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22 de octubre de 2025, 10:39
Descargo de responsabilidad: Vertigo de Mr. G and Me, traducida con su permiso. Gracias a arrobale por su apoyo como prelectora. Aviso: la historia toca temas sensibles de salud mental — recuerda que siempre es importante buscar ayuda cuando se necesita.
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Capítulo 25
Edward
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—Muy bien, mandé a Ness a casa temprano. Vístete, vamos a salir —anuncia Jake, abriendo de golpe la puerta de mi habitación y encendiendo la luz.
Solo gimo y entierro la cabeza debajo de la almohada.
—Levántate antes de que tenga que sacar tu patético trasero a rastras —me amenaza, y no está bromeando.
—No estoy de maldito humor —murmuro con la voz apagada contra el colchón.
—Qué pena —responde, caminando hacia mí y arrancándome la almohada—. Cristo, ¿cuándo fue la última vez que te afeitaste?
—Estamos en vacaciones escolares —le recuerdo.
—¿Y eso qué? No es excusa para andar por ahí como si fueras un maldito salvaje.
—Vete a la mierda, Jake. Estoy cansado, ¿bien?
—¡Pues jódete! —replica sin inmutarse—. ¡Son las ocho, carajo! No me he ido a la cama tan temprano desde que nací. —Antes de que pueda responderle, me agarra del cuello de la camiseta y me obliga a sentarme.
—No estoy bromeando, lárgate —le exijo, empujándolo de inmediato.
—Deja de hacerte la nena. Tienes cinco minutos. —Toma mis llaves del cajón de la cómoda y me las lanza—. Te espero en el auto.
—¡Usa tu maldito auto! —le grito, antes de sentarme en la cama y pasarme las manos por la cara. Me planteo ignorarlo y volver a meterme bajo el edredón, pero en lugar de eso me obligo a levantarme y tambalearme hasta el baño.
Después de echarme desodorante y ponerme ropa limpia, agarro mi billetera y bajo a regañadientes al garaje. Realmente no estoy de humor, pero Jake lleva un buen rato tocando la bocina. Y sé que ese cabrón me va a sacar a la fuerza si no voy por mi cuenta.
—Si me descargas la batería, me compras otra —le advierto al subirme al asiento del pasajero y azotar la puerta.
—¿A dónde quieres ir?
—Me vale mierda, pero nada de clubes de striptease.
Sonríe para sí mismo, luego pone reversa y salimos por la entrada.
Conduce hasta el Broadway Bar en Haymarket. Supongo que es porque un viernes por la noche no suele estar tan lleno como los bares del centro.
Lo sigo adentro y me siento en el banco junto a él en la barra mientras pide dos cervezas.
—Tuviste una pelea con Bella —afirma lo obvio al entregarle un billete de veinte al barman.
—Terminó conmigo —respondo con voz apagada, agarrando un puñado de maní del pequeño bol frente a nosotros y metiéndomelo en la boca.
—No jodas —dice con escepticismo inmediato—. ¿Estás seguro de que no lo dijo por enojo?
—Me dijo que no quiere volver a verme.
Me observa por un momento.
—¿Y qué pasó?
—Se enteró.
—¿De qué? ¿Del carro?
—Y del terapeuta.
—Cristo, ¿cómo pasó?
Me encojo de hombros.
—Pensé que hablaba del terapeuta, pero hablaba de mi auto… y terminé soltando ambas cosas.
Suelta un suspiro sonoro.
—¿Ves? ¿Qué te dije? —me recuerda, levantando la cerveza que acaba de dejarle el barman y dando un trago.
—No me jodas con eso, Jake. No estoy de maldito humor —murmuro.
—Probablemente solo necesita tiempo para enfriarse —añade.
Me encojo de nuevo, pero no respondo.
Me golpea el hombro con el dorso de la mano.
—¿Le dijiste que vas al mismo terapeuta desde niño, no?
Hago una pausa para pensarlo, pero lo único que realmente recuerdo es cómo me miró, con traición ardiendo en los ojos.
—Creo que sí, no sé… Ella gritaba. No sé...
—¡Pues díselo, carajo! —revienta frustrado.
—¿Para qué? Va a pensar que es una excusa más.
Suspira de nuevo.
—¿Y cuándo fue esto, el viernes pasado?
—El jueves en la tarde. —Agarro mi cerveza y me tomo la mitad de un solo trago.
—¿Has hablado con ella desde entonces?
—La he llamado un montón de veces. Le he mandado mensajes... Los ha ignorado todos.
—Entonces… ¿qué? ¿Estás usando esto como excusa para rendirte?
Lo miro por un momento, preguntándome si va en serio, y luego me río entre dientes detrás de la cerveza.
—Sí, claro.
—Vamos, hombre, yo he usado pretextos peores para salirme de situaciones. ¿Crees que ella no está pensando lo mismo?
Dejo el vaso vacío con fuerza sobre la barra y me limpio la boca con el dorso de la mano.
—No tengo idea de lo que está pensando.
—Te digo una cosa: si analiza las cosas tanto como dices, seguro que eso es lo que está pensando.
—Ha ignorado todos mis intentos de contactarla, ¿qué quieres que haga? ¿Ir a su casa para que me eche otra vez? —pregunto, impaciente.
Frunce el ceño, niega con la cabeza y da otro trago de cerveza.
—¿Qué es más importante, ella o tu orgullo?
—Le voy a dar un poco más de tiempo. No sé qué más hacer —admito, frotándome la nuca con agitación. Pero la verdad es que no tengo idea de cómo arreglar esto.
—¿Y si sigue ignorándote, ya estuvo?
—Mira, hermano, ¡no tengo ni puta idea! —reviento, pasándome la mano por el cabello antes de golpear la barra con la frente.
—¿Cuántos malditos años llevas en terapia? ¿Veinte? ¡Y todavía huyes de las confrontaciones! —Se voltea y pide otra ronda.
—No quiero otra. No he comido.
—¿Quieres un sándwich de carne? —me ofrece.
—No.
—Entonces dos sándwiches de carne, compa —le dice al barman de todos modos.
Exhalo con fuerza y me froto la frente con los dedos. Es más fácil seguirle la corriente a Jake que discutir con él, pero hoy ni siquiera tengo energía para eso.
Se gira en el banco, me agarra del hombro y me mira fijo.
—Esto es lo que vas a hacer: deja de andar por ahí como un condenado miserable y ve a verla. Si se pone difícil, haz que te escuche. ¡Hazle saber que estás dispuesto a pelear por ella!
—No puedo —respondo—. Con Bella no es tan fácil.
—¡Basura! —dice, sin creérselo—. Estás aquí hablándome a mí, ¿no? Si yo puedo hacer que sueltes todo, entonces tú puedes lograrlo con ella. Nadie es más cerrado que tú.
—Yo no soy Bella.
—No, eres peor —murmura con sarcasmo—. Te lo pongo así: o vas tú a hablar con ella, o voy yo.
—Si lo haces, te mato —respondo, pero no me preocupa mucho. Jake suele ser pura palabrería.
Se ríe con desdén.
—Seguro que sí. ¿Sabes que mi vieja intentó sermonearme por lo de Ness? —dice, cambiando de tema.
Lo miro, pero no me sorprende. Han sido mucho más tolerantes con ella de lo que esperaba.
—¿Ah, sí?
—Sí, me dijo que estaba «decepcionada» de mí —responde con amargura, el gesto endurecido—. Decepcionada… porque claro, solo mis malditos estirados papás pueden estar decepcionados por una chica como Ness.
—¿Y qué le dijiste? —pregunto, solo medio interesado.
Se encoge de hombros.
—Soy su único heredero. Sé desde hace años que no me van a desheredar, así que le dije que mi vida privada no es asunto suyo. Y la advertí: si alguna vez trata mal a Ness, no va a conocer a sus nietos.
—¿Nietos? —repito con incredulidad—. ¿Cuánto llevan juntos?
—Siete meses —responde con un encogimiento de hombros indiferente—, pero eso no importa. Cuando encuentras a la mujer indicada, de pronto quieres todo con ella. Casarte, tener hijos… todo.
—¿Hablas en serio? —pregunto con escepticismo, porque estamos hablando de Jake. El mismo tipo que juró por la santa Virgen María que no se casaría hasta los cuarenta.
—Claro —dice sin más.
—Jesús… —murmuro, intentando contener la sonrisa. Vaya que ha dado un giro de ciento ochenta grados.
—¿No te ves casándote con Bella? ¿Teniendo hijos?
Me río con amargura.
—¿Qué niño en su sano juicio querría tenernos como padres?
Jake pone los ojos en blanco.
—Te perdiste el punto, hermano. ¿Lo quieres con ella a pesar de todo lo que cargas encima?
—No quiero hijos —digo en voz baja.
—Basura —me contradice sin pensarlo.
—No voy a ser responsable de arruinarle la vida a nadie.
Suelta un gemido largo y exagerado como suele hacer.
—Bella perdió a su familia, ¿o se te olvidó?
—¡Cómo si pudiera olvidarlo! —respondo tajante.
—¿Y no crees que tiene un agujero gigante en el corazón que algún día va a querer llenar?
Abro la boca para responder, pero me detengo. Por supuesto que sí, maldita sea.
—¿Y quién dice que vas a arruinar a tu hijo, eh? ¡Deja de ser tan malditamente melodramático! —añade antes de que pueda responder.
Suelto una risa seca.
—Quizás no quiero hablar de matrimonio y de hijos con una chica que ya dejó claro que todo terminó. ¡Maldición, Jake, ¿por qué no giras el cuchillo un poco más mientras estás en eso?!
—¿La quieres de vuelta? —me pregunta, sin inmutarse, y ya me está sacando de quicio.
—¡Claro que sí!
—¡Entonces haz lo que tienes que hacer y recupérala!
—Voy… voy a darle un poco más de tiempo —repito lo mismo, porque conociendo a Jake, en cualquier momento me lleva a su casa.
—¿Más tiempo para qué? ¿Para arruinarlo más? —resopla—. Tú verás, es tu funeral.
Empiezo a pensar que sí lo es.
*V*
Jake me emborracha. No tengo idea de cuántas cervezas me tomo. Eventualmente pierdo la cuenta; aunque, como él estaba conduciendo, ni siquiera empecé en serio. Recuerdo que en algún momento me arrastran a un callejón trasero para vomitar hasta las tripas, y estoy casi seguro de que vuelvo a llamar a Bella y le dejo un mensaje borracho en el celular.
O tal vez todo es una pesadilla. No tengo ni puta idea. No recupero la claridad hasta la mañana siguiente, cuando alguien golpea con fuerza la puerta de entrada.
—¡Jake! —intento gritar, pero la voz se me atasca en la garganta—. Mierda... —mascullo, arrastrándome al borde de la cama para enterrarme la cabeza entre las manos.
Me siento como la muerte.
Me pongo torpemente de pie y me acerco al intercomunicador con la cabeza dándome vueltas.
—¿Jake, estás en casa? —croo por el aparato.
No está.
Los golpes siguen.
—¡Ya va... carajo, espera! —grito, tragando el asqueroso sabor de mierda que tengo en la boca, mientras salgo tambaleándome de mi cuarto y bajo por el pasillo.
Abro de golpe la puerta y detrás está el hermano de Bella, Jasper.
—¿Qué haces aquí? —pregunto. No tengo ganas de fingir. Es un imbécil, punto.
—Vine a hablar contigo —responde, estudiándome de cerca y arqueando esa ceja otra vez.
—Si viniste a echarme mierda por Bella, ahórrate la saliva —replico, yendo a cerrar la puerta cuando él la sujeta con la mano.
—Quiero hablar de Bella, pero no voy a echarte mierda por ella. Lo prometo.
Solo lo fulmino con la mirada, intentando descifrar sus intenciones.
—¿Me vas a dejar pasar?
—¿Cómo carajos sabes dónde vivo?
—No fue difícil encontrarte. Estás en la guía telefónica.
Bufé y abrí la puerta de mala gana para dejarlo pasar.
—Sígueme —murmuro.
Lo guío hacia la sala familiar al lado de la cocina, con una mano sosteniéndome la cabeza que me martilla. Él viene detrás, claramente echándole un vistazo al lugar.
—Buena vista —comenta, acercándose a la parte trasera para asomarse a la piscina.
—Gracias. ¿Quieres algo de tomar? —ofrezco entre dientes.
Se gira hacia mí.
—Depende.
—¿Qué quieres?
Se encoge de hombros.
—¿Coca Cola?
—Espera.
Lo primero que hago es llenar un vaso con agua y echarle un par de Beroccas, antes de abrir el refrigerador y sacar una lata de Coca-Cola. Me sorprende que todavía quede. No he hecho compras en un buen tiempo.
Supongo que Jake por fin movió el culo y las hizo.
—Te ves hecho mierda, amigo. ¿Noche dura? —observa con una sonrisa cuando le paso la bebida.
Suelto una media carcajada sarcástica.
—Sí.
De repente me doy cuenta de que todavía llevo puesta la ropa de anoche y, Jesús... Bajo la nariz para olerme discretamente y casi vomito.
Huelo a cerveza, cigarrillo y vómito.
—Vuelvo en un segundo —le digo, y desaparezco por el pasillo de regreso a mi habitación.
Me ducho y me cepillo los dientes, sin que me importe una mierda que el idiota del hermano de Bella esté esperándome. Luego, medio seco, me pongo ropa limpia y vuelvo a la cocina.
—Perdón, olía a mierda —ofrezco una excusa a medias por dejarlo esperando.
—No hay problema —dice simplemente.
Agarro mi vaso de Berocca del mesón, camino hacia la sala familiar y me dejo caer en el sofá. Él hace lo mismo y se sienta en el extremo opuesto.
—Voy a ir al grano: estoy preocupado por Bella. De verdad preocupado por ella —no está bromeando, me doy cuenta de inmediato, y cuando lo miro, hay una seriedad reflejada en sus ojos. A pesar de que parece haber estado fumando marihuana desde el amanecer.
—¿No está bien? —pregunto, aunque en realidad es una afirmación. Pero, ¿qué esperaba?
Resopla.
—Por decirlo suavemente. Mira, no me caías bien. No es secreto. Pensé que eras un niño rico idiota que iba a tratar a Bella como basura, pero entiendo. No lo eres.
Me encojo de hombros con fastidio, porque ¿qué carajo importa eso ahora?
—¿Cuándo hablaste con ella?
—Ayer. Me llamó justo después del almuerzo. Estaba prácticamente histérica, y tú sabes cómo es: no muestra ese lado suyo. —Su expresión se tensa, y es más que obvio que le importa Bella. Mucho.
—Lo sé —respondo, soltando un largo suspiro y asintiendo.
—Me lo contó todo, y, amigo, no la culpo...
—Bueno, es bueno saber que puede hablar con alguien —lo interrumpo con un tono amargo.
Él levanta la vista y pone los ojos en blanco abiertamente.
—¿Sabes por qué puede contarme cosas que no te ha contado a ti? Porque no le importo una mierda como le importas tú. Es más difícil mostrarle al que tienes más cerca quién eres realmente. ¿No lo sabes?
—Yo... sí... —cedo al final, frotándome la nuca y sintiéndome como un imbécil monumental.
Por supuesto que lo sé.
—Ella cree que pensarás menos de ella si sabes —añade, pero yo ya lo entiendo, y es completamente ridículo.
—¿Sigue... sigue enojada conmigo?
Se ríe sin pizca de humor.
—Amigo, no está enojada, está... —Se detiene para pasarse los dedos por el cabello con frustración evidente—. Es como si lo que pasó entre ustedes desatara una cadena de eventos que la arrastró a un vórtice de toda la mierda de la que ha estado huyendo los últimos diez años. Tiene un millón de cosas corriendo por su cabeza y ya no sabe dónde es arriba y dónde es abajo. Repetía que la hiciste sentir demasiado, y que todavía no puede sentir eso. Se está desmoronando de verdad.
Me dejo caer con la cabeza entre las manos. Todavía me duele, pero ahora es peor por la ansiedad que siento por ella. Me ha dicho más de una vez que siente que está cayendo.
—¿Te refieres a... lo que sintió cuando perdió a su familia? —pregunto, con la mirada en el suelo.
—Sí. Nunca lo enfrentó, y cuanto más tiempo lo evita, más grande se vuelve. No es raro que su terapeuta no quisiera que te viera...
Me enderezo de inmediato, con los ojos fijos en los suyos.
—¿Qué? ¿Dijo que no quería que Bella me viera?
—No a ti personalmente —aclara, pero no me hace sentir ni un carajo mejor—. Supongo que sabía lo que pasaría cuando Bella abriera su corazón a alguien. Quería que enfrentara lo de su familia antes de acercarse a alguien.
Suelto el aire con fuerza y niego con la cabeza, pero de pronto me siento inquieto. Las piernas me piden subirme al carro y conducir a su casa, aunque no quiera verme.
—Si voy a verla, ¿empeoraré las cosas?
—Solo explícaselo. No fuiste a ver a su terapeuta a escondidas, ¿o sí?
—¡Por supuesto que no, mierda! —estallo—. ¡He estado yendo con él desde que tenía once años, carajo! Ella nunca mencionó su nombre ni una sola vez.
—Bueno, explícaselo —responde—, porque de verdad necesita verlo, ahora mismo. —Hace énfasis en esas dos últimas palabras, y me detengo cuando mi corazón se paraliza.
—Espera... ¿dejó de verlo?
—Cree que violó su confianza, y ahora no puede conseguir una cita con otro en meses. Yo... no creo que vaya a aguantar —su voz casi se quiebra, y me doy cuenta de cuán grave es realmente.
Me pongo de pie de un salto.
—¡A la mierda, voy ahora mismo!
—No está en casa —se levanta del sofá junto a mí—. Está bien —me tranquiliza—. Alice se la llevó a su casa por el fin de semana.
—¿Cuándo regresa? —pregunto. Puedo respirar un poco más tranquilo sabiendo que no está sola, pero no mucho.
—El lunes en la mañana. Su jefe le dio el lunes libre, pero ese día Alice y yo nos vamos a Queensland. Nuestro vuelo sale al mediodía.
—Mierda —mascullo, rascándome la cabeza, distraído—. Yo tengo que trabajar el lunes.
—¿Puedes pedirte un día por enfermedad? —sugiere.
—Sí... creo que lo haré —murmuro. El martes tendré que enfrentar las consecuencias, especialmente con el campamento, pero al carajo. Que me despidan, si quieren. No estoy trabajando por el dinero.
Suelta el aire visiblemente aliviado.
—Bien... carajo... No creo que pudiera dejarla así. Me volvería loco todo el tiempo pensando en ella.
—Yo solo... pensé que debía darle algo de tiempo para calmarse, pero ha estado ignorando mis llamadas —murmuro, más para mí que para él.
—Una vez que logres que vea todo con claridad, estará bien —responde, aunque no suena del todo convencido.
—¿Te... te dijo lo que casi hace?
Asiente con la cabeza antes de que termine la frase, con los ojos clavados en el suelo.
—Sí.
—¿De verdad crees que ella podría...? —Mierda, casi no puedo decirlo, pero él niega con la cabeza esta vez.
—Dice que nunca lo haría de nuevo, pero no sé... Ella está... —lo deja ahí, pero no es como si tuviera que explicármelo. Nunca han existido palabras suficientes para describir lo que le pasó.
—Su terapeuta cree... —me encojo de hombros y también lo dejo ahí—. Oye, gracias por venir.
Él me lanza una sonrisa rápida.
—No hay problema.
—No eres el imbécil que pensé que eras.
*V*
Berocca es una marca de tabletas efervescentes con vitaminas y minerales, muy usada en Australia para combatir la fatiga o la resaca.
Nota de la autora: Jasper no es en realidad el idiota que parecía. Tiene una necesidad inherente de conexión familiar y realmente se preocupa por Bella. Solo ha estado proyectando sus propias inseguridades sobre Edward por todo lo que vivió después de que la familia de Bella murió. :)