ID de la obra: 1331

Vértigo

Het
R
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planificada Mini, escritos 500 páginas, 166.876 palabras, 47 capítulos
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. Capítulo 6 Bella . Cuando tenía doce años, mi madre me sentó para tener «la charla» conmigo. Era información que ya me habían enseñado en quinto grado, solo que ahora venía endulzada con eufemismos como que «mi cuerpo era una flor en ciernes que pronto florecería» y que «mi virtud era tan preciosa e irrecuperable como el cristal fino». En otras palabras, que mi inminente entrada a la pubertad tenía el potencial de traer vergüenza sobre nuestro buen apellido… y arrastrarnos a todos con ella. Esa charla coincidió con mi traslado a la Sydney Grammar School; lo cual sospecho fue la verdadera razón detrás de todo. Y venía con una advertencia adicional: qué tipo de chicos debía evitar como si fueran la peste. Me aconsejaron mantenerme alejada de los siguientes: -Las familias dentro del uno por ciento del uno por ciento. Es decir: los infames conglomerados de dinero viejo y sus herederos en ascenso. -El capitán del colegio, o los capitanes de cualquier equipo deportivo, y cualquier miembro de los «Jóvenes Liberales». -Los más guapos. Especialmente si eso venía acompañado de una reputación de «chico malo». -Los mujeriegos; los que siempre estaban involucrados en un escándalo sexual tras otro. Y, por último: -Los brutos. Esos que heredarían las empresas millonarias de sus padres como quien hereda el color de ojos, y por ende, no necesitaban un buen puntaje para ingresar a la universidad. Edward Cullen encajaba en cada una de esas categorías. ¿La élite de la élite? Palomita. Carlisle Cullen, hijo de un magnate de seguros hecho a sí mismo, era prácticamente realeza dentro de los círculos sociales de los suburbios del Este y la zona North Shore; solo superado por los Packer y los Murdoch. Se rumoraba que sus dos nietos eran el resultado ilegítimo de una unión impía: un miembro del uno por ciento que se casó fuera de su especie. Lo cual, básicamente, es cualquiera que viva al sur de Paddington o al oeste de Balmain. Si vienen del Lejano Oeste, se murmura como si fuera un secreto sucio que no debe nombrarse. ¿Y el Suroeste? Por el amor de Dios, no. Eso se considera un pecado imperdonable. La muerte de un familiar genera menos compasión. Por supuesto, al ser Edward y Emmett «Cullen», la desgracia en su ADN fue fácilmente absorbida por el poder y prestigio de su abuelo, y apenas dejó marca. ¿Capitán del colegio? Palomita. ¿Capitán deportivo? Palomita, palomita, palomita, palomita. ¿Mujeriego? Palomita. Cuando la anatomía de un chico tiene su propio club de fans, es seguro decir que entra en esa categoría. Además, si Jessica Stanley tenía conocimiento del tamaño, longitud y resistencia de dicha anatomía, podías apostar tus acciones a que era cierto. ¿Chico malo? Palomita. Edward Cullen era notoriamente conocido por su actitud y por darle dolores de cabeza a los profesores. De hecho, la primera vez que lo vi estaba esperando para hablar con el director. Cuando los profesores hablaban de él, lo hacían con un rodar de ojos, o bajaban deliberadamente el tono como si contaran los segundos para que se graduara. ¿Guapo? Maldita sea, sí. Edward era, fácilmente, el chico más guapo que Sydney Grammar había tenido en años. Tenía todos los requisitos: estatura, anchura de hombros, simetría facial, color de ojos, etc. Por el amor de Dios, su mandíbula y pómulos parecían esculpidos en granito, y tenía una sonrisa que podía derretir un iceberg. Era un semidiós de la secundaria. Sí, era hermoso, y lo sabía. Una década después, sigue siéndolo, incluso con la barba crecida de las seis de la tarde y usando una sudadera vieja de «Bonds» toda manchada. Parece como si hubiera pasado ocho horas en maquillaje para que lo dejaran desaliñado a propósito en una sesión de fotos sobre la crisis de personas sin hogar en los suburbios del oeste. Mi padre habría recibido con los brazos abiertos a un yerno como Edward. Me mandó a Sydney Grammar para conocer chicos como Edward, y casarme con uno. Para él, las hijas eran poco más que una molestia que debían casarse rápido y bien, para fortalecer el apellido y la influencia familiar. Como una jodida fusión empresarial. Los únicos requisitos eran ser bellas y estar bien presentadas. Todo lo demás era irrelevante, querida. Las esposas trofeo no necesitaban cerebro, y mucho menos opinión. Su rol era ser una extensión de sus esposos; estar a su lado cuando se requiriera, pero aprender a mantenerse apartadas del sexo opuesto como un todo. No trabajaban ni tenían sus propias carreras. Su único propósito era criar a sus hijos para que fueran clones de su padre, y todo, desde estar en los círculos sociales correctos hasta organizar eventos benéficos y recolectas, era por y para él. Todo esto además de mantenerse en condición «de prestigio» para retrasar lo inevitable: formar parte del club de las primeras esposas. Mi madre era parte del club de las segundas esposas -al parecer, la primera no pudo darle herederos y fue reemplazada rápidamente- y era considerablemente más joven. Conoció a mi padre cuando era una prometedora modelo que apenas comenzaba a abrirse paso internacionalmente, y él vio en ella el complemento perfecto para reflejar su estatus y posición social. Su belleza era un trofeo para exhibir, algo que compensaba su falta de linaje. Después de todo, era lo suficientemente joven como para ser moldeada a gusto. Era profundamente infeliz, y pese a la imagen de familia perfecta, hermosa y exitosa que proyectábamos, ella le tenía menos respeto a mi padre del que él le tenía a ella. Su matrimonio era una farsa, solo para las apariencias, y Dios sabe que no eran los únicos. Mi madre sabía de las infidelidades de mi padre. Por el amor de Dios, habría tenido que estar ciega para no notarlo. Nunca le fue fiel, y ni siquiera se molestaba en ocultarlo. Era un subproducto común de casarse con dinero. Los hombres ricos, exitosos y poderosos tenían demasiada virilidad como para contenerla con una sola mujer. Tener una amante era común entre hombres como mi padre, y una cláusula tácita en todo contrato matrimonial. Se esperaba que mi madre no solo lo tolerara y lo pasara por alto, sino que lo excusara. —Trabaja muy duro por su familia, para darles lo mejor de lo mejor. No deberíamos reprocharle una indiscreción tan pequeña, querida —así solía sonar. El narcisismo de los súper ricos. Lo odiaba. Y lo odiaba a él. El escándalo no fue que tuviera una segunda familia en paralelo; el escándalo fue que se hiciera público. La muerte es una alternativa preferible a ser expuesto como lo fue mi padre, y viéndolo en retrospectiva, probablemente él también la habría preferido. ¿Mis hermanos y yo? No sabíamos ni la mitad de todo eso. Mi madre nos ocultó la mayoría. Claro, viviendo bajo el mismo techo sabíamos que nuestra familia estaba lejos de ser perfecta, pero cuando inevitablemente me enteré de toda la verdad, estaba tan furiosa por la injusticia de todo que fácilmente podría haber cometido un asesinato. Nunca he llorado la muerte de mi padre, y nunca lo haré. ¿Mis hermanos y mi madre, en cambio? Cristo… Esa es otra historia. Mis hermanos, por ser varones, fueron criados de forma distinta a mí. Mi padre esperaba perfección de ellos y que siguieran sus pasos. El mayor, Charles Jr. -Charlie- era el orgullo y la alegría de mi padre. Un año menor que yo, era capitán de los clubes de debate y de cálculo, y también era titular como medio scrum del equipo de rugby de Sydney Grammar, junto a los hermanos Cullen. También tenía el récord en los 100 metros estilo mariposa en la categoría Junior del colegio. A diferencia de mí, Charlie no tuvo que ganarse la aprobación de mi padre. Nació con ella por ser hombre y solo la fortaleció a medida que creció. El menor de mis hermanos, Sam, no la tuvo tan fácil. Cuando mi madre empezó a sospechar de las múltiples infidelidades de mi padre, decidió tener una propia, algo completamente reprobado en nuestro círculo social. Se aseguró de que mi padre se enterara; fue una humillación deliberada… y efectiva. Lo enfureció al punto de la ceguera. Fue la primera vez que lo vi golpearla, pero es algo que jamás olvidaré. Ni el sonido de su palma chocando contra su pómulo, lanzándola al otro lado de la habitación. La sangre aún se me congela en las venas al recordarlo. Poco después quedó embarazada de Sam y mi padre se negó a aceptar que fuera su hijo; incluso después de que una prueba de ADN demostrara que Sam, en efecto, era un Swan. El simple hecho de que se necesitara una prueba fue suficiente para que mi padre lo despreciara. Sam era alto y guapo como él, y más inteligente que Charlie, pero nada de lo que hiciera era suficiente. Eventualmente cayó en una profunda depresión, y para mantenerlo alejado de mi padre, mi madre lo envió interno a The Kings School. En cierto modo macabro, la muerte fue su escape, y si el accidente no le hubiera quitado la vida, estoy segura de que en algún momento lo habría hecho él mismo. En cuanto a mi madre, la vida y la muerte de Renée Swan se desarrollaron como una tragedia griega. Fue una rosa arrancada de la luz del sol y arrojada a la oscuridad para marchitarse y morir. Su belleza fue explotada por un hombre frío y despiadado que jamás la valoró. No pudo salvarse a sí misma, pero trató de salvarme a mí; de protegerme para no repetir sus errores y casarme con un hombre como mi padre. Un hombre como Edward Cullen, que ahora me está mirando como si tuviera una segunda cabeza. Por el amor de Dios, sabía que hoy iba a ser un mal presagio desde que se me rompió el tacón en una grieta de la acera. Alice me había invitado a almorzar con ella en el Sheridan, pero no estaba de humor para aguantar a los babosos ejecutivos que siempre almorzaban ahí. En vez de eso, fui a Hyde Park… y me topé con Edward Cullen. El malditamente hermoso Edward Cullen. La vida puede ser cruel con ganas. Aunque fuimos al mismo colegio, prácticamente vivíamos en dimensiones diferentes; dos planetas orbitando el mismo sol. No lo veía seguido, ni nos cruzábamos mucho, pero las pocas veces que lo hacía, siempre me miraba como si lo confundiera… como si se preguntara de qué especie de mutante había descendido yo. En general, él no me importaba demasiado; salvo por sus obvias similitudes con mi padre. Yo tenía otras aspiraciones que no incluían casarme bien, sino sacar un buen ATAR e ir a la universidad para poder mantenerme sola. Me negaba a ser propiedad de nadie y a conformarme con las normas sociales profundamente misóginas de la élite adinerada. También quería demostrarle a mi padre que no tenía nada de especial; que yo podía ser tan exitosa como él. Incluso más. El Alto Consejero Real Charles Swan sabía fingir bien al padre orgulloso y comprometido. Iba a todas las ceremonias y premiaciones escolares, montando el show frente a las mismas familias que criticaba a puerta cerrada. Le encantaba cuando decían cosas como «Isabella claramente heredó la inteligencia de su padre». Eso lo hacía quedar bien, y por lo tanto, yo estaba cumpliendo con lo que se esperaba de mí. Nunca fue sobre mí, ni sobre mi madre o mis hermanos; todo se trataba de él. Recuerdo cómo observaba a Edward y su hermano ganar todos los premios deportivos del colegio, y no había nada fingido en su admiración. Ellos eran los yernos que esperaba que yo llevara a casa, y eso solo reafirmó mi convicción de que los hermanos Cullen serían los últimos dos chicos en el planeta con los que yo me involucraría. Y entonces… las cosas se pusieron raras. Me vi atrapada en medio de una especie de bromance físico entre Edward y Jake Black en la biblioteca. Edward literalmente chocó conmigo y me tiró al suelo. Después, insistió en ayudarme a catalogar los libros y guardarlos. En serio insistió, pero al mismo tiempo parecía mortificado de estar a menos de quince metros de mí. Me lanzaba esas miradas de total impotencia, como si quisiera confesar que se sentía obligado a ayudarme, pero no quería que lo vieran conmigo. Me comporté como una perra, esperando que captara la indirecta, pero no lo hizo. Y cuando finalmente sonó la campana que marcaba el final del almuerzo, prácticamente salió huyendo de la biblioteca como si estuviera en llamas. Supuse que había sido algo puntual y que solo estaba cumpliendo con sus deberes cívicos como capitán del colegio, pero entonces su hermano empezó a prestarme atención, y Jake insistió en que ellos me llevarían a casa. Cristo, a mi madre le dio un ataque. Me gritó y me llamó «puta», y luego me abofeteó tantas veces que la empleada tuvo que intervenir. Estaba borracha, pero en esa época siempre lo estaba. Y claro, justo después fui a tener un ataque de asma en brazos de Edward. De entre todas las personas, tenían que ser Edward y Jake. Gracias al cielo apenas recuerdo nada de eso. Mi conciencia volvió cuando ya estaba acostada en la enfermería… con Edward merodeando como si fuera un maldito espectador. Ahí fue cuando las cosas se pusieron aún más raras, porque estaba siendo bastante amable. Hablaba conmigo como si fuéramos amigos y parecía genuinamente preocupado por mí. Al menos por un rato, porque luego volvió a ponerse raro e inventó alguna excusa tonta para escapar. Era como si intentara ser un ser humano decente, pero su alter ego le recordara quién era, y yo quedara atrapada en la línea de fuego. Después de eso, supe con certeza que algo estaba pasando. Justo cuando empezó a ayudarme a estudiar para el School Certificate y a portarse super dulce y atento, la creída Rosalie Hale decidió que quería ser mi amiga. Las Rosalie Hales de los suburbios del este no se rebajaban a siquiera reconocer a chicas como yo, no importaba quién fuera mi padre. Al menos no en secundaria. Sabía que tenía que haber un motivo oculto. Empecé a sospechar que estaba por protagonizar la escena de apertura de la broma final del capitán del colegio. Cuando Edward me invitó a salir, me convencí de ello. Y lo peor es que acepté. Al principio puse una barrera y mentí diciendo que tenía que ir obligatoriamente a la final de natación de mi hermano, pero no tardé en ceder. No estoy muy segura de por qué. Tal vez porque, a los dieciséis, simplemente no se rechazaba a chicos como Edward Cullen por ningún motivo. O tal vez fue una reacción tardía a todos los libros de Mills & Boon que solía robar del cajón de mi madre para leer a escondidas cuando tenía once años. Cristo, lo único que puedo decir con certeza es que estaba completamente preparada para ayudar e incluso participar en el plan de Edward Cullen para humillarme. Tal vez incluso algo peor. Pero fuera cual fuera su plan para mí, nunca tuvo oportunidad de llevarlo a cabo, porque en un solo instante toda mi vida tal como la conocía fue robada. Y ahora, diez años después, aquí está, parado frente a mí… el chico -ahora hombre- sobre el que mi madre me advirtió. Jóvenes Liberales (Young Liberals) es partido político conservador australiano para menores de edad. Bonds es una marca australiana popular por su ropa interior y prendas básicas como camisetas y sudaderas. En este caso, se menciona una sudadera manchada de Bonds como símbolo de ropa sencilla y cotidiana. En rugby, el medio scrum (en inglés scrum-half) es una posición clave. Es el jugador que se coloca entre los delanteros y los tres cuartos, y se encarga de sacar la pelota del scrum (una formación cerrada donde los jugadores empujan para disputar la posesión del balón). También dirige el ritmo del juego y conecta a los jugadores que defienden con los que atacan. Es similar a un mariscal de campo en fútbol americano. Nota de autora: Y esa fue Bella. ¿Les gustó? ¿Sí? ¿No? ¡Gracias por leer! xoxo
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