ID de la obra: 1331

Vértigo

Het
R
En progreso
0
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 500 páginas, 166.876 palabras, 47 capítulos
Descripción:
Notas:
Publicando en otros sitios web:
Consultar con el autor / traductor
Compartir:
0 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar

15

Ajustes de texto
. Capítulo 15 Edward . Esta noche aprendí algo nuevo sobre Bella. Apenas tiene la capacidad de reconocer sus propias emociones, o de conectar con ellas. Supongo que tiene todo el sentido, considerando por lo que ha pasado, pero no estoy seguro de lo que eso significa para nosotros; solo sé que no puede ser algo bueno. ¿Por qué carajos le dije que la amo? Pensé que lo había arruinado todo y quería patearme a mí mismo, pero Bella lo tomó sorprendentemente bien. Ya suponía que probablemente no me lo diría de vuelta tan pronto, y todavía no tengo ni idea de por qué lo solté así, sin más. Pierdo la cabeza cuando estoy con ella; lo pierdo todo, jodidamente todo. Estoy empezando a darme cuenta de que, cuanto más la conozco, más difícil se vuelve entenderla. No sé si se está cerrando aún más o si simplemente es un maldito enigma. Considerando que no tiene problemas en decir lo que se le pasa por la cabeza en cualquier momento, no debería ser un problema, pero lo es. Tiene muchas barreras para mantenerme a distancia y evitar hablar de su pasado. Sus reglas son una de esas barreras, y usar el sexo para distraerme es otra. A veces dudo si algo de esto es real. Si siente algo por mí, o si siquiera es capaz de hacerlo. Me pregunto si yo soy una de esas barreras, y si solo me está usando como distracción. Es horrible siquiera pensarlo, pero a veces se siente como si no estuviera ni remotamente comprometida conmigo; por muy convincente que parezca. Tal vez ese corazón suyo sí fue apagado de verdad, y no va a volver. No por mí; no por nadie. Pero luego la miro a los ojos y veo todo ese dolor que apenas puede mantener a raya, y sé que no hay mucho que no haría por ella. No mentí cuando le dije que la amaba. ¿A quién quiero engañar? Siempre la he amado. Solo quisiera saber qué hacer para llegar a ella. Aun así, está empezando a abrirse más conmigo, y sé que eso es enorme para ella. Así que tal vez solo estoy sobrepensando todo, como Jake siempre me acusa de hacer, pero no puedo quitarme de encima la sensación de que todo está a punto de irse al carajo. *V* No llegamos al final de la película. Bella está inquieta, y yo tengo la cabeza tan llena de distracciones que no puedo concentrarme. Además, Jake y su novia se quedaron dormidos poco después de que empezara. Livianos. —Déjame agarrar mis zapatos —le digo después de levantarla del sofá conmigo. —Está bien —responde simplemente—. Voy a echarle un ojo a tu baño. Dejo escapar una pequeña risa y resoplo para mí. Es la única persona que conozco que todavía usa la expresión echarle un ojo. —Vale. —Cristo, Edward, tu ducha es más grande que todo mi baño —exclama, con la voz resonando en los azulejos mientras yo me siento en la esquina de la cama y me ato los cordones. Solo sigo sonriendo para mí, sin responder, y al momento siguiente, ella reaparece y camina hacia mí. Levanto la mirada y la veo observándome, con una expresión demasiado seria para lo que estoy acostumbrado en ella. Abro la boca para preguntarle si está bien, pero se coloca entre mis piernas, rodea mi cuello con los brazos y apoya mi cabeza contra su abdomen. —¿Bella…? No responde. En cambio, acaricia mi cabello con los dedos y deja caer los labios sobre la parte superior de mi cabeza. —Mierda… —susurra al cabo de un momento, más para sí misma que para mí. —Nena… ¿estás bien? Inclina la cabeza para encontrar mis ojos y alza una ceja. —¿Cómo me llamaste? —su tono se aligera. —¿Nena? ¿No se puede? Exhala brevemente por la nariz, casi riéndose. —Dios, Edward, no soy tu madre. Puedes llamarme como te dé la gana. Mi sonrisa se ensancha y me preparo para levantarme de la cama, cuando de pronto ella contiene el aliento. —Cristo, ¿qué me pasa? —¿Qué? —pregunto, confundido, mirándola. —Eso fue muy insensible de mi parte —murmura, desviando la mirada, con el ceño fruncido. —¿Qué fue? —Mencionar a tu madre —admite, aún sin mirarme. Suelto una risita breve, paso mis brazos por su cintura y entierro la cara en su camiseta por un momento. —Estoy bastante seguro de que estás rompiendo una de tus propias reglas. —No se vale usar eso en mi contra —murmura con suavidad. —Puedes mencionar a mi madre. Está bien, gansa —le aseguro. Ella vuelve a rodearme la cabeza con los brazos, me atrae de nuevo hacia su cuerpo y empieza a jugar distraídamente con mi cabello. Me está dando sueño. —¿Edward? —pregunta al fin, con voz suave. —¿Hmm? —Me haces preocuparme por ti —admite en un susurro. —¿Por qué te preocuparías por mí? —Porque… también podría perderte —su voz se quiebra suavemente. ¿También? Jesús. Me pongo de pie de la cama y la envuelvo entre mis brazos. —Bella, te prometo que no me va a pasar nada. No responde, así que llevo mi mano a su rostro y la giro para poder ver sus ojos. —¿Está bien? —Eso no es algo que puedas prometer —responde, soltando un largo suspiro. Luego, quita mi mano de su cara y se apoya contra mí, apoyando la frente en mi hombro. —No puedes vivir así, Bella. Te vas a volver loca —murmuro, rodeándola por los antebrazos y enterrando mi nariz y labios en la coronilla de su cabeza. Suelta una risa sarcástica y apagada contra mi pecho. —Sí… —¿Qué te parece esto? —propongo, envolviéndola por completo con los brazos y pegándola contra mí—. Lo tomamos un día a la vez y no miramos demasiado hacia el futuro. Ella emite un pequeño murmullo y luego gime. —Eso suena algo deprimente —no lo dice en serio, pero rara vez se queda atrapada en algo por mucho tiempo. —¿Eso es un sí? —Sí —responde exhalando, con tono resignado. —Bien. ¿Y ahora volvemos a tu casa? Probablemente Oppa ya tenga ansiedad por separación —la molesto. —Okay. Cristo… —Suspira, se separa de mí y me lanza una sonrisa resignada—. ¿Cómo puedes preferir mi casa a esta? —hace un gesto hacia la habitación. —Te lo dije, es demasiado grande. *V* Cuando llegamos de nuevo a su casa, algo ha cambiado en ella. Se ha quedado callada, lo cual, tratándose de Bella, es una enorme señal de alarma. Después de abrir la puerta y prácticamente ignorar el saludo de Oppa, me arrastra hasta su habitación y me jala a la cama con ella, pero no es para tener sexo. —Estoy cansada —murmura, acercándome para apoyar la cabeza sobre mi pecho y cerrar los ojos. —¿Quieres ponerte primero la pijama? —pregunto, inclinándome para besar su cabello. —Mmm… no —enfatiza con la cabeza, a medias. Jesús, otra alerta roja, porque antes de irse a dormir, Bella siempre pasa demasiado tiempo en el baño haciendo quién sabe qué. Esto no es propio de ella. —¿Bella…? No responde, pero no puede estar dormida tan rápido. Con cuidado, me deslizo para salir de debajo de ella y la giro sobre su espalda. Se queja y se tapa los ojos con un brazo, pero no protesta. Después de desabotonarle los vaqueros, se los quito. Luego me saco la camiseta por la cabeza y me quito mis propios pantalones de una patada, la acomodo entre mis brazos y tiro de las cobijas sobre nosotros. Está profundamente dormida en segundos. Yo tardo mucho más. Muchísimo más. No sé cuánto tiempo ha pasado, cuando Bella de repente se incorpora de golpe en la cama, inhalando con fuerza. Me incorporo enseguida junto a ella, y me doy cuenta de que sigue dormida. Incluso con la luz de la luna es evidente que sus ojos están vidriosos y fijos en un punto frente a ella, mientras su pecho sube y baja rápidamente. Tiene la mano aferrada al pecho y gira la cabeza de un lado a otro como si buscara algo. —¿Dónde… dónde…? No puedo. Yo… yo… —balbucea de forma incoherente, y la expresión de pánico en su rostro es completamente real. —¿Hey? —Le rodeo los hombros con el brazo e intento girarla hacia mí. Está temblando, visiblemente. Sus ojos siguen moviéndose alrededor, cada vez con más miedo, mientras su respiración se vuelve más rápida y superficial. Me inclino para encender la lámpara en la mesa de noche más cercana y agarro su inhalador. —Bella —la sacudo suavemente—. ¿Hey? Se gira para mirarme, sus ojos se fijan en los míos, y veo cómo el pánico empieza a desvanecerse y da paso al reconocimiento. —Oh… mierda… —susurra al fin, tomando el inhalador y llevándoselo a los pulmones. —¿Estás bien? —le pregunto, apartándole el cabello de la cara, y prácticamente puedo oír su corazón retumbando dentro de su pecho. Asiente, aunque de pronto parece distraída. —Sí. —¿Segura? —Estoy bien —responde, frunciendo el ceño, pero no suena ni remotamente convincente. Está lejos de estar bien. —Bella… —Edward… Cristo. Me pasa de vez en cuando. No es para tanto. —Okay. Lo siento. Gime, pero esta vez está bromeando, y una sonrisa se dibuja levemente en sus labios. —Me estás matando, mierda. Y así, en un segundo, vuelve a levantar su muro, dejándome del otro lado. Y la persona que es cuando ese muro está erigido tampoco es quien realmente es. Carajo, la verdad es que no sé quién es ella realmente. Estoy igual de a oscuras que siempre. Lo único que sé con certeza es que Bella no está bien. No importa cuántas veces lo diga, o cuántos chistes haga sobre lo que le pasó, no está bien. —Hey… —su voz se suaviza, y apoyando la palma en mi nuca, me acerca a ella y junta su frente con la mía—. ¿Sabes qué creo? —¿Qué? —murmuro, con la mirada pegada a sus piernas desnudas. —Creo que piensas demasiado. Resoplo. —Jake dice lo mismo. —¿Siempre fuiste así de serio? —Se aleja para mirarme, y otra vez volvemos a mí… como si yo fuera el maldito que se despertó con un ataque de pánico. —No. Bella, escucha… Gime de nuevo, esta vez más fuerte. —Okay, tengo una nueva regla. Nada de ponerse serios a… ¿qué hora maldita es? —Se da vuelta, agarra su celular y lo enciende—. ¿¡Las tres malditas de la mañana!? Cristo, ni siquiera recuerdo haberme quedado dormida. —Bella… —Suspiro. —Okay, señor Seriedad, esta es mi nueva regla. —Me ignora por completo. —Jesús… —murmuro, casi por lo bajo, pasándome la mano por la frente. —¡Edward! —espeta. Al instante levanto la mirada hacia sus ojos, y me doy cuenta de que no está molesta conmigo, está frustrada—. ¡Basta! —¿Basta de qué…? —¡Esto! —coloca sus dedos sobre mi frente—. Todo esto que haces de preocuparte. Cristo, ¿cómo lidias con eso todo el jodido tiempo? —Porque, Bella, no sé nada sobre ti. —Sabes más que la mayoría —responde de inmediato. —Yo… ¡mierda! —suelto, completamente frustrado, dejando caer la cabeza en la palma de mi mano extendida. —Edward… —lleva su mano a mi rostro, haciéndome mirarla de nuevo—. ¿Qué quieres saber? —Solo… quiero saber que estás bien. —Tomo su mano de mi mejilla y la llevo a mis labios. Resopla con una risa seca, casi se ríe. —Claro que no estoy bien, carajo. Cristo, Edward, ¿quién lo está? ¿Tú? —Bella… —Con un suspiro derrotado, bajo la cabeza de nuevo y me froto los ojos, preguntándome cómo demonios llegamos a esto tan rápido—. Olvídalo. —¡Oye! ¿Puedes mirarme? ¡Cristo! Levanto la cabeza y, a regañadientes, me encuentro con su mirada. Es ahí cuando me doy cuenta de que no está enojada conmigo, está frustrada. —Lo siento. Deja caer la cabeza hacia atrás y se ríe a medias. —Ay, Dios… —Volvamos a dormir —murmuro, apartándome de esos ojos marrones llenos de traumas. —¡Ni loca! —protesta—. Ya te tengo descifrado, señor Estresado. Levanto una ceja. No me convence, pero tampoco tengo ganas de discutir con ella ahora. —¿Quieres que te diga cómo estoy, o prefieres averiguarlo tú mismo? —me pregunta, y de pronto recuerdo lo inteligente que era. Lo inteligente que todavía es. Tomo aire con cansancio y lo suelto con fuerza. —Mierda. La mitad del tiempo ni siquiera sé qué mierda estoy tratando de decir. —Cristo, ¿cómo alguien tan jodidamente guapo puede tener una opinión tan baja de sí mismo? —musita, recorriendo con el pulgar el centro de mi frente, aunque su ceño también se frunce—. Es una pregunta retórica, por cierto. Sé exactamente por qué. —¿Por qué? —murmuro. Puede que esté enamorado de ella, pero tiene un talento especial para hacerme sentir como un completo idiota. —Por la misma razón que yo asumo automáticamente que los tipos ricos son unos completos imbéciles misóginos. Está metido en mí desde mi padre —dice simplemente, y empiezo a sospechar que esta chica me está manejando por completo. Niego con la cabeza, frustrado, y luego le tomo el rostro entre ambas manos, girándolo para que me mire de frente. —Eres fenomenalmente buena desviando todo de vuelta hacia mí. Lo has perfeccionado, ¿no es así, Bella? Solo me mira como si pensara que perdí la cabeza e intenta apartar mis manos, pero no la dejo. —Puede que tú me tengas descifrado, y probablemente sea cierto, pero yo también te tengo calada. Algo se rompe en sus ojos, y por un momento su muro se resquebraja. Pero solo por un momento. —Edward… —Bella… solo necesito saber… —¡¿Saber qué?! —grita, de repente furiosa, y arrancando mis manos de su rostro, me empuja con fuerza en el pecho—. ¿Qué es lo que quieres saber, Edward? —Quiero saber si estás bien estando conmigo, porque cada vez que te miro últimamente, pareces estar muerta de miedo. Se detiene de inmediato, y su boca se entreabre como si esperara que dijera otra cosa. —Estoy bien —responde, bajando la mirada. —Bien —repito, con sarcasmo—. No estás bien, Bella. Sus ojos vuelven a encontrarse con los míos y, por un momento, simplemente me mira. —Un día a la vez, ¿no fue eso lo que dijiste? Asiento, dejando caer la cabeza por tercera vez y pasándome la mano por el cabello hacia atrás. —Sí… mierda… —Tú necesitas garantías, Edward. Eso lo entiendo de ti, pero ¿cómo puedes pedirme que te dé alguna? —su voz tiembla, y de pronto suena peligrosamente al borde de las lágrimas. Levanto la mirada hacia ella, abro la boca para responder, pero de pronto ella me tapa la boca con la mano—. Cristo, si me dices que lo sientes, voy a tener que matarte —me está volviendo a tomar el pelo, incluso mientras una lágrima solitaria le resbala por la mejilla. —¿Bella? —¿Sí? —Sus ojos bajan a mis labios, y sé que solo tengo unos segundos antes de que los una con los suyos. —¿Soy la primera persona a la que has dejado acercarse desde que… recuperaste la memoria? —Por supuesto que lo eres —responde, como si fuera algo obvio—. ¿Y yo soy la única mujer a la que tú has dejado acercarse alguna vez? —Nada de volver esto hacia mí. —Sonrío porque ella también está sonriendo. Deslizando su mano por mi hombro hasta mi cuello, se inclina más hacia mí. —No puedo darte garantías, Edward. De verdad no puedo —susurra con pesar—. Pero, ¿quieres saber por qué te dejé entrar? —¿Por qué? —murmuro, cerrando los ojos justo cuando su boca roza brevemente la mía. —Porque… —Se separa apenas, su aliento cálido rozando mis labios—. Contigo no tengo que fingir. —Me besa de nuevo, más largo esta vez, mientras ambas manos llegan a mi rostro antes de romper el contacto otra vez—. Y solo alguien tan jodido como tú puede realmente entenderme. Me río, pero me ha desviado del tema, justo como pretendía. Esa noche me quedo despierto con Bella profundamente dormida entre mis brazos, incapaz de volver a dormir. No puedo detener mi mente, ni la sensación de angustia que empieza a aferrarse con fuerza a mi corazón. Si se tratara de cualquier otra chica, ya me habría ido hace tiempo. Pero con ella… no estoy seguro de que pudiera irme, aunque quisiera. La noche siguiente es la fiesta de Navidad de su oficina, y descubro algo más sobre Bella: cuando bebe, ese muro suyo se desploma de golpe. La celebración es en un crucero Matilda por el puerto. Hay barra libre, y no tarda mucho en emborracharse bastante. Bebe demasiado, pero lo hace de una manera que sugiere que quiere que el alcohol le afecte. Igual que como yo lo usaba antes, para adormecerme. Después de un rato, empiezo a interceptar sus tragos; me los bebo yo, para no terminar cargándola a casa o siendo el blanco de su vómito otra vez. Pero no pasa mucho antes de que tenga que parar, porque realmente no soporto el vino, y al quitarle la copa, le tomo la mano. —Vamos afuera —le digo al oído. —Claro, amor —responde, apoyándose torpemente contra mí. La llevo conmigo a la cubierta delantera del barco y me siento en una banca que da al agua. Ella se sienta en mi regazo, me toma la cara y me besa mientras la brisa marina hace volar su cabello sobre mi piel acalorada. —Cristo, eres t-taaan jodidamente h-heeeermoso —balbucea, abriendo más la boca contra la mía, mientras una mano me acaricia la mejilla y la otra se enreda en mi cabello—. Tu viejo… debió haber sido un verdadero… bombón. —Bella… —me obligo a decir su nombre contra sus labios antes de apartarla un poco. No debería estar besándome así en público, y es una suerte que esté sentada en mi regazo. Respira hondo y suelta un murmullo, y cerrando los ojos, apoya la cabeza contra la mía. —¿Edward…? —¿Mmm? Vuelve a colocar sus manos en mi rostro, y sus labios se posan una y otra vez en mi mejilla, mi barbilla, mi mandíbula… —¿Por qué siempre hueles tan jodidamente bien? Sonrío para mí mismo. —Simplemente huelo así. Vamos por un café. —En un momento —murmura, soltando el aliento de nuevo, pesadamente—. ¿Edward…? —Suena como si estuviera a segundos de quedarse dormida. Hago un murmullo en respuesta, presionando mi nariz contra su sien. —¿Recuerdas cuando dije que no te amaba? —Nunca dijiste eso. Me golpea. —Sabes a lo que me refiero. —Okay. —Contengo la risa. —Bueno, sabes que era pura mierda, ¿no? En realidad, sí te amo. Demasiado jodidamente —hipa y se deja caer aún más contra mí. —Yo también te amo. —Probablemente he bebido demasiado como para asimilar por completo lo que acaba de decirme. —No te mueras, ¿d-de acuerdo? —Lo prometo —Jesús, de golpe empiezo a espabilarme. —Bien. —Pasa las manos por mi cuello y vuelve a inclinar mi cara para besarme—. ¿Podemos bajarnos de este maldito barco? —Pronto… —Hey, Bella —una voz masculina nos interrumpe, y Bella se gira hacia él. —Oh, hola —dice, soltando una risita apenas audible, y no sé si es para contener una carcajada o por otra cosa—. Él es el imbécil —me susurra al oído—. Este es mi novio, Edward —me presenta. —Hola. —Extiendo la mano alrededor de ella, y él me la estrecha brevemente. —Pensé que se llamaba Jeff —le dice a Bella. —Es mi segundo nombre —respondo con una excusa, mientras Bella rodea mis hombros con el brazo y se recuesta aún más en mí, rodando los ojos. —Solo le digo Jeff cuando está desnudo, querido —suelta de repente, guiñando un ojo, y yo gimo por lo bajo, negando con la cabeza. El imbécil del interno esboza una sonrisa antes de darse la vuelta y desaparecer dentro de la cabina. —Cristo, es un asqueroso —murmura ella, y sorprendentemente está bastante coherente para lo borracha que está. —Ya se fue. —Bien. ¿Edward…? —¿Hm? —¿Me protegerías de imbéciles como ese? —Claro que sí. —¿Y los golpearías por mí? —se aparta, con las cejas alzadas. —Eh… sí, pero soy un desastre para pelear —admito—. Esa es el área de Emmett. Suelta una risita suave por la nariz, y con solo el alcohol que emana de ella ya me está embriagando más. —Igual no quiero que arruines esa cara tan guapa —hipa otra vez, su frente deslizándose torpemente contra la mía—. ¿Quieres oír un secreto? —Claro. —¿Seguro? —se aparta de nuevo, tambaleándose. —Seguro. Ven aquí —la atraigo de nuevo contra mi pecho, aunque su balanceo empieza a marearme también. —Estoy empezando a pensar… En realidad, no. Lo sé, no lo pienso. —¿Qué sabes? —Que si hubiera salido contigo… cuando me lo pediste por primera vez. En la secundaria, digo. —Se detiene y me mira. Tiene los ojos muy abiertos, y su expresión de repente se ve jodidamente vulnerable. La abrazo más fuerte y apoyo la barbilla en su hombro. —¿Sí? Se queda en silencio un rato, antes de añadir finalmente: —Si hubiera salido contigo, toda mi familia no habría sido aplastada por un camión de carga. Nota de traducción: En inglés australiano, goose (literalmente "ganso/a") se usa como un apodo afectuoso y juguetón, similar a decir "tonta" o "boba" sin intención ofensiva. Se conserva como "gansa" para mantener el tono cariñoso del original. Matilda Cruises, o simplemente Matilda, es una compañía australiana de barcos turísticos que ofrece cruceros por el puerto de Sídney. Son populares para celebraciones con barra libre y vistas del Harbour Bridge y la Ópera de Sídney. Hoy, 10 de septiembre, es el Día Mundial de la Prevención del Suicidio ✨ En Vértigo, acompañamos a Bella y Edward en su lucha con heridas invisibles, recordándonos que el dolor puede ser abrumador, pero nunca debe enfrentarse en soledad. 💛 👉 Buscar ayuda no es una señal de debilidad, sino de valentía. Hablar, compartir lo que sentimos y pedir apoyo puede marcar la diferencia. Siempre hay alguien dispuesto a escucharte. No estás solo. Tu vida importa. 🌻
0 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)