26
22 de octubre de 2025, 10:39
Descargo de responsabilidad: Vertigo de Mr. G and Me, traducida con su permiso. Gracias a arrobale por su apoyo como prelectora. Aviso: la historia toca temas sensibles de salud mental — recuerda que siempre es importante buscar ayuda cuando se necesita.
.
Capítulo 26
Bella
.
¿Por qué carajo todo el mundo está tan convencido de que estoy a punto de quitarme la vida? Primero fue el traidor de mi terapeuta, luego Edward, y ahora mi hermano.
Bueno, hablar con Jasper me hizo sentir un poco mejor; al menos un poco. Fue suficiente para ponerle freno a las lágrimas y, por lo menos, calmar mi mente lo suficiente como para dormir un par de horas. Pero no resolvió nada, en realidad. Eso me toca a mí. Si tan solo pudiera averiguar por dónde se supone que debo empezar.
Siento que ando por ahí en un estado constante de shock y pánico, y ni siquiera sé por qué. Lo único que tengo claro es que tengo que arreglar las cosas con Edward. Mi jodido terapeuta estaba equivocado; no tengo la menor intención de alejarlo. Lo extraño, y estoy casi segura de que pelear con él es la fuente de este pánico que me revienta por dentro. Siento que él era lo único que tenía sentido en mi vida. Edward es el hombre que mi madre siempre me dijo que buscara. El hombre con el que solía soñar; aunque quizá no exactamente encarnado en un Cullen. Ese definitivamente me dejó noqueada.
Cristo, más que nada en el mundo quiero llamarlo y pedirle que venga, pero no puedo.
No puedo, y lo ridículo es que ni siquiera sé por qué. Cada vez que siquiera lo pienso, me vengo abajo.
Bueno, quizá sí lo sé un poco. Edward ahora representa mi corazón. Él lo rompió, lo abrió, y si vuelvo a él, voy a quedar sumergida en todo el dolor y la angustia que había logrado mantener alejados al cerrarlo. Y como mi corazón está, aparentemente, defectuoso, lo que siento por Edward también me va a arrasar.
Tres años de terapia, y algo he estado prestando atención.
Edward siempre me decía que lo miraba como si me diera pavor, y creo que eso era lo que quería decir. Me asusta, pero no es un miedo racional. Es mil cosas y, a la vez, nada. Es la idea de ver ese rostro ridículamente hermoso todos los días de mi vida... y también la de no volver a verlo nunca más. Es cómo hace que mi corazón sonría y se detenga de miedo al mismo tiempo.
Es preocuparme de manera enfermiza por él; por el dolor que no puede ocultar del todo tras esa mirada intensa, y la idea de que le pase algo. Es, sobre todo, el miedo de que soy yo quien lo está lastimando, y el peso que eso deja sobre mí.
Y es la idea de que él me vea. Que realmente me vea, con todos mis defectos y demonios incluidos.
Debería ser capaz de cargar con eso. Cristo, perdí a mi familia y sobreviví. Debería ser capaz de enfrentar esto… de funcionar como una adulta y tener un novio. Pero no puedo.
—Cuando cierras tu corazón, Bella, no puedes elegir cuándo ni cómo volver a abrirlo —eso era lo que siempre me decía el Dr. Jenks para justificar por qué Edward podía ser perjudicial para mí.
Perjudicial. Como si fuera algún tipo de virus.
Tal vez soy ingenua, o arrogante, pero sinceramente no pensé que Edward pudiera representar un peligro para mí.
Y aún no lo creo.
El Dr. Jenks piensa que no se trata simplemente de volver a abrir mi corazón; sino de resolver los motivos por los que lo cerré en primer lugar. En otras palabras, enfrentar de una vez por todas la muerte de mi familia.
Al parecer, nunca pasé adecuadamente por el proceso de duelo ni llegué a la aceptación, y eso estancó mi salud emocional.
Tiene razón. Sé que tiene razón. No lo hice. No tenía a nadie, estaba sola, y encima de luchar con tres años de pérdida de memoria, me estaban jodiendo psicológicamente tal vez la mujer más malvada del hemisferio sur.
Excepto la madre de Edward, claro.
Toda mi energía se consumía en tratar de sobrevivir a ella. Cuando por fin logré escapar, me tocó lidiar con el regreso de mis recuerdos y con la realidad de que todo lo que mi abuela había usado para mantenerme sometida… era cierto. Jasper, la amante de mi padre, mi padre, yo. Todo…
Esa fue la última vez que dejé que algo me controlara así, y juré que no volvería a pasar. Tengo que creer que sobreviví a ese maldito accidente por una razón, y quiero que Charlie, Sam y mi madre estén orgullosos de mí. Incluso mi padre, porque al parecer, además de todo, también tengo que aprender a perdonarlo.
Sé una cosa: después de cinco años viviendo bajo el techo de mi abuela, al menos siento mucha más empatía por él que antes. Aunque no creo que lo demás sea igual de fácil.
*V*
Alice y Jasper me forzaron a quedarme en casa de Alice el fin de semana. Solo acepté porque era mejor que quedarme sola con mis pensamientos. No es que no disfrute la compañía de Jasper, y Alice ha sido mi mejor amiga desde que regresé a Sídney y empecé a trabajar con el abogado de mi padre; es solo que... estar cerca de ellos me hace pensar en Edward.
Aunque tal vez eso sea algo positivo. Necesito pensar en él en el contexto de la realidad y no en base a ideas erróneas o ilusiones. La realidad es que tuvimos una pelea; una pelea que todavía no hemos resuelto. Él no es la fuente de mi dolor, por más que los fantasmas de mi pasado y mi mente destrozada quieran hacerme creer lo contrario.
Cristo, si tan solo hubiera sabido lo duro que sería extrañarlo. Duele. Me duele físicamente. Me duermo llorando por él exactamente como lo hacía por mi madre.
Entonces, ¿por qué no puedo dejar atrás toda esta mierda e ir a buscarlo?
El viernes en la noche, Alice y Jasper se quedaron a dormir. En mi cama. Conmigo. Como si eso no fuera lo suficientemente incómodo. Por supuesto, todo se volvió peor cuando me desperté a una hora infernal gritando cosas incoherentes en medio de la noche. Y para rematar, cuando agarré mi celular para ver la hora, me di cuenta de que Edward había llamado y dejado un mensaje.
Jasper sugirió que lo escuchara, lo que solo me dejó mirándolo con cara de: ¿estás despierto del todo o estás drogado?
—Tal vez deberías escucharlo, Bells.
Bells. Ese es su nuevo apodo para mí. Es terriblemente cursi, pero a la vez, curiosamente entrañable. A cambio, me pidió que lo llamara Jazz, porque Jazz es su nombre de DJ. Alice ya lo llama así, pero no estoy segura de poder hacerlo en serio.
Bells y Jazz… Cristo, parecemos un espectáculo navideño.
También tiene un apodo para Edward. Millonetas. Cree que no lo sé, y tiene suerte de que no lo noquee directo en el jazz.
La cruda verdad es que sí quería escuchar el mensaje de Edward, y Jasper me dio la excusa que inconscientemente estaba buscando. Así que, antes de darme cuenta de lo que hacía, marqué al buzón de voz. He guardado cada uno de los mensajes de voz de Edward; no soy capaz de borrarlos. Pero este… este tal vez sí tenga que hacerlo.
—Heeey, Bella... —Me di cuenta de inmediato de que estaba borracho. No solo borracho, sino jodidamente hecho mierda—. Te amo... —dijo con la voz completamente arrastrada, y pude oír otra voz en el fondo incitándolo. Jake, lo deduje enseguida—. Y... te extraño. Te extraño mucho. Por favor, llámame, Bella. Lo siento. Tienes razón. La cagué, muy feo. Es solo que... no puedo... vivir s-sin ti. —Hizo una pausa, y volví a oír la voz de Jake. Me pareció escuchar que decía: «Cuéntale lo del terapeuta», porque luego Edward añadió—: Solo quería ayudarte, Bella. Necesitaba ayuda para poder ayudarte. —La voz de Jake lo interrumpió de nuevo y el mensaje se cortó.
Me puse a llorar de inmediato, hasta quedarme sin aliento. Luego vomité y seguí llorando hasta el amanecer.
Fue entonces cuando Alice y Jazz decidieron que me quedaría con ellos el fin de semana, como si estuviera en vigilancia preventiva suicida o algo por el estilo.
Salieron a desayunar un poco después de las nueve esta mañana y pasaron más tiempo del que mi paciencia podía soportar intentando convencerme de acompañarlos.
—¿Por qué no compran una maldita cámara espía y me ponen bajo vigilancia las veinticuatro horas? —les solté, y acto seguido los eché de mi casa. Sé que lo hacen con buena intención, y sí, estaba actuando como una niña malcriada haciendo un berrinche, pero no he tenido padres en diez años y no los necesito ahora.
Me prometieron que volverían alrededor de las once, pero no habían pasado ni cuarenta minutos cuando regresaron.
—¡Eso fue jodidamente rápido! —solté, abriendo la puerta de golpe con una mezcla de impaciencia y molestia, solo para encontrarme con Jake en la entrada, con una sonrisa incómoda formándose en su rostro.
—Hola, Bella —me saludó con calidez, inclinándose para besarme en la mejilla.
—H-hola —balbuceé, sin duda con el rostro totalmente inexpresivo—. ¿Qué haces aquí?
Una pregunta estúpida, porque es obvio por qué está aquí.
—¿Podemos hablar? —pregunta, echando un vistazo detrás de mí, hacia el interior de la casa.
—Claro —murmuré, haciéndome a un lado para dejarlo pasar.
Entró al recibidor y se metió las manos en los bolsillos del pantalón deportivo Adidas. Su sonrisa se ensanchó. Es más alto que Edward.
—¿Quieres tomar algo? —le ofrecí.
Negó con la cabeza.
—Nah, estoy bien.
En cuanto oyó una voz extraña en casa, Oppa salió disparado del dormitorio y empezó a ladrarle.
—¡Oppa, basta! —le ordené—. Vete a la cama. —Obedeció de mala gana, regresando a mi cuarto y gruñendo por lo bajo. Cerré la puerta tras él y me volví hacia Jake con una sonrisa apenada—. Perdón. Él cree que es un Pitbull.
Jake sonrió como si estuviera conteniendo la risa.
—Está bien.
—¿Quieres sentarte en la sala? —le sugerí, señalando la habitación del frente.
—Claro.
Me senté en el sofá frente a la chimenea, y Jake se acomodó en el que estaba junto a la pared, frente a la ventana.
—Edward dijo que no tienes televisor —comentó, como si fuera un intento de romper el hielo, pero de inmediato me sentí incómoda.
—Sí... —me encogí de hombros y aparté la mirada.
—Perdón —se disculpó enseguida, y sonó sincero.
—¿Por qué? —le pregunté.
—Te hice sentir incómoda.
—Dios, sobreviviré. Quieres hablar de Edward, ¿cierto? —Porque para qué andar con rodeos.
—¿Así de obvio soy? —Tiene cierto encanto, y no es difícil entender por qué la mayoría de las chicas siempre se derritieron por él.
—¿Para qué más estarías aquí?
Asintió y cedió.
—Sí. Solo porque Edward... él se rinde demasiado fácil. Evita el conflicto, sabes eso de él, ¿no?
—Mmm… —Me lo pensé, recordando de inmediato la vez, no hace mucho, en que Edward esperó en mi puerta por dos horas. Tuve que contener la sonrisa que amenazaba con asomar en mis labios—. Al principio sí, pero ya no tanto. Puede ser bastante terco.
—¿Sí? —Sonó sorprendido, y algo escéptico.
Asentí.
—¿No me crees?
—No es eso... —Se encogió de hombros y pareció dejarlo pasar—. Discute conmigo todo el tiempo, pero si yo me enojo con él, o él conmigo, se aleja. ¿Estabas bastante enojada con él, verdad?
—Sí —respondí en voz baja. Por decirlo suavemente.
—¿Recibiste su mensaje anoche?
—Sí —dije con pesar, y en respuesta, él sonrió antes de que su expresión se volviera casi de inmediato sombría.
—Incluso borracho no quiso defenderse, y siempre ha sido así. Me vuelve loco, pero... esta vez no puedo quedarme de brazos cruzados.
—Entonces, ¿quieres explicar en su lugar?
—Bueno... sí. —Se encogió de hombros otra vez, y esta vez exhalé con resignación.
—Está bien, adelante —murmuré, dejando caer la frente sobre mi mano extendida. No estoy segura de querer escucharlo, pero al mismo tiempo, lo deseo con desesperación. Quiero una razón para no estar enojada con él.
—Bueno, primero, Edward no está viendo a tu terapeuta, tú estás viendo al suyo. Él ha ido con el Dr. Jenks desde sexto grado.
Eso captó toda mi atención, y me enderecé de inmediato, sorprendida.
—¿Qué?
Jake podría haberme dado justo esa razón que necesitaba.
—Sí. Te lo dijo, ¿no?
—Eh... no estoy segura... —Sí había tratado de decirme algo así, pero yo no quise escucharlo.
—No tenía idea de que tú también lo estabas viendo, Bella. De verdad que no —dijo, con la voz suavizada, y era obvio cuánto deseaba que le creyera.
Asentí y solté un suspiro lleno de culpa. Por supuesto que no lo sabía. Sabía que debía haber una explicación razonable.
—¿Todavía lo ve?
Negó con la cabeza.
—No realmente. Volvió solo para pedirle consejo sobre cómo ayudar a su novia. El terapeuta se dio cuenta de quién era ella, pero le dijo varias veces que no podía darle detalles sobre ti. Edward hablaba de ti, no al revés, pero el terapeuta sí dejó escapar algo... —Se detuvo, y yo asentí, sabiendo exactamente a qué se refería—. Después de eso, le dijo a Edward que ya no podía seguir atendiéndolo.
—Cristo —murmuré, mordiéndome el labio inferior. De todas las jodidas coincidencias.
—Y sabes por qué mintió sobre su auto, ¿verdad?
Lo miré y asentí de nuevo.
—Sí.
—Lo asustaste muchísimo, Bella. No quería volver a verte así nunca más.
—Lo sé. Lo entiendo. ¡Maldita sea! —estallé de pronto, harta de mí misma.
—Dale una oportunidad, ¿sí? Es un buen tipo.
—Sé que lo es, pero...
—¿Pero?
—Pero... no lo sé. Ya no sé lo que siento —expliqué, con la frustración claramente marcada en mi tono.
—¿Quieres volver con él? —me preguntó de frente.
—Él se merece a alguien mejor que yo —dije en voz baja, apartando la mirada.
Resopló.
—¿Así que vas a salir con esa? ¿Con el «no eres tú, soy yo»? Habla en serio, Bella. Él no quiere a otra persona; te quiere a ti. ¿Tú lo quieres a él?
—¡Claro que lo quiero! —dije un poco demasiado brusco—. Pero voy a hacerle daño. No sé en qué estoy. Yo solo... no lo sé...
—Bella...
—¿Qué?
Él sonríe con tristeza y niega ligeramente con la cabeza, como si la imagen que ve frente a él le pareciera lamentable.
—Te ves igual de miserable que él.
—Me siento miserable —admito, soltando una risita amarga para mí misma.
—Bueno, llámalo. Probablemente se pase el día con resaca, pero tal vez puedas sostenerle el balde —dice en tono ligero, con una sonrisa medio divertida, y a pesar de mí misma, casi me río.
—¿Me odia? —pregunto con una voz pequeña, sintiéndome igual de jodidamente pequeña.
Él resopla de nuevo, pero esta vez con cierta ironía.
—Edward no puede odiar a nadie… excepto a su madre, claro.
—Ella lo hizo así, ¿no? —pregunto con algo de tacto, aunque ya sé la respuesta.
—¿Así cómo? ¿Creyendo que siempre tiene la culpa? —Asiento con la cabeza, y él continúa—: Sí, pero ahora está mucho mejor que antes.
—Dios… ¿Qué tan mal estaba?
Está hablando de una parte de Edward que no conozco, y no me gusta. Me hace sentir posesiva, lo cual es ridículo. Pero es culpa mía. Tuve nueve meses para conocerlo. En cambio, lo mantuve a distancia y le di migajas.
—Ella le hizo un verdadero daño. No tenía sentido de autoestima. Lo trataba como basura y él empezó a creer que lo era. No era solo que se disculpara por todo. Literalmente sentía que nada de lo que hacía valía una mierda. Su abuelo lo tuvo en terapia cuatro veces por semana durante años.
—Cristo… —susurro, mientras el instinto maternal que Edward despierta en mí empieza a encenderse hasta que hiervo de rabia.
—Cuando éramos niños y jugábamos cricket juntos, no solo se disculpaba por lanzarme la bola o eliminarme, sino que reaccionaba como si yo fuera a darle una paliza por eso.
—Conozco esa historia —admito en voz baja, sintiendo el ceño fruncido—. La historia del bate de cricket, quiero decir…
Él resopla, con un tono amargo mientras su expresión se oscurece.
—El bate de cricket es solo la punta del iceberg.
—Dios… ¿De verdad quiero saber más? —Siento ganas de alejarme. No sé si puedo soportar algo peor.
—Si quieres entenderlo —responde, mirándome fijamente. Y lo más evidente es que lo dijo como una especie de acusación indirecta.
—Me habló de su abuelo —admito, bajando la vista—, pero no me ha contado sobre su madre.
—No cree que quieras saber más de él —responde con franqueza.
—¡Claro que quiero! —Pero miento. La verdad es que no quise durante mucho tiempo, por muchas razones, pero sobre todo porque soy una cobarde que prefiere esconder la cabeza en la arena.
Jake baja la cabeza y sonríe un poco para sí mismo durante un momento, y no estoy segura de qué emoción intenta transmitir.
—Voy a ser honesto contigo, Bella.
—Está bien… —respondo a regañadientes, prácticamente encogiéndome ante él.
—Él piensa que, si te contaba más, lo usarías como excusa para mantener el enfoque en él y no en ti.
Mi boca se abre por la sorpresa, pero de inmediato me invade la vergüenza, porque tiene razón. Al principio lo habría hecho, pero ahora no; de eso estoy segura.
—Maldita sea… —murmuro, limpiándome discretamente la emoción que me arde en la garganta. Apoyo la frente contra la palma de mi mano como excusa para evitar su mirada y me la froto con rigidez.
Todo este tiempo, Edward pudo ver a través de mí.
—También le preocupa que sea demasiado para ti. Eres su primera relación real. Está luchando. Mucho.
Suelto una risita seca, levantando la vista para encontrarme con la suya.
—No es el único.
Él me observa con atención otra vez, pero esta vez hay confusión en su expresión.
—Conozco a Edward desde hace dieciséis años, Bella. Cuando estaba en secundaria, si no hubiera sido por ti, yo habría estado convencido de que era gay.
—¿Por qué? —pregunto, sin entender a qué se refiere.
—Todas esas chicas que lo seguían por ahí… a él no le importaban, pero eso solo hacía que su reputación se afianzara más. Lo hacía parecer arrogante, pero no soportaba que lo tocaran, ni siquiera entonces. Cristo, solo salió con Lauren Mallory porque yo lo empujé. No tengo idea de cómo logró acostarse con ella.
—Entonces… ¿por qué no creíste que era gay? —Todavía no lo entiendo.
—Porque estaba enamorado de ti.
—¿Qué…?
—¿No lo sabías?
—No, quiero decir… él me pidió salir justo antes del HSC, pero antes de eso…
Él sonríe con picardía.
—Olvidé que eras bastante ciega en aquel entonces.
Niego con la cabeza, en parte por la creciente confusión y en parte porque él me saca de quicio.
—Siempre se veía incómodo a mi alrededor.
—Sí, porque lo ponías nervioso. ¿Recuerdas la vez que lo empujé hacia ti en la biblioteca?
—Sí, ¿cómo olvidarlo?
—Fue intencional. Llevaba años suspirando por ti, y sabía que nunca tendría el valor de acercarse. Así que le di un empujoncito. —Sonríe y me guiña un ojo.
Solo puedo mirarlo por un momento, sin estar segura de si creerle. Edward, por más sentimental que sea, no se habría quedado callado con algo así, y, sin embargo, yo no sabía nada.
—¿Edward tenía miedo de hablar conmigo? ¿Edward, el hombre elegido como el soltero del año por Time Magazine?
—Sí —responde con toda seriedad.
Suelto un bufido, incrédula.
—Claro.
—¿Tienes problemas de autoestima, Bella? Porque no eres fea —dice, y, maldita sea, si Edward cree que yo soy directa, no quiero imaginar cómo convive con Jake.
—Cristo, ¿por qué no me dices lo que realmente piensas?
Él vuelve a sonreír.
—Edward dijo que eras bastante franca, así que pensé que podía ser directo con todo.
—No, quiero decir que malinterpretaste lo que dije. Edward no tuvo ningún problema en venir a hablarme en octubre, cuando me encontró en el auto.
—Sí, después de doce años de terapia. Mira, Bella, todo lo que sé es que antes de empezar a salir contigo, no dejaba que una mujer le pusiera un dedo encima. Y la primera vez que los vi juntos, tú lo tenías entre tus manos y él estaba completamente relajado. Casi no lo reconocí. Le haces bien, pero creo que tú también te equivocaste.
—¿Qué quieres decir?
—Pensaste que todo lo que él necesitaba era sexo, y sí, lo necesitaba, pero también necesitaba recuperar su confianza. Y tú se la diste.
Siento que las mejillas me arden al instante, preguntándome qué demonios le habrá contado Edward.
—Jake, una cosa es ser directo y otra no tener filtro —protesto.
Él se ríe.
—Perdón.
Niego con la cabeza para mí misma. Vaya manera de quedar atrapada en el código entre hombres.
—Sigo sin entender. ¿En qué me equivoqué con él?
—Lo estás alejando, ¿no?
—¡No lo estoy alejando! —insisto, con firmeza.
—¿Entonces por qué lo ignoras?
—Porque… —Pero no puedo responder, no porque no lo sepa, sino porque apenas puedo entenderlo yo misma—. No lo sé…
—Mierda, Bella —su voz se endurece de repente—. Pareces no haber dormido en toda la semana y se nota que llevas toda la noche llorando.
Lo miro por un momento, y bajo la cabeza en señal de derrota. Estoy cansada, no tengo defensas y él tiene razón.
—Jesús, esto no es tan difícil —añade antes de que pueda decir algo—. Sí, ambos tienen cosas que resolver, pero es mejor hacerlo juntos. ¿Quieres que lo llame?
—Ya no estamos en secundaria —murmuro, aunque en el fondo sí quiero.
—Y, aun así, aquí estoy, tratando de arreglar su relación como si lo fuera.
Jesús, realmente puede cambiar de emoción en un segundo. Me da la impresión de que vivir con él debe ser agotador.
—Tengo toda la intención de llamarlo. Solo… solo estoy tratando de lidiar con todo. —Prácticamente me estremezco al escucharme, sabiendo que no sueno ni remotamente convincente.
—Mmm… Lo dudo. Creo que estás usando eso como excusa.
—¡Cristo, Jake! —suelto, al borde de perder la paciencia, y empiezo a sospechar que todos están confabulados.
Él, Jasper y Alice.
—Bella, solo llámalo de una puta vez. Arregla esta mierda para no tener que verle la cara miserable todos los días, ¿de acuerdo? —Se pone de pie—. En fin, me voy al gimnasio, y por el amor de Dios, no le digas que estuve aquí. Ya sabes lo neurótico que es. No me lo perdonaría jamás.
Se dirige a la puerta y yo me apresuro a abrirla antes que él.
—Gracias —digo, tan avergonzada de mí misma que apenas puedo mirarlo a los ojos, pero estoy agradecida de que haya venido, aunque haya sido difícil escucharlo.
—Piénsalo, ¿sí? —Se inclina una vez más para besarme la mejilla en señal de despedida—. Ness quiere cenar contigo algún día. Llámala cuando hayas resuelto todo.
—Bueno.
Cierro la puerta detrás de él sabiendo que todo ha cambiado. Ya no tengo derecho a estar enojada con Edward, y quiero llamarlo, con desesperación, aunque sea solo para oír su voz.
Entonces, ¿por qué no puedo hacerlo?