9
22 de octubre de 2025, 10:39
.
Capítulo 9
Edward
.
Bella es sorprendentemente sencilla… pero quizás un poco demasiado. Empiezo a pensar que es solo una actuación. Y sus ojos… Jesús. Aunque en general proyecta una actitud de indiferencia, sus ojos cuentan otra historia.
Esta chica está herida. Y mucho.
Claro que lo estaría. Tal vez después de diez años esperaba que ya lo hubiera superado un poco, pero ¿cómo se supera perder a toda tu familia?
Yo sé lo mal que me sentí cuando murió mi abuelo. No puedo imaginar si hubiera sido toda mi familia de una sola vez. ¿Mi madre? Celebraría la muerte de esa bruja, y un día lo haré.
Bella siempre ha sido la única chica en el planeta con la que he podido tener una conversación, pero estoy oxidado y fuera de mi zona de confort. Hace demasiado que no tengo una novia, y estoy cayendo en los viejos hábitos. Mi primer instinto siempre ha sido congelarme cuando alguien me toca. Me tomó cuatro malditos años superar eso, y aquí estoy, de vuelta al inicio.
Ella reaccionó raro conmigo, lo cual no puedo culparla del todo. Traté de disimularlo, pero no la convencí. Me miraba mucho, casi como si me examinara, pero su percepción está totalmente equivocada. Creyó en esos rumores sobre mí en la secundaria.
Todavía los cree.
Estuve a punto de decirle que Lauren Mallory fue la única chica con la que tuve sexo en ese entonces, pero no lo hice. Hubiera sido demasiada información muy pronto, y temía su reacción. Me dio la impresión de que se hubiera reído de mí. De incredulidad.
Finalmente, Jake viene a buscarme, golpeando con los nudillos la ventana con una sonrisa pícara en la cara.
Bella baja la ventana.
—¿Qué hacen ustedes dos? —Su tono es insinuante.
—Bella tuvo un ataque de asma —respondo, entrecerrando los ojos en una advertencia deliberada. A Jake solo le hacen falta un par de cervezas para volver a su mentalidad de secundaria, y fácilmente podría hacerme quedar como un idiota.
—Estoy bien —le asegura Bella cuando él desvía la mirada hacia ella.
Jake asiente y mete las manos en los bolsillos del pantalón.
—Bueno, nosotros nos vamos para la casa. ¿Vienes?
¿Nosotros…? Va a llevar a su novia con él, y mi gruñido de disgusto apenas se contiene bajo mi aliento.
—Sí —murmuro, frotándome la frente con fuerza.
—Listo entonces —se inclina para mirar bien a Bella por la ventana abierta—. Nos vemos, Bella.
—Chao —responde ella con ligereza—. Por cierto, Leah Clearwater… está mintiendo sobre su sangre azul, querido.
Jake solo la observa por un segundo, con una sonrisa que se va formando en su cara antes de soltar una risa.
—Nos vemos en casa —me dice.
Asiento con la cabeza, esperando que regrese al edificio antes de volverme hacia Bella.
—Que la pases bien en la boda mañana —ella arquea una ceja de inmediato—. ¿Te llamo pronto?
—Claro —dice sin más, moviéndose naturalmente hacia mí para anticiparse, al mismo tiempo que yo me inclino también.
No tengo problemas con las interacciones sociales, ni siquiera con las físicas. Se espera de mí, y me criaron toda la vida para comportarme de cierta manera. Sin embargo, en cuanto mis labios rozan la suavidad de su mejilla, mi cuerpo se tensa de inmediato… y se me para.
—¿Sería grosero si no me despido de Leah? —me pregunta con astucia después de separarnos.
Casi me río.
—No. Le voy a decir que no te sentías bien.
—Dios, gracias —responde con un alivio evidente—. ¡Aunque tuvo mucho descaro burlarse de mi caja de Favourites cuando nos sirvió vino de cartón de diez dólares!
Esta vez sí me río.
—Nos vemos pronto.
—Sí. Oye… —dice justo cuando me muevo para tomar la manija de la puerta.
Me doy vuelta hacia ella y alzo las cejas en señal de pregunta.
—¿Dónde vives?
—En Neutral Bay.
Ella resopla con ironía.
—Dios, por supuesto que sí. Prácticamente vivimos uno encima del otro.
Definitivamente tiene una aversión por todo lo relacionado con el dinero, pero al mismo tiempo, sabe que lo entiendo. Y había olvidado cuánto me hace reír esta chica.
—Chao, Bella.
—Nos vemos en el cine, querido. —Vuelve a hacer esa imitación. Luego, al bajarse del auto conmigo, se dirige hacia el lado del conductor.
Camino hacia mi auto levantando la mano para despedirme. No me doy vuelta a mirarla; no puedo.
Estaría mostrando demasiado.
*V*
—¿Al menos te hizo una mamada? —me suelta Jake esa misma noche, después de venirse a mi lado de la casa para ver repeticiones de cricket conmigo.
Casi me atraganto con la cerveza.
—¿Qué? ¡Jesús… por supuesto que no!
Se deja caer junto a mí en el sofá, una cerveza en mano.
—Ves, amigo, esa es la reacción opuesta a la que se supone deberías tener.
—Bueno, no todos podemos tener tu suerte —respondo con sarcasmo—. ¿Dónde está cómo-se-llame? Espero que ya se haya largado.
—Nah, se quedó. —Toma un trago de su cerveza—. Creo que voy a tener que terminar con ella —admite después de un momento.
Suelto una risa sarcástica.
—Imagínate mi sorpresa.
—Eres un pendejo, ¿lo sabías? —Me da un codazo—. Pero es por ti.
Lo miro de reojo, arqueando una ceja con sospecha.
—¿Cómo que por mí?
No sería la primera vez que usa mi nombre como excusa para terminar con una de sus novias. A la última le dijo que se parecía demasiado a mi ex y que eso me estaba traumando.
Idiota.
—Dijo unas cosas bastante de mierda sobre la chica de la biblioteca. —Se encoge de hombros y se manda otro trago de cerveza.
De inmediato me pongo tenso.
—¿Qué dijo?
—No es importante.
—¡Claro que es jodidamente importante! —suelto, ya furioso.
—Bueno, Cristo, tranquilo. Dijo algo sobre que Bella era pobre y que consiguió su casa en Crows Nest acostándose con su jefe.
Lo miro un momento, en silencio.
—¿Y aun así la trajiste a MI casa y te la tiraste?
Él se encoge de hombros con una sonrisita.
—Pues sí...
Resoplo con fuerza por la nariz.
—Dile que agarre sus cosas y que se largue a la mierda… ¡antes de que lo haga yo!
Gime como si pensara que estoy exagerando.
—Mira, sé que te traes algo con Bella y todo eso, pero ¿y si fuera cierto?
Suelto una carcajada incrédula.
—¿Y esto viene de la Señorita Caza-Fortunas 2.0 que está abajo? —Señalo con el dedo hacia su lado de la casa.
Se toma otro trago de cerveza y vuelve a sonreír solo, pero ni siquiera él puede negar qué clase de mujer es.
—Solo digo que Bella ha pasado por muchas cosas en su vida, ¿sabes? Nadie la juzgaría si fuera cierto.
—¿De verdad crees que es cierto? —le suelto, queriendo partirle la cara sin entender del todo por qué.
Se encoge de hombros a medias.
—Probablemente no.
—¿Entonces por qué carajos darle crédito a lo que dice la chica del West Coast Cooler?
Me mira y resopla.
—Vaya, qué esnob.
—¿Esnob, yo? ¡Tú eres el que se excita con la basura blanca!
—¡La puta mierda, hermano! ¿Por qué te pones así?
Vuelvo a mirar la tele y doy un trago de mi cerveza con rabia, pero no digo nada.
—¡Cristo! No me digas que ya estás enamorado de ella —suena horrorizado.
Me doy vuelta y lo empujo.
—¿Podrías no trivializar cada maldita cosa sobre mí?
Él se ríe, señalándome con la mano que aún sostiene la cerveza.
—¡Sí que lo estás, mierda!
—Sí, qué gracioso soy —murmuro, dejando la botella vacía sobre la mesa con un golpe seco y poniéndome de pie—. Me voy a dormir. Asegúrate de que tu polvo-de-la-semana se haya ido para la mañana.
—Sí, sí, está bien. ¡Eh, amigo, vuelve! ¡Solo bromeo! —grita entre risas, como el imbécil que es.
Solo le levanto el dedo del medio y sigo caminando.
Me doy una ducha y estoy secándome cuando suena mi teléfono. Logro contestar justo antes de que se desvíe al buzón de voz, con una mano sujetando la toalla en mi cintura, casi resbalando y partiéndome el cuello con el charco de agua que dejo atrás.
Es Bella.
—Hola, querido.
—Hola… Bella —mi voz se suaviza sin pensarlo.
—Hay algo que me molesta y no puedo dormir sin saberlo.
—Veamos.
—¿Por qué Leah se refirió a ti como el primo de Jake?
—Ah. —Me río a medias—. Jake dice que cuando llegué el jueves parecía un muerto de hambre, así que decidió vengarse diciéndole a Leah que era su primo de Campbelltown.
Se echa a reír de inmediato.
—Cristo, eso es hilarante.
—Sí… —murmuro—. Entonces, ¿tienes Facebook… o algo?
—Lo tengo —responde simplemente—. ¿Quieres ser mi amigo, o qué?
—Eh… claro… —Es tan directa. Realmente no sé cómo tomarla.
—Espera un segundo… —Se queda en silencio medio minuto, con la señal algo entrecortada, hasta que vuelve—. Listo, te mandé la solicitud. Ah, ahora soy Bella Dwyer. ¿Era eso lo que querías saber?
—Eh…
—Es el apellido de mi madre —aclara de inmediato—. Me quité el del cabrón de mi padre en cuanto pude. —Su tono se ensombrece de golpe.
—Okay.
—¿Intentaste encontrarme?
Jesús, esta chica.
—Sí —respondo con tanta inseguridad que prácticamente suena como una pregunta—. Espera, déjame aceptar.
Pongo el altavoz en el celular, abro Facebook y hago clic en la única notificación que tengo. Le doy aceptar. Su foto de perfil es un caniche.
—Listo —le aviso.
—Dios, Rosalie Hale acaba de enviarme una solicitud de amistad. Qué rapidez. Seguro se la pasa esperando a que le aparezcan amigos en común en la barra lateral —resopla—. ¿La acepto?
—Solo si te gusta ver cincuenta selfies de Snapchat suyas al día —comento con sequedad.
—¿Por qué no me sorprende? Okay, tengo que mirar esto.
La señal se vuelve estática por unos momentos, hasta que de pronto exclama:
—¡Oh, Dios mío!
—¿Qué…?
—Cristo, no estabas jodiendo, Edward.
Es la primera vez que dice mi nombre. Me gusta.
Me río por lo bajo.
—No, olvídalo… Dios, qué egocéntrica es.
—Siempre lo fue.
—¿Qué vas a hacer en Navidad? —cambia de tema de repente.
—Hmm… no lo sé aún. ¿Tú qué vas a hacer? —pregunto, y casi gimo en voz alta. Qué estupidez de pregunta.
—Normalmente recibo muchas invitaciones por lástima —responde con ligereza.
—Oh… mierda… lo siento.
—¿Dios, por qué?
—Fue insensible… —murmuro.
—¿Lo de las invitaciones por lástima?
—No, el haber preguntado… Olvídalo.
—Cristo, querido, en serio necesitas relajarte —vuelve a imitar ese acento del North Shore, y me río.
—Tienes una actitud increíble, Bella.
—¿Esa fue la razón por la que me invitaste a salir?
—Sí… —respondo, sin mucha convicción. Empiezo a sospechar que me está tomando el pelo.
Ella resopla, y la señal se vuelve estática de nuevo.
—No fue por eso.
—De acuerdo… no lo fue —admito—. Te invité a salir porque siempre me pareciste la chica más bonita de la escuela.
—Dios… —murmura, quedándose callada unos segundos—. Esa sí que es una frase para el recuerdo.
—Jesús… —comento divertido, y ella se ríe. Me gusta su risa; es ligera y le sale natural.
—¿Me haces un favor?
—Sí…
—¿Puedes llamarme mañana? —pregunta. Abro la boca para decir que sí, pero enseguida añade—: El pasante de mi jefe va a estar allí, y no para de tirárseme. Me aterra pensar cómo se va a poner después de unas cervezas. Es un imbécil total. En fin, ya le dije que tengo novio, pero hasta ahora cree que lo estoy inventando.
—Eh... está bien, entonces.
—También puede que le haya dicho que mi novio se llama Jeff, así que si te llamo Jeff, no te confundas ni cuelgues ni nada, ¿okey?
Vuelvo a reír, pero no tengo ni idea de qué diablos estoy haciendo con esta chica.
—No hay problema. ¿A qué hora quieres que te llame?
—Te mando una señal primero.
—Okey, pero… ¿no sospechará por qué estás sola?
—Ya lo tengo todo cubierto, ¡no te preocupes!
Esta vez mi risa es abierta.
—¿Una cosa más?
—¿Sí?
—¿Por qué llevas un inhalador en el auto?
—Oh... eh, por el trabajo. Entreno a varios equipos deportivos y tengo que llevar un botiquín. Algunos de los chicos del equipo de natación son asmáticos, así que llevo un par de inhaladores por si acaso.
—Aaah. Bueno, eso tiene sentido. Y yo pensando que podías ver el futuro. —Ahora es ella la que ríe primero, y yo la acompaño.
—No, no tengo tanta suerte.
Suelta un suspiro largo.
—Bueno, supongo que debería irme a dormir. Mi jefe mandará una limusina a las ocho de la mañana para recoger al personal administrativo. ¿Los pasajeros pueden sentarse en el asiento delantero? —pregunta, y hay algo en su tono que sugiere que le preocupa más de lo que quiere aparentar.
—Eh… no estoy seguro. Supongo que sí, que está bien.
¡Mierda! No le gusta sentarse atrás. De pronto, lo entiendo. Abro la boca para ofrecerme a llevarla mañana, pero con un rápido:
—Nos vemos, querido —corta la llamada.
*V*
Cuando me despierto a la mañana siguiente, la casa está en silencio. Jake va al gimnasio todos los sábados, así que supongo que está allá, pero antes de poder relajarme, bajo al primer piso y reviso su habitación… para asegurarme de que esa mujer ya se haya ido.
Y sí, se fue.
Después del desayuno salgo a correr, y cuando regreso, Jake ya está en casa.
—Ey, amigo, ¿quieres ir al pub esta noche? —pregunta. Está sentado en la mesa del comedor con media caja de Fruit Loops metida en un tazón. Porque eso es lo que hace Jake después del gimnasio: comer azúcar.
—No —respondo con frialdad, yendo al refrigerador a sacar una bebida energética.
—¿Todavía estás molesto por anoche? Corté con Leah. Se puso como loca y me dio una patada en las bolas —comenta con una sonrisa autosatisfecha.
—Bien —es todo lo que digo, mientras me bajo el Gatorade de un solo trago.
—Además, tenía un tatuaje en una de las nalgas. ¿Quieres saber qué decía?
—La verdad, no —respondo con tono seco.
—Robbo —me dice de todas formas.
Casi me sale el Gatorade por la nariz de la risa.
—Bueno, ¿qué esperabas?
—No estoy seguro —se encoge de hombros, mientras sigue metiéndose Fruit Loops a la boca y se le chorrea la leche por la barbilla.
—Carajo, eres un cerdo.
Solo me lanza una sonrisa burlona, pero no responde.
—Ey, amigo, si eso es lo que te gusta, adelante. No lo entiendo, igual —añado mientras lanzo la botella vacía de Gatorade al basurero al salir de la cocina.
—¿Quieres saber por qué me gustan? —me grita—. ¡Porque para cuando cumpla cuarenta me van a obligar a casarme con una maldita Rosalie Hale y voy a ser un miserable!
Bueno… en eso tiene razón.
*V*
Poco después de las cinco de la tarde, Bella me manda un mensaje: Ahora, amor.
Presiono «llamar» con una sonrisa que se extiende rápidamente por mi cara.
—¡Jeffrey, amor! —exclama en voz alta, y por el tono ya se nota que está bien borracha—. Estás en altavoz —su voz baja a un murmullo casi ininteligible—, así que hay que exagerar todo.
—Está bien. Eh… ¿cómo estás, bebé?
Dios santo.
—Estoy bien, ¡pero extraño tanto tu hermoso rostro! —Sí, está borracha, sin duda.
—Yo también te extraño, preciosa.
Mierda, esto va de mal en peor. Me llevo la mano a la frente, conteniendo las ganas de gemir.
—Awww… qué dulce ereees —arrastra las palabras.
—¿Cuánto has bebido? —pregunto frunciendo el ceño, olvidando por un momento nuestra farsa.
—Probablemente demasiado —hipa.
—Bueno, entonces nada de manejar.
—Está toooodo bien. Ya tuve todos mis accidentes de auto de una sola vez, ¿recuerdas? —Maldición. Me pregunto cómo puede hacer bromas con eso todo el tiempo—. Estoy toda engalanada, amor. ¿Quieres que te mande una foto? —añade de repente.
—Claro.
—Tá bien, espera un segundo… ¡Maldita sea, soy pésima para las selfies! Necesito dedos largos como los tuyos —su tono se vuelve casi sugerente.
—Eh…
—Listo, la mandé. Dime qué te parece, ¿sí?
—De acuerdo.
—¿La estás viendo?
—¿Ahora?
—¡Por supuesto que ahora!
—Está bien, espera un segundo. —Abro los mensajes, doy clic en la miniatura de la foto de Bella y… Jesús.
—¿Te gusta?
—Me gusta —murmuro, sonriendo para mí mismo, porque está buenísima. El vestido es azul marino, de tirantes delgados, y deja ver mucho de sus pechos, pero…
—Sabía que te iba a gustar. Mándame una tuya, ¿sí? Alice quiere ver cómo eres.
—¿Ahora?
—Sííí. Ahora —insiste.
—Eh, ¿segura? Acabo de salir de la ducha.
—Pues mejor todavía.
—Bueno, dame un segundo. —Me tomo rápidamente una foto, cuidando de no mostrar demasiado del pecho desnudo, y la envío antes de arrepentirme—. ¿La tienes?
—Mmm… espera. —Hay silencio por un momento antes de que una voz que no es la suya exclame—: ¡Está buenísimo!
—¿Bella?
—¿Sí?
—¿Te gustó?
—Por supuesto que me gustó —responde, esta vez sin ninguna burla fingida—. Eres jodidamente hermoso.
Robbo – Robert, así que Leah tenía el nombre de un exnovio tatuado en el trasero.