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–¿Qué me está pasando? –se preguntó Ken antes de llegar a los labios de Yamato. Se alejó un poco de él. Era como si viera a Takeru en él. Todo lo que le había dicho, ¿se lo había dicho a Yamato, o a Takeru?***
Sora le dio un bofetón a Taichi antes de que el castaño tocara sus labios, trayéndole de paso a la realidad. –¡Ay! –dijo Taichi al recibir el bofetón. Después, la pelirroja lo empujó tirándolo al suelo. –¡Oye! –¿Por qué haces esto? –le preguntó Sora. –Tú también lo hiciste diciendo no sé qué de la luna llena. –dijo Taichi sorprendido por la reacción de Sora, en su opinión, completamente desmedida. –¡Las mujeres podemos, idiota! –le gritó Sora marchándose. Viendo el éxito obtenido, Taichi volvió a casa. Por lo menos lo hizo acompañado del cachorrito. –Tú también eres una chica, ¿verdad? –le dijo Taichi al perrito viendo su carita adorable mientras salía del ascensor hacia el vestíbulo. –¿Me das un besito? Mientras que Taichi intentaba dar un besito al cachorro, se dio cuenta de que en el vestíbulo, sentado con la espalda en la pared estaba Yamato con la mirada perdida. –Mira, he adoptado a este perrito. –dijo sentándose junto a él. Yamato no hizo mucho caso del animal. –Hace un frío que pela. Entonces, algo captó la atención de Yamato. Le pareció haber escuchado el cascabel de la tobillera de Hikari. –¿Lo has oído? –le preguntó Yamato casi sin voz, con la esperanza que fuera Hikari. –Lo siento. –dijo Taichi, sacando de su bolsillo un pequeño collar de perro con un cascabel, y consciente que el rubio había creído otra cosa. Se sintió mal por haberle generado falsas esperanzas. –Fui a la tienda de mascotas a comprarlo. Perdóname.***
A la mañana siguiente, Sora estuvo corriendo un rato en las cintas del gimnasio del edificio. Cuando terminó, mientras cruzaba por la piscina para dirigirse a las duchas, vio a un ausente Yamato sentado junto a la ventana y ella, aunque no parecía que estuviera viendo nada. No tenía muy buen aspecto. Parecía seguir con la misma ropa del día anterior y parecía muerto en vida. Entonces, decidió acercarse a él para intentar animarlo. –Hola. Deja que te cuente una locura. –dijo Sora sentándose junto a él. –Taichi intentó besarme ayer. El correcaminos que lloraba diciendo Mimí por todas partes de repente se ha convertido en el coyote. Aunque yo le pegué con todas mis fuerzas… Entonces, Yamato, que no estaba escuchando nada de lo que le decía Sora giró bruscamente la cabeza. Había vuelto a escuchar el cascabel. –Lo oigo, estoy seguro. –dijo él con voz apagada interrumpiendo el relato de Sora. –¿Oír qué? –preguntó ella. –El sonido del cascabel. –dijo él levantándose. –Yo no oigo nada. –dijo Sora. Por mucho que dijeran los demás, él no paraba de oír el sonido del cascabel por todas partes. –¿Es por aquí? –dijo Yamato mirando detrás de una maceta. Incluso levantó una tumbona por el lado para buscarlo. –Yamato. –pero Yamato pasó a la siguiente tumbona. –Vamos Yamato. –¿Puedes oírlo, verdad? –preguntó Yamato sin dejar de buscar bajo las tumbonas. Sora se percató entonces de que pese a la frialdad que mostraba siempre, Yamato estaba sufriendo y estaba obsesionado. –Está en el agua. –¡Es tu imaginación! ¡Yo no oigo nada! –dijo ella intentando detenerlo. Por suerte, consiguió ponerse frente a él, y como el rubio parecía estar bastante débil, consiguió retenerlo. –Déjame. Hikari me está llamando. –dijo él levantándose para arrodillarse en el bordillo para mirar en el agua. Sora volvió a intentar detenerlo. –Me está diciendo que vaya. –¡No te está llamando! –dijo Sora cogiéndolo alrededor del abdomen de él para evitar que se tirara al agua mientras él palpaba el agua con sus manos haciendo caso omiso a una Sora que cada vez le costaba más retener al rubio. –¡No te está llamado, vamos Yamato!¡Qué alguien me ayude, por favor!¡Ayudadme!¡Para, Yamato!***
Yamato estaba durmiendo en la cama de su apartamento. Finalmente, Taichi y Ken habían acudido en su ayuda cuando Sora los llamó por teléfono y se habían llevado a rastras a Yamato, no sin dificultad por la resistencia que estaba poniendo el rubio, que estaba fuera de sí. –Por fin la medicación ha hecho efecto. Está durmiendo. –dijo Ken saliendo del cuarto en el que estaba Yamato. –¿Por qué no vais a trabajar? Llegaréis tarde. –Pero…–dijo Taichi, que ya estaba vestido para marcharse a trabajar. Sora, en cambio, seguía con la ropa deportiva, muy afectada por lo que había pasado. –Yo le vigilaré. –se ofreció Ken con una sonrisa. –Me quedaré con él todo el tiempo. –Ken. Parece que disfrutas. –dijo Sora al observar al médico. Desde hacía un rato había algo que no le cuadraba en él. –¿Qué quieres decir? –Yamato está así ¿y tú estás feliz? –preguntó Sora. –Sora, ¿qué estás diciendo? –preguntó Taichi, que no comprendía aquel ataque hacia Ken. –La antigua pareja de Ken se parece mucho a Yamato. Guapo, rubio y con ojos azules. Si los miras bien hasta parecerían hermanos. A lo mejor planeaste desmoralizar a Yamato para conseguir su corazón. –aventuró Sora. –No puede ser. Eso es retorcido. Le estás dando demasiadas vueltas. –dijo Taichi. –No quiero ni pensarlo, si quiera. –dijo ella levantándose de donde estaba sentada. –Ken no es así. –lo defendió Taichi. –Es exactamente como dice Sora. –admitió Ken. –Realmente eres muy intuitiva. Sí, esperaba que pasara esto. Quien sea quien quiera a Hikari, al final se romperá. Y la persona que más podía sentirse atraída por su lado artístico era Yamato. –No puede ser. –decía Taichi. –Será mentira, ¿no? Dime que es mentira. –Joe. –dijo Ken en tono jocoso e irónico. –¿Nunca pensaste que Yamato podría ser capaz de cambiar a Hikari? –preguntó Taichi. –No se puede hacer nada por ella. –respondió Ken con su habitual tranquilidad. –Una vez que Tánatos te seduce, nadie puede. –Has sacrificado a Yamato. Así puedes conseguir su caparazón vacío. Devuélvenoslo. ¡Devuélvenos a Yamato! ¡El trataba de ser frío y duro, pero en realidad es un chico dulce!¡Devuélvenos a ese Yamato!¡Devuélvenoslo! –le gritaba Sora indignada mientras agarraba el brazo de Ken. Taichi la cogió para apartarla de él. –¡Para, Sora! ¡Cálmate! Ken debe de tener alguna razón para esto. –dijo Taichi que todavía no podía creerse lo que había hecho el doctor. Entonces Ken comenzó a reírse con una sonora carcajada. –Dos falsos como vosotros jamás entenderíais cómo me siento. –dijo Ken. –Enamorándoos de manera superficial, y cuando rompéis, inmediatamente seguís adelante como si cambiarais de coche. No hay ni una pizca de sinceridad. No hay forma de que podáis entender la devastación y la soledad que sentí al perder a alguien sin ninguna razón. A la única persona que he amado de verdad. –¿Qué pasa Ken? –preguntó Taichi al ver como paulatinamente iba endureciendo el tono. –Somos amigos. Sí, sólo nos habíamos visto una vez, pero desde entonces, nos reuníamos casi cada noche con los pijamas. –Esas conversaciones de bajo nivel eran dolorosas. –dijo Ken fríamente. –No hablas en serio, ¿verdad? –preguntó Taichi. Ken sólo sonrió. –No puede ser.***
Sora quedó con Miyako para merendar para contarle lo que había ocurrido con Yamato. Después de todo, Miyako fue la persona que él aportó al “Love Shuffle”, a pesar de que estuviera casada. Por eso consideró que debía saberlo. –¿Eso es lo que pasó? –preguntó Miyako una vez que le contó todo. –¿No te parece divertido como siempre? –preguntó Sora al ver que esta vez no sonrió como era costumbre en ella. –¿Ese es el concepto que tienes de mí? –preguntó Miyako. –Es que, siempre me da la impresión de que pareces disfrutar cuando las cosas se complican. –admitió Sora. Por eso era la única que no le caía demasiado bien del grupo, aunque esta vez Ken la había superado con creces. Aunque era cierto que Sora, a diferencia de los chicos, ignoraba completamente el motivo real por el que aceptó participar en el “shuffle”. –Es una manera bastante horrible de decirlo. –dijo Miyako. –Entonces, ¿por qué acudes a una persona como yo? –No me gusta, pero pareces la más confiable en estas situaciones. –dijo Sora. –Cuando lo dices así me entran ganas de echar una mano. –dijo ella de forma jocosa. Al decir aquello, sí que parecía la Miyako Inoue que Sora conocía. –No, gracias. –dijo Sora marchándose indignada. –¡Va, espera un momento! –le pidió Miyako. Sora se detuvo para mirarla. –Fue muy simple imaginar que el doctor Ichijouji era gay. En el restaurante donde todos quedamos la primera vez me miró el escote con excesiva normalidad. –¿Eso es todo? –preguntó Sora volviendo a sentarse. –Sí. Las respuestas son muy simples cuando las entiendes. –dijo ella. –Además, ¿habéis mirado en la habitación de Ken? Me imagino que Hikari está allí. –¿Por qué? –Claro que, en forma de cadáver.***
Ken entró con una bolsa a un popular manga kisa, un establecimiento que empezó siendo un cibercafé y que ha evolucionado hasta convertirse en una variedad de hotel, dotado con pequeños cubículos pero en los que incluso se podía vivir o pasar la noche, ya que era un lugar dotado con duchas y recursos para estar entretenidos. Además, era mucho más barato que un hotel. Era el lugar perfecto para ocultarse. Cuando llegó al cubículo que tenía reservado, abrió la puerta corredera y entró.***
–Contrataré a un detective privado para que busque Hikari. –dijo Jou una vez que Taichi le explicó lo que había ocurrido. –Si tenemos varias agencias rivalizando entre ellas, la encontraremos más rápido de lo que imaginas. –Gracias. ¿Sabes? Me siento mal por estar siempre pidiéndote favores. –dijo Taichi, que había citado a Jou en una cafetería para pedirle ayuda durante el descanso de su trabajo. –Pero, ¿qué dices? Somos los “Persis”. No te preocupes por eso. –dijo él, consciente de que se refería al espionaje en las citas de Mimí. –Además, yo también tengo que pedirte un favor. –Claro, suéltalo. –Por favor, cédemela. –¿El qué? –A Mimí. –¿Cómo? –como Taichi tenía que volver a su puesto de trabajo, una vez que pagaron se encaminaron hacia el edificio en el que trabajaba Taichi. –La persona que le interesaba a Mimí era yo. –dijo Jou. –No seas idiota. Ese tema ya está resuelto. Dijo que nunca existió esa persona. –dijo Taichi. –Sí que existió. La tienes delante. –dijo Jou. –Mira, si vas a mentir, sé un poco más realista. Podrían ser Ken o Yamato, ¿pero tú? Ni siquiera he dicho “dime que es mentira, Joe”. –dijo Taichi sin tomarse en serio lo que le estaba diciendo su amigo. –Yo también me sorprendí. Creí que era una de las siete maravillas del mundo. –dijo Jou. –Olvídate. Tú ocúpate de los detectives. –¿No pensaste que era raro que de repente quisiera casarse contigo de nuevo? –preguntó Jou. Con esa pregunta, Taichi se detuvo. –¿Lo ves? Incluso tú pensaste por un instante que era raro. –El corazón de las mujeres cambia como el cielo en otoño. –dijo Taichi. –Porque le duele tener a dos hombres en su corazón y no puede permitirse a sí misma ser así. –argumentó Jou. –Por eso me expulsó de su corazón y volvió contigo. –¿Mimí dijo eso? –preguntó Taichi. –Sí. –Así que, la persona que le gustaba eras tú. –dijo Taichi recapitulando. –Así es, yo, Jou Kido. –Entonces, digamos que esta historia increíble es verdad. –dijo Taichi. –Es que es verdad. –Pero al final, Mimí me eligió a mí, ¿no? Estaba interesada. Quizás fue más como los mosquitos revoloteando en verano, y te ha aplastado de un manotazo. –dijo Taichi. –Por favor, cédemela –insistió Jou inclinando la cabeza. –Ya estás otra vez con el comportamiento acosador. –dijo Taichi volviendo a ponerse en marcha. –¡Por favor entrégame a Mimí! –exclamó Jou desesperado poniéndose bloqueando el paso de Taichi y pidiéndoselo de rodillas. –Esto es diferente. Antes era como Sora, que me tenía lástima, o los que querían mi dinero. ¡Pero Mimí es diferente! Mimí dijo que yo era mono. –¡Deja de pronunciar su nombre! Pareces el Correcaminos. –dijo Taichi, consciente de que eso mismo es lo que le dijeron a él cuando estaba obsesionado con recuperarla. –Me parece bien ser un correcaminos. –dijo Jou, pero Taichi se había marchado. –Mimí.***
Más tarde, Taichi y Mimí estaban en el apartamento del primero haciendo la cena. Mientras la hacían, Taichi le explicó lo que ocurrió con Yamato. –Yamato me da mucha lástima. Es posible que no te des cuenta de lo importante que es la gente en el día a día. Pero cuando los pierdes te das cuenta del vacío que te dejan. –dijo Mimí. –Cuando me dejaste, ¿también lo sentiste? –preguntó Taichi con curiosidad. –Pero volví. –Sí. Por eso siento que tengo que valorarte más que nunca. –dijo Taichi. –¿De verdad? Ahora que te sientes seguro, no empezarás a engañarme, ¿no? –¿Qué? No. –Lo que Mimí no sabía es que intentó besar a Sora. Aquello lo asustó y decidió cerciorarse de si aquello había ido con segundas intenciones. –¿Te ha dicho algo Sora? –¿Pasa algo con Sora? –No. Nada. –dijo él, dándose cuenta de que quizás esa pregunta lo delataba, así que decidió desviar la atención. –¿Sabes? Parece que tiene un novio nuevo. –¿En serio? No me ha dicho nada. –Parece que son inseparables. –dijo Taichi. –Eso es genial. –Nosotros también estamos bien, ¿verdad? Es raro que lo pregunte ahora que nuestra boda está tan cerca, pero… –Lo sé. Te dejé colgado mucho tiempo. –admitió Mimí comprendiendo las dudas de su novio. –Eso no importa. Es sólo que… Ahora mismo, en tu corazón, ¿sólo estoy yo? –preguntó Taichi. A final Jou había conseguido sembrarle de dudas con su conversación. –¿Te ha dicho algo Jou? –preguntó Mimí, viendo por dónde iban los tiros. –No.***
Taichi sacó a Yamato a dar un paseo para que le diera un poco el aire y distraerlo un rato. Tras una caminata, se sentaron en un banco. Justo detrás, tenían la bahía de Tokio, con el Rainbow Bridge de fondo. –No creí que fueras una persona que se hundiera tanto por una mujer, pero desde que Hikari se ha ido, estás muy angustiado. Sé que puede sonar raro, pero me siento aliviado de que puedas enamorarte. “No podrás morir hasta que seas una vieja encorvada”. Menuda proposición. Esas palabras que pronunciaste me parecieron maravillosas. Y al ver que esas palabras salieron de ti, ella debió… –pero Taichi detuvo su perorata al ver a Yamato que ni parecía escuchar. Quizás ponerse a hablar de Hikari no había sido la mejor idea, así que intentó animarlo de otra forma. –Oye, ¿por qué no sacas unas fotos? Dijiste que cambias cuando miras a través de un objetivo, ¿te acuerdas? Ya sé que no es como trabajar, pero te distraerás. El otro Yamato dentro de ti te ayudará. Pero Yamato cada vez parecía más hundido, por lo que Taichi decidió cambiar de táctica. –Mira, esto lo ha preparado Sora. –dijo mostrándole una bolsa con comida. –Le dije que te iba a llevar a dar una vuelta pero, ¿dos tíos de picnic? –Yamato seguía sin reaccionar y Taichi sacó dos onigiris de la bolsa. –¡Qué grandes! –le ofreció uno pero Yamato ni se molestó en rechazarlo. Taichi abrió uno de ellos y le dio un buen bocado. –Mmm, está relleno de bonito seco con salsa de soja. Está buenísimo. ¿De qué estará relleno este? –pero Yamato estaba sumido en su propia pena.***
–¿Por qué has vuelto a casa dejando sólo a Yamato? –le riñó Sora mientras que Taichi se dejaba caer en el sofá de su apartamento con cansancio. –Está tan mal que duele sólo de verle. –dijo Taichi. –Por cierto, el onigiri de bonito estaba buenísimo. –¿Te comiste ese? –¿Por qué? ¿Estaba prohibido? –El otro era de ciruela en vinagre. –dijo Sora. –La idea era que te comieras ese para poner cara agria y que hicieras reír un poco a Yamato. –No lo sabía. –Eres un inútil. –¿Cómo iba a saberlo? –Por cierto, ven conmigo. –dijo Sora. –¿A dónde? –Sólo ven. Y ponte el bañador. Los dos fueron a la piscina. Atavió a Taichi con unas gafas de bucear con tubo. –No hay nada raro. –dijo él saliendo a la superficie. –¿Has buscado bien? –preguntó Sora desde fuera. –Sí. Si hubiera un cadáver el agua no circularía. –dijo él. –Vale. Siguiente parada. Cámbiate rápido. –ordenó Sora. –Ya está con sus aires de superioridad. Mientras Taichi se cambiaba, Sora entró al apartamento de Yamato para coger el pijama de Hikari y después cogieron a la perrita que Taichi adoptó para que lo olfateara. –¿De verdad te crees lo que te dijo Miyako? –preguntó Taichi no muy convencido de que el cachorrito fuera capaz de encontrar nada, pero como tampoco perdían nada por probar, accedió a intentarlo. –Sigo pensando que Ken no sería capaz de matar a nadie. –Después de ver su verdadera cara, tengo que dudarlo. Hará cualquier cosa para conseguir a Yamato. Es un manipulador. –dijo Sora. Entonces, la perrita echó a correr hacia la puerta de Ken y comenzó a olisquear. –Así que, Ken… Ambos se dirigieron hacia la puerta y Taichi tocó el timbre. –Debe de haber salido. –dijo Taichi al ver que no abría. –A lo mejor pensó que estábamos muy encima de él. –aventuró Sora. –¿No huele a gas? –preguntó Taichi. Entonces los dos se pusieron a golpear la puerta temiéndose lo peor. –¡No lo hagas Ken! Entonces escucharon el cascabel que tenía la perrita. Lo vieron dirigirse hacia el ascensor, por lo que decidieron seguirle. Al llegar a la esquina, vieron a Ken agachado dándole unas galletitas a la perrita. –Ken. –dijo Sora. –Le di la otra noche y parece que le gusta. –dijo Ken con su aire sosegado y tranquilo de siempre. –Así que, ¿fuiste a por más? –preguntó Taichi. –Sí. –dijo él. –¿La has matado? –preguntó Sora sin rodeos. –Sora. –dijo Taichi, que todavía no se creía de que su vecino fuera capaz de matar a nadie. –Está el dulce Ken, como ahora mismo, y por otro lado, el cruel. Como el Doctor Jekyll y Míster Hyde. –dijo Sora. –Todos los humanos tienen al menos dos caras. –dijo Ken irguiéndose después de darle la chuchería a la perrita. –¿En serio has matado a Hikari? –preguntó Taichi, que al escuchar eso del doctor ya empezaba dudar de todo. –¿Y si es así, qué? –con esa respuesta, Sora se dirigió a él y le dio un bofetón. Cuando él volvió a mirarla, ella le volvió a dar otro bofetón. Al ver aquello, Taichi se dirigió hacia ella para calmarla. –¡No me gusta este Ken!¡No es el Ken que quiero! –dijo Sora llorando zafándose de Taichi para golpear a Ken en el pecho, hasta que Taichi volvió a cogerla para apartarla. –El Ken que me gusta era cálido, dulce y tranquilo. ¡¿Dónde ha ido ese Ken?! Tú no eres Ken. ¡Eres un monstruo! –Va, para Sora. Vamos a buscar a Hikari. –dijo Taichi llevándosela hacia el ascensor. –Ken, yo creo en ti. Ken se giró y vio cómo Taichi lo miraba a los ojos mientras esperaban a que llegara el ascensor. Ken desvió la mirada y sonrió. –Hikari está viva. –dijo Ken. Taichi Sora se dirigieron hacia él. –¿Lo dices en serio? –preguntó Sora. –Sí.***
Yamato seguía en el mismo lugar en el que lo dejó Taichi. Le había dejado la bolsa con la comida por si le apetecía comer, pero seguía intacta. El mismo día que tuvo que sacar a Hikari del río, Ken le dijo cuando estuvieron en la sauna que tenía miedo de que su paciente rompiera a quien estuviera con ella. Él no le dio importancia, pero el doctor no se equivocó ni un ápice. No sólo estaba roto, sino que estaba completamente destruido y devastado. Era como si Hikari se hubiera llevado parte de su alma con él, dejándole un vacío que no creía poder rellenar jamás. Desde una esquina, Hikari, con un abrigo con una capucha, observaba a un Yamato ausente y con la mirada perdida. Al igual que se sentía él, ella percibió al chico como si estuviera vacío. Finalmente, Yamato colocó sus codos sobre sus rodillas y escondió la cabeza sobre sus manos. Era la primera vez que Hikari lo vio llorar.***
Ken llevó a Taichi y Sora a su apartamento para explicarles todo. –¿Dónde está? –preguntó Taichi refiriéndose a Hikari. –Normalmente está en un cibercafé enfrente de la estación de tren. Le llevo la comida. Ahora debe de estar observando a Yamato. –respondió Ken. –¿Por qué? –preguntó Taichi. –Este era el único tratamiento que tenía para evitar que Hikari se suicidara. –dijo él. –Pero su cumpleaños ya pasó. –dijo Taichi. –Su verdadero cumpleaños es la semana que viene. –dijo Ken. –¿Por qué? –preguntó Sora. –Pensé: “dejemos que muera una vez”. Cuando los humanos son atraídos por la muerte, tienden a seguirla ciegamente. –respondió Ken levantándose y dirigiéndose frente a la jaula con su pajarito azul. –No pueden imaginar cómo será el mundo después de la muerte. No hay muerte en sus mentes. Para ellos es más como una desaparición. –¿Dejaste que Hikari “desapareciera” una vez para mostrarle el mundo que vendría después de su muerte? –preguntó Taichi recapitulando. –Así es. Lo que quería mostrarle es el estado de Yamato: su tristeza, su dolor, su pérdida… todo lo que siente por Hikari. Quería mostrarle lo trastornado y devastado que está. Esta era la única salida que me quedaba. Espero que esto la detenga. –contestó Ken. –Dije “tratamiento”, pero no es eso exactamente. Es más como una plegaria. –Entiendo la idea. Si le hubieras mostrado lo destrozado que ibas a estar, quizás tu pareja no habría muerto. –dijo Sora comprendiendo el plan del doctor. –Exacto. –dijo Ken. –Tan intuitiva como siempre. –Pero por esto Yamato está muy deprimido. –dijo Taichi. –Nunca podré pedirle suficientes disculpas. –dijo Ken. –Entiendo su dolor. Después de todo, yo también lo he experimentado. Pero comprended que no podía dejar morir a Hikari. –¿Por qué nos mentiste? –preguntó Sora. –Eso lo entiendo. –dijo Taichi. –No habríamos soportado ver así a Yamato y le hubiésemos contado la verdad. Eso va por mí, pero sobretodo por ti, Sora. –Podrías haberlo dicho. –dijo Sora que no estaba de acuerdo en que se lo hubieran ocultado. –Pero al final os lo he contado. Tendría que haber seguido siendo el malo. Pero me duele mucho la cara. –dijo Ken haciendo referencia a los tortazos que le dio Sora. –Lo siento, pero te lo merecías. –se disculpó ella sonriéndole. Con aquella sonrisa, Ken supo que todo estaba arreglado, aunque sabía que Sora seguía sin estar muy de acuerdo por la forma en la que había manipulado a Yamato. –¿Crees que Hikari responderá a la plegaria? –preguntó Taichi. –Yamato se irá de aquí. –dijo él. –También quiero enseñarle eso a Hikari. –¿Por qué? Si se va… –Si piensas que alguien no puede vivir sin ti y encuentra la felicidad, ¿cómo te sentirías? –dijo Ken interrumpiendo a Sora. –Un poco disgustado. ¿O más bien enfadado? –respondió Taichi. –Ese tipo de emoción humana es la delgada línea que separa a Tánatos de Eros. –dijo Ken. –El amor… –Celoso. –respondieron Sora y Taichi a coro acabando la frase de Ken.***
Mimí y Jou quedaron para merendar en su siguiente cita del “shuffle”. –Lo sabía. Se lo has dicho a Taichi. –le dijo Mimí. –Le pedí que renunciara a ti. –admitió Jou. –Vamos a casarnos la semana que viene. ¿Cómo se te ocurre hacer eso? –dijo Mimí. –Cuando pensé que os casabais la semana que viene, mi deseo por ti explotó en mi interior. –dijo Jou. –¿Te gusto? –preguntó Mimí, pero Jou sólo agachó la cabeza. –Ahora no te avergüences. –Lo siento. Me…, me gustas. –dijo Jou. –Me gustas de verdad. De hecho, te quiero. –Y aún así te interpones en mi camino hacia la felicidad. –dijo Mimí. –¿Qué quieres decir? –Que es un amor un poco egoísta. –¿No es el amor, a veces, un poco egoísta? No es sólo preocuparse por el otro. Era lo único que podía hacer. Mis sentimientos son muy fuertes. Estaba obligado a cometer el error. –se explicó Jou. –No lo justifiques. Esa es la perspectiva de un acosador. –Me duele que digas eso. ¿Qué opinas de mirar el móvil de tu novio? –No haría algo así. –¿No lo harías? –No. –respondió ella inmediatamente y con seguridad. –Es tu mente racional la que odia esos comportamientos. Es tu orgullo. Yo no necesito orgullo para amar. –dijo Jou. Aquello pareció descolocar un poco a Mimí. –Es verdad. Me gustabas. Pensaba que podíamos contarnos cualquier cosa y estábamos cómodos el uno con el otro. Pero eso fue…, un malentendido. –Pero Mimí. –Después de hablar mucho parece que no congeniamos. –En ese caso estaré en silencio. –No. Quiero que esta sea la última vez que te vea. –dijo Mimí, mientras que Jou la miraba como un corderito degollado. –Adiós.***
Cuando empezó a oscurecer, Yamato se levantó y se fue deambulando por la ciudad. Cogió el onigiri y le dio un pequeño mordisco. Estaba tan agrio como su corazón. Mientras deambulaba, un grupo de jóvenes más alegres de lo normal se tropezaron con él al salir de un local de copas sin mirar si pasaba alguien o no, tirándolo al suelo. –¿Quién es este? –preguntó uno de ellos. –¡Oh, no, me ha manchado el abrigo! –exclamó una de las chicas del grupo. Mientras Yamato se levantaba para marcharse. –¡Tío!¡ ¿Cómo te atreves?! –dijo uno agarrándolo por detrás mientras que otro por delante le dio un puñetazo en el estómago y otro en la cara, tirándolo al suelo. –¡Puedes dormir aquí! –dijo el que le había dado los puñetazos. Lo volvió a agarrar para levantarlo mientras que el que le había sujetado antes le dio una patada en el estómago. –Vamos, déjame verte la cara. –dijo uno de los matones mientras seguía golpeando a Yamato, que ni siquiera se defendía. Los matones lo tiraron junto con un montón de bolsas de basura. –¡Qué blandengue! –comentó un matón mientras otro reía a carcajadas. –¡Menudo idiota! –dijo una de las chicas. –Oye, ¿todavía estás vivo? –dijo otro. Yamato intentó levantarse, pero acabó arrastrándose para llegar hasta su inseparable cámara de fotos, que se le había caído del bolsillo del abrigo con la pelea bajo la atenta mirada del grupo. Cuando fue a coger su pequeña cámara, uno de ellos le pisó la mano, pero aunque dolía, el dolor físico no era comparable al dolor que sentía en su interior. Por fin, los matones se aburrieron de él y lo dejaron allí tirado. Fue entonces cuando Yamato escuchó el cascabel. Aunque tenía la vista borrosa por la paliza y por lo débil que estaba, no podía creerlo. Allí en pié, mirándolo estaba Hikari, con un abrigo con la capucha puesta. –Panda. –susurró él. Estaba tan mal que hasta veía visiones.***
Una vez aclarado todo, Ken, Taichi y Sora se salieron al vestíbulo a cenar ataviados con sus pijamas, como venía siendo habitual. –¿De verdad pensaste que mataría a alguien? –le preguntó Ken a Sora. –Sí, ¿cómo pudiste? –preguntó Taichi. –Bueno, Myako dijo…–pero Sora no siguió porque escucharon el ascensor abrirse. De allí salió un magullado Yamato. También iba bastante sucio. –¿Qué te ha pasado en la cara? –preguntó Taichi dirigiéndose hacia él al ver que tenía bastantes heridas en la cara, evidenciando que le habían dado una paliza. –Traeré el botiquín. –dijo Sora corriendo a su apartamento. –Agua y una toalla. –añadió Ken. –Taichi, Ken, Sora. –dijo Yamato haciendo que volvieran mientras Yamato se apoyó en la pared para no tener que estar intentando mantener el equilibrio. –¿Qué pasa? –preguntó Sora. –Creo que tengo un problema serio. –dijo empezando a sollozar. –No te preocupes. –le dijo Taichi poniéndole una mano en el hombro. –Estoy empezando a alucinar porque he visto a Hikari. –dijo casi sin voz. –Eso debe de ser… –empezó a decir Sora. Le dolía mucho ver así de hundido a Yamato. –Chicos. –dijo Ken en tono de advertencia para que no le contaran la verdad. –Debe de ser cansancio. –dijo Taichi, aunque también se moría de ganas de contarle la verdad a su amigo. –Sí, es tu imaginación. –dijo Sora dulcemente. –¿Te comiste el onigiri de ciruela en vinagre? ¿Pusiste una cara amarga como esta? –le preguntó Taichi poniendo una cara fea para intentar hacerle reír, intentando recuperar la idea original de Sora. Yamato sonrió de forma triste por la ocurrencia del castaño. –Se ha reído.***
Como Miyako era la cita del doctor en su intercambio semanal, ella le pidió que le pasara consulta, así que su cita estaba teniendo lugar en la consulta de Ken. –Estoy pensando en divorciarme. –le dijo Miyako a Ken, que estaba ordenando unos informes en una estantería. –¿Qué? –preguntó Ken mirando al sofá en el que estaba sentada Miyako. –Ya he tomado una decisión. Mi marido ha tenido una amante más joven durante mucho tiempo. Cuando se lo pregunté, lo admitió sin ningún reparo. –dijo Miyako. Ken dejó lo que estaba haciendo y volvió al sillón desde el que solía entrevistar a sus pacientes armado con sus notas. –Ya veo. –Le he planteado el tema del divorcio. –dijo ella. –Me sorprende. Eras tú la que tenías relaciones con nosotros. –dijo Ken. –Para quedarme embarazada. No traicioné el amor entre mi marido y yo. –dijo ella. –Esa es tu teoría. –¡Mi marido también estaba de acuerdo! –exclamó Miyako. Ken nunca había visto a Miyako perder los nervios, pero parecía que hasta ella tenía un límite. –Supongo que nunca me quiso. Probablemente fuera así desde el principio. Si es así, me parece bien, pero ya no hay razón para que sigamos juntos. Pero heredará la circunscripción de mi padre en las próximas elecciones. Dijo que no se divorciaría de mí hasta entonces. No permitiré tal cosa. ¿Aprovecharse del apellido Inoue tanto como quiera y una vez que tenga más poder divorciarse? Ni hablar. No me importa si esto va a los tribunales, pero estaré en desventaja por estar embarazada de un desconocido. –Comprendo. –Qué ironía. El niño que tanto quería, ahora me está torturando. –dijo Miyako. –¿No hay manera de que puedas aparentar que seguís siendo marido y mujer? –No puedo hacer eso. –¿Por qué? ¿Es porque le quieres? –preguntó él. Miyako parecía bastante afectada. –Quiero que me recomiendes algún médico. Alguien tiene que quitarme este bebé. –dijo ella mientras se tocaba el vientre.***
–Siéntense. –dijo Taichi a unos clientes mientras les ofrecía asiento en una mesa junto a su cuñado. –Con la diversa cantidad de telefonías móviles disponibles, aquí están los datos que demuestran lo compatibles que son con nuestra compañía. –dijo Taichi mostrándoles una presentación con datos y estadísticas con un ordenador portátil. –El nuevo software que ha desarrollado nuestra empresa es más compatible en sinergia con productos de telefonía móvil. Su cuñado se quedó impresionado por cómo vendió el producto a aquellos clientes. –Taichi, puedes convertirte en una gran baza para la empresa. –le dijo su cuñado una vez que se marcharon los clientes. –Si desapareciera de repente… –¿Qué? –Nada, que si de repente desaparezco, me pregunto qué pensaría todo el mundo. –dijo Taichi, pensando en lo que hizo Ken con Hikari y Yamato. –Eso está clarísimo. –¿Un vacío en tu corazón? –aventuró Taichi. –Estaríamos agradecidos. –Lo sabía. –dijo Taichi para sí mismo.***
Yamato volvió a sentarse en el mismo banco que el día anterior. Desde que desapareció ni si quiera había aparecido por su trabajo. Pese a que Sora lo había estado curando, las muestras de que recibió una paliza eran evidentes en su cara, sobre todo por los moratones, el apósito que tenía en uno de sus pómulos y la tirita que cruzaba una de sus cejas. Entonces se le vino a la cabeza el momento en el que Hikari le lamió la cara estando en su apartamento, la noche que lo estuvo esperando a las puertas del garaje. Aquella noche, él le había dicho que el fotógrafo que más admiraba era su abuelo, de que se sentía un fraude y ella le preguntó si quería convertirse en un monstruo. Hikari lo volvía a observar desde la distancia, cuando de repente, lo vio levantarse y empezó a seguirlo. Se paró junto a un viejo mendigo que estaba en un banco y le entregó el onigiri que le había preparado Sora. El mendigo, agradecido, comenzó a comer. Yamato sacó su pequeña cámara de fotos y le sacó una foto justo en el momento en el que mordía la bola de arroz.***
Sora fue a una nueva cita con Koushiro Izumi. –Esta es mi hermana mayor. –le presentó Koushiro en un elegante restaurante. –Encantada. –dijo la hermana de Koushiro. –Encantada. Soy Sora Takenouchi. –¿Puedes dejar de presentarme como si te molestara? –le riñó la familiar de Koushiro. –Realmente no creí que fueras a venir. –dijo él mientras Sora reía por lo bajo. –Por supuesto que iba a venir. Cualquier cosa por mi querido hermanito. –dijo ella. –Deja de decir ese tipo de cosas o la gente pensará que tengo complejo de hermana. –se quejó él. –Por cierto, eres muy guapa. –alabó a Sora para después dirigirse a su hermano. –Creo que es demasiado para ti. –Todavía no es mi novia. –dijo Koushiro. Después se disculpó con Sora. –Las comidas saben mejor cuando lo pasas bien. –dijo Sora para restarle importancia a la riña de hermanos.***
En otra parte, Taichi y Mimí fueron a comer a un izakaya. –Vaya. –dijo Mimí sorprendida con lo que le estaba contando su novio. –Sí, me siento mal por Yamato. –dijo Taichi. –Pero cuando entienda que es por Hikari, estoy seguro que nos perdonará por engañarle. –Espero que todo salga bien. –dijo Mimí. –¿Sabes? Estuve pensando en lo que dijo Ken. Quizás esto no es sólo por Hikari, sino que se podría aplicar a todos. –dijo Taichi. –¿Qué quieres decir? –A lo mejor, todos deberíamos desaparecer por lo menos una vez en la vida. Y entonces, al igual que Hikari ahora, veríamos el mundo tras nuestra desaparición. Si desapareces, ¿lloraría alguien? No, no sólo llorar. ¿Habría alguien como Yamato, destrozado y con un vacío en su corazón? Si no hubiese nadie así, quizás estés viviendo tu vida de manera equivocada. –No hay razón para vivir si no permaneces en el recuerdo de la gente. –dijo Mimí comprendiendo las reflexiones de Taichi. –Un fuerte recuerdo. Como si no hubiese nadie más como esa persona. A lo mejor esto es un poco exagerado, pero tu vida no termina cuando mueres. Hay que incluir el efecto que tienes en la gente que dejas atrás. Eso es la vida. Como yo ahora mismo. ¿Existe una persona que piense en mí de esa manera durante mucho tiempo? –¿Qué estás diciendo, Taichi? –preguntó Mimí sorprendida de que lo dudara. –¡Soy yo! Vamos a casarnos. –Oh, sí. Lo siento. Es verdad. Para mí, eres tú. –dijo Taichi consciente de que había metido la pata al divagar con sus reflexiones. Pero sin pretenderlo, a Mimí ya le había sembrado la duda.***
Deambulando, Yamato llegó a una plaza. Estaba iluminada por las luces porque como siempre, anochecía temprano. Volvió a sacar la cámara y fotografió a unos músicos callejeros bajo la atenta mirada de Hikari en la distancia. Desde que se levantó de aquel banco y le sacara la foto al mendigo, no había parado de sacar fotos callejeras.***
Cuando Ken y Miyako salieron de la consulta se marcharon a un elegante bar al que ya fueron en su primera ronda de citas. –Quizás deberías reconsiderar la intervención. –dijo Ken. –¿Lo dices porque eres un cuarto de padre? –preguntó Miyako. –Lo digo porque realmente no quieres hacerlo. –dijo Ken. Miyako lo miró seria. –Mi pareja se sintió atraído por una mujer. Por eso me enfadé mucho con él. Quizá me enfadé tanto, que se suicidó. Construimos un mundo maravilloso. Creía en eso. Por eso me desconcerté y me asusté. Para mí, la posibilidad de encontrar a alguien más ni siquiera existía. Tenía miedo de que me dejara y quedarme solo. Y al final…, estoy solo.***
–Gracias por acompañarme hasta aquí. Cogeré un taxi. –le dijo Sora a Koushiro. –¿Qué dices? Te llevo. –se ofreció él. –Me apetece caminar un poco. –dijo ella. –En ese caso, caminemos juntos. –dijo Koushiro. –Hoy no. –Takenouchi, nosotros… –Tendrías que haber dicho que era tu novia. –dijo Sora refiriéndose a cuando estaban con la hermana de él. –¿Qué? –Siempre tan atrevido y sin embargo, todavía no soy tu novia. –Soy atrevido, pero también tengo algo de delicadeza. –Supongo, pero, no tienes que intentar cuidar de mí. –le dijo Sora a Koushiro cuando le dijo lo de la delicadeza. –¿Qué? –Veamos, por ejemplo, ya sea trabajo u ocio, quiero que te concentres tanto en ello que te olvides de que estoy allí. Ya sea en los billares, o en los recreativos. Me gusta ver a una persona que brilla con luz propia. –dijo Sora sonriendo. Eso fue justamente lo que hizo Taichi, tanto en los billares como en los recreativos.***
–Sobre Jou… –empezó a decir Mimí mientras caminaban por la ciudad. –No te preocupes más por eso. –le dijo Taichi. –¿En serio? –Sí. –Todavía te gusto, ¿verdad? –preguntó Mimí con duda. –¿Todavía quieres casarte conmigo? –Esas eran mis frases hasta hace unos días. –dijo Taichi sonriendo. –Cambio de papeles. –reconoció Mimí al darse cuenta de que era cierto. –Mimí. Quiero decirte cómo me siento exactamente en este momento. Para mí es más fácil así. Veamos, por ejemplo, no importaría que hubiese luna llena para que flipes y digas cosas raras. Ese tipo de tía loca no me molesta en absoluto. –dijo Taichi sonriendo.***
Después de deambular durante horas, Yamato volvió al lugar en el que recibió la paliza. Allí se quedó esperando a que salieran los matones que le dieron la paliza. Cuando lo vieron allí plantado, se detuvieron. Pensaron que estaba loco. Por lo visto el día anterior no tuvo suficiente. Yamato, sin mediar palabra le dio un puñetazo al primero que tuvo a su alcance. A pesar de que eran tres contra uno, Yamato se deshizo de ellos sin problema con unos cuantos puñetazos. Cuando estaban en el suelo quejándose, Yamato sacó la cámara y les sacó unas fotos. –Aquí tenéis mi venganza.***
Jou subía hacia un puente peatonal al salir del trabajo. Cuando giró en la esquina, se sorprendió al ver a Hikari allí agachada, con la capucha del abrigo cubriendo su cabeza. –¿Hikari? –preguntó asomándose si era de verdad ella. Tenía los ojos acuosos. Al comprobar que sí era ella, la invitó a comer hielo, donde con pocas palabras, ella le explicó la situación. –Así que no puedes aparecer delante de Yamato. En realidad he tenido la misma experiencia. Acabo de perder a mi mejor amigo y a la persona que quiero al mismo tiempo. –dijo Jou empezando a llorar, dándole un trago a su refresco para meterse hielo en la boca. Hikari también lloraba y empezó a masticar hielo con más ahínco.***
Cuando Taichi se marchó, Mimí se quedó divisando la ciudad nocturna desde un puente mientras reflexionaba. Entonces, un coche paró cerca de ella. Al mirar, vio que Miyako bajó la ventanilla al ver que Mimí estaba allí. –Miyako. –dijo Mimí sorprendida. Con lo grande que era la ciudad y se habían encontrado. –¡Sube! –la invitó ella con su habitual sonrisa. –Estaba con Taichi ahora mismo. –dijo Mimí ya en el coche. –No deberías mirar al cielo tú sola. –le recomendó Miyako. –Es precioso, pero pareces una loca con tanta tristeza. –Bueno, creo que no me importa. –dijo Mimí. –Incluso cuando estáis juntos, estás triste. Hay momentos en los que te sientes así. –reflexionó Miyako.***
Taichi se dirigía a casa, pero se detuvo un momento a ver la ciudad desde el puente en el que estaba, desde el que se podía admirar la Torre de Tokio iluminada con su característico color rojo. Quiero a alguien que me quiera tanto, que si desaparezco, quedara un vacío en su corazón. Si esa es la única prueba de la existencia de una persona, entonces, ¿cuánta gente está realmente viva ahora mismo? Ya sea mi pareja, o mis amigos. No me importa. No importa si sólo es una persona. Si desapareciera, ¿habría un vacío en sus corazones? Siempre querrías verle una vez más.***
Los cuatro vecinos llegaron a la vez a su edificio. Al igual que el día en el que se conocieron, subían juntos en el ascensor. –¿Qué planta? –preguntó Ken. Aquello desató las risas de todos al recordar el día en el que se encontraron por primera vez en aquel mismo ascensor. –“Love Shuffle”. –dijeron a la vez. –Se acabó el juego. –dijo Taichi mientras se cerraron las puertas del ascensor. Continuará…