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22 de octubre de 2025, 10:39
Descargo de responsabilidad: Vertigo de Mr. G and Me, traducida con su permiso. Gracias a arrobale por su apoyo como prelectora. Aviso: la historia toca temas sensibles de salud mental — recuerda que siempre es importante buscar ayuda cuando se necesita.
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Capítulo 41
Bella
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Tengo clases toda la mañana al día siguiente, así que Edward decide tomarse el día libre.
Ya estoy inmensamente orgullosa de él por dar un paso al frente, aunque nunca dudé de que lo haría, y ahora pasar tiempo a solas con Tyler es lo mejor para ambos.
Salgo justo antes de las nueve, mientras Tyler sigue profundamente dormido en el sofá. Incluso dormido parece agotado, y mientras viva, nunca podré sacarme de la cabeza la imagen de su pequeño cuerpo delgado, golpeado y lleno de moretones. Por un horrible instante creí estar mirando a Edward, al daño que le había causado su madre, y casi me derrumbo por completo. Pensar en eso me pone malditamente furiosa, y me está costando trabajo calmar la ansiedad que me dejó.
Edward me acompaña hasta el auto con las manos metidas en los bolsillos, y es obvio que su mente está en otra parte.
—Diviértanse —le digo en tono ligero, estirándome para besarle los labios cuando abre la puerta del auto por mí.
—Lo llevaré a que se corte el cabello —murmura—. Bella…
—¿Sí?
—Uno de los apartamentos de Abue en la ciudad está desocupado. Alec me lo dijo anoche. Tiene tres habitaciones. Podemos mudarnos ahí hasta que encontremos algo permanente, si quieres.
Asiento, algo distraída por un momento.
—Está bien… ¿A qué escuela quieres mandar a Tyler?
—Pública —responde sin dudar, lo cual no me sorprende, dado el rechazo que siempre ha tenido el guapo hacia el elitismo.
—¿Crown Street? —sugiero, porque prácticamente es la única escuela pública en el centro.
Asiente, con la mirada baja.
—Sí…
Crown Street Public School es un hermoso edificio de piedra arenisca que antes fue una iglesia congregacional, y yo envidiaba a todos los niños de mi barrio que asistían ahí. Desde kínder hasta sexto año, mis hermanos y yo fuimos a SCEGGS: Charlie y Sam en la sección para varones y yo en la de niñas. Era una escuela privada terriblemente estricta, flemática y ridículamente elitista, donde iban todos los demás miserables niños de nuestro mismo nivel social.
Cuando empecé la secundaria, mis padres me mandaron como interna al Pymble Ladies' College, y ese infierno hacía que SCEGGS pareciera vacaciones. Me acosaban sin piedad, y curiosamente, gracias a mi asma solo duré seis meses antes de que me sacaran y me enviaran a Sydney Grammar.
Donde conocí a Edward.
—Pero espera hasta que pasen las vacaciones, ¿sí? Dale tiempo para adaptarse —añado.
—Sí, estaba pensando lo mismo —dice, alzando la vista y sonriendo. Se parece demasiado al pequeño que está dormido adentro.
Le devuelvo la sonrisa y jalo suavemente su camisa.
—Voy a llegar como a la una —digo, y por dios, me estoy poniendo emocional. En serio no quiero dejarlos a ninguno de los dos.
—Está bien. ¿Cuándo quieres mudarte a…? —deja la frase en el aire.
—De inmediato, supongo. No podemos tenerlo durmiendo en el sofá.
Asiente otra vez.
—Puedo pedirle a Alec que se encargue de eso hoy mismo, si quieres.
—Por supuesto que puedes, querido —bromeo, porque alguien tiene que aliviar el ambiente.
Su sonrisa se curva con desgana y exhala por la nariz, pero no me reprocha nada.
—Estaba pensando…
—¿Qué estabas pensando? —repito en tono ligero, al ver que vuelve a quedarse en silencio, de pronto inseguro.
—¿Quieres vivir más cerca de la universidad?
—¿Del lado sur? —digo casi en automático. Carajo, sabía que no le encantaba vivir en el North Shore, pero no tenía idea de que quisiera ir más al sur.
—Sí —medio se encoge de hombros, incómodo—. O sea, depende de ti.
—Bueno… —empiezo, alisando su camisa—, si Tyler va a ir a Crown Street, quizá podríamos mudarnos a Surry Hills.
Una sonrisa le ilumina el rostro de inmediato.
—Surry Hills está bien.
Surry Hills sigue estando en el centro, pero algo alejado del elitismo de los suburbios del este, y a menos de cinco minutos en auto de la universidad. Podré tomar el autobus, y Tyler estará a distancia caminable de la escuela. Aunque eso significará que Edward tendrá que manejar más para ir a trabajar.
—Podemos vender mi casa y comprar una tipo terrace que ya haya sido remodelada —propongo, y su sonrisa es tan contagiosa que tengo que esforzarme para no mostrar la mía—. Es lo que mi madre siempre quiso…
—Está bien, hagámoslo —murmura, colocando ambas manos en los costados de mi cara.
—En algún lugar cerca del parque —añado, poniéndome de puntitas para besarlo—. Voy a llegar tarde, guapo.
—Está bien —me suelta con un suspiro, y ahora es evidente que está nervioso por quedarse solo con Tyler—. Nos vemos en Hyde Park para almorzar.
—Perfecto —le doy un beso rápido antes de meterme al auto y encender el motor.
Tengo tres clases seguidas que terminan a las 12:30, y tras tomar un autobus desde el campus al centro, llamo a Edward.
—Hola, estaré en St James en diez minutos. ¿Qué tal tu día? —pregunto, algo más ansiosa de lo que debería.
—Bien —responde tranquilo—. Lo llevé al dentista. La mayoría de las caries están en los dientes de leche y no son graves. Le hicieron un empaste en una muela y le limpiaron los dientes.
—Pobrecito. ¿No le sacaron ningún diente?
—No. Espera, quiere hablar contigo.
—Ok —digo, y apenas termino de pronunciarlo, la voz alegre de Tyler suena por el auricular.
—Hola, Bella. ¿Ya vienes?
—Sí. Estaré ahí en unos minutos. ¿Te divertiste esta mañana con tu papá?
—Sí. Fuimos en el ferry, nunca había ido en el ferry, y después tomamos un batido tras salir del dentista. Edward dijo que fui valiente y me dio dinero.
Edward… Lo llama por su nombre, y no sé por qué eso me sorprende.
—Oh… ¡guau! ¿Cuánto te dio?
—¡Cincuenta dólares! —responde, con el tono de voz elevándose, y se me derrite el corazón por él.
—Entonces debiste haber sido súper valiente.
—Ni siquiera dolió tanto, pero bueno, después fuimos a Timezone y jugamos Mario Kart, pero Edward es mejor que yo.
—También es mejor que yo. —Me río.
—Ah, y también me corté el pelo.
—¿En serio? Apuesto a que te ves guapísimo.
—Bella… —dice con timidez.
—Eres igualito a tu padre.
—¿Quieres hablar con él otra vez? —pregunta Tyler, y suena completamente distinto al día anterior. Edward definitivamente se ganó su confianza.
—Claro.
—Bien, estaremos esperando junto a la fuente —interrumpe la voz profunda y suave de Edward.
—De acuerdo, nos vemos pronto.
Los veo de inmediato. Están sentados en la misma banca que Edward y yo solemos usar cuando nos encontramos para almorzar. Ambos están mirando hacia abajo, y enseguida me doy cuenta de que es el iPad de Tyler, y al acercarme parece que están jugando algún tipo de videojuego.
Edward me ve primero. Alza la mirada con naturalidad y se encuentra con la mía, mientras una cálida sonrisa ilumina su rostro.
Después de darle un codazo a Tyler para avisarle de mi presencia, se pone de pie y se acerca a mí.
—Hola, nena —murmura, rozando sus labios con los míos brevemente y tomando mi bolso del hombro—. Este niño habla casi tanto como tú —añade en voz baja cerca de mi oído.
Me río justo cuando el niño en cuestión se planta frente a mí, pareciéndose aún más a su padre con el cabello más corto.
—¡Hola, Bella!
—Hola, guapito —lo saludo, inclinándome un poco para besarle la mejilla—. ¿Tienes hambre?
—Eh… s-sí —balbucea, ruborizándose profundamente, y de pronto me doy cuenta de que reaccionó exactamente igual que Alice la primera vez que conoció a Edward. Tyler puede tener sangre azul, pero claramente no fue criado así.
—¿Qué te apetece comer? —le pregunto rodeándole los hombros con el brazo.
—Me da igual —responde en un murmullo.
—¿Buscamos una cafetería? —le propongo a Edward, estirando la mano para tomar la suya—. Necesito café.
—¿Quieres primero ir a ver el apartamento? —pregunta, con esa expresión de inseguridad regresando a su rostro—. Alec me dio las llaves esta mañana, y debería haber una cafetería dentro del edificio.
—¡Perfecto! ¿Dónde queda?
—En The Rocks —murmura Edward, apartando la mirada un momento, y con lo familiar que me resulta su lenguaje corporal, no es precisamente alentador. Solo puedo concluir que se trata de un penthouse grotescamente lujoso, o algo por el estilo.
—Está bien —le aprieto la mano para tranquilizarlo. Es ridículamente adorable lo mucho que todavía le avergüenza la riqueza de su abuelo.
—¿A dónde vamos? —pregunta Tyler con curiosidad.
—A ver nuestro hogar temporal —respondo.
—¿Voy a tener mi propio cuarto? —su rostro se ilumina.
—Mmm… pensamos ponerte debajo de las escaleras, como Harry Potter —lo molesto mientras él sonríe ampliamente.
—Bella…
—Vamos —dice Edward con un suspiro, rodeándome los hombros con su brazo mientras yo tomo la mano de Tyler.
El apartamento no es el penthouse, pero no está muy lejos. Está en el piso treinta y cinco, con vista hacia el este, al Puente del Puerto y la Ópera de Sídney. Es ultra moderno, algo que ya se nota que era el estilo de Carlisle Cullen, con un diseño de planta abierta y paredes de vidrio que ofrecen vistas casi panorámicas.
—¡Guau! —exclama Tyler, con las palmas y la nariz pegadas al muro de vidrio mientras observa el puerto—. ¿Puedo salir al balcón?
—No —responde Edward con rigidez, pero es que a mi guapo no le gustan precisamente las alturas. Es tan alto que incluso yo siento que podría darme vértigo vivir aquí.
—Solo será por unos meses —me dice Edward en tono apologético, como si nos estuviera mudando a un barrio miserable.
—Ay, amor… —Tomándole las manos, lo atraigo hacia mí—. Eres adorable.
—Bella… —suspira.
—Déjalo salir. ¿Qué puede pasar? —digo, rodeándolo con los brazos por la cintura—. Espera, ¿ese es mi mobiliario? —me aparto y miro alrededor del espacio abierto. Mi juego de sala y comedor están aquí, luciendo ridículamente fuera de lugar.
—Sí, le pedí a Alec que enviara a los de la mudanza esta mañana —explica, girando para besarme la sien—. ¿Qué…?
—¿Dónde está Oppa? —pregunto, sintiéndome un poco aturdida. Todavía me sorprende que, a pesar de que Edward vive como si fuera de clase trabajadora, claramente no lo es.
—Tu vecina lo está cuidando. Bella… ¿qué pasa? —repite, de pronto preocupado.
—Nada —digo, sacudiendo la cabeza—. Cristo, ya me siento mareada.
—Lo sé. Odiaba venir aquí cuando era niño —murmura—. El fin de semana iremos a buscar casa.
Al caer la noche ya estamos oficialmente instalados. Todo pasa tan rápido que me hace girar la cabeza, recordándome una vez más que el apellido de Edward tiene bastante peso detrás. No es que él lo aproveche ni nada por el estilo.
Además de mi mobiliario, Edward hizo que trajeran su cama y su tocador -que había dejado en la casa de su abuelo en Neutral Bay- al apartamento para que Tyler los usara. Al menos hasta que podamos conseguirle los suyos. Para cosas como sábanas y cobijas extra, Edward le pidió al conserje que las comprara, dándole una buena propina para que pasara por alto la presencia de Oppa. Pero nada de esto lo hace sentir cómodo, y si su expresión no fuera prueba suficiente, sus disculpas constantes lo son.
—¿Eres rico, Edward? —le pregunta Tyler inocentemente mientras cenamos. Edward pidió comida italiana y Tyler me ayudó a desempacar.
Edward se detiene y alza la vista hacia él, aclarándose la garganta con incomodidad.
—Mi abuelo era rico —es la explicación que decide dar—. Este apartamento es suyo.
—Tu bisabuelo —añado, intentando desviar a Tyler del tema.
—Pero ¿tú no eres rico? —insiste Tyler, ladeando la cabeza pensativo.
—No —responde Edward en voz baja, metiéndose un tenedor lleno de espagueti en la boca.
Tyler me mira; está confundido, pero no lo suficiente como para seguir indagando. Niego con la cabeza en silencio, le dedico una sonrisa tranquilizadora y le aprieto la rodilla a Edward bajo la mesa. Ya le explicaremos la situación de su padre algún día, pero ahora no es prioridad.
—¿Podemos ir al museo mañana, Bella? —me pregunta Tyler cuando lo arropo más tarde esa noche.
—Claro —respondo simplemente. Tengo una clase temprano en la mañana y Edward irá a trabajar, así que le pedimos a Jake que cuidara a Tyler hasta que yo regresara.
—Edward le tiene miedo a las alturas, ¿verdad? —me pregunta con una sonrisa leve.
—Un poco —respondo, llevándome un dedo a los labios cuando Tyler casi se ríe—. ¿Por qué no le dices «papá»? ¿No quieres todavía?
Se encoge de hombros a medias.
—Me preguntó cómo quería llamarlo y no supe qué decir, así que me dijo que podía decirle Edward.
—¿Quieres llamarlo papá?
Se queda pensando un momento antes de asentir; su expresión se vuelve tan insegura como suele ser la de Edward.
—¿Le preguntas tú?
—Claro que sí —le prometo, inclinándome a besarle la frente—. ¿Quieres que deje la luz del pasillo encendida?
—Sí —asiente.
—Está bien. Buenas noches, guapito.
—Buenas noches, Bella.
—¿Ya se acostó? —pregunta Edward, secándose el cabello húmedo cuando salgo del cuarto.
—Sí —susurro, atrayéndolo hacia nuestra habitación. Todo es tan blanco y vacío, y mis muebles realmente no encajan con un diseño tan contemporáneo. Ya empiezo a verlo desde la perspectiva de Edward: no hay nada acogedor en esto.
—¿Qué pasa? —me pregunta confundido.
—Quiere llamarte papá —le cuento en voz baja, después de cerrar la puerta.
—Oh —murmura Edward, con una sonrisa asomando en sus labios—. Puede hacerlo si quiere.
—Ve y díselo —lo animo, y mientras yo me ducho y me preparo para dormir, él y Tyler conversan.
Todavía están charlando cuando salgo. De hecho, los escucho riéndose juntos, así que decido darles más tiempo y bajo a la calle con Oppa. Termino caminando con él de arriba abajo por Harrington Street en pijama, esperando a que se acostumbre al ruido del tráfico mientras decide cuál árbol con reja le gusta más para marcar.
Regresamos cerca de las once y el apartamento por fin está en silencio. Me asomo al cuarto de Tyler solo para encontrarlos dormidos a los dos en la vieja cama king size de Edward. Edward está encima de las cobijas, así que tomo una de las mantas que trajo el conserje y lo tapo con cuidado antes de regresar al dormitorio principal.
Oppa y yo dormimos solos, con el sonido y las luces de la ciudad filtrándose por las cortinas delgadas. No me gusta, y ya extraño mi casita tranquila que me abrazaba junto a Edward con tanta comodidad. En solo dos días, nuestras vidas han cambiado tan radicalmente que apenas puedo asimilarlo. Y aunque ya amo a Tyler más de lo que creí posible, la idea de tenerlo en mi vida me asusta. Me asusta del mismo modo que Edward me asustó alguna vez; como todavía lo hace.
Ahora entiendo de dónde viene. Al menos, en contexto. Abrir mi corazón a los dos también me deja expuesta al peor tipo de dolor imaginable si llego a perderlos. Ahora tengo el doble de amor… pero también el doble de riesgo de perderlo, y ese es un miedo que sé que nunca desaparecerá del todo.
Edward llega a nuestra habitación en algún momento de la madrugada, y cuando se mete en la cama junto a mí, me doy la vuelta de inmediato y me acomodo acurrucándome contra su pecho.
—¿Por qué no me despertaste, nena? —murmura, envolviéndome con sus brazos y cubriéndome con su calor.
—No quería molestarte —respondo, quitándole la camiseta para pegarme a su piel desnuda.
—¿Tienes frío? —pregunta, rodeándome con más fuerza al sentir mi cuerpo tembloroso.
—Solo abrázame —le pido, hundiendo más la cara contra él.
—Bella… —su voz baja, cargada de preocupación—. ¿Qué pasa?
—Nada —respondo, aunque la voz me tiembla, y sé que tendré que explicarme mejor. Es una orden del Dr. Jenks, pero ya no me gusta mantener a Edward en la oscuridad—. Es solo que... es mucho que procesar. Pasó tan rápido... Edward, si nos mudamos a Surry Hills vas a tener que cruzar el puente todos los días para ir al trabajo.
Suelta el aire en una exhalación de entendimiento obvio.
—Nena, no me va a pasar nada.
—¡No puedes saberlo! —insisto.
—Claro que lo sé —responde con terquedad—. Sobreviviste por mí, ¿recuerdas? —me dice al oído, con voz suave—. No va a pasar nada.
—Prométemelo igual —susurro, con la voz quebrándose.
—Te lo prometo, ganza —me dice en tono burlón, antes de volcar su peso sobre mí y besarme el cuello—. ¿Quieres estrenar este apartamento de mierda? —murmura contra mi piel.
—Carajo, sí —respondo, soltando el aire. Tres días sin él han sido demasiado, pero ahora que Tyler está en la casa, el sexo espontáneo ya no es una opción.
—¿De qué hablaban ustedes dos por tanto rato? —le pregunto unos minutos después, cuando su cuerpo caliente y sudoroso se separa del mío y ambos tratamos de recuperar el aliento.
—Mmm... Estábamos jugando Monopoly en su iPad —explica, riéndose silenciosamente por la nariz—. Me ganó.
—¿Ya te llama papá? —pregunto, apoyando la barbilla en su hombro.
—No del todo. Le da un poco de pena.
—Es un amor —digo sonriendo para mí.
—¿Sabes qué me dijo? —añade, mientras presiona su nariz y sus labios contra el costado de mi cabeza, claramente divertido.
—¿Qué?
—Que si no te trato bien, él se va a casar contigo. —Ríe por lo bajo.
—Dios mío... Es tan adorable.
—Solo ten cuidado con él, nena —me advierte Edward, con un tono que se torna un poco más serio—. Aún no te ve como una figura materna.
—Si me viera así, no te caería bien para nada. Pero ya te admira.
—Sí... —murmura Edward—. Es un buen chico. Mucho más resiliente de lo que yo fui.
Me doy la vuelta para quedar frente a él, apoyando los codos en su pecho.
—Pasó ocho años con una mujer que lo amó y cuidó antes de estar en ese ambiente, Edward —le señalo con delicadeza—. Tú nunca tuviste eso.
Emite un murmullo, como si ya se estuviera quedando dormido.
—¿Sabes cuánto habla? —agrega después de una pausa—. Me habló todo el santo día sin parar.
Me río bajito.
—Ya me estoy dando cuenta.
—¿Vamos a decírselo? —murmura al cabo de un momento.
—¿Decirle qué?
—Que conocemos a su madre.
Suelto un suspiro largo.
—Carajo, eso es complicado. Él cree que está muerta.
—Quizá cuando sea mayor —concluye Edward, y soltando un gemido adormilado, me abraza y se da vuelta conmigo.
*V*
—Bella... —la voz de Tyler penetra suavemente el velo del sueño que aún me envuelve.
Gimo despacio al girarme sobre la espalda, y abro los ojos poco a poco.
—¿Qué pasa, cariño? —murmuro. No responde, y tardo un momento en darme cuenta de por qué—. ¿Estás bien?
—S-sí —balbucea, con los ojos abiertos de par en par, fijos en... mis pechos.
—¡Carajo! —exclamo, subiendo de un tirón las cobijas sobre mi pecho, despertando a Edward en el proceso—. Cariño, tienes que tocar la puerta antes de entrar.
—¡Jesucristo, Tyler, no puedes entrar así nada más! —grita Edward, y Tyler, asustado de inmediato, se da la vuelta y huye del cuarto.
—Mierda... —murmura Edward.
Me incorporo, aún sujetando la cobija contra mi pecho, y gimo a pesar de que me divierte un poco.
—Bueno, eso fue condenadamente incómodo —digo, apoyando la mejilla en mis rodillas alzadas para mirar a Edward.
Él se permite una sonrisa reticente y se pasa una mano por el cabello.
—Sí.
—Ve a hablar con él, señor Intimidante.
—No me vas a dejar a mí todo el asunto —responde con ligereza, esbozando otra pequeña sonrisa.
—Está bien —digo con ironía, estirándome y bostezando antes de alcanzar mi bata al pie de la cama.
Encontramos a Tyler en su cuarto, sentado en medio de la vieja cama de Edward, con las rodillas contra el pecho.
—¡Lo siento! —dice entre lágrimas cuando entramos, y no es que esté molesto; en realidad está genuinamente asustado. Cuando nos acercamos, se encoge visiblemente, alejándose de los dos.
—Cariño —le digo con suavidad, pero Edward actúa de forma mucho más impulsiva.
Se acerca y lo toma por los brazos, poniéndolo de pie. Tyler suelta un pequeño jadeo, con los ojos aún más abiertos de miedo, mientras Edward lo envuelve en un abrazo.
—No estás en problemas —le asegura Edward—. ¿De acuerdo?
Tyler asiente con movimientos espasmódicos mientras el pánico en su mirada empieza a calmarse.
—De acuerdo —repite con voz bajita.
—A mí también me daban una paliza cuando era chico —añade Edward, tomándolo por los hombros y guiándolo suavemente para que lo mire a los ojos—, así que te puedo prometer algo.
Tyler asiente de nuevo, apresurado, y se seca las lágrimas con la mano.
—Ni Bella ni yo vamos a ponerte una mano encima. ¿De acuerdo?
—De acuerdo —murmura Tyler, y sus hombros se relajan visiblemente mientras una leve sonrisa se dibuja en sus labios.
—Solo recuerda tocar la puerta la próxima vez —añade Edward con una sonrisa irónica, despeinándole la cabeza.
—Está bien, lo haré —responde Tyler. Ya sin titubeos en la voz, alza la mirada hacia mí—. Perdón, Bella.
Hago un gesto con la mano, restándole importancia.
—No hay problema. ¿No les enseñan Educación Sexual en Sexto Grado?
Tyler se queda en blanco, mientras Edward se cubre la cara con la mano extendida y gime.
—Jesús, Bella...
—¿Qué? —digo con fingida inocencia, rodeando el cuello de Tyler con mi brazo—. Vamos a desayunar.
—Estaba pensando... —murmura Edward, apoyado contra la encimera de piedra en la cocina mientras toma su café.
—¿Qué estabas pensando, guapo? —respondo mientras unto mantequilla ruidosamente en mi tostada junto a él.
—Deberíamos presentarle a mi hermano... y al tuyo.
Levanto la mirada hacia él y me detengo.
—Sí, yo también lo estaba pensando.
—¿Los invitamos aquí, o mejor salimos a cenar o algo?
—Aquí. Podría ser algo incómodo en público —sugiero—. Solo adviértele a Emmett con tiempo, en caso de que mencione —bajo intencionadamente la voz— a ya sabes quién.
—Sí —coincide Edward en voz baja, mirando de reojo a Tyler, que está absorto en su iPad mientras come cereal—. Mejor démosle un par de semanas para que se acomode primero.
—Me parece bien —respondo simplemente.
*V*
Además de Emmett, Jasper y Alice, también invitamos a Jake y a Ness. Ness tampoco ha conocido formalmente a Tyler, y Jake es increíblemente bueno para mantener a Edward tranquilo.
Jasper llega primero, y después de abrir la puerta y saludarlo a él y a Alice, lo tomo del codo y lo arrastro al cuarto de huéspedes.
—¡Carajo, Bella, este lugar debe costar una fortuna! —exclama Jasper, con los ojos bien abiertos, mirando hacia la Ópera de Sídney—. ¿Por qué se mudaron?
—Es solo temporal. No vamos a vivir aquí de forma permanente ni nada —respondo rápido, encogiéndome de hombros como si no tuviera importancia—. Pero bueno, para eso no te invitamos.
Cuando Jasper vuelve a mirarme, sus ojos arden con una repentina curiosidad.
—¿Qué pasa? ¿Estás embarazada?
—¡Idiota! —exclamo, perdiendo la paciencia de inmediato—. ¿Se te olvidó que eso es condenadamente imposible?
—Perdón, Bells —se disculpa, algo avergonzado.
Suelto el aire con fuerza y niego con la cabeza.
—Al menos estás cerca —murmuro—, pero tienes que prometerme algo.
—¿Qué? —pregunta, ladeando la cabeza.
—Nada de juicios ni comentarios de imbécil —le digo en serio—. O te lanzo por el balcón.
Él sonríe con esa mueca ladeada que pone cuando no se toma nada en serio.
—Está bien... —dice arrastrando las palabras.
—¡Jasper! —lo amenazo.
—Okay, lo prometo —cede al fin, con una sonrisa más amplia—. ¿Qué pasa?
—Edward... Edward dejó embarazada a una chica en la secundaria —empiezo, sabiendo ya cómo suena—. En fin, él recién se enteró, y su hijo... está viviendo con nosotros.
La expresión de Jasper se vuelve vacía de inmediato, claramente en shock.
—¡Carajo!
—No es lo que piensas, así que ni se te ocurra —lo amenazo.
—Está bien, todo bien —responde, pero no puede quitarse la sonrisa de la cara.
—¡Ya me estás sacando de quicio! —le suelto en un susurro forzado.
Ríe y levanta las manos, como en señal de paz.
—Estoy bromeando, Bella. Lo prometo.
—Está bien —digo, aunque sigo sin creerle del todo—, pero si eres inteligente, ni se te ocurra provocar a Edward.
—No lo haré —responde, y al menos tiene la decencia de ponerse serio.
—Perfecto —murmuro, abriendo la puerta para volver a la sala. Jasper me sigue de cerca.
Emmett ya llegó. Está de pie, paralizado en la sala, a varios metros frente a Edward y Tyler, con la boca en el suelo.
—Jesucristo —suelta por fin, con un tono claramente impresionado—, ¡es igualito al abuelo!
—Es igualito a Edward —lo corrige Rose, atrayendo mi atención mientras contengo la respiración por puro instinto.
Rosalie y Lauren eran mejores amigas en la secundaria, y si nos guiamos por las páginas sociales, aún lo son.
CBD (Central Business District): se refiere al distrito financiero central de Sídney, también llamado simplemente "el centro" o "la ciudad". Es el principal núcleo comercial de Sídney, la ciudad más poblada de Australia.
SCEGGS (Sydney Church of England Girls Grammar School) es una escuela privada y elitista de Sídney, Australia, conocida por su rigor académico y vínculos con la Iglesia Anglicana. En este contexto, Bella la menciona como símbolo de la educación estricta y de alto estatus social que recibió en su infancia.
Timezone es una cadena de centros de entretenimiento familiar muy popular en Australia y Asia, donde se ofrecen videojuegos, pistas de bolos, realidad virtual y otras actividades recreativas para niños y adultos. En este contexto, Tyler y Edward juegan Mario Kart allí, como parte de su día juntos.