ID de la obra: 1331

Vértigo

Het
R
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Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 500 páginas, 166.876 palabras, 47 capítulos
Descripción:
Notas:
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Nota de la autora: Los primeros capítulos estarán narrados por Edward, y luego pasará a Bella.Grado 7 o Año 7 es lo mismo que séptimo grado, solo que lo decimos distinto (y a veces igual). En Australia, la secundaria va de Grado 7 a 12. Espero que eso ayude. . Capítulo 2 Edward . La encontré al día siguiente. Y al siguiente. Y todos los demás, tal como dijo Emmett: sentada en la biblioteca, con la nariz metida en algún libro de texto o enterrada en tareas escolares. Todos los días, durante el resto de mi vida escolar, pasé por la biblioteca antes del segundo timbre del almuerzo. Rara vez entraba. Me bastaba con confirmar que seguía allí, porque no podía hacer nada más. Apenas podía sostenerle la mirada, y hablarle… ni pensarlo. Igual le seguía la pista de cerca. Era un buen acosador en ese entonces, y estoy bastante seguro de que ella nunca se dio cuenta. Aprendí mucho sobre ella ese primer año. Lo primero fue que no hacía muchas amistades -si acaso alguna. A veces la veía con Angela Weber, una chica de su grado, pero en general parecía bastante feliz estando sola. Yo, por otro lado, por ser hermano de Emmett, era popular por defecto, y además porque era el capitán del equipo juvenil de críquet. Y también estaba Jake, mi mejor amigo. Lo conocí el primer día del ciclo escolar en Grado 7. Nos asignaron al mismo grupo, y tanto él como Emmett y yo quedamos en la misma casa. Jake es más alto que yo, aunque no tanto como Emmett, y como forma de liberar el estrés -por ser el único hijo del magnate de la publicidad William Black -iba al gimnasio. Tenía un físico que no se veía ni en los otros estudiantes ni en los profesores, y entre los tres, rara vez perdíamos en algo. Cada año, sin fallar, desde Grado 7 hasta 12, trajimos a la escuela el trofeo regional de primer lugar en básquet, rugby, AFL y críquet. Hasta donde supe, nuestro récord sigue en pie. De vez en cuando veía a Isabella con el uniforme deportivo, pero desde lejos se notaba que no se sentía cómoda. Escuché -principalmente de Emmett- que usualmente no la dejaban participar del todo en Educación Física y que más de una vez había terminado en la enfermería por asma. A diferencia de mí, no era buena en los deportes -lo cual no era su culpa- pero mientras yo era un estudiante promedio de C, ella estaba fácilmente en la cima de su grado. Al final del año escolar, me otorgaron cuatro trofeos de «Mejor y más justo» en distintas disciplinas deportivas. Mi abuelo estaba allí; iba a todas nuestras presentaciones escolares, y me aplaudió de pie desde el público cada vez que pronunciaron mi nombre. Los premios deportivos se anunciaron primero, y lo admito, me sentía bastante orgulloso. Más aun sabiendo que Isabella también estaba presente. Además, vencí a Emmett. Él solo ganó dos: uno en básquet y otro en rugby. Siempre fuimos muy competitivos entre nosotros, y ganarle era un gran logro para mí. Especialmente sabiendo que, esta vez, no me esperaba una golpiza por parte de mi madre sádica. Desde que Abue obtuvo nuestra custodia, le había prohibido acercarse a Emmett y a mí, así que por fin era una victoria que podía disfrutar sin miedo a las consecuencias. Emmett estaba furioso mientras yo me sentaba a su lado con una sonrisa enorme, pero mi satisfacción no duró mucho. La ceremonia pasó a los premios académicos, comenzando por Grado 7. La observé, atónito, mientras Isabella subía una y otra vez al escenario hasta que empecé a sentirme como un completo idiota. Ganó cinco premios: primer lugar en Inglés, Ciencias, Historia, Geografía y Economía. Me di cuenta de que, comparado con esa chica, yo era un imbécil. Incluso Emmett logró quedar tercero en Geometría, y en general, sus calificaciones eran peores que las mías. Vi a sus padres en el público enseguida, junto con dos hermanos menores -otro dato que descubrí sobre ella. Su padre lucía tan molesto como la primera vez que lo vi, y cada dos minutos revisaba el reloj. Aunque sí lo vi besar la mejilla de Isabella y esbozar casi una sonrisa cuando ella bajó del escenario y regresó a su asiento. Al final de la noche, tanto padres como profesores felicitaron al Abue una y otra vez por lo talentosos que éramos Emmett y yo en los deportes, pero la verdad, me sentía avergonzado. Los trofeos deportivos de pronto no significaban nada. Yo quería impresionar a Isabella, pero era evidente que no lo había logrado. A ella no le importaba el deporte, y me di cuenta de que, si quería que me notara, tenía que ponerme las pilas. Empecé Grado 10 con el objetivo de mejorar mis notas. Estaba seguro de que ella sabía quién era yo. Me nombraron prefecto juvenil al comenzar el año, y eso se anunciaba en la asamblea general en el auditorio, así que no había forma de que no se enterara. Ocasionalmente nos cruzábamos en los pasillos, pero como las clases de las chicas estaban en el otro extremo del colegio, no pasaba seguido. Las pocas veces que sí, ella pasaba junto a mí sin verme, con la cabeza en las nubes o metida en un libro; mirando a todos lados… menos a mí. Al final del año, tanto Emmett como Jake ya tenían reputaciones bastante establecidas. Jake cambiaba de novia más seguido de lo que se bañaba, y Emmett se tiraba a todo lo que usara falda.Yo seguía siendo virgen, y aunque las chicas ya empezaban a molestarme en serio, la única que me interesaba apenas sabía que yo existía. Las comparaciones entre Emmett y yo eran marcadas. Mientras que mi aversión hacia las chicas no había cambiado en lo más mínimo, Emmett era todo lo contrario. Ya empezaban a circular rumores sobre mí. Por supuesto, Emmett los detuvo de inmediato; más preocupado por cómo le afectaría tener un hermano gay que por mí. La ironía es que, por primera vez en mi vida, me interesé en los chismes de las chicas. No quería que me encasillaran como un puto por asociación con mi hermano, el putero andante, pero tampoco quería que Isabella pensara que ni siquiera jugaba para su equipo. Entonces Jake me convenció de que, si empezaba a salir con chicas, eso haría que Isabella me notara y, de paso, callaría los rumores. No estaba del todo convencido, pero lo intenté y le pedí salir a Bree Tanner. Llevaba meses metiendo cartas de amor en mi casillero y haciéndoles la vida imposible a mis amigos en cada descanso. Era más o menos bonita, supongo, pero no le llegaba ni a los talones a Isabella. Eso era lo único que podía pensar cada vez que la miraba. La invité al cine, y la chica hizo una escena, me abrazó como loca. Me puse tenso al instante y la empujé para apartarla. Después de eso, les anunció a todos en la escuela que estábamos saliendo y que yo era su novio. Me encabronó porque, desde el primer segundo, todo lo que quería era huir de ella. Salimos ese viernes por la noche y, a mitad de la película, me pidió que le metiera mano. Casi me ahogo con mi helado. —Eh… tal vez más tarde —balbuceé, incómodo, intentando alejarme lo más que los apoyabrazos permitían… cuando de pronto me agarró el paquete con toda la mano. Le tiré encima la bebida. Fue más un reflejo que algo intencional, y aunque se puso a gritar y a quejarse, lo usé como excusa para dar por terminada la noche. Pagué un taxi para ella -la metí a empujones en el carro, aunque se me colgaba del cuello intentando besarme- y luego me encontré con Jake para tomar el ferry de regreso a casa con él. Ese cabrón se rio durante todo el camino, y después de ignorar siete llamadas de Bree, tiré el teléfono al agua. Después de evitarla con éxito durante una semana, finalmente me acorraló en la parada del bus frente a la entrada. Terminé con ella, y en respuesta, me dio una bofetada. —¡Eres un palo seco, Edward! —gritó frente a media escuela antes de cruzar Hyde Park hecha una furia. —A la mierda mi vida… —murmuré, agachando la cabeza y frotándome la nuca, cuando de repente mis ojos se cruzaron con los de Isabella. Estaba esperando el bus a unos metros, con un libro cerca del rostro y la cabeza girada hacia mí. Sostuvo mi mirada por apenas un segundo, y al parecer sorprendida, apartó la vista de inmediato mientras se le enrojecían las mejillas. Nunca la había visto tomar el bus antes; usualmente su madre la recogía en una Range Rover blanca. Me quedé mirándola por un momento, con la boca entreabierta y sin poder moverme, hasta que Emmett me dio una palmada en la espalda y me sacó del trance. —Hermaaaaaano —dijo con tono de admiración, levantando la mano para chocar los cinco conmigo. —En serio, no pasó nada, más allá de que es una puta de mierda —murmuré de mala gana, alzando la mano para responderle el gesto. —Igual, pudo ser peor —insistió Emmett, pasándome un brazo por el cuello y atrayéndome hacia él—. Aunque la que es un palo seco es ella, solo se queda ahí tirada como muerta —me soltó con una risita. —¡Ya, por Dios! —protesté, zafándome de él con asco, y aprovechando la excusa de arreglarme la corbata, eché un vistazo rápido hacia Isabella. Estaba de pie, con los ojos clavados en el libro, la expresión ya tranquila y sin dar la más mínima señal de haberme visto. Solté un suspiro. *V* Según Bree Tanner y el resto de las chicas del décimo grado, así fue como perdí mi virginidad: en el cine, viendo Superman Returns. Fue muy doloroso, y Emmett y Jake no perdieron la oportunidad de burlarse de mí cada vez que podían. Pero al menos todas las especulaciones sobre mi sexualidad habían llegado a su fin. Era heterosexual, pero sin futuro. Como si eso fuera algún tipo de consuelo. Terminé el décimo grado ganando la «Medalla Don Bradman al Mérito Deportivo». También quedé segundo en Biología y tercero en Trigonometría. Isabella volvió a arrasar, siendo la primera de su clase en todas las asignaturas excepto en Matemáticas. Eso me convirtió oficialmente en un idiota, y cuanto más fracasaba en llamar su atención, más idiota me sentía. Ya no tenía novias y eso me gustaba, pero cuando tenía diecisiete años, perdí mi virginidad. De verdad, esta vez. A pesar de mis objeciones, Jake me emparejó con Lauren Mallory y, un mes después, de alguna manera me encontré a solas con ella en la casa de la piscina de sus padres. Ella me metió la lengua en la garganta y me agarró la polla, y lo siguiente que supe es que estaba intentando quitarme la corbata del colegio y ahogándome en el proceso. Todos los instintos de mi cuerpo me gritaban que la apartara de mí y me largara de allí, pero no lo hice. Una parte de mí solo quería que esta mierda terminara de una vez, mientras que otra parte estaba demasiado cachonda y curiosa como para salir de allí. Menos mal que ella sabía lo que hacía, porque yo desde luego que no. Todo terminó en un par de minutos y, después, con su olor impregnado en mí y con ganas de vomitar, me levanté, me vestí y me fui. Supongo que no le causé mucha impresión, porque durante los siguientes días Lauren me trató con frialdad. No es que me quejara. Ni siquiera podía mirarla a los ojos sin querer morirme. Nunca rompimos oficialmente, pero un mes después los padres de Lauren la sacaron del colegio. Se rumoreaba que la habían enviado a un internado católico solo para chicas en la costa norte. Al mismo tiempo, mi Abue recibió una llamada de su padre exigiéndome que me mantuviera alejado de su hija. Luego se corrió la voz de que la había dejado embarazada y que sus padres se habían «encargado del asunto». Nunca supe si era cierto, pero no pude respirar en toda la semana. Luego, el director me llamó a su despacho y me dio una paliza con la paleta -diez jodidas veces- por manchar el buen nombre del Sydney Grammar. Después de eso, renuncié a las chicas para siempre. Bueno, excepto a una chica. La belleza de ojos marrones con la que estaba seguro de que nunca tendría el valor de hablar, y el tiempo se estaba acabando. Terminé el Grado 11 y presenté el HSC con una sólida media de notable. Mis días de ser llevado a la oficina del director habían terminado y me nombraron capitán del colegio. Al parecer, «dejar embarazada» a Lauren Mallory me elevó por encima de Emmett y Jake en el ranking de popularidad, y de repente las chicas se me echaban encima. Me enviaban mensajes a todas horas del día y de la noche, recibía docenas de mensajes de Instagram a diario, y un grupo de ellas de los Grados 11 y 12 formaron el grupo de «las putas de Edward Cullen», donde, al parecer, tenían mi nombre escrito en sus tetas. Se inventaban tonterías sobre cuántas de ellas me había follado, lo grande que era mi polla y lo bueno que era aparentemente haciéndoles sexo oral, y me seguían a todas partes. Venían a todos los partidos de críquet y rugby que jugaba, y a todas las competiciones de natación, actuando como mi equipo de animadoras personal. Acabé con peor reputación que Emmett, a pesar de que solo había tenido sexo una vez, y después de ese desastre, ni siquiera me interesaba remotamente volver a intentarlo. Me agobiaban tanto a diario con eso que me vi obligado a tomar medidas drásticas. Empecé a esconderme en la biblioteca, donde las tonterías del grupo de putas no se toleraban ni remotamente, y empecé a planear. Isabella seguía pasando todos los descansos para comer en la biblioteca, solo que ahora parecía ser voluntaria. Cada descanso para comer la observaba desde el cubículo más alejado de la sala mientras sellaba y colocaba libros en las estanterías mientras transportaba un carrito lleno de ellos entre los pasillos. Estudié sus movimientos durante meses sabiendo que me acercaba a la graduación y que, si no daba el paso, siempre me arrepentiría. Todos los días, sin falta, después de que sonara la segunda campana que anunciaba la pausa para comer, ella entraba en el almacén y regresaba unos diez minutos más tarde con los libros devueltos que había que colocar en las estanterías. Después de cuatro meses, y tras posponerlo durante tres, tenía el momento calculado al segundo. Iba a simular un encuentro casual. Todos los días ponía la alarma para llevarlo a cabo, y todos los días me atragantaba. Todos. Los. Días. Fue en septiembre cuando tomé la decisión de hacerlo de una puta vez, y fue Jake quien me ayudó a dar el paso. Literalmente. HSC: Higher School Certificate (Certificado de Educación Secundaria Superior). Don Bradman: famoso jugador de críquet australiano. AFL: Australian Football League (Liga Australiana de Fútbol), o Aussie Rules (Reglas Australianas). No debe confundirse con el rugby.
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