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22 de octubre de 2025, 10:39
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Capítulo 4
Edward
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Nuestro último partido de críquet de la temporada fue un par de semanas antes del inicio del HSC. Jugábamos contra The King's School. Eran los únicos con los que realmente competíamos, y el día anterior a nuestro primer partido tuvimos entrenamiento durante los dos períodos antes del almuerzo.
Para llegar al campo de críquet había que pasar por la sección de las chicas, y como faltaban diez minutos para el almuerzo, Jake y yo volvíamos a nuestros casilleros. Nos mantuvimos cerca del gimnasio, lejos de las aulas de las alumnas de último año, para evitar al grupo de putas y también a Carmen Denali: la última novia de Jake, con quien estaba en proceso de terminar. Su razón era que no quería empezar su vida después de la secundaria estando atado.
Como si alguna vez necesitara una razón.
El gimnasio conectaba las dos mitades del colegio, y justo cuando nos acercábamos a la entrada principal, las puertas se abrieron y de ahí salió… Bella.
Supe de inmediato que algo andaba mal. Tenía el cabello pegado a la frente por el sudor, los labios azulados, y aunque estábamos a más de seis metros, se le oía claramente el silbido del pecho al respirar.
Llevaba el uniforme deportivo, que colgaba de ella como si le quedara enorme. Estaba aferrada a un poste del pasillo techado y empezaba a tambalearse visiblemente.
Jake me empujó enseguida y llegué justo cuando estaba a punto de desmayarse.
—Bella, ¿estás bien? ¿Necesitas tu inhalador? —exclamé, tomándola por instinto entre mis brazos, alarmado. Estaba a punto de perder el conocimiento y su color era terrible.
Solo asintió, y aunque le costaba respirar, podía sentir el latido de su corazón a través de su ropa. Iba como un tambor.
—Está bien, ¿dónde está? —le pregunté.
—¿No deberíamos llevarla a la enfermería? —intervino Jake.
Ella negó con la cabeza, de pronto ansiosa.
—N-no… no a la enfer…mería.
—Está bien, pero ¿dónde está tu inhalador? —repetí, justo cuando se recostaba aún más contra mí.
—Mi… casillero.
—Vamos —le dije a Jake.
Él asintió.
Intentamos ayudarla a caminar unos pasos, pero fue inútil. Así que la cargué en brazos y aceleré hacia el pabellón principal de las chicas, donde estaban sus casilleros.
Llegamos en menos de un minuto, y considerando que nunca había estado en esa parte del colegio, no tenía idea de hacia dónde ir.
—¿Cuál es tu casillero, Bella? —le pregunté algo bruscamente, pero su color me tenía muy preocupado.
—Cincuenta y siete —respondió con dificultad, su cabeza cayendo sobre mi hombro, mientras Jake corría a buscarlo.
Después de encontrarlo y pedirle a Bella que le dijera la combinación, Jake lo abrió y prácticamente vació todo el contenido antes de dar con el inhalador azul. Incluso lo colocó en su boca y presionó el dispensador como quince veces seguidas, sin pausa.
—¡Jake, por Dios! ¡No tanto! —le dije.
—¡Mírala! —exclamó con los ojos desorbitados—. ¡Parece que se va a desmayar!
Con manos temblorosas, Bella le quitó el inhalador y empezó a dar varias inhalaciones profundas hasta que su respiración se fue estabilizando poco a poco.
—¿Qué hacen ustedes aquí? —intervino de pronto la señora Cameron, la directora de sección de las chicas de grados inferiores, enrollando un fajo de hojas para darle un golpe a Jake en la nuca.
Entonces fue que se fijó en Bella, todavía pálida y temblorosa entre mis brazos. Su expresión cambió de inmediato a una de preocupación.
—¡Isabella! ¿Qué ocurrió, querida?
—Tuvo un ataque de asma, señora —expliqué—. No había tiempo, necesitábamos buscar su inhalador.
Asintiendo, la profesora me hizo una seña para que la acompañara.
—Está bien, llévela a la enfermería, señor Cullen. Señor Black, regrese al pabellón de los chicos ¡ya!
Con la señora Cameron escoltándome, llevé a Bella a la enfermería y la acosté en una de las camas. Ya respiraba mejor, tenía algo de color en las mejillas, y sus labios no estaban tan azules, pero igual la enfermera le indicó que debía quedarse acostada el resto del recreo.
Me quedé con ella, sentado en la única silla del cuarto, por insistencia de la señora Cameron. Bella lucía… molesta. Y eventualmente lo dijo en voz alta.
—Genial, la señora Cope va a llamar a mis padres y mi papá se va a poner como loco por no tener el inhalador conmigo. —Me miró y soltó un suspiro frustrado.
—Ah… mierda —murmuré con comprensión. Su papá parecía del tipo que te rompe el cuello con una mirada.
—Maldita sea… —dijo con un hilo de voz, al borde de las lágrimas. Luego, mirando al techo, se llevó ambas manos al cabello y se lo apartó de la frente.
—¿No puedes decirle que lo perdiste? —sugerí.
Soltó una risa breve y sarcástica.
—Eso lo haría peor. Me llamaría irresponsable. Y no hay nada que odie más.
¿Irresponsable? No conocía mucho a Bella, pero estaba seguro de que esa palabra no aplicaba para ella.
—Si te sirve de consuelo… mi madre también es una bruja narcisista —ofrecí, sin tener ni la más mínima idea de por qué.
Ella me miró unos segundos, y luego puso los ojos en blanco.
—Ese es el consenso general en los suburbios del este, cariño —dijo imitando perfectamente el acento pretencioso del North Shore, igualito al de mi madre.
No pude evitar sonreír, casi me reí. Éramos víctimas del privilegio, sin duda.
—¿Vas a ir al baile de graduación, cariño? —continuó imitando, con tono agrio—. ¡Todos están tan llenos de sí mismos!
La verdad, me dejó sin palabras. Era sorprendentemente habladora y probablemente la menos pretenciosa de todo el colegio.
—Perdón, estoy de mal humor —se disculpó con un suspiro.
—Hey, no te disculpes. —Levanté las manos con las palmas hacia ella. Y lo que más me sorprendía era que podía hablar con ella sin convertirme en un desastre—. ¿Te sientes mejor?
—Sí —admitió con suavidad—. Gracias, por cierto. ¿Es obvio que soy un desastre en los deportes?
—Un poquito —le dije en tono de broma.
Apenas sonrió.
—Menos mal que ya casi puedo elegir mis materias para la universidad. No veo la hora de deshacerme de Educación Física.
Educación Física fue la primera asignatura que mantuve… pero estaba seguro de que ella ya lo sabía. También estaba bastante seguro de que pensaba que yo era un idiota.
—¿Y qué onda contigo y Jake? —preguntó de pronto, después de un momento de silencio—. ¿Estaban peleando el mes pasado en la biblioteca?
Sonreí.
—Nah, solo estaba siendo un imbécil. No sabía que conocías a Jake.
Su sonrisa esta vez fue astuta y algo condescendiente.
—¿Estás bromeando? La mitad de las chicas de mi grado están enamoradas de él.
Solté una risa por lo bajo. A Jake le encantaría saber eso.
—¿Ah, sí? ¿Y de quién está enamorada la otra mitad?
—De ti y de tu hermano —respondió sin rodeos.
Me quedé en blanco.
—¿D-de verdad?
Arqueó una ceja con escepticismo.
—¿Qué, no lo sabías? ¿Ni siquiera con tu club de fans siguiéndote a todos lados?
—Eh… —me pasé la mano por el cabello hasta la nuca, buscando cualquier excusa para no sostenerle la mirada—. No.
¿Debería decirle que, en realidad, no me gustaban esas chicas? ¿Realmente quería sincerarme? Era mejor que dejarla creer que yo era el tipo que el grupo de putas decía que era.
—¿En serio? —Estaba claro que no me creía.
—Lo digo en serio —o al menos lo intenté, pero su expresión tan incrédula me hizo sonreír, contradiciéndome por completo.
Bufó, para nada convencida, lo que solo confirmaba que Jake estaba equivocado y que Bella sí creía todas esas mentiras sobre mí. Eso realmente me jodía, porque ¿cómo iba a hacerle ver lo contrario? Si solo juzgaba por los tres capitanes de colegio anteriores a mí, no había forma de que pensara algo bueno. Esos tipos eran peores que Emmett y Jake juntos. Estoy casi seguro de que había una ley no escrita que decía que para ser capitán del colegio tenías que embarazar a la más puta de la escuela. Al menos así fue como lo conseguí yo, nunca pensarías que era virgen antes de eso.
Mierda.
Y así, nuestra conversación fluida llegó a un frenazo brutal. Odiaba que mi vida fuera tan simplificada, especialmente por Jessica maldita Stanley, y odiaba que Bella lo creyera. Me hacía sentir expuesto y avergonzado por cosas en las que ni siquiera tenía culpa. Bueno, tal vez sí había embarazado a Lauren… o tal vez ella nunca estuvo embarazada. Pero igual era una mierda que la única chica del colegio que me gustaba basara su opinión sobre mí en eso.
Todo se volvió incómodo muy rápido, y sentí cómo se activaban mis ganas de huir. Me levanté tan de golpe que la sorprendí.
—¿Ya estás bien? Porque… tengo que recoger mi pedido de almuerzo —solté una mentira descarada.
—Sí, estoy bien —respondió con sencillez, lanzándome otra de esas sonrisas tensas, y me fui.
—A la mierda con esto —murmuré con rabia mientras pasaba por el escritorio de la señora Cope. Por supuesto, la vieja bruja me oyó y me mandó directo a la oficina del director.
No me dio con la vara, pero tampoco lo hacía desde Grado 10, cuando le lancé una caja congelada de Moove a Mike Newton en el patio. En cambio, me estrechó la mano y me dijo lo orgulloso que estaba de mí por haber subido mis notas y mantenerme alejado del sexo opuesto después del «incidente con la señorita Mallory».
Asuntos con mamá.
Y el incidente Mallory.
Las dos razones por las que no podía organizar mi vida y pedirle a Bella que saliera conmigo.
Y las dos razones por las que probablemente ella me rechazaría si lo hacía.
*V*
—¿Qué crees que hay realmente detrás de toda esta mierda del grupo de putas? —le pregunté a Emmett esa tarde mientras esperábamos el ferry en Circular Quay. Estaba frustrado y eso me tenía desconcentrado. Necesitaba sacarme de encima todos esos rumores y no tenía idea de cómo hacerlo.
Emmett se encogió de hombros, con los ojos pegados a su nuevo iPhone.
—Quieren acostarse contigo. Además, hey, eres mi hermano, así que, naturalmente, eres un bombón.
Sonreí con escepticismo. Cuando has pasado diez años de tu vida escuchando a tu madre llamarte «bastardo pálido de mierda», es un poco difícil tomarte con naturalidad lo de «bombón».
—No todas las chicas quieren acostarse conmigo —murmuré. Y eso era más que cierto en el caso de Bella.
Levantando la vista del celular, me observó con atención.
—¿Sigues enganchado con esa tal Bella?
—Bastante —admití.
—Jesús… solo invítala al maldito baile de Grado 12 y ya. Si dice que no, dice que no —dijo, poniendo los ojos en blanco y empujándome hacia un lado.
De inmediato lo empujé de vuelta, pero él estaba demasiado entretenido con su celular como para seguir molestándome.
—¿Tienes su número? —pregunté, notando con quién estaba mensajeándose: nada menos que la reina de las putas… Jessica Stanley.
—Nah, su viejo no la deja tener celular hasta que cumpla dieciocho.
—¿Y cómo demonios sabes eso?
Solo alzó una ceja con aire arrogante y sabiondo.
—La puta madre… ¿Por qué no la invitas tú entonces?
—¿Quieres que lo haga? Seguro me dice que sí. Después de todo, yo no me he tirado a tantas chicas como tú —se rio para sí mientras seguía chateando con Jessica.
Bufé y fruncí el ceño, sabiendo que probablemente tenía razón, antes de mirar por encima de su hombro para ver qué demonios le estaba diciendo.
Ella iba a venir al partido final mañana. Ella y el resto de las putas.
—Ya que estás, dile a esa loca que me deje en paz mañana. ¡No pienso volver a quedar en cero por su culpa! —me quejé.
—Excusas, excusas… —rio.
*V*
Ganamos el partido de cricket al día siguiente contra The Kings School, en su propio campo. Hice una centuria, pero lo mejor fue ver a Jessica Stanley desmayarse después de intentar atrapar el primer seis que Jake bateó. Le dio justo en el centro de la frente y cayó como un costal de ladrillos. Llamaron a los paramédicos y se la llevaron al Hospital St. Vincent. Estuvo ausente durante las últimas semanas de clases y solo regresó para los exámenes. Y con ella se fue grupo de putas.
¡Gracias al puto cielo!
Jessica Stanley era lo que menos me preocupaba, sin embargo. El daño ya estaba hecho, y si le creías a ella y a todas las demás perras de los grados superiores, ya me había tirado al ochenta por ciento de ellas. Y Bella había dejado claro que les creía.
Aun así, no pensaba rendirme. Seguí el consejo de Emmett y decidí invitarla a salir. No al baile formal, solo «salir». El formal era en diciembre, a seis semanas de distancia, y no quería esperar tanto. Además, pensé que, si aceptaba salir conmigo, también aceptaría ser mi cita para el baile. Si me rechazaba, pues que se joda. Al menos lo sabría, y después de los exámenes no tendría que volver a verla.
Estaba en la biblioteca, por supuesto, pero no estaba acomodando libros. La encontré en uno de los cubículos de estudio, enterrada bajo una montaña de papeles.
—Hey… —Le toqué suavemente el hombro, haciendo que casi saltara del susto.
—¡Maldita sea! —exclamó, llevándose la mano al pecho.
—Perdón, Bella… —Sí, esto empezaba genial—. ¿Para qué estudias? ¿El Certificado de Grado 10?
—Sí, o al menos lo intento. Odio Matemáticas —se quejó.
—¿Sí? —Eso me sorprendió. Así que era humana, después de todo. Y yo era bastante decente en Matemáticas—. ¿Qué se te dificulta?
—Álgebra, Trigonometría, Geometría… todo —dijo con frustración, antes de apoyar el codo en la mesa y dejar caer la cabeza en la palma de la mano.
—¿Quieres que te ayude? —ofrecí. Había tomado Matemáticas avanzadas en Grado 10 y terminé en segundo lugar detrás de Eric Yorkie.
Con la cabeza aún apoyada en su mano, me miró, y algo se encendió en sus ojos. Esperanza, casi.
—¿Sí?
—Claro. —Tomé una silla del cubículo de al lado y la puse junto a la suya.
El recreo voló y al final apenas habíamos avanzado en la carga de trabajo de Bella. Me ofrecí a ayudarla todos los recreos durante las siguientes dos semanas. Incluso me salté el Día de la Travesura de Grado 12 para ayudarla —que de todas formas no era más que una pelea masiva de bombas de agua y comida con las chicas. Al final, Bella se sentía mucho más segura, y yo también. Nos llevábamos bastante bien; de hecho, era muy fácil hablar con ella… y bastante divertida, con un humor muy sarcástico, detrás de ese exterior de «chica de biblioteca», y parecía realmente agradecida por toda mi ayuda. Tanto, que llegué a pensar que tal vez ella me invitaría a salir como forma de agradecimiento, pero no lo hizo.
Me tocaría a mí hacerlo.
—Entonces, Bella… —Carraspeé suavemente. Me había estado conteniendo todo el recreo mientras veíamos al resto de los de Grado 12 hacer locuras, lanzándose globos de agua entre sí. Como capitán del colegio, todos me andaban buscando, pero este era el último lugar donde esperaban encontrarme. También era mi cumpleaños y el de Emmett, otra razón por la que querían dar conmigo; aunque yo había intentado mantenerlo en secreto. Los cumpleaños siempre eran una mierda para mí. A Emmett le llovían regalos, mientras mi madre se inventaba cualquier excusa para justificar por qué yo nunca recibía nada. Además, era el último día de clases antes de empezar los exámenes. Era ahora o nunca—. ¿Quieres ir al cine o algo el sábado?
Se giró hacia mí, con los ojos muy abiertos.
—Oh… —Parecía sorprendida—. Um… el sábado por la noche son las finales de natación de mi hermanito.
Okay, no estaba mintiendo. El sábado eran las finales regionales de natación. Yo también se suponía que debía ir, pero nunca me lo tomé muy en serio, y usé los HSC como excusa para salirme.
—Bueno… ¿y la semana siguiente? —pregunté, con las manos temblándome y sudando como un condenado.
Dudó un momento antes de responder, bajó los ojos y luego volvió a alzar la mirada rápidamente.
—Okay, s-sí.
No sonaba precisamente convencida, pero tampoco dijo que no, y el alivio que sentí fue enorme.
—Perfecto. Yo estaré aquí el próximo viernes haciendo el examen de Inglés. Te busco después, ¿sí? —Estaba sonriendo como un idiota, pero no lo podía evitar, y ella me devolvió la sonrisa.
Fue cálida, sincera; nada como lo que solía mostrar.
Asintió.
—Okay.
*V*
Esa noche, Jake, Emmett y yo salimos a celebrar el fin del colegio, además de nuestro cumpleaños número dieciocho. Nos encontramos con un grupo de chicos de Sydney Grammar y fuimos a un club en Oxford Street. Me emborraché hasta perder el sentido y pasé todo el día siguiente con una resaca brutal, sintiéndome como un perro moribundo.
Jake se quedó a dormir en nuestra casa, y a las siete de la noche, el abuelo nos sacó de la cama a los tres y nos obligó a comer. No aguanté mucho antes de arrastrarme otra vez debajo de las cobijas, solo para que nos volviera a despertar a medianoche.
Bella estaba en condición crítica en el Hospital Royal Prince Alfred. De regreso del Olympic Aquatic Centre -donde se habían realizado las finales de natación-, un tráiler chocó por detrás el Mercedes de su padre, matando instantáneamente a toda su familia.
Nota de la autora:
La edad legal para beber en Australia es de 18 años.
Muck-Up Day (Día de la Travesura) es el día en que los de Grado 12 tienen permiso para hacer locuras. Le lanzan a todos globos de agua, incluso a los profesores.
The North Shore y los suburbios del Inner East de Sydney, junto al puerto, son donde viven los del uno por ciento. Súper exclusivos.
Moove = leche saborizada en cartón. Aquí nos la comemos congelada porque hace un calor infernal la mitad del tiempo.