ID de la obra: 1331

Vértigo

Het
R
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planificada Mini, escritos 500 páginas, 166.876 palabras, 47 capítulos
Descripción:
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40

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Descargo de responsabilidad: Vertigo de Mr. G and Me, traducida con su permiso. Gracias a arrobale por su apoyo como prelectora. Aviso: la historia toca temas sensibles de salud mental — recuerda que siempre es importante buscar ayuda cuando se necesita. . Capítulo 40 Edward . —¡Edward, no puedes entrar así! —me advierte la secretaria de Alec, poniéndose de pie de golpe. La ignoro por completo y sigo caminando más allá de su escritorio, directo al pasillo que lleva a su oficina. Sin dudarlo, tomo el picaporte y empujo la puerta. Está solo, pero no me habría importado si no lo estuviera. —¡Edward! —dice Alec sorprendido, levantándose de su escritorio—. ¿Qué estás...? Pero no lo dejo seguir. —¡¿Él lo sabía?! —le suelto, tan alterado y tembloroso que ni siquiera estoy seguro de estar pensando con claridad. —¿Sobre qué...? —responde con calma, sentándose de nuevo. —¡Sobre el niño que está en mi casa y que es idéntico a mí! —grito, y mi paciencia se evapora. Inhalando hondo, se cubre el rostro con una mano por un segundo. —Así que conociste a Tyler. —¿Tyler? —repito, atónito—. ¿Entonces sí lo sabía? ¡¿Lo sabía y a nadie se le ocurrió decírmelo?! —No estabas precisamente en condiciones de criar a un niño, Edward. Tu abuelo lo sabía —trata de justificarlo, pero solo consigo reírme, amargamente. —¿Y por qué no lo adoptó como hizo conmigo y con Emmett? ¡Así al menos lo habría conocido! Vuelve a hacer una pausa, observándome por unos segundos. —Edward, Carlisle nunca quiso que ustedes supieran esto, pero tenía una enfermedad cardíaca avanzada. Vivió mucho más de lo que los médicos esperaban. No había forma de que pudiera hacerse cargo de un bebé. —¿Qué...? —balbuceo, aún en estado de shock, mientras mi mente se dispara. Pop nunca se vio enfermo... —Puedo mostrarte su historial médico si quieres —ofrece. Niego con la cabeza, tanto por confusión como en respuesta. —No. —Edward... —suspira. —¿Alguna vez pensó decirme la verdad? —espeté, pasándome las manos por el cabello. Estoy abrumado por mil emociones, y lo único que me viene a la mente son esos ojos. Los ojos de Abue. Mis ojos. —Sí, cuando estuvieras bien. Y preferiblemente, cuando tuvieras una familia propia. Vuelvo a reír sin humor. —Qué considerado de su parte. —Él se encargó económicamente de él desde que nació. Le pagó manutención a su madre adoptiva en tu nombre. Se aseguró de que el niño asistiera a una buena escuela. Hizo todo lo que pudo para proveerle en tu ausencia. —¿Proveerle? —repito, incrédulo—. No me vengas con esa mierda, Alec. ¡Ese niño parece que ha vivido en un maldito basurero los últimos diez años! —¿Perdón...? —pregunta, visiblemente confundido—. Edward, tu abuelo tomó todas las medidas para... —¡¿Crees que miento?! —estallo—. ¿Quieres que lo traiga para que lo veas tú mismo? —Entiendo que estás molesto, pero déjame averiguar qué pasó —me dice, levantando el teléfono y apoyándolo contra su hombro—. Siéntate —me indica el sillón de cuero frente a él—. O si prefieres, espera afuera. —Ya vuelvo —le digo, saliendo de su oficina mientras saco el celular del bolsillo. Llamo a Bella. Contesta al instante, y su voz suena al borde del llanto. —Lo siento, amor —me disculpo, suspirando con cansancio. —Estoy bien —me responde de inmediato—, pero, Edward... él cree que no te gustó. —Él... Bella, soy un extraño para él. —¡Eres su padre, Edward! —insiste, con la voz quebrándose—. Te necesita. —Yo... yo solo... mierda... —dejo la frase inconclusa, pasándome los dedos por el cabello—. Alec está tratando de averiguar qué fue lo que pasó con él. —¿Lo sabía? —pregunta con cautela—. ¿Tu abuelo? —Sí, lo sabía —musito. —Carajo... —es todo lo que dice, soltando un suspiro. —¿Qué... qué sabes tú sobre él? —pregunto mientras me froto la nuca, incapaz de sacarme su imagen de la cabeza. Realmente es el vivo retrato de Pop. —Espera un segundo —su voz baja, y luego hay un silencio acompañado del ruido del viento en el auricular. —¿Estás afuera? —pregunto, obvio. —Sí, no quiero que me escuche. Bueno, ha estado en hogares de acogida los últimos tres años, y...fue maltratado ahí —su voz tiembla de nuevo. —Mierda... —murmuro con rabia, sin poder asimilar todo esto. —Le compré comida hoy y se la devoró como si fuera la primera comida decente que ha tenido en meses —agrega, suavemente. —¿Dónde vivía antes de estar en acogida? —Con una mujer que él cree que era su abuela. Supongo que ella lo adoptó, pero murió cuando él tenía ocho. —¿Conoce a su madre? —No. Me dijo que murió cuando él nació —responde, y yo río, seco. —Así que su madre lo abandonó y yo ni siquiera sabía que estaba vivo... —concluyo, más para mí mismo, con amargura. —Lo siento, Edward —susurra—. ¿Qué vas a hacer? —No lo sé —respondo con sinceridad, porque no tengo ni idea. —Por favor, no digas que... —Nena, solo... primero tengo que averiguar qué pasó —la interrumpo, frustrado. —¡Edward! —su tono se endurece—. No vas a devolverlo al sistema de acogida, ¡por el amor de Dios! —¡Claro que no! —respondo, llevándome otra vez la mano al cabello—. ¿Eso piensas de mí? —Yo solo... no hagas nada impulsivo —me suplica de pronto. Niego con la cabeza, tragando con dificultad el nudo que empieza a formarse en mi garganta. —¿Bella? —¿Sí? —su voz se quiebra por completo; ahora está claro que está llorando. —¿Me ayudarías? —pregunto, aclarando mi voz con fuerza. —¡Por supuesto que sí! —responde con firmeza—. Edward, ¿cómo podría amarte y no amar cada parte de ti? —Dios... —susurro aún atónito, frotándome los ojos con frustración—. ¿Te acuerdas de aquella noche en tu auto? Cuando me preguntaste si tenía un hijo... —Sí. —¿Habías escuchado algo? Suspira con fuerza. —Escuché a Jessica Stanley chismeando en la biblioteca. Decía que Lauren había sido enviada lejos por su papá para tenerlo, y que... tu abuelo pagó mucho dinero para mantener tu nombre fuera de todo eso. —Maldita sea... —susurro, inclinando la cabeza con derrota—. Nena... —Sé que no lo sabías, Edward. Está bien. —Es solo que... no sé qué carajos se supone que haga —admito, impotente. Nunca tuve un padre, ni nada parecido. —Voy a ayudarte, ¿de acuerdo? —De acuerdo. —Amor, es completamente increíble. Es tan parecido a ti que da miedo. Es tímido y de verdad, de verdad dulce. —Solo asegúrate de que tenga todo lo que necesita. No sé cuándo voy a volver a casa. —Lo haré. Lo llevé de compras y le compré ropa nueva. No puedo creer el estado en que estaba… —su voz vuelve a quebrarse, mezcla de incredulidad y rabia. —¿C-cómo lo encontraste? —balbuceo. —Él te encontró a ti. O, mejor dicho, encontró la casa de tu abuelo. Jake abrió la puerta y bueno… lo reconoció de inmediato. —Es igualito al Abue —musito. —¡Es igualito a ti! —corrige enseguida. —Los sesenta segundos más incómodos de mi vida… y él fue el resultado —digo, soltando una risa completamente jodida. —Ya eras imparable incluso entonces, guapo —responde ella con ternura. Y se lo está tomando demasiado bien. —Bella… lo siento mucho —confieso, frotándome la frente con los dedos rígidos. —¿Lo sientes? ¿Por haber tenido un hijo? —pregunta con incredulidad—. Ay, amor… —Es solo que… mierda, no lo sé. —No dejes que esto te abrume —empieza a decir justo cuando Alec abre la puerta de su oficina y me hace una seña. —Nena, tengo que irme. Te llamo antes de salir, ¿sí? —Está bien. Oye… —¿Sí? —Te amo. Vuelvo a reír, no puedo evitarlo. No suele decirme esas palabras. —Yo también te amo. —Bueno, entonces... —dice Alec cuando vuelvo a sentarme frente a él—. Su madre adoptiva murió en 2015, ha estado en hogares de acogida desde entonces —me repite lo que ya sabía. —¡Y ahí fue maltratado! —espeté. —Lamentablemente, no es algo poco común —responde con un suspiro. —¿Por qué no me dieron la opción de hacerme cargo de él? ¡Por el amor de Dios! Puede que no sea perfecto, pero al menos habría estado a salvo. —No estás registrado como su padre en el certificado de nacimiento, Edward —explica—. Servicios Comunitarios no habría sabido que existías. —Entonces... ¿qué tengo que hacer? ¿Una prueba de paternidad? —Se hizo poco después de que naciera. Definitivamente eres su padre. —¡¿Qué?! —exclamo, completamente en shock—. ¿Cuándo? Pero claro… lo sé. En el último año del colegio, Abue hizo que Emmett y yo nos hiciéramos pruebas de ADN. Dijo que era para protegernos de parientes lejanos, y yo lo creí por completo; nunca sospeché nada. —También hizo que Emmett se hiciera una para que yo no sospechara —murmuro, riendo amargamente—. Jesús… —Sí. —¿Y por qué no lo adoptó una familia estable? —pregunto con rabia—. Le dijo a Bella que una mujer mayor lo adoptó. —Los Mallory se encargaron de eso. Creo que era su ama de llaves. —¿Y su madre? —Renunció a todos los derechos parentales cuando nació. —Déjame adivinar… ¿o si no la desheredaban? —concluyo con sarcasmo. Él solo me mira, su expresión se suaviza con comprensión. Sabe que no necesito que me lo explique. —Por ahora, ¿quieres que solicite una orden de custodia temporal? —Sí —respondo en voz baja, frotándome otra vez la frente. No tengo idea de cómo esto afectará lo que tengo con Bella, pero ella tiene razón. No puedo abandonarlo. Ahora es mi responsabilidad. —¿Quieres unos días para hablarlo con Bella y decidir si buscarás la custodia total? —propone. Suelto otra risa seca, irónica esta vez. —Solicita la custodia total. Ella no va a aceptar nada menos que eso. Sonríe y asiente. —Yo me encargo. Lamento que las cosas hayan salido así, Edward. —Sí, yo también —murmuro, encogiéndome de hombros—. Gracias por tu honestidad. —No hay problema. Me pongo en eso ya —dice, extendiendo la mano. Me pongo de pie y se la estrecho. —¿No habrá problemas para obtener la custodia, cierto? —Ninguno —responde con una sonrisa, como si fuera obvio—. Tengo un récord de cincuenta y siete a cero en casos de custodia, Edward, y muchos de esos fueron contra el Estado. Además, considerando que eres su padre biológico, tu situación financiera, y que tú y Bella pronto estarán casados, no van a gastar recursos en negarla. —Pero… el pasado de Bella… —le recuerdo. —Déjamelo a mí —me asegura—. Ahora quiero que lo lleves al hospital para un chequeo médico completo. Si hubo negligencia o abuso, voy a responsabilizar tanto a los padres de acogida como a Servicios Comunitarios. —Perfecto. —Voy a organizarlo ahora. Te llamo pronto para decirte con qué doctor. —Gracias, Alec. —Hablamos pronto, Edward. Apenas salgo de su oficina, llamo a Bella de nuevo. —Hola, nena. Ya voy para la casa. —Ok. ¿Todo bien...? —pregunta, dudosa. —Sí, todo bien. Prepáralo, ¿sí? Tenemos que llevarlo a un chequeo médico. —¡Qué bien! —dice con entusiasmo—. Ya se bañó y le puse ropa limpia, pero, Cristo, Edward… —baja la voz—. Sus dientes. No creo que se los hayan cepillado en años. Está lleno de caries. —Jesús... —murmuro—. Está bien, resolveremos eso mañana. Llego en diez. —Ok, guapo —dice con calidez. Y justo cuando cuelgo, Jake llama. —Hola, amigo —me saluda—. ¿Ya lo sabes...? —Ya lo sé. —Una locura, ¿cierto? —Esa es una forma de decirlo —respondo con amargura—. ¿Por qué no me llamaste? —Amigo, Bella siempre lo iba a tomar mejor que tú. —Tiene razón—. ¿Te impactó lo mucho que se parece a ti? —Sí... —admito, soltando un resoplido. Aunque «impactado» no es exactamente la palabra. —¿Estás seguro de que estás bien? —Sí... pregúntame en unos días. Se ríe. —Algo me dice que él es justo lo que ustedes dos necesitaban. Justo cuando estoy subiéndome al auto, Alec me llama. —Llévalo a St Vincent's, Edward. El doctor McCarty lo está esperando. —Doctor McCarty. Entendido. Cuando llego a casa, Bella y Tyler están sentados en el comedor comiendo la comida china que traje. Está limpio, con el cabello aún mojado y peinado, y lleva un pijama con una bata azul marino encima. Los dos se giran al verme entrar. Bella sonríe de oreja a oreja, mientras que Tyler baja la mirada de inmediato, asustado. —Ven a conocerlo como es debido —susurra Bella en mi oído, roza mis labios con los suyos, y luego, tomándome de la mano, me lleva hacia la cocina. —Tyler —le toma la mano y lo pone de pie junto a ella—, él es Edward. Edward —se vuelve hacia mí con una sonrisa cálida—, él es Tyler. —Hola, Tyler —lo saludo, extendiéndole la mano. Me mira con duda, como sin saber qué hacer. —Está bien —lo anima Bella, y a regañadientes, como si mi mano fuera a quemarlo, me la estrecha. —Hola —dice tan bajito que apenas lo escucho. Me quedo mirándolo un momento, sin saber realmente qué hacer con él, hasta que Bella carraspea sutilmente y me hace una seña con los ojos. —Tyler… lamento lo de antes. Fue un gran impacto. Pero no estoy enojado contigo —intento explicarle. —¿Ves? —dice Bella, dándole un leve empujón, mientras él esboza una sonrisa tímida. Asiente una vez, bajando la vista al suelo. —O-okey... —Muéstrale a tu papá tus zapatos nuevos —le dice Bella con un brazo rodeándole los hombros. Tardo un segundo en darme cuenta de que se refiere a mí. —Oh, sí, están geniales, amigo —digo, mirando los Nike que lleva puestos con el pijama—. ¿Te los compró Bella? —Sí... —responde, mirándola y sonrojándose. —¿Verdad que es adorable? —dice Bella, atrayéndolo más hacia ella mientras su rostro se pone aún más rojo. —Eh... sí. —Edward... —susurra de pronto Bella, lanzándome una mirada reprobatoria. —¿Qué? —musito, y luego aclaro la garganta—. Será mejor que nos vayamos. —Está bien —dice simplemente, soltándolo para tomarle la mano. —¿A dónde vamos? —le susurra él, repentinamente nervioso. —Al médico para un chequeo, eso es todo, cariño —lo tranquiliza Bella—. ¿Y después tal vez pasamos por Yogurtland? Él asiente, sonriendo de verdad por primera vez, y se deja guiar al auto. Es evidente que ya confía en ella. Los sigo, sacando las llaves del bolsillo mientras Bella lo ayuda a subirse al asiento trasero. Claramente, ella ya está encariñada con él tanto como él con ella… pero claro, Bella suele tener ese efecto en la gente. El Dr. McCarty lo atiende de inmediato apenas llegamos, y lo primero que hace, después de llevarnos a los tres a la sala de examen, es pedirle al pobre niño que se quite la ropa. Está en los huesos y lleno de moretones, y es consciente de cada centímetro de su cuerpo. Jesús… incluso el doctor y la enfermera que lo acompaña están horrorizados. Ese es el momento en que todo se vuelve real para mí, porque empiezo a reconocerme en él. Tal como yo era una vez: un niño maltratado y sin amor. Y es ahí cuando lo entiendo. Soy padre desde los dieciocho años, y este pobre chico, sin haber hecho nada malo más que nacer siendo Cullen, terminó tan mal como yo. Juro que mi familia está maldita. Tal vez es buena idea que Bella no pueda tener hijos. Quizás deberíamos adoptar uno en vez de intentar tener uno biológico. En cuanto Bella lo ve y se da cuenta de la magnitud del abuso que sufrió, se le corta la respiración y estalla en llanto. Intenta disimularlo frente a él, pero no lo logra, y entonces la atraigo hacia mí y la envuelvo en mis brazos. —Lo siento, nena —susurro, sintiéndome condenadamente culpable. Justo cuando esas mismas palabras salen también de los labios de Tyler. Bella y yo lo miramos al mismo tiempo; él la observa con los ojos abiertos y llenos de ansiedad, como si pensara que es su culpa que ella esté llorando. —Oh... no es tu culpa, cariño —le asegura Bella rápidamente, intentando recomponerse mientras se seca las lágrimas—. Te lo prometo. Él me mira entonces, y lo único que puedo hacer es asentir con la cabeza y dedicarle una sonrisa tranquilizadora, respaldando sus palabras en silencio. Fotografían cada parte de su cuerpo, luego lo pesan y miden mientras la enfermera anota los resultados en una tabla y le pone una bata de hospital. Está por debajo del peso normal para un niño de once años, nos informa el doctor, como si no fuera evidente. Luego programa una radiografía, pero antes le tienen que sacar sangre. Y ahí es cuando Tyler se descompone. —¡Bella! —grita cuando la enfermera le ata el torniquete en el brazo, y Bella, soltándose de mí, se sienta a su lado y le envuelve la cabeza contra su pecho. —No mires. Mantén la vista en mí —le indica ella suavemente. —¿Va a doler? —pregunta con temor. ——Nooo, va a sentirse como un leve pinchazo —le promete—. Yo me he hecho docenas. —¿De verdad? —pregunta, mirándola con los ojos grandes. —De verdad —insiste ella. —¿Qué deportes te gusta jugar, Tyler? —le pregunta la enfermera, tratando de distraerlo. —Cr-críquet —responde, tartamudeando, con los ojos fijos en los de Bella, que se llenan de lágrimas. Ella le dedica una sonrisa alentadora. —A tu papá también le gusta el críquet. La enfermera introduce la aguja en su vena. Tyler se sobresalta y se le escapan las lágrimas. —No fue tan terrible, ¿cierto? —le dice Bella con dulzura mientras le extraen la sangre. Me doy cuenta de que ya lo ama. Ama a este niño que no es suyo, y eso solo hace que yo la ame más. Tyler cierra los ojos con fuerza y sacude la cabeza. —¿Quizá Edward juegue críquet contigo algún día? —le dice ella, con voz suave, antes de mirarme. —¿Prefieres lanzar o batear, amigo? —le pregunto. Sus ojos se abren de golpe y se fijan en los míos. —Ba-batear... —¿Sabías que tu papá fue capitán del equipo de críquet en la secundaria? —le cuenta Bella, y su mirada, aún clavada en mí, casi se enciende con curiosidad. Asiento, validando lo que ella dice, y la más pequeña sonrisa se dibuja en sus labios, como si pensara que tal vez no soy el desastre de padre que imaginaba. —El año que viene voy a entrar a secundaria —me dice, y sonrío sin darme cuenta. Después de la radiografía, el doctor nos pide a Bella y a mí que tomemos asiento, mientras la enfermera lleva a Tyler por el pasillo a buscar algo de tomar. Se coloca las gafas en la punta de la nariz y repasa sus notas con el ceño muy fruncido. —Está desnutrido, y aunque es alto para su edad, está apenas en el percentil cinco en cuanto a peso. Bella resopla con rabia. —¿Qué podemos hacer por él? —Aliméntenlo y denle mucho amor —responde con una sonrisa. —Eso sí sabemos hacerlo —dice ella, apretándome la mano. —Tal vez deberían considerar terapia psicológica para él —aconseja. —Sí, eso es obvio —mascullo mientras Bella me aprieta los dedos. —La radiografía también muestra tres fracturas ya sanadas. Lamentablemente no puedo decir cuándo ocurrieron —añade. Me llevo la cabeza a la palma de la mano y me presiono la frente con los dedos. ¿Existe alguna regla maldita que diga que un hijo tiene que pasar por el mismo trauma que su padre? —¿No vas a internarlo, cierto? —pregunta Bella, soltando mi mano para sujetarme la rodilla. —No, creo que lo mejor para él es dormir en una cama caliente con personas en quienes confíe. Los resultados del análisis de sangre estarán mañana. Les avisaré si hay algo de qué preocuparse. —¿Cuándo puedes enviarle el informe a Alec? —pregunto. —Mañana en la mañana, en cuanto tenga los resultados del laboratorio. —Entonces, ¿ya podemos llevarlo a casa? —pregunta Bella, con la esperanza evidente en la voz. —Pueden llevárselo a casa. El doctor se levanta, nos da la mano a ambos y salimos. Tyler está sentado justo afuera con la enfermera, y en cuanto nos ve, se pone de pie de un salto. —¿Tengo que hacer algo más? —le pregunta a Bella, tomándole la mano. —Claro que sí. Tienes que acompañarnos a Yogurtland a mí y a tu papá. Se le ilumina el rostro con una gran sonrisa, y es bueno ver que tiene dientes, aunque la mitad estén picados. —¿No te molesta que te llame «papá»? —me pregunta Bella después de abrocharle el cinturón a Tyler en el asiento trasero. —No —respondo con sinceridad, negando con la cabeza ante lo absurdo que es todo—. Aunque me tomará un poco acostumbrarme. —Dios, qué día... —Se ríe para sí, incrédula—. Una parte de mí siente que sigo soñando. Murmuro en total acuerdo, justo mientras abro la puerta del lado del pasajero y mi celular empieza a sonar. Es Alec; ya fue aprobada la orden de custodia temporal y tengo que firmarla. —Los dejo en Yogurtland mientras firmo los papeles, ¿sí, nena? —le propongo al subir al auto—. No me demoro. —No hay problema —dice, apoyando su palma en mi mejilla. —La audiencia de custodia quedó para el 24 —me informa Alec al entregarme una carpeta llena de documentos legales, incluyendo el acta de nacimiento de Tyler y la mayoría de los papeles de Abue—. El Departamento de Servicios Comunitarios no tiene inconveniente en otorgarte la custodia. Programé una reunión con ellos para el 18. El juez querrá conocerlos a ti, a Bella y a Tyler antes de decidir. —Está bien. —Asiento—. ¿Así de fácil? —Así de fácil. —Sonríe, dándome una palmada en la espalda—. Asegúrate de tenerlo inscrito en la escuela para entonces. Tyler se queda dormido en el auto de regreso. Lo cargo adentro, haciendo un esfuerzo por no pensar en lo condenadamente liviano que es. Se despierta poco después de que lo acuesto en el sofá, mientras Bella acomoda el segundo sofá para que duerma ahí. —¿Puedo ir al baño, Bella? —pregunta, frotándose los ojos soñoliento. —Mmm, no, no puedes. Tienes que aguantarte hasta que tu vejiga explote en un millón de pedazos —bromea ella, y esta vez él se ríe—. ¡Apúrate, tonto! —Necesitamos una casa más grande —dice con un suspiro apenas Tyler sale del cuarto, mientras mete la sábana entre los cojines—. Me siento horrible por tenerlo durmiendo en la sala. —Estará bien —la tranquilizo—. No será por mucho tiempo. —¿Te arrepientes de haber vendido la casa? —pregunta, mirándome. —No —respondo con tono grave—. No me habría gustado que él viviera ahí. No quiero que crezca pensando que eso es normal. —Estoy bastante segura de que eso no va a pasar, guapo —me provoca. —Bella... —¿Estás bien? —se endereza y me observa con seriedad por un momento. —No mucho —murmuro. —¿Vas a estarlo? —su voz se suaviza. —Sí —respondo—. Contigo a mi lado, sí. Ella sonríe con picardía justo cuando Tyler vuelve tambaleándose a la sala. —Eres un encanto —me dice. Sonrío para mí mismo, apoyando la mano en la cabeza de Tyler mientras pasa junto a mí. —Voy a darme una ducha. —¡No tardes, guapo! —me grita Bella. Cuando termino en el baño, la casa está en silencio. Tyler está acostado quieto en el sofá con Oppa hecho un ovillo junto a él. Exhalo con cansancio y empujo la puerta del dormitorio. —¿Le dijiste buenas noches? —pregunta Bella cuando me dejo caer en la cama a su lado y la rodeo con el brazo. —Está dormido —respondo, apoyando mi rostro contra su mejilla. —Ve a hablar con él —me anima, girándose para besarme. —No... no sé qué decirle. —Me aparto para mirarla bien. Suspira con fuerza. —¿En serio? Ve a tener una charla de hombre a hombre. Lo haces todo el tiempo con Jake. —Está bien —cedo al fin, poniéndome de pie y caminando hacia la puerta. —¡Edward, por Dios, ponte una bata! —exclama en un susurro escandalizado, mirando con intención mi bóxer—. ¡Vas a traumar al pobre niño! Me pongo a regañadientes un pantalón de algodón, salgo al pasillo y enciendo las luces. Tyler se mueve de inmediato y me mira. —Hola, amigo —le digo, sentándome a su lado en el sofá y acariciando la cabeza de Oppa. —Hola —me responde, incorporándose un poco y mirándome con incomodidad. —¿Estás bien durmiendo aquí? —Sí —responde simplemente, encogiéndose de hombros. —¿Quieres vivir con Bella y conmigo? Su expresión se ilumina al instante y asiente. —Sí. Me gusta Bella. Es linda y me dijo que soy guapo. Suelto una risa breve. —Vas a tener que acostumbrarte a eso. Él sonríe, y en ese instante su rostro cambia por completo. Y entonces lo noto. No solo le gusta Bella… tiene un enamoramiento con ella.
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