12
22 de octubre de 2025, 10:39
.
Capítulo 12
Bella
.
No estoy segura de si algún día me voy a acostumbrar a ver a Edward Cullen medio desnudo en mi cama, pero ahora mismo me gustaría esposarlo al cabecero y dejarlo ahí para siempre.
Está acostado boca abajo, su espalda es una montaña de músculos que sube y baja mientras respira. Está roncando suavemente, y, por el amor de Dios, ¿cómo puede un hombre ser tan atractivo dormido como cuando está despierto?
Podría comérmelo.
Esta noche fue nuestra cita «S». La cita en la que tuvimos sexo. Sin contar la primera cita -porque eso fue más una sesión de terapia que otra cosa- llegamos a la cita número cuatro. Normalmente no pongo plazos a las citas, ni restricción o límite a las interacciones, pero esta noche, por alguna razón, me puse a pensar si mi madre lo aprobaría.
No a Edward, sino el hecho de que apenas aguanté una semana.
Planeo despertarlo pronto para otra ronda, porque, Cristo, necesito ese cuerpo caliente y pesado sobre mí otra vez. No tiene ni idea de lo que está haciendo, y eso lo hace ridículamente adorable. Es torpe y completamente descoordinado, y, por supuesto, se disculpa durante el sexo tanto como lo hace en cualquier otra circunstancia del día a día. Me hace preguntarme qué más le habrá hecho su madre, esa bruja malvada, porque se disculpa tanto que parece como si lo hubieran programado para creer que siempre tiene la culpa de todo.
Y sospecho que así fue. Puede que tenga que matarla.
Hay algo en él que me hace querer ponerme maternal y protegerlo. Es un espécimen de hombre impresionante, pero al mismo tiempo es como un niño pequeño. Tiene una inocencia…
Considerando todo, está sorprendentemente bien adaptado, y parece que su abuelo lo salvó a él y a su hermano de convertirse en otra estadística de la maldición de los ricos asquerosos.
Gracias al cielo ya no se sobresalta cuando lo toco, porque es el tipo de hombre que ninguna chica en su sano juicio podría resistirse a manosear. Estaba tenso como una cuerda, pero nada que una buena masturbación no pueda solucionar. Era necesario, porque ese hombre hermoso estaba tan reprimido que estoy segura de que eso le habría causado disfunción eréctil más adelante.
Oppa ya se encariñó con él. Maldito traidor. Se le entrega por completo en cuanto Edward cruza la puerta. Más temprano esta noche, los encontré acurrucados en el sofá, y supe que no íbamos a llegar a la quinta cita. Sé que le prometí después de la cita uno que podía hacer lo que quisiera conmigo, pero temía que cualquier cosa más, después de esa noche, pudiera hacerle daño. Y también quería ver cuánto tiempo podía resistirme.
No fue mucho, evidentemente.
Lo invité a cenar con la única intención de quitarle la ropa, y no decepcionó. Está ridículamente en forma, diferente a Jake, que seguramente sigue levantando pesas, pero como si Edward entrenara a diario nadando sin parar.Estaba más que dispuesto, pero Dios, vamos a tener que trabajar en su resistencia.
*V*
Camino de puntillas por el pasillo hasta la cocina, donde Oppa está dormido en su cama. Apenas enciendo la luz, se despierta de inmediato y empieza a saltar a mi alrededor. Nadie me advirtió nunca que los caniches fueran tan hiperactivos.
—Oppa… habla —le ordeno en un susurro, y por supuesto, obedece de inmediato, porque además de hiperactivos, también son ridículamente inteligentes. Yo salto y brinco a su alrededor, excitándolo hasta que empieza a ladrar una y otra vez, lo suficientemente fuerte como para despertar al Adonis dormido en mi cama.
Y sí, treinta segundos después, Edward sale tambaleándose del cuarto, claramente aún medio dormido y desnudo salvo por un par de calzoncillos Bonds azul marino. En serio tiene una fijación con la ropa Bonds en general, aunque no puedo culparlo por esta prenda en particular.
—Lo siento, Edward —me disculpo de inmediato—. Seguramente vio un maldito zancudo o algo. Es un exagerado.
Él suelta un gruñido gutural, medio sonríe con expresión de borracho feliz, y Dios, parece un niño de doce años que acaba de perder la virginidad.
—Hola.
—Hola.
—¿Qué hora es?
Miro alrededor sabiendo que tengo un reloj en alguna parte… la estufa.
—Doce y media.
—Hmmm... —se lleva la mano a la nuca y se rasca—. ¿No tienes sueño?
—Bueno, eso depende… —Alzo una ceja y le lanzo la mirada universal de «fóllame ya».
Como está medio dormido, su tiempo de reacción es un poco lento, pero no pasa mucho antes de que esa sonrisa de borracho se transforme en una sonrisa astuta… y sus calzoncillos Bonds empiecen a tensarse.
Solo dijo «lo siento» cuatro veces en esta ocasión, y sí se golpeó la cabeza contra el cabecero, pero hay algo ridículamente adorable en un tipo que se agarra la cabeza con dolor justo cuando está por correrse.
O tal vez simplemente todo sobre Edward me parece ridículamente adorable.
Como la vez anterior, apenas se recupera, intenta apartar su cuerpo caliente y sudoroso del mío, pero esta vez no lo dejo.
—¿Puedes quedarte quieto de una maldita vez?
—Lo siento, Bella, no quiero aplastarte —responde con esa expresión llena de preocupación que me mata.
—Cristo, Edward, no estoy hecha de vidrio. —Enlazo mis brazos alrededor de su cuello para animarlo a relajarse, pero no es fácil con este hombre.
Naturalmente, no lo hace. En cambio, se apoya en sus manos como si estuviera por hacer flexiones sobre mí.
—¿Y ahora qué demonios haces?
Empieza a reírse, con esa risa ronca y grave, antes de hundir su rostro contra mi cuello.
—No lo sé. Me preocupo por ti.
—¿Estás rompiendo una de mis reglas?
—Me preocupo por ti físicamente, quiero decir. —Levanta la cabeza y aclara, y estoy bastante segura de que eso hace referencia a una de mis reglas.
—Dios, ¿por qué? No me estoy muriendo.
Puedo verlo en su expresión, no le gusta que diga cosas así. Me mira fijamente por un momento, y cuando abre la boca, estoy convencida de que va a decírmelo, pero lo que en realidad dice me toma por sorpresa.
—Bella…
—¿Sí, señor Voz de Whisky?
—¿Perdón?
—Olvídalo.
Sonríe y suelta un resoplido suave por la nariz mientras su expresión vuelve a ponerse seria.
—¿Estás protegida, verdad?
—Claro que sí. —Cristo, ¿cómo salgo de esta? No puedo contarle algo tan pesado justo después de nuestra Cita S, pero tengo que tranquilizar al pobre hombre. El lado bueno es que tengo el lujo de ser súper descuidada; el lado malo… bueno, mi terapeuta ya insinuó que probablemente uso el sexo como terapia.
¿La jodida ironía? Me he convertido en Lauren Mallory.
Dios, sáquenme de este infierno.
He notado que Edward hace cierta expresión cuando quiere averiguar más, pero le da miedo molestarme, o tal vez es que es demasiado caballero. Frunce el ceño y parece que su mente se pierde en el espacio. Lo está haciendo ahora.
Quiere más detalles, y mierda.
—Estoy tomando la píldora. Me regula el ciclo. La uso desde que era niña —miento descaradamente. Siempre es la ruta más segura porque la mayoría de los hombres no tienen ni idea sobre la fontanería femenina.
Su expresión se relaja y suelta el aire, dejándome saber que está tan aliviado como yo. Solo que por razones distintas.
Como se niega a relajar su peso sobre mí, lo saco de su tortura de mantenerse suspendido y me deslizo para salir de debajo de él. Inmediatamente abre un brazo para mí y me acurruco contra su pecho.
—¿Hey? —digo después de un momento de inhalar ese embriagador aroma a Aramis y sudor amaderado.
—¿Mmm?
—Uno pensaría que serías mucho más cuidadoso después de embarazar a Lauren Mallory. ¿Y si yo estuviera jugando a la ruleta rusa?
—Sí, lo sé. Lo siento.
—Cristo, señor Disculpas, esto ya se está volviendo una epidemia.
Él suelta esa risa ronca contra mi cabello.
—Eres realmente hermosa, ¿lo sabías?
Además de pedir disculpas, Edward también tiene la costumbre de ser completamente aleatorio.
—Bueno, mi madre fue modelo, amor. Lástima que yo sea tan bajita.
¿Tan bajita soy? ¿1.60 es ser baja?
—¿Podrías no hacer bromas por una vez?
—¿Y qué se supone que debo decir ante algo así? ¿Ponerme toda engreída como Rosalie Hale?
—Hablas demasiado. —Hay diversión en su voz, pero está cansado. Probablemente no está acostumbrado a tener sexo dos veces en dos horas. Sospecho que, aparte de Lauren Mallory, solo ha estado con otra mujer.
Tengo mucho que enseñarle.
*V*
Edward y yo no hemos hablado realmente de nuestras tristes historias; no es que yo tenga planes de hacerlo. Esa es una calle de la miseria por la que no quiero pasear. Aparte de lo que Edward me reveló en nuestra primera cita, no ha dicho nada más. Me ha preguntado un par de cosas sobre mi pasado, pero he logrado desviarlo del tema con éxito. No hay nada que apague más rápido una estupenda vida sexual -porque a pesar de su inexperiencia, realmente lo es- que la Saga de Isabella Swan, y una de las cosas que no soporto es la lástima o la compasión. Sí, mi familia está muerta, pero yo no, y no quiero que me traten diferente a cualquier otra persona que no ha pasado por el infierno y regresado bajo un camión de Linfox. No puedo dejar que lo que me pasó me defina; ya no.
Tampoco quiero saber más sobre el dolor de Edward.
No es que no me importe; es que él es el tipo de persona que hará que me importe demasiado. La verdad es que no quiero enamorarme de él, y cuanto más sepa sobre él, más peligroso será. Por ahora, me basta con estar encaprichada, y lo considero mi deber como mujer llevar a ese pobre tipo al nivel que se espera en la cama. Es tan torpe y completamente despistado que puede que tome un tiempo. Además, es tan fácil de mirar que no me molesta tenerlo rondando por mi casa, y es bueno tener ocupada otra vez la agenda del fin de semana.
Tengo que mantenerme ocupada; no soy el tipo de persona que puede quedarse sentada sin hacer nada. No hay nada peor que una mente ociosa; abre la puerta a cosas que no quiero dejar entrar.
No le he contado a mi terapeuta sobre Edward aún. No estaría de acuerdo, y no quiero que un hombre al que le pago miles de dólares al año se ponga todo paternal y me imponga restricciones. Él no cree que esté emocionalmente lista para una relación todavía. De hecho, me advierte activamente que las evite. Al parecer, además de ser perjudicial para la otra persona, abrirme a alguien podría llevarme directo a callejón suicida al desencadenar ansiedad extrema y depresión.
Como si necesitara a alguien más para que eso pase.
Tengo que mantenerme emocionalmente desprendida de Edward. Por un tiempo, al menos, hasta que estar en una relación no me dé pavor ni me empuje al borde del abismo.
Aunque todavía tengo días realmente de mierda, y ciertos eventos activan esas cuatro malditas letras que he llegado a detestar, TEPT, estoy mucho mejor que hace tres años. Mis pesadillas se han reducido a una por mes, más o menos, y hace mucho que no tengo un ataque de pánico. Lo positivo es que Edward sabe lo que me pasó sin tener que pasar por la incomodidad de contarle todo. Bueno, sabe la mayor parte. Así que si pasa algo que me desborde cuando él esté presente, al menos no se va a quedar en shock. Sabiendo lo que él mismo ha vivido, probablemente sea la mejor persona para tener cerca.
Cristo, qué deprimente.
Supongo que, con tanto pasar los fines de semana con él, era inevitable que algo pasara tarde o temprano. «Intenta ver el lado positivo de todo», como diría mi terapeuta. El lado positivo es que, al menos, el mayor colapso que he tenido en lo que va del año fue con él, así que la próxima vez que ocurra estará más o menos inmunizado.
No me gustan las autopistas, y absolutamente no soporto el rugido del motor de un tráiler; especialmente el sonido de sus frenos.
A veces mis fobias y yo colisionamos, como en la boda de mi jefe, por ejemplo, y siempre tengo estrategias preparadas para esos casos. Logré convencer al chofer de la limusina de que me dejara ir en el asiento delantero, pero estuvimos más de una hora en la maldita M5 rodeados de camiones de todos los tamaños. Dormí todo el camino, drogada con antihistamínicos que tomé media hora antes.
Por lo general, puedo tolerarlo en dosis pequeñas sin desmoronarme. Manejar hasta el departamento de Leah en Newton fue uno de esos casos. Además, todos los días recorro dos kilómetros por la autopista M1 camino al trabajo, antes de tomar el ferry en Milson's Point. La mayoría de las veces puedo manejarlo sin ataques. Simplemente no pienso mucho y mantengo la vista, y la mente, en lo que tengo en frente.
Así que cuando Edward sugirió ir a almorzar al Royal Botanic Gardens cuatro sábados después, no me pareció gran cosa. Solo íbamos a estar un kilómetro más sobre la A1. Podía soportarlo.
En retrospectiva, debimos haber tomado el ferry.
Estábamos acercándonos al Túnel del Puerto de Sídney cuando sucede: un embotellamiento repentino que obliga a Edward a frenar -bastante brusco. Salgo disparada hacia adelante, el cinturón de seguridad me detiene y me saca el aire de los pulmones, y es entonces cuando lo escucho. Ese maldito sonido espantoso de los neumáticos de un camión chillando justo detrás de nosotros.
Cierro los ojos con fuerza, estirando el brazo hacia Edward para sujetarme. El impacto que estoy esperando no llega, pero el pánico sí. Y los ataques de pánico rápidamente desencadenan mi asma.
Conozco la señal de advertencia del pánico de inmediato. Lo primero que pasa es que todo sonido se apaga, sustituido por un zumbido agudo. Después, pierdo toda noción del tiempo. Todo parece ir en cámara lenta, mientras que lo único que percibo en tiempo real es el sonido de mi respiración, cada vez más rápida y superficial, retumbando en mis oídos.
Ahí es cuando todo se va al carajo.
Intento escapar, literalmente, mientras Edward sigue conduciendo por el túnel a sesenta kilómetros por hora. Con mis instintos más primitivos empujándome hacia adelante, agarro la manija de la puerta y trato de saltar del auto. Edward inmediatamente me agarra y me jala de nuevo, pero no hay dónde detenerse; tiene que seguir hasta salir del túnel.
Me doy vuelta hacia él, y aunque no puedo escuchar lo que dice, claramente está gritando, con la expresión más intensa de miedo inundando su rostro.
Y entonces todo vuelve de golpe. El sonido, el tiempo, todo al mismo tiempo. Apenas puedo respirar, y le grito a Edward que me deje salir.
Acelera para salir del túnel lo más rápido posible, pero eso solo me empeora. Conduce de forma errática, con una mano en el volante y la otra aferrada a mi camiseta, manteniéndome en el asiento.
Apenas salimos del túnel, Edward gira bruscamente a la derecha en Macquarie Street, y no sé dónde se detiene, ni si es legal o no, pero yo ya estoy fuera del auto y cayendo de rodillas en la acera antes de que él se detenga por completo.
No puedo respirar, estoy empapada en sudor y siento que me voy a morir, literalmente.
Edward me rodea con los brazos de inmediato, me mete el inhalador a la fuerza en la boca, mientras unas cuantas decenas de personas comienzan a rodearnos.
Y luego hago lo que siempre hago después de un episodio de asma particularmente feo: vomito. Es el mecanismo de defensa natural de mi cuerpo para expulsar todo lo que pudiera estar obstruyendo mis vías respiratorias, y le cae todo encima a Edward.
Algún alma perceptiva llama a una ambulancia; llega minutos después y me suben de inmediato. Apenas muevo la cabeza en una protesta débil, pero estoy tan débil y temblorosa, y respiro tan poco, que me colocan una mascarilla de oxígeno mientras me aseguran a la camilla.
Miro alrededor con desesperación buscando a Edward, y cuando finalmente lo encuentro, está parado a unos dos metros detrás de la ambulancia, con los ojos abiertos como platos, mirándome completamente horrorizado, cubierto en vómito.
El TEPT, o Trastorno de Estrés Postraumático, es una afección de salud mental que se desarrolla tras experimentar un evento traumático, como la guerra, un desastre natural o una agresión, donde la persona se siente abrumada y no se recupera de forma habitual. En el caso de Bella fue el accidente automovilístico en el que perdió a toda su familia. Los síntomas incluyen revivir el trauma (flashbacks o pesadillas). Es por eso que Bella no puede usar autopistas porque revive el evento, y es por eso que aún sigue yendo a terapia.
En el original se usa la letra "D" para llamar la cita entre Bella y Edward como código juguetón de "D for Doing it" (un eufemismo para sexo). En español lo adapté como "cita S" por la inicial de "sexo", conservando el tono cómplice del diálogo.