mimí.

***

Por su parte, Ken también se acercó a Yamato para besarlo, mientras el cascabel de la tobillera que Yamato le había regalado a Hikari cayó en alguna parte. Continuará…
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